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Forma y Función

Print version ISSN 0120-338X

Forma funcion, Santaf, de Bogot, D.C.  no.20 Bogotá Jan./Dec. 2007

 

Acotaciones para una interdisciplina:
análisis cultural del discurso
Quinn, N. (2005) (ed). Finding culture in talk: a collection of
methods. En Culture, Mind and Society, Book Series of
the Society for Psychological Anthropology. Macmillan: Palgrave.*

 

Neyla Graciela Pardo Abril

Universidad Nacional de Colombia
ngpardoa@unal.edu.co


La reciente aparición del libro Finding Culture in Talk: A Collection of Methods, motiva su presentación en español, por cuanto su contribución a los estudios del discurso nutre las grandes discusiones en torno a los métodos de investigación que se están desarrollando. El texto, cuyos planteamientos se han integrado en otros trabajos sobre análisis crítico del discurso (Pardo, 2005; Pardo, en prensa), gracias al generoso acceso dado por su editora Naomi Quinn al borrador, se convierte en una herramienta fundamental cuando de estudiar la cultura y el discurso en conjunto se trata.

En este libro, el analista del discurso dispone de un conjunto de categorías y procedimientos que, anclados en la indagación de fenómenos concretos, garantizan a neófitos e investigadores expertos modelos para la construcción de sus propias estrategias y recursos de investigación, en consonancia con las perspectivas teóricas, las afinidades metodológicas y los rasgos del objeto a estudiar. De la lectura del texto completo, pues esta reseña no lo suple, se perfila el panorama que en materia de estudios del discurso se está proyectando para las nuevas generaciones de investigadores sociales que se preocupan por la comprensión de la cultura, del discurso y de sus relaciones.

Modelos culturales: categoría conceptual para el estudio cultural del discurso

Todo escenario de exploración y construcción de conocimiento sobre el mundo y el ser humano tiene como puntos mínimos de anclaje una pregunta por el objeto de estudio y una por la forma como puede llegarse a conocer dicho objeto. Naomi Quinn (2005) en Finding Culture in Talk: A Collection of Methods compila un conjunto de artículos que, de una parte, proponen nuevas metodologías para la investigación de los modelos culturales y, de otra, ilustran acerca del estado del arte con respecto a los mismos. La pretensión final es responder a la pregunta por cómo encontrar la cultura en el discurso. Desde el objetivo central queda claro que el discurso se entiende como un recurso que, con el apoyo de ciertas técnicas de análisis, permite llegar a formular saberes y formas de comprender la cultura, delimitándose así una conceptualización de los análisis discursivos como metodología. Sin embargo, en los diversos apartados se ilustra, no sólo el papel de herramienta que cumplen las unidades discursivas y su respectiva reflexión lingüística, sino que se va decantando la manera como la cultura determina los discursos y, en consecuencia, el discurso se constituye en el lugar privilegiado de existencia y transformación de la cultura. De esta manera se da un paso en la elaboración de un puente interdisciplinar entre la antropología, la lingüística y los estudios del discurso, que bien ha tendido a estimarse como Análisis Cultural del Discurso (Pardo, en prensa). De esta forma, a la triada propuesta por Van Dijk: discurso, cognición y sociedad se le estaría enriqueciendo con el componente cultural, que desde la antropología se liga a lo social pero no se agota allí.

Por Análisis Cultural del Discurso puede entenderse el proyecto analítico en el que se aspira a dar cuenta del saber que da unidad social a un colectivo y le permite entenderse en forma implícita, así como de la forma como es socialmente elaborado. En esta perspectiva, se interesa por la explicación del modo como se construye realidad desde el discurso y se concreta la acción social. Los fundamentos de esta manera de abordar la cultura y el discurso pueden encontrarse en los trabajos de Bradd Shore, Naomi Quinn, Dorothy Holland, Claudia Strauss y Roy D’Andrade, entre otros. Sin embargo, estos autores han centrado su preocupación en lo cultural, empleando el discurso como método y no como objeto de la cultura en sí mismo.

Naomi Quinn presenta de forma sistemática los diversos tópicos en relación con los modelos culturales que son abordados a lo largo del texto. Se retoman elementos de la antropología cognoscitiva que han orientado el quehacer científico en torno a la comprensión del significado, el habla, el comportamiento y el conocimiento, con la pretensión de dar cuenta de los modelos culturales.

