El campesinado y la identidad campesina se han abordado desde múltiples perspectivas, disciplinas y contextos, con distintos fines. En consecuencia, existe complejidad y diversidad en la construcción de una categoría genérica al designar el campesinado. Esta complejidad y pluralidad de enfoques se puede encontrar en los trabajos de Chayanov [ (1923] 1974), Bartra (2008), Bretón (1993), Sánchez-Parga (1997), Martínez (2004) y en los análisis feministas. Sin embargo, recurrentemente surge la definición de los campesinos como seres que viven en zonas rurales y mantienen una relación directa con la tierra mediante el trabajo agrícola. Esta definición del campesino, que lo circunscribe a la tierra y a la producción agrícola, ha estado vigente durante décadas, como confirma la obra de Eric Wolf (1955) y, de manera más reciente, la Declaración de las Naciones Unidas sobre los Derechos de los Campesinos:
A efectos de la presente Declaración, se entiende por ‘campesino’ toda persona que se dedique o pretenda dedicarse, ya sea de manera individual o en asociación con otras o como comunidad, a la producción agrícola en pequeña escala para subsistir o comerciar […] y que tenga un vínculo especial de dependencia y apego a la tierra. (ONU 2018, 5)
Al no abordar el tema desde la tierra, como recurso que hace posible la producción agrícola, el propósito de este artículo es proporcionar un acercamiento distinto al campesinado, a través de la exploración de subjetividades enfocadas en las concepciones de Naturaleza1. Destaco las voces de los campesinos, quienes expresan dichas concepciones, así como sus relaciones con la Naturaleza. Además, sus voces hablan de las tensiones existentes entre actores con distintas perspectivas respecto a la Naturaleza. A partir de las narrativas y discursos de los campesinos en el contexto de Íntag, una zona marcada por bosques biológicamente diversos, heterogeneidad social y resistencia local a un conflicto socioambiental, ofrezco un estudio de caso útil para explorar, amplificar o cuestionar ciertas nociones sobre el campesinado y la Naturaleza.
Según algunos autores, la vida de los campesinos depende, en gran medida, de los recursos locales (Ojeda y González 2018), debido a “la clásica vocación campesina por la tierra para la utilización de los recursos naturales básicos [… los campesinos] siempre han dependido del uso de la tierra, del bosque y del agua para poder vivir” (Fals Borda 1986, 12B). Por el contrario, otros estudiosos han cuestionado el esencialismo en el uso y aplicación del término “campesino”, entre estos Kearney (1996) y Tocancipá-Falla (2005). Sin embargo, las miradas esencialistas sobre la relación campesinado-Naturaleza provienen de diversos campos y engloban posturas en apariencia opuestas. Por un lado, están los discursos que argumentan que los campesinos son buenos para el medio ambiente, por ejemplo, en la medida en que innovan en materia de prácticas agroecológicas (Toledo 1993). En esa misma línea, debido a la crisis ambiental que vivimos por la industrialización y el mercado globalizado, otros han reconocido al campesinado su esfuerzo para mantener los medios naturales y han argumentado que es esencial para alcanzar un equilibrio con la Naturaleza (Pérez-Vitoria 2010). Por otro lado, por ejemplo, entre autoridades estatales de conservación, persisten discursos donde los campesinos son vistos como “destructores ambientales, invasores y responsables de daños colaterales” (Bocarejo y Ojeda 2015, 2)2. Aun así, ambas corrientes esencializan a los campesinos, al restringir o enfatizar su relación con la Naturaleza mediada por el uso de los recursos que ella les provee.
Aparte del uso de los “recursos naturales”, hay otras maneras de interrelacionarse con la Naturaleza. Así, no es solo por su trabajo que el campesino establece una relación directa y especial con la Naturaleza. Los campesinos son heterogéneos en su concepción de la Naturaleza, sin embargo, existe la tendencia a caracterizarlos desde una epistemología o visión basada en la ontología relacional. En las ontologías relacionales, la Naturaleza es una parte del total de vínculos que constituyen la vida. Es la consciencia de las relaciones íntegras e interdependientes entre todos los seres y aspectos de la vida (Mignolo y Walsh 2018).
A través de las prácticas, las ontologías crean verdaderos mundos. Por ejemplo, la enacción de premisas sobre el carácter separado de la naturaleza, así como la forma de pensar en “economía” y “alimentación” lleva a la forma de agricultura del monocultivo (en contraste, una ontología relacional lleva a una forma de cultivo diverso e integral, como demuestra la agroecología para muchos sistemas de finca campesinos o indígenas); la enacción de una ontología dentro de la cual la montaña es un ser discreto e inerte, un objeto sin vida, lleva a su eventual destrucción, como en la minería a cielo abierto de oro o carbón. Si la montaña es vista como un ser sintiente, el tratamiento que se le da es completamente diferente. (Escobar 2014, 58)
Para autores como Gayatri Spivak (1987), el esencialismo es una opción estratégica en contextos poscoloniales. Ciertas autoconstrucciones esencialistas “no solo son políticamente estratégicas, sino más aún, son contra esencialistas en sus resultados” (Cid y Hinrichs 2015, 350). Según Astrid Ulloa, el esencialismo del “nativo ecológico” puede resultar bueno para los movimientos indígenas y ambientalistas (2005, 89). Para el campesinado inteño, una autoconstrucción esencialista, tal vez identificándose con la ontología relacional, puede ser estratégica en defensa de la Naturaleza.
