Introducción
La psiquiatría cultural se interesa en los trastornos mentales y cómo varían según el colectivo en que se presentan, e interpreta los síntomas y el sufrimiento emocional en los distintos contextos1. Asimismo, la psiquiatría cultural atiende no solo a los síntomas, sino también a las creencias sobre las causas, los tratamientos y las maneras de afrontar los trastornos mentales en un grupo de personas en particular. Sin embargo, no siempre se ha dado el adjetivo de cultural a esta área de la psiquiatría, calificativos como psiquiatría «exótica» y psiquiatría «tropical» se dieron en los inicios; seguidamente, se lo llamó etnopsiquiatría y psiquiatría social y posteriormente, psiquiatría comparativa y psiquiatría transcultural (cross-, trans-), según la perspectiva ideológica subyacente o hegemónica del momento histórico2-4. Los cambios en la denominación atienden a la idea general de dar y reconocer la importancia del contexto local sobre la salud1-4.
Cultura no es solo un patrón de características intrínsecas, homogéneas y fijas de una persona o colectivo, sino que involucra un proceso continuo, permanente y flexible de transmisión y uso de conocimientos que depende de las dinámicas que se dan al interior de los grupos de personas y de las interacciones resultantes entre estas personas y las comunidades, con las instituciones formales e informales sociales o políticas1.
En el ámbito de la salud, con la inclusión de la psiquiatría, se usa el concepto de «cultura» para explicar las diferentes maneras en que las personas interpretan y tratan (o dan tratamiento) a las mismas condiciones médicas según un contexto particular5,6. La cultura permea la salud mental en al menos dos modos diferentes: en el primero, las personas usan modelos explicativos culturalmente específicos para pensar, hablar y manejar los asuntos relacionados con la salud mental, la explicación de las causas de las enfermedades mentales y del tipo de tratamientos que pueden recibir estas personas. En Colombia, tanto en un estudio publicado por León y Micklin en 1971, como en la investigación de De Taborda et al. en 1976, estas explicaciones se fundamentaban en las creencias populares, con predominio de aquellas de base orgánica, seguidas de una gama amplia de causalidades como son las emocionales, psicosociales, socioculturales, mágicas y religiosas7,8. En consonancia con esas definiciones para la «etiología», ya para esos años se consideraba que los tratamientos se debían proporcionar a los enfermos eran aquellos de base «física», como medicamentos y tratamientos somáticos7. Y en el segundo, los hábitos y prácticas culturales pueden favorecer o modificar comportamientos de la vida diaria, por ejemplo, el patrón de consumo de alcohol y otras sustancias susceptibles de abuso que inducen «trastornos» clínicos específicos o modifican el curso de otros trastornos mentales subyacentes o comórbidos9. Sin embargo, la psiquiatría cultural no solo se ha concentrado en los problemas de salud mental, sino que ha incluido el estudio de problemas sociales como la pobreza, la violencia y las desigualdades entre grupos o clases sociales1.
El interés de este artículo es reflexionar sobre la atención de la psiquiatría cultural hacia los síndromes culturales en el marco de la publicación del DSM-5 y discutir los retos que tiene para los profesionales de la salud colombianos estudiar estos síndromes.
Desarrollo del tema
En el DSM-5 se presentan tres nuevas acepciones tautológicas para explicar mejor los llamados trastornos mentales ligados a la cultura que ya aparecían en el Manual Diagnóstico y Estadístico de la Asociación Psiquiátrica Americana, cuarta edición revisada (DSM-IV-TR) (10: a) las expresiones idiomáticas de distress; b) las causas percibidas o explicaciones culturales de los trastornos mentales, y c) los síndromes culturales11. Además, en esta versión del manual se presenta una Entrevista de Formulación Cultural con 16 preguntas que cubren la definición cultural del problema, factores culturales implicados, factores culturales que pueden afectar al tratamiento y el afrontamiento y modelos de solicitud de ayuda en episodios anteriores10.
Al respecto de los síndromes culturales, la reflexión que se desarrollan se dirige a los siguientes debates: a) la concepción misma de los síndromes; b) el proceso sobre la elección de los síndromes actualmente incluidos; c) el estudio y la investigación, y d) la visibilidad de los síndromes culturales latinoamericanos.
El debate sobre la concepción misma de los síndromes se centra en una vieja discusión sobre si estos síndromes culturales constituyen entidades autónomas o más bien son variantes clínicas de entidades ya convencionalmente reconocidas. Esta discusión se refiere a la idea de que lo considerado «normal» o «patológico» en un determinado grupo se debe al juicio social inmediato y que esa connotación, sin duda, puede variar entre diferentes culturas. Lo que es relevante para un grupo étnico tiene que ver con las prácticas de adaptación y sobrevivencia que le son propias a un grupo humano. Los que están en consonancia con esta visión se consideran relativistas, y otros consideran que los trastornos mentales como un conjunto de síntomas que corresponden a patrones culturales generales se denominan universalistas en la perspectiva cultural12. Estas dos visiones se encuentran implicadas de manera directa en los síndromes culturales, se resalta la importancia de los aspectos culturales en el proceso diagnóstico y se destaca que los límites para lo «normal» y lo «disfuncional» cambian según la cultura para comportamientos específicos13.
