INTRODUCCIÓN
La pérdida de biodiversidad mundial es evidencia de la crisis ambiental y del fracaso de diversos enfoques antropocéntricos de conservación, perfilándose como la principal razón para la búsqueda de distintos esquemas que promuevan la protección de la diversidad y la adaptación al cambio. En ese sentido se han desarrollado enfoques adaptativos basados en ecosistemas y en comunidades, con objetivos similares y planificación espacial participativa, aunque con distintas prioridades (Reid, 2016). Dichos enfoques buscan modificar la visión utilitarista de la naturaleza y fomentar los procesos de gobernanza en el manejo de los recursos naturales (Blake etal., 2017; Nahuelhual et al., 2017). Dentro de esa tendencia, la inclusión de los Servicios Ecosistémicos (SE), considerados como los bienes y servicios que se derivan de los ecosistemas para beneficio de la humanidad, ocupa un papel trascendental al relacionar el papel de la naturaleza con diversas dimensiones del bienestar humano (MEA, 2005).
A partir de la iniciativa denominada MEA (MEA por las siglas en inglés de Millennium Ecosystem Assessment), iniciada por la ONU en 2001, se incrementó el interés por conceptualizar y valorar los SE con metodologías de adopción universal. Destacan las propuestas de The Common International Classification of Ecosystem Services (CICES), The Economics of Ecosystems and Biodiversity (TEEB) y The Intergovernmental Science-Policy Platform on Biodiversity and Ecosystem Services (IPBES), orientadas a evidenciar la dependencia entre los activos sociales y naturales y a coadyuvar en el uso de la valoración de los SE durante la toma de decisiones (Chaudhary et al., 2015).
A pesar de su orientación social, la mayoría de las iniciativas para valorar los SE han aplicado enfoques económicos, con prevalencia del valor de mercado (precio, costo evitado, costo de reemplazo), orientados al aprovechamiento inmediato de los recursos (Gómez-Baggethun et al., 2010). Esta situación ha generado consecuencias importantes, como la exclusión en el análisis de los servicios con valores de uso no directo o sin precio, lo que reduce las posibilidades de ser tomados en cuenta y de incluirlos en la toma de decisiones (Munro et al., 2017).
Además, el tema se ha abordado escasamente para algunos ecosistemas que son fundamentales por la cantidad e importancia de los SE que proporcionan, como los humedales costeros (Davidson et al., 2014; Thorslund et al., 2017). A pesar de su relevancia, estimaciones recientes han identificado que, a nivel global, el 33 % de los humedales se han perdido o transformado por la expansión agrícola y el desarrollo de centros urbanos (Hu et al., 2017), en tanto que a nivel local se han estimado tasas de cambio similares o aún mayores para humedales costeros (Ruiz-Luna y Berlanga-Robles, 2003; Jiang et al., 2015).
Por otra parte, la valoración de los SE asociados a estos ecosistemas se ha planteado como un elemento de apoyo en la toma de decisiones y aunque lentamente, ha seguido una tendencia progresiva, principalmente con un enfoque económico (Camacho-Valdez et al., 2014; Perez-Verdin et al., 2016). Solo recientemente se han fortalecido el análisis y la valoración social (Scholte et al., 2015; van Riper et al., 2017).
El valor social de los SE se ha abordado desde distintas disciplinas, por lo que no se ha consolidado un concepto funcional y universal. Se define en algunos casos como el grado de importancia que los SE tienen para las personas (Aheto et al., 2016) y en otros como un subtipo de valor relacional que vincula a los seres humanos con un sitio específico, natural o no, a partir de las creencias, significados y motivaciones de los individuos y las relaciones socio-ecológicas que se establecen (Kobryn et al., 2018). Así, se ha comprobado que aspectos como el sentido de pertenencia y la apreciación sobre la relación individual con el medio ambiente, proveen información con confiabilidad equiparable a la evaluación económica (Brown, 2013).
Es importante precisar que la valoración social de los SE ha venido reforzándose de manera evidente, con la inclusión del componente espacial, que provee cierta precisión en la ubicación de los SE, por lo que, en conjunto con el uso de programas especializados y metodologías de cartografía participativa, ha sido posible mapear el aporte de los SE e inclusive modelar tendencias de cambio a mediano y largo plazo, lo cual hace factible su aplicación en la construcción de políticas públicas (Ochoa y Urbina-Cardona, 2017).
