INTRODUCCIÓN
La experiencia histórica de exclusión y olvido de los grupos sociales afrorrurales en el Caribe colombiano ha sobrevivido al auge de los modelos participativos de intervención estatal para el desarrollo y a los simulacros de cooperación para la responsabilidad social empresarial (RSE) del sector privado. Bocas de Uré es un corregimiento del municipio San José de Uré en el departamento de Córdoba, que existe como metonimia de la marginación de la población rural afrodescendiente en Colombia. Situada en el área de influencia directa de la empresa minera Cerro Matoso, propiedad de BH Billinton, la comunidad acumula una vasta experiencia en la acogida de proyectos RSE a la vez que protagoniza luchas sostenidas por la consecución de acceso a derechos básicos como la educación, la salud y el trabajo (Marcelo y Ortiz, 2013) sin que a la fecha se produzcan cambios estructurales en su calidad de vida1, o en los imaginarios sociales que circulan en y sobre la comunidad. En este punto, es necesario adelantar el concepto de calidad de vida, construido con la comunidad de Bocas de Uré, a saber:
La calidad de vida producto de los procesos de desarrollo implica el afianzamiento de la empatia interna de la comunidad, el acceso a servicios de salud, agua potable, educación y empleo de calidad, al tiempo que incluye procesos de fortalecimiento de la unión y la convivencia pacifica. Esto implica las garantias de seguridad y acuerdos de socialización (Plan de Etnodesarrollo Esperanzas de Uré, 2017: 11).
Ante este panorama, es siempre necesario recordar que la presencia de los miembros de las comunidades en las mesas de trabajo públicas o privadas no garantizan lo que consideramos son factores fundamentales para cualquier articulación participativa: a) el reconocimiento de la memoria y experiencia comunitaria sobre el territorio como saber experto, conocido como diálogo de saberes, metodologia eje de la investigación acción participativa (Mercon, Camou, Núñez y Escalona, 2014; Suárez, Castellanos y Galvañy, 2014; Hleap, 2006) y b) la toma de decisiones para el cambio de las condiciones materiales de vida, a partir de las líneas de interés estructurales de las comunidades.
Por tanto, dada la necesidad de aumentar la participación y la efectividad práctica, en cuanto a la identificación y apropiación de los contenidos -dos factores clave en la concreción de las aspiraciones de las comunidades- se requiere actualizar las metodologías mediante prácticas horizontales basadas en lo que podríamos llamar: una epistemología de la mediación. Se condensaría así el fundamento ético de todo proyecto encaminado a la mejora de las condiciones materiales de vida de las comunidades históricamente marginadas mientras se recomponen los escenarios participativos como redes de articulación de saberes diversos. Esa retícula es la meta. El camino es la vigilancia critica de las formas de relación, ya cotidianas, ya ritualizadas, los instrumentos de participación, la puesta en escena de los conocimientos de cada participante y las metodologías de los encuentros comunitarios, pasando por la aclaración sistemática de la finalidad de los productos nacidos en dichos encuentros.
Por eso es necesario iniciar repasando los límites de los enfoques desarrollistas en los que se fundan los procesos de intervención a comunidades marginadas simbólica y económicamente. De acuerdo con los aportes de Arturo Escobar (2009; 2003; 1984), la visión del desarrollo como meta homogénea e inevitable, cuya ausencia es construida discursivamente como falla ontológica de los sujetos y no como consecuencia estructural de un sistema social basado en la desigualdad, se refleja en las formas de acercamiento de funcionarios y académicos a las comunidades como únicos expertos presentes en los encuentros, y redunda en los fracasos continuos de los intentos por generar mejoras en la calidad de vida de la gente.
Revisar lo anterior permite evocar la necesidad de vincular a los proyectos para el cambio social, una perspectiva artística y cultural que parta de los procesos internos de las comunidades y permita reconocer la memoria comunitaria y la experiencia territorial como saber experto para la toma de decisiones. En ese contexto, la pregunta que dio inicio a nuestro movimiento hacia Bocas de Uré fue: ¿En qué forma incorporar discusiones comunitarias sobre las condiciones socioeconómicas del municipio iniciadas y densificadas2 mucho antes de la llegada de una narradora y un artista plástico, en la construcción en curso de una mejor calidad de vida? ¿Cómo insertarnos de una forma menos violenta en la conversación sostenida por la comunidad, teniendo en cuenta tanto su conocimiento experiencial de los problemas del territorio, las reflexiones comunitarias que les han suscitado y el aporte analítico realizado por los procesos RSE y de legislación afro? Más aún:
¿Cómo evitar el simulacro de experticia, y conectar al hilo de una discusión sobre el cambio socioeconómico3 que nos antecede y nos superará?
Con esas preguntas en mente, propusimos insertarnos en la red de diálogo de Bocas de Uré utilizando el lenguaje del arte. Esto nos permitió proponer formas de vehiculizar dos micro-procesos articulados en las necesidades previamente identificadas por los líderes y las asambleas comunitarias (Consejo Comunitario y Junta de Acción Comunal) autorreconocidos como afrocolombianos: el Plan de Etnodesarrollo y el Centro de Memoria Histórica; para ser exactos, el Plan (preliminar) de Etnodesarrollo y las ilustraciones de lo que vale la pena recordar y hacer mejor por Bocas de Uré. Ahora, llegó el momento de pasar de la posibilidad a la realidad.
