1. Introducción
Lorenzo Barcala fue un personaje muy importante en el contexto de la guerra de independencia y las guerras civiles en el territorio de la actual República Argentina, que tuvo gran actuación en Cuyo y su ciudad capital (Mendoza),3 donde nació y se crió en el seno de la familia del escribano del Cabildo, Cristóbal Barcala, y fue fusilado en 1835 por conspirar contra el gobierno. Pero, al mismo tiempo, encarnó a un afromestizo libre, de padres no conocidos, que debió procurarse atributos para posicionarse en una estructura social que, como en otros contextos de la Hispanoamérica tardo colonial, expresaba tensiones y dificultades para la movilidad social de los ilegítimos y la gente de color4. Por todo esto, restituir la trayectoria de Barcala tiene valor para enriquecer las biografías todavía muy escuetas de un militar de descendencia africana que ha trascendido como héroe y mártir patriota en la memoria nacional, y para aportar al conocimiento de la integración social de los descendientes de africanos, libres y esclavos, militarizados (como también de sus mujeres y sus familias) en la sociedad cuyana y mendocina independiente5.
Esta aproximación a Barcala dialoga con la historiografía que en las últimas décadas ha interpelado a los mulatos, pardos y negros enrolados en milicias cívicas y ejércitos regulares en el espacio hispanoamericano de fines del siglo XVIII y principios del XIX y ha mostrado, entre otras cuestiones, su agenciamiento para lograr preeminencias, ascenso social, el adquirir la ciudadanía, integración a los cuerpos políticos y para el acceso a la libertad en el caso de los esclavos6. Sobre la base de esos aportes y atendiendo a la militarización7 que dispuso José de San Martín en Cuyo, sobre todo entre 1814 y 1817, a fin de organizar la campaña que dio libertad a las actuales repúblicas de Argentina, Chile y Perú8. Este trabajo parte de la hipótesis de que la incorporación militar pudo favorecer la integración y movilidad social de algunos negros9 y sus familias10. Aun cuando la incorporación para muchos fue forzosa11 y la participación en las guerras también pudo motivar una declinación demográfica de esa parcialidad, que en 1812, antes de su reclutamiento masivo, representaba el 33 por ciento de la población de Mendoza y en 1823 había disminuido aproximadamente al 12 por ciento12.
En 1777 un empadronamiento colonial contabilizó un 24 por ciento de negros esclavos y libres13, lo que indica hasta los primeros años de la guerra de independencia esa parcialidad creció hasta constituir la tercera parte de la población mendocina, con participación en la actividad doméstica, en los oficios y en la agricultura. Al punto que en el período 17501821 los esclavos llegaron a representar el 13 por ciento de los medios de producción en Mendoza14.
Los negros libres, por su parte, sirvieron en las milicias coloniales, contados en el año 1739 en la Compañía de Pardos de Mendoza en cantidad de 87; y en el año 1802 en 176, entre oficiales y milicianos15. Al hallarse muy cerca de la ciudad de Mendoza la frontera con los indios del sur, las milicias regladas estuvieron activas y las autoridades coloniales se encargaron de organizarlas16. Más adelante, la militarización sanmartiniana reorganizó y acrecentó las milicias cívicas y en particular el cuerpo de Cívicos Pardos: en junio de 1813 contaba con 116 soldados y 134 plazas; y en febrero de 1816 con 199 soldados y 232 plazas, número que continuó creciendo hasta que se inició el cruce de los Andes en enero de 181717.
Además, la política de reclutamiento sanmartiniana llegó a completar casi la mitad de las tropas del Ejército de los Andes con negros libertos: unos 1554, de los cuales casi la mitad correspondía al rescate para el servicio de las armas de las dos terceras partes de la esclavatura cuyana realizado en 181618. Precisamente en esa coyuntura, Lorenzo Barcala, pardo y de condición libre, se alistó en los Cívicos Pardos y pronto fue designado como instructor de soldados negros del Ejército de los Andes, punto de partida de una ascendente carrera militar.
Ahora bien, los historiadores y biógrafos que se han ocupado de Lorenzo Barcala destacan como sus características principales los valores de heroísmo, patriotismo, civismo y abnegación. Puede decirse que de Barcala no se conoce mucho más que una serie de virtudes, valores y acciones que han servido a la historiografía tradicional para construir un «héroe» mártir de la patria y, a la vez, un imaginario «redencionista» de la Revolución respecto de la esclavitud19. Esa imagen de Barcala se ha edificado sobre la base de algunas menciones de Domingo Faustino Sarmiento, quien apenas diez años después de su fusilamiento le dedicó unos pasajes en El General Don Fray Félix Aldao y Facundo. De allí en adelante las biografías y semblanzas20 desconectan a Barcala del desenvolvimiento social de los sectores plebeyos, sus problemas, expectativas y adscripciones. Incluso, el trabajo de construcción del «héroe negro» de la patria parece tener el efecto de fijar esa figura en el bronce. Algo similar señala Andrews respecto del soldado negro Falucho, la figura histórica erguida por Bartolomé Mitre como un «mítico» mártir de la nación, argumentando que este ha contribuido a obturar el conocimiento de afroargentinos que sobrevivieron a las guerras e hicieron aportes al desarrollo cultural, social y demográfico21.