La problemática subyacente a la propuesta de este artículo radica en la concepción de Naturaleza propia de la epistemología hegemónica del esquema moderno, promovida por Bacon y Descartes, quienes sentaron el principio de la separación entre los seres humanos y la Naturaleza, para afirmar la superioridad de los primeros sobre la segunda. “El deseo, el derecho y la necesidad concebida de dominar, controlar y apropiarse de la Naturaleza son constitutivos de la racionalidad, la ciencia y el orden moderno/colonial occidentales” (Walsh 2015, 104)3. Algunos dualismos fundamentales en la modernidad son: naturaleza/cultura, nosotros/ellos y sujeto/objeto (Escobar 2013). Además de la dicotomía binaria entre urbano-superior y rural-homogéneo, la racionalidad hegemónica de la modernidad implica la dicotomía entre progreso-agronegocio y atraso-campesinado. Este paradigma de divisiones binarias jerárquicas ha persistido hasta el presente y emerge actualmente en los discursos y miradas de ciertos actores en Íntag. Es el origen de muchas tensiones y conflictos derivados de la heterogeneidad de epistemologías y actores en juego.
Es por la dominante presencia del esquema moderno-capitalista que las teorías sobre el fin, la metamorfosis y posibilidades de resistencia del campesinado han sido exploradas (véanse, por ejemplo, Sevilla y Molina 2005; Silva 2011; Carvalho 2005). La “condición campesina”, según Jan Douwe van der Ploeg (2008), se caracteriza por una lucha constante por construir autonomía, desde numerosos elementos enlazados que permitan soportar, sobrevivir y distanciarse del ambiente hostil creado por enfrentarse al mercado capitalista. Algunos elementos clave, en dicha lucha, son la autonomía por el control de recursos, la coproducción entre el ser humano y la Naturaleza, en interacción continua y transformación mutua (Ploeg 2010; 2008).
La importancia de un análisis contextualizado, que destaque las voces locales (Ruiz 2003), es evidente y se explica porque “los movimientos sociales rurales incorporan grandes números de familias campesinas en procesos autogestionados […] dependiendo de las realidades locales. Esto significa que el conocimiento local y el ingenio de las familias campesinas se convierten en los elementos clave” (Rosset y Martínez 2016, 287).
Asimismo, las concepciones sobre la Naturaleza tienen sentido o significado solo al situarlas en un contexto particular, o sea, en el lugar de enunciación. Los significados no se derivan de la teoría occidental y no están descontextualizados, pues surgen “de una red compasiva de relaciones interdependientes que son diferentes y valiosas debido a esa diferencia” (Simpson 2014, 11)4. La riqueza y cercanía de la Naturaleza, la heterogeneidad social, las múltiples amenazas de la megaminería y la colonización, relativamente reciente, entre otros, son importantes factores para ubicar y entender las narrativas inteñas, pues distinguen e influencian las dinámicas del campesinado en la zona. Planteo que esta combinación de factores y contextos conduce a un análisis del campesinado distinto al de una relación directa con la tierra mediada por el trabajo agrícola. Se trata del campesinado presentado a través de subjetividades y relaciones basadas en sus propias concepciones de Naturaleza.
Íntag: el Contexto
Íntag es una zona rural y montañosa de los Andes, en la provincia de Imbabura, cantón Cotacachi, al norte del Ecuador. Tiene una extensión de 1489 kilómetros cuadrados (CMI 2012) y su elevación varía entre 400 y 3000 metros sobre el nivel del mar. Es un área/territorio definido con base en los aspectos naturales (bosque nublado) y geográficos (la cuenca del río Íntag). El nombre “Íntag” no es reconocido oficialmente por el Estado. (Figura 1)
Fuente: Zona de Íntag, Ecuador. 2020. Sylvia Seger, “Google Maps” https://www.google.com/maps/d/edit?hl=en&hl=en&mid=1jGcBerYpUNRMOeACUWLG9bvcJPpWT4Qj&ll=0.32501026626984886%2C-78.80453934882945&z=10 (28 de mayo de 2020).
En términos de riqueza biológica, Íntag es una de las zonas más importantes de Ecuador (Hidrointag 2008). La biodiversidad y el endemismo en la vegetación original de los bosques en Íntag son de alto valor ecológico y ambiental (Kocian, Batker y Harrison-Cox 2011).
En la zona de Íntag hay 76 comunidades, donde viven 13 102 personas (INEC 2010), distribuidas en siete parroquias5 de los cantones Cotacachi y Otavalo en la provincia de Imbabura, Ecuador. Las parroquias inteñas tienen características distintas entre sí y son diversas en cuanto a su dinámica social, económica, política y ambiental. Las comunidades de Íntag están conformadas primordialmente por habitantes que residen en fincas dispersas6, pues se trata de una zona alejada de difícil acceso.7 Ciertos sectores de Íntag tienen decrecimiento poblacional (Municipio de Cotacachi 2016), en gran parte, como resultado de la migración hacia otras zonas en busca de trabajo o educación. En términos de identidad étnica, alrededor del 60 % de la población es mestiza; el 30 % indígena y el 10 % afrodescendiente (López 2012, 85).
Un aspecto importante para la autoidentificación de campesinado en Íntag es la caracterización de la zona como campestre, boscosa y rural. Otro aspecto tiene que ver con la reproducción de la vida, puesto que muchas familias campesinas se han dedicado durante años a actividades agrícolas y ganaderas, por lo general, a pequeña o mediana escala. Las fincas y comunidades están dispersas en todo el territorio y a un buen número de las primeras se accede a través de caminos no pavimentados o senderos. Según las cifras de la encuesta realizada por López Oropeza a 250 hogares inteños, entre noviembre de 2010 y enero de 2011, el 83 % de los participantes poseía tierras y el tamaño promedio de las propiedades era de 10.3 hectáreas (López 2012, 100).