En relación con el debate sobre la elección de los síndromes actualmente incluidos, en la versión anterior del DSM el número de síndromes era mucho mayor que en la versión actual. Ahora aparecen únicamente ocho trastornos (tabla 1). La pregunta es: ¿qué criterios se consideraron para incluir solamente este número? La respuesta se relaciona con una concentración tácita y enfática en ciertas minorías o grupos étnicos como el foco de la investigación cultural; por ejemplo, se han privilegiado las minorías afrodescendientes y los migrantes en Estados Unidos. Este criterio de selección va en detrimento de la evaluación de ciertos grupos sobre otros en la evaluación clínica en general14. Por otra parte, en esta versión del manual se incluyeron factores de validez externos tales como etiología, marcadores de laboratorio, respuesta al tratamiento y resultados, y se dejaron exclusivamente los síndromes que cumplían con los criterios mencionados por la dificultad de hacer la evaluación con los sistemas clasificatorios actuales15.
De igual manera, la inclusión de algunos síndromes responde exclusivamente a los intereses en las clasificaciones y diagnósticos desde los países occidentales hegemónicos y esto es una forma de neocolonialismo, en favor de los intereses derivados del complejo médico-industrial y financiero para la generación de utilidades a partir de la introducción de medicamentos y servicios para situaciones que solo son expresión de malestar emocional en respuesta al entorno sociocultural, y no enfermedades o trastornos per se16-19. Este proceso no es exclusivo de la psiquiatría como especialidad, sino de toda la medicina como profesión, en que los médicos dejaron de ser profesionales liberales y se convirtieron en empleados (obreros), inmersos en sistemas de salud con intereses particulares, de donde se deriva la patologización de los síndromes culturales y la transformación de los grupos étnicos y comunidades en un conjunto de enfermos20.
Con frecuencia se usa sin mayor análisis el argumento cultural para explicar las diferencias en las prevalencias que se observan en algunos trastornos mentales según el sexo y las distintas localidades geográficas. Sin embargo, es completamente pertinente pensar un poco más allá3. Es importante considerar que las diferencias culturales modifican o matizan la expresión de distress o sufrimiento emocional en distintos contextos culturales y esto puede reducir la precisión y afectar la confiabilidad de las clasificaciones y validez de los diagnósticos en psiquiatría41,42. Y más, si se entiende «clasificación» como la agrupación o categorización de los síntomas y «diagnóstico» como las posibles causas o mecanismos subyacentes a cada conjunto de síntomas a los que se da el nombre de un trastorno mental en particular43.
El debate sobre el estudio y la investigación lleva al análisis de la producción latinoamericana con respecto a los síndromes culturales. Es evidente que es aún incipiente, posiblemente por tres razones: a) la poca asignación de recursos para la investigación de estos temas en los diferentes países; Brasil, México y Chile son los países con mayor producción en el área, y en Colombia, León publicó en 1974 un estudio con varias familias sobre El duende44; b) las investigaciones se concentran en intereses que favorecen la agenda de validación de instrumentos y estudios epidemiológicos, más que los estudios que hagan comparación cultural, y c) la indexación heterogénea de las publicaciones en las bases de datos (p. ej., el término culture bound no aparece disponible en MEDLINE, pero sí aparece estudios transculturales, y se excluyen estos estudios del descriptor «cultura»45.
En el debate final sobre la visibilidad de los síndromes culturales latinoamericanos se debe retomar lo anteriormente mencionado sobre la poca investigación, es notoria la ausencia de síndromes propiamente latinoamericanos en el DSM-V, y los incluidos distan mucho de ser representativos de la amplia diversidad cultural del continente y aún más de Colombia. Por esta razón, en la tabla 2 se resumen algunos identificados en las bases de datos EBSCO y Proquest bajo las palabras clave "cultural bound síndrome" y "Latino".
Discusión
Es necesario considerar los principales retos para la práctica clínica de los profesionales colombianos, si se parte de la consideración de un país multiétnico y multicultural, atravesado por las diferencias regionales.
Reto 1. Reconocer que los factores culturales impregnan la práctica clínica
Los componentes o factores culturales no son exclusivos de la práctica clínica de la psiquiatría, sino que están presentes en todas las áreas de la medicina3. La afectación de los factores culturales no solo se vincula con la evaluación, sino también con la interpretación de los trastornos mentales y las condiciones físicas en los cinco continentes6,52,53. Es importante considerar que el trabajo de los profesionales en psiquiatría tiene que ver tanto con la identificación de nuevos síndromes como con las explicaciones que da la población sobre las causas e interpretaciones de los trastornos mentales4,41.
