1. Introducción
La Guerra de los Seis Días tuvo lugar entre el 5 y el 10 de junio de 1967 y enfrentó al ejército de Israel con las Fuerzas Armadas de Egipto, Jordania, Irak y Siria. Tras el retiro de las tropas de Naciones Unidas de la frontera con Israel, a pedido de Egipto, este inició un ataque preventivo contra la Fuerza Aérea egipcia que se extendió a otras fronteras. Al finalizar la contienda, Israel había anexado nuevos territorios: las Alturas del Golán, la península del Sinaí, la Franja de Gaza y Jerusalem Este, donde se encuentra la vieja ciudadela.
Durante aquellos días, como señalan algunos trabajos, se resquebrajó cierto sentido, solidaridades y representaciones que diversos actores sostuvieron en torno a la existencia y legitimidad del Estado de Israel. Las solicitadas, movilizaciones y condenas públicas evidenciaron la presencia destacada que el conflicto árabe-israelí tendría en el espacio público en Argentina. Como muestra Kahan, la guerra precipitó una serie de debates entre actores con diversas inserciones- étnicas, intelectuales, políticas- en torno a la existencia del propio Estado de Israel y las alternativas frente a la cuestión palestina.
No obstante, y pese a su trascendencia pública, no ha habido demasiadas investigaciones en torno al impacto y resignificación del conflicto árabe-israelí en Argentina. Los trabajos se han concentrado, mayormente, en la recepción que tuvo esta contienda entre diversos actores: el Partido Comunista, las representaciones políticas de las comunidades árabe y judía, los funcionarios estatales y los intelectuales y movimientos políticos de izquierda durante los años 60. Esta ausencia en la agenda académica contrasta con la centralidad que la contienda tuvo para los actores; como lo destacaba el cronista de El Mundo en la 5a edición del mismo 5 de junio:
Las brumas de la mañana porteña fueron súbitamente atravesados por estremecidos despachos: la guerra había estallado; la destrucción y la muerte volvían bruscamente como un destino olvidado pero inevitable. Por cierto, en Vietnam hay guerra desde hace tiempo. Se sabe, se discute.
Pero de alguna manera Vietnam está más lejos en la geografía física y quizás también en la de las emociones de Buenos Aires.
Entre quienes se movilizaron al calor de la contienda, se encontraron los miembros de Sherit Hapleitá, la Asociación de sobrevivientes de la persecución nazi en Argentina. En aquellos días los miembros de la organización desplegaron un amplio abanico de acciones tendientes a sostener la legitimidad de la estrategia bélica israelí: desde movilizaciones en la vía pública hasta envío de telegramas solicitando el apoyo internacional.
El presente trabajo pretende, en primer lugar, reconstruir las acciones desarrolladas por esta organización y, en segundo término, analizar cómo operó una narrativa «argentina» en torno a la experiencia y sobrevivencia al nazismo como discurso legitimador de las acciones y de la propia existencia de Israel. Como hipótesis pretende demostrar la complejidad de la recepción de un fenómeno internacional en un país «alejado» del conflicto en sí, a través de actores que encuentran diversas estrategias por «apropiarse» -en el sentido de «hacerse propia»-la temática de forma de convertirse en legítimos interpelantes y promotores de una posición acerca de la misma.
2. Los sobrevivientes del Holocausto en Argentina
Los trabajos sobre los sobrevivientes del Holocausto en Argentina se concentraron, mayormente, sobre dos tópicos. En primer lugar, la legislación restrictiva que operó imposibilitando el ingreso de refugiados al país desde fines de la década del treinta del siglo veinte y, en segundo término, el reconocimiento de la voz de los sobrevivientes desde la recuperación democrática, en 1983, acompañando un proceso global de legitimación de la memoria del Holocausto que, en el caso argentino, pudo dialogar con la experiencia concetracionaria perpetrada por el terrorismo de Estado (1976-1983).
A diferencia de las olas migratorias de judíos que llegaron entre finales del siglo XIX y comienzos del siglo XX, quienes arribaron durante e inmediatamente a posteriori de la Segunda Guerra Mundial, tuvieron una inserción más desordenada, menos operativa y acompañada por organizaciones de recepción y por fuera de una legalidad normativa. Esta dimensión - que, por otra parte, no fue excepcional a escala global- otorgó primacía a los estudios sobre la recepción de refugiados judíos que escapaban del nazismo o buscaban un lugar dónde rehacer sus vidas tras el final de la experiencia aniquiladora del nazismo.
