Introducción
El tapir cetroamericano o de Baird (Tapirus bairdii), también conocido como danta, habita en selvas tropicales, bosques montañosos, bosques caducifolios, pastizales inundados y áreas pantanosas. Su distribución va desde la provincia de Oaxaca, en México, hasta el lado occidental de la cordillera de los Andes, en Colombia. Se encuentra en peligro de extinción, y se estima, que en Guatemala existe una población silvestre de menos de 1000 individuos (con el 80 % de esta población en el departamento de Petén)(1). Está presente en 21 de 35 áreas protegidas de su rango de distribución, en los departamentos de Petén, Izabal, Alta Verapaz, Quiché, Baja Verapaz, el Progreso y Zacapa (2). En el Salvador se encuentra extinto (3).
La anatomía interna del tapir es análoga a la del caballo doméstico, y en cuanto a su fórmula dental, esta es igual a la de los équidos: I 3/3; C 1/1; P 4/3-4; M 3/3, para un total de 42 a 44 dientes. Los dientes incisivos tienen forma de cincel y los colmillos son cónicos. Tanto premolares como molares carecen de cemento y presentan coronas pequeñas o bajas, de modo que son totalmente lofodontes, es decir, con piezas dentarias que tienen la superficie oclusal formada por crestas (4,5). Los premolares y molares de tapires, manatíes y muchos roedores presentan dientes lofodontes (6). La inflamación mandibular en tapires cautivos es muy común y su etiología o prevalencia ha sido discutida y no definida (5,7,8,9). Este trabajo sugiere, como una posible causa de la inflamación mandibular, el cambio de dentición y la retención de la corona (caps), semejante a su contraparte, el caballo.
Descripción de los casos
Se han presentado cinco casos de inflamación mandibular en tapires juveniles (menores a cuatro años) cautivos en dos colecciones (Club Auto Safari Chapín, Guatemala y Furesa, El Salvador). Pese a ser una patología comúnmente vista en este género, se desconoce su patogénesis. La inflamación inicia como una pequeña masa en la rama mandibular, que luego llega a ser tan grande como el tamaño de una manzana (figuras 1 y 2); en los casos observados, a excepción de uno, no existió ninguna secreción de pus o suero... Por lo general los animales afectados no pierden el apetito y la ingesta alimenticia no se ve afectada. No hay salivación y, en algunas ocasiones, se percibe un ligero mal olor al examen bucal. Inicialmente la consistencia de la lesión es blanda, pero, con el paso de los días, esta se torna de consistencia firme y libre de dolor. En un caso se presentó fístula dental con secreción de material purulento, blanquecino y ligero mal olor, debido a contaminantes secundarios, y para ello se requirió el uso de antibiótico (amoxicilina 20 mg/kg, vía oral, por una semana). Sin embargo, los otros casos manifestaron únicamente la inflamación del área. De los cinco casos, solo en uno se realizó cultivo bacteriano, el cual fue tomado del área de severa inflamación y el resultado fue negativo.
Alrededor de 15 días después de iniciada la inflamación, por lo general, los animales botan la tapa dental (corona) del premolar caduco (figura 3). Fisiológicamente procede que, a medida que los dientes permanentes en desarrollo se dirigen hacia la superficie, presionan las raíces de los dientes deciduos, cortando su nutrición de forma gradual. Las coronas “caps” se aflojan y, al final, mueren, lo que permite la erupción del diente permanente; por ende, la inflamación cede y se torna normal. Radiológicamente el proceso se aprecia en la figura (4 y 4a).
Discusión
Janssen, Rideout y Edwards (8) revisaron y resumieron para su análisis los registros médicos y patológicos de tapires (Tapirus spp.) mantenidos en 18 instituciones en Norteamérica de 1960 a 1995. De la revisión total para casos dentales, únicamente se reporta un caso de osteomielitis mandibular. Esta revisión presenta como signo clínico la inflamación mandibular y, como posible etiología, los abscesos apicales molares o bien osteomielitis mandibular. A esta se refiere como una afección común, pero difícil de tratar (8). También se menciona neoplasia y trauma como etiologías de esta inflamación, pero sin entrar a detalles (10). En el Manual veterinario del tapir, se afirma que los tapires son particularmente propensos a desarrollar inflamación o absceso mandibular, tanto en cautiverio como en vida libre, y pese a que dicha patología es similar a la presentada en ganado doméstico, la patogénesis en tapires es desconocida (5).
