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Ideas y Valores

Print version ISSN 0120-0062

Ideas y Valores vol.70 no.176 Bogotá May/Aug. 2021  Epub July 08, 2021

https://doi.org/10.15446/ideasyvalores.v70n176 

Reseñas

Nussbaum, Martha. La monarquía del miedo. Una mirada filosófica a la crisis política actual. Trad. Albino Santos Mosquera. Barcelona: Planeta, 2019. 304 pp.

Iván Alfonso Pinedo Cantillo* 

* Universidad de La Sabana - Chía - Colombia. ivanpc@unisabana.edu.co


¿Cómo funciona la exclusión? ¿Qué emociones la impulsan y la configuran? ¿Y qué papel desempeña el miedo en la creación de tales jerarquías?

NUSSBAUM, La monarquía del miedo

Introducción

Martha Nussbaum, una de las voces femeninas con mayor relevancia en el campo de la reflexión ética y la filosofía política actual vuelve a interpelarnos con un sugestivo texto sobre la emoción del miedo y su impacto en las sociedades del siglo XXI. Se trata de una obra que da continuidad a una reflexión temática recurrente en el pensamiento de la filósofa estadounidense, me refiero a la comprensión psicológica y filosófica de las emociones y las posibilidades de educación de estas para una auténtica convivencia democrática.

La monarquía del miedo es una derivación de la teoría de las emociones que Nussbaum desarrolló más ampliamente en El ocultamiento de lo humano (2006), Paisajes del pensamiento (2008), Emociones políticas (2014), y Anger and Forgiveness (2016). Para la filósofa de Chicago las emociones son fenómenos que configuran nuestra existencia cotidiana, prácticamente desde las primeras horas del día estamos experimentando emociones de diversa índole: alegría, tristeza, sorpresa, ira, entre otras, no obstante, este factor tan decisivo en nuestro comportamiento no se ha relacionado suficientemente con la deliberación pública de los ciudadanos. Para nuestra autora las emociones nos pueden convertir en verdaderos agentes de justicia o, por el contrario, nos pueden arrastrar hacia conductas de exclusión, asco y subordinación de grupos que quebrantan la norma pública según la cual todas las personas merecen igual respeto y dignidad. Este es el horizonte en el cual Nussbaum ubica al miedo, como emoción que puede socavar los cimientos de la democracia actual.

La teoría de las emociones de Nussbaum

En contraposición a la vieja idea de las emociones como reacciones ciegas o impulsos descontrolados y automáticos que no podemos dominar, Nussbaum, inspirada en Aristóteles y en el estoicismo antiguo, asume una visión cognitivo-evaluativa de las emociones, es decir, entiende estos fenómenos humanos como un tipo especial de juicios: juicios de valor o evaluaciones que permiten ver el mundo desde el punto de vista de nuestro esquema de objetivos y proyectos; las cosas a las que asignamos valor en el marco de una concepción de lo que para nosotros significa el florecimiento de una vida humana (cf. Nussbaum 2008).

Las emociones están ligadas a ciertas interpretaciones o evaluaciones que hacemos de la realidad, y basados en esos contenidos mentales que tenemos frente a los acontecimientos, experimentamos ira, tristeza, alegría y demás estados emocionales. Así, pues, esta perspectiva filosófica establece nuevas miradas de lo cognitivo en donde los actos de valoración, las creencias y la consideración de aspectos referidos a la dignidad humana y a su vulnerabilidad son tenidos en cuenta como elementos que configuran la relación entre las emociones, el conocimiento moral y la deliberación pública de los ciudadanos.

En el trasfondo de esta teoría, Nussbaum nos hace caer en cuenta que no todas las emociones resultan constructivas para la vida en sociedad, en tanto algunas son particularmente dañinas dado el potencial que tienen para motivar prejuicios contra personas o grupos, o para impulsar lo que la filósofa denomina la "política de la exclusión". El miedo es precisamente una de estas emociones, la cual, junto con el asco y la ira, conduce a marginar o subordinar a ciertas personas que son rotuladas en nuestro contexto como indeseables o "peligrosas" para la armonía social: migrantes, personas de determinada raza, ciertos miembros de la comunidad LGBTI, enfermos, habitantes de la calle, grupos religiosos, discapacitados, entre otros. Los seres humanos somos pues muy proclives a cultivar los errores en los que el miedo y la preocupación autodefensiva hacen que caiga hasta el más virtuoso de los seres humanos si tales tendencias no se mantienen firmemente bajo control (cf. Nussbaum 2019 71-72). Cabe suponer, entonces, que los ciudadanos democráticos necesitarán buenas normas sociales y una adecuada educación de las emociones, para apuntalar los principios de igualdad y dignidad que fácilmente podemos olvidar en estos tiempos de especial tensión o incertidumbre en donde el miedo tiende a ejercer su singular monarquía.

