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Revista eleuthera

versão impressa ISSN 2011-4532

Rev. eleuthera vol.21  Manizales jul./dez. 2019

https://doi.org/10.17151/eleu.2019.21.4 

Diversidad y Justicia Social

EL SUICIDIO COMO RESISTENCIA POLÍTICA: EL MUNDO DEL EMPRESARIO DEL YO*

SUICIDE AS POLITICAL RESISTENCE: THE WORLD OF THE ENTREPRENEUR OF THE SELF

Jaime Andrés González-Pérez** 

** Docente Universidad de Manizales. Manizales-Colombia. E-mail: andres.goperez@gmail.com. orcid.org/0000-0002-7294-4110. https://scholar.google.es/citations?hl=es&user=JJxOmLoAAAAJ.


Resumen

Objetivo.

Exponer el suicidio como un acto de resistencia política dentro de las dinámicas del sistema neoliberal del empresario del yo.

Metodología.

A través del método de visión de paralaje planteado por Žižek se generó un desplazamiento ontológico del suicidio entendiéndolo como un acto de resistencia política que surge con las prácticas neoliberales del empresario del yo.

Resultados.

El artículo se divide en tres apartados, primero explicación del método visión de paralaje; segundo, una breve recapitulación de las principales nociones existentes sobre el suicidio; tercero, la visión de paralaje del suicidio como acto político de resistencia propio de la sociedad del empresario del yo y el neoliberalismo cognitivo.

Conclusiones.

El suicidio es un acto de resistencia política en las sociedades del empresario del yo en la medida que consiste en un acto de libertad y pone en evidencia el dispositivo psicopolítico del empresario de sí.

Palabras clave: suicidio; visión de paralaje; acto político de resistencia; empresario del yo; neoliberalismo cognitivo

Abstract

Objective.

To expose suicide as an act of political resistance within the dynamics of the neoliberal system of the entrepreneur of the self.

Methodology.

Through the parallax vision method proposed by Žižek, an ontological displacement of suicide was generated, understanding it as an act of political resistance that arises with neoliberal practices of the entrepreneur of the self.

Results.

The article is divided into three sections as follows: first explanation of the parallax vision method; second, a brief recapitulation of the main existing notions about suicide; third, the parallax vision of suicide as an act of resistance characteristic of the society of the entrepreneur of the self and cognitive neoloberalism.

Conclusions.

Suicide is an act of political resistance in the society of the entrepreneur of the self insofar as it consists of an act of freedom and highlights the psycho-political device of the entrepreneur of the self.

Key words: suicide; parallax vision; politic of resistance act; entrepreneur of the self; cognitive neoliberalism

Introducción

El suicidio como acto de elección para poner fin a la vida de uno mismo es considerado un acto que acarrea disímiles consecuencias negativas no solo para la persona que la realiza sino también para la sociedad, por lo cual es revestido -su acto- con ciertas prácticas tabú, de prohibición, desprestigio, desvaloración, desaprobación o exclusión, ya sea por ser considerado un acto deshonroso, de anomia social, de locura o un hecho sin sentido y pecaminoso ante Dios.

Sin embargo, este artículo pretende, planteando otra visión -naturaleza- sobre el suicidio, entenderlo y exponerlo no como un hecho negativo para el individuo que lo realiza, su familia, la sociedad o la cultura, o como un acto meramente positivo en los términos que plantea Emil Cioran, de elección sobre un proyecto de vida; sino como un acto objetivo-racional, que tiene por sentido una resistencia política individual frente a las políticas neoliberales del empresario del yo y el neoliberalismo cognitivo.

Para conseguir este objetivo, primero, utilizaremos el método de visión de paralaje planteado por el filósofo esloveno Slavoj Žižek, a través de él analizaremos el suicidio desde otros ángulos y perspectivas en relación con las nuevas dinámicas neoliberales que permitan otra comprensión de este hecho. Segundo, comprenderemos al suicidio como un acto objetivo-racional que la persona -quien decide quitarse la vida- elige, para no participar en y de las diferentes dinámicas económicas, sociales, políticas, religiosas de la sociedad, etc., que la sociedad neoliberal le ofrece, y con las cuales no puede sentirse conforme.

Este artículo tiene la siguiente estructura: primero, se desarrollará el método expuesto por el filósofo esloveno Slavoj Žižek denominado visión de paralaje. Segundo, se retomarán brevemente algunas tesis sobre el suicidio desde autores como Émile Durkheim, Emil Cioran y la visión del cristianismo, que contienen los cimientos clásicos de la comprensión del suicidio. Por último, hablaremos de cómo el suicidio, planteado desde una visión de paralaje y en relación con el contexto de las prácticas neoliberales del siglo XXI, puede ser comprendido y explicado como un acto político de resistencia en la medida que consiste en un acto de libertad y pone en evidencia el dispositivo psicopolítico del empresario de sí.

