Introducción
Este texto se propone interpretar la mencionada obra del comediante ateniense a la luz de la múltiple relación entre guerra - eros - paz1. La hipótesis que queremos sostener indica que para Aristófanes el hombre se encuentra en un curioso estado paradójico respecto de la guerra, puesto que no puede vivir sin deseo, pero es el deseo el que también conduce a la guerra. De igual modo, y seguido de lo anterior, observamos en la obra que para su autor la guerra es un asunto exclusivamente humano, producto del eros privado que invade el espacio público, todo lo cual se refleja en su composición teatral, esto es, en sus personajes y en los actos que emprenden. Así las cosas, la paz será entonces el resultado humano de abstenerse de trasladar el eros a la πόλις, por eso, la estrategia de nuestra heroína Lisistrata será condicionar el deleite de los asuntos del amor al οἶκος, presionando a los hombres a abstenerse de la guerra, y lograr así un tratado de paz, pues quien hace la guerra no hace el amor.
Para sostener nuestra hipótesis será necesario, (1) en primer lugar, hacer un breve resumen de la obra, lo cual nos permitirá (2) plantear el problema y la hipótesis del presente texto, (3) acto seguido empezaremos a revisar los elementos teatrales y argumentales de Lisistrata, señalaremos la idea central y crítica del texto, esto es, la trágico-cómica situación de los hombres señalada por Aristófanes en la que todos quieren la paz, pero nadie quiere abstenerse de aquellos placeres que conducen a la guerra. (4) Lo cual nos llevará a reconstruir y comentar la solución propuesta por las mujeres e inmediatamente (5) hacer lo propio respecto a la postura de los hombres. (6) Para finalizar, veremos unas conclusiones que indican que, pese a la fragilidad de la paz, Aristófanes nos estimula a empeñarnos en cimentar periodos de tranquilidad.
1. Resumen de la obra analizada
Nos dedicaremos a realizar un comentario a una obra que, en medio del desasosiego, habla de frenar la guerra, esto quiere decir que hablaremos de una obra que se escribió y presentó para una sociedad en ruina económica y moral2. Una comunidad donde las madres lloraron a los hijos muertos, donde los niños crecieron con padres ausentes, una comunidad con demagogos, infestada de luchas partidarias y de intereses privados que favorecían la guerra. Quizá entonces, nos sea lícito pensar que este sea un comentario de alguna actualidad3.
Lisistrata es una comedia aristofánica presentada en el 411 a.C. En ella tenemos a una heroína como protagonista cuyo nombre significa «la desarmadora de ejércitos» y es esta la única obra que conservamos con el nombre de una persona, ¡y una mujer además!, que da título a una obra del comediante4. En dicha obra se nos muestra cómo las mujeres atenienses cansadas de la guerra contra los lacedemonios deciden obtener la paz bajo singular estrategia: la huelga de piernas cruzadas. Esto es, si los hombres insisten en hacer la guerra, ellas no harán el amor. La estratagema está acompañada por otra acción: las ancianas se tomarán la Acrópolis para cuidar y manejar los tesoros públicos. Así, ellas esperan que sus esposos decidan poner fin a la guerra que tantos males hace a todos.
2. El problema y la hipótesis del presente texto
Pero más allá de todos los detalles históricos, políticos y cómicos de esta obra maestra nos interesa un problema, a saber, para todo griego clásico la vida en la polis no se trata únicamente de sobrevivir (a la guerra, por ejemplo), sino que fundamentalmente se trata de vivir bien, y hacerlo, además, junto con otro en perfecta αὐτάρκεια5, de allí que los griegos sepan que no se puede vivir bien en medio de la guerra. Sin embargo, la obra refleja que, paradójicamente, si queremos deshacer ejércitos, si queremos que venga la paz y vivir bien, entonces debemos abstenernos de placeres, esto es, pienso que la comedia señala una tensión no resuelta: no podemos vivir sin eros, pues deseamos, pero es el mismo deseo el que dificulta la vida en común-unidad con otros en la polis.
Decimos que no podemos vivir sin eros, porque la vida en la polis junto con otros requiere de algo (y ese algo es justamente un eros) que muestre que no solo sobrevivimos, cual cerdos en una cochera, tal y como se queja Glaucón en República (372d), sino que además deseamos vivir bien, esto es, que nuestra vida en común-unidad con otros nos yergue y nos distingue de una comunidad de cerdos (así sean cerdos bien alimentados y cuidados), porque vivimos en αὐτάρκεια.
