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Tabula Rasa
versão impressa ISSN 1794-2489
Tabula Rasa no.23 Bogotá jul./dez. 2015
El tatarabuelo a la sombra del Caudillo. Efectos y defectos testimoniales de la voz Mier en El presidente Nieto de Orlando Fals Borda
The great-great-grandfather in the shade of the leader. Testimonial effects and shortcomings of Mier" voice in Orlando Fals Borda" El presidente Nieto
O tataravô na sombra do caudilho. Efeitos e defeitos testemunhais da voz Mier em El presidente Nieto de Orlando Fals Borda
Jafte Dilean Robles Lomelí1
Georgetown University, USA
jr1424@georgetown.edu
1 Doctorado (c) en Literatura Hispánica y Estudios Culturales. Universidad de Georgetown. Washington, DC. Maestría en Literatura Hispanoamericana por la Universidad de Sonora.
Recibido: 05 de septiembre de 2015 Aceptado: 23 de noviembre de 2015
Resumen
El artículo explora los recursos de la literatura testimonial que acuña la metodología investigación acción participativa y cómo éstos se reflejan en el segundo tomo de Historia doble de la costa, del sociólogo Colombiano Orlando Fals Borda. Por medio de una comparación analítica entre la imputación de Fals Borda y el montaje estético del testimonio se delinean las características esenciales del personaje Adolfo Mier, el tatarabuelo de la historia, mismo que se compone de múltiples voces campesinas. La figura de Adolfo Mier es central en este segundo tomo y puede ser interpretada como un símbolo de lucha campesina o un vehículo hacia la reconstrucción de la identidad costeña.
Palabras clave: testimonio, imputación, voces colectivas, concientización, saber popular.
Abstract
This paper explores the resources of testimonial literature, as coined by participating action research approach, and how they are reflected in the second volume of Historia doble de la costa, by Colombian social scientist Orlando Fals Borda. Through an analytic comparison between Fals Borda" imputation and the aesthetic scaffolding provided by testimonials, Adolfo Mier" essential features —the great-great-grandfather in the story, even though he is made up of manifold peasant voices— as a persona are outlined. Adolfo Mier" persona is central in this second volume, and can be thought of as a symbol of peasant struggle and/or as a vehicle to rebuild Costeño identity.
Key words: testimonial literature, imputation, collective voices, political awareness, peasant knowledge.
Resumo
O artigo explora os recursos da literatura testemunhal que usa a metodologia investigação ação Participativa e analisa como esses recursos se refletem no segundo tomo da obra Historia doble de la Costa do sociólogo Colombiano Orlando Fals Borda. Mediante uma comparação analítica entre a imputação de Fals Borda e a montagem estética do testemunho configuram-se as características essenciais do personagem Adolfo Mier, o tataravô da história, composto por múltiplas vozes camponesas. A figura de Adolfo Mier é central no segundo volume e pode ser interpretada como um símbolo da luta camponesa ou como um veículo para a reconstrução da identidade costeña (do litoral caribe Colombiano).
Palavras-chave: testemunho, imputação, vozes coletivas, conscientização, saber popular.
El proyecto textual Historia doble de la costa surge de una innovadora, y no poco problemática, investigación colaborativa encabezada por el sociólogo Colombiano Orlando Fals Borda. Tras el desvanecimiento del grupo de estudio la Rosca de investigación y acción social, a causa de sus irresolubles conflictos con la izquierda maoísta en 1974 (Zamosc, 1986; Parra, 1983), Fals Borda culmina su designio colectivo con un compendio narrativo de cuatro volúmenes que plantea la gestación de movimientos campesinos en la costa caribeña. Como el título de la obra lo indica, las aventuras cronológicas del apogeo campesino se estructuran de forma dual; a través de dos canales narrativos (canal A y canal B) el sociólogo desentraña el despojo territorial por parte de los sectores hegemónicos y la violenta imposición que deviene de ello. Según las propias advertencias del autor, que se encuentran al inicio de cada tomo, el canal A contiene los relatos, la descripción, el ambiente y la anécdota, que obtiene de los testimonios de los campesinos a quienes entrevista y con los cuales colabora. Por otro lado, el canal B cubre la interpretación teórica, los conceptos, las fuentes y la metodología de aquello que contiene el canal A.
En el caso de El presidente Nieto (1981), segunda entrega de Historia doble de la costa, la estructura dual se complejiza ante la presencia de dos instancias narrativas que fluyen paralelamente en un mismo canal A. El tomo inicia con una recapitulación de los debates emprendidos por el grupo de estudio liderado por Fals Borda, y constituido por Álvaro Mier, Juan David Cifuentes, Luis Murallas y Ramón Pupo. Como parte de las actividades colaborativas de este proyecto interdisciplinario, el grupo de estudio visita la casa del peluquero Adolfo Mier Serpa, abuelo de Álvaro Mier, de quien conocen la existencia de dos personajes clave para el desarrollo de la historia: Juan José Nieto y Adolfo Mier arias.
Ambos personajes son figuras olvidadas por la historiografía oficial Colombiana, por lo que para recuperar sus vidas es necesario apelar a la memoria colectiva del pueblo. En el caso de Nieto, Caudillo nacido en Baranoa que ocupa fugazmente la gobernación de Cartagena en 1851, su reconstrucción histórica se basa en algunos de sus propios escritos e información básica proveniente de entrevistas con don Juan José Nieto, el sobrino biznieto del general, y otros campesinos del área. La voz de Adolfo Mier arias, músico y curandero contemporáneo de nieto y tatarabuelo de Álvaro Mier, se erige a partir de las remembranzas de Adolfo Mier Serpa, Benita Vidales —su acompañante en ese momento— y otros ancianos de buena memoria.
Lo que resulta interesante aquí, es que el escritor-colaborador, como nos referiremos en adelante a Orlando Fals Borda, coloca los discursos de ambos personajes en un mismo canal, pero con diseños distintos. La vida de Nieto se resume en informes apegados al estilo histórico académico y se extiende por todos los márgenes del papel. En contraste, la voz Mier, compuesta por varios narradores, se transfiere a la boca de un solo personaje nacido 150 años atrás, y se constriñe en márgenes más estrechos.
