Introducción
Los centenarios patrios han sido estudiados copiosamente desde diferentes perspectivas. Se los analizó, por ejemplo, como hitos de la modernidad y modernización urbana, industrial y social impulsados por el imaginario del progreso; desde su efecto nacionalizador; o bien como momentos clave del pensamiento nacional desde la historia de las ideas. La historia del arte los concibió como instancias que aceleran la configuración de un campo artístico local. La mayoría de estos enfoques han priorizado el estudio a partir del caso nacional. En contraste, el presente trabajo se inscribe en una historiografía reciente que propone abordarlos a partir del cruce de una historia cultural y política desde una perspectiva internacional conectada, con eje en la circulación de actores diversos. En este caso se trata de un acercamiento transnacional en la medida en que la misma celebración, el centenario de la Expedición Libertadora, es conmemorada en varios países.1
En 1920 se celebró el centenario de la Expedición Libertadora en Argentina, Chile y Perú. Esta conmemoración anticipa el ciclo de centenarios latinoamericanos de la tercera década del siglo XX. El presente trabajo analiza la conmemoración a partir de tres escalas de apropiación de la efeméride: local, nacional e internacional. Asimismo, indaga en los modos de conmemorar y restituye los sentidos, performances y narrativas empleados por los tres gobiernos nacionales junto con elementos del mundo asociativo, de acuerdo a intereses nacionales y también geopolíticos en la coyuntura sudamericana, especialmente ante la cada vez más álgida "cuestión del Pacífico".
La metodología se sustenta en el análisis de las noticias publicadas en la prensa comercial más importante de Buenos Aires, Lima y Santiago de Chile. Se destacan La Nación, El Comercio y El Mercurio, aunque también se examinan otros periódicos como La Prensa y El Diario. Estos diarios contaban con corresponsales en el extranjero y daban un lugar de relevancia a los cables de agencias de noticias internacionales como Havas.2 Utilizamos asimismo material de dos revistas ilustradas peruanas del momento, Variedades y Mundial, destacadas por su popularidad y la atención visual depositada en los acontecimientos sociales. Por último, empleamos a su vez documentación inédita consultada en los archivos diplomáticos de las cancillerías en las tres capitales.
Las fiestas patrias suelen emitir un mensaje hacia el interior de la comunidad nacional y también hacia el exterior. En las conmemoraciones se hace un uso de la historia desde el horizonte de intereses del presente.3 Sus promotores construyeron relatos para crear consensos y también dar sentido a los conflictos. Desempeñaron a su vez un importante papel de intervención en el discurso público en ámbitos internacionales y han sido, por ello, utilizadas permanentemente por los ministros de legaciones, junto con otros recursos publicitarios como las conferencias y notas periodísticas en la prensa local. De este modo, la celebración de efemérides ha sido una arena de canalización de intereses diversos que excedían la simple elaboración de una imagen positiva del país que representaban.
Desde los primeros años del siglo XX, los Gobiernos chileno y peruano intentaron conseguir la deferencia argentina haciendo uso del símbolo San Martín en el ciclo de centenarios en torno al año 1910 y en el inaugurado en la primera mitad de la década de 1920. Estos festejos fueron utilizados en particular por el gobierno del presidente Augusto B. Leguía, entre otros fines, como arena diplomática para obtener influencia en la tarea de fijar los límites del Perú, en especial para posicionarse favorablemente en la disputa con Chile por las provincias "cautivas". El Gobierno chileno también recurrió a la puesta en escena de la narrativa de la Independencia para consolidar el espíritu inaugurado por los Pactos de Mayo, firmados en 1902 para construir un acercamiento político, social, económico y cultural con Argentina.
