INTRODUCCIÓN
En el 2009, cuando la población mundial era aproximadamente de 6.841 millones (Banco Mundial 2019), la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO, por sus siglas en inglés) emitió un informe estipulando los pasos necesarios para mantener la seguridad alimentaria de los más de 9.100 millones de habitantes que tendrá el planeta Tierra para el 2050 (FAO 2009). La preocupación más eminente es asegurar la producción de alimentos necesarios para mantener una población que, para ese entonces, se traducirá en una producción anual de carne que alcance 470 millones de toneladas (Tripathi et al. 2019).
La producción anual de carne a nivel mundial para el 2018 fue de aproximadamente 336,4 millones de toneladas (FAO 2019). Esta cantidad implica un costo ambiental alto si se tiene en cuenta que para producir una tonelada de carne se requieren aproximadamente quince mil litros de agua (Bhaskar 2017), es decir, para la cantidad mencionada se requirió el uso de más de 5 billones de litros. Además, la ganadería produce casi un 30% de los gases de efecto invernadero a nivel mundial (Fundación Heinrich Böll 2014).
Por otro lado, en el caso colombiano, donde gran parte del desplazamiento forzado se ha dado por dos tipos de conflictos que confluyen: el agrario y el armado (Sarmiento 2018), la ganadería extensiva está ligada a la gran propiedad y ocupa más del 70% de las tierras con vocación agrícola (Suescún 2013) y, en términos jurídicos, en las sentencias de Justicia y Paz se encontraron menciones que indican la incidencia de este sector económico en dinámicas ya sea de despojo y abandono de tierras o de financiamiento económico, sobre todo en relación con el grupo armado paramilitar (Michalowski et al. 2018).
El efecto de la ganadería también ha propuesto estrategias de producción cárnica como los sistemas silvopastoriles para reducir el impacto socioambiental (Restrepo et al. 2016). No obstante, los académicos también se han propuesto incrementar, visibilizar y fomentar el consumo de insectos para mitigar dichos efectos -prácticas ampliamente utilizadas por comunidades alrededor del mundo- (Meyer-Rochow y Jung 2020; Van Huis 2018). Además, el uso de insectos como fuente de proteína animal también disminuiría la producción de gases de efecto invernadero (Oonincx et al. 2010), el desperdicio de agua y la utilización de tierra arable (Cámara et al. 2018).
Adicionalmente, se ha establecido que la producción y el consumo de productos derivados de insectos puede mejorar el nivel nutricional de más de 805 millones de personas que viven con deficiencias nutricionales en el mundo (Barennes et al. 2015), de las cuales 191 millones de personas viven en América Latina y el Caribe (FAO et al. 2020). Aunque varía con la especie, la mayoría de los insectos ha demostrado tener un alto porcentaje de proteína, de ácidos grasos mono y poliinsaturados, de elementos traza como cobre, hierro, magnesio, manganeso, fósforo, selenio y zinc, así como algunas vitaminas importantes en la nutrición humana (Cámara et al. 2018). Por tanto, Govorushko (2019) apunta a que el consumo de insectos, aparte de ser una alternativa beneficiosa para la salud humana, también lo es para el medio ambiente, además de generar un efecto positivo a nivel socioeconómico.
Los órdenes de insectos más consumidos a nivel mundial son los lepidópteros y coleópteros, seguidos por los himenópteros (abejas, avispas y hormigas) y ortópteros (saltamontes, langostas y grillos) (Cámara et al. 2018). Entre los insectos con mayor potencial de ser consumidos en el mundo, se destacan las seis especies autorizadas actualmente por la Unión Europea para el consumo humano y animal: gusano de la harina (Tenebrio molitor), mosca negra soldado (Hermetia illucens), grillo doméstico (Acheta domesticus), grillo rayado (Gryllodes sigillatus), grillo de campo (Gryllus assimilis) y gusano de la harina menor (Alphitobius diaperinus) (IPIFF 2016). Dadas sus diferentes ventajas productivas, de manejo y nutricionales, en algunos países asiáticos y europeos existen sistemas de producción con diferentes grados de tecnificación para varias especies de grillos como Acheta domesticus, Gryllodes sigillatus, Gryllus bimaculatus y Gryllus assimilis, siendo el grillo doméstico tropical (Gryllodes sigillatus) una especie que se ha empezado a estudiar en Colombia para su cría (Cruz y Arévalo 2021). 1. Por su potencial productivo, dada su alta prolificidad y fácil manejo productivo (Orinda et al. 2021); 2. su alto valor nutricional (Dion-Poulin 2020; Zielinska et al. 2021 y 2015); 3. sus propiedades bioactivas, alergénicas, hipolipidémicas y antimicrobianas (Hall 2020; Malm y Liceaga 2021); y 4. Su potencial de ampliar mercados a través de la creación de emprendimientos en el país (Díaz 2019).
