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Forma y Función

Print version ISSN 0120-338X

Forma funcion, Santaf, de Bogot, D.C. vol.33 no.1 Bogotá Jan./June 2020

https://doi.org/10.15446/fyf.v33n1.84179 

Artículos

CONTROVERSIAS LINGÜÍSTICAS E IDEOLOGÍAS SOBRE EL MAPUZUNGUN EN EL PRIMER CONGRESO DEL ÁREA ARAUCANA ARGENTINA*

LINGUISTIC AND IDEOLOGICAL CONTROVERSIES REGARDING MAPUZUNGUN IN THE FIRST CONGRESS OF THE ARGENTINE ARAUCANIAN AREA

CONTROVÉRSIAS LINGUÍSTICAS E IDEOLOGIAS SOBRE O MAPUZUNGUN NO PRIMEIRO CONGRESSO DA ÁREA ARAUCANA ARGENTINA

Marisa Malvestitti **  

Rodrigo de Miguel ***  

**Universidad Nacional de Río Negro, Argentina Conicet, Argentina, ORCID https://orcid.org/0000-0002-0798-8408. mmalvestitti@unrn.edu.ar

***Universidad Nacional de Río Negro, Argentina Conicet, Argentina, ORCID https://orcid.org/0000-0003-0563-6510. rodrigodemiguel@gmail.com


Resumen

Este artículo analiza en perspectiva historiográfico-lingüística el tratamiento del mapuzungun, lengua del pueblo Mapuche, en el Primer Congreso del Área Araucana Argentina realizado en 1961 en la localidad de San Martín de los Andes (Norpatagonia). En ese evento, actores académicos, investigadores integrantes de un colectivo intelectual regional y participantes indígenas trataron temáticas relativas al patrimonio cultural y la situación contemporánea de las comunidades. Examinamos en especial la composición de la Comisión de Lingüística y Toponimia, cuyos debates dieron continuidad a las indagaciones sobre el mapuzungun en la región iniciadas a principios del siglo XX. En el análisis de las exposiciones, recuperamos los marcos teóricos y posicionamientos ideológico-lingüísticos sustentados por los diversos integrantes. También describimos el efecto que tuvo el Congreso para la reconfiguración del campo de estudios sobre el idioma en la Argentina, en un periodo en el que la lingüística comenzaba a ganar autonomía respecto de los abordajes etnológicos.

Palabras clave: historiografía lingüística; ideologías lingüísticas; comunidad de prácticas; mapuzungun; Neuquén

Abstract

The article analyzes, from a historiographical-linguistic perspective, the discussion of Mapuzungun, the language of the Mapuche, in the First Congress of the Argentine Araucanian Area, held in San Martín de los Andes (Northern Patagonia) in 1961. In that event, academic actors, researchers belonging to a regional intellectual collective, and indigenous participants discussed topics related to cultural heritage and the current situation of the communities. We pay special attention to the creation of the Linguistics and Toponymy Commission, whose debates ensured continuity of the inquiries on Mapuzungun that began in the early 20th century. During the analysis of the presentations, we recorded the theoretical frameworks and ideological-linguistic positions supported by the different participants. We also describe the effects of the Congress on the reconfiguration of the field of studies of that language in Argentina, in a period in which linguistics began to achieve autonomy with respect to ethnological approaches.

Keywords: linguistic historiography; linguistic ideologies; community of practices; Mapuzungun; Neuquén

Resumo

Este artigo analisa, de uma perspectiva historiográfico-linguística, o tratamento do mapuzungun, língua do povo Mapuche, no Primeiro Congresso da Área Araucana Argentina, realizado em 1961, em San Martín de los Andes (Norpatagonia). Nesse evento, atores acadêmicos, pesquisadores integrantes de um coletivo intelectual regional e participantes indígenas trataram temáticas relativas ao patrimônio cultural e à situação contemporânea das comunidades. Analisamos, em especial, a composição da Comissão de Linguística e Toponímia, cujos debates deram continuidade às indagações sobre o mapuzungun na região iniciadas a princípio do século XX. Na análise das exposições, recuperamos os referenciais teóricos e os posicionamentos ideológico-linguísticos defendidos pelos diversos integrantes. Também descrevemos o efeito que o Congresso teve para reconfigurer o campo de estudos sobre o idioma na Argentina, em um período em que a linguística começava a ganhar autonomia no âmbito das abordagens etnológicas.

Palavras-chave: historiografia lingüística; ideologias lingüísticas; comunidade de práticas; Mapuzungun; Neuquén

INTRODUCCIÓN

Entre el 18 y el 24 de febrero de 1961, se realizó en la ciudad de San Martín de los Andes (Neuquén) el Primer Congreso del Área Araucana Argentina. El mismo fue impulsado por la Junta de Estudios Araucanos, entidad creada en 1954 y presidida a partir de entonces por Gregorio Álvarez, con sede en Buenos Aires. El evento buscó establecer una sinergia entre distintos actores: funcionarios gubernamentales, académicos de Argentina y Chile, intelectuales locales de la Patagonia e integrantes del pueblo mapuche. Contó, además, con numerosos avales, en primer lugar, desde las esferas de las gobernaciones y los Ministerios de Asuntos Sociales, Educación e Interior a nivel nacional y provincial neuquino; por otro lado, de entidades religiosas como el Obispado de Neuquén y Río Negro, agrupamientos de las fuerzas armadas radicadas en Neuquén (como por ejemplo la Sexta División de Infantería de Montaña y la Gendarmería Nacional), la Administración de Parques Nacionales y el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet).

En el decreto N.° 1565/61 (Gobernación de la Provincia del Neuquén, 1961) firmado por el vicegobernador de la Provincia del Neuquén se indica que el congreso, con «carácter técnico-científico», tendría como finalidad «ordenar, sistematizar y documentar todo lo referente al patrimonio material y espiritual, relacionado con los valores del pueblo araucano que habitó suelo argentino, para reconstruir ese período de la historia patria» (Gobernación de la Provincia del Neuquén, 1961, I, p. 28). Esa reconstrucción implicó considerar también la territorialidad del pueblo mapuche en tiempos históricos, precisándose el alcance de la denominación «área araucana argentina», a nueve provincias del país (Neuquén, Río Negro, Chubut, La Pampa, Buenos Aires, Santa Fe, Córdoba, San Luis y Mendoza) que se consideró que «integraron total o parcialmente el área de expansión araucana» (Álvarez, en Fantini, 1963, I, p. 34) al este de la cordillera de los Andes.

El congreso se realizó en el contexto político del desarrollismo, durante la presidencia de Arturo Frondizi. Lenton (2010) destaca para ese período la labor de «profesionales» y «expertos» que habilitaron nuevos debates y permitieron visibilizar diferentes demandas «que en algunos casos significaron desafíos al discurso hegemónico, y contribuyeron a dar difusión a ciertos aspectos de la cotidianeidad aborigen» (p. 88). En tal sentido, se observan manifestaciones de los ponentes en favor de los indígenas y se conceptualiza el evento como «un Congreso en el cual pudieran los estudiosos del país y de Chile intercambiar resultados como, a la vez, propugnar medidas de amparo a los aborígenes del habla [sic]» (Vignati, 1963, I, p. 25).