La aspiración del presente trabajo es realizar un contrapunteo entre los informes de Nieto y la voz Mier en aras de descubrir los efectos y defectos de la metodología testimonial y su relación con la afamada técnica de imputación utilizada por Fals Borda en la construcción de sus escenarios. Tanto una como la otra se asemeja en su aproximación a la realidad durante el trabajo de campo, pero difieren en gran parte en sus proyecciones autorales, políticas y estéticas. El interés por este contrapunteo parte de que ambas herramientas surgen ante contextos muy similares, por motivos adjuntos y recurren a las mismas estrategias narrativas: «a través de entrevistas, mayormente grabadas, cuya información se escoge, se suma y se adscribe a un personaje clave que uno mismo puede bautizar o identificar independientemente» (Fals en Molano 1989: 14). No obstante, aunque estas herramientas emergen para denunciar una realidad injusta y transgredir la censura oficialista, el testimonio se origina, desarrolla y desemboca en los medios académicos, mientras que la imputación según el propio Fals Borda no se aprende en la academia, «se desarrolla por fuera de ella como una alternativa investigativa válida, como una búsqueda legítima de hechos y evidencias sobre la realidad elusiva […] todo ello con el fin de rescatar la historia olvidada o prohibida y además registrar la viva que se agita inédita ante nuestros ojos» (14). De tal manera que este contrapunteo discursivo entre los cuadros de Nieto y la voz Mier nos obliga a reconocer los elementos en común de dichas herramientas, y con ello a cuestionar y replantear el funcionamiento y las repercusiones de ambas tanto dentro como fuera de este macroproyecto colaborativo.
Desde su primer tomo redactado de forma magistral, Fals Borda alerta a sus lectores acerca de una técnica novedosa y muy particular de la que echa mano para la elucubración de sus espacios narrativos. Por medio de la imputación, el escritor-colaborador esboza no sólo a sus personajes empíricos, sino también el paisaje que los rodea y las situaciones históricas que les atañen y configuran, que como veremos más adelante, se distingue del testimonio pues éste se concentra en la expresión individual y singular de la voz de un testigo. Con cada nueva entrega de Historia doble de la costa, la imputación o porción imaginativa cobra trascendencia, pues abre otras rutas de exploración antes ignoradas por los científicos sociales. Tal como sucede ante la emergencia del testimonio en Latinoamérica, la imputación se convierte en un recurso narrativo que pretende recuperar la agencia de la esfera más olvidada de la sociedad. Resulta extraño que no se haya estrechado antes, la relación entre la técnica de imputación de Fals Borda y la metodología testimonial, ya que ambas se generan a partir del encuentro colaborativo entre intelectuales y sujetos silenciados por los sectores hegemónicos y oficialistas.
De la Historia a las historias
Una de las críticas más acérrimas contra el proyecto en cuestión proviene de Charles Bergquist, quien apunta los serios desajustes en la interpretación de Fals Borda sobre la trayectoria política de Juan José Nieto. Según Bergquist, Fals Borda elige colocar a Juan José Nieto como un dirigente político capaz de impulsar una lucha democrática; sin embargo, el historiador sostiene que Fals fracasa en su intento, pues en lugar de pintar una figura ejemplar, brinda a un Nieto que «se entrega a la clase dirigente y a las contradicciones antidemocráticas y dependentistas del liberalismo decimonónico» (1989: 216). Bajo este mismo tenor crítico, se cuestiona la viabilidad de su historia por ignorar premeditadamente al Caudillo cartagenero Rafael Núñez, quien ocupó varias veces la presidencia de la República liderando a liberales independientes. Bergquist lo llama «descuido», puesto que a diferencia de Nieto, Núñez permanece más tiempo en la banca presidencial y demuestra más carácter en la defensa de sus intereses políticos. Aquí, lo llamaremos «estrategia», pues como se analizará, la elección de Nieto no es azarosa, sino parte esencial de la agenda histórica y política de Fals Borda.
Uno de los rasgos que Charles Bergquist oscurece en su análisis es la presencia de una segunda faz en la narración central de este tomo. Faz que nos mantiene aquí en este momento: la voz de Adolfo Mier. La ciencia histórica no niega la importancia de las fuentes orales, pero establece que éstas deben identificarse y fecharse para integrarse a un archivo público (Bergquist, 1989: 220). El problema es que Fals Borda no expone ni delimita la procedencia de sus discursos orales, e incluso amalgama en una sola voz varios de los discursos populares que obtiene en el campo. Razón por la cual, resulta evidente el porqué del rechazo de Bergquist a siquiera considerar la presencia de Mier en el proyecto de Fals Borda: «lo que es peor para el historiador, es la costumbre de interpretar, ordenar y elaborar gran parte del material oral que se consigue, como hizo Fals con su libro…» (220). Pero, ceñir el análisis de un proyecto interdisciplinario como el de Fals, a las rígidas y ortodoxas normas históricas es arriesgar el impacto interpretativo de su obra y obstaculizar los objetivos que el propio escritor ha planteado desde su primer tomo.
Por el contrario, y más cercana a nuestra postura, se encuentra la reseña crítica de Mauricio Archila, en la cual afirma que paralelamente a la historia del Caudillo, Fals Borda inserta testimonios de la historia costeña de las clases subordinadas, historia que encarna «en otro legendario personaje: Adolfo Mier» (Archila, 1984: 113). Esta afirmación confiere nuevos matices teóricos a la obra del sociólogo. El mismo Archila pudo preverlo en 1984, «tanto los testimonios de sobrevivientes de estos acontecimientos como la biografía de Mier constituyen invaluable arsenal cultural del cual todavía se puede extraer mucho» (113). En otros artículos de igual interés, entre ellos «Voces subalternas e historia oral» (2005), Archila menciona provocativamente la relación intrínseca entre las fuentes orales, el testimonio y la metodología IAP (investigación acción participativa) fundada por Fals Borda. A pesar de que los tres comparten los mismos fundamentos, pocos lazos se han estrechado entre ellos hasta hoy. Lejos de someter la fidelidad de las voces testimoniales a las sentencias históricas, Fals Borda se aboca más a la construcción estratégica de personajes reales a partir de la información que recoge. En su técnica de imputación se vislumbra un paralelismo crucial entre la investigación acción participativa y la metodología testimonial.
El germen de la investigación acción participativa se ubica en la década de 1960 ante el impacto de ciertos acontecimientos clave, a saber: «teorías de la dependencia y explotación, la contra teoría de la subversión, las técnicas dialógicas y la reinterpretación de las tesis del compromiso y neutralidad de los científicos, tomadas de Marx y Gramsci, entre otros» (Fals Borda, 1985: 14). De común acuerdo con sus fundadores, el objetivo de dicha metodología se centra en la construcción de un poder especial; no se trata entonces de la traslación inequívoca del poder desde las clases dominantes hacia las clases populares, se intenta en cambio, crear un poder que pertenezca a los grupos oprimidos y que permita la gestación de metas compartidas hacia la transformación social.
