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Revista Colombiana de Psiquiatría
Print version ISSN 0034-7450
rev.colomb.psiquiatr. vol.36 no.2 Bogotá Apr./June 2007
Luz María Agudelo Suárez1 Jaime Arturo Gómez Correa2 Adolfo Alejandro López Ríos3 Alfredo de los Ríos de los Ríos4 Jorge Iván Quintero Vélez5 Tiberio Álvarez Echeverri6 Bernardo Alonso Vélez Molina7 Gloria Esperanza Castañeda8
11 Médica cirujana. Epidemióloga. Facultad de Medicina, Universidad de Antioquia, Medellín, Colombia.
luza@pijaos.udea.edu.co
2 Médico cirujano. Epidemiólogo. Vicedecano de la Facultad de Medicina Universidad de Antioquia, Medellín, Colombia.
3 Médico cirujano de la Empresa Social del Estado Metrosalud, Medellín, Colombia.
4Médico cirujano. Psiquiatra. Facultad de Medicina, Universidad de Antioquia, Medellín, Colombia.
5 Médico residente de Psiquiatría, Facultad de Medicina, Universidad de Antioquia, Medellín, Colombia.
6 Médico cirujano. Anestesiólogo y paliatólogo de la Universidad de Antioquia, Instituto de Cancerología, Medellín, Colombia.
7 Odontólogo salubrista, Fundación Universitaria Luis Amigó, Antioquia, Colombia.
8 Psicóloga, Fundación Universitaria Luis Amigó, Antioquia, Colombia.
…Fernanda, en cambio, lo buscó únicamente
en los trayectos de su itinerario cotidiano,
sin saber que la búsqueda de las cosas
perdidas está entorpecida por lo hábitos rutinarios,
y es por eso que cuesta tanto trabajo encontrarlas.
Gabriel García Márquez, Cien años de soledad
Resumen
Introducción: la demanda que implica la consolidación de la ciudad moderna, en el sentido de comprender sus dinámicas y especialmente sus problemáticas más relevantes, evidencia la necesidad de realizar una labor epistemológica que busque otros modelos de interpretación de la realidad del sujeto y de los grupos humanos que la componen, en conformidad con el imperativo construir un proyecto de convivencia sostenible. Materiales y métodos: a partir de la inquietante problemática que sobre violencia se vive en Medellín (Colombia), el Grupo de Estudios sobre Violencia Urbana de la Universidad de Antioquia explora la perspectiva de las representaciones sociales (RS), para comprender qué ocurre en tal aspecto. El tema se estudia en jóvenes victimarios que se encuentran bajo medida de protección en el Centro de Atención al Menor Carlos Lleras Restrepo. Se optó por aplicar el concepto de las RS como una vía alterna y complementaria al enfoque empírico-analítico y a la mirada epidemiológica, preponderantes en el estudio de dicho fenómeno y de su amplio correlato estético, que se ha ido fortaleciendo a expensas de las imperceptibles y deletéreas mutaciones experimentas por la sociedad en términos de violencia. Resultados: la RS es una perspectiva aún poco difundida, con una estructura teórica capaz de resistir al análisis interdisciplinario, construida inicialmente a partir de los postulados de la sociología clásica y, posteriormente, acogidos en la psicología social. Conclusión: se hace una primera revisión teórica que da lugar a la escritura de este artículo y a la búsqueda de los resultados que pronto se darán a conocer.
Palabras clave: adolescente, violencia, psicología social.
Abstract
Background: The consolidation of the modern city —in the sense of understanding its dynamics and its most outstanding problems—reveals the need for the search of other models of interpretation of both the individual and the group’s reality, in accordance with the imperative of constructing a sustainable coexistence project. Methods: With the problem of violence in the city of Medellin (Colombia) as a starting point, the research group on urban violence of the University of Antioquia explored the perspective of Social Representations (SR) in order to understand what’s happening in that aspect. The topic was studied in violent young people under protective measures at the Carlos Lleras Restrepo Youth Attention Center. Results: SR were applied as an alternative path that complements the empiricalanalytical approach and the epidemiological view, which dominate the research on the above-mentioned phenomenon. It is not yet a wide-spread perspective with a theoretical structure capable of resisting an interdisciplinary analysis. Conclusion: This article stems from a first theoretical review on the subject, with ensuing results that will be made public soon.