ITINERARIOS PARA UNA MEDIACIÓN EN BOCAS DE URÉ
Traemos la categoría mediación de los procesos sistematizados de acercamiento a la lectura literaria, que combina la disposición dialógica con la capacidad de escucha necesaria en todo proceso de construcción de conocimiento. La entendemos entonces como un contexto situacional, el registro ambiental que debe estructurar los roles asumidos en las reuniones por quienes participan (líderes comunitarios, representantes de organizaciones civiles, artistas invitados, etc.) y determina las pretensiones de los proyectos en términos socioeconómicos, culturales, entre otros. Usamos mediación, además, en oposición crítica a la intervención como práctica de los proyectos desarrollistas públicos y privados, los cuales generan una imposición de parámetros, lenguajes y dinámicas ajenas a las comunidades, a partir de su pretendido desconocimiento de los procesos administrativos de planeación, ejecución y evaluación de proyectos.
Las comunidades afrorrurales preexisten a los proyectos, y con ellas preexisten también las reflexiones colectivas densas y sistemáticas en torno a los sucesos pasados, las problemáticas presentes y las formas de transformación de la calidad de vida, necesarias para construir un futuro más vivible. La visita de un 'expertoforáneo' irrumpe en las lógicas de reunión asamblearia y las formas de relacionamiento y dialéctica pre-establecidas en las comunidades. Por efecto reflejo, también irrumpe en la urdimbre narrativa de la memoria, ya que según y cómo el visitante pone en escena sus conocimientos, así mismo establecerá mediante la participación comunitaria unos relatos sobre el transcurrir de la vida en el territorio, pero que solo estarán articulados en el esfuerzo por alcanzar sus objetivos y productos.
Teniendo en cuenta ese escenario, se propone la epistemología de la mediación, que debe ser explicada en tanto su doble potencia en los proyectos comunitarios. Por un lado, mediar, además de enunciar la posición entre sujetos que facilita el intercambio entre los mismos; para los autores es posicionarse críticamente ante las formas intervencionistas, verticales y discriminatorias de los proyectos desarrollistas, para de-construirlas y obstaculizar su eficacia en la reproducción de patrones sociales de relación desiguales a niveles simbólicos y materiales. Por otro lado, mediar revela una particular concepción del conocimiento como una forma específica de concebir la diferencia cultural.
Según los rituales de validación de la razón moderna y el saber 'científico' existen lugares rituales (universidades), objetos rituales (diplomas) y lenguajes rituales (tecnolecto) que han construido una categoría de personas revestidas de poder sobre el discurso público en escenarios comunitarios y, más lamentablemente, a quienes se les atribuye el dominio sobre la generación de conocimientos válidos. De hecho, las prácticas artísticas han estado al margen de los procesos de validación científica al punto de que recientemente estamos ante la aparición de una nueva estancia de reconocimiento (Bourdieu, 2002; Clifford, 1988): la investigación-creación, que tiene como intención darle 'estatus' de cientificidad a los resultados de los procesos mediados por el arte o con el arte como producto (González-Güeto, 2017). Aun así, lo cierto es que los artistas están ubicados en la periferia de las dinámicas de validación del conocimiento científico, y ante esta realidad, por nuestro recorrido biográfico, nos vemos conminados a situarnos en oposición a la concepción hegemónica de la producción tradicional del conocimiento4.
Desde nuestra posición periférica en la academia y con esta epistemología de base, los llamados 'saberes tradicionales' de las comunidades y su experiencia vital del territorio han sido construidos a través de un diálogo desigual con el Estado y la empresa privada y en relación de diálogo poroso con las comunidades próximas. Por tanto, tales conocimientos en la medida en que necesitan ser pensados como válidos, exigen espacios de circulación y políticamente5 tienen derecho a reconocimientos eficaces. Para la epistemología de la mediación que proponemos, no existen las dos caras experto-comunidad6, sino que en los encuentros para los proyectos sociales y culturales existen únicamente expertos que manejan lenguajes, lugares, objetos y dinámicas igualmente válidas y útiles. Sin ese reconocimiento, se considera entonces que los resultados de los procesos seguirán quedando en asistencialismos intrascendentes.
Por supuesto, para la enunciación de esta epistemología hubo que recorrer caminos que permitieron acercamientos experienciales hacia comunidades afrorrurales y urbanas. En esas anteriores oportunidades, la creación artística activada por los autores de este artículo, permitió visibilizar las fugas de sentido que el conocimiento hegemónico ha construido alrededor de las comunidades. Por ejemplo, en 2008, la comunidad del municipio de San José de Uré, vecina de Bocas de Uré, con ritmos propios y distintos detrás de la implementación de iniciativas de etnodesarrollo, participó de una experiencia de mediación cultural y de empoderamiento pacifista7, en términos de Francisco Muñoz (2001), que funcionó para resistir a disputas territoriales con el municipio de Montelíbano y el usufructo inocuo de los recursos de regalías por la explotación minera en medio de expresiones de violencia, de desigualdades sociales y económicas de entonces (Zúñiga, 2018).
La forma artística que tomó la mediación cultural fue un performance titulado Exordio, que implicó el reconocimiento y resignificación de la danza del Diablo, guevas y cubambas, bailada fuera de los tiempos tradicionales del Corpus Christi, en un momento de alta tensión acumulada, a pocos días de perpetrada una masacre en el pueblo8. Esta fue "la respuesta no violenta y, por ende, pacífica, que decidió primero mantener la moral en las personas antes que atender a los hechos externos, de tal modo que la cultura y lo simbólico disipara la sensación de la aparente derrota convirtiéndola en fiesta y coraje" (Zúñiga, 2018). Así, en la construcción de la mediación y su epistemología, Exordio toma, por ejemplo, el atributo de contexto relacional, en especial cuando "el experto" y su bagaje no se impusieron sobre el saber local; en cambio, gracias al diálogo horizontal abierto con el saber local, este se vio enriquecido por la condición de iguales que pensamos supone lo relacional.
