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Lenguaje

Print version ISSN 0120-3479

Leng. vol.43 no.1 Cali Jan./June 2015

 

Aportes de la Lingüística Aplicada al Estudio del Poder1

Contributions from applied linguistics to the study of power

Contributions de la linguistique appliquée à l'étude du pouvoir

Carlos Alberto Mayora Pernía
Universidad Simón Bolívar, Caracas, Venezuela.
Profesor de inglés egresado del Instituto Pedagógico de Caracas (2000); magíster en lingüística aplicada egresado de la Universidad Simón Bolívar (USB, 2008) y estudiante del Doctorado en Ciencias Sociales y Humanidades de la USB. Profesor agregado adscrito al Departamento de Idiomas de la USB donde dicta cursos de pregrado (niveles I al IV de los programas de Inglés para Comercio Exterior, I y II de Inglés para Organización Empresarial) y postgrado (Diseño de cursos de lengua).
E-mail: camayora@usb.ve

Fecha de recepción: 20-01-14
Fecha de aceptación: 30-10-14


Resumen

Existen dos marcadas tendencias en las ciencias sociales actualmente: a) un creciente interés en el estudio del poder como fenómeno sociopolítico; b) el abordaje interdisciplinario de éste y otros temas sociales. No obstante, en recientes compilaciones sobre el tema del poder, la lingüística aplicada no ha sido incluida, hecho que representa un gran vacío dada la natural relación entre lenguaje y poder, y el carácter práctico e interdisciplinario propio de esta disciplina. Aquí se reseñan tres áreas muy representativas de la lingüística aplicada que arrojan luces a las relaciones de poder dentro de las naciones, pero también entre ellas.

Palabras clave: poder, lingüística aplicada, geopolítica, análisis del discurso.


Abstract

There are two strong trends in the social sciences today: a) a growing interest in the study of power as a sociopolitical phenomenon; b) the interdisciplinary approach of this and other social issues. However, in recent compilations on the subject of power, applied linguistics has not been included, a fact that represents a large gap given the natural relationship between language and power, and the very practical and interdisciplinary nature of the discipline. Here are three very representative areas of applied linguistics that shed light on power relations within and between nations.

Key words: power, applied linguistics, geopolitics, discourse analysis.


Résumé

Il y a deux tendances fortes dans les sciences sociales actuellement: a) un intérêt de plus en plus important dans l'étude du pouvoir comme phénomène socio-politique; b) l'approche interdisciplinaire de ce sujet et d'autres questions sociales. Cependant, au cours des dernières compilations sur le sujet du pouvoir, la linguistique appliquée a été ignorée, ce qui représente un écart important, compte tenu de la relation naturelle entre la langue et le pouvoir, et le caractère très pratique et interdisciplinaire propre de cette de discipline. Voici trois domaines très représentatifs de la linguistique appliquée qui vise à comprendre les relations de pouvoir au sein des nations mais aussi entre elles.

Mots clés: pouvoir, la linguistique appliquée, la géopolitique, l'analyse du discours.


Introducción

La relación entre lenguaje y poder es evidente. Los grandes líderes de la historia no siempre han sido hombres de destacada apariencia o contextura fuerte, pero casi siempre han sido notables usuarios del lenguaje, es decir, grandes oradores. En la historia, además, se han dado casos de hombres que llegan al poder por herencia o circunstancias sin haber poseído el mencionado dominio del lenguaje, y dicha carencia, ha puesto en peligro su reinado o gobierno, como fue el caso del Jorge V, muy bien plasmado en la película de Tom Hooper El discurso del Rey. Otro ejemplo lo encontramos en la variedad de mitos de la creación humana (entre ellos el judío-cristiano, los indoamericanos, el egipcio, etc.) en los que el lenguaje es presentado como facultad divina dada por una deidad a los hombres para entregarles el poder de nombrar, y así ser coparticipes de la creación, los objetos y los animales (Cisneros & Silva, 2010). Un tercer ejemplo de esta relación lo presentó el escritor George Orwell en su anti-utopía totalitaria 1984 (Orwell, 1949). En esta sociedad

futurista existe un gobierno todo poderoso regido por "Gran Hermano". Una de las principales herramientas del control de ese régimen era la creación de un nuevo lenguaje llamado en inglés "Newspeak". En la ficción orwelliana, el gobierno genera diccionarios de esta nueva lengua cada cierto tiempo e impone que todas las noticias, anuncios oficiales y documentos sean producidos en esta lengua. Con cada nueva edición de newspeak, ciertos términos que puedan resultar poco convenientes a los intereses del régimen son eliminados o sustituidos. La historia se encargaría de demostrar que la ficción orwelliana no estaba muy alejada de la realidad, pues han sido varios los gobiernos que han tratado de manipular y dominar el lenguaje para así garantizar su permanencia en el poder.

