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Revista Colombiana de Antropología

versão impressa ISSN 0486-6525versão On-line ISSN 2539-472X

Rev. colomb. antropol. vol.60 no.2 Bogotá maio/ago. 2024  Epub 01-Maio-2024

https://doi.org/10.22380/2539472x.2616 

Artículos

Gestos metodológicos y distorsiones temporales: estudio de caso con tesistas de diseño durante la pandemia

Methodological Gestures and Temporary Distortion: Case Study of Undergraduate Thesis in Design During the Pandemic

Gestos metodológicos e distorções temporais: estudo de caso com graduandos de desenho durante a pandemia

*Centro Universitario de Arte y Diseño de Barcelona (BAU), España. maría.moscoso@bau.cat. https://orcid.org/0000-0002-3377-7778

**Centro Universitario de Arte y Diseño de Barcelona (BAU), España. mariona.moncunill@bau.cat. https://orcid.org/0000-0002-9844-9089

***Centro Universitario de Arte y Diseño de Barcelona (BAU), España. lua.coderch@bau.cat. https://orcid.org/0000-0001-7894-0906


Resumen

El artículo explora el impacto del COVID-19, en su escala temporal, sobre las metodologías que se pusieron en juego en las investigaciones de un grupo de estudiantes de diseño que desarrollaron sus trabajos de grado durante el confinamiento en un centro universitario de Barcelona. Nos preguntamos sobre la variación de la experiencia del tiempo en sus proyectos, de qué manera la experiencia de mundo afectó el curso de las investigaciones y qué podemos aprender de lo ocurrido. A partir de una aproximación etnográfica (entrevistas abiertas), se sostiene, entre otras cosas, que la pandemia generó un fenómeno de desaceleración que hemos relacionado con experiencias temporales que pueden ser leídas como fuga de los regímenes de atención hegemónicos neoliberales. También, que estas distorsiones temporales fueron un acontecimiento queer que condujo al hacer propio, relacionado con la producción de investigaciones centradas en los procesos y el desarrollo de prácticas autorreflexivas.

Palabras clave: metodologías de investigación; etnografía; desaceleración temporal; pandemia; formas de atención

Abstract

The following article explores the impact of COVID-19, on its time scale, on the method ologies that were put into play in the research of a group of design students who developed their final degree projects during the quarantine. We wonder what a change in the experience of time meant in the projects that were being carried out during the pandemic, how the experience of the world affected the course of the investigations and vice versa, and if there is anything we can learn from what happened. It is argued, among other things, that the pandemic generated a slowdown phenomenon that we have related to temporary experiences that can be read as a flight from neoliberal hegemonic care regimes. We also propose the idea that these temporal distortions were a queer event that led to research focusing on self-doing which is related to the production of process-focused research and the development of self-reflexive practices.

Keywords: research methodologies; ethnography; temporary slowdown; pandemic; forms of attention

Resumo

O artigo explora o impacto da COVID-19, na sua escala temporal, sobre as metodologias que foram postas em prática nas pesquisas de um grupo de estudantes de desenho que desenvolveram os seus trabalhos de graduação numa universidade de Barcelona durante o confinamento. O texto se pergunta pela variação da experiência temporal nos seus projetos, por como a experiência mundial afetou o percurso das pesquisas e por aquilo que podemos aprender com o que aconteceu. Com base numa abordagem etnográfica (entrevistas abertas), argumenta-se, entre outras coisas, que a pandemia gerou um fenômeno de desaceleração vinculado com experiências temporais que podem ser lidas como uma fuga dos regimes hegemônicos de atenção neoliberais. Além disso, afirmamos que essas distorções temporais foram um evento queer que levou ao fazer próprio, ligado à produção de pesquisas focadas nos processos e ao desenvolvimento de práticas autorreflexivas.

Palavras-chave: metodologias de pesquisa; etnografia; desaceleração temporal; pandemia; formas de atenção

Introducción

A catastrophe is the first strophe of a love poem.

Jean-Luc Godard

Transcurre el año 2020. Una estudiante se encuentra haciendo su trabajo de grado y está a punto de graduarse en un centro universitario de diseño situado en Barcelona. De modo repentino, tiene que dejar la ciudad para irse a su pueblo. Ha vuelto a casa de sus padres. Se ha desatado una pandemia de alcance global. Su familia vive en una zona rural en Cataluña, así que sale cada día en dirección al bosque donde da paseos en soledad. Un día, la estudiante empieza a ver cosas que no había visto nunca. Repara en detalles que no había observado antes. El arte de ver las cosas, señala Burroughs (2018, 11), no es algo que se pueda transmitir mediante normas y preceptos, es un componente esencial en el ojo y el oído, es decir, en la mente y en el alma, de los que aquellos son órganos. Sin ser consciente de lo que estaba ocurriendo en ese momento, la joven traslada esa experiencia a la metodología de su propia investigación, que así se convierte en un dispositivo de conocimiento completamente diferente al que se había propuesto llevar a cabo en un contexto definido como “prepandémico”.

Este artículo considera las experiencias narradas por un grupo de estudiantes graduadas en un centro universitario de arte y diseño, cuyas cinco investigaciones finales se vieron afectadas por el confinamiento declarado en el marco de la pandemia del COVID-19. Las preguntas que guían el estudio se vinculan con las metodologías utilizadas en un contexto investigativo que sufrió una transformación espaciotemporal radical. Entendemos que la selección y el despliegue de métodos, marcos teóricos, dispositivos y técnicas de investigación involucran enfoques ontológicos y epistemológicos concretos. Existe una afectación mutua al investigar: las metodologías son afectadas por los planteamientos ontológicos de un proyecto y viceversa. A su vez, estos planteos se relacionan con gestos de aproximación que se ponen en juego entre una misma, quien investiga, y aquello que se quiere explorar. Siguiendo a Agamben (2001), consideramos que estos gestos pertenecen a un tipo de acción que no es ni un medio tendiente a un fin ni un fin sin medios. Así, se puede señalar que están marcados por dos cuestiones: el tiempo y el espacio, que son determinantes en tanto que todo proceso de investigación tiene lugar en y entre la superposición de capas temporales y espaciales que definen su devenir, puesto que forman parte de los principios ontológicos y epistemológicos que subyacen a las metodologías.

