Ideas y Valores publica este texto en homenaje a la memoria de Jesús Martín Barbero, fallecido el 21 de junio de 2021. Se trata de una reseña y relectura de una de sus obras centrales, actualmente referencia obligada en el mundo de los estudios críticos y de las comunicaciones. Martín-Barbero deja un legado crítico inmenso para la comunidad filosófica colombiana. Lamentamos su fallecimiento y esperamos que sus reflexiones continúen alterando, redistribuyendo y subvirtiendo el sentido común, para potenciar una capacidad crítica más plural, horizontal y diversa. Agradecemos a Fernando Zalamea en este contexto compartir con la revista este texto inédito.
EQUIPO EDITORIAL
UNA BREVE RELECTURA DE DE LOS MEDIOS A LAS MEDIACIONES
De los medios a las mediaciones. Comunicación, cultura y hegemonía (cf.Barbero 2010) puede considerarse ya un clásico del pensamiento sobre América Latina en el umbral entre el segundo y el tercer milenio. En efecto, como los "clásicos" en el entender de Italo Calvino, De los medios a las mediaciones sigue resonando por encima de mucha otra producción inocua sobre comunicación, relegándola a "ruido de fondo". Las dos primeras ediciones del libro (cf. 1987; 1998) ponen a disposición de un público amplio un texto que ha de hecho ampliado profundamente nuestra visión sobre la complejidad de los procesos culturales latinoamericanos. El efecto de las novedosas perspectivas sociológicas y culturales del texto ha sido muchas veces resaltado desde su aparición, y en lo que sigue complementaremos brevemente la visión acercándonos a algunos aspectos estructurales, metodológicos y lógicos de la obra.
Impacta, ante todo, la combinación del vidente, alto constructor de mapas, y del indagador, profundo investigador de indicios. Se trata de una combinación reservada a muy pocos: básicamente a aquellos Maestros que cambian un campo del conocimiento. La imaginación, el ver más allá, y la razón, el ver más adentro, rara vez se unen con potencia en un solo pensador. En Martín-Barbero se entroncan la perspectiva global, el ver-desde-lejos en sus palabras, y el cuidadoso rastreo de lo local, los muchos y densos acercamientos al territorio, también en sus palabras. Lo universal y lo particular se conjugan, de manera real, a través de un finísimo mestizaje de análisis abstractos y múltiples descripciones cotidianas. En una época donde nos contentamos fácilmente con restricciones a lo particular, la potencia de un pensador universal como Martín-Barbero es entonces particularmente bienvenida.
Mejor aún, los muchos deslices (en el sentido de Merleau-Ponty) entre universal y particular estudiados por Martín-Barbero lo son desde el revés de las configuraciones abordadas. Aquí, hay que decirlo, el Maestro se sitúa en la estirpe de aquellos verdaderos genios que han podido tejer la cultura como espesor de contradicciones desde la oclusión y la penumbra: Novalis, Florenski, Warburg, Benjamin, pocos más. De hecho, como indica en un preámbulo al libro, Martín-Barbero escribía dibujando tesituras con lápices de diversos colores, que luego volvía a zurcir al reescribir "de modo que las costuras y recosidos quedaran solo en su revés" (11). Hay allí algo magnífico, combinación de libertad y de rigor: la libertad del vidente, que sabe pasar a través del espejo, y el rigor del erudito, que retrotrae hacia nosotros, con minucia, los secretos de lo oculto. Todo en Martín-Barbero, en el fondo, resulta ser des-cubrimiento -donde hay que marcar el fundamental prefijo des y el guión entre "des" y "cubrimiento", que golpean con fuerza nuestra conciencia-. El mundo y el saber están cubiertos por multitud de capas; Martín-Barbero horada en ellas, y como Melville hundiéndose en las profundidades de la Ballena, sistemáticamente des-cubre, des-centra, des-pliega, des-concierta.
En ese abrirse al más allá, desde el nimio acá de mil formas de comunicación, otra característica de Martín-Barbero impacta: el no oponer maniqueamente los saberes, sino pensarlos juntos. De nuevo, se trata de una condición necesaria (aunque no suficiente) del temperamento de los genios: cosechar y combinar las oposiciones para producir creativas mediaciones entre las polaridades. No parece ser en efecto una casualidad el que, desde un punto de vista sistémico, el objeto de estudio de Martín-Barbero (primer orden: las mediaciones como tejido de procesos y despliegues de información en un entorno social y cultural) sea a su vez tratado metodológicamente por el investigador desde una perspectiva mediadora (segundo orden: las mediaciones como sistema de des-cubrimiento de falsas polaridades). El desafío radical, en palabras de Martín-Barbero, de no oponer maniqueamente saberes y de poder conjugar prácticas, es decir, en la alta visión universal, de aceptar y comprender lo antinómico, y en el concreto territorio particular, de cobijar y cuidar lo diverso, es en realidad uno de los grandes desafíos de nuestra época, cómodamente anclada en el desprecio subdisciplinar y en la tozuda ignorancia que enarbolan las subespecializaciones. Allende esa pereza mental, Martín-Barbero nos indica el difícil, pero certero, camino de las mezclas, las mixturas, las mediaciones, fragmentos de razón y de imaginación. Siguiendo tanto la frase de Lezama -Solo lo difícil es estimulante- como el camino de Ángel Rama -según el cual, solo el espesor de lo latinoamericano merece atención-, Martín-Barbero no condesciende con los facilismos de nuestra época. En ese sentido, Martín-Barbero se sitúa en la estirpe de los grandes ensayistas del Continente, desde un Henríquez Ureña, un Reyes, un Ortiz, siempre atentos a la honda multiplicidad y riqueza del espectro latinoamericano.