Discusión

Método: visión de paralaje

Visión de paralaje es el nombre que recibe el desplazamiento aparente que sufre un objeto1, causado por un cambio en la posición del observador, que implica una transformación en la naturaleza e interpretación de este -del objeto-.

En otras palabras, la visión de paralaje es un ejercicio hermenéutico o juego reflexivo que consiste en analizar e interpretar al objeto de investigación, de acuerdo con los múltiples ángulo(s) y perspectiva(s) que de este se puedan observar con la finalidad de construir o proponer puntos de encuentro e inflexión, entre las disímiles perspectivas, inclusive aquellas “contradictorias” que se correlacionan analíticamente entre sí y transforman la deducción y naturaleza del objeto, develando nuevas representaciones del mismo que a simple vista parecen difusas, indisociables e inexistentes. Un ejemplo ilustrativo de la paralaje son las imágenes 3D que puestas al movimiento (a pesar de ser el mismo objeto) exponen una perspectiva diferente con otra representación.

La paralaje es entonces una brecha interpretativa, en la cual se afirma que existe codependencia entre todos los conceptos que definen y constituyen al objeto de investigación y que a su vez lo renuevan y transforman en todo momento, cambiando de esta manera sus cualidades, repercusiones y significaciones.

Este método planteado por Žižek en su obra Visión de paralaje (2006), pretende complejizar y profundizar sobre y en el objeto de estudio, alimentando y transformando su interpretación, de acuerdo con la visión o movimientos comprehensivos que se lleven a cabo sobre éste -el objeto-. Por lo cual, el método no busca establecer un entendimiento o conocimiento unívoco de un objeto, que permita reducirlo siempre a una sola razón de ser. Por el contrario, este método busca generar un estado de tensión latente en la comprensión que se tiene sobre el objeto, al igual que a sus diversas formas o maneras de concebirlo y explicarlo. Además, busca generar un estado reflexivo en el observador quién debería, en principio, ampliar su horizonte analítico. En otras palabras, la visión de paralaje complejiza y profundiza en y sobre el objeto de investigación, al igual que sobre el observador, nutriendo todo tipo de interpretaciones.

El propósito de este método es que, al finalizar el proceso de investigación se logren edificar cosmovisiones de ideas entrelazadas2 que comprendan la diferencia, aproximación, similitud y contradicción de los objetos -o fenómenos- de investigación; al igual que el carácter mutable, versátil e inestable que tienen estos con relación al tiempo-espacio que los define-delimita. En otras palabras, el resultado de este ejercicio hermenéutico o juego reflexivo debería provocar, como lo denomina Žižek (2006), una proliferación de significaciones3, es decir, multiplicidad de interpretaciones de cualidad ontológica que implican un cambio en el ser4 del objeto, que supone, a su vez, una transformación en su representación.

Para llevar a cabo estudios, análisis e interpretaciones con este método, es condición sine qua non del observador no sólo una flexibilidad de los conceptos que utiliza para aproximarse y definir al objeto de estudio, sino una capacidad reflexiva que le permita desplazar el objeto, aun cuando este se lo impida o aparezca como imposible.

Recapitulación de los postulados acerca del suicidio

Antes de comenzar a recapitular y caracterizar algunas de las nociones existentes sobre el suicidio en este apartado, es importante aclarar que lo que aquí se pretende es esbozar únicamente y de manera muy somera algunas de estas posturas, pues, primero, no se busca un debate profundo respecto a éstas, sus diferencias e implicaciones, sino una exposición sobre cuáles han sido su/s idea/s o noción/es principal/es; segundo, disponemos de poco espacio para desarrollar tal labor. Por tanto, si se dejan de lado algunas posturas respecto al suicidio, muchas de ellas quizá más interesantes y contemporáneas, no cambia el resultado de nuestra propuesta, que no tiene nada que ver con estas posturas más que servir de puente para proponer otras perspectivas y naturaleza sobre el suicidio.

La noción durkheniana

Para Durkheim (2008), el suicidio es un producto de la anomia social5; de la incapacidad que tiene la estructura de la sociedad en su conjunto para afrontar y resolver una fractura de la misma entre, por ejemplo, una reconciliación de valores sociales -una contradicción entre los valores tradicionales de la cultura versus los nuevos valores contemporáneos- que genera no sólo un choque de sentidos entre sus individuos, las normas, las costumbres y todo aquello que dote de sentido a la sociedad sino también que causa una construcción y constitución de nuevas generaciones de individuos desorientados, a los cuales la sociedad no les puede garantizar los elementos necesarios o mínimos para cumplir las metas o telos establecidos por ella y sus ciudadanos, y termina conduciéndolos o haciéndolos propensos al suicidio. En otras palabras, la sociedad engendra a sus propios anómalos, suicidas en la medida que no tiene como satisfacer sus demandas sociales de justicia, libertad, vida, economía, etc.

