Introducción
Con frecuencia los epistolarios históricos consisten en antologías parciales que presentan únicamente las cartas de uno de los corresponsales, al no disponer de la contraparte. Es el caso de lo que los académicos Alfredo Bateman (1909-1988) y Jorge Arias de Greiff llamaron Cartas de Caldas en su ya clásica publicación de 1978 promovida por la Academia Colombiana de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales (Figura 1), con un total de 195 cartas de Francisco José de Caldas (1768-1816), a la vez transcritas y anotadas, seguidas de un "Índice onomástico" con 501 entradas biográficas de mayor o menor extensión con el propósito de revelar la identidad de otros tantos individuos citados en este epistolario. Todo esto antecedido de una "Prefación" y complementado con una relación de fuentes ("Ubicación de los originales y publicaciones previas") y un listado de 18 "Abreviaturas", en un total de 425 páginas.
La fuente principal de Bateman y Arias de Greiff -y de sus colaboradores Álvaro Fernández Pérez (1920-1994) y Andrés Soriano Lleras (1907-1974), también miembros de la Academia-, fue la compilación previa del historiador Eduardo Posada Muñoz (18621942), primer presidente de la Academia Colombiana de Historia. En efecto, Posada había publicado ya en 1917, para la academia que se había fundado 15 años antes y en el volumen XV de la Biblioteca de Historia Nacional, la primera antología del epistolario de Caldas de amplio espectro, con 167 cartas de su propia mano (154 y 13 adicionales en el "Apéndice"), complementándolas con 3 (dos primero, y luego una en el "Apéndice") "Cartas a Caldas", 11 "Cartas sobre Caldas", 7 "Escritos de Caldas" (como suplemento a las 45 Obras de Caldas que había publicado en 1912), 7 (5 y 2 en el "Apéndice") "Escritos sobre Caldas" publicados por diferentes autores entre 1852 y 1907, cerrando con dos breves notas del editor sobre la "Cartografía" y la "Iconografía" producidas por Caldas, y una bibliografía de referencia. Todo esto en 506 páginas antes del "Índice".
Eduardo Posada citó a su vez un epistolario previo publicado por Carlos Martínez Silva (1847-1903) en los tomos XVI-XVIII de El Repertorio Colombiano, entre junio de 1897 y mayo de 1898, bajo el título "Cartas de Caldas" con un total de 76 epístolas, así: 4 a Camilo Torres, 71 a Santiago Arroyo -nueve de estas publicadas más de un año antes en la Revista Caucana de David Orjuela P. (n. c. 1865) y Delfín Valdés y Ayerbe (1867-1912), bajo el título de "Caldas. Correspondencia epistolar" entre el 18 de enero y el 11 de julio de 1896-, y una sola a María Manuela Barona.3
El epistolario compilado en 1978 por Bateman, Arias de Greiff, Fernández Pérez y Soriano Lleras, fue retomado por Natalia Savitskaya y Diego Caldas Varona en 2016 para el bicentenario de la muerte de Caldas, y editado con el patrocinio de la Universidad Distrital Francisco José de Caldas, la Asociación de Amigos de la Casa Museo Caldas y la Academia Colombiana de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales. Esta nueva antología, sexta de la serie iniciada en la Revista Caucana en 1896 y replanteada por Jeanne Chenu en 1992 después de las publicadas en 1897-98, 1917 y 1978, presentó un total de 210 cartas, es decir 16 más que la compilación de la Academia de Ciencias en 1978, sumándole una breve "Anécdota de Juliana Caldas en 1881", y el texto "Desagravio a Caldas" correspondiente al discurso presentado el 14 de marzo de 1925 por el ministro plenipotenciario de Colombia en España, Guillermo Camacho Carrrizosa (1876-1932), con ocasión de la develación por parte de Alfonso XIII (1886-1941) de la placa colocada en el vestíbulo de la Biblioteca Nacional de Madrid. Estas adiciones eran resultado de nuevos hallazgos en fuentes primarias o secundarias que no estaban disponibles para los compiladores anteriores. El sociólogo e historiador Renán Silva, en su reseña bibliográfica en 2017, considera que esta reedición adoleció de múltiples deficiencias, con errores reproducidos de las dos ediciones anteriores, sumados a errores nuevos y propios, que comprometen su calidad. En palabras de Silva:
la alegría del lector por la publicación de estas cartas pronto se transforma en el desconcierto del investigador. Y es que a medida que se examina con cuidado el volumen, va tomando cuerpo la idea de que la edición de 1978, que presenta tantos problemas, sigue siendo superior a la que ahora se nos ofrece, pues esta no resuelve ninguno de los comprensibles problemas de la versión anterior; en cambio, introduce nuevas dificultades. Por ejemplo, al adoptar la numeración continua en la citación, en ocasiones reenvía a la numeración discontinua de la edición de 1978, olvidando que las dos no se corresponden -por mencionar solamente una dificultad agregada.4