Del mismo modo en que Moscoso (2023) recogió cuestiones sobre el manejo del tiempo en las prácticas etnográficas en un documental desarrollado por el Laboratorio de Antropología Audiovisual Experimental (LAAV) en León, España, durante el 2020, diversos autores y autoras -Adam (1995, 1998, 2004); Fabian (1983) y Said ([1978] 1990), entre otros- reflexionaron sobre qué se considera el uso del tiempo en la antropología hegemónica, que no es lo mismo que una antropología del tiempo. Entre otras cosas, estas investigaciones explican que la mirada de unas personas sobre otras personas humanas, y más que humanas, se sustenta en manejos concretos del tiempo que hacen que quien mira atribuya una carga de significados a las formas a través de las cuales se establecen relaciones entre unas y otras. Recordemos que, en la antropología, la temporalidad constituye uno de los ejes centrales de la labor etnográfica. Sin embargo, en el artículo que tenemos entre manos, más que colocar la atención sobre la disciplina, nos interesa adoptar un enfoque antropológico del tiempo a través de una exploración de las temporalidades que emergen en contextos concretos, como el que abordamos en nuestro estudio de caso. Por otra parte, sabemos que el COVID-19 fue un evento multidimensional (Ahmed et al. 2020; Belloso Martin 2020; Imran et al. 2021) que impactó de diferente manera sobre distintos cuerpos y territorios a escala global y local. Mientras una parte de la población se vio obligada a continuar con los llamados trabajos esenciales para el sostenimiento de la vida -antes leídos como invisibles (Pérez Orozco 2021)-, quienes pudimos quedarnos en casa (en condiciones completamente disímiles según clase, raza, género, etc.) nos vimos abocados a experimentar una transformación radical de nuestros mundos de la vida cotidiana. En ¿Qué mundo es este? Fenomenología y pandemia, Judith Butler (2022) no solo indaga sobre un acontecimiento concreto -la pandemia-, sino sobre el mundo en el cual esta se hace posible1. Reflexionar sobre la pandemia no significa aislarla, sino encontrar lo que la rodea y constituye, aquello que la ha vuelto también experiencia de mundo (Cadena y Blaser 2018). Se trata, entonces, de algo parecido a indagar sobre su ecología-mundo.

El artículo realiza una aproximación etnográfica a las formas adquiridas por esa experiencia de mundo y, más específicamente, a la incidencia de la pandemia -en su escala temporal- sobre las metodologías empleadas en las investigaciones de las estudiantes durante el confinamiento en España (14 de marzo - 2 de mayo del 2020). Nos preguntamos cómo la variación de la experiencia temporal influyó en esos proyectos; de qué manera la experiencia de mundo afectó el curso de las investigaciones y viceversa; y si hay algo que podemos aprender de lo ocurrido. Para ello, adelantamos resultados de una investigación más amplia2 en la que se tuvieron en cuenta dieciséis trabajos finales de grado en diseño de BAU (Centro de Artes y Diseño de Barcelona), en distintas áreas, seleccionados por visibilizar la particularidad del contexto pandémico en sus respectivas metodologías. También, se ha tenido en cuenta la normativa que regula los trabajos finales de grado y que determina aspectos relevantes como su temporalidad y los formatos de entrega de los resultados de las investigaciones, así como las reflexiones de tutores y tutoras en torno a los procesos investigativos de las estudiantes. En especial, este artículo se centra en las conversaciones abiertas mantenidas con cinco autoras de estos trabajos sobre sus procesos de investigación, más allá de lo explicitado en las memorias de sus proyectos3. Los resultados del análisis que aquí se presenta plantean cuestiones vinculadas con la experimentación de formas temporales que, desde una perspectiva antropológica, evidencian la fragilidad de las lógicas temporales neoliberales marcadas por las instituciones académicas. Así mismo, consideramos que estas reflexiones pueden ser útiles tanto para los debates metodológicos como para la comprensión de los procesos de aprendizaje en el arte de investigar.

A partir de la evidencia empírica, argumentamos que la pandemia generó una desincronización que permitió la emergencia de un fenómeno de desaceleración o lentitud que hemos relacionado con experiencias temporales vinculadas a los procesos de investigación en ese momento, las cuales conviven con la imposibilidad de separar el ocio y el trabajo, la procrastinación y el no futuro. En nuestro criterio, algunas de estas formas temporales, lejos de ser desechadas por improductivas, pueden ser leídas como puntos de fuga respecto a los regímenes de atención hegemónicos neoliberales, que suelen estar caracterizados por aquello que está definido a priori como digno de atención (Stengers 2023). Estos regímenes de atención suelen subyacer a las metodologías investigativas. También proponemos la idea de que las distorsiones temporales aludidas fueron un acontecimiento queer que condujo, por una parte, a que las metodologías de investigación fueran transformadas, queerizadas, en la práctica, y, por otra parte, a que las investigaciones se enfoquen en el hacer propio relacionado con dos cuestiones: la producción de investigaciones centradas en procesos (no solo en los resultados) y el desarrollo de prácticas autorreflexivas.

El artículo se organiza en tres secciones. En la primera, abordamos los efectos del choque entre el tiempo de la economía neoliberal y el tiempo de la pandemia sobre los procesos de investigación de las estudiantes. En la segunda, mostramos que el confinamiento fue experimentado por ellas como una distorsión temporal vinculada con un sentido de desorientación que, en lugar de bloquear los procesos, permitió la emergencia de gestos metodológicos con impacto pedagógico, político y epistemológico. Finalmente, reflexionamos brevemente sobre hilos que se fueron tejiendo a lo largo de la escritura, con el fin de abrir un diálogo y preguntas sobre las complejas relaciones con lo sensible y lo conocible durante los procesos de investigación.