En este trabajo, nos proponemos realizar una caracterización del evento desde la perspectiva de los estudios lingüísticos. Por un lado, lo analizaremos como espacio de consolidación de un colectivo intelectual, principalmente norpatagónico, que dio continuidad a las indagaciones sobre el mapuzungun iniciadas en la provincia de Neuquén a principios de siglo XX. Además, estimaremos su rol para la reconfiguración de este campo de estudios, en un periodo en el que la lingüística comienza a mostrar iniciativa, a la vez que independencia de los estudios etnológicos a los que anteriormente se asociaba. Tomamos como enfoque teórico los postulados de la historiografía lingüística, perspectiva que aborda «el estudio (sistemático y crítico) de la producción y evolución de ideas lingüísticas» debidas a actores particulares, en determinados contextos sociopolíticos e intelectuales (Swiggers, 2004, p. 115). Consideraremos, siguiendo el planteo de este autor, que el análisis de la actividad científica puede desglosarse en cuatro «capas»:

La capa teórica corresponde a la visión global del lenguaje, a la concepción de las tareas y del estatus de la lingüística; la capa técnica incluye las técnicas de análisis (lingüístico/gramatical) y los métodos de presentación de los datos; la capa documental corresponde a la documentación lingüística y filológica (número de lenguas, tipos de fuentes y de datos) sobre la cual se basa el estudio; la capa contextual e institucional corresponde al contexto cultural y a la contextura institucional (esta última se hace más importante a medida que nos acercamos a la época moderna) de la reflexión y de la practica lingüísticas. (Swiggers, 2004, p. 134)

De ellas, nos enfocaremos, en este análisis de caso, en la capa contextual e institucional, y en la capa técnica, en tanto proveemos alcances acerca de la perspectiva sobre el mapuzungun que se evidencia en las fuentes, las metodologías de trabajo asumidas y los distintos tipos de textos documentales y de análisis que venían siendo producidos por los participantes. Esto nos permitirá abordar el carácter de «comunidad de prácticas» (CP) (Meyerhoff, 2002)1, que asumió el colectivo de autores procedentes de Neuquén, en el que se evidencia, como explicaremos más abajo, un repertorio temático común, prácticas metodológicas compartidas y un claro liderazgo.

Por otro lado, abordaremos el enfoque de ideologías lingüísticas, surgido a fines de la década del ochenta en el campo de la lingüística antropológica. Mediadoras entre las relaciones lingüísticas y sociales, las ideologías lingüísticas constituyen «representaciones tanto explícitas como implícitas que interpretan la intersección entre las lenguas y los seres humanos en un mundo social» (Woolard, 1998, p. 3) y conforman un «sistema cultural de ideas... cargadas de intereses políticos y morales» (Irvine, 1989, p. 255)2.

Según Irvine y Gal (2000), se construyen desde posicionamientos particulares en la estructura sociopolítica y económica, y al explorarlas, se aborda el campo de la diferencia sociolingüística considerando no solo cómo se cimentaron históricamente, sino también sus efectos en las situaciones comunicativas analizadas. Gal (1998) destaca que esta perspectiva posibilita vincular escalas, en tanto ciertas ideologías operan atravesando desde macropolíticas del lenguaje a microinteracciones cotidianas. Afirma además que, aunque «las ideologías parecen concernir al lenguaje, cuando son releídas cuidadosamente, revelan conflictos políticos, religiosos o científicos» (Gal, 1998, p. 323). Por ello, sugiere prestar atención a los procesos sociohistóricos en los que se produce la adhesión a determinadas ideologías del lenguaje, en tanto que otras representaciones alternativas son excluidas o invalidadas.

En el caso que nos ocupa, el examen de las tensiones entre lo académico y lo reivindicativo, lo mapuche y lo argentino, posibilitará exponer perfilamientos ideológico-lingüísticos manifiestos en particular en la comisión de lingüística y toponimia en la que interactuaron investigadores universitarios con otros autores (en ese momento) más periféricos y en contacto con los hablantes. Además, este enfoque contribuirá a explicar la priorización de ideologías normativistas en el mapuzungun homólogas a las vigentes en el español de la época.

Nuestra fuente principal son las Actas del Congreso. Las mismas se editaron en dos tomos3. El tomo I se dedicó a aspectos organizativos (reglamentación del congreso, nómina de los participantes, programa de las distintas actividades realizadas) e integró, además de las relatorías y propuestas de cada comisión, una detallada crónica a cargo del periodista Alberto Fantini. En el tomo II, se editaron los trabajos presentados como ponencias. Asimismo, hemos considerado en la contextualización distintas cartas intercambiadas entre participantes, ubicadas en el Sistema Provincial de Archivos de la Provincia de Neuquén.

LA ETAPA PREPARATORIA DEL I CONGRESO DEL ÁREA ARAUCANA ARGENTINA

El éxito del congreso se debió a una planificación pormenorizada de los participantes de la Junta de Estudios Araucanos y de intelectuales locales neuquinos. En una carta que Gregorio Álvarez (s/f) envía al padre salesiano Oscar Barreto con antelación al evento, refiere que ve «encarrilado nuestro Congreso Araucanista» y que ha gestionado un traslado conjunto de los participantes en el ferrocarril desde Plaza Constitución (Buenos Aires) a Zapala. En la misma, indica:

El ministro [de Asuntos Sociales] Cavilla me ha autorizado a invitar a dos araucanistas chilenos con viaje y estadía pagos, y así lo he hecho, invitando al profesor de antropología Mario Orellana y a la Jefa de la sección de Prehistoria de la Biblioteca Nacional de Santiago, profesora María Bichon. Además se invitará, aunque será más difícil que concurra por su estado de salud, al padre Wilhelm de Moesbach, quien está hospitalizado desde hace tiempo en Panguipulli. Su presencia sería honrosa y emocionante para nuestro Congreso.

Allí mismo se refiere a la invitación hecha a Aníbal Namuncurá y Pablo Paillalef «que concurrirán en calidad de oidores y posiblemente de asesores. Le darán carácter indigenista a jornadas eminentemente científicas, cortando así la monotonía de las exposiciones teóricas. Los concurrentes llevarán su material ilustrativo además»4.

Con esto queda en claro que las distintas invitaciones, como la presencia de los indígenas, fueron deliberadas y concebidas para realizar un evento plural con la participación de distintos actores sociales. Para la provincia constituía, además, el acto culminatorio del 150° aniversario de la Revolución de Mayo (AA. VV., 1963, I, p. 28). En la carta citada, Álvarez también expresa el sesgo local, político y académico que atribuía a esta reunión. Entre sus expectativas, destaca su esperanza de que «salga de él algo útil para la cultura de nuestra provincia y pueda hallarse solución para detener la pauperización del indígena de nuestra cordillera», en tanto «se va a hablar de Neuquén en todos los ámbitos científicos y obligará la atención de los gobiernos para todo lo relativo a su progreso material, cultural y humano». A tal fin, movilizó la atención de distintos medios de comunicación a nivel nacional, como los periódicos Clarín, La Nación, La Prensa, El Mundo y La Nueva Provincia; medios radiales y audiovisuales como Sucesos Argentinos y LU5 Radio Neuquén (Gobernación de la Provincia del Neuquén, 1961, p. 31); y señales televisivas como el Canal 7 de Buenos Aires.

