El análisis que se presenta a continuación se encuadra en una investigación[3] de mayor alcance acerca de la ciudad fragmentada y se centra en el área denominada Chaco Golf Club en la ciudad de Resistencia (Argentina), un espacio urbano donde se manifiestan visiblemente las diferencias y desigualdades entre los distintos sectores físicos y sociales que lo con- forman.
Introducción
Según Simmel (1977, citado en Mera, 2014: 257), "el límite no es un hecho espacial con efectos sociológicos, sino un hecho sociológico con una forma espacial", los cuales conforman las fronteras intraurbanas espaciales, como materialidad de las fronteras sociales y simbólicas subyacentes. Las fronteras simbólicas son distinciones de los actores en torno a los objetos, personas y prácticas que separan y generan sentimientos de identificación y pertenencia. Las fronteras sociales, por su parte, son formas objetivadas de las diferencias sociales que se manifiestan en accesos desiguales y distribuciones diferenciales de recursos y pueden expresarse en términos de agrupamientos en el espacio o condicionar las formas de interacción (Mera, 2014). Con ellas se acentúan las territorialidades y se configura el espacio urbano de manera que sectores contiguos diferenciados entre sí tienen homogeneidades socioeconómicas a su interior. Esa diferenciación se refuerza con los límites espaciales que, a su vez, profundizan las desigualdades1 existentes, siendo todo lo anterior características que conforman uno de los signos predominantes de la fragmentación urbana.
En el presente artículo se indaga sobre las fronteras del habitar, su materialización y consecuencias, con base en el concepto de Área Urbana Deficitaria Crítica (AUDC), la cual hace referencia a
una porción de territorio periurbano, característico del Gran Resistencia, pero probablemente también de otras ciudades intermedias del nordeste argentino del país y de América Latina, por las particularidades de la segregación del proceso de urbanización de las últimas décadas, que ha generado un espacio residencial altamente fragmentado, en el que conviven barrios internamente homogéneos o cohesionados, pero muy desiguales entre ellos, y que se distingue por ser un territorio desarticulado y carente de urbanidad (Barreto, et al., 2014:1221).
Esa desigualdad se manifiesta en unidades espaciales originadas a partir de distintas formas de producción del hábitat promovidas por el Estado, el mercado y la autogestión social, con condiciones jurídicas, socio-culturales, ambientales, económicas, habitacionales, heterogéneas que, en conjunto, dan como resultado un área urbana deficitaria crítica.
El análisis que se presenta a continuación se encuadra en una investigación2 de mayor alcance acerca de la ciudad fragmentada y se centra en el área denominada Chaco Golf Club en la ciudad de Resistencia (Argentina), un espacio urbano donde se manifiestan visiblemente las diferencias y desigualdades entre los distintos sectores físicos y sociales que lo conforman.
Los actores sociales y sus posibilidades de apropiación del espacio
La ciudad es el ámbito urbano principal donde se desarrollan las prácticas humanas que conforman el territorio y, en muchos casos, donde se materializan las fronteras sociales y simbólicas. Allí subyace un orden que se expresa de una manera diferente en cada contexto urbano pues es dictaminado por un conjunto de normas y reglas formales que orientan, por acatamiento u omisión, la apropiación del espacio por parte de los distintos actores sociales.
Un entramado de actores con capacidades desiguales de apropiación del espacio urbano y de toma de decisiones se lo disputan: aquellos que lo habitan; aquellos que no lo habitan, pero tienen un anclaje territorial; y aquellos que ni lo habitan ni tienen un anclaje en el territorio, pero tienen una enorme capacidad de influir sobre él. Estos actores responden a tres lógicas de actuación: la del Estado; la del mercado; y la de los habitantes del territorio, lo que evidencia que este es un espacio de poder (Di Virgilio, 2015).