Teniendo en cuenta estas y otras eventuales deficiencias formales que presentan comúnmente las antologías epistolares, tales como la falta de una adecuada contextualización sociológica y una problematización cultural que, aunque no son requisitos indispensables, deben idealmente elaborarse en paralelo por los mismos compiladores -o bien por autores complementarios-, debe insistirse en la virtud esencial y en la necesidad de su producción (y adecuada reproducción): la difusión de los contenidos de reflexiones personales en el formato epistolar resulta clave para entender a los protagonistas y sus motivos más íntimos, que son los que usualmente dan a la carta su indudable valor histórico.5
Cartas de Caldas y cartas a Caldas
Hasta este punto se ha tratado de las cartas de Caldas, y muy poco de las cartas a Caldas. A pesar de que se ha logrado compilar a la fecha un total de 210 cartas escritas por el payanés entre 1788 y 1816 (Material Suplementario, tablas 1 y 2,https://raccefyn.co/mdex.php/raccefyn/article/view/1353/2926), los sucesivos compiladores han dejado por fuera al menos ocho (8) cartas dirigidas a Caldas por diferentes corresponsales, tres de estas, como se vio, publicadas ya por Eduardo Posada desde el año 1917. Es realmente sorprendente que, sin contar las cartas dirigidas a Caldas que fueron publicadas por él mismo como editor del Semanario del Nuevo Reyno de Granada entre 1808 y 1810,6 solo se disponga actualmente de 8 de 210 cartas que tuvieron eventualmente su contraparte biunívoca o plural: las cartas de respuesta o las cartas eventualmente adicionales al origen o al cierre de la interacción epistolar con cada uno de sus corresponsales. La tabla 3 (Material Suplementario,https://raccefyn.co/index.php/raccefyn/article/view/1353/2926) incluye el listado de 44 corresponsales (individuales o institucionales) registrados hoy, en donde se puede apreciar, más allá de la diversidad de los contactos de Caldas en su tiempo, la especificidad e intensidad de cada uno. Es claro en este listado que sus principales corresponsales fueron: a- Santiago Arroyo7 con 71 cartas, b- José Celestino Mutis8 con 32 cartas, y c- Antonio Arboleda9 con 13 cartas, todos ellos incluyendo reflexiones en el dominio científico. En el dominio exclusivamente personal, más íntimo, la principal destinataria fue, naturalmente, su esposa, María Manuela Barona Barona (1790-1835), con 25 cartas conocidas a la fecha.
Los autores de las ocho cartas a Caldas citadas son, en orden cronológico,
José Celestino Mutis (Santafé, mayo 21 de 1802)
Gregorio Gómez, Nicolás del Villar y Coronado y Vicente Romero Campo, miembros del Consulado de Comercio de Cartagena de Indias (Cartagena, noviembre 20, 1806)
Manuel María Arboleda y Arraechea (Popayán, febrero 20, 1808)
Santiago Arroyo y Valencia (Popayán, junio 5, 1808)
Antonio José Amar y Borbón (Santafé, julio 18, 1809)
Antonio José Amar y Borbón (Santafé, noviembre 4, 1809)
José Fernández de Madrid y Fernández de Castro (Cartagena, noviembre 10, 1809)
Antonio Nariño y Álvarez del Casal (Bogotá, diciembre 31, 1812)
Estas ocho epístolas hacen parte del conjunto de cartas que se halla disponible a la fecha y que se podría dividir arbitrariamente en dos grupos principales: a- "Cartas científicas" y b- "Cartas personales" u "otras cartas". Aunque esta categorización puede ser problemática en la medida en que toda reflexión científica es naturalmente personal, y toda reflexión personal contiene necesariamente una dimensión científica social, resulta práctica para revelar la dinámica de la vida y obra de Caldas en la categoría de ciencias exactas, físicas y naturales, intrínseca de esta academia, así como la de sus eventuales determinantes periódicos. En la figura 2 se aprecia bien la existencia de al menos cuatro picos de producción científica epistolar de Caldas en los periodos de 1795-1800, de 18011806, de 1808-1810 y de 1810-1814. Uno de estos, el periodo de 1800-1806 representa visiblemente la mayor producción epistolar en la dimensión científica, y se ha asociado con su encuentro con Alexander von Humboldt (1769-1859) y Aimé Bonpland (1773-1858), tanto como a su vinculación formal a la Real Expedición Botánica de José Celestino Mutis (1832-1808).