Si bien no hay cifras precisas acerca de cuántos ingresaron, su inserción en la escena local presentó una serie de singularidades. En primer lugar, otorgó credibilidad a las acusaciones de antisemitismo que pesaron sobre el gobierno de Juan Domingo Perón, por su política restrictiva en torno a los permisos de ingreso y reunificación de familias de origen judío. Si bien, como evidencian diversos trabajos, las restricciones se establecieron durante 1938, la Dirección de Migraciones, conducida desde la década del 40' por Santiago Peralta, tuvo un profundo celo con los pedidos de ingreso tramitados por refugiados judíos. No obstante, este fue removido hacia 1947-frente a las quejas presentadas por diversas organizaciones representativas de la vida judía en Argentina y el exterior-aunque, como señala Rein, esto no significó un cambio sustancial en la impronta del Departamento de Migraciones. Sin embargo, esta política prescriptiva se matizaría con la amnistía promulgada por el propio Perón, en 1948, que «normalizaba» la situación de aquellos que habían ingresado ilegalmente al país.
Ya sea de forma ilegal o a través de las diversas agencias que promovieron el socorro a judíos desplazados, los judíos que arribaron a estas tierras durante el período, debieron, a su vez, experimentar un conflictivo proceso de incorporación a las instituciones de la colectividad judía en Argentina. Como sostiene Senkman, al terminar la Segunda Guerra Mundial, las instituciones de la colectividad judía en Argentina centraron sus esfuerzos en dos grandes proyectos: cómo ayudar a la reconstrucción del judaísmo europeo y cómo apoyar la acción sionista en favor de la creación de un hogar nacional judío en Palestina. Esta impronta convivió, sin embargo, con una incipiente política de memoria de algunas instituciones que promovieron el recuerdo de las comunidades desaparecidas en Europa, a causa del exterminio perpetrado por los nazis.
En este sentido, afirma Senkman, el tema de la movilización popular para el reasentamiento en la Argentina de sobrevivientes judíos no figuraba en el centro de la agenda comunitaria:
La próspera comunidad judía argentina de la inmediata posguerra tuvo un comportamiento casi esquizofrénico respecto de los sobrevivientes: duelo y un incipiente deber de memoria por la tragedia de la Shoá, pero casi una completa indiferencia hacia los sobrevivientes que pudieron entrar y se aclimataban en Argentina.
No obstante, como destacan Bargman y Chinski, los judíos que llegaron durante el período, se agruparon en torno a la experiencia concentracionaria que los había tenido como protagonistas. El criterio más habitual para los nucleamientos fue el uso idiomático común- ya sea por el idish, el polaco o el húngaro- y sus reuniones tenían lugar en asociaciones étnicas ya instaladas (landsmashaftn). Fue en el seno de estas organizaciones que tuvo origen Sherit Hapleitá aunque, como destaca Chinski, la precariedad de la incipiente asociación se materializó en su condición itinerante: los sobrevivientes no eran percibidos como seres consagrados sino, más bien, como gente normal y, potencialmente, «revoltosos».
La incipiente organización tampoco tuvo en el centro de sus actividades un horizonte conmemorativo -antes bien, realizaban bailes, cenas, etc.-; no obstante, como destaca Chinski, se constituyó en la simiente de un grupo social diferenciado al interior de la vida judía en Argentina. Su primera aparición pública- es decir, por fuera de los marcos institucionales de la colectividad judía- en la que se reivindican como «sobrevivientes del Holocausto» fue durante la Guerra de los Seis Días.
3. Las acciones desplegadas por Sherit Hapleitá durante la Guerra de los Seis Días (1967)
Durante los días previos al inicio de la guerra, cuando la tensión entre Israel y Egipto estaba en aumento, tuvieron lugar una serie de acontecimientos que marcaron el curso de acción de la organización de sobrevivientes del Holocausto en Argentina y que, de algún modo, precipitaron su reconocimiento público más allá de los marcos institucionales de la comunidad judía. En primer lugar, el 27 de mayo de 1967, durante un acto en el Club Atlanta de la ciudad de Buenos Aires, asumiría la presidencia de Sherit Hapleitá José Moskovits. En su discurso de asunción, Moskovits estableció algunos lineamientos interpretativos acerca de la dinámica del conflicto en Medio Oriente que caracterizarían al discurso de la organización: allí se responsabilizaba por las «agresiones» contra el Estado de Israel «a los criminales de guerra nazis (generales y oficiales de las SS) que se escaparon a Egipto y Siria y que hoy -al igual que en tiempos del nazismo- están ocupando posiciones relevantes en esos países que pretenden eliminar al pueblo judío».