La editora parte del interrogante: ¿cómo están organizados los sistemas de significado? En últimas, indaga por el significado de los modelos culturales, a la vez que recoge la caracterización de la cultura que sirve como plan de trabajo a lo largo del texto. Se dice, entonces, que la cultura y, por ende, los modelos culturales presentan las siguientes características: sistematicidad del conocimiento cultural, diferenciación entre culturas mediante aspectos fundamentales, capacidad de adaptación a un conocimiento cultural cambiante y posibilidad de generación de cultura. Aun cuando se recuerda que dichas características han sido abordadas por antropólogos cognitivos, se resalta el hecho de asistir actualmente a replanteamientos originados en parte por la aproximación a lo cultural desde las ciencias cognitivas.

En relación con la sistematicidad del conocimiento, Quinn destaca los intentos reiterados por responder a la pregunta acerca del conocimiento necesario para comportarse como miembro de una sociedad particular. Las respuestas comienzan por caracterizar el conocimiento como factor compartido entre los miembros de una sociedad, que puede ser propuesta por ellos mismos. Adicionalmente se declara que el conocimiento influye en la comprensión del mundo y en la manera de comportarse en éste, lo cual es compatible con la tradición de los estudios en inteligencia artificial, en los que antes que solucionar los problemas de la traducción asistida por máquinas se ha impuesto la necesidad de saber qué otros elementos, además del habla, permiten la comprensión del lenguaje verbal.

Uno de los elementos que se pensó influía en la comprensión del habla eran las creencias culturales, aun cuando las investigaciones han llevado a reducir la tradición determinista de su efecto sobre la acción de los individuos, así como su identificación con las circunstancias político-económicas en las que se producen. Sin embargo, de allí surgieron diversos modelos: modelos para el habla, modelos usados para hablar, modelos representacionales y modelos operacionales que establecen dicotomías entre la forma como se hacen las cosas y la forma como son construidas discursivamente. Frente a estas perspectivas, Quinn señala la imposibilidad de traducción de los modelos en comportamiento, debido a que la influencia de los modelos culturales sobre el comportamiento está dada en términos de limitación o moldeamiento de la acción en sociedad. Tal influencia puede ser ejercida a través de interpretaciones e inferencias sobre la experiencia, capaces de definir metas para la acción de los individuos.

A partir de las anteriores reflexiones se ubica el habla como una acción, que como tal tiene efectos sociales. Dichos efectos se basan en su capacidad para producir niveles motivacionales a través de mecanismos de autoridad y persuasión. Desde este punto de vista, el Análisis Cultural del Discurso comparte los principios de la pragmática y, en particular, la teoría de los actos de habla elaborada por Austin (1962). El funcionamiento de tales mecanismos liga los modelos culturales, el conocimiento experto y la sabiduría cultural para lo cual se permite el uso de lo típico, lo normal, lo históricamente conservado y las opiniones de expertos como elementos que dan al modelo cultural el carácter de legítimo, obligatorio o necesario.

Para Quinn, la legitimidad, la obligatoriedad o la necesidad de los modelos culturales da cuenta de la manera como el conocimiento para actuar conforme a la sociedad es internamente incoherente, y contrario a la tematicidad o sistemacidad aparente de la cultura. Lo que explica dicha inconsistencia son los esquemas basados en la experiencia, que son articulados, multifuncionales y jerárquicos, en donde los esquemas de niveles bajos pueden ser reclutados por esquemas de niveles mayores. Los modelos culturales se apoyan en esquemas que permiten estructurar el conocimiento cultural necesario para convertirse en lo que la gente ve y a través de los cuales se ve.

El planteamiento anterior cumple una de las características de la cultura, la que resalta el papel cambiante y adaptable del conocimiento cultural, al tiempo que se plantea un problema metodológico para su investigación: la forma como se organiza el conocimiento mediante esquemas no puede verse explícitamente. Este problema no fue resuelto con las metodologías investigativas que utilizaban similitudes semánticas porque no pasaban de mostrar la organización léxica, de manera que surge la necesidad de considerar métodos como la interpretación de las intuiciones del hablante y el análisis discursivo, que reconozcan el carácter de propagador de la cultura que tienen los sujetos y el modo en que sus explicaciones dan cuenta de modelos subyacentes.