En este sentido, la literatura recolectada a través de ScienceDirect, ResearchGate, Lens y Google académico se presenta con el objetivo de dar a conocer los aspectos asociados al aprovechamiento y producción de la especie G. sigillatus como posible alimento en Colombia. Por este motivo, se presentarán las características de la especie y su forma de producción, el valor nutricional, los aspectos ambientales y socioeconómicos que podría traer a poblaciones vulnerables y las pautas internacionales y nacionales a nivel legislativo.
CARACTERÍSTICAS GENERALES DE LA ESPECIE GRYLLODES SIGILLATUS
El Gryllodes sigillatus es conocido como grillo rayado, grillo bandeado o grillo doméstico tropical. Es de la clase insecta, orden Orthoptera, familia Gryllidae y género gryllodes. Esta especie es considerada cosmopolita, dado que está distribuida en la mayor parte del mundo (Smith y Thomas 1988; Walker 1999). Al ser del orden Orthoptera puede habitar en diversos medios como cordilleras, sabanas, selvas tropicales, estepas, etc. (Comisión Nacional del Ministerio del Medio Ambiente 2008). Al estar clasificados en el suborden Ensifera y la familia Gryllidae, se alimentan de tallos, follaje y raíces de plántulas, como las de los cultivos de maíz y arroz, entre otros (Zumbado y Azofeifa 2018), así como de otros insectos (Gillot 2005), por lo que son catalogados como omnívoros.
Esta especie cuenta con un tamaño de 18 a 22 mm y 230 mg en promedio en estado adulto (Ivy y Sakaluk 2005; Okada et al. 2011). Es de color claro, pardo dorado y con dos líneas transversales oscuras que cruzan su tórax y abdomen, el espacio entre las antenas es estrecho (aproximadamente el ancho del segmento basal de cualquiera de las antenas), y hay una sola banda transversal oscura entre los ojos. Asimismo, mientras que los machos tienen alas que solo cubren la mitad del abdomen, las hembras tienen alas reducidas (figura 1).
En cuanto a sus aspectos reproductivos, esta especie presenta dimorfismo sexual, es decir, los machos se diferencian morfológicamente de las hembras. Las hembras son fonéticamente atraídas a los machos en la noche y montan a los machos, quienes transfieren un espermatóforo, que se adhiere a la genitalia de la hembra. La oviposición se genera al día siguiente de la cópula y los huevos emergen a los 13 días a una temperatura de 30 °C. Dependiendo de la temperatura, el desarrollo de huevo a adulto toma de 2 a 3 meses aproximadamente (Ivy y Sakaluk 2005).
En Colombia, está ampliamente distribuida desde los 0 a 1900 msnm, mostrando una preferencia por temperaturas templadas a cálidas (25 a 31 °C). Suele encontrarse en bosques, vegetación secundaria y áreas aledañas a casas de zonas rurales. Hasta el momento ha sido reportado en los departamentos del Huila (municipio de Yaguara), Cundinamarca (municipios de Arbeláez, La Mesa y Tocaima), Meta (municipios de Puerto Gaitán y Puerto López), Bolívar (Cartagena), Magdalena (municipio de Santa Ana), Caldas (municipio de La Dorada), Tolima (municipios de Chaparral, Albalema y Cambao) y Atlántico (Barranquilla) (Cadena-Castañeda 2011).
PRODUCCIÓN DE LA ESPECIE GRYLLODES SIGILLATUS
La cría de grillos para consumo humano se ha llevado a cabo tanto en países tropicales como subtropicales (Dossey et al. 2016) Asimismo, un gran número de especies de grillos son cultivados en países tropicales asiáticos como Tailandia, Laos, Myanmar y Taiwán, se cultiva el grillo de casa Acheta testacea, el grillo de campo Gryllus bimaculatus, el grillo gigante de Taiwán Brachytrupes portentosus y en menor proporción los grillos Gryllus assimilis y Gryllodes sigillatus (Govorushko 2019). En cambio, en países americanos la producción se centra principalmente en Acheta domesticus, Gryllodes sigillatus y en los últimos años, Gryllus assimilis.