El punto decisivo de la investigación acción participativa, tal como lo explica Silvia Rivera Cusicanqui, es la producción de «conocimientos y resultados de investigación significativos no sólo para el investigador y la comunidad académica, sino también para los intereses del grupo estudiado» (Rivera, 2004: 20). De esta manera, el poder especial que sugiere la IAP implica la creación de un nuevo marco epistemológico que contenga no sólo los avatares académicos muchas veces incomprensibles para los pueblos campesinos, sino también las directrices sociopolíticas desde el interior de las comunidades, todo ello con el fin de que la transformación social no resulte en una nueva imposición.
Dentro del mismo marco vivencial, surge lo que hoy en día conocemos como literatura testimonial; no es de nuestro interés o necesidad ahondar en cada una de las diversas y problemáticas etiquetas, subdivisiones, subgéneros y taxonomías que han tenido lugar desde la popularización de este género discursivo tras su adición a los premios otorgados por Casa de las Américas en 1960. Basta con señalar que, de forma paralela a la IAP, la metodología testimonial se configura bajo los mismos acontecimientos. Tanto una metodología como la otra, irrumpen en la misma década para dar cuenta de un sistema político corrupto y la urgencia por enfocar los esfuerzos investigativos, científicos y académicos en los sectores menos favorecidos de la sociedad.
El testimonio se basa en la aproximación a la realidad por parte de la boca de sus testigos actantes. Por medio de entrevistas, el intelectual o transcriptor recoge información acerca de las vivencias directas de la víctima de algún hecho traumático. A través de un diseño Editorial, el intelectual traslada esta información para darla a conocer en las esferas académicas. De acuerdo con Margaret Randall (1992), quien logró sintetizar los rasgos básicos del proceder testimonial en 1979, pocos años después de la consolidación de la IAP, el testimonio debe basarse en los siguientes elementos: a) uso de fuentes directas, b) entrega de una historia a través de las particularidades de la voz o voces del pueblo protagonizador de un hecho, c) la inmediatez, d) el uso de material secundario (introducción, otras entrevistas de apoyo, documentos, material gráfico, cronologías y materiales adicionales que ayudan a conformar un cuadro vivo) y e) una alta calidad estética, también conocida como montaje.
Al igual que la metodología testimonial, la IAP pretende recuperar las voces silenciadas por el sistema hegemónico al recurrir a la selección de ‘grupos claves’ entendidos éstos como «clases explotadas urbanas o rurales […] así, se está estudiando y trabajando entre grupos de campesinos organizados, entre obreros, entre indígenas y negros, con elementos marginados de tugurios. Y en otros del proletariado y hasta del lumpen proletariado» (Parra, 1983: 58). En ambos casos, la selección de fuentes directas conlleva a la recuperación de historias únicas que se ponen al servicio de la concientización de masas y una posterior transformación del status quo.
Lo que difiere del testimonio es que la IAP no se detiene en la representación de la voz y la identidad, sino que obedece a una causa transformativa que implica la reestructuración social desde y hacia la base misma. A grandes rasgos, el testimonio extirpa y modula una voz que habla por el pueblo en condiciones deplorables, ya sea arrasado por la violencia o la pobreza, pero la IAP se encarga de construir un marco epistemológico de la realidad histórica a partir del cual se instrumenta la emisión de las voces del pueblo. La construcción de este marco se basa en un itinerario que inicia con el análisis de la estructura de la región, la selección de los temas y enfoques provenientes de las zonas elegidas, la investigación de las raíces históricas de las contradicciones que dinamizan la lucha de clases, y finalmente, culmina con la devolución de resultados de investigación a los sectores mencionados, todo con el fin de obtener una mayor claridad social y eficacia en la acción política (Fals Borda et al., 1972: 45).
Esto quiere decir que la metodología testimonial emplea la voz del oprimido —el testigo— para dar cuenta de un momento histórico. La pretensión es que la sola exposición de la verdad del testigo sea suficiente para provocar una transformación social. Mientras que la IAP se centra en el análisis detenido de la historia y sus actantes para descubrir sus voces, y sólo por medio de la colaboración entre testigos y grupos de estudio (intelectuales y campesinos) se estructura una nueva base de conocimientos que da lugar a transformaciones sociales y políticas.
En Historia doble de la costa, específicamente en el segundo tomo, confluyen de manera interesante los rasgos básicos del testimonio enunciados por Randall, y los componentes de la investigación acción participativa. La metodología testimonial le ofrece a Fals Borda la solvencia narrativa para erigir a sus personajes y enriquecer su propia técnica de imputación, mientras que los fundamentos prácticos de la IAP le imprimen nuevos visos al trabajo testimonial.
De las historias a la Historia doble
El imperio del testimonio descansa en la alianza entre un intelectual comprometido con una causa social y un testigo analfabeta miembro de un pueblo en riesgo permanente. Según John Beverley, uno de sus primeros defensores y posteriores detractores,
El testimonio da voz, en la literatura, a un sujeto popular-democrático colectivo, anteriormente anónimo y desprovisto de voz: «el pueblo», pero de manera tal que el intelectual o profesionista […] es interpelado como parte de «el pueblo» y como dependiente de éste, sin al mismo tiempo perder su identidad como intelectual (1989: 28).
Este fundamento de Beverley se convertirá en la columna vertebral de una disquisición sin fin acerca de las consecuencias autorales, receptivas y teóricas del testimonio. Sobre todo porque años después en 1991, él mismo cuestiona la solidaridad de esta esencial alianza, y sugiere que
Los testimonios están hechos para gente como nosotros, en tanto que nos permiten participar —como académicos y yuppies, y sin tener que abandonar nuestros estudios ni nuestros salones de clase— en la concreción y la relatividad de las luchas sociales reales (Beverley, 1991: 42).
Bajo la nueva lente del crítico, el testimonio da voz a los subalternos, quienes a su vez devuelven la voz al intelectual. Es decir, el intelectual recupera una historia, antes desconocida, que utiliza en el medio académico para la promulgación de sus propios intereses, mientras que la voz del subalterno, aparentemente escuchada, vuelve a olvidarse.
Historia doble de la costa no ha sido analizada antes como una obra testimonial, esto porque de acuerdo con las disposiciones ortodoxas de la academia, Orlando Fals Borda no entrevista al portavoz de un hecho traumático ni redacta la vida del testigo y mucho menos se sujeta a la transcripción objetiva que el testimonio exige. Lo que sí hace el sociólogo Colombiano es usar fuentes directas, entregar la historia a través de las voces del pueblo, incluir material secundario y montar escenarios. El proyecto de Fals Borda ofrece un nuevo aliento a este género discursivo, poco importa si se tilda o no como tal, lo cierto es que el escritor-colaborador resuelve algunas de las fallas más citadas del sistema testimonial.