La tónica del discurso establecería una filiación entre la experiencia de quienes fueron perseguidos por el nazismo y aquellos que fundaron el Estado de Israel: «Nuestro grito es de dolor por los seis millones asesinados por el régimen nazi. Nuestro grito es por los héroes caídos en Israel, quienes dieron su vida y su juventud por el Estado y el pueblo judío». Finalmente, estas consideraciones fueron acompañadas por una invitación a ocupar un rol más activo por parte de los sobrevivientes, que los motiva a preguntar: «¿Cómo es posible que nosotros, sobrevivientes del Holocausto, estemos mudos frente a esta amenaza latente? (...) ¡Debemos gritar para que el mundo nos escuche!».
El acto tuvo lugar durante la celebración del Día de la Independencia del Estado de Israel y del mismo participó Aba Gefen, Ministro Consejero y Encargado de Negocios de la Embajada de Israel, cuya presencia constituía un reconocimiento por parte de la representación diplomática. Este también tomó la palabra durante el acto para advertir sobre la tensa situación que atravesaba Medio Oriente y recordar los compromisos asumidos por Naciones Unidas, tras la guerra de 1956 que pretendía garantizar el libre uso del estrecho de Tirán por parte de Israel a cambio de que este se retirase de Gaza y Sinaí.
De acuerdo a la crónica del mensuario La Luz, el acto tuvo una concurrencia considerable que se caracterizó por una honda preocupación en torno a la escalada de tensiones en Medio Oriente y una «espontánea y entusiasta adhesión para con el Estado judío en esta hora crítica para su misma supervivencia». No obstante, ese clima de preocupación fue «amenizado» por diversos números artísticos: durante la gala participaron la orquesta de José Spilman, la cantante Rifka Kliniztka y el recitador Zabludovsky.
Las definiciones de Moskovits sobre el conflicto en Medio Oriente marcarían la posición de Sherit Hapleitá en torno de las «amenazas» sufridas por Israel. A pocos días del acto en Atlanta, la organización desplegaría su primera estrategia pública de posicionamiento y denuncia a través del envío de telegramas a diversos Estados nacionales y organismos internacionales. El texto, con membrete de la «Sociedad Israelita en la República Argentina de las Víctimas de Persecuciones Nazis» rezaba- en términos generales:
Nosotros los sobrevivientes del terror nazi protestamos contra las amenazas de Nasser de destruir el Estado de Israel con la ayuda de los criminales de guerra aislados en Egipto quienes quieren propagar la política de Hitler. Conociendo su empeño para mantener la paz en el mundo le rogamos todos sus esfuerzos para mantener la paz en Medio Oriente).
Como en las palabras vertidas durante la asunción del presidente de la organización, el eje de los telegramas estaba puesto en identificar la experiencia de los sobrevivientes del nazismo con la situación amenazante que atravesaba Israel, poco antes de que se iniciara la guerra del 5 de junio de 1967. En los documentos puede corroborarse la puesta en relación de los criminales de guerra con la figura de Nasser, el líder político egipcio, a la vez que la de quienes sobrevivieron al terror nazi y que pueden dar cuenta de la angustia por el destino que acechaba al Estado hebreo.
Sin embargo, el texto de los telegramas sufría leves modificaciones dependiendo del destinatario del mismo. En el caso de los países latinoamericanos y España, por ejemplo, se complementaba la definición de «sobreviviente» con «los salvados milagrosamente de los hornos crematorios y cámaras de gas». (Telegramas enviados a autoridades de España, Argentina, Brasil, Costa Rica, El Salvador, Guatemala, México, Paraguay, Uruguay, 30 de mayo de 1967) En los casos latinoamericanos, además se hacía una referencia explícita a las definiciones de Jamal Abdel Nasser sobre la voluntad de «destruir a Israel» en el marco de la Conferencia Tricontinental. La invocación de la Conferencia, auspiciada por Organización de Solidaridad de los Pueblos de Asia, Africa y América Latina (OSPAAAL), servía a los fines de convocar la solidaridad de estos Estados nacionales que confrontaban con las agrupaciones políticas filiadas en la «Nueva Izquierda» y organizaciones político-militares que formaban parte o adherían a los enunciados de esta organización internacional. En sentido similar, la misiva enviada al «Excelentísimo Jefe de Estado de España Generalísimo Francisco Franco» advertía que la iniciativa egipcia sucedía bajo los auspicios de «una alianza con Rusia».