Las tecnologías de producción de grillos se describen en publicaciones como las de Cortes et al. (2016), Dossey et al. (2016), Hanboonsong y Durst (2020) y Orinda et al. (2021), donde explican los diferentes métodos de cultivo. Por ejemplo, la producción de Acheta domesticus, Gryllodes sigillatus, Gryllus bimaculatus y Gryllus assimilis se realiza en corrales rectangulares, generalmente de 1,2 a 3,0 m de ancho, de 2,4 a 5,0 m de longitud y con paredes de 0,6 m de altura. Estos contenedores se rellenan con cartones de huevos o divisores de embalaje para aumentar el área de superficie y proporcionar refugio a los individuos. Los contenedores de cría pueden estar hechos de diferentes materiales como cemento, ladrillo, barro, madera, cartón, metal, polietileno de alta densidad o fibra de vidrio, con superficies preferiblemente lisas para evitar fugas. En un contenedor de 1,5 m x 1,5 m x 0,6 m de alto, se puede producir aproximadamente 10 kg de grillos en peso fresco. En un ambiente controlado con temperaturas entre 28° y 32 °C con una humedad relativa del 40% al 70%, siendo los rangos ideales para la producción y alimentando los grillos con residuos vegetales y concentrados de animales domésticos, entre estos, concentrados de pollo de levante de 22% de proteína. Asimismo, se debe suministrar agua con diferentes mecanismos como sistemas comerciales de riego de pollos, mangueras, tubos de pvc o botellas plásticas modificadas con esponjas para evitar ahogamientos limpiando los contenedores, utensilios, bebederos y comederos constantemente para evitar la proliferación de hongos y bacterias, lo que garantiza la salud e inocuidad de los individuos (Cruz y Arévalo 2021).
CARACTERÍSTICAS NUTRICIONALES DE LA ESPECIE GRYLLODES SIGILLATUS
Para el éxito de esta industria alimentaria, es necesaria la investigación de las propiedades funcionales y nutricionales como ingrediente alimenticio, desde un punto de vista de la ciencia y tecnología de alimentos. Estudios como los de Zielinska et al. (2015; 2021), Dion-Poulin et al. (2020) y Ribeiro et al. (2019) describen la composición nutricional en seco del Gryllodes sigillatus (tabla 1).
El nivel de proteína en seco varía entre 55% y 71%. Este nutriente se caracteriza por tener la mayoría de los aminoácidos esenciales, entre estos leucina, lisina, metionina, treonina y valina, con niveles iguales o superiores a los establecidos por la OMS/FAO y ONU (tabla 2). Se ha encontrado que los péptidos de G. sigi-llatus inhiben las actividades de la enzima convertidora de angiotensina, dipeptidil peptidasa-4, a-amilasa y a-glucosidasa, con efecto antihipertensivo y antiglu-cémico. También se reduce eficazmente la producción de NF-KB (factor nuclear potenciador de las cadenas ligeras kappa de las células B activadas), MCP-1 (Proteína quimioatrayente de monocitos 1) y IL-6 (glicoproteína Interleucina-6) en las células con un efecto antiinflamatorio (Hall 2020).
Los lípidos de los insectos pueden contribuir a la nutrición humana al suministrar energía y ácidos grasos esenciales (Wu et al. 2014). En este sentido, las grasas entre un 14% y 23% representan el segundo nutriente en la composición de la harina de grillo, siendo rica en ácidos grasos monoinsaturados, los cuales tienen beneficios en la prevención de enfermedades cardiovasculares (Ramos-Elorduy 2008) con un alto nivel de ácidos grasos poliinsaturados omega 3 y omega 6, los cuales ayudan en la reducción del colesterol total (Fontaneto et al. 2011). De igual manera el Gryllodes sigillatus presenta varios micronutrientes como cobre, hierro, magnesio, calcio, fósforo y zinc (Zieliñska et al. 2015) en cantidades adecuadas para el consumo humano (tabla 3).
* (Centro de micronutrientes del Instituto Linus Pauling http://lpi.oregonstate.edu/infocenter);
** (FAO, 2004)
Fuente: elaboración propia.
Adicionalmente, la especie no representa ningún peligro para el consumo, ya que no se encuentran bacterias tales como Salmonella sp, Listeria monocytogenes, estafilococos coagulasa positivos ni Bacillus cereusse, al ser los insectos procesados con tratamientos térmicos como la liofilización o el secado en horno, lo que garantiza la inocuidad del producto y permite una vida útil hasta de 6 meses sin aditivos o conservantes (Vandeweyer et al. 2018).