Pero acá eros deviene en problema, pues el mismo eros que hace la vida deseable es el que entra en pugna con los otros deseos de los demás habitantes que, claro, también tienen sus propios deseos, de allí los conflictos y las guerras. Por eso, piensa Aristófanes respecto del Eros «ni contigo, ni sin ti». Tratar de rastrear esta gran paradoja presentada con ropas de comedia será el propósito de este texto.
3. Las mujeres convocan a la asamblea: hay un asunto grande y grueso6
Todos están sufriendo la dureza de la guerra y las mujeres de Atenas se encuentran solas en su hogar. Lisistrata decide entrar en acción e intentará persuadir a las mujeres de llevar adelante un plan para acabar la guerra. Pero ellas tardan en llegar, alguna porque su marido la ocupa en casa atendiendo los asuntos del amor, otra porque no es el deseo sino la necesidad la que la retiene, pues se ocupa en diversos menesteres como el niño, la ropa, etc.7.
Aunque tarde, finalmente las mujeres han podido reunirse y nuestra heroína Lisistrata está apunto de develar el plan que salvará a la Hélade y traerá la paz a Grecia y los maridos a casa, todo estriba en una cosa:
«Debemos abstenernos del Amor»
[ἀφεκτέα τοίνυν ἐστὶν ἡμῖν τοῦ πέους]8
Pero la estrategia no les sienta bien a las compañeras de Lisistrata
«¿Por qué das la espalda? ¿A dónde vas? ¿Por qué te muerdes los labios y sacudes tú la cabeza? ¿Por qué tus caras se blanquearon y por qué lloras? ¿Lo haréis o no?»
[τί μοι μεταστρέφεσθε; ποῖ βαδίζετε;
αὗται τί μοιμυᾶτε κἀνανεύετε;
τί χρὼς τέτραπται; τί δάκρυον κατείβεται;
ποιήσετ᾽ ἢ οὐ ποιήσετ᾽; ἢ τί μέλλετε]
Aún aturdidas reaccionan enfáticamente las compañeras Cleonica y Mirrina:
«no podría, que sigua la guerra»
[οὐκ ἂν ποιήσαιμ᾽, ἀλλ᾽ ὁ πόλεμος ἑρπέτω]
O todavía más
«¿Qué otra cosa más quieres?, dispuesta estoy si hace falta a caminar sobre las brasas; eso mejor que perder la alegría del pene»
[ἄλλ᾽ ἄλλ᾽ ὅ τι βούλει: κἄν με χρῇ διὰ τοῦ πυρὸς
ἐθέλω βαδίζειν: τοῦτο μᾶλλον τοῦ πέους]9
Con esta hermosa y divertida escena, entiendo que Aristófanes nos señala dos cosas: la idea cómica y la idea crítica. Por un lado, la idea cómica está en que las mujeres entren en política y se ocupen de la guerra, cosa que corresponde al hombre griego, recordemos las palabras de Héctor a Andrómaca: «de la guerra nos ocupamos los hombres»10. Las mujeres reunidas políticamente en una asamblea deliberativa en el Pnix es algo que, para un griego, resulta cómico.
Por su parte, la idea central y crítica del texto es otra: todos quieren la paz, pero nadie quiere abstenerse de aquellos placeres que conducen a la guerra. Todos quieren la paz, pero todos quieren mantener sus deseos en firme, incluso si estos conducen a la guerra. Muestra de ello es la reacción de las mujeres que interesadas en el retorno de la paz no están dispuestas a abstenerse del placer singular del sexo. Eros es entonces un problema porque hace de la vida algo agradable, pero el hecho de vivir con otros obliga a recular o modificar los deseos, y así, no podemos ni vivir con eros, ni vivir sin él.
4. El plan completo: una solución hogareña
Pero volvamos a la obra. Si a regañadientes las mujeres aceptan la primera parte del plan de Lisistrata, que estriba fundamentalmente en abstenerse del placer sexual, la segunda parte de la estrategia contempla que las mujeres ancianas se tomen por asalto la Acrópolis, controlando los bienes públicos11, quizás a estas les sea menos problemático abstenerse del placer del eros, ese mismo Eros que Céfalo en Republica llama «amo loco y salvaje»12 (Finalmente, la estrategia incluye el famoso símil de hacer de la política el arte de tejer (ὕφανσις)13.