A diferencia de estos casos, donde la tónica estaba puesta en advertir a los actores sobre un «enemigo en común», algunos telegramas destacaban un horizonte compartido, la unidad de destino o el reconocimiento histórico de apoyo al Estado de Israel. En el caso de Francia, por ejemplo, la misiva dirigida a De Gaulle apelaba a su figura y «su gran país» para que intervengan en favor de tramitar la paz en Medio Oriente. En sentido similar, las notas enviadas al Primer Ministro de Gran Bretaña, Sir Harold Wilson, y al Presidente de los Estados Unidos de América, Lyndon Johnson, solicitaban la intervención de estos países para «defender el derecho a la libertad del Estado de Israel». En los casos de los telegramas enviados a las autoridades de Turquía y Túnez se destacaban los «esfuerzos que Usted ha realizado para resolver el conflicto en Medio Oriente» y la «tradicional relación amistosa entre Turquía e Israel».
Los telegramas enviados a las autoridades de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas y de las dos Alemanias -la Federal y la Democrática- son ilustrativas de los sentidos esgrimidos en torno a la concepción geopolítica que caracterizaron el período de la Guerra Fría. El telegrama dirigido a Alexei Kossigyn, Primer Ministro de la URSS, cuestionaba el apoyo que su gobierno brindaba «al proyecto genocida de Nasser». Por su parte, las misivas enviadas a las autoridades alemanas apelaban a consideraciones diferentes acerca de la responsabilidad de los alemanes en la perpetración de la persecución y el crimen contra los judíos durante los años del nazismo:
Su Excelencia Señor Kanzler George Kissinger, República Federal Alemana,
Nosotros los sobrevivientes del terror nazi protestamos contra la alianza ruso-egipcia que, con ayuda de los criminales de guerra nazi que encontraron asilo en Egipto, enfrenta al Estado de Israel y contra la que desea concluir lo que Hitler comenzó. Apelamos a su excelencia y a su país a defender el derecho a la libertad del estado de Israel.
Su Excelencia, Señor Primer Ministro de la República Democrática de Alemania,
Nosotros los sobrevivientes del terror nazi protestamos contra la amenaza de Nasser de destruir -con ayuda de los criminales de guerra nazi que en Egipto encontraron acogida- al Estado de Israel, y protestamos también contra la identificación de su nación con el plan de destrucción de Nasser, luego de una vez en que Alemania ya casi hubiera exterminado completamente al pueblo judía.
La referencia al exterminio de los judíos por parte de Alemania en la misiva para las autoridades de la República Democrática servía para acusar a los regímenes bajo influencia soviética por su posición «pro-árabe» en el conflicto de Medio Oriente. En este sentido, resulta significativa la exculpación de cargos en la nota enviada a la República Federal donde no hay mención a los crímenes del nazismo contra los judíos de Europa.
Esta diversidad de modos de denunciar lo que acontecía en Medio Oriente permite reconocer una estrategia deliberada por parte de la organización de sobrevivientes del Holocausto en Argentina que advertía la complejidad del entramado geopolítico. A su vez, la apelación a la condición de sobrevivientes, víctimas de las políticas de persecución y exterminio desplegadas por el nazismo sobre los judíos de Europa, constituyó un modo por entonces novedoso. La condición de víctimas específicas de un genocidio, los judíos, les permitió emerger en el espacio público como actores con legitimidad para invocar una intervención en Medio Oriente-a favor de Israel-, saludar la solidaridad o impugnar las posiciones en torno al conflicto árabe-israelí.
El envío de los telegramas fue acompañado por la difusión, a través de medios periodísticos, de la iniciativa desplegada por Sherit Hapleitá. Las solicitadas aparecidas en Clarín, Crónica, La Razón, La Prensa, Buenos Aires Herald y Argentinisches Tageblatt con el texto de las misivas enviadas a las delegaciones diplomáticas otorgó estado público a la estrategia de la organización y promovió una serie de respuestas de carácter público y, también, privado. En primer término, una «Comisión Argentina de apoyo a Israel agredida» difundió otra solicitada en solidaridad con la iniciativa de los sobrevivientes del Holocausto en Argentina. El documento mostraba un amplio respaldo al sostenimiento de los argumentos sostenidos por Israel en el contexto de la contienda de 1967 entre destacadas personalidades del ámbito político, cultural e intelectual.