ASPECTOS AMBIENTALES Y SOCIOECONÓMICOS
El aumento en la demanda de alimentos requiere nuevas alternativas para la producción de proteína de calidad para abastecer a la población mundial, con un bajo impacto ambiental, prácticas de producción sostenible, de fácil acceso y replicabilidad (FAO 2009). En términos ambientales, la cría de grillos de las especies anteriormente mencionadas en este texto ha sido estudiada y evaluada, demostrando un menor potencial de impacto sobre el calentamiento global como producto para la alimentación humana (Halloran et al. 2017; Halloran et al. 2018).
Entre las ventajas de la producción de grillos se encuentran: las bajas emisiones de gases de efecto invernadero (Dunkel y Payne 2016), bajo potencial de acidificación de los suelos, menor contaminación en los cuerpos de agua y eutrofización terrestre (Halloran et al. 2017), destacando por un menor uso de la tierra (Stehfest et al. 2009) y una conversión alimenticia más eficiente, la cual es explicada como la cantidad de alimento necesaria para producir 1 kg de proteína animal, como la proteína de la carne o la leche con una relación de 7:1, es decir, se requieren 7 kg de alimento para producir 1 kg de leche o de carne (Nadathur et al. 2017), seguido de la carne del cerdo con una relación 5;1 kg y el pollo con 2,7; 1 kg (Smil, 2002). Por el contrario, los grillos requieren 1,7 kg de alimento para producir 1 kg de peso corporal (Hanboonsong et al. 2013). Esto significa que los grillos son casi el doble de eficientes que los pollos para convertir el alimento en biomasa, al menos tres veces más eficientes que los cerdos y cuatro veces más eficientes que el ganado.
Teniendo en cuenta los impactos ambientales que se han medido de la cría de grillos y otros insectos hasta el momento (Halloran et al. 2018), llama la atención incorporar esta área de producción a las agendas sociales y ambientales de cada gobierno, dado el impacto positivo que este tipo de producciones puede traer a las comunidades rurales de Colombia, como es el caso de Insectos por la Paz (Barragán-Fonseca et al. 2020) o empezar a promover su cría y uso de derivados como la harina de grillo G. sigillatus en las dietas (Vernot 2021).
De esta forma, pensar en emprendimien-tos que tengan como fin la cría de grillos en Colombia puede ser una alternativa de producción para el campo del país y que, al mismo tiempo, mejore la vida de agricultores y sus medios materiales, como lo han planteado Halloran et al. (2017 y 2016). Por ejemplo, ya se ha notado que, en las zonas rurales de los países en desarrollo, el consumo y el comercio de insectos comestibles, especialmente la venta ambulante, contribuye al empoderamiento socioeconómico, sobre todo de mujeres rurales (Roos y van Huis 2017), aspectos que también favorecen las metas establecidas en los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de la ONU, entre estos: 1. Fin de la pobreza; 2. Hambre cero; 5. Igualdad de género; 8. Trabajo decente y crecimiento económico; 12. Producción y consumo responsable; y 13. Acción por el clima.
Por último, en términos de la ingesta de grillos en Colombia, no existe aún una cultura donde este sea valorado como alimento humano. Sin embargo, en el municipio de La Mesa, Cundinamarca, donde se presentó el grillo G. sigillatus como una alternativa de producción en el campo no solo para mitigar los efectos del cambio climático, sino también como una opción para mejorar la seguridad alimentaria y los ingresos de mujeres rurales en condición de vulnerabilidad, hubo un cambio en la percepción de esta especie a través de talleres de empoderamiento y emprendimiento y el diseño de platos en la cocina utilizando harina de grillo como parte de los ingredientes (Vernot 2021).
SITUACIÓN ACTUAL EN LA LEGISLACIÓN Y COMERCIALIZACIÓN DE INSECTOS
Los insectos son probablemente una de las alternativas de fuente de proteína más antiguas que existe en el mundo. La entomofagia es una práctica milenaria desde los tiempos de los primeros homínidos y actualmente se practica en países del Este, África y en algunos países de América Latina, con más de dos mil especies clasificadas como comestibles (Jongema 2017). La mayoría de las personas del Occidente aún no contempla los insectos en sus hábitos alimenticios, sino que los relacionan con un comportamiento primitivo y desagradable (Lensvelt y Steenbekkers 2014; Woolf et al. 2019). En la última década, se ha impulsado el consumo de insectos procesados como una alternativa para mejorar la aceptación de los consumidores (Hartmann y Siegrist 2016; Piha et al. 2018). Asimismo, esto ha impulsado significativamente la producción de insectos, en especial en Norte América, Europa y África, debido a sus ventajas como alimento humano y animal (Dicke 2017). Para 2019, el tamaño del mercado de insectos comestibles superó los 112 millones de dólares a nivel mundial y se estima que crecerá a más del 47% de CAGR (Compound Annual Growth Rate) entre 2019 y 2026, con un valor de proyección aproximado de 710 mil millones de dólares para 2026 (Ahuja y Mamtani 2020).