Reto 2. Identificar cómo la cultura afecta a la confianza en las acciones terapéuticas recomendadas y el seguimiento
La cultura desempeña un papel decisivo en la búsqueda de ayuda formal e informal4,41,54. En consonancia con el impacto que pueden tener las acciones terapéuticas de los profesionales de la salud, la psiquiatría cultural y los futuros psiquiatras deben desarrollar ciertas competencias culturales que les ayuden a reconocer nuevos síndromes y valorar el límite entre la cultura y la «psicopatología-trastorno mental», así como el entrenamiento del juicio clínico; por lo tanto, la evaluación tiene un alto tinte de subjetividad, con frecuencia, culturalmente matizada55.
Reto 3. Valorar cómo estos factores socioculturales explican cómo se vivencian los síntomas y cómo se comunican
En conjunto, los factores socioculturales se relacionan con el significado social que se da a reunir los criterios de un trastorno mental41. Asimismo, el contexto cultural explica gran parte del complejo estigma-discriminación asociado con los trastornos mentales mayores56. Por otra parte, los profesionales deben estar atentos a las explicaciones adicionales que la cultura brinda a las disparidades observadas en el proceso salud-enfermedad-atención de diferentes colectivos o poblaciones cuando los factores exclusivamente biológicos y genéticos no satisfacen las observaciones sistemáticas y estructuradas de las aproximaciones completamente positivistas3,57.
Reto 4. Analizar el impacto de las diferencias culturales en la expresión de distress
El profesional de salud debe tener claro que las diferencias entre las culturas afectan a la precisión de la clasificación de estas expresiones informales en síntomas formales y, de tal suerte, menoscaban la validez y la confiabilidad de los diagnósticos en distintos contextos culturales41,42. Por ejemplo, los profesionales deben evitar confrontar, discutir o corregir al paciente o hacerle sentir que las respuestas son equivocadas. Esta situación promueve un clima menos tenso y favorece que no haya un impacto negativo entre la perspectiva del profesional que de alguna forma es un extraño (no conoce la cultura del otro: postura ethic) y que debe intentar comprender la perspectiva cultural del paciente (persona nativa: postura emic) (6.
Reto 5. Promover acciones explícitas para combatir el sesgo etnocentrista y los estereotipos raciales
Hoy, los psiquiatras deben atender a la necesidad inicial de una práctica sin sesgos. Los sesgos están presentes en la práctica cotidiana. Por ejemplo, en Estados Unidos y Reino Unido es más probable que los pacientes no caucásicos, en particular los afroamericanos o afrodescendientes, reciban más tratamientos físicos, más antipsicóticos que antidepresivos y menos psicoterapias58,59. En otras palabras, es más probable que se haga el diagnóstico de esquizofrenia que el de un trastorno depresivo, solo por la diferencia cultural entre el profesional y el usuario del servicio59,60.
Asimismo, existe la necesidad de que los clínicos no solo memoricen en el conjunto de manifestaciones clínicas de los trastornos síntomas descritos en las clasificaciones, sino que también faciliten la narrativa, los profesionales deben invitar a los pacientes a hablar libremente de las experiencias cognitivas y emocionales que motivan la consulta en un intento de abarcar toda la variedad y complejidad del sufrimiento humano, siempre matizado por la cultura61-64.
Reto 6. Investigar los aspectos culturales para ir más allá de un estudio de las minorías y los grupos menos favorecidos
Naturalmente, se necesita más investigación en esta área con el ánimo de que la psiquiatría cultural se extienda más allá del estudio de los colectivos llamados minorías, inmigrantes o grupos menos favorecidos65,66. Es importante contar con evidencias que corroboren la validez y confiabilidad de las observaciones recogidas a la fecha, tanto desde la perspectiva de los observadores externos (ethic, desde la perspectiva antropológica) como de los observadores internos (emic), y que estas se incorporen a los procesos de atención y reduzcan las barreras culturales para el acceso a los servicios de salud67-69.
Colombia es un país culturalmente diverso y pluriétnico, en consecuencia, la pertinencia cultural debe ser constante tanto en la formación del talento humano en salud como en el ejercicio de los profesionales de la salud. Las diferencias encontradas en el reconocimiento de las emociones en las regiones colombianas son un hallazgo interesante en este sentido, evidenciado en la Encuesta Nacional de Salud Mental de 201570.
Conclusiones
Es claro que la psiquiatría cultural está en deuda con el trabajo con las distintas comunidades del país, sean estas indígenas, raizales o migrantes, y que hoy no se tienen claros los lineamientos para comenzar a abonar investigación empírica sobre los síndromes culturales colombianos. Una primera labor es comenzar a utilizar la entrevista para la formulación cultural. La aplicación sistemática a pacientes de diferentes segmentos sociales o étnico-culturales en Colombia podría resultar una nueva forma de incorporar lo cultural en la labor cotidiana, identificar modismos culturales de distress o atribuciones causales de innegable valor psicoterapéutico y preventivo.
El informe de síntomas relacionados con los trastornos mentales varía según el contexto cultural; en consecuencia, el contexto cultural puede afectar a la prevalencia observada de los trastornos mentales. La cultura tiene un papel importante en la búsqueda de ayuda y tratamiento de los trastornos mentales. Se necesita considerar las variedades culturales propias del contexto colombiano e incorporarlas a la formación del talento humano en salud y a las prácticas de los profesionales de la salud.