Por otro lado, entre 2013 y 2017, la comunidad de La Loma en el barrio Lo Amador, Cartagena, compuesta en su mayoría por población afro, activó un proceso de resistencia ante los desalojos y reubicaciones indignas por parte del Gobierno distrital bajo el discurso del riesgo ambiental al que están expuestos quienes habitan allí9; esto se dio al mismo tiempo que los medios de comunicación divulgaban una imagen de 'invasores' e 'ignorantes' que construyeron para sus miembros. Esta población es la metonimia de la marginación urbana de criterio racial que configura Cartagena (Casanovas, 2009). Además de resistir el desalojo y las agresiones de las oficinas distritales de atención del riesgo10, los y las habitantes de La Loma desarrollaron un proceso de reconstrucción del proceso de poblamiento y de resistencia, para poner en escena pública la legalidad de sus casas y su calle mientras exigen un trato digno y una solución justa de los problemas asociados a las temporadas de lluvia. Este proceso de reconstrucción tomó la forma artística del libro de relatos 'Gente de La Loma'11 (González-Güeto, 2017), que surgió como producto de encuentros de memoria comunitaria y relatos individuales, así como de la revisión de documentos oficiales del caso.
Lo interesante de esa experiencia fue la participación de la narradora Joy González-Güeto, miembro de la comunidad y habitante de La Loma, como activadora de las re-enunciaciones literarias de los relatos de los habitantes. Así, la mediación se realizó desde dentro de la comunidad, lo que permitió la instauración de un contexto relacional en el que el saber que podía ser considerado experto bajo una perspectiva intervencionista en realidad fue entendido como actividad de 'traducción' de los relatos de los habitantes en un lenguaje que pudiera circular en escena pública. Esta traducción fue llamada en el proceso de creación de los relatos 're-enunciación' para explicitar la superposición de las voces y las diferencias de lenguaje construidas en los campos de circulación artísticos.
Los once relatos de relatos obtenidos, rodearon los originales y tienen insertas secuencias de expresión y narración directas de la comunidad. Esta estrategia comunitaria permite entender las implicaciones prácticas de una epistemología de la mediación en tanto código de relación que pre-determina el tipo de producto y sus alcances de forma transparente y consensuada, así como del arte en calidad de respuesta política ante situaciones de injusticia sistemática.
Ahora bien, por invitación de la Corporación Artística y de Sociedad Permanencias, con sede en la ciudad de Cartagena de Indias, responsable de brindar orientación académica, teórica y práctica a la Fundación Cerro Matoso por medio de la propuesta titulada Piloto para la construcción del Centro de Documentación de la Memoria Colectiva Afrocomunal Bocas de Uré, se concretó nuestra participación como mediadores en Bocas de Uré. La propuesta incluyó el desarrollo de actividades y productos desprendidos de objetivos bajo tres líneas de acción que debían realizarse y cumplirse en 24 horas de trabajo con la comunidad12.
De acuerdo con el perfil de la experiencia acumulada de los artistas, invitados como expertos, les fue asignada una línea. Por ejemplo, a Manuel Zúñiga le fue asignada la primera línea referida al Centro de Documentación y de Memoria Colectiva con dos objetivos: validar y generar apropiación de la historia del poblamiento del corregimiento de Bocas de Uré, teniendo en cuenta los procesos históricos y emergentes de comunidades afrodescendientes en la sociedad colombiana, y definir la estructura de dicho centro de documentación, proponiendo un modelo de documentación y/o museográfico que contribuya a dignificar la condición de hombre y mujer negra-bocana como sujeto de derecho. Los entregables: crear contenidos para dos espacios pilotos que recolectaran insumos sobre la historia del poblamiento y manifestaciones culturales de Bocas de Uré y el acontecimiento histórico de la diáspora africana, además de una propuesta de la estructura del mencionado centro de documentación y memoria colectiva, en seis sesiones de formación de procesos históricos locales, nacionales y universales de las comunidades afrodescendientes.
A González-Güeto, le fue encomendada la línea referida al Plan de Etnodesarrollo, con el único objetivo de apoyar al Consejo Comunitario en la construcción del plan a través de la transmisión de las bases conceptuales y metodológicas. Como entrega, le correspondió capacitar a los participantes en aspectos conceptuales, legales y metodológicos para la construcción de planes de etnodesarrollo, definiendo una metodología que le permitiera al Consejo Comunitario dar los pasos para la elaboración de su propio plan. La tercera línea, referida a la posibilidad de habitar y reconocer el cuerpo a través del arte, estuvo a cargo de Nemecio Berrío, director de Permanencias, labor que solo mencionamos sucintamente para concretarnos en los retos técnicos y metodológicos de los mediadores invitados.
En principio, el orden en la presentación de las líneas del proyecto, así como las horas de trabajo presencial por mediador, fueron determinados por la organización orientadora, así como la secuencia de las actividades que debían desarrollarse en campo, es decir, inicialmente lo referido al centro de memoria, y luego el Plan de Etnodesarrollo. En principio a los mediadores les resultó insuficientes el número de horas de trabajo asignadas para lograr los productos, para la debida asimilación de conceptos y la sistematización de los procesos. Con esta limitación de tiempo, la mediación corría el riesgo de favorecer únicamente el alcance de los logros, ya que la prisa e inmediatez podía llevar a la imposición de procedimientos, en una desigual relación entre saberes y conocimientos.