El congreso intentó reunir a los más connotados participantes de distintas áreas, que participaron en seis comisiones: Etnografía, Folklore y Artesanía; Lingüística y Toponimia; Arqueología y Museos; Historia; Educación y Aspecto Social del Aborigen; y Temas Libres. A lo largo de diez días, los mismos tuvieron ocasión de interactuar en encuentros de trabajo y también de recorrer distintos paisajes de la región y de visitar comunidades mapuches.

La comisión de Lingüística y Toponimia se conformó de modo heterogéneo. Por un lado, contó con participantes provenientes del ámbito académico. Entre ellos, se destacan Clemente Hernando Balmori, docente de las cátedras de Lingüística y Filología y director, desde 1955, del Instituto de Filología de la Universidad Nacional de La Plata, quien asistió con otros profesores del Departamento de Letras cuya especialización había propiciado: Carlos Albarracín Sarmiento y los hermanos Roberto y María Estela de Souza. También fue convocado Esteban Erize, director del Museo Histórico Municipal de Bahía Blanca. A ellos, se sumaron intelectuales de la región patagónica como Rodolfo Casamiquela, en ese entonces Director del Museo Regional de Ingeniero Jacobacci, Bertha Koessler-Ilg (presentada como escritora especializada en el folklore araucano), Jorge Rambeaud (ingeniero, investigador regional), Alberto Vúletin (especialista en cartografía y topografía), el ya mencionado padre Barreto (estudioso de la tradición araucana) (AA. VV., 1963, I, p. 30) y Vicente Orlando Agüero Blanch, proveniente de Mendoza (Fantini, 1963, I, p. 84). Otros investigadores en lenguas como Salvador Bucca y Berta Vidal de Battini del Instituto de Filología de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires fueron invitados, aunque finalmente no asistieron5.

Consideramos que el evento institucionalizó a un grupo de investigadores que, desde la provincia de Neuquén, realizaron más de una propuesta en torno a la cultura y la lengua mapuche (de Miguel, 2015). Gregorio Álvarez, que en ese momento vivía en Capital Federal e Ileana Lascaray, residente en la ciudad de Neuquén (ambos neuquinos de nacimiento), resaltan como los principales organizadores. Wily Hassler (gracias a su contacto con las comunidades cercanas a San Martín de los Andes) facilitó la asistencia de gran parte de los congresistas a un ngillatun realizado en San Ignacio. También se destaca Bertha Koessler-Ilg, quien, por sus recopilaciones folklóricas realizadas en la misma ciudad, se había posicionado entonces como una araucanista relevante. Como mencionamos, Álvarez se involucró como fundador y presidente de la Junta de Estudios Araucanos, la que también cumplió un rol institucionalizante, e integró a Ismael Moya (vicepresidente), quien era miembro de la Academia Nacional de la Historia, al igual que Álvarez, Alberto Vúletin (vicepresidente), Ileana Lascaray (delegada), Rodolfo Casamiquela, Dionisio Chaca, Lola Tapia de Lezquerre y Dionisio Vinayán Carmona (miembros) y Doroteo Prieto (colaborador). La mayoría de ellos participó en el congreso. También fue Álvarez el creador, en 1950, de la revista Neuquenia, donde publicaron trabajos muchos de los autores mencionados.

Desde nuestra perspectiva, este grupo de investigadores (fundamentalmente Álvarez, Hassler, Koessler-Ilg y Lascaray), con su esfuerzo mancomunado, constituyeron una «comunidad de prácticas». Se destaca en ella un compromiso mutuo persistente en el tiempo y estrategias de comunicación de resultados afines. Además, se evidencian repertorios temáticos y retóricas compartidas en sus relevamientos de géneros vinculados al folklore indígena, en su interés en torno a cuestiones de toponimia y acerca de la espiritualidad mapuche. Álvarez otorgó una relevancia especial a la región, como un área mapuche a la que denominó Pehuén Mapu (Álvarez, 1953)6. En otras publicaciones, el autor refiere que ha creado ese nombre para las tierras «hoy llamadas del Neuquén» (Álvarez, 1960, p. 267), dado que «en él está incluido no solamente el pehuén, árbol totémico de la raza, sino también la autóctona denominación de la tierra madre, que es mápu» (Álvarez, 1953, pp. 166-167).

Por último, el hecho de rescatar como antecedentes los trabajos de intelectuales como Juan Benigar o Félix San Martín, los inscribe en una línea de continuidad respecto de las investigaciones realizadas anteriormente en y sobre el mapuzungun en el territorio. De este modo, con distintos énfasis, centran su interés lingüístico en la toponimia regional, y en la descripción del arte verbal en ciertas prácticas rituales como el ngillatun. Por último, en el plano metodológico, reafirman su lugar de investigadores en su localía en el territorio y en los vínculos directos con miembros de las comunidades.

LOS DEBATES LINGÜÍSTICOS

Tanto en el diseño del congreso como en las discusiones que se generaron durante su desarrollo, el campo de la lingüística constituyó un área destacada. La relevancia otorgada a los problemas tratados por la Comisión de Lingüística y Toponimia se observa en el Proyecto de Reglamento del evento, donde dos de los cuatro «temas principales» son inherentes a la misma: «(2) Toponimia indígena: interpretación y evolución histórica; (3) Lingüística araucana: Fonética y grafía», y también se despliega en los «temas accesorios»: «(1) Origen y significado del vocablo Neuquén; (2) Gentilicios y patronímicos de origen araucano» (AA. VV., 1963, I, p. 20).

El primer tema constituía una parte central del repertorio conceptual que se había configurado en el campo de estudios araucanistas. Existen numerosas toponimias posteriores a la conquista territorial tanto en el ámbito patagónico, como en Neuquén en particular -Olascoaga (1901), Milanesio (1915), San Martín (1919 [1991]), Groeber (1926)), Torres (1942), entre las más difundidas-. En cambio, una reflexión acerca de la «lingüística araucana» contaba en el país con menos trabajos previos, exceptuando los realizados por Juan Benigar en la década de 1920 (Benigar, 1978) y previamente, por el salesiano Milanesio (1898). En tal sentido, el análisis propuesto para el trabajo de la Comisión, visto en perspectiva historiográfica, permite reponer continuidades y, a la vez, realizar un giro epistemológico. Según se señala en la reseña periodística del congreso: los participantes de la comisión (los académicos y «otras palabras autorizadas») establecieron que «era imperioso estudiar desde las disciplinas del sistema universal de lingüística, las etimologías y grafías del idioma araucano mapuche y sus dialectos, a fin de reconstruirlo con máxima propiedad y limpiarlo de corruptelas» (Fantini, 1963, I, p. 51). En similar sentido, señala Casamiquela en la relatoría: «tenemos que restituir, componer e interpretar. Esto implica por lo pronto una necesidad del estudio de la lengua, mucho más a fondo de lo que lo hacemos actualmente» (Casamiquela, 1963, I, p. 84). En estas enunciaciones, se sintetiza brevemente el enfoque principal adoptado (el de la lingüística general), desplegado en estudios descriptivos del nivel fonético-fonológico, así como su posterior aplicación a la reposición de grafías y sentidos originales de antropónimos y topónimos, fundamentados en ideologías lingüísticas del purismo y la estandarización que expondremos más abajo.

Según nuestra hipótesis, sobre la base de ese anhelo, y debido a la confluencia de un conjunto heterogéneo de participantes (universitarios e intelectuales locales; expertos y novatos; lingüistas, folkloristas y etnólogos) se gestó en el congreso una propuesta de reconfiguración del objeto de estudio a partir de un ensamble de perspectivas histórico comparativas y aplicadas. En lo que sigue, analizaremos esta imbricación tomando como base los postulados y debates que en las exposiciones se registran.