Keywords: Adolescent, violence, social psychology.
Introducción
Medellín, ciudad dolida y estigmatizada por el signo de la violencia, se ha enfrentado con una indiscutible aporía para comprender su significado. La mayoría de los métodos utilizados hasta ahora por los investigadores son descripciones empírico- analíticas del fenómeno que se circunscriben a los homicidios y que excluyen a los victimarios. Debido a esto se sabe poco del lado oscuro de esa nueva versión del malestar en la cultura de la sociedad moderna, que ha surgido con intensidad en la ciudad de Medellín, en las últimas décadas.
Se nota un vacío en el abordaje, relacionado con los métodos empleados tradicionalmente por los estudiosos de las problemáticas sociales modernas. La cuestión es que no se logra superar el enfoque empírico analítico, que para el caso de la violencia se ha fundamentado en la definición de una variable fáctica que, como la muerte, es muy reduccionista, al remitirse con exclusividad a las estadísticas y a las mediciones de este hecho, con la pretensión de reconstruir a cabalidad la historia de los eventos violentos. Existe entonces un desequilibrio entre la investigación cualitativa y cuantitativa, pues pocos estudios de carácter interpretativo del fenómeno desarrollan o comprenden la visión del victimario.
Sin mayores objeciones, las estadísticas más recientes, por ejemplo, muestran que el fenómeno violento, examinado desde la prevalencia e incidencia de los homicidios, tiende a la reducción, lo cual ha sido tomado como una victoria por el Estado y algunos organismos y sectores sociales (1). Sin embargo, la realidad muestra que, desde otros ropajes, la violencia sigue presente, quizá más sofisticada y, por lo tanto, más compleja y difícil de explicar.
Indudablemente, la violencia es mudable, cambia de rostro y de máscara, y sus agentes se tornan más resistentes, con el empleo de modalidades que no culminan con la muerte, pero sí ahondan el sufrimiento, sin que ello signifique que la violencia haya sido erradicada, a pesar de cierta mirada estética de una ciudad que muestra sus mejores galas en estructuras, servicios públicos, bibliotecas y conexiones internacionales.
Las mediciones de la violencia, cuyos resultados han prendido las alarmas y los llamados a la solidaridad, también han determinado las tendencias, las distribuciones y las comparaciones con lo presentado en otras ciudades; además, han permitido la reconstrucción de algunos escenarios que tocan con las víctimas, inspirando la vena de algunos artistas. Baste mencionar: La virgen de los sicarios, de Fernando Vallejo; No nacimos pa’semilla, de Alonso Salazar, y Rosario Tijeras, de Jorge Franco. Así mismo, una obra no menos extensa llevada al cine, liderada por el director Víctor Gaviria, con sus películas Rodrigo D, La vendedora de rosas y Sumas y restas. También la obra pictórica y escultórica de Fernando Botero (2).
Algunos autores, Imbert y Sánchez, por ejemplo, refieren cómo las expresiones artísticas, en general, contribuyen a “naturalizar” la violencia, a disminuir la figura tanto del agresor como de la víctima y a considerar la idea de la violencia como algo normal, al trivializarla o banalizarla, fundamentado todo ello en el poder que tiene la imagen de alimentar los imaginarios colectivos (3-4).