En el año 1920, el conflicto peruano-chileno por Tacna y Arica parecía empeorar peligrosamente: continuaba la chilenización violenta, la Liga Patriótica chilena no cesaba en sus agresiones contra la población peruana o peruanizante, la misión de Puga Borne de septiembre no obtuvo ningún resultado.4 Mientras tanto, la carrera armamentista, el clima nacionalista beligerante, la caza de espías5 y los frecuentes rumores de movilización de tropas en la frontera por parte de los dos países constituían el inflamable paisaje de fondo.6
En ocasión del septuagésimo aniversario de la muerte del general José de San Martín, el 17 de agosto de ese año 1920, los ministros de las legaciones de Chile y Perú en Buenos Aires participaron en una ceremonia a los pies del monumento ecuestre del Gran Capitán en la plaza de Retiro. En otro trabajo me detuve en la importancia concedida por ambos funcionarios para resaltar en la performance patriota el nombre de su país y ligarlo a la Argentina al tiempo que pretendían eclipsar a su adversario internacional.7 El ministro peruano Hernán Velarde describió el evento en carta confidencial al ministerio de Relaciones Exteriores en Lima. Transmitía detalles que, según él, fueron omitidos o minimizados por la prensa argentina. Suponía que la intención de ese silenciamiento había sido la de "ocultar la desairosa situación de Chile y especialmente la del Ministro Chileno, cuya actuación en el homenaje se redujo a asistir en calidad de simple espectador".8 Aseguraba que había sido aplaudido durante todo su discurso y que al concluir había provocado una gran ovación al Perú. En cambio, ridiculizaba la intervención de un religioso chileno que, según Velarde, con el objetivo de despertar un aplauso digno, fue pasando improvisadamente del "viva Chile", al "viva Chile y la República Argentina", hasta resignarse a un "viva el Perú".9
Uno de los objetivos del ministro peruano en esa ceremonia era poder ausentarse sin disgustar a los argentinos en la ceremonia del día 20, "celebración del centenario de la partida de Valparaíso de la Escuadra Chilena que condujo al Perú la expedición libertadora, en las que habrían podido aprovecharse los chilenos para decantar, como lo tienen por costumbre, sus pretendidos servicios al Perú".10 En contra de su augurio, tal como se verá en su momento, esta última conmemoración tuvo un desarrollo diferente. Es posible que el ministro peruano exagerase para subrayar su desempeño. En todo caso, la disputa por Tacna y Arica entre Perú y Chile impulsaba a los representantes diplomáticos en el exterior a una supervisión permanente de las notas aparecidas en los diarios del país en que residían y, del mismo modo, se sentían compelidos a una participación oportuna en cada fiesta patria vinculada al mito de origen sanmartiniano.
La conmemoración en el inicio de "la Patria Nueva":11 el desembarco
El centenario de la Expedición Libertadora se presentó entonces como una gran oportunidad para que el Perú captara la deferencia diplomática argentina y a la vez sirvió de ensayo para los festejos del centenario de la Independencia del año siguiente. No hubo en Perú actos oficiales de relevancia para conmemorar el 20 de agosto, fecha de su partida de Valparaíso. En cambio, el 8 de septiembre fue declarado feriado nacional y resultó impactante el despliegue oficial y social peruano de los festejos en la ciudad de Pisco, en buena medida gracias al empeño del diputado de la provincia de Pisco, el doctor Arturo Pérez Figuerola. Según la revista Variedades, el 8 de septiembre era "una de las fechas que mayor significación tiene en nuestra historia patria".12 El diputado citaba las palabras de San Martín para considerar ese día como el "primero de la libertad del Perú".13 Leguía invitó a las fiestas al encargado de negocios de la legación argentina, el señor Miguel A. Chiappe, máxima autoridad diplomática en vacancia temporaria de ministro de esta república. La representación incluyó a la esposa de Chiappe, la señora Aurelia Castro, al mayor Antonio Duval, agregado militar de la legación y al doctor Ríos, presbítero de la legación. La prensa peruana en general resaltaba la honrosa presencia de la representación oficial de este país en la conmemoración del Desembarco. Algunas notas directamente hablaban de una fiesta peruano-argentina.
Pisco vistió sus edificios con banderas argentinas y peruanas. Sus 3 000 habitantes recibieron, no sin apremios, la visita de 15 000 personas.14 700 viajaron el día 7 desde Lima en el vapor "Mantaro", fletado por el Gobierno. Iban comisiones universitarias, estudiantiles, militares, obreras y de boy scouts. Muchas tenían sus propias bandas de música. También viajaba en el barco la representación argentina, el diputado Pérez Figuerola y otras autoridades. El presidente Leguía junto con sus ministros de Estado, las comisiones del senado y de diputados, y el arzobispo de la capital, monseñor Emilio Lisson, viajaron el día 8 en el crucero "Grau", y a su flanco iban en el "Bolognesi" delegados de la Escuela Militar, Naval y de Ingenieros (militarizada) seguido de la cañonera "Lima". El desembarco de San Martín parecía repetirse con el desembarco del presidente Leguía y su comitiva.15
Por su parte, el Escuadrón Escolta se dirigió por tierra hasta fijar campamento en la hacienda Cáucato. En aquel lugar se habían instalado las fuerzas realistas de Manuel Químper antes de dejar la zona y convertirse en un punto estratégico de la Expedición. De este modo, los contingentes de colegiales, universitarios, scouts y obreros (llamados excursionistas por la prensa), junto con las fuerzas armadas, parecían representar un mini Estado en movimiento que se asentaría por un par de días en la modesta ciudad del centro-sur. Un mini Estado masculino, debe subrayarse.