Sin embargo, con la convicción de honrar a una comunidad marginada, y siendo consecuentes con la condición creativa, flexible y horizontal que ha caracterizado su labor, los mediadores, se adaptaron al tiempo disponible para desarrollar unas propuestas metodológicas capaces de articular conceptos académicos, acciones artísticas y saberes locales, las cuales se expondrán más adelante.
Ante la necesidad de contribuir a la configuración de un plan de etnodesarrollo y un centro de memoria afrocomunal, en el periodo 2015-2017 surgieron mesas de trabajo previas entre las organizaciones del territorio autorreconocidas afrocolombianas, que fueron convocadas por la Fundación Cerro Matoso a propósito de la labor social de la empresa minera con las comunidades dentro de su área de influencia. Tal solicitud partió de reconocer como principio el arraigo al territorio y los saberes ancestrales basándose en su visión de desarrollo: etnodesarrollo.
BOCALIZANDO I: O EL ECFRASIS A LA INVERSA
Detrás de la consolidación de la vida comunitaria en Bocas de Uré, la oralidad tuvo un papel preponderante, como el medio empleado para dar testimonio, contando los hechos de la cotidianidad y del pasado. En un esfuerzo por valorar esta práctica, que involucra el aparato vocal como un instrumento del habla que construye territorio, surgió la iniciativa Bocalizando , un ejercicio comunitario de creación de contenidos museográficos apropiándose del documento Reconstruyendo el pasado para construir el futuro (Marcelo y Ortiz, 2013), para erigir un centro (piloto) de documentación de la memoria colectiva afro comunal en Bocas de Uré.
Se trató de un ejercicio en donde los participantes, miembros de la comunidad afrocolombiana del territorio, dibujaron la forma como ellos imaginan la puesta en escena (la museografía) de su historia en el espacio físico de un centro de memoria, en otras palabras, volvieron visual lo oral y lo textual, generando apropiación del documento de referencia. El écfrasis a la inversa en Bocalizando tuvo lugar cuando se crearon imágenes a partir de testimonios textuales y orales, entendiendo que originalmente el término significa volver texto descriptivo una imagen u obra de arte. De este modo, el uso empírico de la imagen permitió a los participantes, desde su experiencia y mediante visualizaciones, imaginar el contenido museográfico de su centro de memoria afrocomunal como un ejercicio piloto de museografía comunitaria.
Bocalizando tuvo dos momentos: el primero, realizado del 14 al 16 de diciembre de 2017, buscó responder la pregunta ¿qué vale la pena recordar de la vida en Bocas de Uré? usándola como pretexto para identificar y reconocer los hitos del pasado como los activos culturales materiales e inmateriales, principalmente.
Con el fin de orientar el proceso de écfrasis a la inversa en la construcción de visualizaciones de una museografía imaginada, se realizaron ocho ejercicios de dibujo, así:
Primero: dibujo de memoria de un espacio de la casa de cada participante, con lo que en él existe y desde un punto de vista claramente identificado; segundo: dibujo de un objeto desde el punto de vista que ocupa el observador en el salón del taller; tercero: incluir en el espacio dibujado de memoria, el objeto observado en el salón; cuarto: resolver gráficamente el problema que significa representar una manifestación cultural inmaterial. Quinto: dibujar tal y como se imagina la representación inmaterial presente en el espacio físico del salón de clases del taller; sexto: visualizar, en algún espacio físico del centro de memoria, la manifestación cultural inmaterial referenciada en el cuatro dibujo; séptimo: representar una manifestación cultural, esta vez material, en el patio del centro de memoria; octavo: visualizar en la fachada del centro de memoria la respuesta a la pregunta ¿qué vale la pena recordar de la vida en Bocas de Uré?, formulada por un participante a un vecino de la comunidad.
El taller se desarrolló en la infraestructura física donde la comunidad pretende que funcione el centro de memoria afro comunal, lugar en el que actualmente se realizan reuniones y ensayos del grupo de danza del pueblo. El taller contó con la participación de niños, jóvenes y adultos en calidad de estudiantes, amas de casa, gestores culturares, ambientales, y personas que declararon estar desempleadas (sin vinculación laboral formal); en su mayoría no tenían experiencia alguna en términos del oficio del dibujo. Pero esto nunca fue un inconveniente, ya que más que la técnica (no fue un taller para enseñar a dibujar), en el ejercicio se privilegió el conocimiento/saber propio: solo si tienes algo que decir y tienes conocimientos sobre alguna realidad, tu dibujo tendrá sentido.
Ahora, con el fin de crear visualizaciones que permitieran dar a conocer aquello que la comunidad de Bocas de Uré desea ver en el centro de memoria (lo que vale la pena recordar) y cómo se lo imagina en el espacio, lo que se entendió como museografía empírica comunitaria, y como un modo de instaurar la necesidad de su creación formal, se propuso crear ocho ilustraciones a cargo de un ilustrador profesional basándose en los dibujos de los participantes. Las ocho ilustraciones finales se imprimirían en lona sintética para crear con ellas vallas informativas de 100 cm x 200 cm. Siendo dos los talleres de Bocalizando, le corresponden cuatro ilustraciones a partir de cuatro dibujos del primer taller. Fue por medio de los dibujos del taller Bocalizando que se logró atender la solicitud de proponer un modelo de documentación y/o museográfico para dignificar la condición de hombre y mujer negra-bocana como sujeto de derecho, en tanto que permitió a la misma comunidad hacer referencia a los asuntos del pasado que desean resaltar en dos (2) espacios piloto con insumos simbólicos, visualizados en los mismos dibujos, los cuales dejaban ver, en principios, cuáles son los espacios físicos en donde se quiere mostrar lo que vale la pena recordar. En resumen, en las visualizaciones se propone el "uso piloto" del espacio.
