Este año ha sido para Colombia preocupante en el contexto social, por múltiples situaciones que suceden en el contexto nacional, como la corrupción en todos los niveles individuales y colectivos; las inequidades presentes en derechos fundamentales como la educación, la salud y la justicia; los conflictos entre las instituciones gubernamentales que llevan a una dinámica de falta de articulación y por lo tanto de incapacidad de convocar y trabajar por el bienestar colectivo, la percepción de muchos de nosotros es que hemos entrado en un "sensación colectiva" de que carecemos de los esenciales básicos para vivir y construir "colectividades sanas" que sirvan de soporte a una sociedad con problemas socio-económicos grandes.
Cuando se analiza el fondo de toda la problemática encontramos individuos que carecen de los más mínimos valores: lealtad, solidaridad, honestidad, empatía, solo por mencionar algunos. La tergiversación social que nos llevó a vivir por décadas en la "cultura mafiosa" que manejaba e introdujo conceptos como: "el fin justifica los medios", "el éxito se representa en el dinero como fin e imaginario de poder", "el poder se adquiere por encima de la vida de las personas", "la ley del más fuerte".
Estos elementos nos llevan a preguntarnos como retomar el camino hacia una sociedad justa y solidaria, donde las personas den prioridad a los intereses generales por encima de los individuales, capaces de tener co-responsabilidades y de construir en equipo, honestos consigo mismos y con los otros y empáticos entendiendo el "sufrimiento del otro". Este camino debe trazarse a través de la capacidad de educar sujetos con valores que le permitan un actuar resiliente y participativo socialmente.
La educación en valores, es uno de los retos trascendentales que tiene esta sociedad desde la primera infancia, hasta la adultez, los colectivos e instituciones sociales, desde la familia hasta la escuela, deben pensarse en este sentido, preocuparse por el "ser" más que por el "saber", las capacidades de vivir adaptativamente deben primar sobre la adquisición de saberes.
La Psiquiatra en especial la social, debe tener importantes aportes en esta problemática, debe contribuir con la responsabilidad como disciplina a plantear salidas a esta coyuntura. La violencia y sus consecuencias es uno de los temas que nos ocupa hoy, tenemos la obligación de generar posibilidades de enfrentar procesos formativos coherentes y transformadores en la comunidad a nivel individual y general.