La “condición campesina” y la reproducción de vida histórica y actual radican en el medio ambiente. Las actividades económicas más importantes en la zona incluyen la agricultura, con predominio del cultivo de café y fríjol, y la ganadería. Sin embargo, a partir de los años noventa se han impulsado otras actividades productivas -de comercio justo y sustentable- como el ecoturismo, la elaboración de artesanías, etc. Muchas de estas actividades y asociaciones, productivas y sustentables, son repuestas a la necesidad de diversificar las tareas generadoras de ingresos como alternativa a la megaminería. Desde los años noventa hasta hoy, Íntag tiene una conflictiva historia por la presencia de empresas mineras en la zona, resultado del afán estatal por promover las actividades extractivistas. La resistencia local contra la apropiación de la Naturaleza, el territorio y la vida, por parte de la megaminería, es constitutiva de la identidad campesina para muchas personas, aunque no para todas, porque esta actividad ha causado divisiones sociales en toda la zona.
Es esta combinación única en la zona de Íntag: la heterogeneidad demográfica, rural y agrícola; la riqueza natural y la alta biodiversidad, así como las tensiones socioambientales, la que amerita una exploración del campesinado con respecto a la Naturaleza y su concepción sobre esta.
Narrativas y Nociones Metodológicas
Las nociones y posicionamientos metodológicos fueron determinados por los saberes y prácticas compartidas, a través de conversaciones, diálogos e interacciones, durante tres décadas de nexos personales y profesionales con la comunidad y los bosques de Íntag, incluyendo cuatro años de convivencia en una finca en la parroquia Plaza Gutiérrez, a sesenta minutos a pie de la comunidad de Santa Rosa. Por ser parte de la comunidad, socia del proyecto apícola y participante en reuniones, fiestas, conferencias, mingas y talleres en la zona, mi intención era posicionarme desde y con, en lugar de hacer un estudio sobre (Walsh 2014). Ya que el trabajo de campo se acercó a las metodologías decoloniales, este texto es un intento en ese mismo sentido, al enfatizar que los campesinos hablan por sí mismos. Así, a continuación, se incluyen múltiples fragmentos de sus narrativas, de modo que sus palabras sean una guía individual para la comprensión de la relación Naturaleza-campesinado.
Como parte de mi investigación doctoral, entre octubre de 2015 y agosto de 2019, documenté más de ochenta entrevistas informales, conversaciones e historias de vida. Transcribí las registradas en audio, la mayoría de ellas para la inclusión de ciertas narrativas, con previa aceptación de los involucrados, mediante consentimiento libre e informado. Las personas cuyas reflexiones se incluyen en este artículo son identificadas con seudónimos. Cuando no se especifica, el entrevistado típico es madre o padre de familia, residente en finca propia de pequeña o media escala, con un promedio de cuarenta años de edad y cuenta con educación básica8. Algunas de las personas entrevistadas se dedican a otras actividades además del trabajo agrícola tradicional en sus fincas. De hecho, este mismo grupo de campesinos ha estado activo en el movimiento antiminero y en otras organizaciones de base con presencia en toda la zona de Íntag. Al seleccionar las narrativas, mi intención no ha sido representar a todos los campesinos de Íntag, ni abarcar los distintos posicionamientos que existen entre ellos. Siguiendo a Yie Garzón (2015), reconozco que las narrativas no son neutrales, pues son producidas desde determinadas posiciones -en este artículo son casi todas pro-Naturaleza y antiminería- y tomadas de un campesinado igualmente concreto.
La Naturaleza “es Vida” y Otras Concepciones de Naturaleza: Narrativas Inteñas
El concepto de Naturaleza se construye de varias maneras y desde distintas posiciones en todo el mundo, pero, grosso modo, unas posturas representan la visión dominante moderna y otras provienen de lógicas distintas. A continuación, se ofrecen reflexiones y planteamientos, en las palabras del campesinado de Íntag, sobre sus conceptualizaciones de Naturaleza, sus interrelaciones y perspectivas de cuidado. “La Naturaleza es la vida”, “nuestra madre” y da “vida”, es la visión más dominante y frecuente en las expresiones de los campesinos. De manera intrínseca a la formula Naturaleza=vida existen numerosos conceptos conexos que forman parte integral de su identidad como campesinos.
La mayoría de los entrevistados mencionó que la Naturaleza lo rodea a uno y abarca todo Íntag, porque la Naturaleza es “todo el medio en que vivimos” (Oscar, entrevista con la autora, julio de 2016) y “el todo lo que nos rodea aquí en nuestro campo” (Facundo, entrevista con la autora, julio de 2016). Es “todo lo que está alrededor, como los árboles, las aves, las especies que hay en toda la zona” (Marco, entrevista con la autora, agosto de 2016). La Naturaleza que rodea todo implica que esta es innata a la vida inteña, “para mí, es todo lo que nos rodea […] todo lo que nos da la vida es la Naturaleza” (Sofía, entrevista con la autora, octubre de 2015). Otras entrevistadas detallan aún más lo que significa la Naturaleza: “parte de nuestra vida es la Naturaleza […] porque tenemos aire sano, el agua limpia, todas esas cosas” (Teresa, entrevista con la autora, diciembre de 2016). La Naturaleza es “vida” (Anita, entrevista con la autora, junio de 2018) porque “la Naturaleza nos da de comer, dónde vivir y todo, por eso creo que es la vida misma” (Guadalupe, entrevista con la autora, octubre de 2015). Asimismo, la Naturaleza “es nuestra madre, se puede decir, porque gracias a ella tenemos las plantas, tenemos la vida más que todo” (Julia, entrevista con la autora, marzo de 2017) y “de esa Naturaleza vivimos, sobrevivimos, nos mantenemos” (María, entrevista con la autora, marzo de 2017).