Con estas consideraciones, el presente análisis busca contextualizar la valoración social de los SE, particularmente los ofrecidos por humedales costeros, a través de una revisión sistemática de la literatura especializada, a fin de identificar los avances en la materia y los vacíos de información. También se pretende proporcionar elementos de juicio para determinar si la valoración social es alternativa o complementaria a la valoración económica y definir así sus perspectivas a futuro. Por la importancia que tiene la dimensión espacial en la determinación del valor y sus flujos, se incluye este componente en el análisis.
MATERIALES Y MÉTODOS
Para los propósitos del presente análisis, se recolectó la información científica reciente (2005 - 2018) con el modelo sistemático de búsqueda, revisión y elegibilidad denominado PRISMA (Preferred Reporting Items for Systematic Reviews and Meta-Analyses), propuesto por Moher et al. (2010), bajo criterios de selección específicos que permiten reducir la redundancia e incluir solo documentos relevantes para este estudio.
Solo se incluyeron artículos publicados en idioma inglés, procedentes de revistas indizadas, cuyo objetivo fuera la valoración social de SE, particularmente en zonas costeras, con inclusión de estudios de caso y con aplicación de métodos que permitieran un análisis espacialmente explícito (sistemas de información geográfica-SIG, métodos cartográficos, SIG participativo, mapeo).
Se inició la identificación de las publicaciones contenidas en los repositorios Web of Science y ScienceDirect, conforme a una serie de expresiones de búsqueda y un posterior proceso de depuración de registros. Las expresiones booleanas de búsqueda fueron: "socio-cultural valuation AND ecosystem services", "socio-cultural values AND ecosystem services", "social valuation AND ecosystem services", "ecosystem services AND participatory mapping", "ecosystem services AND participatory GIS", "integrated valuation AND ecosystem services", "geographic information system AND ecosystem services".
Una vez identificados los documentos con los requerimientos señalados, se continuó el proceso de filtrado para eliminar la duplicidad en las referencias, para posteriormente proceder a la lectura del resumen de cada documento y reconocer los posibles aspectos de interés, tales como objetivo, área geográfica, ecosistemas estudiados y la inclusión de aspectos relacionados con el mapeo, con la finalidad de excluir los registros que no cumplieran con los criterios mencionados. De esta manera se obtuvo la muestra definitiva, que se organizó por década y región para facilitar el análisis del avance en el tema de interés y asociarlo con el ámbito geográfico dentro del cual se han dado dichas publicaciones.
Con la muestra final de documentos, se construyó una base general de almacenamiento o unidad hermenéutica en el software ATLAS.ti 8, un programa de análisis cualitativo de datos asistido por computadora (CAQDAS), que permite organizar y revisar de forma concisa el contenido de cada documento sin comprometer la integridad de los datos (Hwang, 2008; Ang et al., 2016).
Para el análisis de contenido se aplicaron los principios de la Teoría Fundamentada (Glaser y Strauss, 1967), metodología inductiva que propone que la colecta y análisis de datos cualitativos puede generar teorías que expliquen el fenómeno estudiado. El proceso de análisis permite la identificación de los datos y su posterior integración en categorías teóricas usando un método de comparación constante, cuyas relaciones generan las teorías. El análisis parte de la fragmentación de los datos en unidades condensadas llamadas códigos, cuyo fin es capturar la esencia de un atributo a través de frases cortas, enunciados extensos, imágenes o cualquier otra manifestación del lenguaje, que pueden etiquetarse simbólicamente por medios electrónicos o selección manual.
El proceso de codificación se caracteriza porque los datos adquieren significado con la reinterpretación y redacción de notas en lugar de ajustarse a marcos conceptuales preconcebidos, como ocurre con las hipótesis. De igual manera contempla el principio de serendipia, entendido como la posibilidad de descubrir nuevos datos que emergen de forma inesperada y permiten redireccionar las preguntas de investigación o generar nuevos planteamientos (Saldaña, 2013).