La anomia entonces proviene del desajuste entre la estructura social y la conciencia cultural, sobre todo cuando hay una contradicción entre las leyes escritas y las exigencias sociales nuevas, vinculado todo esto con una desviación social, es decir, a la existencia de modelos de conducta marginales o no permitidos. Por lo que la conclusión a la que llega este autor -Durkheim-6 es la siguiente: la totalidad de suicidios en una sociedad dada, medida por la proporción de suicidios, es tratada como un hecho social que solamente puede ser explicado sociológicamente, y no por las motivaciones individuales que llevan al suicidio. Lo que interesa son las variaciones en las proporciones de suicidios entre distintas sociedades, como algo que está en función de condiciones sociales; la unidad de análisis es la sociedad, no el individuo. (Palacio, 2010, p. 5)

El suicidio adquiere así primero una connotación social puesto que su naturaleza y valor ontológico no reside en la acción individual de las personas que se quitaron la vida como tampoco en los factores económicos, geográficos, religiosos o inclusive políticos individuales que motivaron su acción, sino en su expresión de un fallo de la estructura de la sociedad -falla estructural- que inclusive, sostiene Durkheim, puede conformar sociedades suicidógenas; es decir, sociedades con tendencia hacia el suicidio. Sin embargo, los individuos tienen cierta relevancia en su teoría del suicidio en la medida que es en ellos donde se manifiesta esta condición estructural.

Segundo, el suicidio adquiere un valor negativo, pues las personas que lo llevan a cabo son representadas como el producto de una marginalidad social que las excluye y las concibe como diferentes; enfermas, locas, etc. La individualidad y la reflexividad de tal elección no deviene en un acto ético o racional, sino sociológico. Todo lo que lo lleva a esta elección permanece por fuera del individuo, hasta que éste decide si sucumbe o no ante estas acciones. Así, la sociedad es una garante de que éste desista en la medida que le brinda los elementos necesarios para su permanencia y su realización social e individual, o lo impulse finalmente a quitarse la vida.

Finalmente, Durkheim (2008) distingue entre tres tipologías de suicidios producto de la anomia social: egoísta, altruista y anómica. Es egoísta cuando las personas se quitan la vida pensando en sí mismos, renunciando a todo vínculo y responsabilidad con lo social, cuando anteponen lo colectivo a lo individual. Es altruista cuando se realiza de acuerdo con imperativos sociales, donde los valores de la sociedad están estrictamente marcados y el valor moral está por encima del individuo. Es anómico cuando hay una falla de la estructura social que, como vimos, incita a los individuos a crisis depresivas, implica choque de sentidos o no tiene como brindarle los elementos necesarios para la realización de sus proyectos personales. Durkheim (2008) señala a las crisis económicas -o el ciclo económico- como característico a esta tipología.

La noción católica del suicidio

El suicidio como acto de elección para acabar con la propia vida en la doctrina religiosa católica tiene una condición negativa, primero, porque implica una coartación de la vida otorgada por Dios en función de su ejercicio como administrador de la existencia en lo terrenal (noción promulgada por la Iglesia católica a través de la Biblia); segundo, porque supone un acto de destrucción-descomposición del orden establecido y, tercero, corresponde con acto de locura o posesión demoníaca.

Al ser Dios el verdadero dueño de la vida de las personas, y estas últimas solo sus administradoras en la tierra, debe ser él quien decida cómo y cuándo acabar con ella. Resistirse a sus mandatos acabando prematuramente con la misma, supone un castigo divino: la eternidad en el infierno. Por otra parte, el suicidio de una persona implica un acto de rebeldía que podría deteriorar el orden cultural existente, en la medida que pone en duda los principios y valores sociales que sostienen toda idea existente del bien divino y del poder administrativo de Dios sobre la tierra, que incluye la supervivencia de sus feligreses.

Los postulados católicos sobre el suicidio utilizan las nociones de la naturaleza humana y del derecho natural otorgados por Dios a la humanidad para legitimar su doctrina. Estas nociones niegan toda condición biológica de la vida que es, en principio, un regalo-préstamo de Dios.

Cada cual es responsable de su vida delante de Dios que se la ha dado. Él sigue siendo su soberano Dueño. Nosotros estamos obligados a recibirla con gratitud y a conservarla para su honor y para la salvación de nuestras almas. Somos administradores y no propietarios de la vida que Dios nos ha confiado. No disponemos de ella. (Clowes, 2001, p. 105)

Los feligreses católicos que eligen el suicidio son calificados como herejes y pecadores. Además, su familia es señalada y recriminada por la decisión del pariente que atentó contra el orden social. Razón por la cual, hay una representación negativa del suicidio y este es en principio, prohibido y sancionado.

Al igual que en la propuesta de Durkheim, el suicidio corresponde a un problema externo del individuo, empero, en la noción católica no corresponde sólo con una fractura o fallo estructural, sino también con un mundo habitado por demonios y espíritus malignos que poseen el cuerpo de los creyentes débiles7 -o quienes ponen en duda el poder de Dios sobre la tierra, o aquellos que no cumplen con sus mandamientos y castigos- incitándolos al suicidio; al igual que con un problema de tipo espiritual, donde los espíritus débiles sucumben con mayor facilidad a este tipo de pecados.

