1. Introducción
La perfidia y el engaño descarado son las bases inconmovibles sobre las cuales gira toda la política electoral vasquizta. (...) Sabemos de memoria los comunicados de todos los Centrovas cuando analizan la política valencista. Su propaganda, a base de falsedades y calumnias, es suficientemente conocida. Ni los que se pasan de incautos caen en las trampas vasquiztas. No son los Centrovas los primeros en explotar el engaño como instrumento de combate. Este sistema es antiquísimo, tan viejo como la humanidad1.
En los últimos años las expresiones fake news (noticias falsas) y posverdad han ocupado gran espacio en los medios de comunicación. El diccionario Oxford eligió el término posverdad como la palabra internacional del año en 2016 y la definió como las «circunstancias en que los hechos objetivos influyen menos en la formación de la opinión pública que las referencias a emociones y a creencias personales». Pasaría lo mismo al año siguiente, siendo fake news la palabra elegida2. Aun cuando no existe una definición precisa sobre lo que son las fake news, en la enorme cantidad de libros y artículos que se han producido al respecto, las definiciones dadas enfatizan en la intencionalidad; por ello algunos preferirían usar la palabra noticias falseadas, para hacer evidente las motivaciones, la propaganda, la planificación, la aparente verdad de las noticias.
En estos años señalados, las definiciones posverdad y fake news cobraron importancia debido al evidente uso político en varios de los más importantes acontecimientos a nivel mundial y local: la victoria de Donald Trump en Estados Unidos, el triunfo del Brexit en Reino Unido y el del No en el referendo por la paz en Colombia. En los tres casos se trató de campañas muy polarizadas y, tras el resultado, se habló del papel de los medios y las plataformas digitales, pues estas habrían «intoxicado» la campaña e influido de ese modo en el resultado, que en todos los casos resultó inesperado3. Pero ¿es acaso esto algo nuevo? ¿Y qué sucedió en la época de la proliferación de publicaciones periódicas a inicios del siglo XX, cuando a pesar de las distancias, los semanarios y revistas pasaron a convertirse en diarios, con públicos que exigían todos los días algo nuevo, y aparecieron nuevas tecnologías que ayudaron a soportaron esos cambios, como el linotipo, el telégrafo, el teléfono, la fotografía y el avión, y cuando un importante número de políticos fundaron sus propios periódicos porque entendieron la importancia de estas transformaciones?
Intentando responder a estas preguntas se realizará un análisis de los tipos e intencionalidades de las noticias falsas publicadas en la prensa, base de las campañas electorales de inicios del siglo XX y la forma como se hizo uso de estas estrategias (contenidos falsos, noticias deformadas, desinformación y manipulación) para intentar ganar las elecciones en un contexto particular: una campaña sorpresiva y rápida que involucró nuevas tecnologías y nuevos escenarios y que transformó la política colombiana en las siguientes décadas. En este caso, se ha recurrido a un pequeño diario de provincia fundado en 1923 en Bucaramanga, departamento de Santander, dirigido por dos jóvenes políticos pertenecientes al partido conservador y llamado El Deber4. ¿Por qué este diario? Porque precisamente estos políticos-periodistas estuvieron íntimamente relacionados con la creación de un ambiente de confrontación y no colaboración con el gobierno de Olaya Herrera, que se posesionaría luego de las elecciones, a través de los directorios departamentales a los que pertenecían y desde la prensa misma, en un departamento en donde se inició una nueva etapa de violencia política a finales de 1930.
Sobre las campañas electorales en general, y sobre esta en particular, algunos autores han mencionado la falta de investigaciones al respecto, teniendo en cuenta la importancia de la continua y agitada actividad electoral en Colombia5. La campaña de 1930 ha sido vista predominantemente como la apertura de un nuevo gobierno y de una nueva forma de hacer política y poco más. Pero como lo señala Julián David Romero las elecciones son más que resultados y cambios de gobiernos, son un proceso en donde emergen «disputas, combates, intrigas, desconciertos y alianzas» y en la que se involucran electores, clases dirigentes, grupos en disputa y medios de difusión, permeando todos los escenarios de la vida social6.
Vale aclarar que este es un asunto que no se ha revisado sobre esta campaña, por ello aquí se pretende mostrar el uso de las noticias falsas en las decisiones más importantes de dicha coyuntura, y cómo este tipo de información falsa se convirtió en base de la política y ayudó a crear un ambiente impermeable ante el pensamiento del contrario político, que paulatinamente generó una fuerte polarización, que cada vez se hizo más radical. Un variado tipo de trabajos historiográficos se han interesado, sin embargo, en estas conexiones entre medios de comunicación y manipulación política en otros periodos y en otras latitudes. Debido a la influencia reciente de las fake news en la política actual, algunos autores han hecho uso de este concepto para analizar inclusive épocas remotas7. Vale la pena resaltar, sin embargo, el trabajo que realiza Robert Darnton en El diablo en el agua bendita, en donde este autor realiza un análisis detallado de algunos textos representativos para apuntarle hacia una interpretación general de la política y la calumnia. Más allá de lo específico en la temática estudiada, Darnton muestra la importancia de estas problemáticas en el análisis político y cultural. La difusión del escándalo, la personificación de la política, la reducción de contingencias complejas a narrativas acerca de figuras públicas, la destrucción de reputaciones fueron centrales en la Francia de Luis XV y la república jacobina de 1794, pero también lo han sido y siguen siendo en diferentes momentos y lugares, como lo señala el autor8.