Desaceleración del tiempo y formas de atención

¿Qué ocurriría si el reloj se detuviese? Aunque se podría sostener que existe una multiplicidad de temporalidades que cohabitan, se superponen o chocan, en el modo de producción propio del capitalismo prevalece un tiempo hegemónico, el tiempo-reloj abstracto4 con predisposición a la universalización. En este punto, la idea de alienación es especialmente útil para reflexionar sobre la relación -no la mera oposición- entre el tiempo-reloj abstracto y los múltiples tiempos concretos, puesto que la temporalidad propia del capitalismo se caracteriza por la alienación del tiempo sujeto al mercado.

Nuestras vidas están sujetas al mercado. Habitar esta alienación supone recurrir a formas específicas de estar en el mundo asociadas con una suerte de malestar temporal compartido, cuyos síntomas (Cristiano 2020, 262) son la expropiación, la aceleración, la racionalización, la obsolescencia, la futurización y la fragmentación de las vidas. La aceleración es un mecanismo temporal que les da formas muy precisas a las redes de interacciones entre uno/a mismo/a y el mundo humano -y más que humano- con el que estamos íntimamente conectados/as. De este modo, si las relaciones tienen una dimensión temporal en la que somos afectados/as y afectamos a los/as demás, su aceleración genera prácticas temporales que se caracterizan por la preeminente sensación de que vivimos cada vez más rápido (Duerto 2021, 506). Esto implica tres aspectos: la aceleración del cambio social, la aceleración tecnológica y la aceleración del ritmo de vida (Rosa 2016). A su vez, la aceleración tiene un impacto directo sobre los modos de producir conocimiento en las universidades occidentales y occidentalizadas del siglo XXI, pues afecta las prácticas académicas, dentro y fuera del aula. En este sentido, Isabelle Stengers (2017) sostiene que la aceleración se ha trasladado a nuestros modos de investigar, hoy inducidos por la urgencia. Las universidades demandan unas prácticas aceleradas y resultados que reducen las posibilidades de que el tiempo del pensamiento transcurra a su propio ritmo. Se trata de una apología indirecta del capitalismo en la que el saber es análogo a una mercancía. Como resultado, se obtiene una producción de conocimientos en la que investigar es todo lo contrario a pensar (Maldonado 2021).

De este modo, sabemos que la pandemia causó lo que podríamos llamar un choque temporal o una desincronización entre el tiempo de la economía neoliberal y el tiempo de la urgencia social planteada por el coronavirus (Ferreira 2020, 55-56). En esta sección indagamos de qué manera este choque o desincronización repercutió sobre los procesos de investigación de las estudiantes de diseño.

Como se verá, una de las cuestiones que surgió con frecuencia en las conversaciones con las estudiantes tiene que ver, precisamente, con la idea de que las medidas tomadas por los Gobiernos (y las empresas multinacionales) en el 2020 “detuvieron” las vidas, lo cual generó una suerte de sensación de desaceleración del tiempo, expresada a través de efectos temporales que influyeron directamente en las metodologías de las investigaciones. En otras palabras, si bien la lentitud se vincula, generalmente, con la posibilidad de llevar a cabo los diferentes pasos de la investigación prestando más atención a cada uno de ellos -punto que se desarrollará en la segunda parte del artículo-, también desempeñó otro papel en los procesos de investigación desplegados. Así, nos encontramos con modos de experimentar la desaceleración vinculados a tres experiencias del tiempo: la imposibilidad de separar el ocio y el trabajo, la procrastinación y el no futuro.

La sensación de lentitud durante la cuarentena, definida no tanto como una respuesta tardía, sino como el desarrollo pausado de un acontecimiento o una acción, es una de las experiencias que se repiten de modo más frecuente en los relatos de las estudiantes. Se refiere a un cambio drástico del transcurrir del tiempo que se traslada al transcurrir del proceso de investigación:

Ahí es cuando, a mí, tener tanto tiempo y el no ser consciente de que estoy investigando es lo que me da la libertad y una perspectiva que no hubiera tenido si no hubiera tenido ese tiempo. Habría sido diferente, me habría sentado en tensión pensando: “Tengo de esta hora a esta hora y ya”. No creo que hubiera llegado a las mismas conclusiones, quizás diferentes. (Conversación con Marion, 14 de agosto de 2022)

Como se puede leer en el testimonio, la idea de tener mucho tiempo transforma la experiencia del proceso de investigación en cuanto supone un cambio de perspectiva y, en consecuencia, de dirección. Contar con más horas de dedicación exclusiva al proyecto transforma las distintas fases del proceso y, por lo tanto, incide directamente sobre los resultados:

Poder tener tiempo de tener conversaciones, registrarlas, grabarlas, y después volver a escuchar esa conversación e incluso volver a tener un segundo encuentro. Eso me permitió tener dos conversaciones, parar esa conversación, apuntar, detener, proseguir. Y también el tiempo de poder picar toda la conversación. (Conversación con Tamara, 1.º de julio de 2022)

Las estudiantes se refieren a la posibilidad de llevar a cabo investigaciones “cocidas a fuego lento”, realizadas con cuidado y atención, lo que se vislumbra en un tipo de trabajo que atiende por igual al proceso y a los resultados. La metáfora de la cocción a fuego lento es un buen modo de explicar una actividad que deja de ser un requisito (“no ser consciente de que estoy investigando”) opuesto al gusto por el hacer de un modo casi artesanal sin generar más expectativas que ese hacer: “El proceso fue completamente inesperado: a fuego lento, con mucho cariño” (conversación con Paula, 9 de agosto de 2022).