El concepto de Naturaleza está construido también alrededor de la comunidad y los modelos de vida:
La Naturaleza no solo [es] el bosque, no solo el agua, personalmente, también, tener nuestros, nuestros modelos de vida. De vivir bien, no ofender a nadie. Porque de todo eso parece que es un motivo de la Naturaleza de bien vivir. Bien entre vecinos, entre compañeros, trabajar en amistad. (Mariapaz, entrevista con la autora, abril de 2016)
Además, la comunidad puede vivir bien por la Naturaleza “porque es sana, porque se anda tranquilamente, no hay peligros ni nada, no hay ni animales de tenerles miedo, ni tampoco gente ladrones, nada. Por aquí se anda con toda tranquilidad” (Esmeralda, entrevista con la autora, marzo de 2017).
Algunas personas entrevistadas hacen una comparación entre la vida urbana y la campesina: “la relación que tengo con la Naturaleza es que yo me siento muy bien aquí. Estar en el campo es lo más hermoso que usted puede sentir, respirar un aire puro aquí en la Naturaleza es lo más bonito” (Mateo, entrevista con la autora, marzo de 2017). Estar “aquí”, en el “campo”, sienta bien y contrasta con el sentimiento que surge cuando uno se siente afuera: “me gusta más la Naturaleza que las ciudades […] es más tranquilo [aquí], se siente más libre, menos presionada, y en este sentido creo que es bueno vivir así” (Guadalupe, entrevista con la autora, octubre de 2015). Vivir con y en la Naturaleza evoca el sentir y las experiencias vividas:
La Naturaleza tiene mucho de disfrutarle […] como es así, como es la Naturaleza llena de árboles, de vida, de biodiversidad, de tanta flora y fauna, que es lo más apreciado que le hace la Naturaleza. Entonces yo creo que por eso hay que mirarle y hay que apreciarle mucho. [La Naturaleza me hace sentirme] bien. Segura. Aquí en el campo yo estoy segura de vivir aquí porque tengo una alimentación que se siembra, produce. Y no tengo que estar preocupada de tal vez de alguna cosa, que, por cuestiones del hombre, por ejemplo, como en las ciudades. Hay grandes peligros que están puestos allí […] El aire mismo para vivir ya está contaminado. El agua viene de distintos lugares y tiene que ser tratado. En cambio, aquí ya tenemos todo. La seguridad misma de la Naturaleza […] yo creo que en el lugar al menos donde estamos […] aquí está bien y seguir aquí disfrutando de que nos da la oportunidad de seguir aquí en esta Naturaleza que vivimos. (Sofía, entrevista con la autora, octubre de 2015)
Al describir la Naturaleza, la mayoría de las personas expresan una visión que resulta de la yuxtaposición entre premisas relacionales y sentipensamientos. Sentipensar es el arte de sentir y pensar a la vez combinando el corazón con la razón (Fals Borda 2009; Escobar 2014; Galeano 1989). La siguiente declaración capta estos aspectos:
Mi relación [con la Naturaleza] es la vida que tengo, porque el paraíso en que vivo, el medio mismo en que vivo, me considero una parte de la Naturaleza. Un ser que estoy en medio en esta riqueza en esta Naturaleza que estoy creciendo y aprendiendo sobre ella. Porque eso es lo que tenemos en la Naturaleza, nos enseña todo y de allí tenemos todo. Nos enseña, nos muestra lo que queremos tener, lo que queremos hacer. Que la misma Naturaleza nos dice: “Hagamos, hagamos juntos la cosa”. Eso creo que es la mejor relación: la vida que lleva y la paz. La Naturaleza, como he dicho, Naturaleza es sinónimo de paz y de vida, de tranquilidad, de felicidad. Porque si no tenemos esto, estamos cortados de parte de nuestra vida y de la cadena misma que necesitamos para sobrevivir. (Rolando, entrevista con la autora, diciembre de 2015)9
Tal como evidencia la cita anterior, si la Naturaleza enseña y dice “hagamos juntos”, la relación intrínseca comprende una reciprocidad, un dar y recibir. Por tanto, no es una relación unidireccional de un humano “con” la Naturaleza, sino una relación “entre” dos. Es una relación mutua y en doble vía, sin jerarquías.
La Naturaleza para mí es la forma de vida entre una relación directa, entre el ser humano y lo que nos rodea. Hay una relación directa. Si yo vivo, vivo la Naturaleza, vivo yo, es una relación directa. Eso es lo que creo y que ambos, tanto la Naturaleza como el ser humano, como yo en este caso, tengo que dar parte de mí para ella y ella tendría que dar parte de ella para mí. (Rosa, entrevista con la autora, abril de 2017).
Algunas declaraciones apuntan a que la reciprocidad, como base de dicha relación, es obligación de los seres humanos:
Creo que depende de nosotros para que una Naturaleza esté sana. Para que todo esté en armonía. Entonces, si tenemos una Naturaleza sana, tenemos un ambiente sano, tenemos una salud sana. Creo que está donde estamos viviendo, en sí, tenemos casi estas condiciones para poder vivir en paz. (Juan, entrevista con la autora, diciembre de 2015)
Asimismo, subrayan que “a la Naturaleza tenemos que respetarle, amarle” (Jimena, entrevista con la autora, diciembre de 2015). Muchas narraciones inteñas incluyen y resaltan la importancia del cuidado y la conservación de la Naturaleza; “cuidar, conservar y proteger” son maneras de relacionarse con y en la Naturaleza, así como de concebirla.