2. Una campaña sorpresa
Las elecciones para la presidencia de la república de 1930 fueron un tanto especiales en muchos sentidos. La campaña había iniciado casi un año atrás y se había desarrollado de forma habitual, a pesar de la profunda división del partido conservador y la imposibilidad de escoger un candidato único para las elecciones. La perspectiva de ir el partido conservador con dos candidatos a las elecciones no era nueva. Ya en las elecciones presidenciales de 1918 este se había dividido entre dos candidatos: Marco Fidel Suárez y Guillermo Valencia, pero, sin embargo, los resultados finalmente no dieron al traste con la denominada hegemonía conservadora. En 1930 Guillermo Valencia nuevamente se disputaba la presidencia, pero esta vez con el general Alfredo Vásquez Cobo. Este último a su vez había sido candidato en 1926 y había aceptado renunciar ante la promesa hecha por el arzobispo primado Bernardo Herrera Restrepo, que sería presidente en 1930. Cuatro años después, no obstante, el panorama era otro. El arzobispo había muerto en 1928 y la división de los grupos, sectores y periódicos que sostenían las candidaturas parecía infranqueable, tanto así que muchos sectores del partido conservador estaban dispuestos a pasar por encima de la promesa hecha por el arzobispo Herrera.
Pero aún faltaba otro elemento inesperado en la campaña electoral a la presidencia de Colombia en 1930. En el mes de diciembre de 1929, a menos de dos meses para la llegada del anhelado día, sucedió algo que dio un nuevo vuelco a la campaña: empezó a circular el rumor de una candidatura liderada por el partido liberal. El rumor inició el 13 de diciembre en El Heraldo de Antioquia y llegó a Bucaramanga el día 16 del mismo mes. En Bucaramanga la noticia fue descalificada rápidamente, aún por los propios liberales por considerarla falsa e inventada por los valencistas, sectores del partido conservador congregados en torno a la candidatura de Valencia, para restarle votos al general Vásquez Cobo9. No obstante, el rumor empezó a cobrar fuerza e hizo que el periódico El Tiempo, en menos de un mes, cambiara tres veces su estrategia de campaña. Primero, pasando de la apatía y un disimulado apoyo a Guillermo Valencia a un entusiasmo inusitado por la posible candidatura de Enrique Olaya Herrera, en ese momento ministro plenipotenciario en Washington. Pero del estado de entusiasmo se pasó al desencanto y crítica ante un Olaya «vacilante y poco confiable», luego de que este rechazara la candidatura por no estar de acuerdo con lo que él consideraba clave: el apoyo de los dos partidos. Finalmente, la campaña daría un nuevo giro cuando Olaya anunció su regreso al país, porque los liberales que habían promovido la candidatura aceptaron sus condiciones. En ese momento, la estrategia noticiosa electoral de El Tiempo cambió nuevamente y de guerrerista y anticlerical se plegó al discurso conciliador de la Concentración Patriótica Nacional10.
La campaña ganó entonces una emoción inesperada. Todo se hizo volando, literalmente, en aviones y ferrocarriles, en cables y telegramas, y Olaya recorrió el país político entre enero y febrero de 1930. La plaza pública, ese espacio que ya había empezado a utilizarse en campañas anteriores, cobró ímpetu11. Los conservadores entendieron el problema en el que se habían metido al ver la Plaza Cisneros de Medellín abarrotada de gente gritando el nombre de Olaya en una ciudad que reconocían como conservadora12. El triunfo de un candidato liberal, difícil de creer unos meses antes, ahora era posible. La estrategia había sido un éxito. Desde la plaza y la prensa los liberales le apuntaron al futuro, al progreso, a la esperanza, para publicitar a Olaya. Oportunamente fue presentado como mesías, un salvador, en medio de una aparatosa crisis económica que competía en titulares con la campaña. Algunos no tuvieron miedo de representarle como Jesucristo mismo13, y el candidato no se resistió y también se presentó como ese salvador que necesitaba tan desesperadamente el país. Desde la prensa y la tribuna pública se criticó tanto, y de todas las formas, al gobierno conservador de Miguel Abadía Méndez, culpándolo de todos los males que vivía el país, los diarios liberales se refirieron a Olaya como la solución a todos los problemas de la nación. Los ataques hechos al gobierno por liberales y aún conservadores fueron en términos personales14. Por ello, más adelante, la decepción fue más grande cuando se hizo evidente la imposibilidad de cumplir, de un día para otro, todo lo que se había prometido en campaña.