Las mujeres alegan que en política se debe tejer, esto es, primero hay que lavar y cardar la lana eliminando a los corruptos, además, poner en la canasta de la lana buena aquellos elementos caídos, esos extranjeros y metecos que siendo buenos aportan a la polis. De igual modo, se debe zurcir a los demás, esto es, unir cuidadosamente a aquellos que se han alejado de la comunidad, y porque no, aunque esto no lo dice Aristófanes, (pero creo lo podemos extender hasta allá pues estamos hablando de abandonar la guerra y retornar a la paz), debemos zurcir las viejas heridas y dejar que la cicatriz (οὐλή) nos quede como recuerdo de aquello que pasó y no debe volver a pasar porque no es deseable. Así, la hogareña solución de las mujeres es tejer, tomar cuidadosamente estos distintos hilos de la polis que están sueltos y tejer un manto para todo el pueblo.
¿En qué se basan las mujeres para esto? ¿Cómo van a persuadir a los hombres?
Un primer argumento (uno muy problemático) es que ellas, al administrar los asuntos del hogar, pueden también administrar el dinero público. Además, argumentan ellas, no carecen de valor (ἀρετή), están bien dotadas por naturaleza (φύσις), de gracia (χάρις), de inteligencia (τὸ σοφόν), son amigas de la polis (φιλόπολις)14 y enfatiza posteriormente Lisitrata, «Soy mujer, pero tengo raciocinio» [ἐγὼ γυνὴ μέν εἰμι, νοῦς δ᾽ ἔνεστί μοι]15.
Adicionalmente, sostienen, ellas conocen la Acrópolis, pues siendo aún niñas vigilan los bordados de las fiestas panateneas y son además las encargadas de los pasteles en las fiestas Broronias, actividades sagradas que se cultivan desde la polis en la Acrópolis16. Por tanto, ellas son unas heroínas públicas, parece que con esto se quieren poner en un destacado lugar, tanto como el de los héroes locales y tiranicidas Harmonio y Aristogitón17.
5. La mirada de los hombres
Pero ante todo esto, ¿cuál es la mirada de los hombres? A diferencia de Blépiro, ese otro personaje aristofánico de Asambleístas que no se preocupa demasiado por el gobierno de las mujeres, acá los hombres se muestran alarmados.
Mientras que los hombres más jóvenes están ocupados en mil estrategias para poder gozar del dulce cuerpo de la amada y no parecen preocuparse por otra cosa que este eros privado, los hombres ancianos se encuentran en la polis ocupados en sacar a las ancianas que se han tomado la Acrópolis. Ellos, que ya no padecen en igual grado al «amo loco y salvaje» llamado deseo, se dirigen al espacio público, con angustia, incluso, llegan al extremo de talar un Olivo aun verde (lo cual era delito en Atenas) para quemarlo y con su humo obligar a las ancianas ocupantes a dejar el lugar sagrado. ¿Qué muestra todo esto?18.
Entiendo que la escena dibuja un problema central, por un lado, mientras que los jóvenes se ocupan del eros y no advierten el problema público, por el otro, el coro de viejos llega al paradójico caso de cometer un delito con tal de que lo público no se corrompa, y es que el argumento según el cual las mujeres por conducir el oikos pueden conducir la polis es un error grave. De igual modo la ocupación del espacio público también es grave, veamos.
En primer lugar, la actitud de los jóvenes y su búsqueda por los placeres del cuerpo dibuja bien claro uno de los problemas que desata la ruina de la polis. Mientras cada uno está interesado en lo suyo, hay otros que se adueñan de lo público y conducen al desastre de todos. Esta actitud de los hombres más jóvenes es la contracara de las compañeras de Lisistrata, que al enterarse del plan de la abstinencia se quejaron e inventaron mil excusas para no dejar de hacer el amor, aun si el precio era hacer la guerra.
Acá tenemos un gran problema vestido con ropas cómicas por parte de Aristófanes. ¿Cómo despertar el deseo por aquello que es de todos, el deseo por lo público, si mi deseo e interés solo alcanza para lo mío? Y es que no es posible legislar el deseo, obligarlo, torcerlo.
Por su parte, los ancianos, más libres del deseo que los jóvenes, se dirigen a la Acrópolis para liberarla de la ocupación. El problema acá es otro, y es que los ancianos han llegado incluso a cometer delitos (quemar un Olivo verde) con tal de liberar a la polis, entonces, señala sutilmente Aristófanes, ¿cuál es el precio de tal liberación? ¿Hasta dónde se puede llegar en nombre de la libertad de los otros?