Bajo el poder hegemónico del miedo

El miedo es la emoción de un monarca absoluto a quien no le importa nada ni nadie más. El miedo hace que naturalmente evitemos situaciones que pueden poner en riesgo nuestra vida. En nuestra prehistoria evolutiva el miedo hacía que nos alejáramos de animales peligrosos, depredadores o de situaciones en las que podíamos salir gravemente lesionados. Este es un miedo racional, y podríamos decir positivo para nuestra supervivencia. Escapar del peligro es algo que todos los animales tienen que hacer para sobrevivir. La conducta particular que se genera depende de cada especie (correr, volar, nadar). Hasta aquí todo se puede observar con cierta normalidad, pero en el ser humano el miedo asume ciertas características que hacen que sea una emoción distinta a lo que acontece en otras especies.

Lo primero que hay que decir es que el miedo implica la creencia o el pensamiento de una amenaza inminente a nuestro bienestar. En la Retórica Aristóteles ya anotaba esta condición; para que exista miedo se debe, primero, caracterizar el suceso como algo muy importante para la supervivencia o el bienestar, y, segundo, que la gente tuviera la sensación de que la situación está descontrolada y que no le va a ser nada fácil protegerse de ese hecho negativo por si sola (cf. Nussbaum 2019 51-53). El asunto es que nuestras evaluaciones del riesgo suelen ser imprecisas porque, en lugar de calcular fríamente costes, beneficios y de informarnos adecuadamente sobre los acontecimientos, nos dejamos llevar por una serie de pensamientos que no nos proporcionan una buena guía para nuestro comportamiento social.

Uno de estos efectos es lo que Nussbaum denomina la conducta "cascada": las personas responden al comportamiento de otras personas sumándose rápidamente a ellas. A veces, se les unen por la reputación que un individuo tiene en una comunidad, ya sea un político, un líder religioso, o cualquier otra persona que consideremos de "buena reputación" y fiable. Este seguimiento fiel y obediente muchas veces ocasiona que el miedo empiece a ejercer su monarquía destructora. ¿Por qué personas que han vivido durante años en paz (pueden ser judíos, hindúes y musulmanes, por ejemplo), de un momento a otro se volvían mutuamente hostiles y empezaban a definir su identidad de un modo distinto, en términos de su etnicidad religiosa? Se observa el enorme papel que desempeñan ciertos líderes respetados de cada comunidad, cuyas reputaciones propician seguidores incondicionales más acostumbrados a seguir ideas ajenas que a pensar críticamente. La retórica del miedo empieza a reinar haciendo ver al otro como un peligro real o potencial que hay que extirpar o alejar (cf. Nussbaum 2019 76-77).

El miedo, igualmente, se aprovecha del papel destacado que tiene la introducción o circulación de nueva información sobre el peligro que, presuntamente, representan los otros grupos que piensan o actúan de manera diferente (musulmanes, judíos, afroamericanos, homosexuales, etc.). Nuestras democracias del siglo XXI llevan cultivando desde hace muchos años esta monarquía del miedo. Pero, actualmente, existe una novedad que hace que las situaciones sean más volátiles, porque las redes sociales e internet han hecho que sea más fácil la circulación de noticias falsas y la información de fenómenos cascada. Las redes se han convertido en el brazo tecnológico de la monarquía del miedo, cuando, por ejemplo, una noticia se "viraliza" generando emociones descontroladas y hasta pánico. Las redes se han convertido en el escenario virtual de insultos, improperios, amenazas y demás comportamientos agresivos, ya sea motivados por aspectos políticos (candidatos de preferencia o corrientes políticas), ya sea por tendencias religiosas, o por cualquier otro detonante que conduzca a mirar al otro con recelo y, muchas veces, con odio.