En este caso se aplicó la codificación axial, un proceso sistemático, ordenado y reiterativo, tendiente a identificar y seleccionar frases, enunciados abstractos y frases simbólicas que hacen referencia a aspectos centrales del valor social de los SE, por ejemplo, la definición del fenómeno o las características y las necesidades de estudio. Una vez identificado cada código, se establecieron las relaciones teóricas entre los códigos a partir de la comparación entre documentos, prestando especial atención a la designación explícita en la literatura como elementos vinculados por algún tipo de relación (asociación, dependencia, causalidad), el empleo de conectores textuales y el hallazgo de patrones lógicos en memos analíticos (Saldaña, 2013).
Al concluir la codificación, en el software se generó de forma automática una lista ordenada con el número de apariciones de cada código (frecuencia) y de relaciones teóricas con otros códigos (densidad) registrados. Posteriormente la lista se exportó a una hoja de cálculo para determinar el total de cada criterio y seleccionar los códigos con los valores de frecuencia y densidad más altos.
Una vez seleccionados, los códigos se agruparon en categorías superiores o familias que funcionaron de manera similar a una carpeta contenedora, a fin de evidenciar los tópicos principales y los aspectos relevantes en torno a los cuales se contextualiza el valor social. El proceso de codificación y por tanto la construcción de categorías, se dio por finalizado al llegar a un punto de saturación teórica cuando los datos no aportaron información nueva o los elementos en las categorías se hicieron repetitivos.
RESULTADOS
Características de la unidad hermeneútica
La muestra inicial superó los 4000 documentos, mismos que se redujeron a poco más del 1.0 % después del filtrado, depuración y el proceso de elegibilidad, con lo cual se obtuvo un total de 46 artículos de investigación disponibles para el análisis (Fig. 1).
En función de su representación geográfica, la mayoría de los artículos seleccionados correspondió a estudios de caso realizados en América (13), principalmente en EUA, así como en Europa (13), que en conjunto representaron el 57 % del total, con lo cual se establecen como centros geográficos de publicación sobre valoración social en humedales costeros. El resto de los casos de estudio provino de Oceanía (20 %), Asia (11 %) y África (9 %), mientras que una proporción mínima (4 %) correspondió a dos meta-análisis, que se consideraron de manera independiente al resto de las regiones geográficas (Fig. 2).
Todos los documentos analizados se publicaron en fechas recientes, particularmente en el periodo 2016-2018, en el que se acumuló más de la mitad (57 %) de la muestra. El resto de los artículos examinados (43 %) también se publicaron en la presente década (2011-2015), mientras que para el periodo previo (2005-2010) no se registraron documentos.
Como resultado de la codificación cualitativa se identificaron nueve códigos que concentraron el mayor número de relaciones conceptuales en torno a la valoración social de los SE y que por sus características se pudieron agrupar en cinco categorías centrales de información (Tabla 1). De los anteriores, se destacaron los códigos Sentido de pertenencia y Planificación espacial, ambos de la categoría serendipia, es decir, los hallazgos no previstos o elementos no buscados al iniciar el análisis. Ambos códigos obtuvieron los mayores valores de densidad, lo cual sugiere un nivel elevado de interacción simbólica entre los códigos relativos al valor social, ya sea por la reinterpretación de significados o por la redefinición de los conceptos por parte de los autores (Paulus y Lester, 2016).
Códigos individuales | Categoría central | Densidad / Frecuencia |
---|---|---|
1 Sentido de pertenencia | Serendipia | 12 / 3 |
2 Planificación espacial | 10 / 15 | |
3 Valor social | Valor | 9 / 17 |
4 Accesibilidad | Análisis espacial | |
5 Identificación de hotspots | 9 / 16 5 / 11 | |
6 Preferencia social | Factor cambio | |
7 Conocimiento Ecológico Local / Tradicional | 9 / 11 7 / 14 | |
8 Desconocimiento de la relación paisaje y SE | Vacío de información | 8 / 7 |
9 No inclusión de SE culturales en la investigación | 5 / 16 |
Sentido de pertenencia se presentó como el código de mayor densidad, aunque con baja frecuencia (12/3), lo que indica que los artículos se centraron en enfatizar la relevancia de conceptos asociados a esta dimensión psicológica y cognitiva, que vincula directamente al sujeto con el sitio donde se encuentra, en lugar de presentar una definición explícita del mismo. Por otra parte, el código Planificación espacial obtuvo el segundo valor más alto en densidad y uno de los más elevados en frecuencia (10/15), indicio de que los esfuerzos de investigación realizados buscan posicionar a la valoración social dentro de un enfoque de planificación espacial marino-costera. Por el valor de densidad de ambos códigos se sugiere que existe un nivel elevado de interacción simbólica en torno al valor social, ya sea por la reinterpretación de significados propuestos desde distintas disciplinas, la redefinición de los conceptos por parte de los autores, o bien por la inclusión del valor social en marcos conceptuales asociados a componentes espaciales (Paulus y Lester, 2016).