Pese a todo, la figura militar de Barcala (no así la social) reapareció recientemente en un registro historiográfico renovado que sitúa a los negros cuyanos como actores agenciados en la politización de la plebe durante la revolución de la independencia rioplatense22. En esa línea, surgieron nuevas preguntas y avances sobre las expectativas y proyecciones sociales en torno del acceso a la libertad, las adscripciones políticas y las dinámicas identitarias plebeyas en el Cuyo revolucionario23. Sobre este acervo, nuestro trabajo historiográfico plantea, desde un enfoque cualitativo focalizado en la trayectoria biográfica de un actor excepcional pero no ajeno a la situación social de los descendientes de africanos en general, una aproximación a los problemas y experiencias de ese grupo social en la sociedad mendocina, interpelada por el reclutamiento militar (en muchos casos forzoso) de los varones y el involucramiento en ese contexto, en distintos grados y formas, de las mujeres y las familias de los reclutas. El estudio pone en relación fuentes documentales heterogéneas que permiten reconstruir acontecimientos biográficos y contextualizarlos: libros parroquiales correspondientes al Archivo del Arzobispado de Mendoza (ARZ); y listas militares, expedientes judiciales, protocolos notariales, libros de Aduana, padrones de población (de los años 1802, 1814 y 1823/4) y un concurso de acreedores alojados en el Archivo General de la Provincia de Mendoza (AGPM).
En este marco, el trabajo se organiza del siguiente modo: primero, en base a informaciones de libros eclesiásticos, empadronamientos y protocolos notariales se restituye la configuración familiar de Lorenzo Barcala y se identifican estrategias que operaron en favor de su posicionamiento social. En segundo lugar, a partir de informaciones de libros de la Aduana de Mendoza y protocolos notariales se desarrollan aspectos de la economía familiar centrados en el salario militar de Barcala y su acceso a la propiedad. En tercer término, se focaliza en un concurso de acreedores a la testamentaria de Barcala, del año 1839, atendiendo a los indicios de sociabilidad y prestigio social en tanto factores que se suponen implicados en la toma de créditos. Para finalizar, se hace un cierre conclusivo que sintetiza los hallazgos más relevantes del trabajo.
2. Configuración familiar: estrategias y solidaridades
A partir de la biografía militar de Barcala publicada por Jacinto Yaben en 1936 los historiadores, en general, han dado por hecho que Lorenzo Barcala nació el 23 de diciembre de 179524. Sin embargo, a falta de una referencia documental de Yaben, hasta ahora no se han hallado documentos que permitan verificar el dato. En cambio, del cruce de información realizado en este trabajo se desprende que Lorenzo puede haber nacido entre los años 1798 y 180025. Si se tiene certeza de que falleció el 1 de agosto de 1835, pues en el Archivo del Arzobispado de Mendoza se preserva el acta de defunción.
Por otra parte, desde las menciones que hizo Sarmiento de Barcala en 1845, se ha dicho que fue un negro esclavo, hijo de esclavos bozales, propiedad del escribano del Cabildo de Mendoza; y que fue liberto para ser incorporado al servicio de las armas después de la revolución de 1810. Por el contrario, los censos de la ciudad de Mendoza, que registran a Lorenzo Barcala en distintos momentos de su vida indican que fue un «pardo libre». Esa información fue entregada por sus tutores en 1802 al párroco encargado del último empadronamiento colonial de la ciudad de Mendoza; y en 1814 al decurión encargado de levantar el segundo censo del período revolucionario26. Más adelante, en 1824, fue el propio Lorenzo el responsable de entregar esa información al decurión27. En lo único que difieren los datos de los distintos padrones es en la edad asignada a Lorenzo. Mientras que la información de 1802 y de 1824 indica que habría nacido en el año 1800, los datos del censo de 1814 permiten ubicar el nacimiento en el año 179828.
La forma recurrente adoptada por los empadronadores en los registros de 1802 para cada unidad censal indica que «José Lorenzo», de 2 años en ese momento, podría haber sido hijo de la única criada libre de Barcala, llamada Felipa. Pero más certidumbre existe respecto del hecho de que fue criado por el matrimonio de Cristóbal y María Lorenza como un integrante de la familia hasta su pubertad. El registro de 1814 indica que para esa fecha Lorenzo todavía vivía en la casa de Cristóbal Barcala y María Lorenza Videla, ubicada en el Cuartel N° 7 de la ciudad29. Se desconoce la fecha en que Lorenzo dejó ese hogar, pero se puede suponer que su salida de la casa del escribano estuvo ligada a la formación de su propia familia.