Para mí la Naturaleza es importante porque hay muchas cosas que existen en la Naturaleza que nos han contado, y seguimos nosotros también poder conservar y dejar a nuestros hijos para que conozcan cómo es, ha sido y es la Naturaleza. La Naturaleza es tan bondadosa que nos alimenta de todo. Cómo nos da el agua, el aire, el espíritu de cada una de las personas que tenemos un espíritu de, y de conciencia de, una conservación. (Jorge, entrevista con la autora, febrero de 2017)
Al hablar de la Naturaleza, la mayoría de estas narraciones inteñas exteriorizan o sugieren una conceptualización holística, relacional y sentipensada. En consecuencia, implican una aproximación que envuelve lo físico, abstracto, espacial, social y espiritual. La concepción de Naturaleza solo como un “recurso” para “usar” no consta en sus visiones. Algunas de las personas entrevistadas señalan el papel que cumple la Naturaleza al alimentar el cuerpo, pero su percepción es más holística, puesto que también indican que alimenta el alma. Así, la Naturaleza tiene un significado mucho más profundo y amplio que el que implica una relación basada en la producción agrícola de la tierra.
Se trata de concepciones de la Naturaleza distanciadas de los planteamientos hegemónicos de la modernidad. En el caso de Íntag, la postura de la ciencia positivista, propia de lo que Arturo Escobar llama realismo epistemológico (2008, 122), es la que generalmente mantiene el Estado, aliado con la industria extractivista y con la academia biológica, las cuales fundamentan sus políticas y prácticas. Según Escobar, el realismo epistemológico incluye dos variedades, la perspectiva de la ciencia positivista y las perspectivas de la ciencia de sistemas; en el rango de posiciones epistemológicas a lo largo del eje esencialismo/constructivismo es más establecido el positivismo (Escobar 2008, 122). Por la heterogeneidad de la zona, la relación campesinado-Naturaleza no es una sola y existen numerosas distinciones entre las expresadas por el campesinado inteño y, también, por entidades y actores externos al Íntag, que juegan un papel y tienen influencia en la zona10. Como se verá a continuación, las distintas formas de concebir y relacionarse con la Naturaleza, tanto las que priorizan su cuidado como las que contrastan y riñen con esa visión, constituyen esa heterogeneidad en la que se generan múltiples y diversas tensiones.
Tensiones Arraigadas en el Cuidado de la Naturaleza: Narrativas Campesinas
Defender la Naturaleza es defender la vida y en esta lucha estamos. Ya estamos más que 20 años y creo que seguiremos. (Rosa, entrevista con la autora, abril de 2017)
Este epígrafe destaca que defender la Naturaleza es un principio implícito en la defensa de la vida inteña. Íntag es reconocida como una zona de resistencia socioambiental y, obviamente, lo es porque en la zona hay tensiones socioambientales. Además de la resistencia a la minería, también existen tensiones relativas a otras actividades en ese campo. A continuación, se indican tres espacios tensionales que son resultado del encuentro entre personas, grupos o entidades con distintas nociones sobre el “cuidado de la Naturaleza”. El primero histórico, pues a través de la expresión “más antes”, expone tensiones con legados y lógicas del pasado; el segundo da cuenta de los desacuerdos entre personas de la comunidad inteña; y el tercero, entre actores de la comunidad y entidades externas.
Tensiones Arraigadas en el Más Antes
Cuando la gente de Íntag habla del “más antes”, se refiere al pasado colonial, no en el estricto sentido cronológico adjudicado al período histórico conocido con el mismo nombre, sino a un legado de más de 100 años que perdura hasta la actualidad, en la forma en la que el campesinado inteño construye sus concepciones sobre la Naturaleza, se relaciona con esta y reproduce la vida inteña. En consecuencia, cuando los campesinos actuales de Íntag hablan de “la gente antigua”, se refieren a los abuelos y colonos que llegaron durante el siglo XX. La colonización de la zona empezó cuando los primeros colonos, en busca de tierra, llegaron alrededor de 1870 (Latorre, Walter y Larrea 2015). Debido al difícil acceso y a las duras condiciones, solo unos pocos llegaron antes del siglo XX, pero se produjo una apertura como resultado de dos eventos: un camino de herradura habilitado en la década de 1870 y una carretera implementada durante las décadas de 1960 y 1970.
Los colonos, que inicialmente poblaron y consolidaron las áreas más planas, llegaron huyendo de las haciendas serranas en busca de terreno propio, trabajo y una mejor calidad de vida para sus familias. De allí se extendieron hacia áreas más remotas y pendientes, lo que conllevó a la tala y desbroce de bosques para la agricultura (Vandegrift et al. 2018). Los bosques delimitados por líneas rectas, que marcan las fronteras entre los campos agrícolas, atestiguan la transformación experimentada por Íntag como consecuencia de la colonización, la agricultura y la deforestación. En su estudio monográfico de 1962, Alfredo Albuja Galindo señala que en Íntag “la población es de 6 672 habitantes acariciados por las duras, pero gratas luchas agrícolas […] en la lucha constante con la selva, al golpe del hacha y del machete, saborean el jugo saludable de sus labores” (Albuja 1962, 226).