Los conservadores, por su parte, reaccionaron rápidamente. Los dos candidatos visitaron también varias ciudades, y los diarios que abanderaban una u otra candidatura conservadora redoblaron la propaganda. Día a día se hacía evidente que la tan anhelada unión del partido conservador no llegaba y, por tanto, la campaña en los diarios se intensificó. Los diarios de cada uno de los partidos publicaron largos telegramas firmados para presumir apoyo de diferentes ciudades y dar la sensación de que eran mayoría; atacaron personalmente a sus contrincantes; se llamaron a sí mismos los defensores de las tradiciones, y aprovecharon el apoyo oficial de la Iglesia en el momento en el que lo tuvieron (el nuevo arzobispo, Ismael Perdomo, cambió tres veces de candidato) para autoproclamarse como los verdaderos defensores de la Iglesia y las instituciones. En este ambiente, tanto liberales como conservadores recurrieron a todo tipo de estrategia para ganar, especialmente el de las noticias falsas.
3. El «engaño» como instrumento de combate
Hay que tener en cuenta que, a diferencia de la situación actual, las noticias falsas que circulaban en la prensa de 1930 no eran fabricadas en un oscuro y enigmático blog hasta filtrarse en los medios de comunicación profesionales (que Claire Wardle, directora de First Draft News, describe como la «trompeta de la desinformación»15). Por el contrario, eran elaboradas en los propios diarios que circulaban por las localidades del país y por redactores o políticos que no sentían contradicción entre llamarse a sí mismos promotores de «la hoja luminosa» y defender abiertamente a un partido16. Solía suceder que debido a las enormes distancias entre las capitales de departamento y las localidades un simple rumor era tomado como completamente cierto. Aún así, redactores o políticos publicaban en los diarios locales solo los rumores que convenían a sus intereses. Pero no era solamente pescar un rumor y publicarlo según conveniencia; las noticias se fabricaban y se inventaban si era necesario.
Primero estaban esas enormes distancias entre localidades, a veces infranqueables, a pesar del avance de los medios de transporte y comunicación. Los periódicos capitalinos llegaban en avión, lo cual era costoso, ya que no existía hasta el momento otra vía de comunicación directa y rápida que conectara a la ciudad de Bucaramanga con Bogotá u otra ciudad, pues el ferrocarril aún no había llegado (la estación Las Bocas, la más cercana, sería inaugurada el 7 de julio de 1930) y la carretera del noreste, que uniría Bucaramanga con San Gil, avanzaba aún a pequeños tramos. Por tanto, el telegrama era central y la mayoría de las noticias se trasmitían por allí. Los periódicos de provincia se suscribían a algunas agencias, como la Agencia SIN (de la que no se sabe casi nada y menos su influencia en la generación de noticias) o tenían corresponsales en diferentes ciudades, principalmente en Bogotá. Estos agentes, contratados por los periódicos, enviaban las noticias más destacadas por telégrafo que aparecían en la edición del siguiente día a primera hora de la mañana. En todo este recorrido, sin embargo, muchas cosas podían pasar.
Además, la mayoría de estas noticias publicadas venían del runrún, esto era, del rumor que se esparcía en cafés, plazas y calles. Muy poca información oficial se publicaba, aparte de las circulares, los manifiestos y alguna que otra entrevista. Muchas de las noticias iniciaban con un «se dice que...» «se asegura que...» o «personas aseguran que...», y muy pocas veces se mencionaba las fuentes: de esta forma se anunció, por ejemplo, el fracaso en la búsqueda de un tercer candidato conservador que reemplazara a los dos ya existentes17; también la noticia de que supuestamente los grupos vasquiztas en Bogotá buscaban la destitución de los ministros de guerra y gobierno por considerarlos inconvenientes a sus intereses18. El rumor era por tanto central y aceptado e influía, como se verá más adelante, en la toma de decisiones políticas.
Pero no era solamente el rumor. Los políticos y periodistas se aprovechaban de estas circunstancias para influir en la campaña electoral creando noticias falsas con el objetivo de desinformar, destruir al contrincante o ganar, en últimas, las elecciones. Existía -y estos políticos y periodistas eran conscientes de ello- una diferencia entre la difusión involuntaria de información falsa y la difusión deliberada de información que se sabía era falsa. Por supuesto, había diferentes niveles en los contenidos, unos más sutiles que otros, y unos grados de engaño más deliberados.
Para clasificar tales intencionalidades se tomarán tres categorías de las siete establecidas por Claire Wardle19, con el fin de identificar contenidos falsos y la desinformación: conexión falsa, cuando los titulares no resumen con exactitud el contenido de la nota periodística; contenido impostor, cuando las fuentes genuinas son suplantadas; contenido inventado, cuando el contenido es totalmente falso, creado con el objetivo de dañar o engañar. No todas las noticias y contenidos, sin embargo, se han podido identificar por la evidente falta de contraste (no existe una copia del diario El Orden de Bucaramanga que era el órgano que apoyaba la candidatura vasquizta en la ciudad). Para ello se ha acudido a las mismas acusaciones hechas en contra de los periódicos y grupos que apoyaban al general Vásquez, para entender un poco mejor el modus operandi y poderlo identificar en El Deber en base a estas categorías.