Nosotros, integrantes del pueblo argentino, por nuestro hondo sentimiento de justicia y profunda vocación de libertad, nos dirigimos a todos los amantes de la paz a fin de que expresen su solidaridad con el democrático Estado de Israel, en la lucha por su existencia en la Tierra Sagrada de la que emanaron los principios éticos sobre los que se basa la convivencia de todos los hombres civilizados.
Esta iniciativa de orden público fue complementada por el envío de telegramas de recepción de la nota enviada por Sherit Hapleitá por parte de algunas delegaciones diplomáticas- Jamaica, República Federal de Alemania, Suiza, Australia, Austria- y cartas de particulares dirigidas a José Moskovits. Estas últimas son ilustrativas de los apoyos y reconocimientos en torno a la estrategia «diplomática» desplegada por la organización de sobrevivientes. Carlos Bianchi, por ejemplo, quien fuera ex-rector de la Universidad Nacional de La Plata, remitió una carta en la que expresaba «su solidaridad para con el pueblo de Israel, ante el ataque de que es objeto por parte de las fuerzas totalitarias y regresivas». En sentido similar se expresó Alejandro Low quien destacaba que con «sus "solicitadas", sus mensajes a los dirigentes de todas las naciones del mundo, ha hecho Usted un enorme servicio a la justa causa de Israel». Finalmente, la misiva de Andrés Bello es ilustrativa de las «estrategias» desplegadas por estos actores en favor de concitar los apoyos a la causa israelí:
Faltan las palabras para expresar mi admiración por su coraje e inteligencia al ejecutar el golpe psicológico más brillante de los últimos tiempos. Al comenzar la crisis, estaba desesperado, sin saber qué hacer. Escribí cartas a embajadas y jefes de estado (sic), fingiéndome ya latino, ya armenio, ya católico (cubro mi espalda con una copia de una supuesta carta a embajador de Thailandia pidiendo un sacerdote budista para "convertirme" por repudio al silencio del catolicismo), ya pro-comunista (me protege copia de carta con nombre supuesto en la que insulto a la Unión Soviética) [...] El dramático llamamiento contribuyó con toda seguridad al vuelco masivo de la opinión pública mundial hacia Eretz Israel, y es de admirarse no solo la acción en su sino (sic) la clarividencia con que Ud., señor Moskovits, la llevó a cabo. Las copias de los telegramas a los distintos jefes de estado constituyen una obra de arte de diplomacia, por tener en cuenta hasta en sus matices más mínimos la psicología de cada país. Además hay otra consideración. No solo atrajo la atención hacia nuestro terrible drama sino también realizó otra acción humanitaria, que me emocionó de la misma manera. Me refiero al hecho de que devolvió a los pequeños países africanos la dimensión humana y la importancia que tienen. Los pueblos del África Negra, secularmente asesinados y explotados por la brutalidad del hombre blanco, se sentirán profundamente conmovidos por su pedido de ayuda, se verán recompensados en la importancia que usted les atribuye y que sin lugar a dudas tienen. Huelgan comentarios, Israel ganó muchos votos con su rápida y eficaz campaña. Estoy convencido de que las copias de los telegramas ingresarán en el Museo Histórico de Israel.
4. Movilizaciones, debates, repercusiones en torno Guerra de los Seis Días.
En la mañana del 5 de junio de 1967, el mismo día en que comenzó la contienda, Sherit Hapleitá realizó una movilización a la sede de la delegación diplomática de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas. De acuerdo a las crónicas periodísticas, participaron de la misma entre 250 y 500 personas que se manifestaron contra el apoyo de la URSS a los países árabes. Las consignas utilizadas, como en el caso de los telegramas y el discurso de Moskovits, equiparaban la figura de Nasser con la de Hitler: «No habrá otra alianza Stalin-Hitler», «Que la Unión Soviética no apoye la destrucción de Israel», «Frenen a los nazis del Nilo».
La movilización de los sobrevivientes adquirió algunos rasgos singulares: en primer término -y como puede verse en la imagen- algunos de ellos se presentaron con distintivos que pudieran reconocerlos en el espacio público como sobrevivientes del Holocausto: estrellas de David amarillas en las solapas de los sacos y trajes a rayas como los que portaban quienes estuvieron en campos de concentración y exterminio, como se puede apreciar en la siguiente ilustración.