El 28 de junio de 1819, Lorenzo, anotado como «pardo libre, criollo, hijo de padres no conocidos», contrajo matrimonio con Petrona Mayorga, mulata criolla, «esclava de don Juan Antonio Mayorga, legítima de Tiburcio Videla y de Antonia Mayorga»30. Esa mutua elección refrenda y muestra la permanencia en el período independiente temprano de lo observado por Coria para mediados del siglo XVIII, que en el mercado matrimonial de las castas mendocinas los varones y mujeres de color mostraban preferencia por personas de la misma condición «racial». Aunque las uniones ilegítimas estaban dando lugar a una «proliferación del tipo mulato»31.
Mientras que la mayoría de los esclavos mendocinos buscaba su consorte entre los esclavos del mismo propietario32, la elección de Petrona por un hombre de color libre estuvo en sintonía con la preferencia señalada por Grubessich para los esclavos del Chile tardocolonial, quienes desplegaban uniones exogámicas posibles de interpretarse como una búsqueda de reconocimiento social33. En efecto, se ha anotado que el color y la libertad tenían implicancias significativas para la integración y movilidad en la sociedad mendocina34, como ocurría en otras latitudes del mundo colonial hispano35.
La desigualdad socialmente evidente de los contrayentes sería corregida por el propio Lorenzo el 5 de septiembre de ese mismo año, cuando compró en 225 pesos la carta de libertad de su esposa Petrona a Juan Antonio Mayorga, quien le otorgó, nada menos que ante el escribano Cristóbal Barcala «plena libertad para que la tenga goce y disfrute, como si fuera naturalmente libre»36. Llamativamente, en el documento el escribano evitó mencionar en forma directa a su hijo de crianza, Lorenzo, salvo a través de su lazo matrimonial con la esclava Petrona. Hecho que podría interpretarse como un recurso pergeñado para evitar que su propio apellido quedase expuesto en esa manumisión.
Se sabe que la actividad económica independiente permitió, no sólo en los casos de existencia de vínculos familiares, la solidaridad entre libres, libertos y esclavos en procura de la libertad37. Posiblemente lo propio sucedía a partir del acceso a un salario militar sostenido en el tiempo38, y por eso la compra de la carta de libertad de Petrona puede haber sido posible en base al ahorro de Lorenzo, considerando que en listas militares consta que para esa fecha era sargento del Batallón de Cívicos Pardos de Infantería39, y por esa jerarquía debía cobrar unos 12 pesos mensuales40.
La obtención de la libertad de Petrona se vincula directamente con el objetivo y un concepto de construcción de una familia. De hecho, la suya fue una de las estrategias recurrentes adoptadas por matrimonios de esclavos cuyanos en otros contextos41. Alcanzada la libertad de la progenitora, en adelante los hijos que concibiese el matrimonio serían libres de nacimiento y así se asegurarían la unión familiar. Es muy probable que al momento de su manumisión Petrona estuviera cursando un embarazo reciente, pues casi siete meses después de adquirir su libertad nació Toribio, el primer hijo del matrimonio42. Recapitulando, las fechas de celebración de matrimonio, concepción del primer hijo y compra de carta de libertad de Petrona son indicativas de una estrategia por asegurarse una progenie libre y legítima, aspecto central de la movilidad social en las culturas hispanoamericanas43.
Más adelante, en septiembre de 1821, Petrona dio a luz a Juana Nicolasa Dolores44. Y casi un año después, en diciembre de 1822, nació Eusebio Toribio45. Un padrón de enero de 1824 indica que la familia de Lorenzo Barcala habitaba en una casa ubicada en el Cuartel N° 7, manzana 4a, que alquilaba a don Gavino Villegas46; y solo registra un hijo del matrimonio, Eusebio Toribio, de lo que se infiere que los dos primeros pueden haber fallecido entre la fecha de su bautismo y el empadronamiento. Hacia fines del siglo XVIII la mortalidad infantil era alta46, afectando especialmente a las familias de esclavos, y podemos presuponer que la situación no había cambiado demasiado. Según el mismo padrón, elaborado por el Decurión Manuel Solanilla, en la casa encabezada por Lorenzo Barcala vivían también, como «agregadas», una hermana y una prima de Petrona, Marcelina Videla, mulata de 15 años, y Fortunata Molina, mulata de 18 años, ambas solteras y nacidas en la ciudad.