Puede parecer cuestionable el uso de esta metodología para identificar y clasificar notificas publicadas en un contexto diferente al actual; sin embargo, esto ha permitido entender y clarificar mejor la gran cantidad de contenidos publicados en la prensa al respecto. Como se verá a continuación, estas fueron precisamente las formas utilizadas por los conservadores para intentar ganar las elecciones.
¿Se puede hablar de noticias falsas? En el contenido analizado en la prensa se utilizan diferentes términos para denominarlas: falsedades, intrigas, invenciones, calumnias, propaganda, engaños, farsas, noticia tendenciosa, 'novelitas', 'bolas', pero también se utiliza el término noticias falsas. Lo importante aquí es que tanto periodistas como políticos entendían y hacían explícito que estos contenidos hacían referencia a contenidos creados y publicitados con el objetivo de desinformar, generar miedo y hacer daño al oponente político.
La conexión falsa entre los titulares y su contenido no era una cuestión nueva y no lo sería después. En esta campaña, sin embargo, la falta de sutileza se haría evidente a medida que la desesperación de los conservadores crecía. La forma como se informó el apoyo de la Iglesia al candidato de preferencia es un ejemplo de ello, pues los titulares resaltaban una realidad que no estaba sucediendo y que ni el contenido de la noticia podía soportar: el tan anhelado apoyo definitivo de la Iglesia y la unión de las filas conservadoras. El 4 de enero una serie de telegramas eran titulados: «Valencia al triunfo -El episcopado en torno de Valencia-», pero lo cierto era que el contenido solo comentaba el apoyo del arzobispo de Medellín, Manuel José Caicedo, a Guillermo Valencia20. Esta conexión falsa se volvió repetitiva con lo relacionado a este tema. El 18 de enero se aseguraba en un titular que la Iglesia condenaba la disidencia, pero en el contenido estaban las mismas palabras dubitativas del arzobispo primado que se resistía a escoger candidato y aseguraba que los dos eran buenos católicos21. Sucedía lo mismo con los constantes anuncios a grandes letras de la unión del partido. Un titular del 10 de enero decía: «Cables -La unificación conservadora-»22, pero el contenido informaba que los dirigentes vasquiztas se estaban inclinando por un tercer candidato. Este tipo de titulares se siguieron usando hasta el final de la campaña, anunciando algo que ni el mismo contenido podía confirmar: la renuncia definitiva de Vásquez Cobo y la unión en torno a Valencia.
El contenido impostor era otra forma muy usada en las noticas, más sutil de identificar, y estaba relacionada con lo sencillo que podía llegar a ser suplantar a alguien a través del telégrafo. En este caso y para identificar esta forma de fabricar noticias falsas hay que remitirse a los vasquiztas, al diario El Orden de Bucaramanga, y a los grupos vasquiztas de otras ciudades, pues según los conservadores de El Deber, estos sectores eran los únicos que usaban «el engaño como instrumento de combate»23. Estas constantes acusaciones sobre fabricación de noticias falsas son el indicio más evidente de la importancia de tales noticias en la campaña. En El Deber se recomendaba a los lectores que desconfiaran de las noticias publicadas en los diarios vasquiztas: «Los embusteros forman hoy una legión. ¡Téngales cuidado! Desconfíe usted», pero sobre todo había una queja constante contra la suplantación. El 6 de febrero de 1930 se encuentra en El Deber una descripción de la forma como se creaban este tipo de noticias y se hacían pasar como ciertas por parte de los grupos que apoyaban al general Vásquez en Bucaramanga: «se inventan frases por mentes calenturientas, se ponen entre comillas y se le atribuyen al gobernador o a sus secretarios, se convierten los rumores en verdades»24.
Los telegramas de apoyo con larga listas de firmas que eran publicados por los diarios vasquiztas, también eran tildados de ser inventados con el propósito deliberado de generar una falsa ilusión de mayoría o de dañar al oponente. Podían inventarse nombres para agregar a estos telegramas o usar nombres de destacados políticos para darles mayor peso. Por ello, muchos conservadores tuvieron que salir a desmentir las noticias que circulaban sobre su supuesta vinculación a la campaña de Olaya Herrera o sobre su apoyo a la candidatura opuesta25. José Camacho Carreño, por ejemplo, tuvo que rectificar que no eran cierto lo que circulaba en algunas noticias sobre su entrada al movimiento olayista: «no es exacto el propósito de adhesión a Olaya que se me atribuyó, es un rumor sin fundamento, yo permaneceré a Valencia hasta el fin de la batalla»26. El 7 de febrero, a dos días de las elecciones, se describía de la siguiente forma la manera como los vasquiztas creaban los famosos telegramas de apoyo a Vásquez y la influencia que tendrían en una de las decisiones más importantes de la campaña:
[...] Al propio tiempo que el general Vásquez Cobo recogía velas en sus propósitos de unión de un día, se exigía por el centro nacional vasquizta y por el de Ibagué que de todas partes los vasquiztas aparecieran dirigiendo telegramas en que garantizaban el triunfo de Vásquez. Los telegramas fueron, porque donde faltaban una o dos personas que suscribiesen los despachos, no faltaba un calendario que suministrase nombres. Y vino el segundo efecto de la farsa; el Primado retiró primero reservadamente la circular valencista y se inclinó del lado de Vásquez Cobo, una nueva vez27.