Intersecciones entre el enfoque filológico y la lingüística de campo

Aun con trayectorias biográficas disímiles, existían no obstante algunas articulaciones académicas previas entre los participantes de esta comisión. Algunos, como Casamiquela, Vúletin y Rambeaud, integraban la Junta de Estudios Araucanos. Por su parte, el equipo liderado por Balmori se encontraba realizando la edición de las Tradiciones araucanas de Koessler-Ilg (1962), en prensa al momento de realización del congreso. En ese volumen, que vio la luz en 1962, Albarracín Sarmiento y Estela de Souza confeccionaron las notas críticas, Balmori redactó el prólogo; y Jorge Rambeaud, un apéndice final. Para la anotación de los textos, Albarracín Sarmiento refiere haber realizado junto a Estela de Souza un viaje a San Martín de los Andes en enero de 1959 donde registraron grabaciones magnetofónicas en lengua mapuche y sobre folklore araucano de dos consultantes de Koessler-Ilg: Abel Curruhuinca (Albarracín Sarmiento, 1981, p. 326) y Pülküman (Balmori, 1963, II, p. 134). En ese viaje participó también Balmori, quien había obtenido para esa campaña fondos del Conicet.

El encuentro entre Koessler-Ilg y el equipo se había comenzado a gestar en 1957 debido a la mediación de personas vinculadas a la literatura y el arte en La Plata que conocían la obra de esta folklorista. Tal relación posibilitó a la autora dar a conocer su obra en ámbito argentino, ya que antes solo se había difundido de manera extensa en su país de origen, Alemania (Fantini, 1963, I, p. 60). Finalmente, la mayoría de los participantes de la comisión mencionan conocer el Diccionario comentado mapuche-español, araucano, pehuenche, pampa, picunche, rancülche, huiliche, recientemente publicado en Bahía Blanca por Erize (1960a) 7.

El interés en un enfoque histórico-comparativo también aunaba a los integrantes de esta comisión. El mismo, con distintos matices, es claramente expuesto en las ponencias de Clemente Balmori y sus discípulos, así como en los trabajos sobre toponimia de Koessler, Casamiquela y Álvarez. En particular, los trabajos presentados por Balmori («Toki, keraunos, piedra de virtud», 1963, II, pp. 131-137) y por Albarracín Sarmiento y Estela de Souza («Contribución al estudio de la influencia peruana en las creencias mapuches», 1963, II, pp. 69-78) se ubican claramente en la escuela pidaliana, enrolándose en la «seria tradición científica [que] recomienda la incursión del lingüista en la circunstancia cultural de la palabra» (Albarracín Sarmiento & de Souza, 1963, II, p. 69)8.

La ponencia de Balmori consideró un tema que el antropólogo José Imbelloni había desarrollado en años anteriores para sostener los contactos entre algunas lenguas amerindias y de Oceanía. Retomó una de las palabras clave tratada en un conjunto bibliográfico previo («toki», que en mapuzungun refiere a un tipo de hacha lítica ceremonial y, por extensión, a liderazgo). Consideró que:

Si bien esta palabra se encuentra en muchas lenguas del Norte, Centro y Sudamérica..., es en araucano donde se destaca más netamente por la claridad y perseverancia de su forma, nitidez de significado y acaso también por la proliferación de términos derivados. (Balmori, 1963, II, p. 131)

El autor concluyó que la difusión del concepto se dio «aquende y allende el Atlántico» por «extraña asimilación o coincidencia» (Balmori, 1963, II, p. 137) en tanto que la réplica léxica solo se presenta en relación con lenguas del Pacífico9. Su argumentación se basó en paralelismos semánticos en culturas de distintas regiones del mundo, pero también integró datos provenientes de los manuscritos de Bertha Koessler-Ilg y de grabaciones realizadas por su equipo en campo.

La exposición de Albarracín Sarmiento y Estela de Souza parte del hecho de que el mapuzungun se consideraba aún una «lengua aislada, cuyas coincidencias con lenguas vecinas no es posible todavía filiar apropiadamente» (Albarracín Sarmiento & de Souza, 1963, II, p. 69). Esta situación y, en particular, la relación que podría establecerse entre el mapuche y el quechua, podría a su juicio esclarecerse aplicando los métodos de la lingüística histórica. Por ello, proponen la realización de un «estudio comparativo de las lenguas americanas y determinación de sus posibles leyes fonéticas, como un presupuesto indispensable para afirmar o desechar los hechos de sustrato y superestrato en cada caso» (Albarracín Sarmiento & de Souza, 1963, II, p. 70).

Descartan, no obstante, «toda referencia a una protocultura y una protolengua que pudieran explicar las identidades quechuo-mapuches» (p. 70). Indican que en «algunas de las notas» -confeccionadas para la edición de las Tradiciones araucanas (Albarracín Sarmiento & de Souza, 1963, II, p. 69)- aplican una metodología de trabajo de cotejo de elementos idiomáticos del mapuzungun con los del quechua, tomando como base los datos proporcionados por prestigiosas (y numerosas) fuentes publicadas sobre ambas lenguas.

De este modo, aportan a superar la «vaguedad teórica» con que creían que el tema se había tratado hasta entonces, proponiendo, en cambio, «una objetiva confrontación de hechos concretos», es decir, de datos lingüísticos (Albarracín Sarmiento & de Souza, 1963, II, p. 70).

El enfoque etimológico se registra también en los trabajos acerca de la toponimia, y es particularmente explicado por Koessler-Ilg («Etimología de algunos topónimos según informantes araucanos», 1963, II, pp. 139-145) y Casamiquela («Algunos topónimos de origen patagón en el Neuquén», 1963, II, pp. 121-127). Las orientaciones argumentativas asumidas por ambos les permiten posicionarse como intelectuales locales con un amplio conocimiento específico para aportar al campo, en el primer caso por la vasta recolección de textos que había efectuado y en el segundo autor por el conocimiento exhibido en la lengua tehuelche septentrional, también conocida como günün a iajüch, aún escasamente abordada en investigaciones de la academia (Malvestitti & Orden, 2014).

Si bien, tomando como referencia las proposiciones del romanista suizo Walther von Wartburg, Koessler-Ilg entiende que es posible que surjan errores de interpretación en la etimología popular, otorga valor a las aclaraciones brindadas por los informantes nativos con los que se relacionaba citándolos como fuente. La segmentación y el análisis detallado de los términos, sumado a su conocimiento local, le permitieron proponer en este texto acepciones novedosas para la época como la del segmento «lofche» ('gente del lof [comunidad]') en el topónimo Bariloche10. Además del uso de bibliografía toponímica previa, los intercambios con «el Instituto de Filología de La Plata» (Koessler-Ilg, 1963, II, p. 144) le permitieron clarificar algunas de las etimologías, a partir de la plausibilidad de interpretaciones que relacionan palabras del mapuzungun y del quechua con las fuentes de que disponían los colegas de La Plata.