Las propuestas para la forma de organización del conocimiento han sido muy variadas: como guiones o secuencias estandarizadas de eventos, cuyo principal inconveniente es su secuencialidad; como sistema de creencias culturales estructuradas en ideologías, lo cual es difuso y ambiguo; como prototipos o esquemas de proposiciones e imágenes, en los cuales los esquemas de imágenes parecen dar cuenta de la comprensión de lo cotidiano y los esquemas proposicionales del conocimiento racionalmente elaborado. De esta última propuesta surge la posibilidad de tomar la metáfora y la metonimia como recursos lingüísticos que permiten ver los modelos culturales subyacentes. La metáfora se asemeja a la utilización de esquemas de imágenes y la metonimia deja entrever la forma de operar a partir de elementos del modelo, dándole un carácter flexible al modelo cultural que lo hace económico en términos organizativos.

Reflexiones metodológicas para el descubrimiento de modelos culturales

En la metodología que Quinn empleó para construir esquemas, se ponen en evidencia sus reflexiones alrededor de los modelos culturales, a partir de las cuales pudo darse cuenta de que la mejor manera de analizar el discurso era el abordaje de las metáforas del mismo. En su ilustración, Quinn reporta la realización de un conjunto de entrevistas en las cuales las personas podían hablar libremente sobre el matrimonio y en las que la participación del entrevistador se limitaba a encausar el diálogo cuando éste se alejaba mucho del tema en cuestión.

El análisis del discurso a través de la comprensión de las metáforas llevó a establecer categorías o esquemas que subyacen al modelo cultural del matrimonio, tales como: el compromiso, el destino, la compatibilidad, la dificultad, el esfuerzo, el éxito y el riesgo. Dichos esquemas forman parte de nociones más complejas tales como la ideología norteamericana de éxito y los cánones para alcanzarlo (dentro de los cuales está el matrimonio). Los resultados obtenidos mediante el análisis y la categorización de las metáforas ofrecen como fruto la riqueza en nuevas metodologías, así como las limitaciones por los sesgos que se puedan dar en la mirada. Este último punto, a propósito del señalamiento por parte de Quinn de su desconocimiento del amor como uno de los elementos ligados con el matrimonio, que sólo en investigaciones posteriores con los mismos datos pudo observar.

D’Andrade, por su parte, hace una presentación de los métodos para el estudio de las estructuras culturales cognitivas. En primer lugar, señala que la estructura cognitiva puede verse como simple y general o como compleja, destacando que la primera se configura como un esquema genérico y económico para el recuerdo y la segunda se convierte en una teoría sobre la cultura. En segundo lugar, el autor emprende una clasificación funcional de los métodos empleados para la investigación sobre estructuras cognitivas.

En términos generales, los métodos de investigación son clasificados como de descubrimiento y de verificación. Los métodos de descubrimiento recurren a estrategias como la observación de los hechos y la analogía de los fenómenos con eventos conocidos y se caracterizan por atender a dominios específicos y demandan discernimiento y clasificación como pasos necesarios. Los métodos de verificación son más populares y están ligados con el procedimiento científico tradicional. Estos métodos tienen como finalidad la búsqueda de certeza sobre los fenómenos observados y requieren del planteamiento de hipótesis y del diseño de procedimientos de verificación tales como el experimento. La principal característica es la demostración, por lo cual se busca reunir el mayor número de evidencia que apoye la presunción de investigación y al tiempo refute las hipótesis alternas. Ambos caminos han sido empleados en la investigación de modelos culturales, aun cuando es más sencillo probar teorías que generar contextos de descubrimiento. El autor resalta las dificultades para verificar la existencia de modelos culturales con las herramientas disponibles.

Una vez exhibido el panorama, D’Andrade propone la técnica de recolección de información conocida como entrevista, como un mecanismo apropiado para generar contextos de descubrimiento y que, cautelosamente manejado, permite verificar la existencia de los modelos culturales. Señala la necesidad de prescindir de mecanismos directivos y completamente estructurados porque pueden inducir las respuestas. Por el contrario, recomienda una estricta preparación, en la cual se calibren las preguntas y se sometan a prueba las habilidades sociales necesarias para la facilitación y producción verbal de las personas que harán la entrevista. Con ello se puede redundar en una amena conversación con quienes participan de la investigación, al tiempo que se reduce la deseabilidad social. Dichas preguntas deben tener clara la información que buscan recoger sin enfrentar de forma directa al participante al cuestionamiento de interés investigativo.