El uso de esta vestimenta cautivó a los cronistas quienes desconocían su origen- «Entre los manifestantes se destacaba notoriamente a un hombre adulto que sobre su traje de calle vestía un saco y pantalón a rayas blancas y negras que según nos informaron era el uniforme que los nazis obligaban a usar a los judíos en los campos de concentración» - o se reían de ellos: «Uno de ellos [los manifestantes] vestía un uniforme similar a los que usaron los judíos en los campos de concentración de Alemania. Le iba muy ajustado. Ya habían pasado muchos años...!». La descripción de Crónica destacaba el mayor número de mujeres entre quienes se movilizaban. Algunas de ellas se quitaban sus abrigos y «mostraban sus brazos, en los que se podían ver números grabados en forma indeleble. También eran un recuerdo de los campos de concentración».
Estas puestas en escena de la condición de víctimas singulares centraron las crónicas periodísticas donde se destacaba el lugar de los sobrevivientes del Holocausto en la movilización de apoyo a la causa israelí durante la contienda. Sin embargo, la estrategia de visibilizar el reclamo a través de su aparición en el espacio público como «sobrevivientes» no produjo- como vemos en las crónicas citadas- una empatía con estas víctimas; antes bien, podían desconocer su experiencia, burlarse de sus composturas debido al paso del tiempo o descalificarlos, como lo hizo el cronista de La Nación, tratándolos de «revoltosos».
En segundo lugar, las crónicas fueron divergentes en su evaluación de los «incidentes» acaecidos durante el desarrollo de la movilización. A poco de congregarse la multitud frente a la sede de la delegación diplomática, arribó un patrullero de la seccional 17a de la Policía Federal que solicitó a los presentes que se dispersaran. Mientras algunos periódicos destacaron el trámite normal de la desmovilización- La Prensa, Clarín- otros consignaron las fricciones con la delegación policial- Crónica, El Mundo, Buenos Aires Herald, Gente:
En esos momentos llegó un patrullero de la seccional 17a a cargo de un oficial y se evitó la entrada de los manifestantes a la citada sede diplomática. La única escena de relativa violencia se produjo entre policías y el señor Moskovits, quien afirmó: «Nosotros queremos evitar que se consume un nuevo pacto como el que en 1939 hicieron Stalin y Hitler». Hubo un pequeño forcejeo y medió la esposa de Moskovits: «Sus padres y hermanos murieron en un campo de concentración». Posteriormente un sargento de la comisaría 17a tras empujar a un periodista le dijo a una señora de edad: «Mejor váyase o esto va a ser peor que en Alemania».
Cuando la movilización estaba terminando- a pedido de la delegación policial- los manifestantes gritaron algunas consignas- «Queremos paz», «No queremos la destrucción atómica del mundo», «No queremos más hornos crematorios» y «Viva el gobierno argentino» - y arrojaron las estrellas amarillas que portaban en las solapas de sus sacos en la puerta de la Embajada soviética.
La movilización tenía por objeto entregar una misiva en nombre de los sobrevivientes del Holocausto al embajador soviético en Argentina. Si bien, las autoridades consulares se negaron a recibir la misiva, la misma fue enviada posteriormente por correo a la Embajada. En la misma se destacaba el papel jugado por la URSS durante la sesión de partición de Palestina en la Organización de Naciones Unidas (1947) pero advertía los peligros de la postura frente a la contienda en 1967: «Consideramos que la actitud de la URSS lejos de contribuir a la causa de la paz mundial, la convierte en principal responsable por instar a los países vecinos al Estado de Israel, para que puedan emprender una campaña de total aniquilamiento, que públicamente proclaman».
Como en declaraciones anteriores, la carta volvía a poner en el centro la autoridad de los sobrevivientes del Holocausto como intérpretes de nuevas amenazas sobre los judíos:
Nosotros, que conocemos los padecimientos del pueblo judío, ya que llevamos incluso en algunos de nuestros brazos anotados números de campos de concentración, no podemos comprender como (sic) es posible que ese país que luchó denodadamente para destruir al nazismo en la 2da (sic) Guerra mundial, esté fomentando la reaparición de un nuevo nazismo a orillas del Nilo.
Si bien, la intervención pública en torno a la Guerra de los Seis Días tuvo a los sobrevivientes del Holocausto como uno de los actores destacados, estos no fueron los únicos. El modo en que esta confrontación bélica impactó entre las organizaciones de la comunidad judía argentina movilizó a un conjunto más amplio de actores. Como muestra Avni, las organizaciones sionistas en Argentina lideraron una diversa serie de movilizaciones y convocatorias para alistar como «voluntarios» a jóvenes que trabajarían en Israel mientras los israelíes combatían en sus fronteras. Un informe de la revista Así, por ejemplo, describía la escena vivida en la dársena A de Puerto Nuevo donde esperaba el barco israelí «Theodor Herzl» que llevaría a 200 jóvenes a trabajar en los kibutzim:
A las tres y media empiezan a llegar al puerto los doscientos voluntarios. Vienen vestidos como guerrilleros de lujo: botas altas, camperas de nylon forradas con piel, camisas de colores vivos, pantalones ajustados, gorras pasamontañas y cargan enormes y modernas mochilas sobre sus espaldas; pero bajan de automóviles último modelo, y así la escena adquiere cierta incongruencia[...].