Aquí nos centraremos en las prácticas de apropiación del espacio urbano por parte de los habitantes del territorio. Este grupo de actores no es homogéneo y las posibilidades de apropiación del espacio son desiguales según el sector socioeconómico al que pertenecen, lo que se manifiesta en el acceso a bienes y servicios desiguales y en la distribución diferencial de recursos (monetarios, materiales, sociales, entre otros) (Mera, 2014).
Los sectores con menores posibilidades de acceso a bienes y servicios son aquellos que generan diferentes estrategias para resolver sus necesidades básicas insatisfechas, cuya lógica está basada e impulsada por la necesidad. Son actores sociales con escasa o nula concentración de recursos monetarios. Por su parte, los sectores medios, con algunas posibilidades de dar solución a sus necesidades básicas de manera formal y con mediana concentración de recursos, son aquellos que se comprometen con gran esfuerzo en estrategias de ascenso social, marcados por el miedo y el riesgo que experimentan frente a la caída social (Cartier, et al., 2012). En cambio, los sectores con mayores posibilidades de acceso a bienes y servicios y con mayor concentración de recursos desarrollan estrategias para mantener su situación social y, en la medida de lo posible, procurar su ascenso. También están marcados por el riesgo y el miedo al descenso social.
En una sociedad con diferencias sociales marcadas, la separación entre los que tienen y los que no siempre ha sido notoria, al igual que el rechazo de los sectores con mayores posibilidades hacia quienes, a su parecer, ponen en peligro la fisonomía y la armonía de su barrio (Prévôt-Schapira, 2000). Esto nos ubica frente a una sociedad atribulada por los miedos, principalmente, el miedo al desclasamiento (Prévôt-Schapira y Cattaneo Pineda, 2008).
Las fronteras y los procesos de estigmatización
Van Gennep (1986, citado en Mera, 2014: 258) define la frontera como ese "espacio liminal" o zona de indefinición cuyo cruce -la acción misma de cruzar el umbral- implica un acto de pasaje de un mundo a otro, donde los "nativos" devienen "extranjeros". Es un límite que señala la existencia de dos lados diferentes, los cuales son valorizados por el imaginario "de manera opuesta: un territorio seguro y limpio, un territorio inseguro y peligroso".
En este imaginario cobra protagonismo el proceso de estigmatización de los diferentes sectores sociales. Link y Phelan (2001, citado en Kessler, 2011) señalan que existe un estigma cuando se conjugan cinco componentes en el marco de una relación de poder: etiquetar, estereotipar, separar, perder el estatus y discriminar. La estigmatización también es de carácter territorial y alude al emplazamiento ventajoso o desventajoso de un sector con respecto a otro.
Este proceso predomina en la conformación de las fronteras sociales y simbólicas entre sectores y marca polos opuestos (Kessler, 2011). Así, los habitantes de los distintos sectores se protegen, levantan banderas ante la inseguridad, rechazan a los que, según ellos, ponen en peligro la fisonomía y la armonía del barrio, estigmatizan a los sectores diferentes al propio, atacan, tienen miedo y resentimiento y, por lo tanto, se aíslan, situación que configura la ciudad. Muchos de estos sectores, aunque son próximos geográficamente, se encuentran profundamente separados y diferenciados entre sí, lo que genera un entramado urbano fragmentado y lleno de fronteras que se materializan en vallas, muros, rejas y portones y en servicios privados de seguridad, casilla de vigilancia, entre otros (Prévôt-Schapira y Cattaneo Pineda, 2008; Prévôt-Schapira, 2000).
El Chaco Golf Club y sus fronteras
El área seleccionada se ubica en la zona noreste de la ciudad de Resistencia y está conformada por sectores contiguos con grandes diferencias sociales, económicas, habitacionales, urbano ambientales y jurídicas.