Sin embargo, los diarios valencistas también publicaban, como pilar de la campaña, estas largas listas de telegramas con apoyos a Valencia desde departamentos y municipios asegurando escenarios igualmente dudosos de supuesta irrestricta unión. En El Deber de la ciudad de Bucaramanga se publicaron solo entre enero y febrero 135 telegramas enviados desde lugares tan dispares como Onzagá, Málaga, Popayán y Cartagena, que aseguraban lo mismo. Frente a este panorama, cabe preguntar: ¿Cuántos de estos telegramas no fueron inventados? Lo que no se puede negar es la importancia de estos telegramas y su influjo en los acontecimientos políticos; aparte de la ya mencionada influencia en la decisión del arzobispo primado28, Ismael Perdomo, también lograron que los dos candidatos conservadores no consideraran renunciar al creer que en realidad tenían mayorías para ganar las elecciones.
Las fuentes genuinas suplantadas y el contenido inventado se hicieron evidentes en el enfrentamiento entre el ministro de gobierno, Gabriel Rodríguez Diago, y Jorge Uribe Misas, director del diario El Correo de Colombia de Medellín, una vez pasadas las elecciones, por la publicación de un telegrama. En este telegrama enviado, supuestamente, por Rodríguez Diago a Carlos Vásquez Latorre y otros políticos valencistas de Medellín, pocos días antes de las elecciones, se afirmaba, entre otras cosas, que el gobierno tenía asegurada la victoria en la Costa Atlántica y en Santander a favor de Valencia; no obstante, el gobierno de Abadía Méndez había prohibido oficialmente tal intromisión29. El ministro Rodríguez Diado declaró que el telegrama había sido inventado como una «burda maniobra electoral» y amenazó con llevar el proceso a la Corte Suprema por calumnia pública, suplantación de firma y superchería (fraude o engaño) en los telégrafos nacionales30. El escandalo suscitó todo tipo de comentarios luego de que Uribe Misas asegurara que no iba a retractarse y que el telegrama era cierto31. En El Deber no se registra que sucedió luego, pero estas no fueron las únicas noticias que había tenido que salir a desmentir el ministerio de ante el primado pidiendo la nominación de Vásquez. El telegrama decía: «Bogotá, 30 de diciembre de 1929. Cura párroco... Deseámosle feliz año nuevo. Actualmente desarróllase formidable movimiento concentración rededor Vásquez Cobo motivada circular suscrita Vélez, Ferrero. Centenares conservadores dirígense primado, Ferrero, pidiéndoles concentración torno de Vásquez Cobo. Convendría hiciérase allá lo mismo. Centrovas, Vélez, Escallón. El segundo telegrama pedía lo mismo: «Diríjanse primado, Emilio Ferrero, separadamente como conservadores, pidiendo concentración rededor Vásquez Cobo, asegurando triunfo». Este último telegrama era la prueba, según El Deber, de que los telegramas de apoyo eran apócrifos. «Política vasquizta», El Deber, Bucaramanga, 15 de enero de 1930, 2. gobierno: el 4 de febrero tuvo que desmentir que había dirigido circulares secretas a los gobernadores aconsejándoles el fraude32.
Finalmente, estaba el contenido inventado en las noticias que incluso se elaboraba sin tomarse la molestia de inventar firmas o poner nombres de políticos destacados que las sustentaran. Había de todo tipo y también niveles de sutileza. Pero para entender esto hay que remitirse nuevamente a las acusaciones hechas en contra de los diarios vasquiztas. El Conservador de San Gil señalaba que precisamente en esta campaña, a diferencia de las anteriores también pasionales, las armas se habían convertido en la calumnia personal, en la mentira que se vendía como verdad y en la tergiversación que buscaba introducir el desconcierto. Los vasquiztas y los sacerdotes que los apoyaban eran, según este diario, «ultramontanos» que buscaban «sembrar la confusión en las filas del adversario». En El Deber se reconocía también, citando a El Tiempo, que las noticias inexactas habían sido armas electorales por excelencia en las luchas políticas, pero que una cosa era la inexactitud y otra «la manufactura de historias mentirosas y malévolas tendientes a morder la reputación de los hombres», en las cuales los vasquiztas, según este medio, batían records33. Este fue el caso de Bonifacio Vélez, ministro de instrucción pública del gobierno de Abadía Méndez, quien se había involucrado, según acusaciones, de una forma muy cercana en la campaña:
[...] Decir que los amigos vasquiztas no son excesivamente escrupulosos es usar un eufemismo. Pero mas vale usar los términos suaves que aplicar a los señores del Centrovas palabras como mentirosos, embusteros, farsantes y falsarios. Sobre todo, cuando el novelista de las fantasías del Centrovas, es generalmente don Bonifacio Vélez.