NARRACCIÓN Y ACCIÓN POLÍTICA: PLAN DE ETNODESARROLLO I
Un Plan de Etnodesarrollo en Colombia es, en sí mismo, una acción traductora en doble vía. Los grupos afrodescendientes en el país han sido históricamente marginados y sus concepciones de bienestar 13 diferenciadas se encuentran, en muchos niveles, en contradicción con la concepción univoca, lineal y hegemónica del desarrollo. En los contextos de Estados-nación como Colombia, las Naciones Unidas exigen que se ejecuten gestiones sostenidas contra la marginación sistemática de estos grupos sociales; así, el primer movimiento de traducción que supone un Plan de Etnodesarrollo es la adaptación a las políticas públicas nacionales de los lineamientos de los objetivos de desarrollo del milenio, con todos los contrasentidos que tal desplazamiento podría implicar. El segundo movimiento de traducción presente es el de incorporar (al menos en el discurso) las visiones de bienestar de las comunidades étnicas a los planes de desarrollo municipales, departamentales e, incluso, en el nacional de forma aplicable como política pública (Mininterior, 1997).
Teniendo en cuenta la definición de etnodesarrollo dada por la Unesco, en sus formas tradicionales de construcción, los Planes de Etnodesarrollo son complejos informes en los cuales confluyen matrices legales y metodológicas que traducen -o al menos lo pretenden - las formas de bienestar validadas colectivamente en una comunidad territorial y culturalmente diferenciada. Además, también conllevan un arduo ejercicio de diagnóstico de la situación actual en materia de acceso a derechos y, por ende, el análisis de las condiciones socioeconómicas de un territorio (Declaración de San José, 1981).
Sin embargo, como la existencia de un Plan de Etnodesarrollo para las poblaciones raizales, afrodescendientes y negras en Colombia no supone directamente la existencia de la voluntad política para ejecutar las estrategias propuestas por las comunidades, en la mayoría de los casos, dichos documentos se convierten en un requisito simbólico para el reconocimiento y no en una apuesta real por la redistribución de los recursos de la nación (Traser, 2012). Tanto es así que los mal llamados 'expertos' que guían a las poblaciones afrodescendientes, raizales y negras del país en la construcción de estos planes, las más de las veces construyen un palimpsesto con los planes de otros territorios, documentos fragmentarios en donde mínimamente se aprecian las preocupaciones y cosmovisiones de las comunidades. Por lo anterior esta fue la primera advertencia que los y las líderes de la comunidad de Bocas de Uré hicieron a la narradora.
Atendiendo a esta clara petición de la comunidad, el primer reto metodológico estuvo relacionado con conseguir que las voces del territorio estuvieran por encima de las estructuras formales y los registros de escritura del documento, por lo que se propuso la posibilidad de construir un Plan de Etnodesarrollo densamente narrativo en primera persona del singular y plural. Evitar la neutralidad en los modos de redacción, implicaba reconocer que detrás del plan, enunciándolo, existen personas que antes de plasmar cada palabra en el documento, la pasaron por su cuerpo; esto es, todas fueron escritas como producto de una vivencia y reflexión previas.
Dada la poca disponibilidad de tiempo, y gracias al primer encuentro con la comunidad, se tomó la decisión de realizar un tercer movimiento traductor: de la narración creativa al Plan de Etnodesarrollo, entendiendo la narración como un proceso de reconstrucción creativa de la memoria y de interpretación del presente. El piloto del plan construido tuvo como propósito consolidar el reconocimiento de las acciones colectivas internas y las estrategias propuestas para la consecución de una vida digna. Para llevarlo a cabo, se realizaron cuatro sesiones de seis horas cada una con los miembros de la Junta de Acción Comunal y el Consejo Comunitario. Cada sesión tuvo obras asociadas, a saber: minidocumental Esperanzas de Uré, matrices de capacidades culturales, cadáver exquisito oral, historias de vida de personajes relevantes, marco legal, objetivos, líneas estratégicas y líneas transversales. Las reuniones fueron realizadas los días 13, 14, 20 y 21 de enero de 2018 y se convirtieron en talleres de memoria, mesas de creación y planeación y entrevistas semiestructuradas a personajes considerados relevantes en los procesos de exigencia de derechos del territorio. A continuación, y de forma descriptiva, se presentan las actividades en la que nos centramos para, posteriormente, retomar elementos clave que puedan sugerir metodologías de diálogo y gobernanza coordinadas Estado-comunidades afro.
Cadáver exquisito oral
Proveniente de la estética surrealista, un cadáver exquisito es una estrategia de exploración del inconsciente (Casas Martín, 2015), en el que varias personas se juntan para escribir un texto colectivo, se turnan para trazar las líneas siguientes, pero no conocen exactamente lo que se ha escrito anteriormente. Como juego poético, el cadáver exquisito permite la exploración de nuevas formas de combinación del lenguaje, giros temáticos y reconocimiento de tópicos recurrentes en un colectivo. Esto último fue precisamente lo que quisimos rescatar en la versión de cadáver exquisito que construimos, además de la narración colectiva.