Los mismos procesos de estudio (segundo orden) de los procesos de comunicación (primer orden) abordados por Martín-Barbero indican la riqueza de sus aproximaciones. La comunicación es básicamente oblicua, desviada, diagonal. Más allá de secuencias, Martín-Barbero inventa matrices; más allá de planos, cartografía mapas multidimensionales. Si es bien sabido que, en matemáticas, los procesos de diagonalización conllevan riqueza y espesor (testigos los grandes teoremas de Cantor, Gódel o Lawvere), la incorporación de esos procesos en el análisis cultural y sociológico constituye toda una invención contextual. Los estudios de Martín-Barbero sobre el folklor aluvial, la actividad deformadora de los receptores, los multitiempos entre coyuntura y estrategia, el sen-sorium general y particular de culturas disonantes, la seducción de los maltratados, exploran siempre lo sinuoso. Se rompen entonces fáciles uniformizaciones, maniqueísmos, linealizaciones, determinaciones, y explota toda la multiplicidad de los caminos alternos. Se destruyen las díadas dominador/dominado, cultura alta/popular, aluvión/sedimentación, memoria/amnesia, etc. El ir y venir, el movimiento pendular, el roce diagonal ayudan a explicar los flujos espaciotemporales en la cultura y en la sociedad.
De manera similar, una atención especial a los residuos de la comunicación permite un abordaje alternativo de los movimientos sociales. Las oralidades secundarias, los registros excluidos, son estudiados por Martín-Barbero como reflejos válidos de la amplia totalidad que les envuelve (y, en la mayoría de los casos, desecha). En armonía con Los Pasajes de París de Benjamin, Martín-Barbero captura un inmenso paisaje por omisión, nuevamente desde el revés de las configuraciones estudiadas. El trance entre el pasaje y el paisaje es fundamental: desde el residuo, al paso, particular concreto si lo hay, se obtiene, mediante una iluminación oblicua, una perspectiva entera del paisaje, elusivo universal general. El haber conseguido emular Los Pasajes parisienses de Benjamin, para el caso de muchos remanentes olvidados de América Latina, no es uno de los logros menores de Jesús Martín-Barbero. En realidad, más allá de una brillante contemplación teórica y práctica de lo residual, los humillados y ofendidos mismos, en su lacerante opresión, son siempre tratados con particular cariño por la mirada de un verdadero humanista.
Entre las muchas estrategias inventivas utilizadas por el autor de De los medios a las mediaciones debe señalarse su brillante concreción del programa de Merleau-Ponty: entender a través del desliz del suelo. Si llamamos descentramiento reflexivo la estrategia de descentrar sistemáticamente a) socialidades, b) tecnicidades, c) territorios, d) saberes y f) refundiciones, De los medios a las mediaciones concreta de manera notable ese proceder. Una teoría de las representaciones modular, cuantizada, sensible al quiebre, se esconde detrás de los trabajos de Martín-Barbero. En un primer nivel, las socialidades a) son quebradas y vueltas del revés por tecnicidades envolventes; b) se descentran entonces los territorios, y c) se conforman mapas complejos con múltiples alturas, ramificaciones y puentes insospechados entre opuestos; los saberes d) empiezan entonces a refundirse, e) en un vaivén violento de ósmosis inesperadas. El espesor de la cultura emerge, entonces, inatajable. El descentramiento se itera en todos los niveles, y la diferenciación de lo particular explota. Subsiste, sin embargo, la unidad del vidente, su peculiar capacidad proyectiva, su acto de des-cubrir un operar universal subyacente.
Un recorrido por algunos de los prefijos más usados por Martín-Barbero (de-, des-, inter-, entre-, multi-), camino claramente dirigido hacia la develación del espesor y de la multiplicidad de los entramados sociales y culturales, instancia del poderío de una razón analítica, se combina maravillosamente con el recorrido de sus reiteradas recomendaciones para vivir mejor en nuestro mundo contemporáneo: nuevos modos de vernos, de reconocernos, de estar juntos, instancias de su poderosa visión sintética. Pocos pensadores han sido capaces de aunar y mezclar creativamente el análisis y la síntesis, la razón y la imaginación, la visión universal y la indagación particular, y muy contados son aquellos que lo han hecho en los escasos siglos latinoamericanos. Ha sido un verdadero honor para los latinoamericanos haber contado con tan extraño espécimen al lado nuestro, y será una gran suerte para las comunidades futuras poder continuar el diálogo con la obra de Don Jesús Martín-Barbero, uno de esos poquísimos académicos que pueden designarse realmente como Maestro, con una M muy mayúscula.