Figura 2. Cartas de Caldas: 1793-1816
Estas cuatro fases, que podríamos llamar científicas epistolares, se suceden e integran bien con las fases científicas operativas -caracterizadas por la producción de obras científicas no epistolares-, que son naturalmente complementarias y usualmente subsiguientes, tal y como se muestra en la figura 3. Debe resaltarse en esta figura el evidente punto de inflexión en el periodo de 1805-1807 con una muy baja producción científica en la primera década del siglo XIX, que corresponde a su llegada e instalación en Santafé al lado de Mutis. En este período, mientras atendía las expectativas de Mutis en el Observatorio Astronómico, y compartía con él marginalmente en el dominio de la botánica, se daría la transición de la producción epistolar científica a una producción editorial científica con la fundación del Semanario del Nuevo Reyno de Granada que Caldas dirigió y publicó por espacio de dos años consecutivos, en 1808 y 1809, semana tras semana, es decir con un mínimo de 52 números por año más algunos suplementos, antes de pasar al formato de Memorias del período 1810-1811.
Con estas reflexiones y registros, se incluyen en el Material Suplementario del presente artículo las ocho (8) cartas a Caldas que no fueron publicadas en el Semanario del Nuevo Reyno de Granada, ni han sido aún compiladas hasta el día de hoy en un solo y mismo repositorio, con la intención de abrir el espacio a sucesivos científicos e historiadores para sus investigaciones sobre la vida y obra de Francisco José de Caldas, y con la ilusión de que alguno de ellos emprenda la tarea sugerida por Renán Silva en 2017, con su
sensible advertencia sobre los epistolarios previos, al poner de presente de qué manera el "biografismo", que ignora la sociología, y el nacionalismo del héroe solitario, se juntan para impedirnos conocer la dimensión social de un problema cultural como el de la Ilustración en Hispanoamérica. Nada encontraremos en esas páginas sobre Caldas que nos permita siquiera sospechar el carácter colectivo de la actividad de los naturalistas neogranadinos, las enseñanzas que nos deja su proceso de formación intelectual, la transformación de su condición social bajo el efecto de la "ciencia" y de la perspectiva de la riqueza a través del comercio; todo lo cual se encuentra de forma casi obvia en esas cartas. De atenernos a las páginas de biografía del volumen, solo existiría un solitario héroe protonacionalista llamado Francisco José de Caldas.10
Además de estas ocho cartas, se conserva evidencia indirecta de al menos tres cartas más dirigidas a Caldas, que fueron citadas por uno de sus contactos neogranadinos: el sacerdote botánico Juan María Céspedes.11 En efecto, el Padre Céspedes, en medio de la última de sus múltiples convivencias con Caldas en el curso de más de 20 años de amistad, esta vez mientras era sacerdote en las cercanías de Medellín entre 1814 y 1816 cuando Caldas trabajaba en esa misma comarca para los patriotas en Antioquia, refiere los siguientes extractos de cartas a Caldas fechadas en febrero de 1807, octubre de 1808 y marzo de 1809:
a. Capítulo de carta dirigida de Popayán a Bogotá por el señor Antonio Arboleda12 al célebre Caldas de fecha 6 de febrero de 1807:
Humui y también carne fiambre: "No hemos podido conseguir aun flores de Carne fiambre o Humui con que lo distinguen del otro Carnefiambre, pero tenernos la semilla y hemos sacado almidón muy bueno y hecho arepas que quedan de buen gusto, sacándole un poco del amargo que tiene, mudándole agua antes de cocerlo. Es un árbol bastante corpulento y me aseguran que cada uno dará dos cargos de fruto. Abunda mucho en Poblazón, Novirao, Guambía y demás temperamentos iguales".