Es importante señalar también que el decurión contó otros tres agregados, varones, mulatos, solteros y militares, de distinta procedencia geográfica, de lo que se deduce que Lorenzo Barcala podía estar subalquilando su casa o bien albergando de buena voluntad a soldados libertos incorporados al ejército. Esto en un momento álgido de su trayectoria militar, cuando ya había alcanzado gran ascendencia sobre la plebe de color que prestaba servicio armado, lo que quedó demostrado al año siguiente cuando expulsó al jefe del Batallón de Granaderos (formado por hombres de color) y se puso al frente de ese cuerpo para coordinar una maniobra político-militar que terminó con la destitución del gobernador José Albino Gutiérrez48.
Respecto de la relación con sus cuñadas agregadas en la casa hay algunas cuestiones a destacar que también hacen a las ya mencionadas estrategias familiares en torno al acceso a la libertad. Marcelina Videla había sido esclava propiedad de Marcelino Videla y Godoy, quien le otorgó la carta de libertad por compra el 6 de noviembre de 1822; y fue Lorenzo Barcala, «hermano político de la dicha sierva», quien pagó por esa libertad una suma de 200 pesos49. Fortunata Molina, por su parte, había sido esclava de José Blas Domínguez, quien le otorgó la carta de libertad el 29 de noviembre de 1823. En este caso también fue Lorenzo Barcala quien dispuso de $ 200 pesos para la compra de su libertad50.
En definitiva, Lorenzo fue el responsable de la manumisión de su esposa Petrona y también de sus cuñadas Marcelina y Fortunata, todas mulatas, criollas, nacidas esclavas. Esa experiencia familiar iba a la par de un proceso de crecimiento de la población negra libre, que según cálculos de Masini Calderón hacia 1823 casi duplicaba a la esclava; y de un crecimiento de la población blanca (81 por ciento) sobre la india y la negra que el mismo autor interpretó como una «tendencia igualitaria de la población hispánica que ha incorporado a grandes grupos de gente de color»51.
Las mejores posibilidades de los esclavos mulatos, en comparación con los negros, para acceder a la libertad en el Buenos Aires tardocolonial fue interpretada por Lyman Johnson como una preferencia del grupo socio-racial dominante por beneficiar a aquellos con mayor proximidad somática y, por ello, considerados una amenaza menor a la permanencia del orden social52. Sin embargo, asumir en términos absolutos la perspectiva de Lyman oscurecería tanto el papel central de Barcala como manumisor familiar como el agenciamiento de las esclavas en la conquista de su libertad53.
La madre de Fortunata, Juana Corvalán, había comprado su propia carta de libertad a fines de 1814 y reclamado judicialmente a su ex propietaria la libertad y la tenencia de su hijo menor nacido con posterioridad a la «Ley de Vientres» (1813), presentación que terminó con sentencia a su favor. En su argumento fundamentó la legitimidad de su reclamo en su apego a los «estatutos Soberanos», que disponían que todos los hijos de esclavas nacieran libres y que si su madre era vendida siendo ellos menores de dos años de edad serían pasados juntos al nuevo propietario54. Además, a principios de 1817 elaboró su testamento y dispuso que sus bienes fueran destinados a comprar la libertad de aquellos hijos que permanecieran en la condición de esclavos (en ese momento cinco de siete, entre ellos Fortunata). Asimismo, dejó planteada la apelación al derecho de que, en caso de su ausencia, el Defensor de Pobres y Menores asumiera la protección y amparo de aquellos55.
En lo expuesto, parece claro que el concepto y las estrategias de libertad, así como el conocimiento de los derechos de los esclavos, estaban arraigados en la familia de Fortunata, cuestión que no resulta extraña si se considera que la literatura historiográfica ha mostrado que en distintas latitudes de la Hispanoamérica colonial, los esclavos apelaron desde muy temprano a distintos medios para obtener la libertad y litigaron por el cumplimiento de derechos que les reconocía la legislación indiana56. Con seguridad esas ideas y algunas de esas experiencias eran conocidas por Lorenzo Barcala, que había sido socializado y educado en la casa del escribano del Cabildo y probablemente colaborado en su trabajo privado. Además, había sido formado en la milicia con los ideales liberales que la pedagogía cívica revolucionaria progresivamente se encargó de inculcar después de mayo de 1810. Aunque este asunto debe ser todavía más estudiado en otro trabajo, hemos advertido que la coyuntura política de la revolución de independencia en Mendoza abrió entre los esclavos un panorama de expectativas por la libertad que se expresó en un intento inédito de levantamiento armado de un grupo de esclavos (1812) para exigir su libertad y su incorporación al ejército patrio y en un número comparativamente alto de presentaciones judiciales de esclavas que acudieron a la justicia para litigar por sus derechos o el de sus hijos57.