Las lógicas y perspectivas del “más antes” pueden entrar en conflicto con las de ahora, porque para los campesinos los saberes y prácticas respecto a la Naturaleza han cambiado. Un ejemplo es la práctica de la quema para limpiar un terreno antes de sembrar:
La gente más antes, parece que, o sea, no sé, era algo psicológico que ellos, llegaba el verano y prendían por donde quiera. […] Eran mitos de la gente antigua. Por ejemplo, decían que ‘hay que quemar porque eso atrae la lluvia’ o algo así. (Marco, entrevista con la autora, agosto de 2016)11
La señora Yanet dedicó toda su vida a trabajar como profesora en las escuelas inteñas, que en su mayoría cuentan con una sola docente. Ya jubilada, vive en un pueblo donde ya no queda bosque natural cerca, debido a la deforestación, la expansión agrícola y los patrones de asentamiento y colonización. Según Yanet, este es un legado de “más antes”,
porque las personas iniciales, nuestros padres, nuestros abuelos eran de este carácter muy colonizador, muy colonizador. Y eso fue una de las primeras bases erróneas de todo eso. Pero después fueron tomando conciencia y, bueno, ahora ya saben que es muy útil, muy necesario conservar. Pero, asimismo, el espíritu no nos permite, unos lo hacen y otros no, el espíritu colonizador que tienen. (Entrevista con la autora, marzo de 2017)12
El legado del “espíritu colonizador” proviene el pasado y se evidencia en la tierra alterada por las prácticas colonizadoras, perjudiciales para la Naturaleza. Según Yanet, este “espíritu colonizador” adolece de falta de conciencia ambiental y en él radica el problema actual. Sin embargo, según el testimonio de don Manuel, uno de los primeros colonizadores que llegó hace más de medio siglo, y su conciencia sobre el “más antes”, el Estado tuvo la culpa: “Cuando yo entré a afincarme aquí, en las oficinas para adjudicar las tierras decían: ‘tiene que tener trabajada la mitad para adjudicar’. Talar no era culpa de nosotros” (Entrevista con la autora, diciembre de 2015).
Tensiones Entre Personas de la Comunidad Inteña
Por ser una zona marcada por la heterogeneidad, es comprensible que en la actual comunidad inteña existan distintas posturas sobre el cuidado de la Naturaleza, que potencian tensiones entre sus habitantes. Para los campesinos que valoran la Naturaleza en sí misma, las acciones de la gente que no comparte este principio crean problemas. Estas tensiones giran alrededor de las prácticas y creencias como: la siembra de monocultivos, la deforestación y los intereses económicos.
Una fuente de discordia y tensión dentro de la comunidad campesina obedece a la adopción de determinadas prácticas agrícolas y, en algunas partes, al salto hacia los monocultivos intensivos:
Están sembrando en cantidad plantas ya con químicos, naranjilla, granadilla, tomate […]. Ya fumigan para que se mueran las hierbas, así más rápido se seca la hierba y siguen sembrando […]. Porque le ven lo más fácil, lo más que pueden venden. […]. Pero lo barato, lo que es barato siembran en cantidad y con menos trabajo solamente en base de químicos. (Anita, entrevista con la autora, noviembre de 2016)13
Los productores grandes también crean tensiones relacionadas con la tenencia de tierra:
Sacan a su producción y […] han ido a invertir en Cotacachi, en Otavalo, su mayoría. Pero no le han regresado el abono que necesita, no le han regresado el cuidado que necesita, los minerales, ¿no? Entonces, como hay suficiente territorio, entonces ya no me produce aquí, me voy más aquicito, me voy más arriba, y vamos acabando el bosque. (Rosa, entrevista con la autora, abril de 2017)
De acuerdo con los enfoques que definen al campesinado a partir de su función eco-agrícola, la incursión del agronegocio capitalista al campo es una fuerte amenaza para la vida y para los múltiples beneficios ambientales y sociales asociados a los saberes y prácticas campesinas. Sin embargo, la “revolución agroecológica” latinoamericana es fuente de nuevos caminos que desafían las políticas agrarias de la modernización neoliberal (Altieri y Toledo 2011). “La agroecología ha sido un elemento clave en el proceso de recampesinización y la reconfiguración de los territorios en territorios campesinos” (Rosset y Martínez 2016, 286).
En cuanto a la deforestación y reforestación, la abuela Isidora ofrece esta reflexión: “Lamentablemente, la tala de árboles es lo peor que puede existir. Vinieron los motoserristas y por ganarse el dinero fácil tumban los árboles primarios y nuestra Naturaleza, golpeándose cada día más y más” (entrevista con la autora, octubre de 2015). Incluso entre las personas que están en contra de la deforestación existen tensiones. Por ejemplo, la costumbre de algunas personas de reforestar para cuidar la Naturaleza, difiere de la visión de otras que, como Manuel, simplemente deciden “no vender” sus árboles a los madereros. Asimismo, las numerosas cuestiones en torno a la deforestación y reforestación entran en tensión como resultado de las diferentes concepciones sobre cómo cuidar la Naturaleza.
Para los campesinos enfocados en cuidar la Naturaleza, las prácticas y actitudes de las personas que no la cuidan tienen impactos fundamentales en su vida. La diferencia entre intereses y propósitos es marcada en la zona y conlleva tensiones: “Sí hay bastantes diferencias. Porque mucha gente que tiene otros intereses, sean, pueden ser políticos o personales” (Rafael, entrevista con la autora, abril de 2016)14. Por ejemplo, la influencia de factores e intereses económicos:
He tenido muchos compañeros que han sido más intereses económicos, porque, bueno, viene alguien, les dicen más que “aquí vamos a sacar la madera”. O tal vez, por ejemplo, por adentro, por Junín hay los metales. La gente piensa de allí al sacar los metales piensa que van a tener un buen ingreso, ingreso económico. Pero yo creo que al largo tiempo lo que estamos viviendo ahora con una Naturaleza así, tan verde, vamos a tener un mejor futuro que tener sacando los materiales por debajo de la tierra. Pero sí hay gente que en verdad piensa solamente en lo económico y tener solamente sus posibilidades económicas sin importarles ni siquiera lo que venga después, la calidad de vida. […] Entonces es ser egoísta, uno mismo ante los propios hijos, familia y la demás población igual. (Rafael, entrevista con la autora, abril de 2016)15
Otra tensión entre la gente inteña es resultado del nivel de conciencia o educación acerca de la importancia de cuidar la Naturaleza: “Muchas campañas de educación, eso puede ayudar para que se permanezcan los bosques” (Tania, entrevista con la autora, febrero de 2017)16. Numerosas narrativas se refieren a otras tensiones entre campesinos, relacionadas con la falta de colaboración comunitaria, el individualismo y el “que-me-importismo”.