Sumadas a los estudios de corte epidemiológico y a los incontables trabajos documentales y periodísticos, estas obras o discursos sobre la violencia se han valido de testimonios, anécdotas, inspiraciones, fundamentos y actores naturales de primer orden, y han dejado al descubierto una característica común, que es la perspectiva llamada emic, palabra acuñada por K. L. Pike para referirse a la pretensión de:
…reproducir esos contenidos culturales tal como se les aparecen a los individuos humanos (actores, agentes) que pertenecen al pueblo o cultura de referencia; o bien tratando de reproducir las operaciones que los sujetos agentes de esas gestas, ceremonias, etc., llevan a efecto cuando las realizan… (5)
Esta rigurosidad implica tomar distancia de los actores que están directamente involucrados en la problemática. Por lo demás, se trata de un discurso que refuerza el concepto de sociedad hilemorfista, como lo sugiere Simondon, algo que implica un vacío explicativo para dar cuenta de la complejidad del problema y la incapacidad que esto supone para superarlo.
Por las razones anteriores, el trabajo investigativo realizado por el Grupo de Estudios en Violencia Urbana se plantea desde la perspectiva llamada etic:
… que reproduce o, al menos, fija las coordenadas de estos contenidos culturales a partir de factores que acaso no sean percibidos como internos por los miembros de ese pueblo, o agente de referencia, sin que por ello ??según la tesis “eticista” ??, se abandone la pretensión de haber alcanzado un mayor grado de potencia en la reconstrucción… (5)
En este caso, se plantea realizar un abordaje cualitativo de la violencia juvenil delincuencial, por medio de entrevistas detalladas (6- 7), que rescaten el papel de quienes están envueltos en el problema, particularmente de jóvenes que han cometido actos delictivos en la ciudad de Medellín. Esto es, victimarios que están bajo medida de protección en el Centro de Atención al Menor Carlos Lleras Restrepo, para que identifiquen, mediante la palabra, la gestualidad y el lenguaje corporal del actor, los escenarios y los variados aspectos de su vida que muestran la forma como resuelven los conflictos, la relación con los integrantes de la sociedad, la consecución del pancomer, el estilo de vida, las expectativas, la estructura psíquica, el contexto (familiar, social y cultural) en el que se desenvuelven, así como los grupos de amigos, los imaginarios, los simbolismos, el uso del lenguaje, los valores que orientan el proyecto de vida, el contexto socioeconómico y las valoraciones que los actores otorgan a los actos ideados y realizados.
Este análisis pretende desarrollarse a través del concepto de las representaciones sociales (RS), motivo por el cual se elabora este artículo con objeto de comprender esta propuesta teórica y metodológica.
Desarrollo del tema
El concepto de RS permite asumir el conocimiento como una creación compartida, en interacción del investigador con el investigado, lo cual significa “meterse en la realidad”, que es objeto y sujeto de análisis. No hay un diseño previo, sino emergente por medio del diálogo, la interacción, la vivencia y el consenso que se logra en los procesos de observación, reflexión, diálogo, construcción de sentido compartido y sistematización (8).
El concepto de las RS es una trasformación del concepto de representaciones colectivas (RC), planteado por Durkheim, y seguido, entre otros, por Moscovici, Jodelet, Berger y Luckman, con el fin de indagar por la producción mental social (9). Su genealogía parte de los aportes de Max Weber, en su análisis de la acción de los individuos; las propuestas sobre el pensamiento primitivo de Lévy-Bruhl; los aportes de Piaget sobre el desarrollo cognitivo del infante, y las contribuciones de Sigmund Freud en torno a la sexualidad infantil (10).
La noción de RS se diferencia de la de RC en cuanto las primeras son más dinámicas y cambiantes. Así mismo, las RC obedecen a los contextos sociales extensos, en tanto que las RS son restringidas, limitadas, propias de los grupos sociales; las RS siguen el consenso intragrupo en oposición al consenso intergrupos, propio de las RC (11-12). Las RC se transforman en RS; ya no son los sustratos los que cuentan sino las interacciones, los procesos de intercambio a partir de los cuales se elaboran dichas representaciones, confiriéndoles su carácter social (13).
