Introducción
El desarrollo de la agricultura en el mundo ha tomado importancia debido a la demanda constante de alimentos requeridos por la población (FAO, 2011), dada la exigencia por parte del consumidor en cuanto a las características nutricionales, organolépticas y medicinales del producto, con el fin de obtener el mayor aprovechamiento de las moléculas que lo componen y que beneficiarían la salud humana (Carbajal, 2013).
Debido a esto, el cultivo de quinua, originario de América del Sur, es de gran interés como alimento óptimo, limpio y con beneficios para la salud humana (Vega et al., 2010), así como suplemento en la alimentación animal (Jacob, 2014 y Pasko, et al. 2010) y transformación industrial (Bernal, 2015). Estas características han permitido que países como Bolivia, Perú y Ecuador sean pioneros en producción y comercialización (Álvarez y Benítez, 2014), garantizando que cerca del 80 % del grano producido a nivel interno se convierta en materia prima de consumo de alta calidad, dados el contenido de proteína, disponibilidad de todos los aminoácidos esenciales, vitaminas, minerales, fibra y ausencia de gluten que hacen de la quinua un alimento de importancia (Schmöckel et al., 2017) en países como Estados Unidos, Canadá, Inglaterra y España (Bazile et al., 2014).
En este sentido, la Organización de las Naciones Unidas (ONU) declaró al 2013 el “Año internacional de la Quinua” con el propósito de generar iniciativas en investigación acerca de temas como prácticas ancestrales en el cultivo, propagación, producción, pos-cosecha, agroindustria, comercialización e introducción en los sistemas agroalimentarios sostenibles, con el fin de perfilar este cultivo como principal alimento para la seguridad alimentaria en varias regiones del mundo (Bazile y Santivañez, 2014) logrando, así, incluirlo dentro de la lista de cultivos promisorios más importantes de las producciones agrícolas sostenibles (Cogliatti y Heter, 2014).
En Colombia, las iniciativas públicas y privadas para impulsar este cultivo han generado apoyo para pequeños y medianos productores. Así, departamentos como Nariño, Cauca, Cundinamarca y Boyacá representan el 100 % de la producción de este pseudo-cereal (Minagricultura, 2016), destinado para la obtención de grano y forraje en la nutrición animal (Rubio y Lemus, 2007). No obstante, el desarrollo de las labores en campo se ven influenciado por factores relacionados con condiciones agroclimatológicas, que inciden en el porcentaje de sostenibilidad de la unidad productiva, por ser complejos de controlar y condicionar (Mancilla, 2012).
En la actualidad, las investigaciones apuntan a la evaluación de adaptabilidad del cultivo, frente a factores bióticos, abióticos y socioeconómicos que favorecen el sistema de producción, según el entorno, propiciando la interacción suelo-planta-ambiente-hombre, que busca la armonía en la producción (Gómez, 2012), teniendo como principio que las plantas, como individuos autótrofos y seres primarios en la cadena alimentaria (Azcón y Talón, 2000), son la expresión del suelo donde se anclan y del clima que las rodea (García, 2014).
En esta reflexión, se describen los componentes de la relación suelo-quinua-clima, desarrollada para el cultivo en diferentes regiones del mundo, donde ha tomado gran importancia como alternativa nutricional y agroindustrial, así como de interés en la seguridad y soberanía alimentaria de los territorios.
Relevancia de la producción de quinua
Cultivos como la quinua han sido por muchos años un eslabón en el fortalecimiento de la agricultura familiar y campesina, ya que aportan a la seguridad, soberanía y autonomía alimentaria de los territorios (Díaz et al. 2015), lo que ha permitido la adaptación en muchas de las regiones que incursionan en la producción de este cultivo, a través de prácticas que requieren poca inversión económica y capital humano (Meyhuay, 2013), debido a que el empleo de la mano de obra familiar es la principal herramienta aliada al sistema de producción, permitiendo implementar prácticas agroecológicas a través de saberes campesinos, para fortalecer la proyección social del conocimiento científico (Plazas & García, 2017).