Ahora bien, el coro de ancianos parece tener razón al rechazar el argumento de las mujeres según el cual la administración de la casa es igual a la conducción de la polis. Es que mientras en un espacio, el oikos, hay una jerarquía natural, y su propósito fundamental es cubrir las necesidades, en el espacio público el asunto central es otro: la libertad y la autonomía de la vida entre hombres libres e iguales. Los asuntos públicos no son pues, para tenernos con la panza llena, como cerdos bien cuidados, sino para favorecer la εὐδαιμονία de todas las facultades humanas mientras desarrollamos nuestra vida en libertad, autarquía e igualdad ante la ley con otros. Por tanto, siendo tan distintas como son los espacios del Oikos y del Pnix, es comprensible que los ancianos no se persuadan del argumento de las mujeres.
Al mismo tiempo, esto hace aún más notorio el hecho no menor que supone el silencio sobre la metáfora del tejer: ¿la aceptan?, es que no solo es persuasiva, también es bella.
6. A modo de conclusiones: la fragilidad de la paz porque «padecemos de deseo»
Pero entonces, si cada uno se ve inclinado a su eros privado y los liberadores de la polis que carecen (o dicen carecer) de ese eros privado se extralimitan en su vínculo con lo público, ¿qué hacer? Finalmente, la economía se resiente aún por la guerra, los cultivos se abandonan, las viudas siguen llorando sus muertos, crían con mayor esfuerzo en soledad, las madres todavía entierran los hijos, los niños crecen sin padre, la desigualdad crece, la pobreza aumenta, el espacio de los demagogos y guerreristas prospera, y para colmo ¡no se hace el amor! ¿Qué hacer?
Lisistrata intenta nuevamente, en su segunda navegación sabe que no hay garantía final y última de la paz, pero también que son principalmente los guerreristas y aquellos que se benefician de la guerra los que se opondrían a su plan por la paz, porque, si bien el eros que conduce a la guerra sigue siendo frágil, aun es deseable, más terrible es la guerra.
¿En qué consiste este ser frágil llamado Paz del nuevo intento de Lisitrata? En primer lugar, Aristófanes parece indicar que mientras existan esas personas que después Dostoievski llama Pobres gentes y Víctor Hugo Miserables, mientras la riqueza de Pluto siga repartiéndose ciegamente y desigual, existirá espacio para la guerra y para sus mercaderes.
De igual manera, la obra de Aristófanes parece marcar que el tránsito a la paz parece estar en recordar las acciones del otro, en este caso a los Lacedemonios la asistencia de los Atenienses que ahora son llamados enemigos (ἐχθρός) , y que en algún momento fueron aliados19, Lisistrata nos hace pensar que solo las difíciles circunstancias o los deseos inmoderados de los gobernantes apoyados en la apatía de los ciudadanos permitió iniciar un conflicto con aquellos que hablan la misma lengua, que rinde culto a los mismos dioses, que entierran igual a los muertos, y que cuando pasaron tiempos difíciles recibieron la solidaridad de los atenienses que hoy atacan. Entonces, ¿dónde está esa hermosa chica llamada Reconciliación? [ποῦ 'στιν ἡ Διαλλαγή]20.
Pero si de un lado de la guerra llueve, por el otro no escampa, Lisistrata mira también al lado propio, y cuando le toca el turno a los Atenienses21 recuerda cómo los lacedemonios ayudaron a los atenienses a romper las cadenas de la tiranía de Hippias, y cómo Atenas volvió a vestir las ropas de la libertad22.
El resultado de reconocer las culpas propias y las ayudas mutuas conduce a Lisitrata a examinar lo siguiente:
«A pesar de contar con muchos bienes ¿por qué lucháis y no cesáis de la depravación?
¿Por qué no hacéis un intercambio? Vamos, ¿qué lo impide?»
[τί δῆθ᾽ ὑπηργμένων γε πολλῶν κἀγαθῶν
μάχεσθε κοὐ παύεσθε τῆς μοχθηρίας;
τί δ᾽ οὐ διηλλάγητε; φέρε τί τοὐμποδών]23.
Es entonces cuando aparece la alianza y la amistad que se invoca a Mnemosyne [Μναμόνα]24 para recordar las hazañas del pasado como garantía de los pactos que den estabilidad al futuro, de igual modo, el texto nos invita a recordar cuan parecidas son las palabras πόλις y la palabra πολύς (muchos), nos invita a pensar en el vínculo entre la ciudad y los muchos, es que nadie pelea solo. Es ese mismo cuantificador que usamos al decir «se oye mucho ruido» (ακούτai πολύs θόρυβοs) o cuando decimos «tenemos muchas esperanzas» (έχουμε πόλλες ελπίδες); es que la guerra, como el amor, se hace de a dos (¡mínimo!), pero será mejor si somos muchos. También será si así deseamos la paz.