La aproximación de Casamiquela recoge el método etimológico de manera más intuitiva. Si bien menciona que ha consultado a algunos hablantes, en la ponencia se remite principalmente a fuentes producidas por investigadores de la región como Tomás Harrington o el ya mencionado Benigar. El razonamiento del autor apunta a fundamentar su tesis de «un sustrato tehuelche, panneuqueniano y en sentido amplio panpatagónico» (Casamiquela, 1963, II, p. 125), extendido por toda el área hasta que se produjera en el siglo XIX una «interpenetración» entre las etnias mapuche y tehuelche. Detalla así una gran cantidad de topónimos mapuche que constituyen a su juicio, traducciones literales de las expresiones en günün a iajüch, los que halla tanto en la provincia de Río Negro como en la de Neuquén.

Controversias etimológicas

Aunque el congreso se denominó «del Área Araucana Argentina», en la comisión de Lingüística y Toponimia, se debatió la conveniencia y, sobre todo, precisión científica, de utilizar la denominación mapuche en vez de araucano. Esta controversia había comenzado a suscitarse con anterioridad al evento. Esteban Erize, para el título de su Diccionario, había optado por el lexema mapuche como englobador de las denominaciones de parcialidades y «modalidades dialectales» (araucano, pehuenche, pampa, picunche, rancülche, huiliche) por considerarla «voz representativa del idioma básico común» (Erize, 1960a, p. 22). En una carta enviada en julio de 1960, Erize interpela a Gregorio Álvarez enfatizando: «No desespero, querido peñi, antes de ingresar al Huenumapu, ver su Junta araucanista transformada en JUNTA DE ESTUDIOS INDIGENISTAS MAPUCHES propiciando la reunión de un CONGRESO INTERNACIONAL DE ESTUDIOS INDIGENISTAS MAPUCHES» (mayúsculas en el original). En otro lugar de esta misiva le objeta:

usted se hace el remolón para admitir que lógicamente, honestamente se debe substituir la inexacta, híbrida palabra ARAUCANA por la genuina, correcta y exacta palabra MAPUCHE, y sin embargo usted es la misma persona que cierta vez escribió: «El significado del topónimo NEUQUÉN está implícito, como era ya de figurarse, en el tronco mismo del idioma mapuche, llamado impropiamente, según los naturales, idioma araucano». Esto lo escribió en 1952, lo que significa que alguna vez intentó elevarse sobre la lodosa rutina pero que, por razones que ignoro, recayó nuevamente en la huella de la rastrillada. (Erize, 1960b)

La proposición de Erize en el congreso se publica de modo muy resumido, en solo tres párrafos, y en ella se destaca su opinión de que «los indígenas empleaban el vocablo mapuche (gente de la tierra), pues siempre consideraron la voz araucano» como aborrecible y despectiva (Erize, 1963, II, p. 129). Su planteo no era totalmente novedoso, porque ya Benigar, en el trabajo titulado «El nombre de los araucanos» publicado también como ponencia del congreso (Benigar, 1963a, II, pp. 119-120), había señalado que «el término araucano no es científico, sino del todo ocasional» (1963a, II, p. 120), aunque a su juicio constituía una discusión estéril intentar reemplazarlo por mapuche, debido a la amplia circulación del primero en la literatura. Erize, en cambio, asumió una postura militante y su prédica tuvo como efecto que la Comisión se pronunciara por la conveniencia de utilizar el etnónimo mapuche, tanto por su difusión en todo el territorio como por razones de solidaridad, a fin de excluir las asociaciones negativas que provocaba a los integrantes de este pueblo (Erize, 1963, I, p. 84). Cabe destacar que a posteriori del congreso, Álvarez retoma la moción, y el espacio institucional que presidía cambia su nombre a «Junta de Estudios Mapuches (Araucanos)», tal como consta en el membrete de correspondencia (Álvarez, 1963a).

La segunda controversia se conformó en relación con la etimología y el modo de escribir el topónimo Neuquén. Entendemos que la ponencia planteada por Álvarez (1963b, «Origen y significado del vocablo "Neuquén"», II, pp. 109-114) fue el disparador de esta discusión. El autor inició su exposición ubicando la importancia del tópico para los habitantes de la provincia. Desplegó una serie de estrategias de análisis morfológico, semántico, fonético y grafémico que le permitieron formular y validar su propia reflexión sobre el término. Por otro lado, en su argumentación estableció la importancia del conocimiento local, aunque desmereciendo en parte el saber mantenido tradicionalmente por los pobladores indígenas, y priorizando las aproximaciones empíricas de quienes conocían las particularidades del territorio:

Los aborígenes no saben documentarnos en forma fidedigna sobre este punto, no sobre el significado del presunto topónimo legítimo, ni menos sobre su evolución a través de la historia. [...] Su significado debe investigarse en el sentido onomástico, demostrativo en sí, de la calidad del accidente geográfico que quiere representar. Y esto es solo factible por la observación directa de su recorrido, principalmente en su parte superior, que fue donde tuvo origen su nombre. (Álvarez, 1963b, II, p. 112)

La crónica periodística describe la «animada polémica» en que Erize y Casamiquela se enzarzaron y en la que también participaron, consultados, los lonkos Anibal Namuncura y Pablo Paillalef (Fantini, 1963, I, pp. 50-51). No obstante, como no se lograron acuerdos, en la relatoría se informó lo siguiente:

Esta Comisión, después de un estudio largo, profundo, no vacila (y lamenta tener que decir) que no sabe el significado de la palabra Neuquén, casi si, asegurar que es palabra araucana, lo cual quiere decir que hay que seguir investigando, que hay que rastrear en las viejas crónicas y hay que seguir preguntando al viejo indígena en la campaña, para saber qué quiere decir Neuquén. Sí se aprobó, como recomendación para que quede oficializado definitivamente de acuerdo a la tradición, que debe decirse Neuquén y no Néuquen. (Fantini, 1963, I, p. 84)

En esta y otras intervenciones que exhiben ideologías acerca de la estandarización del mapuzungun se visualiza la heterogeneidad que las mismas pueden adoptar aun al interior de un mismo colectivo social. Como afirma Gal (1998, p. 320), las ideologías lingüísticas dominantes establecidas por una élite (académica, en el caso que nos ocupa) «raramente son monolíticas, y no siempre son estables» (véase también Kroskrity, 2004, p. 501).

Como mencionamos más arriba, varias intervenciones centradas en la toponimia enfatizaron la necesidad de «corregirla, rectificarla, y establecer su autenticidad» (AA. VV., 1963, p. 138; Vúletin, 1963a, II, pp. 147-151). En esta búsqueda del sentido y forma originales, se evidencia también un propósito purista. Siguiendo a Brunstad (2010, p. 53), tanto purismo como estandarización son ambos «aspectos del mismo proceso de homogeneización de norma».

Los casos analizados en la bibliografía sobre el tema generalmente exponen tensiones o propósitos puristas al interior de una comunidad de habla. En el caso analizado, la intención normativizadora se origina externamente. Y no obstante haber logrado consensos en cuanto al propósito, en un comentario de Balmori un mes después de realizado el congreso se observa que la confrontación de pareceres no se había limitado a la meta de estandarizar la terminología toponímica, sino que había involucrado el método (científico o basado en el conocimiento local) que permitiera consensuar una definición: «Se plantearon muchas etimologías y por lo menos no se aceptó ninguna oficialmente como se pretendía, por ejemplo, para Neuquén, por no presentar garantías científicas. Con esto, se impuso una tónica sana, por lo menos en nuestra sección» (Balmori, 1998, p. 56).