b. Otra, de otra carta, dirigida igualmente al mismo Caldas, datada en Popayán a 5 de octubre de 1808, por el doctor Jerónimo Rodríguez13:
Dice que la resina traída del Chocó llamada Sandi es un remedio eficacísimo para destruir los lobanillos, y que él presuponía que podía serlo también para extirpar los cotos; y así excita al dicho Caldas, para que haga repetir en Bogotá experimentos sobre el particular. - Nota: Dicha resina de Sandi es producida por el árbol de Leche que hay en abundancia en mis est ancias de Arracachal y Granadillal.
c. Noticia sacada de una carta dirigida por el señor Francisco Varela14 al señor Francisco José de Caldas, datada en Buga a primero de marzo de 1809:
Dice que la Sal de Burila (de Tuluá,) estaba experimentada como un remedio eficaz para curar los cotos, aplicada a estos entre una taleguita y pasando al mismo tiempo algo de esta sal con saliva.15
Esta noticia sobre los contenidos parciales de tres cartas suplementarias entre más de dos centenares de epístolas manuscritas que debió recibir el payanés, permite plantear una última consideración: ¿dónde están hoy todas las "cartas a Caldas"? Los inventarios de su biblioteca en 1816 dan indicios de su rigurosa capacidad de conservación bibliográfica16, casi podríamos decir bibliofílica, puesto que Caldas era un hombre que buscaba afanosamente fuentes secundarias para su formación autodidacta, tal y como se puede sustentar a partir de varias de sus cartas a corresponsales ilustrados como Antonio Arboleda y Santiago Arroyo.17 Así, se puede postular con alguna certeza que debió conservar sistemáticamente toda la correspondencia recibida. De ello hay constancia en los diferentes reportes epistolares que publicó en el Semanario del Nuevo Reyno de Granada, en donde, por ejemplo, hizo la relación de la correspondencia recibida de Eloy Valenzuela18 en torno a una controversia sobre una "Descripción de una turma silvestre" que, de acuerdo con Valenzuela, Caldas no había querido publicar en el Semanario del Nuevo Reyno de Granada. Caldas dijo:
A fines de 1808, dirigí por la primera vez una carta circular impresa al D. D. Eloy Valenzuela, que vio todo el Reyno, y que se dirigía a exhortar a los hombres de letras a que escribiesen, y a que ayudasen con la suscripción al Semanario del Nuevo Reyno de Granada. Con fecha 5 de noviembre de 1808 me dirigió el Dr Valenzuela su primera carta, ofreciéndose subscribir a este periódico, y dándome noticia de un Paspalum para prados artificiales, y la frase específica se la Caña de Otaití, que él llamó Solera. En 15 de enero de 1809 me dirigió otra, acompañada de los rasgos con que comencé el Semanario de este año, y de una libranza de cincuenta pesos que recibí [...].19
Caldas, como se ve, guardaba celosamente su correspondencia. Y si bien no hay, como en el caso de Mutis, constancia de que llevara un archivo copiador de la correspondencia que él mismo remitía,20 en función de lo referido por el Padre Céspedes y por él mismo en su controversia con el Padre Valenzuela, es claro que guardaba las que recibía. Las tres referencias del Padre Céspedes indican que Caldas podría haberle dado acceso a su epistolario en Medellín, en donde eventualmente lo conservaba aún consigo. Después de esta noticia, se pierde absolutamente el rastro de las cartas a Caldas: de un eventual archivo integral de la correspondencia recibida por el payanés. ¿Las conservó su esposa María Manuela Barona? ¿Las heredó luego su hija Juliana Caldas Barona y las llevó a Ibagué donde fallecería en 1881?
Habrá que esperar con paciencia la respuesta a estas preguntas y, con esta, la eventual revelación del paradero final del complemento epistolar faltante, tanto de salida como de llegada, para indagar mejor en la dinámica de la correspondencia de este neogranadino emblemático en el dominio de la ciencia.