La dificultad de separar el ocio y el trabajo es una experiencia compartida que se vincula con la difuminación de las fronteras entre el mundo del trabajo y la vida. Recordemos que, hace no mucho, los mundos del trabajo y de la vida se definían en contraposición (Parker 2022, 43; Valenzuela Reygadas y Cruces 2015, 196); el mundo de la vida solía ser todo aquello que quedaba fuera de los espacios y tiempos del trabajo. Sin embargo, hoy en día la dualidad trabajo/vida se ve sacudida por los procesos de individuación y universalización capitalistas (Fisher 2016). Esto se traduce en la dificultad de habitar temporalidades consideradas poco productivas, debido a que el tiempo del ocio es percibido como improductivo (Gomes y Elizalde 2009), lo cual se experimenta como “estar en falta”, incluso con ansiedad:

Para mí fue una relación muy ansiosa con el proyecto porque era eso: tengo una sola cosa que hacer y no la estoy haciendo, pero no lo hago porque estoy saturada porque no siento que avance, pero sí que estoy haciendo cosas, pero no las sé bajar, entonces para mí era muy ansiosa la relación con el proyecto porque ponerme a hacer otras cosas de ocio, no podía hacer la distinción. No podía separar tiempo de trabajo y tiempo de ocio porque en el tiempo de ocio voy a sentirme mal por no avanzar una cosa teniendo ahora el tiempo, entonces no podía. (Conversación con Marina, 29 de septiembre de 2022)

Por otra parte, durante la etnografía hemos encontrado experiencias del tiempo que se expresan en acciones, en el hábito de retrasar actividades o situaciones que deben atenderse sustituyéndolas por otras consideradas más irrelevantes como la procrastinación. Esta última está relacionada, según se verá, con la crisis del uso del tiempo disciplinar y disciplinado que surgió durante el periodo de industrialización (Thompson 1967, 63). Nos llama la atención, en este sentido, que “no hacer lo que se debía hacer” se describa como una actividad que no se ajusta a lo que “debería ser” (producir) y se traduzca en un “estar en falta”:

Al final me pasaba todo el día delante del ordenador, obviamente allí había mucha procrastinación por el miedo a enfrentarme a tomar decisiones […] Había un punto de autoexigencia, pero no se acompañaba de la disciplina para hacerlo. Entonces te culpas mucho. Te vas a la cama mal. Era la sensación de que avanzaba, pero no al ritmo que quería porque estaba nublada. A lo mejor no se refleja en cosas concretas, pero se hizo en un estado de ánimo. (Conversación con Tamara, 1.º de julio de 2022)

Sin un disciplinamiento del tiempo, explica Thompson (1967, 92), no habría sido posible el surgimiento de una subjetividad industrial, abocada a la producción, a un sometimiento del tiempo al ritmo del mercado. En este sentido, es interesante que la dificultad para tomar decisiones, el titubeo, el dar vueltas sobre la misma cosa, la duda e incluso la sensación de pérdida -experimentada por las estudiantes con culpa- también hayan formado parte de los procesos de investigación, en el sentido de que la otra cara de la medalla (perder el tiempo) de las formas de atención dirigidas a la hiperproductividad es la fuga -que es derrame, pérdida, escape, deserción-, en cuanto forma no reglamentada de uso del tiempo.

Si bien es evidente que la procrastinación o la idea de “perder el tiempo” forman parte de procesos de investigación en los que ocio y tiempo de trabajo no se escinden, proponemos entenderlas como rajaduras mínimas, en tanto son experimentadas como hábitos poco productivos. Así, ¿no se podría pensar que en el gesto de huir de una situación o actividad también hay una suerte de distanciamiento de las formas de atención hegemónicas que, por lo tanto, pone en crisis el habitual ensamblaje temporal? ¿Se podría sugerir, entonces, que la desaceleración y la procrastinación son formas de resistencia temporal en un contexto de alienación generalizada y temporalidad acelerada, dirigidas a aumentar la productividad? ¿Se podría hablar de una fuga de la mercantilización del tiempo? Si esto es así, proponemos atender a estas grietas temporales teniendo en cuenta que es probable que sea allí, en esos pliegues, donde haya que explorar con el fin de imaginar otros modos temporales de investigar, en contextos institucionales marcados por lógicas adscritas a la reproducción del capitalismo cognitivo más radical.

La idea de no futuro es, por otra parte, un modo de experimentar el tiempo que apareció con frecuencia durante los procesos de investigación que se llevaron a cabo durante la cuarentena. Aquí se manifiestan varias cuestiones. Por una parte, se habla de los imaginarios de futuro en negativo (Cantó-Milà, Moncunill-Piñas y Seebach 2020, 13), aquellos que nos guían en el día a día y que “exorcizamos en momentos liminales desde la negación” (13), esto es, aquellos futuros que no se desea vivir. Sin embargo, la experiencia de futuro a la que hacen referencia las estudiantes es distinta en cuanto el encierro transforma de un modo tan radical el ritmo de las vidas que estas fluyen de un modo diferente a como lo hacían antes. En este caso, la sensación es que, más que un futuro no deseado, hay una suerte de suspensión del tiempo. La idea de futuro se desvanece, dando paso a una idea de presente continuo:

Al estirar tanto el tiempo, también se estiraban las horas del proyecto. Yo me despertaba solo para terminar esto, era mi único objetivo. Sin deadlines o, como no veía cuándo iba a terminar o cuándo cambiaría todo, estiraba todo, estiraba la toma de decisiones, pensaba: “Para qué voy a tomar hoy decisiones, si mañana me voy a levantar y tengo tiempo para cambiarlo”. Era como que no veía nunca el tiro de salida. Entonces tomaba una decisión y era como ahora otro paso largo hasta la siguiente decisión. Entonces me costaba mucho ver a corto plazo qué era el proyecto. No lo veía, no veía cómo lo que hacía hoy, dentro de dos meses, tendría relación porque tengo tanto tiempo por delante que todavía puede distorsionarse más. (Conversación con Tamara, 1.º de julio de 2022)

Al desaparecer el deadline -que literalmente significa “línea de muerte”-, la idea del fin se esfuma. Y con el desvanecimiento del fin aparece algo así como el síndrome del “día de la marmota”, una sensación similar a la del periodista meteorólogo de la película Groundhog Day (1993), que un día se encuentra atrapado en un ciclo temporal circular en el que cada día se repite una y otra vez sin escapatoria. Aunque no son los mismos hechos, hay similitudes entre la experiencia del protagonista de la película y la de las estudiantes, para quienes, durante ese periodo, cada día era idéntico al anterior (y al siguiente); y, además, parecía no haber un final: “Me daba lo mismo tomarme un día porque sábado es igual que miércoles y jueves: todo es el mismo día, entonces, qué más da” (conversación con Marina, 29 de septiembre de 2022).