Las RS son una forma de pensamiento cuya función es conceptuar sobre lo real a partir de un conocimiento previo, el saber que da el sentido común, una forma particular de expresar el pensamiento social sobre la realidad cotidiana. Son, ante todo, una construcción cognitiva, concebida como esquemas implícitos de carácter individual, en respuesta a necesidades espaciales (desplazamiento, uso y orientación); a la vez que son una abstracción y una síntesis, realizada a partir de las experiencias vividas y de las percepciones repetidas (11).
Se construyen mediante la interacción y la tensión existentes entre el polo psicológico y el polo sociológico (12), interacción que tiene lugar en un hecho, que debe ser abordado como el producto y el proceso de elaboración de ambos aspectos frente a lo real. Según Jodelet, “…constituyen modalidades de pensamiento práctico orientadas hacia la comunicación, la comprensión y, el dominio del entorno social, material e ideal” (14).
Según Durkheim, los hechos o los fenómenos sociales han de considerarse “cosas” que ejercen una influencia externa sobre las personas. En tal caso con las representaciones, se busca identificar aquellas percepciones, sentimientos y acciones de los actores sociales que aparecen como pertinentes y significativos frente a los hechos cotidianos (15-16).
Este mismo autor plantea que, si bien las imágenes (como las representaciones individuales) son variables y efímeras, los conceptos (como las RC) son universales, impersonales y estables. Las RC no pueden ser, desde su punto de vista, asimiladas a la suma de las representaciones de los individuos que componen la sociedad. Son una realidad que tiene existencia propia, por fuera de los individuos que en cada momento deben sumarse a ella. Su función es preservar los nexos entre los miembros de un grupo, preparándolos para pensar y actuar de manera uniforme (17).
Por su parte, de “las ideas”, como objeto de la historia intelectual clásica, surge el estudio de la mentalidad colectiva, que regula los juicios y las representaciones de los sujetos en sociedad (10). Así, la conciencia colectiva se ha interpretado como un saber normativo, dirigido a la restitución de las formas de pensar y de sentir colectivamente, común a los miembros de una sociedad e irreductible a la conciencia de los individuos, ya que constituye un hecho social (15). Mientras tanto, las RS dan cuenta de la forma como diferentes grupos de la población van construyendo una representación discursiva de algunas actividades que les permiten la estructuración, la identificación y el funcionamiento en la sociedad.
Cuando se habla de RS se hace referencia a un objeto (algo o alguien o un evento) de representación y de un sujeto que lo representa, en función de un contexto físico y social concreto, de un estilo de comunicación propio del contexto cultural, de un estilo de socialización —es decir, formas de aprendizaje y de inserción en la sociedad—, y de unos códigos y valores ideológicos propios del sistema sociocultural (11). Por lo tanto, son un producto de la historia y participan al tiempo en la transformación de ella (17).
Ahora bien, si el objeto de estudio son los aspectos cognoscitivos de los procesos mentales colectivos y de su articulación con las prácticas, en contextos sociales e históricos precisos es indispensable el abordaje a través de las RS en contraste con el de las ideologías estudiadas por la historia.
El estudio de las RS puede ser considerado un lugar privilegiado de convergencias y de apoyo mutuo entre historia y psicología, especialmente en el estudio de la historia de las mentalidades. Estas últimas comprometen el pasado y el tiempo prolongado, las representaciones en el término corto y un tiempo acelerado, incluso precipitaciones coyunturales en razón de los medios de comunicación contemporáneos (18).