El trabajo de Avni también aborda cómo las instituciones auto-proclamadas representativas de la comunidad judía argentina emprendieron campañas de «esclarecimiento» tendientes a interpelar al gobierno de la «Revolución Argentina» para que fije posiciones «pro-israelíes» en los diversos foros internacionales. Como en el caso de los telegramas, la DAIA (Delegación de Asociaciones Israelitas de Argentina) promovió un acto en el Luna Park que, finalmente, fue prohibido por las autoridades policiales.
La movilización también fue protagonizada por las organizaciones judías auto-denominadas «progresistas» y que se nucleaban en el Idisher Cultur Farband (ICUF). La crítica a la política beligerante del Estado de Israel que emanó de esta federación, sin embargo, promovió una serie de rupturas y distanciamientos internos que dieron lugar a la emergencia de una nueva organización: la Agrupación Cultural Judía Argentina Progresista Fraie Schtime (Voz Libre). Estas tensiones que derivaron en la división del ICUF y la creación de Voz Libre fueron producto de la recepción que la «Guerra de los Seis Días» tuvo sobre actores extracomunitarios a los que estas estaban vinculados: el Partido Comunista Argentino, el Movimiento de Liberación Nacional y una serie de intelectuales judíos y no judíos- José Bleger, Bernardo Kordon, Delia Etcheverry, Abelardo Castillo, Sergio Bagú, etc..
Estas posiciones impactaron, también, entre organizaciones juveniles judías. La «Juventud Judía Revolucionaria» liderada por Herman Schiller, emitió un comunicado en el que destacaba que
[...]nunca una guerra ha sido más inútil y absurda para la causa de los revolucionarios que la guerra árabe-israelí. (...) Ninguna contradicción separa los ideales de ambos pueblos. Ninguna contradicción puede existir entre industrializar el Neguev o construir granjas colectivas por todo Israel y levantar obras formidables como la represa de Asuán.
Estas posiciones, filiadas en las corrientes de izquierda de la colectividad judía, se diferenciaron del discurso de los sobrevivientes que homologaba la experiencia nazi con la posición beligerante de los países árabes en aquel contexto.
Estas posiciones y acciones confrontaron, a su vez, con las proclamas y comunicados emanados desde las asociaciones representativas en la colectividad árabe. La Liga Árabe, a través de Ministro Consejero Fouad Chayeb, expresó su condena a los ataques israelíes contra países árabes y cuestionó el trato de Israel hacia las poblaciones árabes por su carácter racista. A su vez, la crónica periodística destacó la centralidad que la Embajada de la República de Siria tuvo durante la contienda, como vocera de las partes árabes involucradas en el conflicto.
Sin embargo, los episodios de mayor tensión durante los días del conflicto enfrentaron a las organizaciones judías con las agrupaciones del nacionalismo de derecha. En particular, y como respuesta a las acciones desplegadas por Sherit Hapleitá, «Guardia Restauradora Nacionalista» (GRN) envió una nota al Presidente de la Nación, Juan Carlos Ongañía, firmada por su titular, Augusto Moscoso, en la que objetaba la posición de los sobrevivientes del Holocausto:
[...] la absurda comunicación enviada a V.E por una asociación de pretendidas víctimas de las persecuciones nazis residentes en Argentina, lo que obliga a reflexionar sobre estas entidades de inadaptados, que no declinan su interés de trasladar a nuestra patria sus odios injustificados. [...] Proponemos, en consecuencia, prohibir la existencia de organizaciones de extranjeros que se resisten a asimilarse integralmente, así como la realización de actos que agravien el sentimiento de otros residentes o contradigan la política argentina y enviar a Israel, sin posibilidad de regreso, a los israelitas que protesten públicamente contra las amenazas de Nasser.