También acudieron a las fiestas de Pisco centenares de familias de los pueblos y ciudades de los alrededores (Ica, Chincha, Cañete, etc.). De hecho, más de mil hombres bajaron en cabalgatas desde Chincha, Cañete y del valle.16 En contraste con los tradicionales caballos, una escuadrilla de siete aviadores voló desde Lima (Maranga y Bellavista) para animar las ceremonias con espectáculos aéreos. De esa manera llevaron a Pisco el máximo símbolo de la modernidad y con él la ilusión de conexión inmediata con la capital.17 Uno de los aviadores traía desde Lima el servicio de bar de la Casa Broggi y Dora para el gran banquete en el Casino Unión.18 También llevaron números de El Comercio para distribuir entre el público, una práctica que había comenzado en Europa desde el comienzo de la aviación. Junto con la aceleración de la circulación de las noticias gracias a los progresos del telégrafo, los periódicos modernos recurrieron a esta nueva tecnología de la comunicación que rápidamente mostraba su utilidad como correo postal.19 Según el cronista de El Comercio, la presencia de los aviadores nacionales y extranjeros "fue la nota más emocionante y novedosa de las fiestas".20
No obstante, el aeroplano también era símbolo de poderío militar moderno y su eficacia había quedado demostrada en la Gran Guerra. Ese mismo año 1920, con motivo del primer aniversario de la "revolución" del 4 de julio, los vuelos acrobáticos de aeroplanos militares formaron parte de la celebración. No es de extrañar que el programa de los festejos de Pisco incluyera la donación de un aeroplano a la nación por parte de la ciudad, adquirido gracias al óbolo patriótico.21 Ese mismo 8 de septiembre la tesorería Pro Marina Nacional firmó un contrato con la casa italiana Ansaldo San Giorgio para la construcción de tres submarinos.22 En aquellos días llegaba también a Perú la misión naval norteamericana para modernizar la Armada. Una nueva misión militar francesa había desembarcado recientemente y en enero había sido contratada una misión aeronáutica de ese mismo país para instruir a los pilotos peruanos.23 Las modernas revistas ilustradas de esa hora publicaban constantemente fotografías de un escenario armamentista que nutría el orgullo nacional.24
Los numerosos automóviles, otro símbolo de la modernidad, se atascaban en la ciudad. Sirvieron para llevar a las visitas importantes hacia puntos cercanos, incluido el campo de aviación. El prefecto mayor Merino convenció a un grupo de ilustres concurrentes, en el que se destacaba la representación argentina, para que visitaran mediante un convoy especial la ciudad de Ica durante la jornada del 7. De hecho, el programa oficial establecía el día 9 para que Leguía visitara esta ciudad. Sin embargo, el presidente debió regresar a Lima concluidas las ceremonias del 8 para atender cuestiones de gobierno, para decepción de los iqueños. Como se observa, el centenario de la Expedición fue entonces una vibrante puesta en escena de nuevas y tradicionales formas de movilidad y poderío estatal.
Acorde con el espíritu del progreso material y anhelo de modernidad característicos de la época, el programa de festejos incluía el inicio, o concreción, de varias obras públicas en la ciudad de Pisco. Una comisión de notables presidida por el agricultor Fermin Tanguis que funcionaba hacía meses gracias a donaciones de ricos y pobres inauguraría el día 8 el nuevo malecón en terrenos cedidos por la familia Miranda. La conmemoración, además, sirvió de catalizador para avanzar en el proyecto de Beneficencia de construir un hospital mixto, para el cual también colaboraron con dinero varios hacendados y comerciantes, incluidas connotadas personalidades de la colectividad española de Pisco. Una hermosa avenida de 1 200 metros reemplazaría el abandonado camino de la ciudad a la playa. La vía tendría inicio en la plaza principal, un espacio que, según el diputado Pérez Figuerola, había sido elogiado con entusiasmo por el político argentino Alfredo Palacios, en su breve paso por Pisco en 1918. Esta mención da muestras de la importancia que tenía para la región su vinculación con la Argentina. A mitad de la avenida se erigiría un monumento, por ley nacional, con motivo del centenario de la Expedición Libertadora y de la creación de la Bandera. Por la avenida circularía un tranvía eléctrico con el sistema de acumuladores Edison, primero en el país.
El programa de fiestas incluía una gira de la Asociación Universitaria Iqueña integrada por jóvenes estudiantes, con el fin de dar conferencias históricas en veladas culturales en Ica, Pisco y Chincha. Este grupo de ciudades involucradas en la efeméride prueba que la apropiación local centralizada en la ciudad de Pisco se incorporaba a su vez en una escala regional. Los universitarios iqueños fueron declarados huéspedes de la ciudad por parte del municipio desde el momento del desembarco. La juventud estudiosa era un actor político cada vez más visible desde la reforma universitaria que Leguía apoyaba desde el año anterior con el objetivo de deshacerse de los profesores civilistas.25 De hecho, el nuevo presidente había sido nombrado "maestro de la juventud" y en las sucesivas conmemoraciones patrias esta juventud conquistaba un lugar cada vez más importante.