Sí señor, como ustedes lo escuchan. Don Bonifacio, que para los simples mortales es un señor venerable y voluntarioso, resulta un hombre fecundo cuando ejerce sus funciones en el Centrovas. Fecundo, ágil y exagerado, para no decir otra cosa sobre el escritor más soporífero del partido vasquizta.
¿Resuelven los señores socialistas no ceder a los coqueteos del antiguo gerente del Pacífico y lanzar como candidato al camarada Castrillón? Pues don Bonifacio pone a todos los Centrovas una circular donde asegura el robusto patriarca, que la candidatura de Castrillón es obra de los valencistas. ¿Lanzan los liberales al doctor Olaya Herrera y esto no les hace gracia a los mariscales? Pues don Bonifacio salta a la palestra. Sin que le tiemble la gorda mano, el presidente del Centrovas, le dice a todos los vasquiztas de la república: «la candidatura de Olaya es hija de los valencistas». (...) Gracias al doctor Vélez se supo en todo Colombia que el doctor Valencia había puesto su renuncia en manos del doctor Ferrero. Desgraciadamente para el anciano discípulo de Julio Verne, el doctor Ferrero desmiente la noticia que tanto regocijo produjo durante unas horas al robusto Mussolini de la carrera 5a. Pero no contento con trasmitir noticias absurdas, el patriarca de la carrera 60 busca trasmisores y editores responsables. Ayer por la mañana, fue don Bonifacio a la oficina de un joven paisano suyo en el ministerio de correos y telégrafos y le pidió que trasmitiera a Caldas la noticia sobre la renuncia de Valencia para que vinieran peticiones en favor de la concentración alrededor del general Vásquez Cobo34.
Esta última intencionalidad noticiosa fue persistente en la campaña. Los diarios valencistas tuvieron que salir a desmentir la supuesta renuncia de Valencia que se anunciaba constantemente35. El objetivo claro era desestabilizar y desconcertar al contrincante36. Pero a pesar de las quejas, los valencistas también acudían a la misma táctica. Incluso cuando no se podía asegurar la noticia de la renuncia de Vásquez, esta se difundía como próxima e inminente con elementos poco creíbles: «Anoche se aseguraba que el primado llevaba en el bolsillo la renuncia del general Vásquez Cobo y que iba a encontrarse con Valencia para tratar las normas a seguir en vista de tal renuncia»37. Incluso las noticias falsas sobre la supuesta renuncia de Valencia lanzadas por los vasquiztas eran usadas por los propios valencistas para generar miedo entre sus seguidores y congregarlos frente al peligro enemigo: se decía, por ejemplo, que el día de las elecciones los vasquiztas irían de municipio en municipio anunciando la renuncia de Valencia e insistiendo en votar por Vásquez38; también aseguraban que el presidente Abadía Méndez iba a renunciar y en su lugar quien gobernaría sería afín a la candidatura de Vásquez39.
El uso del miedo estaba por tanto en el centro de las noticias falsas y en la campaña en general. Ante la inesperada situación en la que se encontraban los conservadores, desesperados porque las noticias de un acuerdo favorable no llegaban y con las elecciones cada día más cerca, los diarios intentaron sembrar pánico para generar presión y congregar también al electorado conservador. No importaban las palabras conciliadoras de Olaya Herrera: había que presentar la derrota y el subsiguiente cambio de gobierno como un escenario apocalíptico para los conservadores40.
Otro de los objetivos del contenido falso que circulaba en las noticias era desprestigiar al candidato opuesto. Los vasquiztas intentaron hacerlo acusando a Guillermo Valencia de intentar colaborar con los liberales. Según El Nuevo Tiempo de Bogotá, Alberto Vélez Calvo, en nombre de Valencia, se había reunido con el general Pablo Emilio Bustamante, veterano de la Guerra de los Mil Días, para pactar un acuerdo sobre la base de una reforma del concordato41. Y ¿qué mejor palabra para generar caos que esa? Pero los valencistas contrarrestaron. El 15 de enero publicaron una noticia sobre una supuesta reunión entre Alfonso López y el general Vásquez, en la cual este le había solicitado apoyo al primero42. En El Deber se le dio continuidad a este rumor al señalar en una columna de opinión del 29 de enero, titulada «Ayúdenme y confíen en mi, dijo Vásquez a los liberales», que Vásquez había ofrecido «cuanto le fuera posible» a López con tal de tener su apoyo43. Estas ideas se alimentaban con rumores como el que acusaba a los liberales de Bucaramanga de hacer un pacto con los vasquiztas de la ciudad44. El uso partidista de estos elementos religiosos era evidente cuando al final de estas noticias se hacia un llamado a rodear al «verdadero representante de las tradiciones conservadoras y católicas»45.