En el juego propuesto, se tenía un objetivo claro solo conocido por la narradora: identificar colectivamente las problemáticas del territorio que generaban una reacción emocional directa en la comunidad. La narradora inició con una frase: 'Cuando Josefina -una joven de 17 años que iba por Córdoba recogiendo los recuerdos de sus padres- llegó a Bocas de Uré estaba feliz, pero cuando comenzó a caminar por las calles empezó a llorar'... como detonante emocional, esta frase provocó en los asistentes la necesidad de explicar las razones del llanto; al instante cada miembro de la comunidad fue tomando la palabra para continuar con esta narración ficticia que, a pesar de serlo, reveló problemáticas asociadas a la calidad de vida en Bocas de Uré. Por el poco tiempo de que disponíamos, decidimos que fuera una narración oral. Aquí su transcripción:
Esta exploración narrativa inicial funcionó para situar preocupaciones colectivas y lenguajes comunes para nombrar esas preocupaciones. Las necesidades insatisfechas que evidencia la comunidad afro del corregimiento en la narración anterior -tales como la ausencia de un servicio de salud permanente y de calidad o la falta de acceso al agua potable- atraviesan la consciencia colectiva de los y las habitantes y se sitúan como elementos que obstaculizan el desarrollo de las manifestaciones culturales y el fortalecimiento de la cohesión social. Pero, conjuntamente, la narración misma permite conocer de primera mano las reacciones emocionales que produce cada problemática evidenciada: enojo, tristeza, dolor. La verbalización colectiva de las problemáticas en forma narrativa permitió revelar elementos que el registro neutral de la información no hubiese permitido. El dato no fue suficiente para esta comunidad. Era necesario dejar claro lo que 'el dato' produce en los cuerpos, y cómo lo afrontan colectivamente: el saber ancestral y la cohesión social del territorio, el cuidado mutuo.
Minidocumental Esperanzas de Uré
Poner voces validadas en los campos gubernamentales por encima de las voces originales de las comunidades es, en sí mismo, un ejercicio de violencia normalizada y hasta justificada que parte de la premisa de la incapacidad de expresión de grupos sociales marginados, como los afro. Es urgente reconocer que poner voces sobre voces ha sido, incluso, la estrategia para sacar a la escena pública las exigencias de derechos de poblaciones, con la consecuencia no prevista de su doble silenciamiento (Acevedo, 2012). Por una parte, es un silenciamiento logístico (en efecto los miembros de las comunidades no cuentan con escenarios públicos de toma de la palabra), pero por otra es un silenciamiento estilístico (los registros de habla de las comunidades afro son entendidos como carentes de claridad y objetividad técnica).
Desde la epistemología de la mediación que intentamos poner en práctica, esa superposición jerárquica de las voces fue el segundo obstáculo en la construcción de la experiencia piloto del Plan de Etnodesarrollo. El plan debía contener la voz directa de los pobladores y no una traducción estéticamente conveniente para las autoridades gubernamentales. ¿Cómo evitar la superposición? Entendiendo que los campos de circulación y los escenarios de exigencia y participación de las comunidades son reducidos, por lo cual deben ser aprovechados estratégicamente, se decidió insertar en el Plan un documento sonoro. La voz en cuello de la comunidad, la evidencia de que son un conjunto de cuerpos vivos hablando, podía imprimir al documento la potencia que produce un acontecimiento y no la expectativa de un resultado.
¿Qué podía contener ese documento sonoro? ¿Qué sería lo suficientemente importante y estratégicamente útil para ser nombrado directamente por la comunidad? Teniendo en cuenta el propósito de los Planes de Etnodesarrollo de consignar objetivos que generen bienestar de acuerdo con las cosmovisiones de la población, se decidió grabar el documento sonoro Esperanzas de Uré en el que los y las miembros de la comunidad presentes en las sesiones declaran de viva voz, a nombre propio, cómo se imaginan el corregimiento luego de 10 años. En este documento quedaron consignadas las expectativas de crecimiento del corregimiento, así como las prioridades en materia de construcción socioeconómica y cultural del territorio. El documento sonoro Esperanzas de Uré está disponible en la siguiente dirección web como Podcast: https://www.podomatic.com/podcasts/joygonzalezgueto/episodes/2018-06-20T14 47 31-07 00
La existencia de este fragmento sonoro en la web vinculada al documento narrativo y metodológico, convierte al Plan de Etnodesarrollo en un hipertexto (Scolari, 2004) capaz de circular como recorrido multimedial en internet mientras nuevamente potencia su tendencia a ser un acontecimiento y no simplemente un producto de archivo. Por supuesto, pretende propiciar lecturas diversas desde diferentes perspectivas, no únicamente la metodológica: comenzando desde la experiencia interna de las comunidades hasta aquellos que escriben comunidades con experiencias similares.
Historias de personajes relevantes
Se levantaron entrevistas abiertas orales con personajes relevantes en el desarrollo del corregimiento y se incluyeron en el Plan de Etnodesarrollo como parte del diagnóstico de socioeconómico y cultural del territorio. Cada historia fue asociada a un elemento prioritario para los y las habitantes de Bocas de Uré, lo que permitió identificar líneas de base en la construcción de los objetivos. Tal como lo asegura Acevedo (2012), las historias narradas por las comunidades no necesitan estar rodeadas de presentaciones discursivas provenientes de un 'experto' externo, sino que los hilos argumentales y narrativos en la voz propia de las comunidades son suficientes, lo único que se requiere es una voluntad de escucha. Aquí las historias:
Matrices de capacidades culturales
Se levantaron matrices de objetivos, de líneas transversales y de capacidades culturales, no como productos finales, y sí como una parte del acontecimiento mayor. Por esa razón, las matrices acompañan a las voces de los y las habitantes de Bocas de Uré. El podcast y las historias colectivas e individuales no fueron asumidas, ni durante ni después, como medios para llegar a las matrices, precisamente porque en formas tradicionales de construcción comunitaria de los Planes de Etnodesarrollo, los procesos creativos de planeación y reconstrucción de memoria generan productos que luego son transformados en tablas, pero de los cuales no consta una sola huella en el documento final. Esa inexistencia de huellas que marcaron el aporte de la comunidad en los productos que llegan como las grandes tablas de los planes es otro movimiento silenciador tal y como lo explicamos arriba.