Después del censo de 1824 el matrimonio Barcala-Molina tuvo cuatro hijos más, en un contexto en que Lorenzo comenzó a ausentarse del hogar y la ciudad por su actividad militar ligada, primero, a la Guerra del Brasil; luego, a las guerras civiles entre unitarios y federales; y, poco antes de su muerte, a la «campaña del desierto» de 1833. En 1825 nació Gregoria Catalina del Corazón de Jesús58, en 1827 Raymunda Estaurologia de la Concepción59, en 1833 Arcilo María60 y en julio de 1835, apenas unos días antes del fusilamiento de Lorenzo, nació Ana del Corazón de Jesús61.
La guerra marcaba los tiempos de la vida familiar y las mujeres sin duda debían apelar a las solidaridades femeninas intrafamiliares para sostener el hogar. La reproducción de la familia de los Barcala no hubiese sido posible sin la colaboración de las mujeres manumitidas y reunidas por Lorenzo en su hogar. Las hermanas Videla y su prima debieron convivir y criar juntas a los hijos del matrimonio de Lorenzo y Petrona al menos desde la manumisión de Marcelina y Fortunata (1822/3) hasta marzo de 1839, cuando falleció Petrona Videla62.
Entre marzo y julio de 1835 Lorenzo envió cartas a su esposa y cuñadas desde San Juan, en las mismas dejaba ver un fuerte lazo afectivo con todas ellas63. En esa correspondencia también se deja ver el fuerte vínculo sentimental con María Lorenza Videla. Parece ser que la relación de Lorenzo con estas mujeres era de protección, solidaridad y afecto, sin estar la mujer en un rol pasivo. El caso estudiado deja ver la relevancia de las mujeres en la reproducción de las familias de soldados de origen africano en la coyuntura de la guerra de independencia y las guerras civiles.
3. Salario militar y acceso a la propiedad
Por una lista militar del Cuerpo de Cívicos Pardos de Mendoza se sabe que para el mes de junio de 1815, Barcala ya se había alistado como soldado en la segunda compañía de ese cuerpo con el nombre de José Lorenzo, y había indicado ser pardo, soltero y sastre64. Hacia 1817 era sargento (Vicuña Mackenna, 1878) e instructor de soldados del Ejército de los Andes (Funes, 1937); y ya en 1819 había obtenido el grado de sargento primero del Batallón de Cívicos Pardos de Infantería y era signatario del título de «Don»65. Esa distinción social accesible para Barcala a partir de la carrera militar en la coyuntura independentista a pesar de ser de origen africano y de padres no conocidos hubiera sido muy costosa en el contexto colonial66.
En línea con un concepto favorable hacia los soldados negros, que había recibido un fuerte influjo luego de su participación en la expulsión de las fuerzas inglesas durante las invasiones de 1806-1807, en noviembre de 1810 el jefe del Ejército del Norte, Juan José Castelli, solicitó a la Junta de gobierno en Buenos Aires, y le fue concedido, el uso de los honoríficos «Don» para oficiales y «distinguido» para soldados de la «Compañía de Castas» que por sus méritos en el servicio fueran merecedores de estas distinciones67. En sintonía, frente a la falta de oficiales para el Ejército de los Andes, San Martín solicitó en 1816 al gobierno central el nombramiento de soldados «de color» como cabos y sargentos, lo que le fue admitido con la condición de que demostraran habilidades en escritura y comprensión68.
Aunque no se tienen datos concretos del salario militar que recibió Barcala en los primeros años de su trayectoria militar, sí se cuenta con un detalle del prest para los años 1820, 1821, 1822, 1823, 1825 y 1826. En tabla 1 (dividida en dos partes: 1.1 y 1.2) se puede apreciar el salario recibido por mes atendiendo al rango militar y el total de ingresos por año, según pagos devengados de la Aduana de Mendoza.
Fuente: AGPM, Sección Aduana de Mendoza, Año 1820, Tomo 77, fs. 34, 41v, 46v, 54v, 61v, 69, 79, 88, 94v, 102v. AGPM, Sección Aduana de Mendoza, Año 1821, Tomo 79, fs. 7v, 13, 22v, 33v, 41v, 50v, 83. AGPM, Sección Aduana de Mendoza, Año 1822, Tomo 81, fs. 9, 22, 27, 36, 46v, 60v, 66v, 70v, 75.
Fuente: AGPM, Sección Aduana de Mendoza, Año 1823, Tomo 83, fs. 7, 44v. AGPM, Sección Aduana de Mendoza, Libro Diario de Caja, Año 1825, Tomo 85, fs. 58, 86. AGPM, Sección Aduana de Mendoza, Libro Diario de Caja, Año 1826, Tomo 89, s/fs.