La noción de Emil Cioran

Para Cioran (2001) el suicidio es un acto de libertad individual, una experiencia intersubjetiva y un proyecto de vida. Es un acto de libertad individual porque son las personas quienes autónomamente deciden cuándo, cómo, dónde y de qué manera poner fin a una vida que no eligieron vivir. Es una experiencia intersubjetiva, porque el suicidio de otras personas es un acontecimiento -que nos permite encontrarnos con el otro- y cuestiona nuestra existencia, haciéndonos reflexionar sobre el valor que tiene nuestra vida, los argumentos a favor o en contra de ella, nuestros pensamientos y posturas éticas frente a estas acciones; al igual que todas las ideas sociales y políticas existentes que revisten este hecho. Y, por último, es un proyecto de vida, porque las personas que eligen llevarlo a cabo lo ejecutan como un logro culminante de su existencia, que tiene por objeto darle sentido y valor simbólico a su muerte, más allá del proceso natural.

Comprendido de esta manera, el suicidio -para Cioran- tiene un valor positivo más que negativo, pues sirve de incentivo a las personas para cumplir logros u objetivos personales, en la medida que al tener el poder y la capacidad de acabar su vida en cualquier momento, éstas pueden enfocarse a cumplir otras metas u objetivos, demostrándose hasta dónde son capaces de llegar en sus proyectos personales, teniendo consigo presente en todo momento que su último objetivo es su propia muerte8, y este debe cultivarse. Ser el punto culminante de una vida:

El único argumento que cabe contra el suicidio es el siguiente: no es natural poner fin a tus días antes de haberte demostrado hasta dónde puedes llegar, en qué medida puedes realizarte. Aunque los suicidas creen en su precocidad, consuman, sin embargo, un acto antes de haber alcanzado una madurez efectiva, antes de estar maduros para una extinción aceptada. El que un hombre quiera acabar con su vida es fácil de entender. ¿Pero por qué no elegir el punto culminante, el momento más favorable de su desarrollo? Los suicidios son horribles por el hecho de que no se llevan a cabo a su debido tiempo, porque tronchan un destino en lugar de coronarlo. Un final tiene que cultivarse como si fuera un huerto. (Cioran, 1995, p. 44)

En esta noción del suicidio la decisión ejercida por la persona que se quita la vida tiene una concepción ética y no moral, en tanto, primero, consiste en una elección racional individual que recupera la subjetividad perdida en nociones -anteriores- negativas del suicidio, como la versión católica -ver a continuación-, donde no existe autonomía sobre la existencia individual ni sobre la toma de acción sobre el cuerpo. Segundo, corresponde con una acción que ya no tiene cargas negativas y castigos morales en el purgatorio o una carga de desaprobación sobre el suicida, su familia o inclusive la sociedad; tampoco existe un poder divino -o agente externo- que obliga a las personas a permanecer en el mundo terrenal contra cualquier voluntad, por el contrario, corresponde con la consecución de un proyecto de vida (personal) que reafirma la libertad y autonomía de las personas en sociedad quienes cargan de valor a su propia muerte.

En este sentido, para Cioran (1995) el suicidio está más allá de las ideas del bien y del mal católico y las fallas estructurales de la sociedad. Se ubica como un acto personal que implica nociones nuevas sobre un accionar en la toma de decisión (libertad-autonomía) personal que deben servir para transformar y reflexionar respecto a la construcción reflexiva de cada individuo, hacia la vida que cada quien merece vivir y está descubriendo a medida que reconoce su propia muerte.

El suicidio como acto de resistencia política

La paralaje del suicidio se realiza añadiéndole un valor político a su ejecución, un valor que debe buscarse no sólo en la autonomía sobre la toma de decisión sobre un cuerpo y una vida individual, como lo explica Cioran, sino también en los contextos culturales de la población, al igual que en las dinámicas contemporáneas del sistema capitalista y en los mecanismos de subjetivación propios del siglo XXI, auspiciados por éste: el sujeto del rendimiento o el sujeto post panóptico, propios del sujeto empresario del yo. En otras palabras, para comprender la paralaje del suicidio aquí propuesta, tendremos que empezar por entender la nueva sociedad del rendimiento y los procesos psicopolíticos, para de esta manera hablar del suicidio como un acto político de resistencia.

La sociedad del rendimiento a la que haremos referencia aquí es la planteada en primera instancia por el filósofo francés Michel Foucault en su obra El nacimiento de la biopolítica (2007)9 y desarrollada posteriormente por el filósofo surcoreano Byung Chul Han en Psicopolítica (2014) y el filósofo esloveno Slavoj Žižek en Problemas en el paraíso: del fin de la historia al fin del capitalismo (2016). Es la sociedad del siglo XXI descrita como la era de la tecnología, el big data y la red digital; considerada como la sociedad del sujeto neoliberal, o en palabra de los tres autores, del empresario del yo -o empresario del sí mismo- y la era de poder hacer y no del deber. La era del neoliberalismo biopolítico y cognitivo.