En Colombia, el desarrollo diversificado de especies asociadas con el cultivo de quinua ha generado valor agregado en las cadenas agroindustriales (FAO, 2013), a través de las producciones orgánicas y sostenibles, que involucran diferentes actores, como es el caso del territorio nacional, donde se desarrollan proyectos encaminados a poblaciones indígenas, de minifundios y pequeños agricultores de los departamentos de Cauca, Boyacá, Nariño y Cundinamarca (tabla 1) (Montoya, Martínez y Peralta, 2005).
LUGAR | PROPUESTA | REFERENCIA |
---|---|---|
Cauca | Fortalecimiento de la producción primaria y secundaria del cultivo de quinua en comunidades indígenas Caucanas para el desarrollo de la seguridad alimentaria. | (Universidad Nacional de Colombia, 2017) |
Boyacá | Producción de semillas de quinua de la mano con asociaciones campesinas municipios y universidades, en el marco del subprograma de recursos fitosanitarios de la Gobernación de Boyacá. | (Gobernación de Boyacá, 2017) |
Nariño | Seguridad alimentaria y nutrición: experiencias con huertas rurales de la comunidad chapacual Nariño. | (Caicedo, 2016) |
Fuente: autoría propia
La entidades gubernamentales y no gubernamentales territoriales han venido fortaleciendo la implementación y consumo de especies propias que aporten a la reducción de problemáticas nutricionales en Colombia, a través del acompañamiento técnico y económico en la producción primaria y secundaria, y en la comercialización de la quinua, mediante la consolidación de cadenas productivas que aporten a la estabilidad, resiliencia y adaptabilidad en los agroecosistemas tropicales (Cerón. 2002).
Por esta razón, diferentes entidades internacionales, como la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación, han impulsado la implementación de los Objetivos del Milenio para el Desarrollo Sostenible 2030, donde la mitigación y adaptabilidad a los efectos del cambio climático, son factores determinantes en la producción de alimentos de calidad y uso racional de los recursos naturales (Rubio, 2017). Por tal razón, el 2013 se promocionó como el Año Internacional de la Quinua, debido a su adaptabilidad a condiciones difíciles de clima y suelo que permite obtener alimentos de buena calidad en diferentes regiones del mundo.
El recurso suelo como factor de producción
Colombia cuenta con una amplia diversidad de suelos, donde cerca de 43,1 millones de hectáreas son aptas para producciones agrícolas (Minagricultura, 2011); sin embargo, tan solo 8,4 millones de hectáreas son dedicadas a esta labor (Dirección Nacional de Estadística - DANE, 2014); de allí que las producciones agrícolas se posicionen como el tercer renglón productivo que genera mayor degradación en los suelos, antecedido del pastoreo y la deforestación (Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo - PNUD, 2014).
Si bien, uno de los recursos de mayor importancia en la producción agraria es el suelo, respecto de las condiciones físicas, químicas y biológicas (García, 2006) es de resaltar que las plantas de quinua, por su alta variabilidad genética (Costa, 2014), tienen la capacidad de adaptarse a fenómenos de degradación de suelos por efecto de procesos ambientales y antrópicos (García, Miranda y Fajardo, 2004), generados por la influencia del laboreo y la mecanización que producen cambios en las propiedades del suelo, lo que deriva en desertificación y erosión (Plazas-Leguizamón & García Molano, 2014), como consecuencia de pérdida del material orgánico mineral, fijación de elementos, pérdida de estructura y de capa arable y desaparición de poblaciones microbianas, entre otros.
Los requerimientos nutricionales para la producción de quinua se enfocan en los elementos más importantes a la hora de realizar el plan de fertilización, tales como nitrógeno (N), fósforo (P) y potasio (K), además de calcio (Ca) y magnesio (Mg) (Nishikawa, 2012). En general, la planta requiere de altos niveles de N, que pueden ser suplementados mediante la presencia o aplicación de materia orgánica (García, 2006), dependiendo de factores formadores del suelo como clima y microorganismos para lograr su mineralización y formar parte del complejo órgano mineral del suelo (Castro, 1998).