Los datos expuestos dan cuenta de la evolución de los ingresos salariales de Lorenzo Barcala a partir de su jerarquización militar en la primera mitad de la década de 1820, una etapa significativa de su trayectoria en las armas por su acceso a la oficialidad y por la consolidación de su imagen como un militar organizador de cuerpos armados y un referente con ascendencia sobre los milicianos pardos71. Los totales anuales consignados no siempre reflejan el crecimiento del salario porque faltan datos para algunos meses; pero las mejoras se pueden verificar observando el salario correspondiente a cada uno de los distintos rangos-jerarquías dentro del Cuerpo de Cívicos Pardos o de Granaderos de Infantería (Subteniente-Abanderado, Ayudante accidental, Ayudante propietario, Sargento mayor-Comandante).
En los datos, por otra parte, se observa una caída de los salarios en el año 1823, antesala de una crisis política en 1824, corolario de un clima de tensiones abierto con la ruptura del régimen sanmartiniano. De hecho, el 3 de junio de 1824 los cuerpos cívicos elevaron un reclamo, finalmente concedido, al Gobernador Pedro Molina en el que solicitaban un aumento de sueldos y ascensos72. Unos meses antes, en febrero de 1824, Lorenzo Barcala había enfrentado un sumario por sospechas de sedición73; y, a mediados del mismo año, tuvo un rol central en la ya mencionada destitución del gobernador Albino Gutiérrez.
Entrecruzados, los datos sugieren que en la trayectoria de Barcala hay que prestar atención a la relación entre ascenso político, graduación militar y evolución salarial. Se aprecia claramente la evolución ascendente de su salario a partir de los cambios de grados militares. Sobre esa base, se puede inferir una capacidad de ahorro como factor explicativo de algunas acciones relevantes para la familia de Barcala, en tanto hacen a su propia constitución y a su inserción socioeconómica.
En este sentido, se puede suponer que la compra de la carta de libertad de Petrona Videla y de su hermana y prima puede haber tenido vinculación con esa capacidad de ahorro sostenida en el salario militar. De hecho, la familia misma y su capacidad económica crecían a la par de la ascendente carrera militar de Barcala. Es posible, sin embargo, que la familia produjera paralelamente otros ingresos, pues se tiene registro del pago de derechos de pulpería a nombre de Lorenzo Barcala por un período de seis meses para la primera mitad del año 182374. Aunque no tenemos otros datos, es posible que ese negocio, independientemente del grado de participación de Lorenzo, haya sido atendido por algunas de las mujeres de la «familia ampliada».
En otro orden, resulta sugerente, en términos políticos, que Barcala estuviera vinculado con un espacio de sociabilidad que las élites solían asociar con la ociosidad y peligrosidad de los esclavos y plebeyos libres. Más todavía en estos años, especialmente complejos en la provincia por la disolución del régimen revolucionario, marcados por la inestabilidad política, tensiones sociales y un clima de inseguridad en la campaña y la ciudad75.
Por otra parte, cabe recordar el dato censal que indicaba que en 1824 Lorenzo Barcala alquilaba una casa de Gavino Villegas, donde vivían como agregados tres militares que probablemente subalquilaban un espacio en la propiedad. En suma, todos estos registros parciales dan cuenta de parte de los ingresos salariales y de algunas actividades económicas de Lorenzo Barcala y su familia que contribuían a la subsistencia y a la acumulación de algún capital familiar.
Ese capital le debió permitir a la familia dejar la casa de alquiler y comprar un inmueble propio en septiembre de 1833, por una suma de 400 pesos76, casa que habitarían hasta el fallecimiento de Petrona Videla en 1839. Precisamente, fue Petrona la encargada de realizar la operación de la compra de la casa a José Ilario Millán, ubicada a cuatro cuadras de la plaza principal de la ciudad77. Para la fecha en que Petrona Videla concretó dicha operación su esposo, ya coronel del ejército de la provincia de Buenos Aires, se hallaba movilizado y a cargo provisoriamente de la División del Centro del ejército en virtud de la «campaña del desierto» en el sur de Córdoba78. A pesar de esas circunstancias, el hecho deja entrever la agencia de Petrona en relación con el sustento material de la familia. Algo refrendado en las cartas personales enviadas por Lorenzo a su esposa desde San Juan meses antes de su muerte, en las que se advierte su rol en la administración de los recursos familiares79.
Por otra parte, la ubicación de la casa de habitación de la familia, a pocas cuadras de la plaza principal de la ciudad (hoy conocida como área fundacional), cercana al Paseo de La Alameda y en la misma zona donde estaba ubicada la casa de Cristóbal Barcala y Lorenza Videla, deja ver el afincamiento en un espacio urbano preferencial en un contexto donde la plebe ocupaba los territorios marginales. Además, un concurso de acreedores de los bienes de Lorenzo Barcala iniciado en septiembre de 1839, a cuatro años de su muerte y algunos meses después del fallecimiento de su esposa, da cuenta de que la casa de habitación no era la única propiedad de la familia. También poseían un sitio ubicado en el costado sur de la «Plaza Nueva» (actual Sarmiento), donde la familia cultivaba algunos frutales80.