En el nacimiento de la biopolítica se pueden ver los primeros esbozos de la descripción de la sociedad globalizada de alto rendimiento, de la superproducción y consumismo, de la cual hoy somos parte. A partir de este libro, podemos referirnos (pensar) ya a un sujeto que es considerado un ser libre, un proyecto en sí mismo y un empresario de sí mismo. Un sujeto que tiene la capacidad de elegir su formación, su trabajo, su proyección, su producción, y, además, puede disponer de todos los medios que el mercado le ofrece, para cumplir con su propio proyecto y administrarlo como prefiera. Este empresario del yo, que es producto de las dinámicas neoliberales y biopolíticos, es dueño de su propio destino y de su propia suerte; es amo y señor de su rendimiento; es jefe y trabajador al mismo tiempo; es dueño único de sus deudas, sus triunfos y fracasos. Solo él puede regularse y exigirse al máximo.

Esta idea del empresario de sí, planteada por Foucault y retomada posteriormente por Han y Žižek, convierte al sujeto en una pequeña empresa, en una unidad productiva autónoma responsable de su administración. Le confiere no sólo un rol indispensable en su mantenimiento sino una libertad de elección prácticamente ilimitada. Adicional a esto, le otorga la capacidad de deuda y crédito, le permite empeñarse y vender su esfuerzo futuro.

Sin embargo, esta noción del empresario del yo destruye la libertad misma y entraña la servidumbre social:

Hoy creemos que no somos un sujeto sometido, sino un proyecto libre que constantemente se replantea y se reinventa. Este tránsito del sujeto al proyecto va acompañado de la sensación de libertad. Pues bien, el propio proyecto se muestra como una figura de coacción, incluso como una forma eficiente de subjetivación y de sometimiento. El yo como proyecto, que cree haberse liberado de las coacciones externas y de las coerciones ajenas, se somete a coacciones internas y a coerciones propias en forma de una coacción al rendimiento y la optimización. (Chul Han, 2014, p. 7)

El sujeto libre en realidad es un esclavo que se convence de competir contra sí mismo en un juego dónde él se debe de entrada, mayor responsabilidad y rendimiento; su meta es ser más eficiente, productivo y funcional; su mayor deseo es adquirir el sueño publicitario que le vende el mercado a través de las oleadas informativas y propagandísticas; donde la mayor capacidad de endeudamiento y crédito es directamente proporcional a la felicidad y bienestar que cree poseer.

El empresario del yo posee dos cualidades. Primera, es un dispositivo de subjetivación encargado de autodisciplinarse. Es una tecnología psíquica y mental diseñada para la autosugestión, el castigo y la vergüenza; es una tecnología que no requiere de coacción externa del tipo panóptico foucaultiano, por el contrario, él es su propio panóptico, su propio vigilante, se observa y se castiga a cada instante cuando considera que su vida no corresponde con sus objetivos o es excluido socialmente (ver más abajo). Este ser libre del neoliberalismo es en realidad un ser coaptado psicológicamente, se deprime, se sanciona, se culpabiliza, se hiere, se humilla y se siente menos cuando es improductivo, sin embargo, es más productivo.

La segunda cualidad del empresario del yo es que es un sujeto individualizado que requiere la aprobación social de su grupo económico para sentirse bien consigo mismo. Es decir, es un individuo de relaciones sociales, por lo general de tipo digital -donde el contacto con otras personas ocurre en el ciberespacio y a través de aparatos tecnológicos- que reconoce a iguales, en la medida que estos comparten gastos, deudas, sueños, mercancías, proyectos y demás. Estas relaciones sociales patrocinadas por el mercado neoliberal no son más que deseos puestos a la venta, transmitidos al público como una necesidad para sus vidas. De esta manera, cuando el sujeto se niega a endeudarse o gastar e invertir en deseos o proyectos que le permitan integrarse a estos círculos de aprobación, experimenta sensaciones de exclusión, diferencia, desvaloración o inclusive enfermedad, sintiendo además de su castigo panóptico, una inexorable pérdida del sentido de su vida.

A través de estas dos cualidades, el sistema neoliberal organiza al empresario del yo, obligándolo a hacerse no sólo con los productos o mercancías necesarias para librarse de sus pensamientos autodestructivos, sino también a depender e incluirse en las dinámicas sociales para obtener el reconocimiento necesario y así sobrellevar su vida. Este ciclo que se actualiza y renueva constantemente de acuerdo con los flujos del mercado, es el neoliberalismo del empresario del yo. Una doctrina que convierte al sujeto en un sujeto de la economía y de sí mismo.