De esa manera, entre 2012 y 2017 se publicaron cinco estudios de valoración social en Oceanía, como parte de proyectos de planificación y ordenamiento territorial, con el objetivo de analizar las implicaciones sociales, ecológicas y económicas esperadas por la creación de áreas naturales protegidas y para identificar zonas de conflicto potencial por el uso o administración de recursos naturales entre gobierno y grupos indígenas (Brown et al., 2017; Moore et al., 2017; Munro et al., 2017; Ramm et al., 2017; Kobryn et al., 2018).
En otra categoría importante, la denominada Valor social, se agruparon y analizaron las expresiones empleadas en la literatura a fin de construir una definición base del mismo y establecer diferencias con el valor económico. Como parte de esa categoría, el código del mismo nombre (Valor social) se situó en una jerarquía intermedia en cuanto a densidad y frecuencia y compartió valores similares con los códigos de Accesibilidad e Identificación de hotspots, que integraron la categoría Análisis espacial.
De la anterior categoría destacó el código Accesibilidad, ya que registró los valores más altos de frecuencia (9/16) como consecuencia del número de investigaciones que evalúan el impacto derivado de obras físicas, como las vías de acceso (carreteras, puertos de embarque o caminos disponibles), sobre la condición y el grado de conservación de los humedales. Así, se establecen en lo posible las relaciones entre los cambios ocurridos en el paisaje con la capacidad de aporte de ciertos SE y la movilidad de los beneficiarios para acceder a ellos (in situ o por proximidad). Por otro lado, la relación existente entre características del paisaje y la provisión de SE se considera como uno de los principales vacíos de información que enfrenta la valoración social; sin embargo, retomar el análisis del conocimiento ecológico local puede atender este vacío y ser un factor positivo durante la valoración.
Finalmente, el código Identificación de hotspots obtuvo una densidad intermedia, pero hubo coincidencia al indicar que la identificación de sitios que concentran mayor cantidad de valores sociales y que poseen elevada riqueza biológica, favorece la vinculación entre la perspectiva ecológica y social, así como la creación de un esquema de valoración integral (Davis et al., 2016; van Riper et al., 2017).
El valor social de los servicios ecosistémicos
Desde cualquier perspectiva, la valoración de SE representa un proceso analítico que provee información sobre componentes de los ecosistemas y coadyuva a promover cambios de conducta social, al ampliar la conciencia sobre los beneficios derivados de la naturaleza y contribuir al diseño de incentivos gubernamentales que internalicen las externalidades ambientales (Ghermandi et al., 2013). Sin embargo, es evidente que los esfuerzos por armonizar las distintas dimensiones del problema no son relevantes hoy, dado que se enfocan solo en una de ellas (económica, ecológica o social), a pesar de que posean igual importancia para el desarrollo humano. Una prueba de ello surge del análisis documental, en el que la mayoría de los estudios (80 %) aplicó exclusivamente el enfoque de valoración social, mientras que solo el 13 % intentó complementarlo con la valoración económica, mediante la combinación de metodologías de valoración contingente (cuantitativo), con encuestas de percepción, para así evaluar la opinión de las personas a través de un rango de valores, como es el caso de valoración cualitativa con escala de Likert. Adicionalmente, se observó la aplicación empírica de protocolos mixtos que pretendieron establecer un marco integral. El 7 % restante (tres artículos), correspondió a casos que analizaron preferencias sociales para seleccionar áreas de conservación, estimar la disposición a contribuir en acciones de reforestación y evaluar las condiciones físicas del humedal por eventos hidrometeorológicos.