La proclama de GRN fue acompañada por una serie de acciones callejeras lideradas por los militantes de Tacuara. El 16 de junio los jóvenes nacionalistas se concentraron frente a la Embajada de Siria donde repartieron volantes con consignas antisionistas «Contra el imperialismo yanqui-judío apoyamos la lucha por la liberación de Palestina ocupada por el sionismo internacional» y gritaron consignas antisemitas: «Mueran los judíos» y «Aserrín, aserrán, ¿los judíos dónde están?». Una situación similar se vivió unos días después, durante la jornada de despedida de los voluntarios que viajaban a Israel desde el puerto de Buenos Aires, cuando un camión con jóvenes militantes del nacionalismo de derecha se acercó hasta la dársena dando comienzo a un intercambio de insultos: «¿Por qué no se quedan a trabajar en la Argentina? ¡Si nuestro país estuviera en peligro, ustedes no moverían ni un dedo! ¡Y eso que nacieron aquí! ¡Váyanse, pero devuelvan todo lo que les dio esta patria!».
Al igual que en la descripción del episodio policial, estos altercados ponían en escena la cuestión del antisemitismo y las consideraciones sobre lo judío en el espacio público. Como muestran diversos trabajos, durante la década del sesenta se incrementaron las amenazas y atentados perpetrados por organizaciones de la derecha nacionalista-Guardia Restauradora Nacionalista y Tacuara, por ejemplo- contra instituciones y jóvenes judíos. Si bien, el período de mayor confrontación fue durante la primera mitad de la década-las actividades de Tacuara fueron prohibidas por Decreto presidencial en 1964, tras el asesinato del joven Raúl Alterman-las reseñas periodísticas destacaron el carácter aún vigente de representaciones connotadas sobre la presencia judía en el país.
5. Consideraciones finales: los usos de la experiencia nazi para la legitimación de una narrativa local de apoyo a Israel
La recepción de la Guerra de los Seis Días en Argentina tuvo un impacto considerable, como sucedió a escala global. Sin embargo, y como el trabajo intentó mostrar, algunos aspectos singulares merecen destacarse. En primer lugar, los sobrevivientes del Holocausto residentes en Argentina, a través de la organización que los aglutinaba, Sherit Hapleitá, constituyeron uno de los actores que tuvieron una serie de iniciativas vistosas y de reconocimiento público tanto a nivel local como internacional. El envío de telegramas a delegaciones diplomáticas y organismos intergubernamentales así como las movilizaciones en la vía pública son ilustrativas de la estrategia desplegada por la organización que, además, permite advertir el reconocimiento que los actores tenían acerca del escenario geopolítico y los alineamientos internacionales.
Estas intervenciones fueron, además, la presentación pública de la organización por fuera de los marcos institucionales de la comunidad judía Argentina. En este sentido, resulta significativo el uso de algunos distintivos identificatorios de la condición de víctimas del nazismo- las estrellas de David en las solapas, el traje a rayas- que permitían reconocerse en el espacio público como actores singulares, portadores de una experiencia diferenciada. A través de estas prácticas, se puede advertir en el trabajo, los sobrevivientes reconocen que sus trayectorias como víctimas del nazismo les otorgaran legitimidad para tomar posición en el debate público cuando sienten que la condición judía- en este caso, materializada para los actores en el Estado de Israel- es amenazada.
Sin embargo, merece destacarse la originalidad de la posición de los sobrevivientes en relación a los debates posteriores acerca de la unicidad o universalización de la experiencia del Holocausto. A diferencia de lo que ocurriría desde la década del setenta, cuando el discurso hegemónico sobre la memoria del Holocausto condene su utilización para «comparar» otras experiencias criminales, la organización de sobrevivientes no escatimaría esfuerzos en homologar las políticas de persecución y exterminio del nazismo con «el proyecto genocida de Nasser».
Finalmente, y como se propuso al iniciar este trabajo, la investigación permite considerar un aspecto destacado en relación a la bibliografía que propone que la Guerra de los Seis Días promovió, sobre todo por parte de Israel, la utilización de la memoria del Holocausto como un modo de legitimar la narrativa sionista. El trabajo con las posiciones públicas de Sherit Hapleitá permitiría matizar estas aseveraciones; no tanto en el sentido de rechazarlas sino de comprender cómo la representación de un Israel «amenazado» aún antes del estallido de la guerra- promovió una serie de sentidos y solidaridades que no tuvieron un origen centralizado- sea Israel, sean los Estados Unidos de América. En todo caso, un conjunto amplio de actores, entre los que se incluyeron los sobrevivientes del Holocausto residentes en Argentina, apelaron a la memoria de una experiencia cercana en la que pudieron filiar la «amenaza» que consideraban que estaban atravesando.