El problema de fondo es que el miedo no solo se circunscribe a insultos o agresiones en la red, sino que fácilmente su monarquía impulsa a la agresión real en las calles y en otros espacios públicos que deberían ser lugares de concordia y fraternidad. Hay que anotar que el miedo es amigo del fanatismo y de la sumisión a la presión del grupo. Hay personas que aun cuando sus iguales estén diciendo cosas que son evidentemente falsas, su ceguera de pensamiento generada por la fuerza psicológica del miedo hace que sean arrastradas a mantener y continuar con tales errores, y, más aún, con acciones derivadas de ideas infundadas.

Las emociones hijas del miedo: ira y asco

El miedo como emoción no siempre actúa en solitario, frecuentemente infecta o contagia a otras emociones, o las convierte en sus cómplices más cercanos como son la ira y el asco. La ira, impulsada por el miedo, también desarrolla creencias o evaluaciones cognitivas erróneas que conducen a la violencia y los crímenes de odio. Para Nussbaum, la ira es hija del miedo. Cuando el miedo anida en nuestra vida normalmente se pierde el amor hacia el otro, y con esta pérdida normalmente nos volvemos vulnerables a la ira. La ira es una evaluación cognitiva de que el otro nos ha afrentado gravemente y que su acción debe ser castigada o vengada. El miedo muchas veces es una precondición para la ira vengativa y es el veneno que la alimenta. En ciertas ocasiones el miedo hace que sintamos ira sin saber a ciencia cierta contra quién y por qué. Un caso típico que Nussbaum comenta es el de la ira por miedo a perder el estatus relativo, es decir, cuando una persona se siente más que otra. Entonces, en tal estado, surge el miedo del individuo que ve en los demás solo afrentas y ofensas que pretenden "rebajarlo"; la ira se asocia así al miedo generando menosprecio a otros y tratando de ejercer poder sobre aquel que hace peligrar el estatus hasta lograr someterlo, ya sea con humillaciones, gritos, palabras soeces o cualquier otro mecanismo que la ira encuentre como vía eficaz frente al desconocimiento del "estatus relativo".

La ira, hija del miedo, también se alimenta de la información falsa o errónea, de la falta de pensamiento crítico y del fanatismo. Un caso paradigmático lo constituye la Alemania Nazi con la propaganda antisemita. El tabloide Der Stürmer semanalmente destilaba información que hacía ver a los judíos como amenazantes a nivel social, político y económico; el editor se valía de caricaturas, tiras cómicas, ilustraciones grotescas e historias truculentas que poco a poco iban alimentando la psicología del miedo frente a gente considerada depravada o de costumbres malsanas. De ahí a la ira y los crímenes de odio solo hubo un paso, obviamente, todo esto impulsado por la vehemente macro retórica del miedo generada por la jerarquía nazi. En esta línea de pensamiento, el miedo y la ira relacionada con el temor destacan, especialmente, en los crímenes más recientes de odio contra los musulmanes, en donde un conglomerado de ideas, no bien fundamentadas, han sido fácilmente desviadas hacia un lodazal de culpabilización y violencia vengativa, tal como se ha visto después del 11 de septiembre. Erróneamente, la palabra musulmán ha sido asociada con terrorismo, religión de extremismos, "yihadistas" que quieren destruir a Occidente, etc. Todo esto sin siquiera conocer los elementos básicos de la fe del Islam, ni los principios de vida emanados del Corán.

El otro hijo del miedo es el asco. Sabemos que el asco desde un punto de vista biológico evolutivo cumple una tarea de protegernos contra sustancias y objetos que pueden afectar nuestra salud. Pero el análisis contemporáneo que Nussbaum trae se orienta hacia el asco hacia personas y grupos. En la vida social lo asqueroso se proyecta a menudo hacia grupos que consideramos tienen algo "contaminante" para nuestra alma o psique. Esto es lo que se llama asco proyectivo, muchas veces dirigido hacia subgrupos raciales, identificados por el color de piel u otros rasgos superficiales. El temor a ser contagiados por otras personas que consideramos sucias físicamente, o "sucias" en sus ideas, sus prácticas sexuales no convencionales, su cultura o lugar de origen, genera asco moralizado. De acuerdo con Nussbaum, en ocasiones se asocian estos grupos con rasgos de animalidad que son simbólicamente polutos, por tanto, lo mejor es alejarlos de nuestro entorno. Surge así una dinámica social de miedo y segregación: hay que permanecer lejos de los que nos pueden contaminar, que no se acerquen, que no nos toquen, que no participen de nuestras reuniones, que se escondan donde no los tengamos que ver. En otras circunstancias, el asco impulsa la discriminación por razón de discapacidad, pobreza e incluso edad. Es otra forma como el miedo ejerce su monarquía de división y desigualdad (cf Nussbaum 2019 134-135).