Una vez transcrita la información recogida mediante las entrevistas deben formularse proposiciones simples. Este proceso de discernimiento implica el análisis de la frecuencia de las palabras y la organización de éstas para la conformación de esquemas. Dicho análisis debe ser meticuloso y valorar la frecuencia de la palabra como un indicador de su contribución con el modelo cognitivo, por lo que debe incluir las palabras altamente repetidas en las proposiciones simples, para que cuando se comience a agrupar las proposiciones sea factible explicar las relaciones entre los objetos de los que habla cada una de estas.

A diferencia de lo que se cree, es la estructura del modelo la que se metaforiza de varias maneras, por ello son las palabras repetidas y no las metáforas las que estructuran el modelo. D’Andrade señala, además, las bondades de su metodología en relación con el tamaño de la muestra, según el autor una muestra de 10 a 30 participantes es suficiente para generalizar el modelo cultural encontrado, en tanto existe una alta concordancia social que ostenta y garantiza la existencia de un modelo.

Puede aceptarse lo que D’Andrade propone a nivel metodológico, pero también es importante considerar otras posturas procedimentales en las que el lenguaje natural supera la conversación espontánea o la entrevista para recuperar los discursos públicos institucionalizados como los que se generan en los medios masivos de comunicación. Independiente del método de recolección de la información que se emplee, no debe descartarse el uso de las técnicas de análisis de datos textuales por la riqueza informativa que proporcionan y el soporte teórico-matemático que tienen, lo cual no significa una adherencia al carácter de verdad que históricamente pesa sobre las técnicas matemáticas de análisis, sino una apuesta por sacar el mayor provecho de un corpus para la generación de conocimiento. En este sentido, la identificación y generalización de modelos culturales depende más que de la muestra y del tamaño del corpus de la manera como se organizan las unidades semánticas y se estructura el significado en el discurso.

Las narrativas en la constitución de la cultura

Holly Mathews describe un proceso a través del cual se pueden delimitar los modelos culturales de género, para lo cual propone como ejemplo analítico el estudio de la leyenda “La Llorona”. Con una muestra de 30 hombres y 30 mujeres de México, introduce a la comprensión de tres procedimientos: la gramática narrativa, el conjunto de funciones y sub-acciones
y los modelos de mediación.

La gramática narrativa se deriva de la gramática generativa transformacional y facilita la identificación de unidades significantes, para lo cual se realiza un rastreo de los componentes y las secuencias fijas, así como el reconocimiento de la variabilidad en la clasificación de los elementos. Se parte del estudio de las diferencias entre los fonemas para concluir con el análisis de unidades más grandes capaces de representar movimientos importantes en el curso de la narración. Este método permite formular la estructura y secuencia de cada narración y hacer explícitas las diferencias entre distintas versiones de un mismo texto.

La gramática que se infiere permite formular reglas que acogen las secuencias encontradas en las narraciones, de tal manera que se puedan aplicar a las distintas versiones construidas por los informantes. Para su interpretación se necesita de la construcción de esquemas, dado que todas las variantes de las narraciones comparten una misma estructura subyacente en la que los episodios se unen temporal y causalmente y las estructuras simples están inmersas en otras más complejas.

Según Mathews, el análisis estructural transformacional se preocupa por descubrir la estructura de la trama a través de la comprensión de la secuencia de funciones y sub-acciones emprendidas por los personajes y los procesos de mediación que buscan resolver las oposiciones fundamentales. De modo que la detección de la estructura de la narración implica el reconocimiento de los modelos de oposición y mediación, los cuales permiten la identificación de los dispositivos para la organización de la experiencia o esquemas. Las versiones genéricas de experiencia que permanecen en la memoria, o esquemas, comparten expectativas necesarias para la interpretación e inferencia de lo vivido y generan metas que motivan la acción.

A través del análisis estructural de las funciones de las acciones, en la leyenda de la “La Llorona”, Mathews pudo identificar los opuestos, el número de acciones y la secuencia de las mismas. La leyenda puede entenderse, como los mitos, en términos de una progresión de una oposición inicial, con lo cual recobra importancia la conceptualización de que la cognición humana está estructurada por posiciones binarias, en las cuales la mediación juega un papel primordial en la resolución de oposiciones, al tiempo que mantiene los movimientos de la trama.