En cuanto a la estandarización de la escritura de la lengua, que se plantea como crucial para este campo específico, también se observan distintas tradiciones en pugna. Erize objeta la divulgación de «la modalidad germanizada», la que plantea «intrincados problemas, verdaderas torturas idiomáticas para el lector común desprevenido» (Erize, 1963, I, p. 104), y Vúletin efectúa a la Comisión proposiciones concretas en las que sugiere como «correcciones»: «terminar con la letra k en los términos autóctonos» (Vúletin, 1963a, II, p. 149) y utilizar «letras comunes... dejando para los estudios lingüísticos especializados, las sutilezas de la emisión oral, que sin quererlo, daña gravemente a nuestra toponimia» (1963a, II, p. 150). Para este último autor, tal normalización podría realizarse a partir de la elaboración de un fichero geográfico (Vúletin, 1963b, II, pp. 399-410), para el que no sugiere ninguna intervención de profesionales del campo lingüístico. En cambio, la propuesta de Balmori resalta la vinculación de tal estandarización toponímica con el esclarecimiento de la dialectología del mapuzungun, ya que:

La fijación y delimitación de variantes y formas dialectales en el área de habla araucana ayudará, por una parte, a ordenar y valorar el maremagnum de formas aberrantes e inexplicables; por otra, a fijar un criterio para estudios de topónimos y voces arcaicas y por fin acometer un esbozo de historia de la lengua. (Balmori, 1963, I, p. 74)

Al formalizar esta observación, retoma este investigador otro aspecto clave de la propuesta filológica a la que adhería. Esta, además de considerar fuentes históricas, se basaba en la comparación interdialectal y acudía a la toponimia como fuente complementaria para dar cuenta de procesos diacrónicos (Fernández-Ordóñez, 2009). En la polémica vuelve a visualizarse la tensión entre el seguimiento estricto de modelos teóricos y la experiencia que proporciona el trabajo de campo, cuya síntesis resultaba necesaria para el abordaje de problemas lingüísticos hasta entonces irresueltos.

Woolard y Schieffelin (1994) destacan que la estandarización no es un proceso técnico sino ideológico, y en la selección y elaboración de un estándar lingüístico se representan cuestiones sobre el lenguaje, la política y el poder. En este caso, los participantes del congreso se amoldan a presupuestos validados por su uso en lenguas europeas, sin problematizar ni el estatus de la escritura al interior de la comunidad mapuche, ni el cambio diacrónico en mapuzungun. Al imponerse una doctrina de corrección para normativizar las versiones «genuinas» o «exactas» y erradicar las «híbridas», también se ignoran discursivamente los efectos de las dinámicas de extenso contacto lingüístico mapuzungun-español.

Ideologías sobre el mantenimiento lingüístico y la extinción

La situación sociolingüística del mapuzungun en la región tuvo en el congreso y en la Comisión un tratamiento conceptual superficial, basado más en preconceptos que en datos empíricos fiables. Según Kroskrity (2004), las ideologías lingüísticas funcionan a modo de filtros interpretativos, construidos y basados en el posicionamiento político y socioeconómico de los distintos actores, estableciendo fronteras sociales y perspectivas divergentes asociadas a las identidades asumidas. En tanto que muchos autores provenían de círculos académicos, expusieron ideologías que, por un lado, asumían la desaparición próxima del idioma y, por otro, exhibían propósitos para su uso reverencial.

En distintos segmentos del tomo i, se observa la tensión entre el mantenimiento y el desplazamiento lingüístico. Casamiquela sintetiza la paradoja de encontrarse en la región ante «un idioma vivo y en vías de desaparecer» (1963, I, p. 85). Fantini, en su crónica, destaca que uno de los caciques «confiesa haber olvidado muchas palabras de su lengua racial», mientras que otro «posee amplio dominio dialectal de la lengua mapuche» (Fantini, 1963, I, p. 51)11. No obstante, destaca que, en un diálogo entre «dos expresivas figuras mapuches» en la sala de sesiones, no se emplea el mapuzungun y en cambio utilizan un «correcto castellano» (Fantini, 1963, I, p. 52).

Dada esta representación, en la alocución de cierre del evento, Álvarez insiste en la necesidad de «documentar en la forma más fidedigna posible, el tesoro de su lengua y remanencias de su pasado, que está en camino a desaparecer» (1963b, I, p. 133). El énfasis puesto en el desplazamiento contrasta con la evidente persistencia de prácticas comunicativas, ya sea rituales como el ngillatun en el que participan los asistentes al congreso, o la ejecución de arte verbal en la que «un miembro de la tribu de Curruhinca; expresivo lenguaraz... entona antiguas canciones mapuche» (Fantini, 1963, I, p. 48) en Quila-quina.

Permanentemente, el mapuzungun es asociado discursivamente con el pasado. No obstante, se le otorgó el estatus de lengua de comunicación al establecerse que «[l]os idiomas oficiales del congreso serán el castellano y el araucano o mapuche» (AA. VV., 1963, I, p. 21). Además, la lengua estuvo presente, según se observa en los dos tomos de las Actas, a través del empleo de distintas expresiones léxicas o sintagmáticas. En algunos casos, eran recursos comunicativos compartidos que no se traducen («mari-mari», «peñi», «huinca») o constituyen préstamos adaptados (nguillatunes, cultruna). Otros ejemplos fueron traspuestos al castellano en la crónica del evento, por su mayor especificidad cultural y menor difusión fuera del área patagónica: «el Choique Purum, o Loncomeo; es decir "la danza del avestruz"» (Fantini, 1963, I, p. 77), «"Traún hunüi", reunirse amigos», «pifülkas, o clarines» (Fantini, 1963, I, p. 78), «juego araucano llamado Pil Ma Tún» (Fantini, 1963, I, p. 95).

La ambigüedad ideológico-lingüística probablemente respondía a una situación en la que se percibía que en la región la transmisión intergeneracional y el uso público del mapuzungun se estaba discontinuando. Pero también presionaba una ideología propia de la lingüística colonial, y funcional al primer paradigma de la lingüística antropológica según Duranti (2003), que había asumido la inminente extinción de los idiomas nativos como incentivo para su documentación. Esta «ideología del salvataje» no era cuestionada entonces en los estudios académicos. Por ello, los participantes del congreso parecen haber asumido que el bilingüismo mapuzungun-español y la poca evidencia de usos de la primera lengua implicaría su desaparición, sin tener presentes las tramas del ocultamiento y el disimulo lingüístico por parte del pueblo mapuche posteriormente analizadas por Golluscio (2006).

En el contexto que nos ocupa, cabe también destacar la decisión sobre el uso estratégico de la misma, tanto por parte de los académicos -Álvarez y Casamiquela iniciaron simbólicamente sus exposiciones plenarias con «algunas palabras en idioma araucano» (Fantini, 1963, I, p. 83)12-, como por los pobladores de las comunidades: de hecho, en la situación que los interlocutores mapuche eligen expresarse en castellano, en lugar de mapuzungun, se exponen una serie de reclamos que deseaban fueran comprendidos por la asamblea que los escuchaba.

En tal sentido, algunos participantes manifestaron la necesidad de que, además de realizarse un intercambio científico, se propusieran soluciones desde el ámbito de las políticas públicas. Las mismas se orientaron fundamentalmente a cuestiones educativas, de otorgamiento de tierras productivas y de salud13. En cambio, no se menciona el derecho al empleo y mantenimiento de su lengua para los mapuches, sino la necesidad de profundizar su estudio por parte de los investigadores.