A continuación, se presentan las cinco etapas en las que se divide el proceso de conformación del Chaco Golf Club.3 En ellas se observar la influencia en el tiempo de los distintos actores sociales que actúan en el espacio urbano y del impacto de factores políticos, jurídicos e institucionales a escala nacional y local, así como de factores socioeconómicos y ambientales a escala local que definieron la ocupación y configuración del territorio.
Para identificar las cinco etapas se analizaron los planos catastrales originales del área, los cuales permitieron observar el proceso de ocupación de la tierra a partir de las actividades que se desarrollaron en el sector; se realizaron entrevistas grupales e individuales a residentes en distintos barrios del área y al técnico municipal Armando Benítez; se realizaron observaciones de la cotidianeidad del área; y se revisaron fuentes secundarias.
La primera etapa se caracterizó por el impacto de la actividad económica productiva y coincide, en gran medida, con lo que Bolsi, et al. (2009) denominaron la consolidación del capitalismo (1870-1930). Durante ella se instaló la idea de progreso, vinculada a una estrategia nacional de desarrollo, que primero se sintió en la pampa húmeda y, más tarde, a finales del siglo XIX, en el norte del país.
La modernización -o la creación, en algunos casos- de los principales complejos agroindustriales que hoy dominan el paisaje del Norte Grande Argentino fue, en efecto, uno de los más importantes cambios que se produjeron entre fines del XIX y primeras décadas del XX. Pero también fue importante el proceso de apropiación de la tierra y asociado con esos dos ejes, el trazado de las líneas centrales de ferrocarriles y caminos que buscaron articular no tanto las comarcas del Norte entre sí como las del Norte con la pampa húmeda (Bolsi, et al., 2009: 99).
Esta modernización impactó concretamente al área de estudio con la inauguración en 1888 de la fábrica de la compañía General Fabril Financiera y con el paso de las vías del ferrocarril Santa Fé, hacia el puerto de Barranqueras. La actividad productiva generó una zona residencial con viviendas para los operarios, capataces y gerentes de la fábrica. En el año 1942 se creó el Chaco Golf Club y se construyó un sector residencial contiguo a la cancha de golf. De esta manera, el trazado de las vías férreas, la infraestructura de la fábrica, las viviendas y la actividad recreodeportiva para las clases de mayor poder adquisitivo fueron determinando una estructura física y social plasmada en el suelo urbano (Imagen 1).
La sanción en el año 1951 de la Ley Nacional No. 14.037 de provincialización de los territorios de Chaco y La Pampa da inicio a la segunda etapa, así como al aumento de la población del sector, urbanizado anteriormente. Se caracterizó por las actividades residenciales y deportivas y por la disminución de las actividades productivas, hasta su desaparición. Los distintos momentos de urbanización estuvieron condicionados por factores ambientales, como las grandes inundaciones de 1966, 1982 y 1998 y por cuestiones político institucionales, como la creación del Fondo Nacional de la Vivienda (FONAVI) a finales de la década de 1970, que propició la construcción de grandes conjuntos habitacionales, uno de los cuales, el conjunto Mujeres Argentinas (afectado en el año 1982 por las inundaciones), fue habilitado a principios de la década de 1990. La habilitación de este barrio y de su única vía de acceso provocó la ocupación informal inmediata de tierras al borde de la laguna, acompañando dicha vía, que también circunda la cancha del Chaco Golf Club (Imagen 2).
Es importante destacar que, en la tercera etapa, la conformación territorial del área se vio impactada por la inundación de 1998 y la crisis político institucional de 2001. Se caracterizó por el incremento notable de asentamientos informales en terrenos públicos y privados y por la respuesta débil e insuficiente por parte del Estado ante este fenómeno, mediante la sanción de leyes de expropiación para la posterior regularización urbana y dominial de los asentamientos.