En principio, la investigación acción participativa no sugiere una transmisión de la voz, no trabaja con una reubicación del poder, es decir, no brinda voz a los sin voz, simplemente se enfoca en la recuperación de la memoria popular y en la construcción solidaria de un proyecto político. Mientras que el testimonio se visualiza como una narrativa para yuppies e intelectuales, la IAP revoluciona la concepción testimonial académica y la pone en las manos del pueblo, de manera que el intelectual pasa a ser un lector secundario. En Historia doble de la costa, Orlando Fals Borda toma el proceder testimonial y lo convierte en una herramienta de verdadera lucha para las clases oprimidas. Si la trayectoria crítica de John Beverley en 1989 inicia con la pregunta básica: «¿Dan lugar las luchas sociales a nuevas formas literarias?» (1989: 21), tal parece que Fals Borda inicia su historia dual con la inversión de la misma pregunta: «¿Dan lugar nuevas formas literarias a luchas sociales?»
El testimonio descrito por Beverley saca al sujeto histórico de su propia historia y lo coloca al servicio de una política ajena, convirtiéndolo en un medio de representación reaccionaria, pero truncando esa comunalidad transformativa a la que supuestamente aspira. Por fortuna, el sociólogo Colombiano logra en Historia doble de la costa moldear la práctica testimonial e instrumentarla en un proyecto mucho más amplio que la simple pugna mediática de la academia. Al esclarecer los trazos testimoniales en la obra y las técnicas de Fals Borda, se podrán instituir y promover nuevos espacios de acción para un discurso tan problemático. El testimonio, cobijado aquí por la imputación y la IAP, genera vías innovadoras hacia la acción política y resuelve el fortalecimiento de movimientos sociales y campesinos.
Uno de los pasajes más oscuros e intricados del mundo testimonial, a causa sin duda del enfoque en la representación de la voz y no en la concientización comunal, es la estructura formal que adquiere la transcripción de la oralidad. Desde su institucionalización en el premio Casa de las Américas la forma se dejó a discreción del autor (Rama et al., 1995), razón por la cual hoy en día resulta difícil delimitar las fronteras entre las autobiografías, los diarios, los reportajes periodísticos, las novelas, etc. Un clásico ejemplo sería Gabriel García Márquez con sus textos Relato de un náufrago o Noticias de un secuestro, los cuales se basan en hechos reales y entrevistas, pero que se acostumbran tildar de producciones literarias; aún hoy en día se debate si se tratan de relato oral, reportaje periodístico o novelas sin más.
Es difícil determinar el estatuto genérico de Historia doble de la costa, en específico en relación con el testimonio, debido a que en cada uno de los tomos los discursos orales y textuales provenientes de fuentes directas adquieren una forma y función distinta de acuerdo con la intención global del escritor-colaborador. Por ejemplo, para este segundo tomo, Mauricio Archila se refiere a la voz de Adolfo Mier como una biografía, aunque el análisis detenido de las fuentes archivísticas del Centro de Documentación Regional del banco de la República en montería (CDRBR/m) nos permitan comprobar que en la voz de Adolfo Mier se concentran los testimonios de varias personas, por lo que más que hablar típicamente de una biografía, podríamos inferir una heterogeneidad biográfica. Asimismo, vemos de qué manera en los demás tomos, el testimonio sucumbe a la imputación y es utilizado en la construcción de figuras heroicas, en la personificación de la cultura y la naturaleza, o bien como en el caso que aquí se plantea, en la articulación de un ethos costeño, es decir, de un reconocimiento colectivo que fortalece los movimientos políticos de la costa caribeña.
En el tercer tomo de Historia doble, Orlando Fals Borda emplea los discursos de sus entrevistas para recrear y confeccionar un personaje alegórico que representa la voz y la lucha del campesino costeño en su totalidad. Juana Julia Guzmán es una activista reconocida de la costa Colombiana, que junto con el socialista Vicente Ádamo, funda la sociedad de obreros y artesanos de Córdoba y el baluarte Rojo de Lomagrande en 1918. A diferencia de la metodología testimonial, el escritor-colaborador no sólo toma la voz de Juana Julia como medio de expresión personal; por el contrario, Orlando Fals Borda se integra en la comunidad y contribuye en la formación de las cooperativas de autogestión conocidas como baluartes.
Previo a la redacción y publicación de Historia doble de la costa, el grupo de estudio la Rosca de investigación y acción social lleva a cabo el diseño de historietas gráficas con la ayuda del dibujante Ulianov Chalarka. Estas historietas nacen de la colaboración intelectual y campesina como parte de la misma metodología de acción participativa. Aquí, los campesinos se involucran en un proceso de recuperación y reflexión histórica, que resulta en una autoría y autoridad compartida sobre la historia Colombiana. Por ende, la historia se devuelve a los verdaderos (y anteriormente silenciados) protagonistas. Podría decirse que estas historietas gráficas siembran el germen de la concientización campesina y colocan a los campesinos dentro de su propia historia, como co-creadores de la misma.
Al trasladar a Juana Julia al texto, primeramente en gráficos en las historietas ilustradas y después en letra en Historia doble, Fals Borda echa mano de una estrategia testimonial semejante a la creación de personajes colectivos de Alfredo Molano, donde un solo personaje (no importa si conocido o no) contiene en su configuración la voz histórica de la colectividad. Aquí, el repertorio testimonial y las técnicas de imputación de Fals Borda, es decir, el recurso de la imaginación para rellenar los huecos informativos, contribuyen a la elaboración de un personaje alegórico-metonímico que promueve la participación activa del campesino en su propia lucha: «¡Una viejita de 80 años exhortando a la lucha!» (Parra 1983: 139). En las historietas, la imagen de Juana Julia es utilizada para impulsar a los campesinos a la identificación y posterior unión colectiva; sin olvidar que los gráficos logran «superar en alguna medida las dificultades causadas por el alto índice de analfabetismo que caracteriza a las zonas rurales de esta región del país» (139). En Historia doble, el personaje alegórico-metonímico de Juana Julia se introduce como cimiento de construcción histórica que se suma al engranaje político elucubrado por Fals Borda. Al saltar del gráfico a Historia doble, Juana Julia se convierte en una heroína con capacidades transformativas; de la mano del escritor-colaborador, este personaje proyecta su transcendencia política en un ámbito más amplio, validando la memoria colectiva del campesino más allá de la lucha y la concientización de masas.