Para entender la situación legislativa, se presenta un análisis comparativo de las leyes existentes en diferentes países. Uno de los ejemplos más significativos ocurrió en 2018, cuando la Comisión Europea emitió el Reglamento n.° 2015/2283, donde se catalogaron los insectos como "nuevo alimento" y se estableció el procedimiento a seguir para su inclusión en la dieta humana. Este reglamento está soportado en informes como el de la EFSA (European Food Safety Authority) y la IPIFF (International Platform of Insects for Food and Feed), en el que se valoran los riesgos asociados a la producción y el consumo de insectos en la alimentación humana y animal, como también brinda recomendaciones de buenas prácticas de higiene para los productores de insectos y, de esta forma, garantizar una fuente alimenticia segura.
En el caso de Estados Unidos, la Administración Federal de Alimentos y Medicamentos (FDA por sus siglas en inglés) protege y promueve la salud de humanos y animales en todos los Estados al supervisar la mayor parte del suministro de alimentos, hacer cumplir las regulaciones que le compete; inspeccionar las instalaciones de fabricación y procesamiento para verificar las buenas prácticas de manufactura, establecer lineamientos y trabajar de la mano con las agencias locales de Seguridad Alimentaria (Keenan et al. 2015). Sin embargo, las regulaciones de la FDA no han establecido pautas claras para la producción y el uso de insectos para la alimentación humana y animal, por lo que los negocios de producción y distribución de estos animales se han ralentizado (Lahteenmaki-Uutela et al. 2017).
Al ser considerados los insectos como "alimentos novedosos" (novel foods), la FDA ha determinado que las regulaciones establecidas para los alimentos convencionales deben extenderse a estos animales. No obstante, hay una contradicción con las regulaciones establecidas por la misma agencia, donde los insectos son considerados aditivos alimentarios que afectan las características de cualquier alimento y, por tanto, su comercialización debe ser revisada y aprobada primero, a menos que su uso esté catalogado como "generalmente considerado como seguro" (Generally Regarded As Safe-GRAS). En cualquier caso, todos los productos de insectos deben estar etiquetados con su nombre científico y común. (Lahteenmaki-Uutela et al. 2017).
En Canadá, los insectos para consumo humano y animal también son considerados como alimentos novedosos y su producción y comercialización está administrada por el Ministerio de Sanidad de Canadá bajo la Ley de Alimentos y Medicamentos (Lahteenmaki-Utela et al. 2017). Este tipo de alimentos, antes de ser comercializados, requiere una notificación de premercado, lo que quiere decir que deben pasar una evaluación de seguridad y adecuación nutricional antes de ser comercializados en el país a través de la Regulación 870 de Alimentos y Medicamentos. Igualmente, la Agencia Canadiense de Inspección de Alimentos (CFIA) permite cuatro fragmentos de insectos y 25 ácaros muertos por cada 225 gramos de productos de queso. Lo que ayuda a los actores de la industria a introducir insectos comestibles transformados y, de este modo, impulsar el crecimiento del mercado local y global (Ahuja y Mantami 2020).
Por otro lado, en México, donde existe una larga tradición de obtención, preservación y obtención de insectos, el cultivo de estos es ínfimo (Ramos-Elorduy y Viejo 2007). Hasta el momento, la empresa Aspire Food Group, en conjunto con la Universidad Tecnológica de los Valles Centrales de Oaxaca, ha capacitado a estudiantes en la recolección de chapulines (Sphenarium purpurascens) para desarrollar técnicas de cultivo a futuro (Kluk 2016). De este modo, todavía no existe una regulación para su producción y comercialización (Lahteenmaki-Uutela et al. 2017).