La ausencia de porvenir es algo que marca las experiencias, puesto que el tiempo era vivido como repetitivo, alargado e interminable. Ahora bien, aunque el desvanecimiento del futuro causó malestar, parece no haber implicado necesariamente un bloqueo ni haber conducido a un abandono del proyecto en desarrollo. Esto nos parece importante. Nos gustaría enfatizar que la sensación de un tiempo que se repite y que se presenta como interminable también puede ser leída, junto a la lentitud y la dispersión, como un punto de fuga de los regímenes de atención hegemónicos neoliberales que dan forma, muy frecuentemente, a las metodologías de las investigaciones en el ámbito académico.

El papel de la antropología ha sido fundamental a la hora de desarrollar aproximaciones etnográficas a temporalidades otras que constituyen y exceden el capitalismo, sin corresponderse necesariamente con su linealidad. Cuando Anna Lowenhaupt Tsing (2017) fija su atención en los matsutakes de Oregon, nos invita a volver la mirada hacia las temporalidades múltiples: aquello que queda vivo más allá de la devastación provocada por el capitalismo. O, cuando Bear et al. (2015) se refieren a los lugares de trabajo externalizados vinculados con prácticas sociales complejas de tiempo-espacio, nos recuerdan que no se trata de excepciones temporales, sino que ponen en duda la idea de que el progreso es “una marcha hacia adelante que arrastra a otras clases de tiempo a sus propios ritmos” (citados en Lowenhaupt Tsing 2017, 41). De allí la necesidad de aprender a percibir otras pautas temporales en contextos diferentes:

Los análisis etnográficos de los lugares de trabajo externalizados, globalmente vinculados y financiados revelan una realidad diferente. Aunque el espacio-tiempo comprimido y acelerado parece ser una fuerza externa a la sociedad en las nuevas tecnologías y estrategias de gestión, su implementación en los lugares de trabajo lo ha vinculado con prácticas sociales complejas de tiempo-espacio. No existe un tiempo-espacio social singular o uniforme en el capitalismo contemporáneo. En su lugar, existen paisajes temporales complejos en los que intentamos (a través del trabajo en y del tiempo) coordinar actividades humanas y no humanas (Bear 2014; Bear et al. 2015; Thrift y May 2001). (Lowenhaupt Tsing 2017, 41)

La idea de que los tiempos-espacios del capitalismo contemporáneo son heterogéneos (Bear et al. 2015), esto es, de que no existe un tiempo-espacio social singular, universal o uniforme, nos permite sostener que los procesos de investigación académicos también ponen en juego una suerte de paisajes temporales que, en algunas ocasiones, no solo son capaces de desalinearse de la temporalidad asignada por las instituciones educativas determinadas por lógicas neoliberales, sino, como hemos podido constatar, de mostrar su propia fragilidad. Nos gustaría subrayar que los tiempos descritos no están polarizados ni separados. Al contrario, conviven, se superponen en capas y tejidos espaciotemporales complejos que no pueden ser entendidos por fuera de sus contextos socioculturales. De hecho, la transformación temporal fue acompañada por una limitación espacial que, paradójicamente, por motivos de espacio, no abordaremos aquí. Sin embargo, consideramos que merece la pena mencionar, aunque sea brevemente, que la constricción espacial también repercutió en la toma de decisiones metodológicas que no se habrían llevado a cabo en otras situaciones. Esto es interesante dado que nos permite conectar el ejercicio de la investigación con sus condiciones de producción, es decir, nos recuerda de modo determinante que los procesos de exploración y creatividad siempre son situados, responden a su envoltura espaciotemporal (Latour 2001).

Volver al proceso, volver a las prácticas, volver a una misma

Según el calendario en el que transcurrieron los trabajos de fin de grado, se podría decir que estos empezaron en un mundo y terminaron en otro. Este dato es relevante porque permitió colocar la lupa sobre las decisiones metodológicas tomadas en una situación que transformó de modo determinante las condiciones en las que se realizaron los proyectos. No es raro, en este sentido, que las investigadoras hagan referencia al confinamiento como una distorsión, esto es, una alteración de las condiciones (de trabajo) que incidió directamente y de modo determinante en el devenir de los proyectos que se habían planteado llevar a cabo en un inicio: “Para mí, lo que cambió el COVID fue que, en el momento en el que nos confinaron, todo cambió radicalmente. Nunca pensé que el proyecto se situara en un marco local” (conversación con Tamara, 1.º de julio de 2022).

Ahora bien, esta transformación fue experimentada como una distorsión que era al mismo tiempo espacial, relacional y temporal. Sin embargo, seguiremos fijando la atención en la escala temporal que afectó de modo determinante el proceso de investigación:

Para mí la investigación fue una distorsión. El tiempo distorsionó mucho lo que era para mí el proyecto porque no era lo mismo a nivel de tiempo como lo veía cuando empecé en febrero a como estaba en abril. En realidad, podría haber sido otra cosa totalmente distinta y el paso de acelerar, encerrarte y de repente estirarlo fue como un choque que me desubicó mucho. (Conversación con Tamara, 1.º de julio de 2022)

La distorsión se relacionó, en las conversaciones, con un choque que generó un sentido de pérdida, incluso de confusión. Sin embargo, esta desubicación, desde nuestra perspectiva, no es necesariamente un problema. Al contrario, la desubicación, vinculada con la desorientación, puede dar lugar a un sentimiento de extrañamiento que, en vez de cerrar las posibilidades para pensar, también puede abrirlas, como intentaremos mostrar.

