Hablamos de imágenes, de memoria y de montaje, pero no hemos hablado de lo político de las imágenes. Para Didi-Huberman, en su texto Cuando las imágenes toman posición (2013), el gesto de tomar partido no es sencillo y conlleva dos miradas, la primera es la de afrontar la imagen, entender lo que nos dice a simple vista, la literalidad de su mensaje, su superficie; la segunda en cambio nos habla del fuera de campo, de aquello que no quedó en el marco de la imagen, de lo que sabemos y que también negamos de nuestro contexto, del estado de emergencia en el que estamos situados.
La subjetividad de quien hace y observa las imágenes siempre está mediada por los miedos, por los vacíos, por la falta de información, por el punto de vista, y en definitiva, por las temporalidades que enfatizan, niegan, olvidan o pierden la memoria de los hechos que hicieron que, por ejemplo, el espacio académico universitario que vemos en la portada persista y que hoy la educación pública, con sus marcados retos, con sus problemáticas estructurales, continúe viva en medio de los conflictos políticos y sociales que vive Colombia y el resto de países de América Latina.
Es deber de las ciencias de la información preservar esta información para que las memorias sobrevivan al paso del tiempo. Pero también es necesario hacer que cada una de estas imágenes tenga un sentido social y que su mensaje sea transmitido a nuevas generaciones de ciudadanos para que comprendan el valor de la Universidad como espacio de debate y de formación ciudadana para la construcción de un futuro mejor.
Ya en este punto la imagen se transforma en mensaje. Para quien observa nuevamente la fotografía, el fuera de campo se expande en la imaginación y entendemos la postura política que está frente a nosotros