Actualmente, en Colombia tampoco existe una legislación clara que aborde la producción y comercialización de insectos como alimento animal y/o humano. Sin embargo, mediante la expedición de licencias ambientales para la implementación de sistemas de zoocría otorgadas por las Corporaciones Autónomas Regionales (CAR), se permite la producción de insectos en general, teniendo en cuenta el impacto ambiental que esta pueda representar. De esta manera, la ley 611 de 2000 regula el aprovechamiento de la fauna silvestre y acuática de forma sostenible y, por otro, la resolución 1317 de 2000 "establece los criterios para el otorgamiento de la licencia de fines de fomento y para el establecimiento de zoocriaderos". No obstante, estas regulaciones no incluyen parámetros para el manejo ni cría de insectos.
En el territorio colombiano, el consumo de insectos en algunas regiones es tradicional y su obtención y formas de preparación o transformación no entran en estas regulaciones. Especialmente, esto ocurre en dos departamentos: Santander y Amazonas. En el primero, se consume y comercializa la especie conocida como hormiga culona (Alta laevigata), y en el último, el mojojoy (larva del escarabajo Rhynchophorus palmarum) y la hormiga arriera (Altasp.) (Cartay 2018; Ministerio de Cultura 2015).
Desde el punto de vista comercial, en el país han surgido emprendimientos que se enfocan en la producción de insectos para la alimentación animal como EntoPro (Ayala 2021) y, en el caso de la alimentación humana, ArthroFood. Este último emprendimiento se ha enfocado en estudiar la producción y su transformación del grillo doméstico tropical en harina, ya que este producto ha sido aceptado ante la sala especializada de alimentos y bebidas del Invima en el acta 13 de 2018 para la elaboración de postres, panadería y otras innovaciones gastronómicas.
El aumento en investigaciones en Colombia en torno al uso de insectos para la alimentación humana y animal, al igual que la apertura de empresas con este fin, propone reflexionar sobre legislaciones más acordes con el desarrollo productivo, comercial e investigativo de la especie insecta. De esta forma, se deben establecer procedimientos específicos que garanticen el desarrollo económico de los actores del sector (productores y transformadores), así como asegurar la inocuidad y calidad de estos productos para el consumidor a partir de las buenas prácticas de manufactura (BPM) y el análisis de puntos críticos de control (HACCP) en esta industria (IPIFF 2020). Es importante mencionar que estas legislaciones deben ir acompañadas de programas de comunicación que incentiven la ingesta de estos insectos, ya que, como apuntan Simon et al. (2006), el consumo de un alimento está asociado a la familiaridad y exposición a este, de tal manera que las campañas y el acercamiento al uso de insectos en las dietas humanas pueda aumentar su aceptabilidad.
CONCLUSIONES
La harina de la especie G. Sigillatus contiene un alto nivel de proteína (Dion-Poulin et al. 2020; Ribeiro et al. 2019; Zieliñska et al. 2021 y 2015) y sus lípidos suministran energía y ácidos grasos esenciales, lo que contribuye a las metas propuestas en el ODS de cero hambre, aunque esto debe ir acompañado de programas de comunicación para que su aceptabilidad crezca en lugares donde todavía su consumo propone un reto, así como la innovación en el procesamiento e inclusión en alimentos.
Aunque en el país algunas empresas han avanzado en formalizar la producción, transformación y venta de Gryllodes sigillatus, urge avanzar en este tipo de investigaciones para informar mejor su aprovechamiento in situ, producción en cautiverio y comercialización y, así, complementar la poca información existente relacionada con su inocuidad, producción a mayor escala, transformación y valor nutricional.
De esta forma, las investigaciones futuras deben enfocarse en el manejo sistemático del valor nutricional de esta especie y de otros insectos, sobre todo aquellos que tienen el potencial de convertirse en alimento humano y animal. Explorar estas oportunidades permitirá avanzar en metodologías claras de producción, procesamiento almacenamiento y transformación, por un lado, para seguir desarrollando la regulación de producción y comercialización de insectos en el país y, por otro, como ya se ha mencionado, para continuar favoreciendo aspectos ambientales y socioeconómicos. Seguir avanzando y desarrollando el aprovechamiento, la producción, la transformación y la comercialización de insectos con fines de alimentación como sistemas alternativos de producción animal es de suma importancia para desarrollar en Colombia este renglón económico agropecuario que ya es prioritario en países de la Unión Europea, Norteamérica y Asia. Alcanzar este cometido requiere de la cooperación entre disciplinas de ciencias técnicas (multidisciplinariedad), ciencias sociales (interdisciplinariedad) y entre científicos y partes interesadas no académicas (transdisciplinariedad), en particular la cooperación entre el sector público, académico y privado.