El autor indica que unidades mayores o movimientos de la trama estructuran las narraciones, de tal modo que se configuran como sucesiones de funciones y sub-acciones dependientes de caracteres principales y de la construcción de modelos de mediación. Lo anterior, entiende la narración como un sistema integrado de significado psicológico y simbólico en el que se conservan las reglas subyacentes, en oposición a las simples unidades inalteradas que transmiten el saber. Esta forma de entender la narración se hila con los desarrollos de la antropología cognoscitiva en relación con la organización del conocimiento en esquemas jerárquicos.

Mathews describe el cuento de la “La Llorona” como una mujer que en todos los casos ha vuelto a la tierra a vagar y llorar por las calles como forma de lamentar la muerte. Encuentra en las múltiples versiones la posibilidad de conocimiento de la asimetría en la relación entre esposos, por lo que recurre al reconocimiento del modelo del matrimonio, del éxito y del género que permite comprender los vacíos de significado que las distintas versiones dejan, así como las implicaciones de la perpetuación y contravención de las ideologías que se esbozaban en algunas versiones. Interpreta la relación antagónica entre hombres y mujeres como la construcción de una lógica binaria que falla en la resolución cuando la mujer muere, pero que luego es rescatada por una segunda mediación en la que el lugar de fantasma resuelve el conflicto al tiempo que pone a la mujer en un lugar de ejemplo, jueza y perpetua condena. Esta relación entre el modelo de género y la leyenda de “La Llorona” señala cómo el solo reconocimiento de la estructura lingüística es insuficiente para dar cuenta de las acciones; por lo tanto, se necesita tener en cuenta el papel de los esquemas complejos que conectan elementos interrelacionados o modelos culturales.

De acuerdo con Jane H. Hill, la antropología lingüística sostiene que el discurso promulga la cultura y la produce en la interacción, al punto de obligar a preguntarse si la cultura es agente emergente o estructurante, dado que los interlocutores negocian significados, emplean comprensiones compartidas, señalan las violaciones a los universales e infieren significados. Lo anterior hace útil las narrativas para el estudio de la cultura así como su popularidad y la diversidad funcional que tienen.

El empleo de la narrativa en los estudios sobre la cultura implica consideraciones de orden metodológico que tienen que ver con la elicitación, la grabación, la trascripción y el tratamiento ético de los narradores. Como técnicas para la elicitación se emplean las entrevistas sociolingüísticas o las narrativas que surgen en contextos cotidianos, es decir, que socialmente están ocurriendo y, por lo tanto, no son provocadas por el investigador. En cuanto a la grabación se recomienda en empleo de los últimos desarrollos tecnológicos en el audio y la video-grabación. Una consideración importante en la trascripción es su portabilidad y robustez que incluye la utilización de plataformas computacionales para su almacenamiento y fácil acceso. En el plano ético, es indispensable formular consentimientos escritos e informados acerca de lo que significa e implica participar en la investigación.

Existen algunos supuestos que deben valorarse cuando se estudia la narrativa, éstos son: la definición del género por el ensamble del icono entre la sucesión de frases y la secuencia de eventos, su construcción a partir de componentes estructurantes y la utilización, por parte de los hablantes, de conocimiento encubierto en los componentes estructurantes y en el ícono para hacer coherente el diálogo. La riqueza de los análisis procede de las dificultades para comprender la coherencia, es decir, cuando existen: vacíos lógicos, conflictos lógicos, silencios inesperados o violaciones de las supuestas estructuras universales. Incoherencias que son superadas mediante el conocimiento implícito y la competencia narrativa universal.

La narrativa es una forma de sintetizar la experiencia a través del emparejamiento de oraciones en sucesiones verbales con las secuencias de eventos ocurridos; a menudo, este encaje se conoce como construcción de ícono narrativo. Una narrativa es, como mínimo, una sucesión de dos oraciones temporalmente-ordenadas que presentan un evento como completo, las cuales constituyen la línea principal; puede utilizarse frases de estado, las cuales describen condiciones para sustentar escenarios. La narrativa presenta distintos fenómenos, uno de estos es el “flash” actualizador, otro es el “flash-retrospectivo” y otro el “flash-prospectivo”; cualquiera de éstos que parta de la línea principal es asumido como evaluación.