Ahora bien, en comparación con algunos casos registrados por la historiografía que ha prestado atención a los propietarios de origen africano en la ciudad de Buenos Aires81, el caso de Lorenzo Barcala muestra un elemento común: la integración social se demuestra como capacidad de acceso a la propiedad y adecuación a los criterios de distinción socialmente dominantes (inversión en bienes raíces, localización en las zonas de mayor valor inmobiliario, acumulación). Barcala invirtió sus primeros ahorros en la manumisión de su esposa para la formación de una familia libre; y, luego, ejerció como manumisor de integrantes de la familia más amplia con los que tejió lazos de solidaridad, convivencia y compromiso afectivo. Fue sobre la base de esos recursos familiares y del salario militar de Barcala, y no a partir de la explotación del trabajo de mano de obra esclava -como sucede en algunos casos de afroporteños libres detectados por Rosal en el Buenos Aires colonial e independiente-82, que se desenvolvió su economía familiar y sus atributos como propietario.
4. Sociabilidad y prestigio (hacia 1835)
Se mencionó antes un concurso de acreedores que da cuenta de algunos bienes de Lorenzo Barcala, pero resulta interesante detenerse en ese documento en la medida que entrega información de interés para apreciar aspectos no estrictamente económico-familiares sino vinculados al desenvolvimiento de la sociabilidad del coronel y del prestigio social que había alcanzado previo a su muerte en 183583. Lo anterior implica un presupuesto: que el registro de deudas personales documentadas y no documentadas (con compromiso «de palabra») entrega información en relación con el ámbito de sociabilidad -al menos de contactos y relaciones- del deudor.
En el contexto estudiado un concurso de este tipo consistía en un juicio promovido por el deudor (voluntario) o por los acreedores (necesario) sobre pago de deudas84. En este caso se trató de un concurso necesario, en tanto fue promovido por un acreedor, don José Ilario Millán, quien exigía el pago de 100 pesos adeudados por Lorenzo Barcala. Este reclamo dio lugar a la presentación de otros acreedores y, debido a que los bienes de Barcala solo alcanzaban a cubrir las dos terceras partes de las deudas reclamadas, se inició un pleito por hacer prevalecer los créditos frente a la testamentaría. Don José María Reyna, quien oportunamente por disposición del gobernador Pedro Molina había ejercido como defensor de Barcala en el juicio por sedición de 1835, cumplió en una primera etapa del pleito la función de albacea testamentario y tenedor de los bienes del Barcala85.
A través de los documentos reunidos en el expediente queda en evidencia que al momento de su muerte, Lorenzo Barcala tenía numerosas deudas con algunas personalidades de la élite política cuyana y con varios vecinos (no solo de Mendoza). Esa evidencia se puede interpretar en dos sentidos. Por una parte, parece claro que el reconocimiento social que había alcanzado Barcala le permitía acceder a préstamos de dinero a partir del simple compromiso de pago, es decir, por medio de dar su palabra y comprometer su honor. Por otra parte, compromisos asumidos en el último año antes de su muerte demuestran que Barcala también tenía acceso a créditos por medio de generar obligación (pagaré) sobre sus bienes raíces.
El primer planteo se infiere por la toma de deudas no documentadas sino por un listado de acreencias en el que reconocía sus obligaciones, escrito de puño y letra por el mismo Lorenzo Barcala antes de su fusilamiento y entregadas al fray Gerónimo Pérez86, posiblemente quien prestó auxilios espirituales mientras estuvo en capilla. En este registro, los compromisos involucraban a vecinos del círculo próximo al Coronel, es decir, algunas personas reconocidas que compartían un espacio de sociabilidad común al militar y al hombre público. Entre ellas, registraba una deuda de 39 pesos con el gobernador de la provincia Don Pedro Molina, quien tres meses antes había respondido por correo a Barcala en tono amigable pero con una negativa a una petición de consentimiento para regresar de su exilio en San Juan87.
Está claro que el General Don Pedro Molina, cuatro veces gobernador de la provincia, era parte de la élite mendocina, lo mismo que Don Ignacio Bombal, otro de los acreedores listados por Barcala en su manuscrito (a quien reconocía una deuda de «16 no sé si más»)88. Este último había sido parte de los ciento nueve vecinos que habían concurrido el 10 de julio de 1835 a la «asamblea de Notables» convocada por el gobernador para consultar a la opinión pública sobre el curso de su administración, dado el clima de tumultos y conspiraciones que se vivía en esa coyuntura89.