Era claro el uso que hacían los políticos conservadores de este elemento. Para muchos solo era una estrategia política usada en las elecciones para generar miedo y movilizar al electorado. Malcolm Deas señala que la deferencia que muchos jóvenes conservadores tenían hacia la Iglesia era fingida, utilizada solamente cuando era conveniente y cuadraba con sus aspiraciones46. Y en esta coyuntura electoral esa «deferencia fingida» se hizo evidente ante los «cambios de candidato»47 del arzobispo primado. En cuestión de días, Valencia pasó de ser representado en la prensa valencista como un hombre que estaba por encima de los intereses partidistas48, a ser el defensor de las doctrinas católicas49. El uso de este último elemento fue reiterado para generar miedo mientras duró el apoyo del arzobispo a favor de Valencia. Pero los rumores de que Perdomo había publicado una nueva pastoral retirándole el apoyo a Valencia empezaron a llegar y aunque los conservadores de El Deber se apresuraron a desmentirlos tachándolos de nueva farsa vasquizta50, pronto fue imposible negar esta noticia. Quedaban apenas dos días para las elecciones y no hubo tiempo para nuevas estrategias de campaña, solo quejas en contra de los «curas politiqueros»51.
Sin embargo, a lo largo de toda la campaña desde El Deber se había dedicado considerable tiempo a intentar dañar la imagen de Vásquez, prestándole más atención que al mismo Valencia. El objetivo era dañar, deformar y destruir la imagen del opositor por medio de las publicaciones. Los ataques eran estrictamente personales, relacionando la imagen de Vásquez con la dictadura de Primo de Rivera en España, con el fascismo italiano, con el gobierno de Rafael Reyes y con el pasado guerrerista del general52.
Con estos elementos el panorama político fue pintado con elementos dramáticos y exagerados. Constantemente se hizo uso de frases como: «la república está en peligro», «ha llegado la prueba suprema y definitiva», «la atmosfera parece flotar el anuncio de grandes conflagraciones»53 o «estamos jugando la suerte definitiva de nuestra nacionalidad»54. Había que alertar y movilizar a los copartidarios buscando nombres que pudieran hacer daño y para ello se movilizó el miedo del pasado, de las guerras civiles, de la dictadura de Reyes. Este era, como se ha señalado, parte del objetivo del contenido inventado y las noticias falsas: generar miedo. Esta sería la estrategia de campaña por excelencia y no solamente de los conservadores valencistas pues, como lo señala Patrick Boucheron y Corey Robin, no puede haber política que no sea del miedo55. Estos autores, a través de sus trabajos individuales y colectivos, insisten en el hecho de que en ningún caso el miedo es espontáneo e irracional: es político. Pero no solo esto. Ambos muestran como el miedo es creado: es imposible que una sociedad por igual tenga el mismo miedo o reaccione de la misma forma ante una supuesta amenaza.
La palabra con la que más relacionaban al general en las publicaciones era la de dictadura; 65 menciones se hicieron en El Deber entre el 4 de enero de 1930 y el día de las elecciones, en las que se unía el nombre del general con esta palabra. De Valencia, en cambio, se hablaba poco. Era claro que la base de la campaña era desprestigiar al otro, creando un enemigo ante el que los electores pudiesen reaccionar. Esta era y sería su forma de hacer campaña y política. No había programas, ni ideas, era miedo el que se vendía en los periódicos.
Este tipo de tácticas alteraron los resultados de las elecciones en todas las direcciones. Por un lado, permitieron a los liberales presentar a Olaya como el salvador que necesitaba el país en tiempos de crisis; influyeron en la decisión dubitativa del arzobispo primado, y, sobre todo, impidieron que alguno de los dos candidatos conservadores renunciara y se unificara el partido en una sola candidatura. Esto último lo reconoció el mismo Guillermo Valencia en uno de los pocos manifiestos oficiales publicados en El Deber a días de las elecciones. Allí señaló que una vez le comunicaron la noticia de la candidatura liberal puso su renuncia a disposición de los congresistas y directorios que le habían proclamado, pero que estos, temerosos de que dudara, le hicieron llegar un sinnúmero de telegramas de varios departamentos garantizándole el triunfo56. Eran esos mismos telegramas dudosos publicados a diario en los periódicos que se enmarcaban en grandes titulares asegurando la unión y la victoria. Por ello, por más desgastada que se encontraba la llamada hegemonía conservadora, los resultados hubiesen podido dar como ganador a un candidato conservador de no ser por el uso, publicación y difusión de noticias falsas.