Hill ilustra, a través del análisis de dos narrativas interactivas, la forma como se emplea la narración en el estudio de la cultura, teniendo presente que los interlocutores van más allá de la construcción de coherencia en tanto esbozan interpretaciones de sentido. Los componentes de la narrativa indican que ésta se estructura y está organizada en dimensiones orientadas por un conjunto de modelos, de sub-unidades y su transitividad. Igualmente, que a través de las desviaciones de la teoría general de la narrativa y de las unidades estructurales, el analista accede a la totalidad interpretable de la narración, que es negociable entre el narrador y los interlocutores, haciendo que los momentos de contrariedad se convierten en una fuente más de interpretación. En el análisis de la narrativa se espera que el analista imagine todas las formas posibles para decir una historia y descifrar las razones de su escogencia.

Hill, siguiendo la estructura narrativa propuesta por la Labov (1972), recupera para el análisis cultural del discurso las dimensiones narrativas: resumen, orientación, complicación, evaluación, resolución y coda. La estructura narrativa remite a la trama e indica la organización jerárquica de las pausas, así como el nivel sistemático y significativo de la entonación. Lo anterior es una característica de la evaluación junto con los modelos, la sintaxis de las cláusulas y la secuencialidad narrativa. La inclusión del componente evaluativo permite contradecir la tradición en la cual la narración es un monólogo y facilita el hallazgo de la importancia de la reportabilidad. Esta última tiene múltiples dimensiones, de las cuales la más destacada es la reportabilidad basada en el tema porque es útil para el análisis, en tanto recoge no sólo las desviaciones de la norma sino las marcaciones de los patrones de desenlace. Todos estos elementos evaluativos redundan en el aumento de la interacción entre el narrador y los interlocutores alrededor de la trama, invitando a continuar la historia. La reportabilidad, al suponer las negociaciones entre los hablantes, también reconoce la relación social del narrador y el interlocutor y el carácter institucional de la narración. De esta manera, los vacíos, los lapsus y las fallas en la fluidez de las narraciones cobran importancia porque, al estar cerca de las palabras importantes o al llenar con vacilaciones, puede darse cuenta de estructuras subyacentes o, como se dice en el psicoanálisis, indicar la expresión de opiniones y representaciones reprimidas.

Claudia Strauss propone otra ruta procedimental a seguir en el análisis cultural del discurso, la cual se soporta en el planteamiento de que las palabras clave, las ideas compartidas y sus significados tienen una base cognitiva que explica un uso personal y colectivo diferenciado del discurso. Esto explica la necesidad de reconstruir las Redes Semánticas Personales como mecanismo para dar cuenta de los modelos mentales y desde la comparación entre modelos, de los saberes particulares y socialmente compartidos. La configuración de dichas redes depende del estudio del contenido, el lugar y la voz de los sujetos en el discurso, es decir, de lo que trata un discurso y de la manera como es tratado, de la manera como se expresa y el punto de vista que se pone en escena, y el lugar o contexto de producción discursiva, respectivamente.

En la búsqueda del tema, lo principal es el desentrañamiento de los sentidos y del conjunto de palabras clave que lo describen, de tal manera que se obtienen todas las asociaciones, se delimitan las asociaciones fuertes o que se repiten con mayor regularidad que las débiles, se evidencian las asociaciones relevantes e irrelevantes en términos de su influencia en la construcción de la propia imagen y de la identidad, y se decantan las asociaciones emocionales y motivacionales conflictivas.

La exploración temática da cuenta del conjunto de ideas individuales, que pueden ser comparadas entre diversas personas para poner de manifiesto ideas socialmente compartidas. La configuración del saber compartido, que caracteriza colectivos, depende del estudio de la consistencia-inconsistencia y de la coherencia. Tres fenómenos evidencian la presencia o ausencia de consistencia y coherencia en el discurso: la segmentación en la que se presentan ideas conflictivas aisladas entre sí, en contextos separados con voces distintas; la ambivalencia indica ideas que están en conflicto con voces distintas, aunque reflejan proximidad contextual, y la integración es la convergencia de múltiples discursos con un contenido cercano, junto con voces y contextos próximos.

Del análisis de la coherencia y la consistencia discursiva depende la determinación de formas de consenso y disenso en el discurso. Strauss, siguiendo el pensamiento de Bourdieu (1977), formula cuatro posiciones sobre el grado de consenso social sobre un conocimiento: altamente controversial, es decir, que compite con lo socialmente estabilizado y es censurado, incluso por los mismos hablantes; el tema de opinión, que corresponde con todo aquello que se encuentra en discusión en la esfera pública; la opinión común, es decir que forma parte del saber compartido y aceptado en una comunidad, y el saber implícito que no es necesario decirlo porque se da por sentado y fuera de cualquier duda.