Tensiones Entre la Comunidad de Íntag y los Actores o Entidades Externas
La tensión más obvia entre quienes habitan Íntag y los actores o entidades externas es la minería. El Estado y las empresas mineras extranjeras en la zona causan antagonismos entre y con los campesinos de Íntag. La exploración de minerales metálicos en las parroquias de García Moreno y Peñaherrera inició a principios de la década de 1990. Las empresas mineras de esta concesión, que ahora se llama Llurimagua, eran Bishimetals (1991-1997), Ascendent Copper (2004-2007) y, desde el 2012 hasta ahora, un consorcio de la Empresa Nacional Minera del Ecuador (Enami EP) y la empresa estatal chilena Corporación Nacional del Cobre (Codelco). Actualmente, el proyecto minero Llurimagua se encuentra en la etapa de “exploración avanzada”, y su concesión tiene una superficie de 4 829 hectáreas (Enami EP. sf).
Por su resistencia y movilización local frente a la política extractivista y las concesiones mineras, la zona de Íntag se considera un caso emblemático de lucha en este tipo de conflictos socioambientales. Además de la gente inteña, los grupos de movilización incluyen organizaciones zonales, nacionales e internacionales, gobiernos parroquiales y cantonales, etc. Las formas de movilización han sido muy variadas, desde manifestaciones, re-apropiación de espacios mineros, proyectos de conservación, campañas de educación ambiental, etc. Pero no todos los campesinos en Íntag participan en la resistencia ni piensan igual. En la encuesta realizada a 555 mujeres inteñas, por la Coordinadora de Mujeres de Íntag (CMI) en 2012, a la pregunta “¿Qué piensa usted de la minería en Íntag?”, el 70,93 % de ellas respondió que estaba en contra, porque “la actividad divide las comunidades y destruiría su agua, sus fuentes de ingresos, su entorno natural, la tranquilidad y una forma de vivir”. Las inteñas a favor de la minería fueron el 14,23 %, debido a que “la consideran como una forma de acceder a un empleo” (CMI 2012, 94), y el porcentaje restante respondió que no estaba a favor ni en contra o, simplemente, se declaró sin opinión.
La concesión Llurimagua ha sido el eje de la actividad minera en la zona por dos décadas, pero hace pocos años la problemática se extendió a casi toda la zona, cuando el Gobierno central otorgó múltiples nuevas concesiones a transnacionales mineras. “A lo largo de 2016 y 2017, el Gobierno ecuatoriano anunció concesiones para más de 2,9 millones de hectáreas (7,17 millones de acres) de tierra para exploración minera” en el país (Vandegrift et al. 2018, 1). En Íntag, con la nueva ola de concesiones, el 80 % del territorio de la zona se encuentra adjudicado o en trámite de adjudicación a empresas mineras (Arcom 2018). (Figura 2)
Fuente: cortesía Carlos Zorrilla, elaboración y fuente: Defensa y Conservación de Íntag (Decoin), 2018.
Como resultado de tantas nuevas concesiones, es probable que la zona de Íntag ahora esté enfrentando transformaciones o transiciones críticas en la reproducción de la vida del campesinado. La relación con la Naturaleza y la concepción que existe sobre esta también serán impactadas. En este contexto es necesario entender los desafíos y complejidades del campesinado inteño. Aunque la minería es la fuente más importante de tensión desde el exterior, en las narrativas no siempre es el eje del conflicto. Más bien es vista como síntoma o como ejemplo de las diferencias epistemológicas propias de la vida campesina. Al respecto, las personas inteñas reconocen ambas escalas -visiones locales y perspectivas globales/nacionales-, porque saben que están íntimamente entrelazadas. Por ejemplo, Juan cuestiona la injusticia y desigualdad, al considerar la contribución que hacen las personas del campo, frente a la de las grandes entidades externas, en materia de responsabilidad por la contaminación de la Naturaleza:
Bueno, creo que de a poco la gente que está en el campo trata, no cierto, en lo mínimo de afectar al bosque, a la Naturaleza. Pero creo que con lo poco que podemos hacer nosotros en el campo no es suficiente cuando las grandes contaminaciones están en otros lados presionando, por ejemplo, las grandes transnacionales, el mismo Gobierno que saca el petróleo, que explota las minas. Por ejemplo, en estas grandes fábricas para hacer todo tipo de cosas que sirven para la humanidad están siempre quemando, quemando, quemando, quemando combustibles, botando humo. Entonces creo que, si nos ponemos a hacer un balance, de quiénes contaminan más, creo que son las grandes empresas, las ciudades. (Entrevista con la autora, diciembre de 2015)17
Al Estado se atribuyen múltiples tensiones ambientales por promocionar el extractivismo. No obstante, las narrativas también destacan distintas maneras de concebir las tensiones derivadas del choque-encuentro entre diversas nociones acerca del “cuidado de la Naturaleza”. Por ejemplo, frente al Estado, Sofía expresa:
Claro, el país, a veces, como dirigentes de los países, como los altos que están, esperan porque hay tantas necesidades que tienen que cumplir. Pero igual solo ponen los ojos en cosas más grandes como el petróleo, la minería y cosas así, pero no tienen otra alternativa tal vez. Aquí, por ejemplo, en nuestro país, creo que hay muchas alternativas. De aprovechar el sol, el aire, que igual nos podríamos, o sea, no tendríamos que hacer mucho para aprovechar eso. Porque mineral que está debajo del suelo es donde se daña todo para aprovechar. El sol no creo que necesitamos hacer tanto daño, para aprovechar, el aire, igual, no tendremos que hacer tanto daño como botar montañas para sacar lo que hay en este suelo. (Entrevista con la autora, octubre de 2015)18