El objetivo de los estudios de las representaciones no es la predicción de las conductas individuales. Por el contrario, su interés radica en esclarecer fenómenos más colectivos —por ejemplo, explicar por qué ciertos problemas se vuelven importantes en una sociedad y de qué manera son tomados a cargo por ésta—, aclarando los debates y conflictos que se crean entre sus diferentes grupos (19). Según Tajfel:
Las RS responden a tres necesidades: a) clasificar y comprender acontecimientos complejos y dolorosos; b) justificar acciones planeadas o cometidas contra otros grupos; y c) diferenciar un grupo respecto de los demás existentes, en momentos en que pareciera desvanecerse esa distinción. (9)
En otras palabras, indaga por la causalidad, la justificación y la diferenciación social. De esta manera, las RS le sirven al sujeto para relacionarse con otros. A ellas se les atribuye la función de construcción, organización y comunicación del conocimiento. Pero, fundamentalmente, su función es la de permitir la adaptación del individuo a su contexto físico y sociocultural. En resumen, las RS permiten la comprensión del mundo, en cuanto ellas son organizadoras de la experiencia, reguladoras de la conducta y dadoras de valor (11).
La objetivación y el anclaje constituyen los dos procesos fundamentales mediante los cuales se pueden explicar las operaciones mentales que esclarecen la estructura de un pensamiento social. Por medio de ellos se puede resolver de qué manera lo social transforma un conocimiento en representación y en sentido complementario, de qué manera las representaciones transforman lo social (14).
La objetivación se refiere a la propiedad de hacer concreto lo abstracto y materializar la palabra. En ella intervienen, la construcción selectiva o descontextualización, proceso en el que acontece la retención de elementos que después son libremente organizados en un conjunto gráfico coherente, que permite comprenderlos en forma individual y en sus relaciones; la conformación del núcleo figurativo, que reproduce de forma visible la estructura conceptual, y, finalmente, la naturalización, que permite transformar los conceptos en categorías sociales del lenguaje, con los que se expresa la realidad.
Esto da cuerpo a los esquemas conceptuales de la realidad social. El sujeto, creyendo reflejar fielmente una realidad objetiva, olvida que en su discurso se articulan nociones que son ajenas y valores y normas que le son propios; ignora en qué puntos lo desborda su discurso y en cuáles se incorpora su propia creación (9). Abric, en 1993, decía que:
Toda RS está hecha de un código central y un entramado de elementos periféricos. Mientras el núcleo central es estable, coherente, consensual e influido por la memoria colectiva del grupo y su sistema de valores, el sistema periférico contextualiza permanentemente las determinaciones normativas, resultando de ello el dinamismo y pluralidad que adoptan las representaciones, y permite una modulación de las mismas en el plano individual. (9)
El otro concepto importante es el anclaje o enraizamiento social de la representación y su objeto implica la integración cognitiva del objeto representado desde el mismo sistema de pensamiento. El anclaje, según Jodelet, articula las tres funciones básicas de la representación: conferir significado al objeto representado, utilizar la representación como interpretación del mundo social que le sirve de marco y guía de conducta y, finalmente, integrar esa representación dentro de un sistema de recepción e integración social (14). En otras palabras, el anclaje habla de cómo los sujetos se comportan según las RS (19). El anclaje permite la integración de la novedad, la interpretación de la realidad y la orientación de los comportamientos y de las relaciones sociales (11).
Según Rodríguez, una RS se manifiesta mediante un modelo figurativo, donde aparece la unión entre los símbolos y las funciones. Se trata de regulaciones simbólicas entre las relaciones cognitivas de los sujetos. Cuando una RS ha anclado en el medio social, debe mirarse con detenimiento la función de dichas regulaciones. Entre las características que ayudan al reconocimiento de emergencia de una RS se encuentran: primero, la marca del grupo; segundo, un objeto polimorfo; tercero, lo que está en juego al intentarse apropiarse del objeto; cuarto, la dinámica social producida por el dominio del objeto entre el grupo y otros actores sociales, y quinto, la ortodoxia grupal, instancias de control y regulación de la actividad individual. Teóricamente con la observación de estos cinco elementos se logra reconocer los objetos de representación, que son múltiples e implican desde valores y modelos sociales hasta formas de memoria colectiva dirigidas a dotar de sentido el presente (20).