La siguiente etapa comienza en 2003 y coincidente con una política neodesarrollista del gobierno nacional. Se caracterizó por el aumento de la construcción privada por encargo, tanto en asentamientos irregulares como en sectores con familias de medio y alto poder adquisitivo, tendencia que se vio también favorecida por la creación del Programa de Crédito Argentino (Pro.Cre.Ar.) para la construcción de viviendas. Por otra parte, la dinámica de acceso informal4 a la tierra generó la ocupación de terrenos diversos, incluso, algunos destinados a espacios públicos de recreación.
Actualmente, el área de estudio es un territorio completamente ocupado y destinado, principalmente, a uso residencial y recreodeportivo. Cuenta con una gran heterogeneidad socioeconómica, pero con sectores de homogeneidades identificables que, en gran medida, conservan la estructura física y social que se plasmó en el suelo urbano en la primera etapa de ocupación del territorio.
La materialización de las fronteras en el área de estudio
El aumento de la población y de los asentamientos informales en los espacios residuales y bordes de laguna que se da a partir de la década de 1950 estimuló la materialización de fronteras antes intangibles, como barreras físicas (muros, rejas, puertas, barrancos, detectores de metales, entre otros), dispositivos legales y/o económicos (prohibiciones, permisos, aranceles, concesiones, cotos, patentes, restricciones, derechos, por mencionar algunos) o mecanismos simbólicos (Reygadas, 2004, citado en Di Virgilio y Perelman 2014). Estas barreras obstruyeron el paso fluido de un sector a otro, impidiendo el intercambio o la convivencia entre sectores socioeconómicos diferentes.
A continuación, se presentan las diferentes materialidades detectadas en el área de estudio.
El cerco se levantó en el año 1950, cuando la empresa multinacional Anderson Cleyton donó la cancha de golf a una asociación que conformó el Club, con la finalidad de diferenciar las actividades deportivas de la residencial. Fue una de las primeras barreras que impactaron la vida cotidiana de la población del área, creando una dicotomía entre dos mundos: los de afuera y los de adentro, un territorio seguro y limpio frente a un territorio inseguro y peligroso. Una gran parte de la población comenzó a experimentar la estigmatización territorial y otro sector menor de la población empezó "se protege" de los "vecinos de mal vivir".
Una vecina del barrio Parque Golf, por ejemplo, da cuenta del proceso de estigmatización que comenzó a consolidarse: "cuando se puso el alambrado, empezaron los problemas [...] La gente de los otros barrios que venía a cortar el pasto acá y a veces no les pagaban, después venían a robar, una cuestión de cobrarse de otra manera".
A comienzos del año 2000 la Comisión Directiva del Chaco Golf Club decidió cerrar definitivamente el predio con un muro de 2 metros de alto a lo largo de todo su perímetro, para proteger a los vecinos del entorno inmediato de los posibles golpes ocasionados por las pelotas de golf y para impedir la circulación de los habitantes de los barrios contiguos que, además de atravesar la cancha y arruinar el pasto, eran acusados de robos en el Club.
Una vecina del barrio Mujeres Argentinas, contiguo a la cancha de golf, respondió a la pregunta ¿cómo perciben ustedes este muro bastante alto y largo? confirmando la percepción de rechazo a esta barrera física construida.
Hace como un corte, digamos, porque uno viene recorriendo y era hermoso todo el green de la cancha hace unos cinco años. [...] Era lindo, pero hubo un problema de ambas partes. Era relindo, pero de a poco se fue llenando la [avenida] Viuda de Ros de casitas. Se veía la laguna, el green, pero se fue llenando de casitas, entonces el Chaco Golf hizo ahí en la medida que se hizo el barrio [...] La gente no lo sintió bien, porque era muy trabajadora. En este sector vive gente trabajadora y los del Golf Club que son, bueno como muy [gesto de desprecio] [...] Y otra cosa, es que entraban a robar, robaban sillas, de todo [...] y esa fue la razón por la que hicieron el muro.