RESULTADOS DEL CONGRESO

Los temas tratados permitieron articular nuevas relaciones entre los estudios toponímicos y folklóricos que se venían realizando en la región con distintas reflexiones y aportes provenientes del campo de la lingüística, desde enfoques histórico-comparados y aplicados. Además, los intercambios entre los investigadores académicos (como Balmori y colegas platenses) con quienes realizaban el trabajo a campo (como Koessler-Ilg, Hassler o Barreto), propiciaron, según los participantes, un enriquecimiento para ambos tipos de investigaciones. Señala Koessler-Ilg:

Un congreso como este, representa, sobre todo, la oportunidad de reunión de los recolectores, investigadores de campo, con los investigadores de gabinete. El contacto con especialistas de formación sólida, ha impuesto al congreso un vigor saludable, beneficioso para el futuro. Los universitarios han podido conocer la realidad mapuche de esta zona, algo distinta de la opinión que pudieron formarse en la lectura de los libros más difundidos sobre el tema araucano. El conocimiento íntimo de esta realidad no se puede alcanzar sino por el informe de los que hemos convivido mucho tiempo con el aborigen, los que hemos conquistado su confianza lentamente, correspondiéndole con respeto y cariño. (Koessler-Ilg, 1963, I, p. 60)14

Por otro lado, surgieron, además, nuevas propuestas de agrupamiento entre profesionales, como la de «un núcleo de estudiosos de la lingüística mapuche, dialectos y estructuración de un fichero», gestado en una «reunión extraoficial» de Balmori, Barreto y Rambeaud (Fantini, 1963, I, p. 75). A fin de contar con un diagnóstico certero de la situación del mapuzungun en el área, Balmori propuso realizar «un censo estadístico» y «un censo del grado de conocimiento de la lengua sobre un cuestionario tipo y que incluya la distinción de dialectos» (AA. VV., 1963, I, p. 85). Esta preocupación por ahondar en la dialectología requería, según los integrantes de la Comisión, concertar investigaciones a ambos lados de los Andes. Además, se recomendó la «recopilación sistemática de mitos, leyendas, tradiciones, creencias. en el Área Mapuche, con propósito de ulterior publicación» (AA. VV., 1963, I, p. 82), tarea que continuaría más que nada Álvarez, quien editó El tronco de oro (1968 [1992]). Finalmente, se destacan dos propuestas de trabajo emanadas de la comisión que permanecen inconclusas hasta nuestro presente: la edición de las obras completas de Juan Benigar (auspiciada en ese entonces por Lascaray) y la sustanciación de estudios dialectales binacionales.

El colectivo neuquino continuó produciendo trabajos sobre las temáticas impulsadas en el evento, a excepción de lo relativo a la descripción lingüística del mapuzungun. La relación con la Universidad Nacional de La Plata se interrumpió luego del fallecimiento de Koessler-Ilg en 1965 y la inserción de Balmori, un año antes, en la Universidad de Buenos Aires. A esto se sumó que tanto Albarracín Sarmiento como Roberto de Souza continuaron su formación de posgrado en España en los años subsiguientes y luego radicaron sus carreras académicas en Estados Unidos. En cuanto a Álvarez, líder de la convocatoria, continuó hasta su fallecimiento en 1986 una prolífica actividad en Neuquén, principalmente como cofundador, docente y luego profesor emérito de la Universidad Nacional del Comahue así como, entre otros cargos, presidente honorario de la Junta de Estudios Históricos del Neuquén (Burgos & Pellettieri, 2007).

La publicación cercana en el tiempo de los dos tomos de Actas contribuyó a la circulación de lo expuesto en el plano académico hacia otros ámbitos de investigación. En cuanto a las demandas debatidas en el congreso, no se registraron cambios sustanciales en las políticas públicas de la región. Por otro lado, si bien la participación indígena fue propuesta intencionalmente desde el momento de organización del congreso, en la práctica tuvo bajo impacto, según lo referido en las Actas, en las discusiones del campo que analizamos.

Queda manifiesto, asimismo, un desbalance entre el poder hegemónico y el pueblo mapuche, visible en la apropiación que se realiza de lo indígena en la historia argentina, como «pueblo araucano que habitó suelo argentino», e incorporado a la «historia patria» a la que nos referimos en la introducción, y también en prácticas en las que el mapuzungun se revela subordinado o periférico al español al interior del congreso. Tal apropiación se inscribe en una ideología nacionalista que establece una estructura de subalternidad entre ambos idiomas.

La ecuación romántica entre un pueblo y su lengua se observa aquí en dos sentidos complementarios. Por un lado, articula al pueblo mapuche con el mapuzungun, pero con escasa densidad al entenderlo como una lengua en desplazamiento. Por otro, se denota en la incorporación de este binomio al territorio y al patrimonio nacional. No es inocuo que el congreso se denomine del «Área Araucana Argentina», representación que se pone en tensión con la presencia de este pueblo y su idioma al otro lado de los Andes y el propósito ulterior de un trabajo mancomunado con científicos chilenos.

REFLEXIONES FINALES

La revisión de los debates y las conclusiones presentadas en este Primer Congreso (que no tuvo continuidad) ha permitido considerarlo como una «usina» de ideas en la que confluyeron los principales actores del campo de estudios «araucanistas» de la época.

La investigación presentada relevó principalmente las capas contextual, institucional y técnica, tal como nos propusimos. A la vez, en el desarrollo de la exposición, pudimos aproximarnos a concepciones propias de la capa teórica, ya que en algunos posicionamientos se verbaliza cuál es el rol de los estudios lingüísticos en situaciones como la analizada.

El examen de las propuestas intelectuales del congreso nos permitió indagar sobre un momento donde resurgió el interés por la lingüística mapuche en la Argentina, y comprender, en especial, la incidencia de los investigadores locales en ese campo. Como comunidad de prácticas, descrita en el apartado «La etapa preparatoria del I Congreso del Área Araucana Argentina», lograron una sinergia en la que convergieron la mayoría de quienes trabajaban entonces estos temas, en un intercambio que incluyó la discusión sobre métodos de investigación o resultados, y que permitió configurar vínculos intelectuales entre actores del territorio y de las universidades. En tal sentido, el congreso denota un momento bisagra en el que los intereses de investigación se empezaron a posicionar con independencia disciplinar respecto de los estudios etnológicos, y aun cuando el enfoque lingüístico histórico-comparativo y el abordaje folklórico eran dominantes, comenzaban a difundirse los modelos del estructuralismo y la sociolingüística que luego ganarían terreno en las universidades nacionales.

Hemos adelantado conclusiones parciales en los apartados «La etapa preparatoria del I Congreso del Área Araucana Argentina», «Los debates lingüísticos» y «Resultados del congreso». Destacamos aquí que las ideologías lingüísticas desarrolladas provienen en su totalidad del grupo académico, siendo muy reducida la voz del pueblo mapuche, lo que replica el desbalance socioeconómico y político de ambos sectores en ese período. Los intercambios y debates concluyeron en su mayoría en acuerdos; las heterogeneidades fueron mínimas, y en general sesgadas por las disciplinas de base de los participantes.