El asco de castas en India (los intocables), el racismo estadounidense, el antisemitismo, son solo ejemplos de contextos que muestran a otros seres humanos con algunas características negativas que son reprobables: seres hipercorporales, hiperanimales, malolientes o con una sexualidad patológica. El miedo se mezcla en todas estas ideas generando mayores estigmas, sesgos y amenazas. En su máximo nivel conduce a los crímenes y al odio que ha causado desde persecuciones hasta guerras de exterminio.

Conclusiones

Nussbaum con su amplia erudición, pero también con su diáfana manera de escribir salpicada de ejemplos ilustrativos, nos sumerge en una reflexión poco explorada por la filosofía contemporánea: la relación entre las emociones, la vida moral y la deliberación pública de los ciudadanos. La monarquía del miedo nos hace pensar en el ambiente cotidiano de nuestras grandes metrópolis caracterizado por la falta de solidaridad, la indiferencia frente al sufrimiento ajeno y los prejuicios generados por interpretaciones erróneas de los acontecimientos que influyen en nuestro repertorio emocional. Si algo podemos percibir en las sociedades del siglo xxi es un miedo recurrente frente al que es de otra raza, cultura, religión u orientación sexual, por solo poner algunas ideas generales. Pero lo relevante de esta fotografía que Nussbaum hace del mundo actual es el trasfondo que nos invita a pensar en cómo la democracia se fractura cuando los ciudadanos, sometidos a esta dictadura del miedo, desconocemos la dignidad que hay en el otro, y con esto rompemos los lazos sociales que permiten el avance hacia la consecución de ideales de justicia, igualdad y fraternidad. En otras palabras, nos alejamos de construir un mundo más humano.

No obstante, la autora nos propone un horizonte de esperanza mediante la educación de las emociones a través de la imaginación literaria y las artes. Muchos ciudadanos carecen de sentido común y tienden, con demasiada frecuencia, a pensar las cosas en términos narcisistas: me interesa solo lo que sea bueno para mí y para mi familia. Como las personas no coinciden ni entran en contacto traspasando los límites de las grandes divisiones sociales, les cuesta mucho pensar en un sentido de propósito común que vaya más allá de su propio grupo económico o social. Así, dice la filósofa, somos más proclives al miedo que a la compasión y la solidaridad. La escuela y universidad pueden romper estos modelos de sociedad egoísta invitando a leer obras que ayuden a comprender qué se siente ser de otra raza, religión y cultura, y ser excluido socialmente por el miedo que esto genera en mentes llenas de prejuicios: ¿Realmente es tan malo como yo me imagino que es?, ¿sufrirá, tendrá familia?, ¿cuáles son sus sueños?, ¿por qué vive así? La imaginación literaria puede hacer este efecto de superar las barreras invisibles que genera la desconfianza en el otro. También la danza, el teatro y otras expresiones artísticas que permiten interactuar con el que creemos que es diferente y que nos causa miedo por sus costumbres, pueden derrumbar la hegemonía de esta emoción que divide y hace tambalear los cimientos mismos de la democracia.

La monarquía del miedo es un texto que hay que leer y estoy seguro que sus ideas serán fuente de inspiración para continuar las discusiones sobre la relación entre emoción, cognición y vida moral. Igualmente, este texto abre un derrotero para futuros debates sobre la importancia de la educación de las emociones para consolidar sociedades auténticamente democráticas que no renuncien al ideal de hacer del planeta una casa para todos, en donde podamos vivir con dignidad, bajo un mismo cielo, pero con diferentes horizontes.

Bibliografía

Nussbaum, M. El ocultamiento de lo humano. Repugnancia, verguenza y ley. Trad. Gabriel Zadunaisky. Buenos Aires: Katz, 2006. [ Links ]

Nussbaum, M. Paisajes del pensamiento. La inteligencia de las emociones. Trad. Araceli Maira. Barcelona: Paidós, 2008. [ Links ]

Nussbaum, M. Emociones políticas. ¿Por qué el amor es importante para la justicia? Trad. Albino Santos Mosquera. Barcelona: Paidós , 2014. [ Links ]

Nussbaum, M. Anger and forgiveness. Resentment, Generosity, Justice. Oxford: Oxford University Press, 2016. [ Links ]

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