Además de los testimonios orales de Juana Julia y otros campesinos, Fals Borda y el grupo de estudio cuentan con otra fuente de información descrita desde el primer tomo: los archivos de baúl. Se trata de documentos y objetos que conservan los miembros de la comunidad en sus baúles personales. Tal como sucede con la construcción del personaje alegórico de Juana Julia, los testimonios orales, los objetos de los archivos de baúl, las propias observaciones y conversaciones en general, se manipulan para la cimentación de escenarios naturales. Las descripciones de los paisajes y el medio natural se corresponden con la información que otorgan los campesinos colaboradores, convirtiéndose así ellos también en coautores y generadores de su propia historia. A la par con los escenarios naturales, encontramos también en los distintos tomos, símbolos o tótems que enaltecen las características esenciales de los campesinos costeños, entre ellos, el hombre anfibio y la hicotea. El hombre anfibio es una construcción emblemática que describe el comportamiento del costeño, su habilidad para sobrevivir en dos ecosistemas distintos, el acuático y el terrestre; de cada uno de estos sistemas, el hombre costeño absorbe sus cualidades y las personifica, se visualiza más apto para luchar en cualquiera que sea el ambiente al que se enfrente. Lo mismo acontece en el tercer tomo con la referencia a la hicotea, tortuga que por poseer un caparazón duro es capaz de resistir las contingencias ambientales. Estos símbolos creados por la pluma y la imaginación de Fals Borda surgen de un proceso testimonial que consiste en el análisis de las anécdotas y mitos cotidianos de los campesinos, y que desemboca en el montaje de escenarios de lucha que el pueblo pueda reconocer como propios.
Sin embargo, es en este segundo tomo, que la estructura dual de la obra le brinda funcionalidad al testimonio, y al mismo tiempo lo despoja de su carácter representacional para acercarlo a la concientización. En lugar de aparecer como un discurso estático y aislado, Fals Borda lo sumerge en un ambiente dinámico donde va forjando la identidad del pueblo y al mismo tiempo germinando una conciencia transformativa. Este dinamismo se desprende del contraste dialógico entre los dos canales de comunicación. El canal B ofrece datos que revelan detalladamente el sistema acogido por Fals y sus colaboradores para la recolección y estructuración de la información. El canal A es la narración literaria producto de una revisión histórica de doble vía. Por doble vía se quiere decir que el relato del pueblo atraviesa por dos momentos antes de llegar a constituirse como tal. En un primer momento, anterior al libro, el pueblo narra lo que conoce (a través de la voz o la escritura); después esta historia sufre un proceso de revisión e imputación para poder colocarse en el canal A como artefacto de lucha y concientización.
En el canal B el escritor-colaborador gasta algunas páginas en la descripción de su metodología (Fals Borda, 1981: 55b). Primero que nada acuña una reconstrucción o ilación histórica, la cual consiste en la presentación de los sucesos del pasado de acuerdo con hechos reales registrados por la observación de los implicados o por datos documentales de diversas fuentes. La reconstrucción histórica se enriquece con la suma de una historia paralela que antes había permanecido oculta por las clases dominantes. Dicha historia se obtiene por medio de la recuperación crítica; se trata de la historia de las clases trabajadoras, y ésta se ordena de tal forma que los suministradores de datos la reconozcan como suya. Finalmente, se opera con una devolución sistemática, que no sólo regresa esta historia pulida a los suministradores, sino que la presenta como aparato político y motor de un ethos.
De cierta forma este canal B es el soporte extratextual de los testimonios pulidos e imputados del canal A, al colocarlo como parte fundamental de la obra, sin el cual la narración del canal A no podría sostenerse por sí misma. Fals Borda no sólo introduce su proceder, sino que ata los cabos sueltos del sistema testimonial. El paralelismo entre los canales sienta a dialogar la historia oficial-intelectual con la historia de las clases subordinadas; ambas tienen voz y ambas se escuchan. El contraste histórico muestra los efectos de una clase sobre la otra. Esto no con la meta de dar voz a la clase subordinada, sino para impulsar una transformación del status quo. Fals Borda con el dinamismo histórico que imprime en su obra promete la culminación natural de la clase dominante que cede el paso al brote social y político de la cultura popular engendrada en el campesino costeño.
Del testimonio a la praxis costeña
En la estructura de la obra, Fals Borda refleja la metodología colaborativa de la IAP. A través del diálogo entre las partes involucradas se genera un poder especial que incluye también a los campesinos en la construcción de un marco epistemológico alternativo. A diferencia del testimonio canónico, donde un solo intelectual delimita la voz del subalterno y constriñe los senderos históricos de su surgimiento, aquí Fals Borda logra insertar el testimonio en las aristas de la investigación acción participativa, en lugar de toparnos con un transcriptor. En Historia doble de la costa se advierten grupos de estudio donde el conocimiento previo se comparte y el nuevo conocimiento se forja, posibilitando así la transformación de la sociedad en beneficio de todas las partes. Aunque son pocas las declaraciones del escritor-colaborador en sus apuntes, los grupos de estudio se encargan no sólo de recuperar la información en los recovecos de los pueblos, sino también de conducir las sesiones de discusión y reflexión histórica, y facilitar el esclarecimiento colectivo de los puntos encontrados en el trabajo de campo.
Ahora bien, visto el soporte material, pasemos al montaje señalado por Randall. Muy parecido a la imputación, el montaje se define como «un momento de gran riqueza creativa, de mucha inventiva» (Randall, 1992: 42). Durante la etapa de montaje, la materia prima del testimonio pasa por una selección ligada a la agenda particular del autor. Tras la selección, el material se edita tomando en cuenta coherencia narrativa, claridad comunicativa y sobre todo el valor estético que le permitirá diferenciarse de otros géneros como el periodismo o la historia. En última instancia, el montaje y el estilo dependerán de los objetivos comunicativos del autor. En El presidente Nieto, el montaje estará regido por el propósito de fundar una nueva sociedad basada en la praxis popular.
George Yúdice concibe praxis como «transformación del mundo —cambio de circunstancias— a través de la cual se desarrolla la conciencia, haciendo posible la construcción de una nueva sociedad» (1992: 214). En El presidente Nieto, Fals Borda registra la diferencia entre el actuar de Juan José Nieto y la senda ideológica que elige el eje focal de la narración, Adolfo Mier. A esta senda le da el nombre de praxis original o aquella que pertenece a la cultura popular, el escritor-colaborador la define como «el conjunto de ideas sobre la realidad y el mundo inmediato y su manejo que se basa en conocimientos empíricos, prácticos y de sentido común» (Fals Borda, 1981: 48b). De acuerdo con el entendimiento de Fals Borda, el camino para la construcción de una nueva sociedad no se encuentra en modelos importados o pertenecientes a las clases explotadoras, sino en modelos propios nacidos de la cultura del pueblo.
El contraste entre estas dos sendas ideológicas será el primer elemento de montaje testimonial del segundo tomo. Fals Borda cuenta con dos historias que tiene que yuxtaponer para erigir su aparato de concientización. A propósito del testimonio, Hugo Achugar sugiere que «su deseo es desmontar una historia hegemónica, a la vez que desea construir otra historia que llegue a ser hegemónica» (Achugar, 1992: 50). Aquí, a pesar de que la historia de Nieto no es hegemónica será desmontada en aras de montar la vida de Mier como eje ideológico de concientización, lo cual se explicará con mayor detenimiento más adelante.