4. Conclusiones
El uso de noticias falsas fue central en el debate a la presidencia de la república en Colombia en 1930. Pero no solo la prensa la difundía las noticias falsas, era todo un entorno político en el que el medio por excelencia para supuestamente comunicar lo que sucedía era el telegrama entre localidades ubicadas a muy largas distancias. En estas condiciones cualquier información podía asumirse como verdad. O al menos parecerlo. Se puede especular sobre si las noticias eran malintencionadas o no, pero lo cierto es que la política estaba basada en lo que se informaba entre localidades ubicadas a grandes distancias, con noticias que se publicaban con un día o dos de retraso y en las que el rumor era, por tanto, central. Lo habitual era encontrar en los diarios que replicaban las noticias de la capital: en Bogotá «se decía tal cosa» o en Bogotá «se reunieron tales personas». Era, como hoy, el chisme a escala industrial57. Los políticos y la prensa misma se aprovechaban de esta situación que se convirtió en algo normal. En El Deber se acusaba a la prensa y los sectores vasquiztas de difundir noticias falsas, pero lo mismo se podía decir de ellos.
Las noticias falsas y los rumores presentados como verdades fueron sustento importante, en ese momento, de la política. En El Deber se calificaba como farsa de la práctica de los sectores vasquiztas de enviar telegramas a todas partes, garantizado el triunfo de Vásquez, pero en el mismo periódico aparecían diariamente telegramas de diferentes municipios y ciudades asegurando el triunfo de Valencia. Junto a los telegramas se enmarcaron noticias falsas en grandes titulares que pintaba un panorama inexistente: «Unión conservadora esta prácticamente acordada. Se invita al Gral. Vásquez Cobo a renunciar en favor del Dr. Valencia»58. Esto se hizo reiteradamente anunciando la renuncia del candidato contrario: «La renuncia de Vásquez Cobo en poder del arzobispo. Monseñor Perdomo llama a conferenciar al doctor Guillermo Valencia»59. Al final de la campaña electoral también se difundió en grandes titulares el apoyo irrestricto de la Iglesia, lo cual no era del todo cierto60.
La clasificación de noticias falsas que se realizó con base en las categorías de Claire Wardle, buscó darle orden a la gran cantidad de estas que se publicaron en esos dos cortos meses antes de la elección presidencial de 1930 en Colombia, pero también tiene la intención de mostrar cómo este ambiente de campaña descrito y estas estrategias usadas no están lejos de los escenarios actuales, a pesar de los cambios de formato y de la velocidad de trasmisión de la información.
En la campaña presidencial de 1930 en Colombia, el telegrama fue lo bastante rápido y revolucionario para transmitir información a diferencia de como se hacía con anterioridad. Además, esta fue la época de la «fiebre periodística» por el gran número de publicaciones periódicas que aparecieron en estos años y su masificación61. Pero no necesariamente esta proliferación de publicaciones significó que los conflictos pasaran a dirimirse a través de las palabras, pues en aquellos momentos también es posible constatar la expansión del discurso del odio y de la alta polarización en los contenidos de los periódicos.
Sucedería luego algo similar con la radio y la televisión62. Creer que las noticias falsas con exclusivas de nuestro tiempo es un tanto apresurado. Todos los medios de comunicación han tenido que lidiar a su manera, con la autenticidad y la falsedad de los contenidos, con los intereses políticos detrás de los medios, con los mensajes de odio y la desinformación y con un público predispuesto a este tipo de noticias.
La opinión pública, hoy y ayer, no está exenta de las dificultades para comunicar contenidos informativos. James Van Horn Melton señala que toda revolución de la información, como la aparición de las instituciones de la esfera pública de la Ilustración y como la que nos encontramos hoy, son ambiguas en sus consecuencias: impulsan la producción de conocimiento pero también la proliferación del error; aceleran la difusión de las ideas, pero también producen nuevas formas de controlarlas y manipularlas; forman comunidades, pero también las dividen; desafían las tradiciones, pero también contribuyen a consolidarlas; pueden ser un antídoto contra la opresión política, pero también pueden justificar el terror y la guerra; son un espacio de debate, pero también pueden promover el nacionalismo, la xenofobia, el odio y la exclusión63.
En el caso aquí estudiado, ni liberales ni conservadores reconocieron nunca el uso de falsedades como parte de la campaña electoral en desarrollo. La única verdad era la que salía todas las mañanas en el diario de filiación partidista. Todo lo demás era falso. Esta idea ampliamente sostenida por periodistas y políticos contribuyó a crear grupos altamente excluyentes, encerrados en sí mismos, sin posibilidades de comprender al otro, alimentados de estas noticias con contenidos falsos, ataques personales, enemigos imaginados y escenarios terroríficos. Este escenario se seguiría repitiendo cuando estos mismos periodistas y políticos se vieron de cerca involucrados en los primeros sucesos de violencia a finales de 1930 y siguieron difundiendo un relato único, parcializado, sobre estos sucesos, con una única víctima (yo, nosotros) y un único victimario (él, ellos). ¿Qué tan peligroso pudieron ser estos contenidos falsos e inventados? ¿Cuánto daño se puede hacer con las palabras? En este caso, la confrontación personal, pasional y altamente politizada, creó y afirmó identidades imposibles de reconciliar en el papel y en la práctica electoral de un país signado en política por dos partidos.