Para que los imaginarios tecnicistas puedan realizar la lectura instrumental del plan, las matrices existen estratégicamente, pero la intención no fue dejar el plan reducido a tablas obviando las voces, sino insertarlas porque ellas mismas son, por decir de una forma narrativa, el vigor del documento.
Aun así, las tablas mismas fueron construidas en colectivo, con la comunidad, de puño y letra, en un intento por sistematizar las conversaciones creativas de las sesiones anteriores. Habrá que decir que el esfuerzo que se hizo por la horizontalidad entre los lenguajes narrativos y los lenguajes metodológicos no se logra en tanto que desafortunadamente existe una preconcepción jerárquica que debe ser atendida: sin la sistematización en matrices no hay Plan de Etnodesarrollo en sentido estricto; sin narraciones sí. La apuesta aquí continúa su lucha para evitar la superposición de voces, entendiendo que el etnodesarrollo implica:
la ampliación y consolidación de los ámbitos de cultura propia, mediante el fortalecimiento de la capacidad autónoma de decisión de una sociedad culturalmente diferenciada para guiar su propio desarrollo y el ejercicio de la autodeterminación, cualquiera que sea el nivel que considere (Declaración de San José, 1981, p. 1).
Se construyó una matriz de capacidades culturales basada en el enfoque de capacidades de Sen (2000) de acuerdo con la cual se identificaron aquellas manifestaciones culturales tradicionales y emergentes reconocidas por la comunidad de Bocas de Uré como parte fundamental de la vida cotidiana del corregimiento, y se vincularon a los cuatro pilares establecidos en el segundo taller de Bocalizando para volver digerible la matriz de objetivos del Plan. Como ejes organizadores se reconocieron, para el pilar cultural: lugares antropológicos (Augé, 2000), juegos tradicionales, tradición oral (historia, mitos y refranes), artesanías, sabedores y cultores; para el pilar económico: oficios tradicionales, oficios emergentes; para el pilar social: deportes e interacción social; y para el pilar ambiental: organizaciones de base.
Por otra parte, en sesión con la comunidad, se construyó un marco legal identificando las leyes y decretos en consonancia con el Plan de Desarrollo del municipio San José de Uré. Además, se sistematizaron los objetivos del Plan de Etnodesarrollo teniendo en cuenta los elementos centrales en las narraciones de la comunidad. Fueron las narraciones las que permitieron la identificación de las áreas prioritarias para la mejora de la calidad de vida y construcción de estrategias de desarrollo (línea de acción) para cada objetivo.
Fuente: Tomado del documento piloto de Plan de Etnodesarrollo Esperanzas de Uré, 2018. [En poder del Consejo Comunitario Bocas de Uré 'Eduardo Marcelo']
Finalmente, se establecieron líneas transversales del Plan de Etnodesarrollo que tributan a todos los objetivos, debido a que para la consecución de los mismos se hace necesario ejecutar estrategias relacionadas a la comunicación, el registro de información y la veeduría comunitaria.
BOCALIZANDO II, O MUSEIFICANDO EL FUTURO
Con el fin de crear visualizaciones del futuro de Bocas de Uré para el centro de memoria, el taller Bocalizando II se esmeró por volver digerible la información técnica de la matriz de objetivos del Plan de Etnodesarrollo, convirtiéndola en información cualitativa, de tal modo que fuese más significativa la experiencia de volver imagen el texto (o écfrasis a la inversa) dentro del ejercicio museográfico comunitario. Fue así como los nueve objetivos del Plan de Etnodesarrollo, en su versión preliminar, se agruparon en cuatro pilares desde la perspectiva del desarrollo sostenible14.
Como un modo de asociar cada pilar con un símbolo, se propuso a los participantes revisar los emojis de la aplicación de wasap en sus celulares, pasando a discutir la eficacia de las imágenes escogidas para evocar los objetivos de cada pilar y la capacidad de establecer relaciones con el territorio, teniendo el convencimiento de que todos ellos sí se van a alcanzar. Por ejemplo, la imagen para el Pilar Económico terminó siendo una llave de paso (grifo) que llena un vaso con agua, que se entendió como una señal de progreso, de calidad en los servicios públicos, vivienda y trabajo, es decir, una vida digna. Para el Pilar Social, la etnoeducación y la participación fueron encarnadas bajo la idea del primer bachiller del pueblo, el señor Laureano Marcelo, asociada a una corona de laurel, en su homenaje. En cuanto al Pilar Ambiental, el cuidado y respeto al río Uré, sus playas, así como a todo el territorio, es el legado ancestral que como herencia que deben preservar para su disfrute presente y de futuras generaciones, y en el Pilar Cultural recurrieron a un arco como símbolo de cambio, partiendo del reconocimiento de las propias manifestaciones culturales, del pasado y de las tecnologías para comunicar los saberes y conocimientos.