Los lazos universitarios se expandían más allá de las fronteras nacionales alcanzando a los demás países de la región. En una de las conferencias de los estudiantes iqueños se recordó la Reforma de 1918. Uno de sus protagonistas peruanos, Raúl Porras Barrenechea decidió conmemorar el centenario del desembarco de la Expedición Libertadora con un estudio sobre el tema en el segundo ciclo de conferencias del célebre Conversatorio Universitario.26 En general, durante el ciclo de los centenarios de la década de 1920 se solían leer en actos solemnes los mensajes de saludos de una federación de un país a otro. En Argentina se había constituido en julio de ese mismo año el Comité Universitario Pro Defensa de La Paz en América y Derechos del Perú y se intercambiaron mensajes con estudiantes de Lima, Arequipa, Cuzco y Trujillo.27
También aparecía como actor de relevancia en la conmemoración una importante porción del mundo obrero, el mismo que con las manifestaciones por las ocho horas y otras demandas había debilitado el último período del gobierno de José Pardo y Barreda y, hasta el momento, una parte mantenía las esperanzas en el nuevo presidente. Durante el mes de agosto de 1920 diferentes representantes de asociaciones obreras se dirigieron al despacho de Leguía para solicitarle que se cumpliera la ley según la cual establecía la construcción de un palacete en la proyectada plaza San Martín de Lima, para ser obsequiado a la legación de Argentina, "nación hermana".28 El Gran Consejo de la Confederación de Artesanos Unión Universal designó ese mes una comisión de obreros para saludar a los obreros de Pisco el 8 de septiembre.29 Según el periódico local La Voz de Ica, el sector de trabajadores mostró entusiasmo en asistir a la conferencia de carácter histórico patriótico que brindó el estudiante Oscar Jáuregui de la Asociación de Ica en el Centro Obrero.30 En contraste, en esa misma fecha de gran importancia local, nacional e internacional, el partido obrero se manifestó oficialmente "condenando los desmanes del Poder Ejecutivo, contra la justicia, defraudando las promesas que hiciera al país a raíz de su asunción al poder".31
El programa de festejos se organizó del siguiente modo. Primero, por la mañana se produjo el desembarco del presidente Leguía con su comitiva. De inmediato caminaron para asistir al Te Deum en la iglesia de la Compañía, ceremonia que fue oficiada por el arzobispo de Lima. Luego tuvo lugar un banquete auspiciado por la municipalidad en los salones del Gran Hotel. Debido a la presencia de la importante colectividad española en el almuerzo, junto con las argentinas y peruanas se lucían también banderas españolas. En su discurso, Chiappe caracterizó al evento como una fiesta peruana, argentina y también española. Enfrente de él se hallaba sentado el cónsul de España.32 Más tarde, Leguía puso la primera piedra para el monumento a San Martín con Chiappe siempre a su lado. Siguió la colocación de la primera piedra del Hospital Mixto y se nombró padrino a Leguía, quien, según la prensa, "prometió ocuparse cuanto antes de su terminación".33 Después se descubrió una placa sobre la casa en la que residió San Martín, a una cuadra de la plaza principal. Pérez Figuerola ofreció un té en ese inmueble histórico. Por la noche hubo un banquete en el Casino Unión. Según los cronistas, "las manifestaciones a la Argentina son unánimes";34 "los hoteles, las casas particulares, todo está ocupado. El pueblo de Pisco no cesa de vitorear a la Argentina y al Perú".35 Así, las expresiones de confraternidad peruano-argentina se escenificaban en espacios de sociabilidad restringidos a las élites y también en ámbitos populares hasta abarcar toda la ciudad, convertida en escenario de una jugada diplomática a gran escala.
Tras verificar el empeño de sus fuerzas vivas y el generoso trato recibido en Pisco, Leguía no solo se comprometió a ayudar en la construcción del Hospital Mixto, sino que ya de regreso se sintió obligado a declarar en una entrevista: "Me he propuesto hacer de Pisco la arteria principal a donde converjan el esfuerzo y productos de los departamentos de Ayacucho, Ica, Apurimac y Huancavelica. Pisco tendrá pronto una importancia marítima inmensa".36 Al mismo tiempo, en una nota de humor político de la revista Variedades se hacía burla de manera racista del mal castellano del diputado cuzqueño. El diputado Manuel Frisancho exclamaba: "Basta ya de centralismos denigrantes [...] ¿hasta cuándo va a ser todo para la costa? El sierras también es el Perú y el centenarios que dé lugar a que todos localidades aperciban beneficios del poder".37 Durante los fastos de Pisco, el universitario José Picasso Peralta de la Asociación Iqueña había pronunciado un largo discurso en la ceremonia de instalación de la placa en la casa donde se había alojado San Martín, en el cual condenaba el regionalismo y hacía convenientes loas al centralismo.
