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versão On-line ISSN 2256-5493

Trab. soc. vol.25 no.2 Bogotá jul./dez. 2023  Epub 02-Jul-2024

 

RESEÑAS

Reseña del texto: Naturaleza común. Relatos de no ficción de excombatientes para la reconciliación Bogotá: CNMH, 2021, xxpp.

NATALIA CAROLINA PÉREZ MOTTA1 

ERIK SANTIAGO HERRERA PUENTES2 

1 Universidad Nacional de Colombia, Bogotá, Colombia

2 Universidad Nacional de Colombia


Juan Alvarez, coordinador creativo de la obra, describe los acontecimientos que lo llevaron a concebir esta idea. En primera instancia, menciona su paso por la Maestría en Escritura Creativa del Instituto Caro y Cuervo, y, junto con sus colegas, el diseño de una serie de talleres de escritura y edición comunitaria que fueron implementados en articulación con la Biblioteca Nacional de Colombia, haciéndose un lugar en las entonces Zonas Veredales Transitorias de Normalización (ZVT), ahora denominadas Espacios Territoriales de Capacitación y Reincorporación (ETCR).

Cabe mencionar que aquellos talleres tuvieron mayor acogida por parte de los pobladores de las veredas, más que por los mismos excombatientes. Álvarez atribuye dicha circunstancia, primeramente, al estigma que tiene la sociedad civil frente a ellos y, segundo, al esfuerzo que deben realizar para asegurar su supervivencia. Empero, los someros acercamientos que se dieron con algunos firmantes del acuerdo de paz labraron el camino para escribir relatos de no ficción en torno a su experiencia en y desde la naturaleza.

El compilador afirma que la idea se materializó a mediados del 2020, cuando el Centro de Memoria, Paz y Reconciliación sirvió de laboratorio creativo e interlocutor para comprender y pensar mancomunada-mente la escritura como tejido reparador. De ese modo, surge la propuesta Naturaleza común: relatos de no ficción de excombatientes para la reconciliación. El volumen reúne once relatos que narran las vivencias durante la insurgencia.

El primero de los relatos, denominado La espiral del caracol de Disney Cardoso, presenta la historia de Betty, una joven de 15 años que decidió huir de su hogar tras el abandono por parte de su familia. Se marchó con las FARC-EP, desesperada y sumamente desesperanzada por la existencia. Allí conoció al Gato y a la Gata, dos hermanos huérfanos con quienes solía jugar con caracoles. En el texto, Cardoso exhibe las implicaciones de ser niños, de llevar fusiles y del juego como forma para tramitar la realidad. Posteriormente, para la protagonista, la escritura también se convertiría en alternativa para tramitar otros aspectos de su vida y poder efectuar un proceso de memoria a través de ella.

Por su parte, Doris Suárez, en Un lector de la naturaleza, hace semblanza de Rollito, un campesino iletrado de 35 años que poseía gran destreza para situarse en el monte. Él se encargaba de guiar a su frente, identificando olores y distinguiendo la vegetación. Era una persona humilde, sensible y de buen corazón que por su carisma gozaba de considerable aprecio entre los campesinos y sus compañeros. Luego de enterarse de su fallecimiento, Doris narra esta historia como un proceso de duelo y remembranza.

En Terrenos, territorios, poblaciones, Manuela Marín reflexiona sobre la irregularidad de la geografía colombiana, primero, como característica que ha dado origen a un sinnúmero de ecosistemas en apariencia agrestes que, pese a ello, han sido colonizados y, segundo, como condición que la ha convertido en escenario favorable para el combate. En ese sentido, Marín destaca la organización de las personas para pervivir en aquellos lugares; no sin antes explicar la complejidad del territorio, las particularidades y las reivindicaciones que tiene este para ellos. Por ese motivo, resalta la importancia de la firma de los acuerdos como una manera de saldar las deudas históricas con estas comunidades y como hecho que aporta a que la justicia social sea una realidad.

El cuarto texto, denominado Mutatis Mutandis, escrito por Indira Cerpa, exhibe un relato introspectivo sobre su propia identidad. Como hija también de excombatientes, la identidad de Indira ha estado trazada por la lucha política. No obstante, la firma del acuerdo representó para ella un nuevo nacimiento en el seno de la vida civil y, por lo tanto, la reconstrucción de lo que es. En aquel proceso, Cerpa, alegóricamente, se compara con la naturaleza y rememora una existencia delineada por la insurgencia.