Strauss ilustra su desarrollo metodológico a través de una investigación sobre el seguro social, en la cual se entrevistaron 16 personas, y se controlaron las variables de raza y sexo. Para la recolección de la información se hizo una primera entrevista semi-estructurada y luego se efectuó un segundo encuentro en el cual los participantes contaban su historia de
vida. Se encontró como tema central el trabajo relacionado con el individualismo, el éxito, los discursos comunistas y el capitalismo entre otras asociaciones semánticas.

Rigor investigativo y lugar del analista cultural del discurso

Wendy Lutrell hace una revisión de los métodos de análisis de la historia de vida, de los pasos a seguir y las decisiones a tomar. En este sentido, señala los momentos, las razones y las maneras como se deben tomar decisiones en fases particulares de una investigación y la necesidad de reflexionar sobre términos generales –género, clase y etnia– para enmarcar el estudio de las historias de vida. A partir de entrevistas semi-esctructuras, aplicadas a doscientas mujeres trabajadoras, indaga las razones para el regreso a la escuela y el significado de la adquisición del diploma. Las historias se seleccionaron y organizaron de acuerdo con las respuestas dadas a las preguntas de interés investigativo, que se asocian con la existencia de un modelo cultural de educación y éxito. Dicho modelo orienta los mecanismos adoptados por las mujeres para alcanzar las exigencias de la cultura norteamericana. De allí surge la relación entre la maternidad y la educación que demanda el estudio de mujeres madres cuyos hijos aún no son escolarizados.

Se transcriben las primeras entrevistas, las notas de campo y las reacciones e interpretaciones de la investigadora, con lo cual se toman elementos para profundizar en una segunda entrevista. Se realiza una tercera entrevista en la que se atienden los aspectos relacionados con la formación y se retoman aspectos señalados tangencialmente en los dos encuentros anteriores. Este procedimiento permite obtener una saliencia emocional en relación con la escuela y el rol de género, la cual explica, en parte, la urgencia narrativa de las mujeres.

En el desarrollo de la investigación se cumplen distintas fases y se toman diversas decisiones a partir de las respuestas de los participantes, quienes moldean el trabajo de campo. En primer lugar, la adopción de la historia de vida como elemento de trabajo obedece a su carácter discursivo, pero presenta dificultades en la medida en que éstas son acomodadas al investigador y a los cánones culturales, por lo que es indispensable revisar la forma como las mujeres se presentan como dignas y respetables. Las historias de vida permiten recobrar la importancia de la subjetividad y se caracterizan por el grado de atención que se preste al proceso. En el primer caso, se aborda la comprensión de la estructura, de la coherencia y de la forma del discurso; en el segundo caso, se identifica la institución y la cultura.

El trabajo con las historias de vida es similar a los estudios de caso psicoanalíticos, de manera que puede adoptarse la estrategia de “escucha analítica” para poder formular interrogantes sobre aspectos que se dejan pasar. Este abordaje requiere de la toma de una decisión en relación con la identidad del investigador, en el cual debe definirse si las historias de vida constituyen ficciones o se leen como datos de una realidad fáctica, cuya implicación inmediata es la asunción de una identidad como investigador reflexivo o realista.

En segundo lugar, se debe buscar la esencia de cada historia de vida tomando nota de las imágenes, frases, palabras y metáforas reiterativas con las que se enuncian los temas. De manera que se toman los pasajes relacionados con la educación y los valores, en este caso. En las narrativas escolares se observa cómo son nombradas las dificultades y qué mecanismos de solución a los conflictos son adoptados, a partir de lo cual se pueden formular modelos. Wendy descubre tres modelos: el del sentido común y la escuela inteligente; el de las mujeres inteligentes y sumisas, y el del juego de opciones para ser mujer. En la narración se observa la utilización de estrategias que permiten acreditar y negar la experiencia, las cuales tienen por finalidad solucionar tensiones culturales. De allí surge una manera de hablar en términos de ellos y nosotras, que obliga a sacrificar la individualidad de la historia en aras de reconocer eslabones entre lo psicológico y lo social.

En tercer lugar, la identificación de formas discursivas diferenciacionistas demanda la realización de un estudio comparativo en el cual debe decidirse entre los modelos institucionales, psicológicos y sociales y otras formas de abordar la cuestión femenina. La investigación que realiza Lutrell compara las mujeres de Filadelfia con las mujeres de California.