Estos resultados indican que ambas metodologías se siguen abordando de forma aislada, principalmente por el tipo de SE que analizan y el sector social que pretenden movilizar. Así, los casos de valoración económica buscaron estimar la disposición de aceptar el precio por la transformación de humedales en otras coberturas antrópicas, ej. acuacultura, y atraer la atención del gobierno, empresas y desarrolladores de bienes raíces, quienes asumieron que el monto económico condensa todos los valores de la naturaleza y el nivel de importancia social hacia un determinado recurso.
En cambio, la valoración social se aplicó principalmente para estimar compensaciones o beneficios derivados de los SE culturales (Brown, 2013), descritos como beneficios intangibles, destinados al enriquecimiento espiritual, el desarrollo cognitivo, la reflexión, la recreación y las experiencias estéticas (MEA, 2005). En su mayoría, la valoración social se ha centrado en el turismo y la recreación, aunque también se ha enfocado en la belleza escénica, la identificación de lugares de importancia cultural y la relación de aspectos relativos a la biodiversidad, con el nivel de vulnerabilidad social ante posibles amenazas. Además, cada caso priorizó la participación de los grupos de beneficiarios directos, tales como pescadores y prestadores de servicios, como estrategia para promover la protección y restauración de ecosistemas desde una pequeña escala, y responder a la inconmensurabilidad, invisibilidad e intangibilidad del valor social que actúan como las principales causas de la reducida aplicación durante la toma de decisiones (Chan et al., 2012).
Aunque la valoración social va más allá de los SE culturales y puede aplicarse con otros propósitos, se desprende del análisis que no hay claridad sobre el concepto de valor social ni sobre los métodos para abordarlo, por lo que se corre el riesgo de denominar "estudio de valor social de SE" a cualquier investigación que aborde elementos relativos a la cultura en un sitio especifico. En ese contexto, se identificaron documentos que emplearon encabezados alusivos a la valoración social de humedales, aunque el objetivo fue evaluar las preferencias sociales y estimar la disposición a pagar, este último como un método propio de la valoración económica (Kuenzer y Tuan, 2013; McDonough et al., 2014; Loc et al., 2017).
Por lo anterior, debe resaltarse que, a pesar del consenso sobre la importancia de la valoración social y los beneficios de incorporarla activamente en la toma de decisiones, el concepto no está completamente consolidado en la literatura analizada. Por ello, con base en este estudio, se propone definirlo como el nivel de importancia que las personas, en lo individual o colectivo, asignan a un sitio o ambiente en función de procesos cognitivos y de las cualidades físicas del sitio, sujeto a la interacción de elementos propios del ser humano (preferencias, emociones, sentimientos) y condicionado por factores relacionados con el estado de conservación de los ecosistemas y con elementos de orden socioeconómico.
Dimensiones del valor social de los servicios ecosistémicos
En el análisis se identificaron 14 expresiones de texto que involucran al valor social, con "valor social" y "valor socio-cultural" como las locuciones de mayor uso en el encabezado y en el contenido de los documentos revisados (Tabla 2). Algunas de esas expresiones tienen analogía con las expresiones de valor paisajístico descritas por Brown y Weber (2012) y en conjunto aluden a tres niveles de estudio: el individual, el colectivo y el nivel de paisaje.
Dimensiones del valor social | ||
---|---|---|
Individual | Colectivo | Paisaje |
1. Valor vivido 2. Valor humano |
3. Valor público 4. Valores comunitarios 5. Valor social 6. Valor socio cultural o socio-cultural 7. Valores sociales para SE |
8. Valor del paisaje 9. Valor dependiente del sitio o asociado al sitio 10. Valor forestal 11. Valor ambiental 12. Valor ecosistémico 13. Valor prístino 14. Valor tecno-ecológico |
Nuevamente se evidenció la dificultad de definir el alcance del valor social de los SE y en cambio se coincide en que representan "valores vividos", resultado de la interacción de los significados, cualidades o valores que las personas perciben sobre su entorno, que se modifican por aspectos psicológicos y cognitivos humanos (Queiroz et al., 2017).
A partir de los elementos identificados, el valor social se concibe como producto de la interacción entre otros valores, en particular del valor sostenido y el valor asignado, ambos considerados objetos de estudio exclusivo de disciplinas económicas, lo cual escala el análisis disciplinario al multi o transdiciplinario. El valor sostenido se asocia con las creencias personales sobre la importancia de un objeto o espacio percibido como valioso. Aunque menos estable en el tiempo, se trata del principal modelador del comportamiento humano y se distingue por su carácter interpretativo y subjetivo debido a los elementos psicológicos y cognitivos que lo componen (Brown y Weber, 2012).