Ahora bien, en los discursos durante la conmemoración y en diversas semblanzas históricas publicados en los periódicos no faltaron los dicterios contra Chile, junto con el reclamo de justicia como condición para la verdadera paz continental. En el discurso referido anteriormente ante presencia del presidente Legía y del representante argentino, Picasso Peralta no solo elogió el centralismo, sino que al honrar la fecha celebrada se ocupó también de condenar a Chile, porque, según él, pasada la época de la Independencia "la ambición y ceguera lanzaron al hermano al crimen".38 Por su parte, El Comercio publicó el día 8 de septiembre una semblanza histórica sobre los preliminares de la Expedición escrita por el coronel José Luis Salmón y que, se aclara en la nota, formaría parte de un capítulo de un libro en preparación.39 El autor narra la historia de esta manera: "Los chilenos, libres ya de la opresión española y engreídos por la libertad sellada en Maipú, envueltos en el manto del egoísmo e ingratitud que los distinguieron siempre, se resistieron a prestar su apoyo a la causa del Perú, propuesto por San Martín".40 El uso del pasado en la conmemoración modelaba un relato histórico atravesado por esos vivos anacronismos.
En el desfile cívico del 28 de julio de ese año en Lima se gritaron vivas a Tacna, Arica y Tarapacá. En el mensaje presidencial de inicio de sesiones parlamentarias, Leguía aseguró que el Perú se mantendría sereno más allá de las amenazas chilenas.41 La prensa peruana del periodo estaba muy atenta a las alusiones al Perú en los discursos pronunciados en el extranjero durante sus fechas patrias. El Comercio reproducía fragmentos de un diario brasileño que a propósito del 28 de julio recordaba que "ahora el Perú lucha para que se le haga justicia [...] pero sin provocaciones, sin arrogancias e invocando a la Liga de las Naciones".42 También reproducía a raíz de esta fecha encomiables notas de periódicos argentinos. No obstante, estos últimos no ocultaban un diagnóstico bastante extendido en el país del Plata:
Hoy, entre la Argentina y el Perú, las relaciones intelectuales, sociales y comerciales quizá no sean tan íntimas como debieran y como lo fueron en la época colonial y en el periodo de nuestra independencia. Pero el sentir de las dos naciones sí es el mismo.43
La conmemoración del centenario de la Expedición Libertadora en Perú tuvo ribetes apoteósicos y puso al presidente Leguía junto con la ciudad de Pisco en el centro de la escena. Eso no quiere decir que durante ese año 1920 no se hubieran dejado de orientar, aunque con menos atención, esfuerzos oficiales, nacionales, regionales y municipales, para conmemorar también el centenario de la Independencia en Trujillo, Lambayeque, Piura y Tumbes,44 o el cincuentenario de la Unificación italiana.
Pese al despliegue conmemorativo en Pisco, las esperanzas peruanas de que el Gobierno argentino respaldara internacionalmente sus reclamos en la Liga de las Naciones sufrieron un duro desencanto a finales de este año 1920, cuando el doctor Honorio Pueyrredón, representante argentino en la Liga, se pronunció en contra de la revisión de pactos establecidos previamente a la constitución de esta. Sin embargo, de igual modo que ocurrió luego de los centenarios trasandinos del año 1910 durante su primera presidencia (1908-1912), Leguía persistió en su política de acercamiento con Argentina durante el centenario de la Independencia peruana de 1921.
Chile y Argentina: las asociaciones militarizadas toman la delantera a los gobiernos
Si la gran efeméride de 1920 en Perú consistió en la conmemoración del centenario de la Expedición Libertadora, el Gobierno chileno puso su mayor empeño en organizar la conmemoración del cuarto centenario del descubrimiento del estrecho de Magallanes. Toda su atención estuvo depositada desde comienzo de año en conseguir -sin éxito- las visitas del rey de España y del presidente argentino a los actos preparados para el mes de noviembre.45 En su relato, tal como informaba el ministro de Relaciones Exteriores de Chile, Luis Aldunate, a su ministro en Buenos Aires:
[...] el gobierno desea dar la mayor solemnidad posible a las fiestas oficiales que se efectuarán en Santiago y Punta Arenas, [porque el descubrimiento del Estrecho] es la del propio descubrimiento de Chile [y por lo tanto quiere] dar a los actos de conmemoración [...] el carácter de una fiesta internacional.46
El Gobierno chileno también dirigió esfuerzos para conmemorar el 9 de octubre, aniversario patrio del aliado Ecuador, en homenaje de la independencia de Guayaquil. No obstante, el festejo americanista -de integración y rivalidad- que más atención convocó en la prensa chilena durante los meses de agosto y septiembre fue el desarrollo de la Copa Sudamericana de fútbol, en esa ocasión con sede en Chile y con participación de equipos de Argentina, Brasil y Uruguay.47
A pesar de su lugar secundario en el calendario de ese año, el centenario de la Expedición Libertadora también tuvo su celebración en Santiago. Sin embargo, a diferencia de lo ocurrido en Perú, en Chile se conmemoró en el día de su partida, 20 de agosto, y los actos realizados fueron impulsados por la Liga Patriótica Militar en lugar del Gobierno. La Liga intentó frustradamente convocar a diversas instituciones para un desfile patriótico por la Alameda. En su reemplazo, consiguió que el domingo 22, algunos colegios, autoridades de la municipalidad y el círculo de jefes y oficiales retirados depositaran flores y laureles a los pies de los monumentos de O'Higgins y San Martín. También estuvieron invitados al acto cívico los Veteranos del 79, la Sociedad Defensores de Chile en 1879, las instituciones obreras y deportivas y "todas las personas que [desearan] rendir homenaje a los padres de la patria".48 Un "grupo de caballeros", además, tuvo la iniciativa de obsequiar un estandarte de regimiento a la Escuela de Caballería.49