La voz Mier surge de entrevistas personales con don Adolfo Mier Serpa en San Martín de Loba en 1979, 1980 y 1981. Aunque en el archivo de Fals Borda en el Centro de Documentación Regional de banco de la República en montería, Córdoba aparecen muy pocos apuntes y transcripciones de ello (CDRBR/m Caja 15, Carpeta 2, folios 4867-4874; Caja 16, Carpeta 5, folios 5438-5443). En una entrevista que realiza Joanne Rappaport,2 el escritor-colaborador titubea un poco el nombre de Mier, pero reconoce su existencia y además presume su memoria indómita: «el único casi en toda mi vida profesional que recordara hechos desde hace 150 años porque el abuelo o bisabuelo le había contado. Y él lo recordaba. […] Yo no le creía hasta cuando me propuse ir pescando por los detalles demostraba que todo lo que [el] señor decía era cierto. […] Él era mi bastón» (Fals Borda en Rappaport, 2008: s/n). Adolfo Mier Serpa es el portavoz original de los testimonios que aparecen en el canal A: sin embargo, como el objetivo de Fals Borda no es representar ni reflejar la realidad, sino armar un aparato concientizador, este rasgo se difumina de forma interesante. Disímil al testimonio representativo, Adolfo Mier Serpa es un miembro activo de los grupos de estudio fundados por Fals Borda, de tal manera que no se trata de un mero narrador, sino de un interlocutor y cocreador de la historia que analiza.
Dentro de los escenarios que construye Fals Borda para el canal A, los testimonios de Adolfo Mier se colocan en voz de su abuelo Adolfo Mier arias, a quien obviamente Fals no pudo haber entrevistado porque había muerto hacía más de cien años. Por otro lado, los testimonios de Adolfo Mier se componen también por la inclusión de anécdotas provenientes de otras fuentes, entre ellas Benita Vidales, una de las ancianas de buena memoria que Fals Borda tiene la oportunidad de conocer durante sus exploraciones en la costa (CDRBR/m Caja 28, Carpeta 3, folio 9575-9578) . La cadena testimonial del canal A sería de la siguiente manera: mamá tina le cuenta a Adolfo Mier arias (el tatarabuelo de Álvaro, miembro del grupo de estudio y compañero de Fals Borda), Adolfo Mier arias le cuenta a Pablo Emilio (el bisabuelo de Álvaro), Pablo Emilio le cuenta a Adolfo Mier Serpa (el abuelo de Álvaro), Adolfo Mier Serpa (quien inicia la historia en el tomo II, junto con los relatos de Benita Vidales) le cuenta al grupo de estudio compuesto por: Orlando Fals Borda, Juan David Cifuentes, Álvaro Mier (el Nieto), Luis Murallas y Ramón Pupo.
Para conferirle autoridad narrativa a cada una de estas voces, el escritor-colaborador echa mano del montaje testimonial clásico. En el caso del abuelo de Adolfo, se enfatiza su presencia en las guerras civiles de Colombia del siglo XIX, y además se coloca en la narración del canal A como sujeto vivo que relata directamente lo que recuerda en tiempo presente. A pesar de que su discurso está contaminado por los recuerdos de su propia madre (muchas de las anécdotas que cuenta se las contó su madre), él cuenta la historia como si fuera suya o la hubiera vivido en carne propia: «¡si pudieran ver el aspecto desastroso de ese ejército!» (Fals Borda, 1981: 44A).
El abuelo de Álvaro Mier se describe como un peluquero que por su oficio conoce los detalles del pueblo más a fondo. Asi mismo, en su persona se inscriben dos acciones que cobran suma relevancia en el proyecto de Fals Borda como un todo; es él quien sugiere la técnica de archivos de baúl y quien menciona a uno de los tótems creados por Fals Borda. La técnica de archivos de baúl ya había sido utilizada antes por Fals Borda y su grupo de investigación. No obstante, en el primer tomo coloca a Adolfo Mier como el autor intelectual de la idea: «Pues hay que saber buscar: en los baúles y armarios de estos pueblos se encuentran más cosas valiosas de las que uno cree» (Fals Borda, 1979: 31a). Este rasgo otorga autoridad narrativa a Adolfo Mier, pues sabe dónde encontrar información relevante para el caso, pero también a Fals Borda como escritor-colaborador, pues se ve cómo atiende a las sugerencias investigativas del pueblo.
Asimismo, en el segundo tomo, Adolfo Mier se acerca al grupo de estudio para mostrarle una «mariapalito». De acuerdo con la narración, es él quien compara la violencia de Colombia con las características particulares del insecto: «miren lo que traigo: éste es el ser que más se asemeja a nuestra situación como país abatido por tanta violencia irracional» (Fals Borda, 1981: 25a). En la misma entrevista con Rappaport, Fals Borda señala que la personificación de los tótems es obra suya, pero que la información proviene de los campesinos. Los archivos del banco de la República no son suficientes para concretar si el relato de la mantis o «mariapalito» viene de Adolfo Mier, pero el hecho de que el escritor-colaborador lo ponga en su boca le dota autoridad mítica como miembro activo de la cultura popular, es decir, sus anécdotas se proyectan como los ecos concientizadores de este proyecto.
Ahora, la memoria de Adolfo Mier también se evidencia textualmente: antes de abrir paso al relato infinito del tatarabuelo de Álvaro, Adolfo explica que lo que está por contar es «lo que refería mi abuelo Adolfo a mi padre Pablo Emilio, que éste a su vez me repetía cuando yo ya estaba en capacidad de entender las cosas» (Fals Borda 1981: 28A). Esta sucesión de voces autorales no sólo contribuye a enaltecer la memoria de Adolfo, sino además va difuminando la noción de portavoz testimonial.