Destacamos también que el afán normativista, y la preocupación por registrar la lengua antes de su eventual desaparición, implicó un distanciamiento del uso lingüístico y una ponderación del idioma como objeto de estudio. Además, el foco del análisis se concentró en el nivel del léxico, en lugar de atenderse, por ejemplo, a las prácticas comunicativas presenciadas, selección que deriva de los marcos teóricos sostenidos por la mayoría de los participantes. Del mismo modo, la concepción de las lenguas indígenas como sustrato del español en la región direccionó hacia una búsqueda recurrente de topónimos originales. Esta fue orientada por una ideología normativizadora, que prescindió de atender los procesos históricos y contemporáneos de contacto lingüístico con el castellano ya entonces dominante en el territorio.

En tanto varios de los participantes norpatagónicos mantuvieron una sostenida actividad en torno a la temática hasta los albores del siglo xxi, muchas de las ideologías aquí presentadas mantuvieron su vigencia y visibilidad en las décadas subsiguientes al congreso. Cambios posteriores a distintos niveles (los procesos de mantenimiento del idioma, la mayor incidencia de los equipos de revitalización lingüística, la creciente presencia de universidades nacionales en la región (Uncoma, UNRN, UNLPam, UNPSJB) y la puesta en cuestión de los efectos de la denominada «campaña del desierto») conducen a hipotetizar que, si se realizara una nueva sesión de este congreso, los énfasis serían cualitativamente distintos. No obstante, cabe a esta primera versión la iniciativa de un acercamiento interdisciplinario e intersectorial a la temática, así como un reconocimiento tácito de la existencia de la presencia mapuche en un área mucho más vasta que la que entonces las comunidades habitaban.

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*Este artículo se enmarca en el proyecto PICT 2015-1507 Tecnologías de papel. Patrones para la documentación y comunicación científica en los estudios de lenguas indígenas de Patagonia y Tierra del Fuego (1860-1930), financiado por la Agencia Nacional de Promoción Científica y Tecnológica por el periodo 2017-2020. Una primera versión fue presentada en el XVI Congreso de la Sociedad Argentina de Estudios Lingüísticos, realizado en la UNSAM, campus Miguelete, del 3 al 6 de julio de 2018.

1 El concepto fue desarrollado por Lave y Wenger (1991) y promovido, en los últimos años, por esta investigadora del campo de la sociolingüística quien sostiene que «la CP es un dominio definido por un proceso de aprendizaje social. Lave y Wenger (1991) desarrollaron originalmente la cp como un medio de describir y entender cómo las comunidades profesionales [...] inducen y capacitan a nuevos miembros, y perpetúan rutinas establecidas para llevar a cabo tareas específicas» (Meyerhoff, 2002, pp. 527-528, traducción nuestra).

2Para una presentación del campo y de los distintos sentidos otorgados al concepto de ideología lingüística, véase Silverstein (1979), Woolard y Schieffelin (1994), y Kroskrity (2004), además de las autoras mencionadas en esta presentación.

3Para la publicación de las Actas fue Álvarez quien, a través de una serie de participantes que ayudaron y facilitaron este trabajo, medió con sectores gubernamentales. En el Archivo Histórico de la Provincia de Neuquén, se encuentra una carta fechada en noviembre de 1962, dirigida a Gregorio Álvarez por parte de Manuel A. Val, contador general de la Dirección General de Administración del Ministerio del Interior, en la cual este le solicita que le remita la documentación solicitada para hacer la rendición de 1 000 000 de pesos en moneda nacional, monto destinado a la edición de las Actas (Val, 1962).

4 Los invitados que finalmente participaron en las sesiones fueron los caciques Aníbal Namuncurá (de San Ignacio), José Curruhuinca (de San Martín de los Andes), Pablo Paillalef (de Piedra Pintada) y Manuel Painefilu (de Junín de los Andes) (AA. VV, 1963, I, p. 14); a ellos, se sumó un hijo de Namuncurá.

5Cabe destacar que en la época, además de los estudios emprendidos en la Universidad Nacional de La Plata, se registraban otras investigaciones sobre el mapuzungun por parte del lingüista argentino Jorge Suárez, quien visitó la misma región en 1958 (Suárez, 1988).

6 Esta denominación, trascripta como «pewen mapu*, también se encuentra en Benigar (1963b, p. 22).

7 La publicación de esta obra fue auspiciada por la Comisión Nacional del Sesquicentenario de la Revolución de Mayo (Vitolo, en AA.VV. 1963, I, p. 139). Para una reseña crítica de este material en la época, ver Olivera Giménez (1966).

8Cabe destacar que Balmori, asturiano de origen, y nacido en 1894, se había formado en el paradigma mencionado mediante distintas estancias en Alemania, Inglaterra y Francia, especializándose en las lenguas célticas y la filología clásica (Balmori, 1998). En 1930, estando en Madrid, se integró al Centro de Estudios Históricos, en el que Ramón Menéndez Pidal lideraba la sección de Filología (López Sánchez, 2006, p. 105). En 1939, exiliado republicano luego de la Guerra Civil española, arribó a la Argentina para desempeñarse como docente en la Universidad Nacional de Tucumán. Tanto en esta casa de estudios como posteriormente en las universidades nacionales de La Plata (desde 1955) y en la de Buenos Aires (desde 1964) se abocó a investigar sobre distintas lenguas indígenas, hasta su fallecimiento en 1966 (Bucca, 1967).

9En la región norpatagónica el tema había tenido una repercusión; Juan Benigar (1928) escribió un libro completo dedicado a rebatir la mayoría de los supuestos planteados por Imbelloni en La esfinge indiana (1926).

10 La autora señala: «Propongo furi-lofche, "caserío de atrás, del otro lado"; o, también, furi-lofche, "gente de atrás del lof" o "gente del lof de más allá"» (Koessler-Ilg, 1963, II, p. 41).

11Aquí también se confronta la estimación de Balmori, quien cataloga como hablantes eficientes a estos tres participantes cuando refiere que «en el congreso teníamos como asesores tres caciques que hablaban bien la lengua» (Balmori, 1998, p. 57).

12Álvarez también cerró su discurso inaugural con la fórmula retórica «Nada más. Af pin» (AA. VV., 1963, I, p. 35).

13Por ejemplo, sugiere Wily Hassler: «Esta raza oprimida... es merecedora de atención oficial y particular: (1) Deben crearse escuelas de hasta sexto grado en las reducciones, con la obligatoriedad de cursarlo; [...] A los araucanos hay que darles la oportunidad de contar con sus propios maestros, médicos, odontólogos, abogados, etc., para que los interpreten, los protejan y alienten, elevándolos a la condición humana que ahora se les retacea, cuando no se les niega rotundamente» (Hassler, en Fantini, 1963, I, p. 64).

14También Roberto de Souza destacó la variedad de disciplinas en un único evento y refirió que «la reunión de investigadores de gabinete, de investigadores de campo, e inclusive, aborígenes, permitió que el científico corroborara, ampliara o rectificara sus teorías y que el investigador de campo se sintiera alentado y reclamara, en algunos casos, asesoramiento técnico para continuar su labor» (de Souza, en Fantini, 1963, I, p. 75).

Cómo citar este artículo: Malvestitti, M., & de Miguel, R. (2020). Controversias lingüísticas e ideologías sobre el mapuzungun en el Primer Congreso del Área Araucana Argentina. Forma y Función, 33(1), 13-37. https://doi.org/10.15446/fyf.v33n1.84179

Recibido: 19 de Diciembre de 2018; Aprobado: 17 de Septiembre de 2019

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