Un ejemplo de cómo opera el sistema del empresario del yo, son los distintos programas fitness existentes en el mundo actual. Estos programas venden el deseo del cuerpo light y la salud a las personas, al tiempo que castigan la obesidad representándola como negativa, mala, corrosiva o destructiva. De esta manera, las oleadas informativas, al igual que la presión ejercida por los medios de comunicación, se promueven para convencer a las personas de la necesidad del ejercicio, convirtiendo en verdad un argumento falaz: quienes no inviertan en sus cuerpos y cumplan con el estereotipo fitness, delgado, deportivo o musculoso, son diferentes, extraños y no iguales. Por otra parte, las personas que ya han comprado esta idea y han pagado por estos programas, se sienten mal consigo mismas si lo abandonan, incumplen sus rutinas, o no alcanzan los resultados esperados. Estos ciclos renuevan constantemente en el mercado y terminar por seducir al sujeto, hasta llevarlo a la deuda, el rendimiento, la autosugestión o la subjetivación.

El sujeto del rendimiento, que se pretende libre, es en realidad un esclavo. Es un esclavo absoluto en la medida en que sin amo alguno se explota a sí mismo de forma voluntaria. No tiene frente a sí un amo que lo obligue a trabajar. El sujeto del rendimiento absolutiza la mera vida y trabaja. (Chul Han, 2014, p. 7)

La nueva sociedad del siglo XXI ya no se requiere entonces de un gran hermano controlador que vigila y se encarga del disciplinamiento a través de dispositivos de poder externos al sujeto; ahora la sociedad libera al sujeto y lo convierte en un empresario de sí mismo; un ser positivo que se convence a sí mismo de hacer lo correcto -porque así lo cree- y disfruta de su condición.

Today’s society is no longer Foucault’s disciplinary world of hospitals, madhouses, prisons, barracks, and factories. It has long been replaced by another regime, namely a society of fitness studios, office towers, banks, airports, shopping malls, and genetic laboratories. Twenty-first-century society is no longer a disciplinary society, but rather an achievement society [Leistungsgesellschaft]. Also, its inhabitants are no longer “obedience-subjects” but “achievement-subjects.” They are entrepreneurs of themselves.” (Chul Han, 2016, p. 8)

Un sujeto regulado por su yo que le castiga y se corrige mediante sensaciones sugestivas y psicológicas cada vez que se siente inútil, vacío, poco integrado, obeso, por fuera de la moda, etc. Un yo que termina deprimido (máxima victoria del neoliberalismo simbólico, ver más abajo) y es mucho más dócil, disciplinado y manejable.

Cabe añadir que esta estrategia de volver al sujeto un empresario de sí, primero, libera de toda responsabilidad e intervención social al modelo neoliberal, porque éste asume a los sujetos como instituciones autónomas -las cuales ellas mismas deberían garantizarse su bienestar, el acceso a salud, educación, deporte, arte, y demás- a las cuales debe garantizarle únicamente un aparato fuerte de justicia, para que a todos se les garantice un procedimiento claro y un conocimiento suficiente del mercado, y con ello las personas en su libre accionar, cumplan e inviertan de acuerdo con sus proyectos individuales10. Por otra parte, le resulta más económico, porque ya no tiene que gastar en edificación centros, instituciones y tecnologías de disciplinamiento físico, características del siglo XIX, para que su fórmula-principio se cumpla.

Por otra parte, como señalamos al principio de este apartado, la nueva sociedad del empresario del yo se convierte, además, en una nueva forma de sometimiento y servidumbre global, así lo escribe Žižek (2016):

Así, el triunfo definitivo del capitalismo llega cuando el trabajador se convierte en su propio capitalista, el empresario del yo que decide cuando invertir en su propio futuro (educación, sanidad, etc…) y paga estas inversiones endeudándose. Lo que eran formalmente derechos (a la educación, a la salud, a la vivienda) se convierten así en decisiones libres de invertir o no, que formalmente están al mismo nivel que la decisión del capitalista o del banquero de invertir en esta o aquella empresa de manera que, a este nivel formal, todo el mundo es un capitalista que se endeuda para poder invertir. (p. 58)

La sociedad del rendimiento y el empresario del yo se caracteriza por construir un mundo de la competencia, y un sistema cognitivo de la depresión, los trastornos depresivos o los síndromes como el burnout -que son producto de las dinámicas del mercado y las nuevas formas de subjetivación psicológicas, propuestas y ejecutadas por el sistema capitalista-. Es una sociedad del crédito y la deuda diseñada para la economía de mercado y las dinámicas del deseo publicitario; una sociedad esquizofrénica de locos aislados en el ciberespacio donde el contacto con el otro es nulo, y su capacidad de agencia política desaparece en la medida que debe organizar su vida para pagar sus préstamos. Una sociedad cuyo contenido de sentido depende de las oleadas de sueños prefabricados que se venden al público al por mayor a través de las estrategias del marketing y la capacidad que tenga el sujeto para endeudarse ante los bancos11.