Por un lado, es importante señalar que la Liga Patriótica Militar chilena se había propuesto velar en esa época para no dejar pasar por alto ningún homenaje patrio a las glorias y héroes de la nación. Esta vigilancia conmemorativa por parte de una institución no gubernamental iba por delante de las políticas de celebración impulsadas por el propio Gobierno, al menos en esta oportunidad.50 Algo similar estaba ocurriendo en Argentina con la Liga Patriótica nacida durante la Semana Trágica, y con asociaciones de exmilitares, como observaremos más adelante.51 Por otro lado, ambas ligas firmemente nacionalistas tenían intenciones de extender sus puentes a un espacio extranacional. En este caso, los socios de la Liga chilena invitaron a "todos los diplomáticos de los países amigos de Chile a beber una copa de champagne en el local del Círculo".52
En cuanto a la narración histórica, en las semblanzas publicadas por la prensa también operó, aunque en espejo invertido, una lectura anacrónica destinada a desprestigiar a la nación contrincante del presente. Estas no dejaban de señalar el sacrificio chileno y la ingratitud de los peruanos. El Mercurio publicó una nota histórica el mismo 20 de agosto cuyo primer párrafo decía:
En un día como hoy, 20 de agosto, el año 1820, cuando Chile apenas libre del gobierno de España, parecía que debiera reservar sus escasas fuerzas para su propia organización nacional, zarpaba de Valparaíso destinada a llevar al Perú la revolución libertadora, e -ironías del destino!- cien años después esta gloriosa fecha encuentra a los dos pueblos armados, frente a frente: el chileno para rechazar el golpe que el rencoroso hermano le venía preparando, y el peruano para vengar con una puñalada una derrota a la que lo arrastró su ambición y su felonía.53
Proseguía con una explicación de un supuesto odio tradicional "a los de Chile" cuyo origen ubicaba en las disputas entre pizarristas y almagristas. Otra nota de ese día reescribía totalmente la historia del Perú en función de la generosidad chilena: la estrella solitaria de la Expedición Libertadora luego sería "la misma que en 1839 defendería la autonomía del Perú, en 1866 tendría que afianzar su independencia y que en 1879 lo castigaría por su felonía de coaligarse secretamente para asestarle a Chile un golpe mortal".54 Concluía exhortando a la juventud y conscriptos chilenos a defender con sangre la soberanía nacional ante un "artero gobierno revolucionario" peruano. El artículo lo firmaba el político, ingeniero y excombatiente condecorado de la Guerra del Pacífico, Luis Adán Molina, que en ese mismo año publicó su segunda obra sobre esta guerra, un estudio militar dividido en dos volúme-nes.55 Así, las semblanzas históricas más importantes sobre la Expedición Libertadora en los diarios de mayor tirada en Perú y Chile estuvieron escritas por militares-historiadores que ese año 1920 presentaban nuevos estudios sobre la Expedición Libertadora y también sobre la Guerra del Pacífico.
Mientras en los diarios chilenos y peruanos aparecía ese tipo de artículos históricos conmemorativos, casi en la misma página publicaban noticias sobre la violencia ejercida en aquellos días sobre ciudadanos connacionales en ambos países. En el caso chileno, se informaba sobre el maltrato dirigido a ciudadanos chilenos en Lima, al tiempo que publicaban cables sobre la impresionante fiesta peruano-argentina de septiembre en Pisco. En el caso peruano, una nota del 4 de septiembre daba cuenta de la llegada al Callao de 130 ciudadanos peruanos expulsados de diferentes ciudades de Chile.56
Así, el clima de nacionalismo beligerante por la cuestión del Pacífico no hacía más que aumentar en aquellos días. El 21 de agosto, el ministro chileno debió desmentir nuevamente rumores de movilización de tropas hacia la frontera norte y los ministros de Estado resolvieron adherir al acuerdo de los empleados para donar un día de sueldo en pro de la defensa nacional.57 Asimismo, alcanzaba un gran éxito la suscripción popular pro aviación.58 El 1.° de agosto la comisión naval de este país había recibido de Gran Bretaña el acorazado moderno "Almirante Latorre".59
En Argentina se celebró el centenario de la partida de la Expedición por iniciativa del Centro de Expedicionarios al Desierto. La comisión de homenaje inauguró una placa en el Museo Histórico Nacional, acto en el que participaron también el Círculo Militar, altos jefes militares, delegados de la intendencia municipal y el señor Antonio Dellepiane, director del museo.60 Grupos de escolares entonaron el himno ejecutado por la banda municipal, rodeados de un batallón del Regimiento de Granaderos a Caballo y un piquete del Cuerpo de Bomberos. El conjunto desfiló marcialmente hasta la plaza San Martín en Retiro y rindieron homenaje a las estatuas del Gran Capitán y O'Higgins. El espectáculo patriótico y castrense que incluía escolares disciplinados atravesó una ciudad, de sur a norte, sobre la que todavía estaban frescas las huellas de la Semana Trágica del año anterior.