Discusión
De las causas de la violencia en Colombia se ha hablado y escrito mucho. Rubio (21) señala, entre otras, el discurso ideológico y político ajeno a la realidad del país; la existencia de ciertas castas políticas que no rinden cuentas a nadie; la injusticia social, así como la existencia de una sociedad civil desinformada y manipulada; la venganza y la justicia privada como elementos constitutivos del paramilitarismo, o el terror y el crimen, que provocan hastío y, en ausencia de justicia, conducen a la huida o a la venganza (21).
Desde las tendencias explicativas de la violencia urbana en Antioquia se plantean cuatro ilustraciones: (a) el vínculo social, (b) los procesos de reordenamiento y apropiación del espacio urbano, (c) los procesos de exclusión y segregación y (d) la cultura, los imaginarios sociales y los valores (22).
A manera de ejemplo, algunas de las conclusiones del Grupo de Investigación en Violencia Urbana, que tuvieron su origen en la ciudad de Medellín: existen jóvenes involucrados en espacios microsociales que potencian su accionar fuera de la legalidad. Jóvenes de vida corta que satisfacen en su entorno sus necesidades de ser adultos, de tener dinero, de tener un espacio social de reconocimiento, de proveerse de oportunidades que su familia no les puede brindar, incluso de ser proveedores económicos (23).
Las características de los homicidios en Medellín han permanecido invariables desde la década de los ochenta, cuando se inició el período de violencia más alto en la historia de la ciudad. Los grupos más afectados son los hombres jóvenes que viven y mueren en los barrios de estratos socioeconómicos más bajos, en hechos individuales que no dejan heridos (24).
Sin embargo, y a pesar de las tendencias señaladas en dichos estudios, no es clara la visión del victimario-actor sin comprender las motivaciones o el porqué se involucran en los actos violentos, lo cual ha estimulado al Grupo de Investigación en Violencia Urbana de Medellín para conocer el fenómeno desde la perspectiva de las RS, que reconoce la existencia de otros abordajes teóricos y metodológicos cualitativos como el psicológico, el sociológico, el político, el histórico y el antropológico. Quizá porque —como lo señaló Jacques Sémelin— no existe una teoría capaz de explicar todas las formas de violencia. Ésta tiene numerosas caras, fruto de procesos distintos (25).
Al respecto, existen algunos trabajos basados en las RS que buscan realizar análisis culturales de la violencia, como el que se propuso reconstruir la representación de la violencia en la cultura popular provinciana y mestiza de México, rastreando algunos elementos temáticos (culturemas), mediante el análisis de los corridos considerados fuentes documentales (26). El artículo busca rastrear dos sociogramas centrales que incorporan como componente obligado la representación de la violencia: el honor y el valiente. La violencia ejercida por el valiente no constituye un acto delictivo, sino una manifestación legítima de rechazo a una autoridad represiva y odiada.
Desde el gobierno constituye un delito punible y una trasgresión del orden legal. Aquí se evidencia la perspectiva o visión del victimario del acto violento, representado mediante el corrido en esa sociedad en particular.
Por otro lado, el narcocorrido, según Lara, puede llegar a ser percibido como una canción de protesta de finales del siglo XX y principios del XXI, que se enfoca en problemáticas como la injusticia social, la corrupción, la inoperancia de las autoridades, el heroísmo del narcotraficante, originadas por una histórica incidencia en problemáticas relacionadas con el tráfico de drogas y que para muchos es el sustento de la vida diaria, que lleva a quienes escuchan estos corridos a crear una realidad tangible y a descubrir así directrices para el actuar en la sociedad; de este modo se incorporarían sus aspiraciones como riqueza, mujeres, hombría y poder (27).