En cuarto lugar, la existencia de grupos de participantes exige la identificación de las características de cada grupo y los cuidados pertinentes para su denominación. La adopción de grupos implica la detección de las variaciones y las similitudes, de manera que debe repetirse el proceso con ambos grupos. En este caso se reconoce la escuela como campo de batalla, de cuya exploración se extraen eslabones en la estructura, la cultura y la agencia. De lo anterior surge la revisión de las metáforas con las cuales las mujeres de ambos grupos dan cuenta de la realidad, encontrando como referentes de definición de la experiencia en las mujeres de Filadelfia la metaforización de la voz y en las de California la metaforización de la invisibilidad.

En quinto lugar, la conciencia de clase que define el campo de batalla no explica la idealización de lo femenino que se expresa en términos de bueno y malo. De modo que es necesario recurrir a la psicología dinámica y retomar las historias de vida individuales, incluyendo la del investigador. Con este procedimiento se espera encontrar en las emociones, las fantasías, las imágenes, las asociaciones y los sentimientos las pistas para hallar los problemas y las soluciones.

Finalmente, la lectura psicodinámica de las historias de vida se apoya en la comprensión de las asociaciones que tienen las interrupciones que se dan en la entrevista y la comprensión, por parte del investigador, de aquellos aspectos que se niega a oír. Como resultado, Lutrell obtiene una lectura de emociones mixtas en relación con la maternidad y el rol devaluado de la mujer en la estructura social. El proceso investigativo se cierra formulando la falacia de la investigación de corte objetivista, en la que la separación objeto-sujeto, para lo único que sirve es para librar al investigador de la tensión de su rol. Mientras la investigación reflexiva en su curso es capaz de liberar al investigador de la tensión de la superioridad sobre los fenómenos investigados.

Lo que se ha decantado del recorrido por las propuestas analíticas permite verificar que los estudios del discurso, desde las disciplinas más diversas, enfrentan problemas relacionados con la manera de abordar la complejidad de los hechos sociales; sobre todo en lo concerniente a su carácter global y su naturaleza subjetiva que exige métodos específicos y que tiende a centrarse en una de las expresiones culturales más acrisoladas de las que dispone una comunidad: sus discursos. En este sentido, la comprensión de la cultura procede de interpretar la experiencia humana constituida en saberes circulantes, dado que en ellos se amalgaman las maneras como se comprende la realidad y se actúa en el mundo social.

Las contribuciones teóricas de Finding Culture in Talk: A Collection of Methods, proceden no sólo de los estudios específicos que propone, sino de la capacidad de integrarlos a principios teóricos que superan los aportes de la antropología cultural y cognitiva para anclarlos a la lingüística y al análisis del discurso en el marco de una teoría de la cultura. En esta perspectiva no se generaliza a través de casos particulares sino que las generalizaciones ocurren dentro del fenómeno mismo que se estudia. Los logros apuntan a dar cuenta de estructuras conceptuales que desentrañan lo expresado en el discurso y a proponer procedimientos analíticos capaces de rastrear lo sistemático, permanente e inherente a la acción humana, de suerte que desde el discurso se formula lo que dice éste sobre sí mismo y sobre su papel en la cultura.

Para el analista del discurso, como queda señalado a lo largo del trabajo de Quinn y su grupo de investigación, las conclusiones proceden de la reflexión sobre fenómenos socioculturales muy concretos caracterizados por constituir un sistema articulado de relaciones teórico-metodológicas que sustentan los resultados y la interpretación que se formula. En este sentido, el análisis del discurso propende por ligar estrechamente el discurso con los fenómenos sociales y con la vida cotidiana para establecer las conexiones entre los principios teóricos que se elaboran y las interpretaciones que se ponen de relieve. Sólo resta indicar que, más allá de convertir al discurso en un recurso de indagación, se apuesta por el discurso como un fenómeno cultural capaz de dar cuenta de sí mismo y de la cultura.


Comentarios

*Agradezco la colaboración de mi asistente de investigación, Edwar Eugenio Hernández, psicólogo de la Universidad Nacional de Colombia, así como su permanente apoyo y contribución a la realización de este trabajo en el marco de los estudios que sobre análisis de discurso desarrollamos en el Grupo Colombiano de Análisis del Discurso Mediático.

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