Por su parte, el valor asignado caracteriza la importancia de los espacios en función de un bien, actividad o servicio percibido que sirve como comparativo; además, las personas reconocen los atributos físicos de un sitio y le asignan valor, el cuál puede hacerse espacialmente explícito bajo métodos cartográficos. Debido a que el valor asignado se ve influenciado por el valor sostenido, la identificación y análisis de los elementos intangibles (motivaciones, creencias, significados) son claves para diseñar e implementar estrategias tendientes a modificar las preferencias individuales y colectivas, y promover actitudes de conservación ambiental (van Riper y Kyle, 2014; Ramm et al., 2017).
Por otro lado, no se identificó una conexión directa entre los aspectos geográficos de los sitios y los elementos emocionales de los beneficiarios, aunque los humedales, al igual que otros ecosistemas, resultan sensibles a factores sociales, físicos y económicos. Sin embargo, a diferencia del valor económico, netamente antropocéntrico, el valor social sostiene una visión biocéntrica que engloba los significados que se construyen a partir de los pensamientos, sentimientos, memorias y motivaciones vinculadas a un sitio y que se perciben a nivel individual y comunitario (Kati y Jari, 2016). Por ello, se sugiere que la adopción de ideas basadas en el reconocimiento de procesos y valores sociales que relacionan al ambiente con la comunidad, contribuirían más a acciones de conservación que la mera descripción del impacto ambiental y modelarían nuevas conductas ambientales en los individuos que dependen de los SE (van Riper et al., 2017).
Por su subjetividad, el valor social ha podido separarse en subtipos que responden al interés del investigador, del objetivo a cumplir o del SE a valorar, lo que evidentemente genera variabilidad en cuanto al número de subtipos que se han analizado para cada caso de estudio (de cuatro a 17 valores) y dificulta la estandarización de criterios que sugieran el número mínimo o recomendable de valores que deben analizarse.
Particularmente para el caso de los humedales costeros, se carece de una línea base que permita la categorización del valor social y se encuentran únicamente adaptaciones a sistemas de clasificación diseñados originalmente para ecosistemas terrestres. De esta manera, el sistema de 12 valores propuesto por Brown y Reed (2000) se ha convertido en el referente típico, a pesar estar diseñado para la valoración de bosques de montaña.
El análisis espacial como elemento de la valoración social.
Ante el interés observado en años recientes por estimar el valor social de los SE y el reducido marco teórico y metodológico existente, se han incorporado enfoques auxiliares para traducir la información intangible de un sitio o paisaje en elementos visibles para la planificación, manejo y toma de decisiones (Klain y Chan, 2012). Así, el análisis espacial adquiere particular relevancia al promover el estudio geográfico de atributos físicos del paisaje que se relacionan con el aporte y la demanda de los SE. Por ejemplo, marcos teóricos como los que ofrecen CICES y TEEB abordan el análisis espacial o geográfico a partir de modelos en cascada para mostrar que la fuente de aporte de SE puede situarse lejos de aquellos sitios donde son aprovechados por las poblaciones humanas y establecer distintos patrones de movilidad para acceder a ellos (Potschin y Haines-Young, 2011).
Con esa perspectiva, el análisis espacial aporta herramientas y aproximaciones que sirven para crear una imagen visible, mensurable y acotada de los elementos intangibles de los ecosistemas (Bas Ventín et al., 2015). También adopta la premisa de que el valor se transforma en un atributo del paisaje, por lo que su distribución y dinámica se vuelven espacialmente explícitos con el uso de métodos cartográficos adecuados, como el mapeo y el uso de sistemas de información geográfica (Cox et al., 2015; Brown et al., 2016). Sin embargo, pese a la importancia de los mapas para comunicar la información espacial, se registró una reducida aportación de elementos cartográficos dentro de la muestra documental, siendo inferior al 50 % del total.