Por otro lado, en Hojarasca y pólvora, Alape inicia su narración sentenciando: "Es una tristeza decirlo, pero cada recurso de la naturaleza, de una u otra manera, es también un recurso para la guerra" (pg.29). Así, denota que la naturaleza no tiene ningún bando y está presta para proveer frutos a los seres humanos y satisfacer sus necesidades sin importar a quién. En medio de la guerra, la naturaleza fue confidente de su tristeza y de sus miedos; en la actualidad, la naturaleza es testigo de una existencia más pacífica.

En Encuentros con fauna, Isabela Sanroque hilvana un conjunto de viñetas que exhiben las confluencias entre el diario vivir de la guerrilla y la fauna silvestre en selvas y páramos. Retrata grandes felinos como el puma y el jaguar, sinuosas y escurridizas serpientes, traviesos primates, insectos, osos hormigueros, dantas, entre otros. Describe situaciones en que "la selva como hogar, refugio y teatro de operaciones [les] permitió encontrarse con un sin número de especies, apreciarlas, adoptarlas o sencillamente compartir instantes cotidianos que ni la hostilidad de la guerra pudo opacar" (p.34).

Desde otro ángulo, la bogotana Suan Sánchez narra, en el texto De la ciudad a la selva, las peripecias a las que se enfrentó después de tomar los caminos del monte; pese a las vicisitudes, la inmensidad de la selva le demostró cuán majestuosa puede ser la lucha por la conservación de la vida. Ahora, evoca los recuerdos de un pasado que la abstrae en la naturaleza.

En el relato Hormigas guerreras, Rivera hace un símil entre el carácter social, trabajador y solidario de las hormigas megaponeras con sus camaradas. Como ellos, las hormigas mantenían una lealtad férrea a la colonia, estaban siempre prestas a ayudar a sus compañeras obreras, "desarrollan incursiones e instalan campamentos nocturnos para luego, al otro día, arrancar la travesía" (p.41), pero, sobre todo, convivían y apoyaban otras formas de vida en la selva, tomando de ella lo que apenas era necesario para la supervivencia.

Por su parte, en Los secretos para llegar al monte, Pineda expone algunos sucesos sobre su paso por la Red Urbana Antonio Nariño (RUAN) y su anhelo por conocer los campamentos en las montañas. De forma general, ofrece una panorámica de la ciudad de Bogotá contrastada con lo que ella imaginaba, sería la vida en el monte. Su encuentro con este territorio sufrió una serie de dilaciones cuando su compañero, Pedro, quien la incorporó a la guerrilla, fue detenido. No fue hasta después de la firma del Acuerdo de Paz, que Pineda pudo visitar las sabanas del Yarí y de San Vicente del Caguán, esta vez, vivenciando un momento histórico que significó esperanza y un nuevo comienzo para ella, para Pedro y miles de excombatientes.

Asimismo, en el relato Nuestros años en la mata, Morales se refiere al momento en que ingresó propiamente a las filas de las FARC-EP y describe las trochas que recorrió durante su trasegar. El hilo de los acontecimientos destaca aquellos "tránsitos entre regiones que fueron también escenarios pasados de diálogos de paz" (p.7). A su vez, Morales hace un breve balance sobre los diálogos y la firma del acuerdo en el 2016, reconociendo las ausencias y omisiones del Estado en su cumplimiento. El autor mantiene la esperanza de que en Colombia habrá una paz estable y duradera.

Finalmente, en el texto Mucha lora he dado en el río Guayabero, Parra expresa que su biografía ha estado estrechamente ligada al río Guayabero y a su temprano ingreso a la guerrilla. Entre muchas de las cosas que le regocijan de su paso por las FARC-EP, se halla la protección del río Guayabero y de la selva de aquellos depredadores colonos del bosque. Parra concluye que "la vida y la memoria de la naturaleza es lo que convulsa la tierra colombiana" (p.54), de lo que se desprende la importancia de su defensa.

Para concluir, cabe mencionar que los relatos aquí expuestos presentan narrativas personales que se configuran al margen del discurso hegemónico sobre la guerra que imperó en Colombia durante la segunda mitad del siglo xx y la primera década del siglo XXI. En virtud de ello, las potencialidades reparadoras en este tipo de escritura residen, primordialmente, en la reconstrucción propia de una imagen que ha sido deshumanizada por más de medio siglo de conflicto; es, en cierta medida, un don que las personas se brindan a sí mismas reafirmando su dignidad. En segundo lugar, se resalta que la escritura ofrece la posibilidad de contemplarse, examinarse y reconocerse a la distancia en un ejercicio de introspección, por lo que integra el análisis sobre la historia íntima y la capacidad de reelaborar aquella historia, paso que resulta ineludible en el tránsito a la vida común.

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