Por otro lado, Benita Vidales aparece por primera vez en el tomo anterior y es descrita como la niña «que a pesar de sus 91 años nos había Recibido brincando para demostrar su increíble vigor» (Fals Borda, 1979: 64a). Esta cita ilustra dos de los atributos testimoniales más importantes de la obra de Fals Borda: el primero, ya lo hemos visto, es la impresión de autoridad narrativa en sus voces populares, el segundo será su construcción como personaje dentro de la narración. La comparación entre la cita textual de la obra y la transcripción de la entrevista con Benita Vidales nos permite conocer las permutas estéticas y estratégicas que el escritor-colaborador lleva a cabo. La entrevista de Vidales dice así: «De 91 años, vivaracha aún, buena conversadora, de buena salud, me recibió dando un brinco alto para demostrarlo» (CDRBR/m Caja 28, Carpeta 3, folio 9575). Esta nota inicia la transcripción del archivo, pero para dar autoridad al discurso de Vidales en El presidente Nieto, Fals Borda cambia un brinco por brincando, si con un brinco se hace alarde de la fortaleza física de una persona, al emplear el verbo brincando, la persona misma se traduce en acción de fortaleza. Benita Vidales es tan fuerte y capaz, que no sólo da un brinco, sino que se mantiene brincando. Otro cambio evidente es buena salud por increíble vigor, el uso del superlativo hace creer al receptor que la persona no sólo cuenta con una salud aceptable, sino por encima de las expectativas. El vigor reúne la fortaleza y la buena salud de Vidales y la proyecta como un sujeto confiable. El énfasis en la confiabilidad de Vidales es necesario, porque en el segundo tomo aparece al lado de Adolfo Mier narrando la historia del tatarabuelo.
El escritor-colaborador no delimita en los insumos del canal A ni el discurso de Vidales ni la voz de los otros ancianos, de quienes indica haber tomado la información para la construcción del testimonio de Mier. Por el contrario, elimina los portavoces y amalgama las fuentes para crear marcos metanarrativos. Cabe aquí nuevamente, la mención de los personajes colectivos descritos por Alfredo Molano. Según Molano, poco importa si el personaje es desconocido, ya que la gente anónima es tan vigorosa, tan atractiva como la historia de los héroes: «Hay cientos de personajes alrededor de alguien, que van haciendo el tejido de la historia en su conjunto, de la historia, no de la persona, sino una historia más amplia de toda una región o de toda una situación y, finalmente, de todo un proceso» (Molano, 1998: 109). Benita Vidales, quizás insignificante para la historia oficial de la costa Colombiana, adquiere relevancia en la voz histórica de Adolfo Mier.
En el marco más amplio de la narración está el tatarabuelo de Álvaro, quien relata lo que sabe y lo que su madre le cuenta. Dentro de este marco, se encuentra la narración de Adolfo Mier y Benita Vidales, quienes desarrollan los hechos que viven y los que otros comentan. El marco más pequeño, pero indispensable para la existencia de los demás, es el de Fals Borda y los colaboradores que escuchan el relato «infinito» (Fals Borda, 1981: 186). La metanarración testimonial contribuye a la motilidad de la obra, permite que Fals Borda difumine su presencia intelectual y crea conciencia acerca del funcionamiento de la memoria colectiva. El testimonio tradicional reitera la importancia de mostrar la «otra verdad», pero siempre desde un gestor intelectual que la edita. Aquí, se muestra la verdad del campesino, es decir, de qué manera el campesino va construyendo su propia verdad por medio de la memoria colectiva. En la senda ideológica del campesino no importan las fuentes o la veracidad de las mismas, importa lo que dicen sus vecinos, quienes tienen un eco de autoridad en su voz: músicos, curanderos, peluqueros, sacerdotes, etc.
En otra entrevista inédita realizada por Joanne Rappaport, esta vez a Matilde Eljach, estudiante y asistente que acompaña a Fals en varias de sus investigaciones en los años 1970, se señala la importancia que le daba el escritor-colaborador a ganarse la confianza de los campesinos para que éstos abrieran sus baúles y recuerdos sin dilación ni renuencia.3 en el prólogo de la obra testimonial cumbre Me llamo Rigoberta Menchú y así me nació la conciencia (Burgos, 1983: 13-14), Elizabeth Burgos expresa implícitamente las estrategias que desempeña para ganarse la confianza de Menchú. Mientras vivieron juntas en París, Rigoberta le mencionó un día: «nosotros no confiamos más que en los que comen lo mismo que nosotros»; poco antes Burgos había Recibido de una amiga, un saco de harina de maíz para hacer pan y unas judías negras, dos elementos básicos de la cultura venezolana y guatemalteca. Este detalle retrata a Elizabeth Burgos como un sujeto confiable para Menchú y para el lector de la obra, quien ahora sabe que la testimonialista está comprometida a decir la verdad por esa confianza que le ha nacido. En el caso de Fals Borda, la confiabilidad la gana no en un prólogo, sino convirtiéndose en un personaje más de la obra, y por supuesto, fungiendo como un activista miembro de la misma comunidad.
En la transcripción de la entrevista de Benita Vidales, indicábamos otro cambio sustancial, el «me recibió» por «nos había Recibido». Si nos atenemos a lo literal, la transcripción archivística revela que Orlando Fals Borda estaba solo en ese momento con Benita Vidales; sin embargo, en el texto se modifica el pronombre y aparece en plural. Todo este segundo tomo contiene interjecciones del mismo tipo que muestran la presencia de varios escuchas: «¡miren ustedes! ¡nos habíamos quedado!», esta característica, típica del montaje testimonial, puede interpretarse aquí de tres maneras, a saber: a) la traslación del yo a nosotros imprime mayor veracidad al discurso del testigo, si una sola persona lo escucha y lo repite es creíble, pero si varias personas escuchan lo mismo y lo repiten, entonces es aún más creíble; b) la transferencia de la voz de un yo a un nosotros forja la conciencia colectiva de la que hablábamos antes; no se trata ya de la verdad monológica, sino de una verdad que se genera en el proceso de enunciación sucesiva; y c) estos cambios forman parte de la construcción estética que permite a Fals Borda ficcionalizarse (¿imputarse?) como personaje de su obra.
Consideremos la tercera opción como la más viable, pues como hemos señalado, la ficcionalización de Fals Borda como personaje de su propia obra le viene bien por varios motivos. Primero que nada, el colocarse como personaje en el segundo tomo coadyuva en la distinción entre la vida de Juan José Nieto y la voz de Mier. Los cuadros narrativos de Nieto, apegados al estilo histórico, se asemejan más al testimonio representacional canónico. Por medio de fuentes orales y otros documentos, el escritor-colaborador enarbola la biografía de Nieto como un ejemplo del anticaudillismo. Aquí, las fuentes son citadas al pie del canal B y el escritor-colaborador se extrae de la narración del canal A. Los insumos de Nieto en el canal A se sostienen cronológicamente por sí mismos, la intervención de Fals Borda es innecesaria. Por el contrario, en la narración estrecha de la voz Mier, el escritor-colaborador se inserta en su propio escenario estético. De esta manera, se esboza una escena de tintes literarios donde el personaje mítico que desempeña el rol de la memoria colectiva se sienta a narrar su vida a cinco intelectuales ávidos por escucharlo: «si ustedes averiguan lo de Juan José Nieto,como dicen, yo les voy contando, al mismo tiempo, lo del tatarabuelo de Álvaro: mi abuelo» (Fals Borda, 1981: 29a). La yuxtaposición de discursos denota que de forma simultánea la historia de Nieto se va construyendo y la vida de Mier narrando, como si el propio Adolfo Mier conociera de cerca los hechos de la vida de Nieto, como si éstos también formaran parte sustancial de la memoria colectiva de los campesinos. En el diálogo entre ambos cuadros la obra adquiere esa motilidad destacada antes, la historia se va construyendo junto con su narración, ambas van de la mano.