Por su parte, en Colombia, Gutiérrez, Ramírez y Bernal (28), en un estudio realizado con menores infractores de la ley, encontraron que los jóvenes comparten ideas que les permiten realizar un proceso cognitivo en el que, a partir de conceptos, significados y simbolizaciones, crean RS que los llevan a adquirir un conocimiento del acto delictivo y así interiorizarlo en su estructura comportamental sin que esto cause conflicto aparente en ellos.
De esta manera realizan conductas que no son extrañas, son rutinarias y, como ellos lo expresan, “normales”. Esto permite ver que para el menor dichos comportamientos no son malos y, a su vez, enmascara el acto delictivo e imposibilita la toma de conciencia de los problemas que trae la trasgresión de la ley en los ámbitos jurídico, social y en la salud mental de la comunidad.
No obstante las bondades de la perspectiva teórica-metodológica de las RS, su puesta en práctica no es una labor fácil. De hecho, se encuentran múltiples trabajos investigativos de abordaje cualitativo que, aunque intentan hacer uso de esta propuesta, no alcanzan finalmente su propósito (29-32).
Así, por ejemplo, un estudio sobre jóvenes infractores de ley y violencia formulado con dicha perspectiva, y realizado por Molina y Romero en Chile (30), basa su análisis en las dificultades económicas de estos jóvenes, que conllevan necesidades básicas insatisfechas, carencias educacionales, marginación y exclusión, rasgos que definen la condición de pobreza, sin presentar claramente la RS de estos jóvenes ante el acto delincuencial.
De forma contraria, en el análisis preliminar del estudio con jóvenes delincuentes victimarios en la ciudad de Medellín se evidencia cómo muchos actos violentos están justificados o representados socialmente por el valor de la justicia. Este concepto está ligado a una competencia de venganza como consecuencia de ausencias de carácter social con las que tanto victimarios como víctimas estuvieron previamente relacionados.
Así, se considera que las víctimas (en una situación previa) cometieron actos que deben ser pagados. Es decir, los actos están mediados por la presencia de aquellos actores que compartieron escenarios de exclusión, de ofensa o inequidad.
De esta manera, el enfoque de las RS permite abordar el fenómeno violento desde la visión del victimario y superar el enfoque descriptivo que se ha hecho desde las víctimas, e indagar por aspectos tan importantes como el pensamiento y la motivación del desarrollo de los actos del victimario. Supera, además, la visión estática de las RC y se constituyen en un paso complementario e integrador de los imaginarios colectivos, de la historia de las mentalidades, de la realidad cotidiana y de la visión estructural determinista de las ideologías con las cuales se ha pretendido comprender la problemática.
Conclusiones
El estudio de las RS de la violencia deberá explorar el lenguaje, así como el universo ideológico, simbólico e imaginario, como elementos orientadores de los actos violentos, en sus dimensiones históricas, psicológicas, sociales y culturales. Son, por lo tanto, una alternativa para superar el enfoque empírico-analítico presente en la práctica clínicoepidemiológica, la mirada estética reflejada en manifestaciones artísticas, y, por lo demás, una manera de visualizar el problema, devolviéndole la palabra y su pensamiento al joven involucrado en los actos violentos, pues, por medio de las RS de la violencia el joven tiene una plena justificación para acometer el acto violento, se sirve de ella y se le resta responsabilidad.
El Grupo de Investigación en Violencia Urbana de la Universidad de Antioquia está procesando actualmente y terminando la investigación cualitativa antes mencionada, y espera presentar y publicar sus conclusiones a mediados del primer semestre de 2007.
* Este artículo es producto de una etapa de la investigación del Grupo de Investigación en Violencia Urbana: Representaciones sociales de jóvenes infractores sobre actos violentos en Medellín 2005-2006. Este trabajo cuenta con el apoyo de la Universidad de Antioquia, la Fundación Universitaria Luis Amigó y la Empresa Social del Estado (ESE) Metrosalud, Medellín, Colombia.
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Recibido para evaluación: 17 de febrero de 2007 Aceptado para publicación: 2 de mayo de 2007