De esta sociedad organizada para los trastornos y enfermedades psicológicas, al igual que para la deuda y los mecanismos de subjetivación de la psiquis, surge un nuevo fenómeno de suicidio. Uno político. Un acto de resistencia ejecutado por el sujeto que decide no ser -más- un empresario de sí mismo, y renuncia a convertirse no sólo en un cuerpo vacío diseñado para adquirir las formas económicas capitalistas propias del deseo, sino que rechaza la idea de convertirse en su propio panóptico. Un acto que desplaza el valor negativo-positivo del suicidio, y lo convierte en otra forma de ser de la libertad12: el escape a su condición de estar preso de sí mismo.

Este acto de muerte que encarna un valor político de resistencia -paradójico entre tanto supone una problemática o enfermedad social, y al mismo tiempo encarna una de las maneras o medidas (carente de un argumento sólido) para acabar con el sistema capitalista neoliberal- es propio de sociedades en las cuales, afirma Žižek (2016), el capitalismo ha sido más apremiante. Corea del Sur, por ejemplo, uno de los países más desarrollados y con los mejores índices de calidad de vida, posee también la tasa de suicidio más alta del mundo13. Allí, debido a las exigencias culturales a las cuales son sometidos los surcoreanos como parte de su ideología del honor familiar e individual, el neoliberalismo edificó un nuevo prototipo de ciudadano mundial del empresario del yo, uno excesivamente productivo capaz de asumir su rol como miembro de una sociedad homogénea, en la cual su función se comprende no sólo necesaria, sino esencial para el desarrollo social; y uno donde el miedo al fracaso induce a al sujeto a un ataque de depresión -aceptado y legitimado por la sociedad- que de no conducirlo a un shock emocional que lo rehabilite y predisponga de nuevo como sujeto de rendimiento, termine por inducirlo al suicidio.

Esta nueva forma de ser o paralaje del suicidio es distinta a otras concepciones existentes del mismo, puesto que no se privilegia el fin de la vida como un proyecto último; un acto de anomía social provocado como una enfermedad cultural que tiene su foco en determinados contextos o poblaciones específicas; o un acto pecador provocado por algún demonio o acto de locura, sino como un acto de libertad en el contexto neoliberal actual del empresario del yo, en el cual, éste -el suicidio- consigue poner fin a una vida de un sujeto autocontrolado que se coacciona a sí mismo. Un acto que además se entiende político, en la medida que su accionar evidencia la estructura y el dispositivo psicopolítico que permanece en el principio del empresario del sí mismo.

Conclusiones

La visión de paralaje del suicidio desplaza la interpretación y naturaleza negativa de la anomía social, la idea divina del poder de Dios sobre la vida y el acto positivo de culminación de un proyecto de vida individual, asociados a él, por un acto de libertad; pero no libertad entendida simplemente como la autonomía sobre un cuerpo y una existencia particular, sino como libertad política; un acto de elección reflexivo sobre la muerte, elegido para poner fin a los nuevos mecanismos de subjetivación e individualización característicos del siglo XXI que crean un sujeto positivo de autocontrol, en principio aparentemente libre, pero atado a un yo que los esclaviza y los convierte en un dispositivo mental de subjetivación con su propio panóptico. Lo político del acto del suicidio está entonces en la elección racional del suicida que decide escapar conscientemente de sí mismo, al igual que del dispositivo psicopolítico del liberalismo cognitivo, rehusándose a autocontrolarse y autoexigirse como empresario del yo. Con su muerte, consigue romper con todos los ciclos, dispositivos, estrategias y tecnologías que recaen en él y lo vinculaban con los imperativos de la deuda, el deber y el rendimiento, propios del sistema neoliberal y la sociedad del siglo XXI.

Finalmente, cabe añadir que este ejercicio de paralaje del suicidio como acto de resistencia política, también tiene la intención de poner en “tensión”14 los principios generales que rigen nuestra sociedad en la actualidad. Develan una problemática social específica, provocada por los modelos del neoliberalismo del siglo XXI, denominada sujeto de rendimiento, empresario de sí o empresario del yo.

Referencias

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Žižek, S. (2016). Problemas en el paraíso; del fin de la historia al fin del capitalismo. Barcelona, España: Editorial Anagrama. [ Links ]

* Este artículo surge de una intención particular del autor acerca del suicidio. De la intención personal de querer abordar la temática -del suicidio- desde otra perspectiva ontológica que permitiera no solo su reformulación y reinterpretación, sino también su reflexión política y la búsqueda efectiva de soluciones a esta problemática. Por lo cual, debe entenderse (o leerse, si se quiere) como una provocación-tensión de la forma en la cual como humanistas y científicos de lo social nos referimos a los acontecimientos más próximos de nuestra realidad capitalista contemporánea.

Como citar este artículo: González, J.A. (2019). El suicidio como resistencia política: el mundo del empresario del yo. Revista Eleuthera, 21, 51-65. DOI: 10.17151/eleu.2019.21.4.