Debe señalarse que, en general, el valor social y los servicios ecosistémicos se consideraron atributos independientes del paisaje, por lo que en la muestra analizada se evidencian esfuerzos de mapeo desiguales y aislados. Concretamente, se reconocieron 47 tipos de SE (17 servicios culturales, 15 de provisión, 11 de regulación y cuatro de soporte), así como 28 tipos de valor social, aunque solo hubo representación cartográfica en cerca del 50 %, especialmente para sitios de valor recreativo, con belleza escénica o herencia cultural.
Aunque también se realizó mapeo de SE de regulación y provisión, en ninguno de los casos registrados para el periodo más reciente (2016-2018) se abordaron temas asociados a conflictos o identificación de "hotspots socio-ecológicos", considerados temas clave para la reducción de conflictos por usos del suelo en humedales y por tanto necesarios como herramienta para su conservación y manejo (Davis et al., 2016; Moore et al., 2017).
Desde el punto de vista metodológico, los enfoques aplicados combinaron técnicas de cartografía cualitativa con tecnologías de visualización convencional, como los SIG. Las principales metodologías usadas fueron el mapeo participativo, los SIG participativos (SIGP) y de intervención pública (SIGPP), que buscan dar acceso a la sociedad civil a herramientas de análisis espacial, para facilitar la planificación local. El mapeo participativo, también denominado mapeo de valores, cualitativo o de valores del paisaje, se posicionó como la técnica de mayor uso para la valoración social de SE, ya que permite vincular los valores sostenidos y asignados que originan al valor social; además, es adaptable y de fácil aplicación en sitios de limitado acceso, lo cual permite generar información de fuentes primarias a escala local (Ricaurte et al., 2017).
Adicionalmente, se usaron técnicas estándar de percepción remota para evaluar la extensión y dinámica de cambio temporal en los humedales. También se observó el uso de complementos para valorar los SE (InVest para ArcGis); repositorios fotográficos (p.e. Flickr y Panoramio); tecnologías asociadas con redes sociales, tales como Facebook e Instagram y visualizadores en línea de la superficie terrestre (Google Earth, Google maps). Sin embargo, no existe un protocolo normalizado que se haya empleado de manera regular para propósitos de valoración social.
Vacíos y retos en la valoración social en humedales
La adopción de los SE y su valoración, como estrategia para aumentar la conciencia social e incidir en la crisis ambiental, requieren subsanar vacíos teóricos y metodológicos a fin de darles sentido y propósito (Carmen et al., 2018). A partir de lo anterior, dentro de la categoría Vacíos de información, se identificó una serie de elementos que deben ser atendidos como objeto de estudio (Tabla 3). En primer término y pese a la creciente difusión de los SE como concepto vinculante entre la humanidad y la naturaleza, los mecanismos de provisión de bienes y servicios no forman parte regular del acervo cultural local. Esa deficiencia dificulta la posibilidad de estimar la capacidad de los humedales para aportar SE e impide modelar la demanda de los beneficiarios directos, así como asociar el posible impacto de factores físicos, sociales y económicos sobre los SE y su valor social.
Conocimiento | Análisis espacial | Valoración | Inclusión |
---|---|---|---|
1. Relación entre el paisaje, los SE y el valor social (Valor asociado al sitio) 2. Relación entre el paisaje y la capa cidad de aporte de SE (Oferta). 3. Conocimiento biológico, social y económico disponible para el sitio |
1. Mapeo de estresores y su impac to sobre los SE 2. Mapeo de SE (Aporte) 3. Precisión espacial del valor social post mapeo 4. Desarticulación espacial 5. Modelación de la oferta, deman da social e impacto de factores de cambio 6. Estimación de la capacidad adaptativa; generación de mode los de resiliencia |
1. Sub/sobre estimación del valor social 2. Cambios del valor (espacio / tiempo) |
1. Inclusión de los SE en la investi gación; dificultades asociadas a definir, articular y medir los SE culturales. 2. Exclusión de las percepciones so ciales como atributos del espacio 3. Ausencia de un marco de valora ción integra l |
De igual manera, la invisibilidad de las relaciones entre el paisaje, los SE y el valor social trastoca la planificación del espacio y hace difícil incorporar la idea de que cada sitio es receptor de una pluralidad de valores y significados, entre ellos el valor social (Small et al., 2017). Una visión estrictamente ecológica limita la asignación de cualidades intangibles a características del paisaje o sitio y definitivamente evita establecer relaciones cognoscitivas estables entre el paisaje, los SE y los significados asignados, incluso localmente.