En sus reflexiones sobre fenomenología y objetos queer, Sarah Ahmed (2019) dialoga con James Aho (1998, 11): si él sugiere que cada mundo vital es una coherencia de cosas, para ella, los momentos queer tienen lugar cuando las cosas dejan de ser coherentes. Es en esos momentos en que las cosas no se mantienen en su sitio o no son coherentes, cuando la desorientación aparece (Ahmed 2019, 233). Entendemos que las distorsiones emergidas en el año 2020 generaron un sentido de desorientación y fueron un acontecimiento queer (y doloroso) que obligó a transformar, queerizar, las metodologías que se estaban llevando a cabo. La desorientación fue un estado trascendental en la toma de decisiones metodológicas en la medida en que modificó los puntos de partida:

Para mí cambió todo completamente en el sentido de que yo quería hacer algo sobre los límites de los parques naturales y la propiedad privada, pero un día me vi encerrada en casa y vi que era imposible. Entonces de ahí cambié. (Conversación con Marina, 29 de septiembre de 2022)

La idea de que “todo cambió por completo” y de que el contexto sufrió una transformación hasta entonces desconocida se relaciona aquí con la idea de que lo conocido -los significantes comunes compartidos en la vida cotidiana- dejó de operar. Entre otras cosas, la pandemia puso en evidencia, en Occidente, que estamos interconectadas/os y dependemos de las/os demás para seguir vivas/os (Butler 2022). Sin embargo, en estos casos el sentido de desorientación no se sostuvo en el tiempo hasta clausurar las investigaciones. Al contrario, fue la oportunidad para hacer de lo familiar algo extraño y de lo extraño algo familiar -algo muy parecido a una experiencia etnográfica-. Devino en una invitación a que “lo familiar baile de nuevo con la vida” (Ahmed 2019, 225), lo cual se relaciona con la sorpresa, con la diferencia entre las expectativas y la realidad.

En otras palabras, la desorientación fue un dispositivo que produjo formas de investigar que no habíamos podido ver en años anteriores. Es muy posible que las estudiantes hubiesen hecho lo que su formación, los/as tutores/as y los/as profesores/as esperábamos de ellas, lo cual, frecuentemente, se reduce a una repetición mecánica de metodologías en las que pocas veces se revisan los puntos de partida, el hacer propio. Como hemos mencionado en otras ocasiones (Moscoso 2016), en una entrevista, Varela (2010) señala algo que es evidente, pero que no se suele decir con frecuencia: si los/as militares y los/as académicos/as generalmente no reflexionamos sobre nuestro hacer se debe a que esta reflexión cambia el hacer: “Si te preguntas por los fundamentos del hacer, cambia el hacer. Y si el hacer cambia, todo se transforma, incluidos los conocimientos y los cuerpos que los producen. La certidumbre niega la reflexión” (Moscoso 2016, 392). Desde nuestra perspectiva, la necesidad de revisar el hacer propio se relaciona, en los proyectos aludidos, con dos cuestiones. Por una parte, con la producción de estudios centrados en los procesos de las investigaciones, sobre todo en sus metodologías, y, por otro, con el desarrollo de prácticas autorreflexivas.

Respecto al primer punto, la obligación de cambiar por completo los procesos que se estaban llevando a cabo en un contexto libre de las restricciones de movilidad e interrelación impuestas por los Estados condujo a que el grupo de aprendices tuviese que aproximarse a los puntos ciegos de sus propias investigaciones para reestructurar los métodos o dispositivos de indagación, herramientas, instrumentos, técnicas o entidades distintas (materiales-semióticas) con los que habían arrancado sus trabajos de grado. Para Paula, por ejemplo, el cambio condicionó de tal modo el proyecto que el medio se convirtió en el objeto de la exploración:

Mi proyecto se convirtió en una práctica de escritura. Esto para mí tuvo un punto muy terapéutico porque en ese momento, al estar negada de mis maneras habituales de relajarme o de soltar tensiones, era como que necesitaba una manera de canalizar todas esas emociones extrañas. La práctica de escribir le dio sentido al proyecto y a hacer que pudiera disfrutar, porque tenía mucha presión y no sabía qué hacer y me di cuenta de que el relato en sí es una formalización. (Conversación con Paula, 9 de agosto de 2022)

La escritura dejó de ser un vehículo y se transformó en un objeto de búsqueda e indagación alrededor del cual se pusieron en marcha acciones del cuerpo muy concretas (maneras habituales, disposiciones, emociones). La escritura, convertida en práctica metodológica, devino, en la investigación, en “acción sobre y desde”, lo que permitió pensar en otras disposiciones metodológicas -posiblemente enactivas-, de acuerdo con las cuales se escribe en la acción5 y en la acción se escribe. Esto se relaciona, a su vez, con la repentina ausencia de espacios, herramientas y entidades materiales-semióticas con los que contaban en un inicio, ausencia que produjo una transformación de la acción performativa de las investigadoras vinculada con los objetos en su dimensión material y relacional:

En mi caso, en el hecho de que con lo que hay tengo que hacer algo, me hizo que sea más sostenible. Las acciones fueron cambiar de servilletas para pensar la propiedad y dónde se sentaban las personas a comer, coger una planta de mi casa, plantarla fuera cuando nadie me veía, plantar una de fuera dentro. Todo eso no lo habría pensado si no hubiese sido porque no podía salir, porque estaba planeado para que fuera mucho más lejos. (Conversación con Marina, 29 de septiembre de 2022)

Marina desplegó estrategias basadas en usos y acciones particulares (reciclar, reutilizar, transformar, hackear, etc.) de los materiales y objetos con los que interactuaba. Probablemente esto sea un buen ejemplo para abordar los vínculos que se generan entre humanos y objetos en situaciones de aprendizaje del oficio de investigar en contextos académicos en el campo del diseño y las ontologías6 que subyacen a dichos contextos. Recordemos que las bases del diseño moderno en Occidente son de tradición racionalista: sujeto y objeto se encuentran separados (Escobar 2000, 2017). Ahora bien, aun cuando el gesto de proponer acciones diferentes con los objetos (cambiar el uso de las servilletas, transformar el orden de las plantas) no pone en crisis dicha ontología, a lo mejor sí representa un atisbo para imaginar una suerte de reorientación de la relación entre investigadoras y objetos que escapa a los usos y acciones aprendidos, esto es, naturalizados.