Por otro lado, al situarse Fals Borda como personaje, automáticamente se infiere que el resto de los colaboradores está al mismo nivel ético y estético. Es decir, los otros escuchas se vuelven también personajes y parte sustancial de la construcción narrativa del texto. Entonces, poco importa que Fals aparezca en la portada de los cuatro tomos de Historia doble de la costa, pues el escritor-colaborador no intenta representar una o varias voces, sino crear una identidad colectiva de solidaridad en la lucha, por lo que en el fondo, decir Fals Borda es decir nosotros. Con este nosotros nos referimos no sólo a los cuatro miembros de los grupos de estudio, sino a los habitantes del pueblo que contaron sus relatos y los de sus antepasados, a los autores de los folletos, cartas y demás documentos encontrados en los archivos de baúl, a la organización campesina, y a toda intersección entre ellos.
Asimismo, como personaje Fals Borda se incluye en la cadena de enunciación sucesiva del testimonio, se vuelve una voz más del montón. El ser parte de esta enunciación lo autoriza como miembro activo de la memoria colectiva del pueblo, ya que el campesino confía tanto en él que le deposita sus secretos y lo deja entrar en sus baúles, haciéndolo parte de su verdad. El intelectual que llega a San Martín de Loba en una chalupa, se transmuta aquí en un íntimo e insoslayable compañero del campesino. Como tal, el desarrollo identitario de Fals Borda-personaje lo sumerge en la praxis original, de manera que el relato de Mier se constituye como motor del ethos campesino costeño. En conjunción con la imputación y los fundamentos de la IAP, el testimonio viabiliza la construcción de un macroproyecto narrativo con lindes políticos; no hay aquí una exposición insuficiente de motivos subalternos, sino la reconstrucción de una comunidad a través de la colaboración intelectual y campesina. La concientización no depende de la representación de la voz, sino de la creación de una práctica común, una lucha incluyente.
Conclusión
Otro de los motivos para ficcionalizarse como personaje puede responder a la necesidad de evidenciar la doble vía histórica del segundo tomo. En la «Despedida», Fals Borda reconoce que en sus trabajos probablemente siguieron la senda equivocada, la de la destrucción y la violencia, en lugar de fijarse en la praxis original. Al enfocarse en los escritos de Juan José Nieto, el escritor-colaborador sugiere que ha elegido al personaje equivocado para proyectar en él los objetivos políticos e históricos de la lucha campesina. Por lo que antepone una vuelta atrás para atender al camino «de la formación —no destrucción— del haber colectivo como base de la prosperidad individual y la felicidad nacional» (Fals Borda, 1981: 191). La inclusión de la despedida empuja al lector a una regresión exegética, al estilo de Julio Cortázar o Gabriel García Márquez. El mismo texto ofrece dos historias paralelas: desde el principio se conduce al lector a considerar a Juan José Nieto como protagonista, pero al final el autor insinúa que la historia nunca se trató de él, entonces el lector tiene que operar una regresión si desea descifrar el mensaje oculto de la obra, el mensaje que siempre estuvo a la sombra del Caudillo. Como en una narración de suspenso cíclico, el lector sólo se entera hacia el final de que lo que siempre estuvo a la sombra era lo verdaderamente relevante para la comprensión general del texto, por lo que tiene que realizar esta regresión para concluir su entendimiento total de la obra. Esta regresión exegética ofrece al lector la oportunidad de contrastar nuevamente la vida de Juan José Nieto y la de Mier, sólo que esta vez Mier está por encima de Nieto fungiendo como el protagonista de un ethos. Gracias a esta regresión, la vida de Juan José Nieto se desmonta, cediendo su lugar a la voz Mier. Tal como sugiere Fals Borda en el transcurso de los cuatro volúmenes, una estructura social en decadencia va dando pie a una nueva que incluye a los sectores antes ignorados. La lucha campesina se convierte en el motor de este intercambio, por lo tanto, un Juan José Nieto en decadencia, como representante de una vieja estructura social, cede su espacio a un nuevo bloque social e histórico que contempla al sector popular, la voz Mier.
Tanto la despedida como el resto de las pistas constituyen parte del montaje testimonial, si la obra nunca se trató de Juan José Nieto, los informes que aparecen en el canal A acerca de su vida son sólo un desmontaje que releva la senda equivocada hacia la concientización. La senda del anticaudillismo, a pesar de ser menos violenta, se sigue enfocando en la política de la sociedad imperante. Juan José Nieto no representa una transformación del status quo, y mucho menos el motor de una nueva sociedad. La voz Mier, que borra al portavoz, crea una conciencia colectiva capaz de erigir una nueva sociedad fundada en el porro paliteao y la ciencia médica indígena, es decir, una sociedad propia de las bases.
Orlando Fals Borda no será considerado un escritor testimonial, existen numerosos impedimentos; no obstante se ha intentado demostrar aquí que su proyecto interdisciplinario le da un nuevo aliento vital a este género que poco a poco va extinguiendo su luz. Si bien es cierto que surgen en momentos históricos paralelos, la metodología de la IAP desde el comienzo alerta sobre los futuros fracasos del testimonio. Si el testimonio tiene aún una esperanza de compromiso ético y político, la metodología de la IAP y la técnica de imputación de Orlando Fals Borda le ofrecen un campo fértil de exploración. El sociólogo Colombiano, apelando al uso de la imputación, toma el testimonio y lo coloca dentro de un aparato estético que lo dota de funcionalidad. Los escenarios construidos por Fals Borda le brindan al testimonio lo que otros productores testimoniales no han conseguido hasta hoy: dinamismo, soportes textuales, mecanismos literarios, vigas históricas, sociológicas y etnográficas, contextos sociopolíticos, propuesta concientizadora, etc. A manera de agradecimiento, el testimonio le regala a Fals Borda el artefacto de lucha que necesitaba; por paradójico que parezca, la inestabilidad discursiva del testimonio logra fortalecer los postes de una hoy olvidada investigación acción participativa.
Notas
2 Entrevista con Orlando Fals Borda. Junio 24, 2008. Bogotá.
3 Entrevista con Matilde Eljach. 15 de julio, 2009. Popayán.
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