Sin embargo, algunas países han desarrollado estrategias de aplicación de enmiendas orgánicas, que logran mantener los niveles de producción de quinua y que aportan al desarrollo de alternativas sostenibles para los pequeños productores, además de ser una necesidad inherente frente a las problemáticas de contaminación ambiental (Dixit, 2015) causadas por el uso indiscriminado de agroquímicos. Por tal razón la aplicación de abonos orgánico-minerales ha mostrado rendimientos en producción por hectárea, mayores en comparación a planes de fertilización mineral (García, 2017).
Características de la planta
La quinua es una planta que presenta sus más altos niveles de producción en alturas sobre 2400 y 3200 m. s. n. m. (Cerón, 2002); por esta característica, se clasifican cinco grandes grupos que van de acuerdo con las condiciones de adaptación a diferentes ambientes agroecológicos de los Andes, entre ellas: quinuas de los valles interandinos, quinuas del altiplanura, quinuas de los salares, quinuas de nivel de mar y quinuas de los yungas (García, 2017).
En Colombia, la producción actual de quinua es de 2550 hectáreas, con un total de 4781 toneladas, cultivadas principalmente en los departamentos de Nariño, Cundinamarca, Cauca y Boyacá (Ministerio de Agricultura y Desarrollo Rural - MADR, 2016) en donde se ha permitido aumentar la diversidad y cantidad de cultivares de quinua con la siembra de variedades predominantemente dulces, que presentan bajos contenidos de saponina (Apaza, 2013), con una mayor susceptibilidad al ataque por plagas debido a los bajos contenidos de compuestos preformados (Malaguti, 1997); además, se han implementado cultivares mejorados, que se han desarrollado a partir de variedades amargas, como alternativa de producción en condiciones adversas, ya que estas variedades, con altos contenidos de saponina, presentan mayor adaptabilidad al medio y resistencia a enfermedades y plagas (Melo, 2016).
Por esta razón, esta planta desarrolla estrategias adaptativas de acuerdo con su morfología y su anatomía; así, aunque se desconocen agentes simbióticos al nivel rizosférico, existen microorganismos de vida libre que facilitan la disponibilidad de algunos elementos minerales que son absorbidos por la raíz (Castillo et al., 2012) la cual presenta una comportamiento pivotante, que consta de una estructura principal muy ramificada con longitudes que pueden llegar hasta 1,5 metros según el suelo, la variedad y el clima (Gómez y Aguilar, 2016).
De igual manera, la aparición de hojas está relacionada con el clima, debido a que los niveles de precipitación son directamente proporcionales al número de estas (Meakawa, 2005), donde las más jóvenes presentan pubescencias vesiculares compuestas de oxalato de calcio que le dan a la lámina foliar la capacidad de incrementar la humedad, interviniendo así en el comportamiento de los estomas (Bojanic, 2011) frente a la adaptabilidad en climas secos y muy secos.
En relación con el tallo, este cambia en longitud y diámetro según la disponibilidad de agua y minerales, lo que puede ser influyente en la resistencia de la planta para el soporte de la inflorescencia que se encuentra ligeramente fundida al tallo y, además, puede cambiar, de acuerdo con la variedad, en laxa o compacta según la disposición de los glomérulos florales (Bhargava et al., 2007). Al respecto, el ambiente es un agente influyente en la arquitectura de la panoja, debido a que algunas inflorescencias compactas, son influenciadas por la precipitación durante su desarrollo, al conformar estructuras laxas (García, 2017).
Requerimientos climáticos
Esta planta es reconocida en el mundo por su amplia diversidad genética (Bonifacio, 2013), adaptabilidad a estrés hídrico (200-2000 mm anuales), temperaturas entre -1 °C y 35 °C (Canahua, 2012), y resistencia a diferentes rangos de fotoperíodo según las variedades (Jensen et al., 2000).