Por lo señalado, si los proyectos de investigación empezaron a gravitar alrededor de sus metodologías, se podría decir que las condiciones en las que estas investigaciones tuvieron lugar permitieron una atención7 que no estuvo dirigida únicamente a los resultados, sino al propio camino. ¡Y esto nos interesa!: “Por eso gran parte de mi proyecto es metodología, porque era cómo voy a hacerlo, entonces me centré en cómo lo estoy haciendo” (conversación con Tamara, 1.º de julio de 2022).

La acción de centrarse en lo que “se está haciendo” es un aspecto sobre el que también nos gustaría reflexionar en otro sentido, esto es, relacionándolo con unas dinámicas en las que las estudiantes desplegaron formas de atención ligadas de modo profundo al presente, a hábitos (Ingold 2018) que ponen sobre la mesa la conexión entre el hacer y el someter:

El confinamiento le quitó un poco de espontaneidad a las conversaciones, pero hizo que fueran mucho más atentas, era casi como los minutos de gloria. Entonces estaban muy presentes al hablar. Yo normalmente no estoy tan presente en una conversación tan larga; o la hago más breve o no ocurre tan regularmente. Creo que hubo un punto de valorar ese momento. (Conversación con Paula, 9 de agosto de 2022)

Este ejemplo ilustra la idea de que un cambio en las condiciones temporales en las que se desarrollaron los trabajos finales de grado, en este caso, la desaceleración, podría haber posibilitado el surgimiento de formas de atención que cuestionarían aquellas que son hegemónicas. Estas últimas están relacionadas con lo que Berardi (2017) llama cronopatologías (patologías del tiempo y la sensibilidad), uno de cuyos síntomas más comunes es la dificultad para la atención: interactuamos, pero no ponemos consciencia en la interacción, en las afectaciones mutuas del cuerpo, en la posibilidad de sostener una conversación que representa “minutos de gloria”, en estado de plenitud, sin interferencias.

La investigación la hice más consciente de todo lo que iba sucediendo, de detalles que de otra manera no habría visto, habría sido todo más superficial. Por ejemplo, la forma de escribir la metodología mezclaba procesos de trabajo y cosas más personales, emociones o vivencias que de alguna manera… Yo creo que esta parte del proyecto no hubiera existido si no hubiera sido por tener tiempo. (Conversación con Paula, 9 de agosto de 2022)

La atención también se relaciona con la toma de consciencia de lo que se está haciendo y, en consecuencia, con lo que ocurre dentro de una misma, es decir, con la observación atenta de una misma, ligada a un principio (“ya no puedes obviarlo”) e incluso a una sensibilidad:

Al final fue una práctica de tomar consciencia, de buscar otras voces, de escribir. Yo normalmente estoy en muchas cosas, yo creo que no habría tenido esa sensibilidad, no a ese punto, porque estaba en un momento de “A ver, escúchate”, porque ocurren demasiadas cosas. En plan “Ya no puedes obviarlo”, porque no hay cosas que te van a distraer de ello; entonces, en plan “Afróntalo, haz caso de lo que te pasa”. (Conversación con Paula, 9 de agosto de 2022)

Si el tiempo de la observación atenta es el tiempo de la inutilidad (Moscoso 2019) porque escapa, precisamente, a su mercantilización y se contrapone a la atención múltiple, rápida y dispersa, ¿cuáles son las implicaciones de estos nuevos modos de atención para las investigaciones que llevamos a cabo?

Antes, si yo salía y me sentaba, pues era porque iba a tomarme un café bajo el sol y estaba allí diez minutos para luego hacer algo. Pero en la cuarentena había silencio, salía a ver qué pasa porque adentro no pasa nada. Me iba afuera y allí veía ovejas, mis padres tenían una oveja que creció con mis perros y ahí me doy cuenta de que actúa como un perro y es fuerte porque había vivido allí, pero no me había dado cuenta. Solo le falta ladrar. (Conversación con Marion, 14 de agosto de 2022)

La disgregación de la atención no hace referencia a su ausencia, sino a la urgencia de atender a los nuevos modos de observación y, a la vez, de poner en práctica estrategias pedagógicas, políticas y estéticas con el fin de resistir a la extinción de la contemplación, sobre todo en el mundo académico. Porque la contemplación solamente tiene lugar si existe silencio y presencia, que vendrían a ser, de algún modo, dos prácticas de resistencia a un presente capitalista hiperacelerado -“estamos faltos de resistencia al presente”, decían Deleuze y Guattari (2010)-, habitado por cuerpos que viven en el ruido y en el pasado o el futuro, pocas veces en el aquí y el ahora (“había vivido allí, pero no me había dado cuenta”).

La producción de investigaciones centradas en los procesos, esto es, en sus metodologías y, por otro lado, en el desarrollo de prácticas autorreflexivas sería, por lo señalado, un ejercicio de enacción. Esto se relaciona con la idea de que la cognición siempre es una experiencia arraigada, que se ha de entender en conexión con la “ininterrumpida coincidencia de nuestra existencia, nuestro hacer y nuestro saber” (Maturana y Varela 1987, 25). La cognición se convierte en la enacción de una relación entre la mente y un mundo basado en la historia de esa interacción (Escobar 2000, 73; Varela, Thompson y Rosch 1991, 3); se refiere a nuestra ineluctable doble corporeidad: la del cuerpo como estructura experimental vivida y como contexto de la cognición. El gesto de centrarse en el proceso y de observarse a sí mismas tiene que ver con lo que Agamben (2001) llama la posibilidad (del gesto) vinculada con la potencia, que es tal porque puede hacer, o puede no hacer, en el sentido de que deriva de la posesión de un saber determinado, de una hexis que dialoga con el concepto de potencial indeterminado que propone Weszkalnys (2015). La potencialidad se refiere a las capacidades aún no actualizadas de las cosas y puede considerarse como una propensión o una posibilidad inherente a ellas. Las potencialidades siempre enlazan con las prácticas sociales de tal modo que los gestos desplegados por las estudiantes junto a nosotras son una apertura hacia la posibilidad de imaginar formas de hacer en las que no estemos separadas/os del mundo, en las que cada acto de conocimiento de hecho produzca mundos.