Una última cosa queremos comentar de este texto. Llama profundamente la atención el hecho no menor de que en esta obra la guerra tiene límites exclusivamente humanos. Como se vio, ni la causa ni la solución pasa por los dioses. A diferencia de otras obras aristofánicas donde los dioses son personajes centrales, como en Pluto o Ranas, o incluso, personajes secundarios, como en Paz o Aves, en Lisistrata la guerra fue creada por los humanos y estos deben solucionarlo. Pero, ¿quiénes son los seres humanos responsables de esto? Los personajes de toda comedia, los hombres del común.
Y es que la resolución de los problemas no pasa tampoco por los políticos de turno, al igual que en su otra obra La Paz25, en Lisistrata los actores de la paz son los habitantes de la polis, los mismos que pagan el desabastecimiento, la carestía de los productos como resultado de la guerra, los mismos que se ven obligados a dejar a sus familiares y amigos para ir a la guerra, los mismos que ponen y entierran los muertos, los mismos que sepultan a sus jóvenes, los mismos que crecen sin padres, las mismas que lloran a sus maridos y se enfrentan al indecible dolor de la muerte del hijo; y es que no son los dioses ni los políticos los actores de la paz, son los hombres del común porque son estos y no los dioses ni los políticos los verdaderos actores de la guerra.
Es muy notorio que en la obra de Aristófanes en general, y en esta en particular, el cómico ateniense parece sugerir que la búsqueda de la paz no puede ser tarea de nadie más sino de aquellos que están involucrados en la guerra misma, así, los intentos por la paz, aun los más jocosos, los más increíbles, no provienen de los dioses, ni de los políticos. ¡La paz no tiene un apellido! Acaso, ¿qué pierden o ganan los dioses? ¿Cuál sería el interés de los hombres que se enriquecen de la guerra en frenar la guerra? Acaso pensamos que esas cosas de política se les deben dejar a los políticos, y sin embargo, ¿no fueron los mismos políticos quienes llegaron a la guerra? La paz, según deducimos de la obra de Aristófanes, no es tema de dioses, ni de políticos de turno. Es un asunto que le corresponde y es propio de la común-unidad política, aunque, hay que decirlo, también por eso es tan frágil, pues ¿qué ocurre? Aquí está la gran calamidad que señalamos, Lisistrata lo dice con claridad:
«No soy capaz de alejarlas de los hombres»
[ἐγὼ μὲν οὖν αὐτὰς ἀποσχεῖν οὐκέτι οἵα τ᾽ ἀπὸ τῶν ἀνδρῶν]26.
Y es que los esfuerzos de la paz se vienen pronto al piso y todas las amigas de Lisistrata buscan excusas para volver a casa y estar con sus maridos satisfaciendo sus deseos. Alguna dice que debe regresar por lana, otra dice que debe «volver a pelar un calabacín», incluso alguna pretende fingir un parto. Con el motín, Lisistrata reconoce los límites de la paz, pues padecemos de Βιντιαϖ, una palabra que parece inventar Aristófanes para señalar que estamos enfermos o padecemos de la enfermedad de querer excedernos de placer27.
«Queremos fornicar, para decirlo brevemente»
[βινητιῶμεν, ᾗ βράχιστον τοῦ λόγου]28.
Así las cosas, parece señalar Aristófanes, la cultura humana padece una enfermedad, un malestar. No podemos vivir sin deseo, pero el deseo nos conduce a los excesos. Ni con eros, ni sin eros.
¿Quiere decir esto que estamos condenados? ¡No! Aristófanes no es un fatalista ni un trágico. Padecer de dicha enfermedad del deseo no impide acercarnos a la reconciliación (διαλλαγή) y allí se puede vivir con tranquilidad (ἡσυχία), esto es, dado que no podemos vivir libres de contradicciones, quizá no se puede abolir la guerra de una vez y para siempre, la paz es tan deseable como frágil, sin embargo, esto no impide la tarea de sentar las bases de un largo periodo de tranquilidad. ¿Es esto pesimismo?, Yo no lo creo, no en Aristófanes. Es que, recordemos, los cómicos antiguos son dionisiacos, estamos leyendo a un gran comediógrafo, que nos señaló esta profunda dificultad humana mientras nos sacaba una sonrisa.