El muro impactó social y simbólicamente al área, profundizó la dicotomía entre el adentro y el afuera y aumentó la desigualdad entre los diferentes sectores sociales. Los habitantes de los asentamientos informales ubicados a lo largo del muro del Club se encuentran en una posición de desventaja en la disputa por el espacio urbano y son sujetos de discriminación.
Estas barreras transforman las viviendas en verdaderos fuertes defendidos, remarcando notoriamente el adentro y el afuera y dan cuenta de que una parte de la sociedad, el sector medio alto, está atormentada por los miedos. Al respecto, una vecina del Barrio Parque Golf afirmaba:
mi marido tiene el cartelito en la puerta, pero se enojó con ellos, es como para indicar que están vigilados, que es un barrio vigilado. Un poco la idea era eso. Lo que pasa es que contrataron un servicio de seguridad, pagamos nosotros hasta hace dos meses, [pero] para mí, con servicio y todo, me robaron más que antes.
Este testimonio confirma la tensión entre los sectores y hace evidente que, cuanto más se defienden algunos, mayor resentimiento y ataque provoca en los otros.
Los de adentro se sienten amenazados permanentemente por situaciones reales de robos y agresiones varias, por eso, rechazan fuertemente a los de afuera. En consecuencia, el grupo de vecinos se organizó para acceder a las distintas posibilidades de protección barrial, constituyéndose así en verdaderos barrios privados informales (Prévôt-Schapira y Cattaneo Pineda, 2008), una suerte de privatización del espacio público de la ciudad (Prévôt-Schapira, 2000).
Reflexiones finales
Las materialidades detectadas en el área refuerzan un orden urbano con una estructura física y social establecida desde finales del siglo XIX con las primeras ocupaciones del territorio. La separación de las residencias de los gerentes y operarios de la compañía General Fabril Financiera fue el cimiento principal de un orden urbano determinado que enfatizaba las diferencias entre los distintos sectores sociales. Luego, surgió el Chaco Golf Club, un lugar para la recreación y el deporte exclusivo para los sectores de mayor poder adquisitivo que, en una primera etapa, eran los gerentes de la fábrica. Actualmente, el Club y sus inmediaciones, en lo que hoy se conoce como el barrio Parque Golf Club, conservan el mismo estatus social.
Allí reside la población con mayor concentración de recursos y que cuenta con mayores posibilidades de acceso a bienes y servicios. Las demás ocupaciones del área completaron con el paso del tiempo la trama urbana, sin alterar el orden urbano inicial.
Lo anterior resultó en una convivencia por cercanía o contigüidad de diversos sectores socioeconómicos que, para algunos, fue "inquietante". Así, comenzaron a manifestarse las diferencias, se activaron los procesos de estigmatización y se generaron fronteras simbólicas que, finalmente, se materializaron en distintos tipos de barreras, reforzando los dispositivos de separación entre los sectores sociales contiguos, lo que dio paso a una de las características principales de la ciudad actual: la fragmentación urbana.
El análisis nos permitió entender que el territorio está en una disputa constante y las fronteras físicas son la materialización de las diferentes maneras de apropiación del espacio urbano, las cuales se manifiestan como hechos que generan mayor tensión entre los actores involucrados, tensión que se expresa en una dinámica de ataque - defensa - ataque, donde las relaciones de poder prevalecen y remarcan las capacidades desiguales. Los dispositivos que cierran y separan física y simbólicamente los diferentes territorios van en aumento y refuerzan la violencia urbana de la que es víctima la sociedad en su conjunto. Así, cada vez es mayor el encierro, el aislamiento y la protección por parte de algunos sectores, mientras que otros soportan el peso de la estigmatización y las desigualdades.
Reconocer e interpretar el significado de estas materialidades puede dar pautas para pensar en estrategias posibles que disminuyan las tensiones entre los diferentes sectores sociales y mitiguen, en cierta medida, el proceso de fragmentación de la ciudad actual hacia una integración urbana, en pleno cumplimiento del derecho a la ciudad.