La mayoría de variedades cultivadas en Colombia pertenecen al grupo de quinuas de los valles secos a húmedos, y se caracterizan por presentar leve susceptibilidad a estrés hídrico (Mendoza, 2012). A pesar de que esta planta es una C3, posee alternativas de plasticidad metabólica que le permite acondicionarse a déficit hídrico o anegación, mediante mecanismos fisiológicos y bioquímicos (SESAN, 2013), razón por la cual expresan características fenotípicas determinantes de una zona; así, se han caracterizado rasgos de altura entre los 1 y 2,3 m, con ciclos vegetativos medios de 110-180 días.
Relación suelo-quinua-clima en diferentes regiones
El cultivo de quinua ha colonizado diferentes regiones del mundo y, a través de ellas, ha logrado expresarse de acuerdo con sus condiciones de suelo y clima, lo que repercute directamente en su respuesta morfológica, fisiológica y productiva (tabla 2).
La tabla 2 muestra la respuesta de la quinua a diferentes zonas del mundo; para el caso de Italia, la variedad blanca de Juli presentó alturas superiores a lo evaluado por Apaza (2013) quien determinó y estandarizó el crecimiento promedio para esta variedad, y encontró que la dispersión estaría cercana a 120 cm. Esta respuesta puede deberse a la aplicación de nitrógeno que, junto que el contenido de este mismo elemento en el suelo, aportó a la producción constante de tejidos, expresados en biomasa.
En Kirguistán, el establecimiento experimental con variedad de quinua regalona expresó un alto potencial productivo a pesar de las bajas precipitaciones, mostrando rendimientos por hectárea de 1,48 t; esto, como consecuencia del programa de mejoramiento genético desarrollado para esta variedad con el que se ha conseguido que presente mayor adaptabilidad a las condiciones de clima y suelo sin repercutir fuertemente en el potencial productivo.
Para el caso de la zona centro de Colombia, la producción de quinua ha estado regida por materiales genéticos no identificados, debido al uso de mezclas varietales que expresan constantemente cambios fisiológicos y fenológicos; no obstante, los niveles productivos son competitivos en comparación con los demás países expuestos en la tabla.
Dentro de las últimas incursiones de producción, Rumania es uno de los países que a finales de la última década desarrolló programas de sistemas agrarios diversificados por parte de entidades estatales y no gubernamentales, como estrategia a la reducción en el porcentaje de importación de este grano. Por esta razón, la producción de quinua se ha desarrollado a través de técnicas agronómicas adecuadas que han permitido rendimientos promedio de 1,7 t / ha-1) a pesar de que la precipitación es muy baja.
En el mismo sentido, Bolivia es uno de los países que presentan el mayor potencial productivo y de exportación de quinua en el mundo, gracias a la diversidad de semillas que expresan potenciales genéticos adecuados para cada región agroecológica en la relación suelo y clima, lo que le ha permitido ser el pseudocereal más importante en la seguridad y soberanía alimentaria de esta nación.
Por esta razón este cultivo, después de ser resaltado en el 2013 como el año internacional de la quinua, logró traspasar fronteras, gracias a sus propiedades nutricionales y potenciales agroindustriales, que la reconocen como alternativa de seguridad alimentaria en diferentes regiones del mundo, así como cultivo promisorio que se adapta con facilidad a condiciones edafoclimáticas adversas, a raíz del efecto de cambio climático.
Conclusiones
La amplia diversidad genética de la quinua y su rusticidad han permitido que esta planta exprese diferentes comportamientos morfológicos, fenológicos y fisiológicos, dependientes de las condiciones de clima y suelo, aspectos que deben ser tenidos en cuenta en los procesos de investigación para evitar el avance de la erosión genética. Esto, en la medida que Chenopodium quinoa Willd juega papeles de gran importancia en la seguridad y soberanía alimentaria para diferentes territorios suramericanos.