Si las numerosas notas de los periódicos chilenos elogiaban el protagonismo combinado de argentinos y chilenos en la gesta,61 según el periódico peruano El Comercio, en el acto argentino del 20 hubo vivas al Perú y ninguno a Chile. El coronel Luis R. Coquet, presidente del Centro de Expedicionarios, repitió en su discurso las palabras de San Martín: "Los peruanos son nuestros hermanos, abrazadlos". Detrás de la organización del evento se encontraba el ex expedicionario al desierto, el teniente coronel Antonio Tassi, conocido por su imperecedera militancia a favor de la causa peruana. Al igual que el ingeniero y excombatiente chileno Luis Adán Molina, también en este año Tassi publicó un libro sobre la Guerra del Pacífico.62 El argentino sería invitado de honor por Leguía en los Centenarios de 1921 y 1924.63
Los mensajes argentinos expresados en el acto y difundidos en la prensa de este país subrayaban a la vez tres sentidos de este Centenario. Como acabamos de comprobar, uno aludía a la importancia del vínculo bilateral con Perú. Un segundo mensaje refería al carácter americanista del acontecimiento conmemorado.64 Por último, algunas notas no ocultaban el orgullo nacional argentino en la conducción de la epopeya. Por ejemplo, en La Nación del 20 de agosto se afirmaba:
La Expedición Libertadora al Perú, cuyo centenario se celebra hoy, constituye uno de los acontecimientos más transcendentales de la historia sudamericana [...] los expedicionarios dieron a la Argentina un papel preponderante y directivo en el continente. La Argentina dejó de ser un núcleo aislado en América para transformarse en seguida en nación monitora de la libertad [...] antes de haber resuelto sus propios problemas.65
No obstante, durante los meses de agosto y septiembre de ese año se dio más importancia en Argentina a la realización de otras conmemoraciones. Poco antes, en julio, tuvo especial relevancia la conmemoración en Montevideo y Buenos Aires del Centenario del doctor Juan Carlos Gómez, periodista y político de actuación en Uruguay y Argentina. El 22 de agosto se conmemoró con un importante acto en Plaza Once el aniversario patrio uruguayo (25 de agosto), organizado por la Comisión Nacional de la Juventud y al que acudieron numerosos sectores de la población.66 Sin embargo, al igual que en Chile, la dialéctica nacionalismo-americanismo se activó especialmente por la expectativa reflejada en la sucesión de noticias en prensa brasileña, argentina y chilena con respecto al Campeonato Sudamericano de fútbol.67
En el mes de septiembre cobraron centralidad el aniversario de la batalla de Covadonga organizada por el Círculo Asturiano el día 8 de septiembre,68 el 32° aniversario de la muerte de Sarmiento69 y, con mayor despliegue, el 50° aniversario de la Unificación Italiana, cuya conmemoración por parte de asociaciones italianas en diversas ciudades y pueblos de la Argentina ocupó páginas enteras de los diarios.70 En efecto, el 20 de septiembre italiano tocaba las fibras de la gran población inmigrante y varias asociaciones aliadófilas, no solo italianas, se sumaron a la efeméride. Se rindieron homenajes a los pies de los monumentos de Mazzini, Garibaldi, y también de San Martín y la Pirámide de Mayo. En la fiesta escolar que se preparó en el Teatro Colón para el día 20 habló el delegado del Comité Pro Mutilados Italianos de la Guerra. Por su parte, los italianos y descendientes de italianos en Uruguay incluyeron en el programa de festejos la colocación de la primera piedra para un monumento dedicado a los sesenta italianos radicados en ese país que habían muerto en la guerra.71 La asociación Amigos de Francia y sus Aliados conmemoró a su vez el sexto aniversario de la batalla del Marne en Plaza Francia (Buenos Aires), con gran afluencia de público.