Cierre, en estado de espera atenta

El diseño, explican Callén, Martínez Morant y Rispoli (2018, 7), puede concebirse como una acción performativa con efectos políticos, en cuanto crea mundo y tiene la capacidad de “hacer hacer”, a distancia, a través del uso de los objetos que elabora. Ahora bien, como se sabe, es imposible pensar esas capas temporales sin las espaciales; ambas se encuentran entrelazadas en distintas escalas humanas y no humanas (Morton 2016, 10), de tal modo que cualquier análisis exige un ejercicio de complejización conceptual. En este artículo hemos sido más modestas, puesto que hemos expuesto una breve reflexión sobre los efectos temporales que tuvo la pandemia en las acciones performáticas de las estudiantes de diseño y hemos identificado gestos metodológicos que, desde nuestra perspectiva, son aperturas para pensar cómo producimos conocimientos en los contextos académicos.

De este modo, en nuestro recorrido, creemos haber mostrado nudos importantes, que permiten argumentar que el surgimiento de temporalidades lentas, contrapuestas a las del turbocapitalismo, puede generar malestares compartidos (pérdida de visión del futuro, ansiedad, estados de confusión), pero también crear las condiciones para la emergencia de metodologías que desordenan los principios dados en las investigaciones que se aprenden a hacer en las universidades. En efecto, las diferentes situaciones metodológicas performadas por las estudiantes (las conversaciones largas, el trabajo a fuego lento, la elección de escalas locales de investigación, la experimentación con los lenguajes, las interacciones raras con los objetos) durante el desarrollo de los proyectos pusieron en evidencia una profunda labor de inventiva cuyo valor radica en la posibilidad de transformar los problemas y ser transformadas por ellos.

Esta afectación mutua tiene que ver con lo que fue una súbita interrupción del flujo del tiempo y del espacio y, en consecuencia, con las relaciones humanas y más que humanas tejidas durante esas semanas. Desde nuestra perspectiva, este tejido dio lugar a una suerte de variación en el movimiento de las cosas y las personas, un desorden, un caos, una desorientación, en suma, una proliferación de situaciones queer. Así, cuando Tamara dice: “Nunca pensé que ese tema se lo podría acercar a las personas de las que estaba hablando”, ocurren cosas que merecen nuestra atención, como el planteamiento de gestos epistemológicos -y, por tanto, políticos- que no se habían propuesto previamente y que, sin embargo, le dan un sentido completamente distinto a la investigación, que deviene colaborativa, horizontal y situada.

Creemos que atender a esa proliferación de situaciones es una responsabilidad pedagógica en la medida en que puede dar pie a decisiones metodológicas que son acompañadas por la emergencia de sensibilidades cercanas a aquello que Simone Weil llama el estado de espera atenta (2009). Este es una predisposición que solo puede aparecer cuando aquel que investiga (y vive) es capaz de habitar una presencia en la que los mundos invisibles empiezan a emerger. La presencia es la actitud atenta y vigilante que subyace a los modos de atención desplegados a través de las redes que forman las complejas relaciones con lo sensible y lo conocible. Todas aquellas formas que surgen en la desaceleración (el cuidado del proceso, las fugas, la desorientación, la observación de una misma o la atención sobre los procesos) nos hablan. Nos señalan caminos metodológicos capaces de generar breves, pero profundas, modificaciones en los modos en que percibimos el mundo y nuestro lugar en él.

Millones de cosas de orden externo se presentan a mis sentidos, pero nunca realmente entran a mi experiencia. ¿Por qué? Porque no me generan interés. Mi experiencia es aquello a lo que decido poner atención. Solo aquellas cosas que noto moldean mi mente -sin interés selectivo, mi experiencia es un caos total-. Solo el interés acentúa y enfatiza -luz y sombra, fondo y figura-, en una palabra, perspectiva inteligible. (James 1950, 402-403)

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1Esta idea la tomamos de un post escrito en Instagram por Verónica Gago (10 de abril de 2023) a propósito de la publicación del libro de Judith Butler.

2La investigación “Metodologías co-emergentes para re-imaginar la investigación en el contexto COVID-19”, a cargo de las autoras, forma parte del proyecto de investigación “Actuar en la emergencia. Repensar la agencia del diseño durante (y después) de la COVID-19)” (Real Academia de Roma, Gredits, Bau 2021-2023).

3Las conversaciones tuvieron lugar aproximadamente un año después de entregados los trabajos finales de grado.

4El modelo temporal dominante en nuestro presente, al que el historiador Moishe Postone denomina tiempo abstracto, no se rige por, sino que rige los procesos cotidianos cuantificando su duración (Duerto 2021, 505). Este modelo se forjó en la incipiente industria textil de los núcleos urbanos europeos del siglo XIV, en los que se prefiguraba la relación entre capital y trabajo asalariado, que precisaba de un tiempo continuo, homogéneo, vacío e independiente de los acontecimientos para coordinar la jornada laboral. La fabricación de los relojes, de acuerdo con Postone, no fue en ningún caso la causa, sino el resultado de un conjunto de procesos socioeconómicos y políticos que transformaron las relaciones sociales desde la raíz (505).

5“Escribir es poner un cuerpo. Escribir es poner en acción un cuerpo. Escribir es acción sobre el cuerpo (un cuerpo que, por otra parte, se escribe en la acción, y en una acción que puede llegar a conjurar inquietantes cuotas de pasividad, abstención, inmovilidad, espera, silencio y elusión)” (Flores 2013, 11).

6Aquí hay algo que hemos de aprender de las prácticas de diseño que se llevan a cabo en el sur global porque nos parece que pueden aportar a esta reflexión en la medida en que apuestan por aquello que De la Cadena nombra como relacionalidad radical. Como explica Escobar (2017, 9), en esa relacionalidad “no hay separación […] entre humanos, no-humanos y ‘lugar’”.

7Entendemos la atención como vinculada al acto de habitar (Ingold 2018), esto es, a aquellos procesos, perpetuamente renovados, entre impactar el entorno y ser impactado por él.

Recibido: 24 de Mayo de 2023; Aprobado: 31 de Octubre de 2023; Publicado: 01 de Mayo de 2024

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