Durante su refugio en la vecina ciudad de San Juan, Barcala había quedado debiendo 34 pesos a José Domingo Oro90, por esos días Ministro de Gobierno de la provincia, antes de ser señalado por el mismo Barcala en una confesión previa a su fusilamiento como el ideólogo de la conspiración unitaria contra el gobierno de Pedro Molina y el de Juan Manuel de Rosas en Buenos Aires. También en San Juan tenía una deuda de 25 pesos con Timoteo Maradona, juez supremo de alzadas de la provincia de San Juan, a quien estando en capilla horas antes de ser fusilado escribió una sentida y dramática misiva solicitando «mande mi equipaje a mi desgraciada familia: así se lo suplica su atento servidor y desgraciado amigo, Lorenzo Barcala»91.
Se desconoce el motivo que llevó a Barcala a tomar las deudas que confesó en su manuscrito. Aunque, considerando una representación del 19 de noviembre de 1835 de su albacea testamentario exigiendo a las cajas del estado de Buenos Aires los salarios devengados al coronel hasta su fallecimiento92, se puede especular que, al menos en parte, el endeudamiento con vecinos y allegados de la élite social y política estuvo motivado por los atrasos en el pago de su salario militar.
En otro registro, Barcala tenía pendiente el pago de un préstamo de (150 pesos) al presbítero Don Jorge Corvalán. En este caso firmó un pagaré por la suma obtenida con fecha 13 de octubre de 1834 «que [Corvalán] ha tenido la generosidad de franquearme en plata para trabajar mi casa»93. Por su intermedio quedaron obligadas sus dos propiedades inmuebles. El pagaré fue firmado el 29 de julio de 1835, apenas unos días antes del fusilamiento, de lo que se deduce que el presbítero gestionó la irma del pagaré durante el juicio por sedición.
Por lo demás, se hace evidente que los vecinos distinguidos, «prestamistas» y comerciantes (de Mendoza, San Juan, Córdoba y Buenos Aires) listados por Barcala como acreedores confiaban en el compromiso de pago del entonces benemérito coronel graduado del ejército de la provincia de Buenos Aires, con una honorable trayectoria en las armas de la patria. Sobre la base de esa inserción, Lorenzo Barcala había alcanzado un salario de jerarquía, había accedido a la propiedad, había construido un perfil público notable y contaba con un capital de prestigio, relaciones sociales y políticas que favorecían su movilidad social.
En suma, los créditos de los acreedores de Barcala involucrados en el pleito civil no podían ser cubiertos por los bienes raíces y muebles de la testamentaría del coronel, a ese nivel había llegado su endeudamiento. Los hijos, todos menores, no recibieron parte alguna y apenas fueron representados con displicencia por el Defensor General de Menores. Un comprador de deudas y dos apoderados de acreedores se repartieron en forma prorrateada los bienes, luego de un pleito que se extendió por ocho años.
5. Conclusiones
El caso de Lorenzo Barcala es excepcional en algunos aspectos, aquí no hemos tratado su ascendencia política sobre los sectores plebeyos, que podría ser una de esas dimensiones singulares de su trayectoria y que mereció el concepto de Domingo Sarmiento como «civilizador de las masas». Esa faceta lo podría ubicar a la par de otros exponentes de los pardos y mulatos libres que sobresalieron en los procesos independentistas hispanoamericanos, como Pedro Romero en la República de Cartagena94. En cambio, hemos elegido indagar en cuestiones que lo acercan a la mayoría de los negros movilizados por la guerra de independencia y las guerras civiles en el territorio de las Provincias Unidas del Río de la Plata, no necesariamente movidos por un mismo ideal de igualdad social como en otros contextos95.
En el enfoque propuesto, hemos visto en Lorenzo Barcala a un afromestizo, hijo de padres no conocidos, que se propuso reunir para sí algunos atributos sociales que en las sociedades hispanoamericanas de fines del siglo XVIII y principios del XIX la tradición restringía a los ilegítimos y a la gente de color96. Pero Lorenzo, criado en condición de libre en una familia respetable de la ciudad de Mendoza, se apoyó en su inserción en el cuerpo de Cívicos Pardos para favorecer su integración social y la de su familia, contando con una participación relevante de las mujeres del núcleo familiar y sobre la base de vínculos de pertenencia y solidaridad.
Algunas disposiciones con un matiz «inclusivo» promovidas por jefes militares y aceptadas por las autoridades revolucionarias, puntualmente el uso de un tratamiento honorífico para militares de castas beneméritos y la incorporación de cabos y sargentos negros en el Ejército de los Andes, hicieron posible que Barcala accediera muy pronto a la oficialidad y a sus distinciones honoríficas. La evolución ascendente del prest de Barcala, por otra parte, en correspondencia con su gradación jerárquica, permite explicar su acceso a la propiedad y la creciente movilidad socioeconómica de su familia. Mientras que las acreencias por él declaradas, en julio de 1835, indican que tenía compromisos económicos con vecinos y figuras de la élite política que debieron sostenerse en buena parte sobre su prestigio y reconocimiento social, atributos simbólicos alcanzados con base en una prestigiosa trayectoria militar.