El día 8 de septiembre, en los periódicos argentinos apenas se hizo alusión al centenario del desembarco de la Expedición Libertadora solo para comunicar los grandes festejos en Pisco. El presidente Leguía y la cámara de diputados del Perú enviaron mensajes de felicitaciones al presidente Hipólito Yrigoyen por esta fecha.72 Por su parte, Manuel Carlés, quien devendría al año siguiente presidente de la Liga Patriótica, envió un mensaje de saludo al presidente Leguía en nombre de esta asociación73. Posteriormente, designaron delegado de la liga argentina en Perú al comandante peruano Ricardo Luna, que había sido agregado militar de su país en Buenos Aires. En diciembre de 1920, Carlés dirigió también una comunicación al ministro peruano Velarde consultándole sobre la existencia de asociaciones similares en su país, para "establecer relaciones y poder de esta manera ser eficaces en una acción conjunta que tienda a suprimir la propaganda de ideas disolventes y anárquicas".74 Como golpe espectacular de propaganda, la liga patrocinó al año siguiente los primeros intentos de travesía en aeroplano para unir Buenos Aires y Lima motivados por el centenario peruano.75
Conclusiones
El Centenario de 1920 en Pisco sirvió de ensayo para el centenario de la Independencia al año siguiente en Lima. No le importó al presidente peruano el revés diplomático en la Liga de las Naciones a finales de ese año. Ciertamente, el gobierno de Leguía, iniciado en 1919 por elecciones y refrendado por el golpe del 4 de julio, encontró también en el símbolo San Martín una forma de legitimar su Patria Nueva y darle un carácter refundacional a su administración.
Como he desarrollado en otros trabajos,76 recordemos brevemente que el número principal del centenario de 1921 fue la inauguración del monumento de San Martín y la plaza homónima. La embajada extraordinaria que más cariño despertó en la sociedad limeña -según las notas de prensa- fue la argentina, compuesta por un escuadrón de granaderos a caballo y presidida por monseñor Luis Duprat. En esa escena los hijos se reencontraban con su Padre. Duprat y los granaderos visitaron en 1921 los sitios "sanmartinianos" y, a su paso, las poblaciones de acogida no ahorraron manifestaciones de amistad al actualizar el símbolo San Martín, tanto para conquistar relevancia en el mapa nacional como para extender los lazos de confraternidad internacional con Argentina.
El centenario de la Batalla de Ayacucho en 1924 condujo a Leguía a hacer un uso instrumental de la narrativa bolivariana, tanto para buscar nuevamente aliados internacionales, dar un sello final mediante los agasajos limeños a la firma de tratado de límites con Colombia, como para legitimar, esta vez, su polémica reelección. En ninguno de los centenarios peruanos estuvo invitado Chile. Este país intentó frustrar el centenario de Ayacucho presentando la celebración como un perverso intento peruano de aislar a Chile.77 Por su parte, los peruanos expatriados del régimen intentaron sin éxito boicotear los festejos oficiales. En nota confidencial a cancillería, el señor Chiappe sintetizaba la tensión del momento: "el poder ejecutivo encuentra en cada hombre opositor un conspirador".78 Asimismo, en otra carta de junio de 1921, a raíz del acto de jura anual de la bandera comentaba: "el Presidente no pierde ocasión de hablar de las 'provincias cautivas'".79 La campaña de adquisición de armamentos continuó con intensidad durante los festejos que siguieron al Centenario de 1920.
El centenario de la Expedición Libertadora muestra toda la amplitud de apropiaciones y lecturas posibles al servicio de las identidades locales en su redefinición con el poder central y las apropiaciones nacionales como recurso identitario integrador de inmigrantes y normalizador de la heterogeneidad de memorias regionales. Como festejo transnacional celebrado por tres países, este centenario nos permitió también explorar los modos en que cada gobierno y sociedad nacional utilizó la narrativa histórica y proyectó un relato del pasado. El análisis de las conexiones internaciones nos permite superar los marcos nacionales desde los cuales se han estudiado tradicionalmente los centenarios.
En nuestro examen también hemos comprobado el avance de asociaciones militaristas en las políticas conmemorativas vinculadas con las fechas patrias, especialmente en Chile y Argentina. A su vez, estas asociaciones nacionalistas intentaban mediante el recurso de las efemérides tejer puentes internacionales con países amigos, un aspecto poco transitado por la historiografía dedicada a estas asociaciones.
Esta conmemoración demostró ser un importante instrumento de la diplomacia, más para Perú (como ensayo para el centenario de 1921) que para Chile (centró su diplomacia oficial en la celebración del cuarto centenario del descubrimiento del estrecho de Magallanes) y en mucha menor medida para Argentina (la mayor atención estuvo depositada, por parte del gobierno y las asociaciones, en los cincuenta años de la Unificación italiana y en los vínculos aliadófilos de la inmediata posguerra).
Finalmente, el sentido de este centenario se inscribe en un tablero internacional especialmente agitado por numerosos conflictos fronterizos y de políticas de modernización de las fuerzas armadas -incluida la joven aviación militar- junto con el cada vez más visible protagonismo de asociaciones militaristas con pretensión de internalización. En este marco convivieron el nacionalismo beligerante con los anhelos de paz universal y los impulsos de confraternidad americana.