Si bien se ha experimentado un notable aumento en el interés por posicionar a la valoración social al mismo nivel que su contraparte económica, prevalece una brecha de desinformación y confusión en torno al significado del valor social. En ese sentido, Davis et al. (2016) identificaron durante la aplicación de una encuesta, que los informantes confunden el valor social del paisaje con la importancia de infraestructura como iglesias y parques y los transforman en sus referentes de sitios que aportan bienestar social.
La ausencia de una definición aceptable de valor social obliga a las investigaciones futuras a construir un concepto conciso que realce las relaciones intangibles entre los humanos y la naturaleza, y que responda al diseño e implementación de sistemas de monitoreo a mediano y largo plazo como estrategias de adaptación y aprendizaje.
Aunque actualmente los SE forman parte de marcos conceptuales integrales (TEEB, CICES, IPBES), es un desafío vincular los cambios ocurridos en los sistemas socio-ecológicos con su efecto sobre los SE, lo que limita su comprensión por parte de la sociedad y los tomadores de decisión sobre el manejo de recursos y afecta la credibilidad sobre el conocimiento ecológico tradicional (Cunha et al., 2018). Por tal motivo, se necesita crear enfoques de valoración integral acordes con una perspectiva socio-ecológica que reconozcan al valor social y contribuyan a definir, medir y articular los SE más allá del análisis de las preferencias sociales (Dawson y Martin, 2015). De esta manera, los valores social y económico, integrados con el valor ecológico, serán elementos del mismo análisis, basado en el conocimiento y experiencia de un amplio acervo de beneficiarios, con salidas de información comprensibles para cualquier grupo social y sujetos a la retroalimentación.
Para lograrlo se debe incorporar un pluralismo conceptual desde otras disciplinas sociales y evitar la pérdida de relaciones entre los activos sociales y naturales (trade off). Asimismo, un enfoque integral requiere de aspectos metodológicos que incorporen la dimensión social (mapeo participativo y SIGPP); sin embargo, debe reducirse el nivel de incertidumbre proveniente de aspectos relativos a la percepción individual, así como mejorar la precisión en el registro de los datos primarios (biológicos, geográficos, sociales) y facilitar la inclusión de indicadores en distintas escalas temporales y espaciales.
CONCLUSIONES
La valoración social de los servicios ecosistémicos es un tema de reciente estudio, que aún carece de un marco de conocimiento integral, vinculante y accesible sobre la naturaleza de los SE, los mecanismos ecológicos que los generan y la pluralidad de elementos que determinan el valor social. La estimación del valor social ocurre de forma independiente al económico; sin embargo, la naturaleza de los SE como un sistema complejo, la diversidad de beneficiarios y de intereses sociales y la dinámica natural de los humedales, requieren aplicar nuevos enfoques de aproximación transdisciplinaria tendientes a visibilizar elementos de percepción humana e integrarlos como elementos fundamentales en la toma de decisión.
Al presentarse el valor social como un atributo adicional del paisaje, con cualidades físicas (ubicación y distribución), es posible dimensionarlo espacialmente, lo que permitiría generar estrategias de manejo y conservación del contexto ecológico y social actual, con respeto de la perspectiva del valor intrínseco del capital natural y mediante la visibilización del impacto de factores de cambio, incluso en distintas escalas espaciales y temporales. Por ello surge la necesidad de integrar las otras dimensiones de información (valor ecológico y económico), con el fin de visualizar explícitamente a los SE en espacios de decisión, donde converjan los intereses y necesidades de una multiplicidad de actores sociales.
Finalmente, se requiere de metodologías normalizadas de valoración social, que identifiquen los impulsores de cambio e incorporen otras dimensiones de estudio y otras disciplinas del conocimiento, que eviten las restricciones teóricas y metodológicas transferidas por los enfoques económicos. Los nuevos métodos deberán diseñarse para visualizar la pluralidad de beneficiarios y tomadores de decisión, y deberán crear espacios democráticos y de gobernanza ambiental que fomenten la reinterpretación del valor social y la posible afectación del capital social por procesos de cambio, sin minimizar la capacidad de aporte del capital natural.