1En este caso el objeto de investigación, el suicidio.

2Véase esta noción de ideas entrelazadas con mayor rigurosidad en Žižek (2006).

3Expresión acuñada por Žižek (2006).

4Žižek utiliza la palabra ontos.

5“La anomia, como estado social, es: una falta de dirección que suele aparecer en las épocas de revolución social. En el individuo se corresponde con un desconcierto o inseguridad o lo que hoy se suele definir como alienación o pérdida de identidad. La anomia es un estado de la sociedad donde los valores tradicionales han dejado de tener autoridad, mientras que los nuevos ideales, objetivos y normas todavía carecen de fuerza. Anomía es un estado social en que cada individuo o cada grupo buscan por sí solos su camino, sin un orden que lo conecte con los demás (…) es frecuente en las comunidades sociales cuyos valores y normas pierden fuerza” (Durkheim, 2008, p. 25).

6El nombre de Durkheim es agregado por el autor.

7Una de las pocas razones donde la familia del suicida puede argüir que su acto corresponde con un acto maligno exterior al creyente, y este puede entrar a ser juzgado por Dios para determinar según su tipo de posesión y ejecución, si puede alcanzar la redención y con esto llegar al cielo.

8Es importante señalar que los planteamientos de Cioran sobre el suicidio que se presentan aquí no se corresponden con la totalidad del planteamiento del autor. Aquí se reducen al máximo a su noción más básica. Pretende ser entendida como una idea que concatene su tesis principal: el suicidio como proyecto de vida.

9Es comprensible que esta mirada de la biopolítica planteada por Foucault en este texto sea mal vista o, inclusive, pueda parecer “pobre” teóricamente, ya que consiste en una primera lectura que el autor (Foucault) hace en uno de sus cursos de estudio y presentación de investigación. Por lo cual, se insiste, puede parecer desactualizada o no generar mayor aporte o análisis a este artículo. Sin embargo, se aclara que la mención a Foucault en este apartado es únicamente como referencia teórica que pretende inducir al lector al tema de la biopolítica o el control de la vida. Ello, porque ambos autores utilizados para el análisis, es decir, Byung Chul Han y Žižek, lo utilizan para argumentar-sostener su lectura del mundo contemporáneo del empresario del yo.

10Esta idea del neoliberalismo es defendida por autores cono Robert Nozick. Véase en Robert Nozick. (1988). Anarquía, Estado y utopía.

11Esto porque la capacidad de endeudamiento que permite el sistema capitalista viene acompañada de una capacidad de pago que se mide de acuerdo con la capacidad que tenga el sujeto de ser predecible en su trabajo y sus ganancias ante los bancos.

12No por esto se está afirmando que no existen otras formas o métodos de resistencia política; ni mucho menos que acabar con la vida supone en sí mismo una única salida, o éste sea el mejor acto para acabar, replantear o transformar el sistema capitalista. Por el contrario, como sostiene Žižek, esto nos sirve para pensar verdaderamente en el problema del suicidio como un fenómeno encarnado en sí mismo por el modelo capitalista. Y es que, una vez nos apartamos del problema de debate moral, ético, y del juicio de valor que contiene una afirmación de esta envergadura (que también podría pensarse como una forma de dignificar un poco la versión del suicidio como una salida fácil o un acto insignificante e irrelevante, haciendo alusión a su expresión de un fallo de la sociedad), lo que subsiste es la idea del suicidio como un acto político desde una paralaje que permite el ejercicio reflexivo. La verdadera puesta en tensión de un fenómeno que acontece en nuestra realidad que no ha sido pensado como una problemática social inmanente de nuestras formas económico-políticas de nuestras vidas. Por lo tanto, no debe entenderse esta afirmación a la ligera, o como un pensamiento o acción que sostengamos debería realizarse más a menudo, sino como una problemática que atañe al siglo XXI y que tiene que brindarnos la posibilidad de transformar nuestras prácticas sociales, económicas y políticas.

13Para mayor ampliación de esta noticia, véase en Žižek (2016)Problemas en el paraíso; del fin de la historia al fin del capitalismo. Barcelona-España Editorial Anagrama. Páginas 13-20; o en noticias como: efe. (11.09.2015) Corea del Sur, el país desarrollado con más suicidios. El comercio. Recuperado de https://elcomercio.pe/mundo/asia/corea-sur-pais-desarrollado-suicidios-212080 tomado el día 15 de enero de 2017. y, Ángela Castillo. (04/11/2015) El país de los universitarios suicidas. El mundo. Recuperado de http://www.elmundo.es/f5/2015/11/03/562fa6d8ca4741f52f8b4624.html Tomado el día 15 de enero de 2017.

14Véase el término tensión, al igual que su desarrollo teórico, en visión de paralaje. Ibíd.

Recibido: 03 de Abril de 2018; Aprobado: 25 de Febrero de 2019

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