Un estudio realizado en tapir malayo (Tapirus indicus) indica lo común que es encontrar la afección, pero manifiesta que es poco lo que se conoce sobre su etiología o prevalencia. Concluye dicho estudio que las afecciones dentales son comunes en tapires y que la edad es un factor significativo en el aparecimiento de las lesiones (7). Algunos autores mencionan que el lumpy jaw, como se le conoce en inglés, es producto de abscesos apicales producidos por una variedad de bacterias, entre las cuales se incluye Corynebacterium pyogenes, Streptococcus β hemolíticos, Actinomyces sp., Necrobacillus sp., E. coli y Mycobacterium sp. (5,10).
Tjørnelund et al. (9) mencionan en un reporte sobre lesiones dentales en tapir (Tapirus terrestris) que la literatura científica referente a lesiones dentales en tapires es escasa, pero que las descripciones sobre las dolencias dentales, como inflamación de la mandíbula y los abscesos dento-alveolares, son más frecuentes (9). Da Silva et al. (11) concluyen, en un estudio realizado en tapir malayo (Tapirus indicus), que existe una alta prevalencia de lesiones de reabsorción dental en tapires malayos cautivos y proporciona un fuerte indicio de que la edad “adulta” y el “cautiverio”, son importantes factores de riesgo en el desarrollo de dichas lesiones (11). Como referencia, es importante anotar que los tapires poseen dientes de tipo braquiodontos o de baja corona, carecen de cemento y, por lo tanto, se piensa que es una adaptación a una dieta blanda a base de vegetales. El cambio de dentición en tapires se realiza alrededor de los 30 meses de edad (10).
En el caballo, el reemplazo de los premolares e incisivos deciduos por los dientes permanentes se da entre los 2,5 y los 4 años (12,13). A medida que los dientes permanentes en desarrollo se dirigen hacia la superficie, presionan sobre las raíces de los dientes deciduos desgastados, cortando gradualmente su nutrición y el suministro de sangre, además de la continua presión, lo cual hace que las raíces de la corona caduca se reabsorban. Las coronas de los dientes deciduos desgastados se aflojan y finalmente mueren. Posteriormente son desplazados o desprendidos de la encía.
Las tapas o caps, observadas radiográficamente, se parecen mucho a una mesa con cuatro patas colocadas sobre la parte superior del diente permanente (figura 4). Tanto la gingivitis como la enfermedad periodontal pueden resultar de las astillas de las raíces en reabsorción que permanecen en el espacio subgingival después de eliminada la tapa, aunado a la contaminación con los alimentos y bacterias (12,13).
Cuando se quitan las tapas, el diente permanente subyacente hará erupción y deberá estar culminada, en un término de 3 a 4 meses. Las indicaciones para la eliminación de las tapas incluyen: dolor oral o gingivitis asociada con molares retenidos, tapas que están ligeramente sueltas a la palpación, y aquellos en los que no hay apego gingival al diente deciduo. Este último puede ser identificado por la presencia de una fisura palpable entre la tapa retenida y el diente subyacente secundario (14,15).
Otra definición más simple del proceso indica que los dientes permanentes comienzan a crecer, pero con el fin de que crezcan normalmente, los dientes deciduos deben ser expulsados. Tales dientes que no se han caído están ubicados en la parte superior de los dientes permanentes, y a estos se les llaman “tapas”. Un fallo de la caída de las tapas puede resultar en dientes permanentes que crecen en un ángulo anormal, o el fracaso del diente permanente para crecer en su totalidad (16).
Las tapas o caps de dientes premolares deciduos se pueden extraer con seguridad cuando es visible una línea de demarcación entre la tapa y el diente permanente que está en erupción. En el caso de que las tapas de los dientes premolares se vean sueltas al examen bucal, la extracción se llevará a cabo manualmente. En otros casos, la corona caduca restante puede ser asida con un fórceps de extracción, procurando rodar la tapa, por lo general en una dirección palatina o lingual. Deben evitarse la fuerza excesiva e intentos múltiples. Si hay insuficiente movimiento cuando la corona caduca se sujeta y se manipula con las pinzas, el diente debe ser considerado no apto para la extracción, y por lo tanto esta debe ser descartada (15,17).
Conclusiones
Si bien existen varias patologías que pueden provocar inflamación mandibular, el cambio de dentición es un proceso fisiológico normal de la cavidad oral de los tapires, que sin embargo, puede provocar una infección cuando no se realiza de manera normal, por lo que es importante llevar a cabo un monitoreo de la dentición de los tapires en cautiverio, ya sea con estudios radiográficos y revisiones orales periódicas, de acuerdo a cada institución.