Luego, teniendo presente las grandes ideas detrás de cada icono, se desglosaron aún más los objetivos por pilar en seis categorías sensibles (ver tabla 4) para lo cual se crearon cuatro grupos de trabajo, cada uno responsable de un pilar y de encontrar asociaciones con una palabra o frase, lugar, canción, imagen, sabor y olor, desde el conocimiento
Una vez diligenciada la tabla, se propuso a los grupos construir una historia de ficción a partir de la información de las categorías sensibles anotadas por pilar, cuento que debía incluir uno o más personajes, con inicio, nudo y desenlace. Por ejemplo, la historia referida al pilar ambiental, se tituló Orillas limpias y saludables (ver imagen 4), de Mariam Marcelo y Lorena Díaz.
Las anteriores actividades describen el modo en que se hizo el tránsito de una información técnica a un ejercicio de museografía empírica por medio del écfrasis a la inversa (pasar del texto y de lo oral a lo visual/gráfico), para lo cual el grupo de trabajo comisionó al niño Camilo Andrés González Polo como el dibujante líder y responsable de realizar los dibujos que representaran cada historia. Con los cuatro dibujos de las historias, González Polo realizó, además, los ejercicios de visualización que mostraban como se verían estas imágenes instaladas en el espacio físico del centro de memoria. Los cuatro dibujos finales a partir de las historias por pilar, fueron convertidos en ilustraciones para que funcionaran como visualizaciones, bajo la misma operación de las del primer taller.
CONCLUSIONES
Una gobernanza territorial para comunidades afro en Colombia requiere la consolidación de una epistemología de la mediación que permita insertar prácticas horizontales de acopio de información para la construcción y ejecución de políticas públicas realmente eficaces. Esto implica intervenciones directas en los documentos oficiales que los conviertan en tomas políticas de la palabra por parte de las comunidades, y no en ejercicios de representación que superpongan el 'conocimiento experto' a los saberes comunitarios.
¿Lo logramos aquí? Hemos de reconocer que con la mediación propuesta en Bocas de Uré, aunque se dieron pasos significativos para la toma directa de la palabra por parte de la comunidad, los imaginarios que circulan alrededor de lo afrorrural en Colombia y los procedimientos legales de exigencia de derechos no permitieron consolidar la mediación como ejercicio completamente horizontal. La redacción misma de este artículo revela la jerarquización existente entre artista plástico-narradora-comunidad. En tanto que investigadores, los escenarios en los que circula nuestra palabra son más amplios y están validados en diferentes campos, como el académico y el gubernamental. Paradójicamente, y sin pretenderlo, este artículo debe ser entendido como un ejercicio de superposición de voces, inaceptable, pero políticamente estratégico.
Suponemos que la concreción de una práctica dialéctica de saberes implica no solo el diseño y la creación de infraestructura y documentación porosa (esto es, que permita la urgente entrada de las voces directas de las comunidades en todas sus formas estéticas), sino que ese ejercicio simbólico de reconocimiento debería redundar en la ejecución de estrategias estatales de redistribución de recursos en los territorios. Sin redistribución, el reconocimiento de las voces comunitarias no es más que una acción simbólica sin repercusiones en las condiciones materiales de vida de las personas que habitan los territorios afrorrurales. De esta forma, el Plan Piloto de Etnodesarrollo 'Esperanzas de Uré' y la museografía empírica comunitaria no son más que esfuerzos iniciales que requerirán de voluntad política y recursos estatales para su ejecución oportuna.
No quiere decir lo anterior que las narraciones y las museografías fueron innecesarias. Un tratamiento de la realidad limitado a la verificación cuantitativa reduce la experiencia vital. Narrar y visualizar el presente y el futuro es un acto de sistematización de la experiencia histórica y de expectativas futuras; es una puesta en conocimiento de exigencias, es una toma de palabra, necesaria en la construcción de democracias sólidas.
Dentro de los lineamientos que surgieron de este ejercicio piloto de levantamiento del Plan de Etnodesarrollo podemos encontrar la necesidad de reconocimiento de las prácticas narrativas de las comunidades afro, entendidas como procesos de explicitación de las preocupaciones históricas individuales y colectivas: aquí se recomienda que los planes de etnodesarrollo puedan incluir una forma de lenguaje que permita poner de relieve las motivaciones y contingencias que configuraron las aspiraciones de un territorio, en este caso específico, la narración. El lenguaje es una dimensión cultural no instrumental sino constitutiva de las formas de vida y, en esa medida, combinar la traducción (lenguaje cotidiano-lenguaje burocrático) con las formas narratorias de las comunidades pueden acercarnos al entendimiento de las concepciones de calidad de vida.
Las actividades aquí propuestas son de carácter simbólico, pero eso no implica que no comporten cambios sociales y reflexivos: pueden ayudarnos a recuperar los significados atribuidos por las comunidades que, si se traducen en instrumentos para la política pública, amplían sus márgenes de validez metodológica y de apropiación social de las decisiones de gobernanza.
Adoptando el enfoque de la mediación, ganamos en términos performativos la puesta en práctica de nuevas formas de hacer y pensar desde y sobre las comunidades, equilibrando los diversos conocimientos (provenientes del Estado, la academia o la empresa privada) que pueden aportar al cambio en un territorio mientras se proponen nuevas formas de interacción de las diversas epistemologías y los diversos actores sociales; formas menos verticales.
En todo caso, es ahora responsabilidad tanto de la comunidad beneficiaria de la mediación porosa como de las organizaciones que invitaron a una poeta y a un artista plástico para generar tales productos, el darle el uso esperado y buscar su potencia como mecanismos para la transformación, en los distintos escenarios de decisión.