En la cita anterior se cuestiona al Estado ecuatoriano y a otros, en relación con el esquema y la política que limitan la identificación de otras alternativas económicas. A continuación, Juan cuestiona también el consumismo y el desperdicio -el patrón moderno capitalista-:
Creo que sí, y es necesario que, tanto en la ciudad como en el campo, se empieza a hacer un poco más de conciencia porque cuánto consumo, cuánto desperdicio y todo. Porque hagamos cuenta, que dicen que en las grandes ciudades o en los países que tienen mucho dinero el desperdicio es fatal. Entonces creo que el hecho de tener dinero no es que yo con este dinero compro toda la producción que venga de cierto país y soluciono este problema. Ese país cada vez tiene que, botando más bosque, más bosque, más bosque, para producir para ese país que está consumiendo a medidas, digamos no, porque según lo que cuentan es que hay un desperdicio increíble. (Entrevista con la autora, diciembre de 2015)19
Otra manera de interpelar el patrón moderno capitalista aparece en la narrativa de Sofía, quien se refiere a la tensión por la migración como opción opuesta a la de valorar la siembra:
Yo creo que la mejor manera [de cuidar la Naturaleza], o sea, no es explotándola, así no pensando en el recurso económico. Debemos siempre pensar en que tenemos que dejar eso así bien, para que tengan oportunidad las demás generaciones también. Si ahora la aprovechamos ahora, hacemos todo, para después esa va a quedar todo aséptico. Incluso lo que hay que ir más valorando, conservando, es el tema de sembrar, de ir manteniendo esto de la agricultura. Eso es lo que creo más bien tendríamos que seguir impulsando a las nuevas generaciones porque a veces así piensan que la agricultura no es rentable y es mejor que los jóvenes vayan a estudiar que ya se vayan para servicios otros, donde no tienen nada que ver con la agricultura. Pero al final, no vamos a quedar, no van a quedar muchos en el campo y ¿de dónde vamos a sobrevivir? A veces todo tiende a la tecnología […]. Yo creo que conservar la Naturaleza, creo que es lo que debemos hacer. (Entrevista con la autora, octubre de 2015)20
Según Rolando es “difícil”, pero, para “irse del problema”, hay que dejar a un lado la modernización y la tecnología:
Me he puesto a reflexionar y he dicho “chuta, es difícil”, pero lo mejor de conservar la Naturaleza es vivir el día a día sin pensar en comodidades, sin entrar mucho la tecnología, y viviéndola, algo natural mismo. Sin darnos como sea mucha comodidad o lujo de estar actualizado con la tecnología mismo. Si dejáramos al lado esa modernización, esa tecnología que cada día va creciendo e irse del problema. La tecnología es la que día a día va destruyendo más y más el planeta, la misma Naturaleza. Porque estamos siempre tratando de mejorar y mejorar con cosas que no son factibles al medio, a veces destruyendo mismo la Naturaleza. Por ejemplo, eso es lo que trae una mina, ¿no?, explotar para hacer más cosas para que la gente pueda vivir con más comodidad o facilísimo, metidos en, con otro tipo de basura. (Entrevista con la autora, diciembre de 2015)21
Como se desprende de las narrativas, el principal actor/entidad en tensión, desde el exterior, es la minería, pero hay múltiples reflexiones y perspectivas asociadas a otros temas. Cuestiones sobre el sistema-mundo (Wallerstein 2006), el esquema moderno, el Estado y los modos de vida, etc. Se trata de problemas que se resuelven en la vida campesina y que reafirman su concepción y cuidado de la Naturaleza.
A Manera de Cierre
Las reflexiones con y desde las narrativas inteñas interfieren con las premisas más tradicionales sobre el campesinado. Por ejemplo, con el énfasis en el eje de la tierra para la producción agrícola y con el uso de recursos naturales (Sevilla y Soler 2009); la tierra y la agricultura no han sido medulares en las narrativas alrededor de las concepciones de Naturaleza. Este caso, en particular, revela algunas falacias sobre las configuraciones en torno al campesinado. Las mismas que han estado centradas en análisis descontextualizados y homogeneizantes respecto a los sujetos campesinos.
Para los campesinos en Íntag, la Naturaleza que rodea todo es “la vida” misma, y su cuidado es un valor integral para la vida en el campo. La relación campesinado-Naturaleza tiene características particulares en la zona, por las problemáticas que están impactando a la comunidad, en particular, la expansión de la minería extractiva. A partir de esos impactos se han producido y seguirán produciendo transformaciones y reafirmaciones de la conceptualización sobre la Naturaleza. Las narrativas presentes en este artículo rompen con los esencialismos negativos respecto al daño del campesinado a la Naturaleza e indican un proceso donde se autoconstruye un esencialismo estratégico.
Las concepciones de la Naturaleza, así como las tensiones expresadas en las narrativas inteñas, en particular, aquellas que surgen entre actores sobre lo que significa “cuidar la Naturaleza”, revelan que el campesinado en Íntag viene formulando relaciones innovadoras, cuestionamientos y posturas frente a la hegemonía de los discursos y prácticas sobre la Naturaleza y la vida. En la medida en que las tensiones y conflictos son fuente de transición o transformación, también crearán condiciones para la re-existencia o resistencia, como señalan Leff (2006) y Porto Gonçalves (2002). El campesinado en Íntag no es homogéneo y esa heterogeneidad proporciona perspectivas relevantes y aplicables sobre problemas de justicia social y justicia ambiental, tanto local como globalmente. Asimismo, nos orientan para aproximarnos a, o para reaprender, en palabras de Castro-Gómez, “una visión orgánica del mundo, en la que la naturaleza, el hombre y el conocimiento formaban parte de un todo interrelacionado” (2007, 83).