Pese a que la relación entre lenguaje y poder parece ser evidente, los aportes de la lingüística aplicada al estudio del poder no son siempre tan aparentes. En seminarios, congresos, revistas académicas y libros compilados sobre poder es común encontrar aportes desde una variedad disciplinaria. Ello se debe a que el estudio del poder en años recientes (quizás no tan recientes) ha mostrado una clara tendencia al abordaje interdisciplinario. En tal sentido, es frecuente que en discusiones acerca del tema se consideren por igual los aportes de, además de la ciencia política, otras disciplinas tales como la filosofía, las ciencias jurídicas, la economía, la psicología, las relaciones internacionales entre muchas otras. No obstante, una disciplina que a menudo está ausente entre estos conjuntos es la lingüística aplicada. Esto resulta, cuando menos, curioso, dado el hecho de que le lenguaje es una de las bases fundamentales del poder y una de las formas más obvias de su ejercicio (Bourdieu, 1991; Fairclough, 1989). Dado que la lingüística aplicada es una disciplina dedicada al estudio y el uso práctico del conocimiento del lenguaje, la ausencia de ésta en el estudio del poder representa un vacío considerable. Puede además decirse que este vacío es "bidireccional". Por un lado, los estudiosos del poder parecen a menudo no estar plenamente conscientes de los aportes de la lingüística aplicada a la comprensión de su objeto de estudio. Por otro lado, y con la obvia excepción de aquellos dedicados a los estudios del discurso, muchos lingüistas consideran su trabajo como algo "apolítico" y creen que su ciencia aporta poco a dicho estudio.

El propósito del presente trabajo es describir brevemente algunos de los aportes que algunos lingüistas aplicados han hecho al estudio del poder. El objetivo es hacer evidentes dichos aportes tanto para estudiosos del poder desde otras disciplinas, como para algunos estudiosos del lenguaje. La lingüística aplicada es una disciplina que busca la resolución de problemas pragmáticos asociados a los usos del lenguaje en la vida cotidiana a partir de la aplicación e integración de marcos teóricos interdisciplinarios de las ciencias que estudian el lenguaje y la conducta humana (Cook & Seidlhofer, 1995; Payrató, 2003; Strevens, 1992). Dada esta definición, es claro que el rango de acción de la lingüística aplicada es amplio, pues el lenguaje es parte de un gran número de actividades humanas y los problemas que surgen de su uso abundan. Puede decirse entonces que son pocas las áreas de la actividad humana donde la lingüística aplicada no tenga un derecho de palabra.

Para cumplir con el objetivo de este artículo, primero se hará una breve referencia a la relación entre lenguaje y poder. Luego se describirán tres áreas concretas de la lingüística aplicada que han hecho aportes particularmente interesantes al estudio del poder: el área de planificación y políticas lingüísticas, el estudio de la geopolítica lingüística y finalmente el análisis del discurso, con especial énfasis en el análisis crítico del discurso. Por obvias razones, las descripciones aquí presentadas serán más introductorias que exhaustivas.

Sobre lenguaje y poder

El poder puede definirse, en términos muy generales, como la capacidad de un individuo o grupo de individuos para obtener efectos deseados de otro individuo o grupo de individuos. Así definido, puede apreciarse que la noción de poder se expande a una amplia gama de ámbitos y situaciones humanas. Sin embargo, el ámbito en el cual el estudio del poder ha sido más difundido y profundizado es en la política, es decir, el poder del gobierno o del Estado y su relación con los ciudadanos.

En su análisis sobre el poder, Russell (1986) identificó tres formas de poder según la manera de influenciar a los individuos: a) poder coercivo (impuesto por la fuerza o efecto físico directo); b) poder por recompensa o castigo y; c) poder persuasivo (el que se logra por influencia en la opinión). De estas tres formas de poder, las dos últimas están asociadas directamente con el uso del lenguaje. El establecimiento de un sistema de recompensas y castigos se basa en descripciones de los premios y sanciones de una sociedad, descripciones expresadas en el lenguaje natural. Finalmente, la persuasión es un acto fundamentalmente lingüístico, y es de hecho una de las principales funciones del lenguaje según Halliday (1973). Fue a través de la persuasión, de sus poderosos mensajes, que hombres como Hitler y Lenin lograron lo que lograron en la historia. Las armas y la fuerza vendrían después. Pero incluso, en donde hay coerción, donde un régimen se impone por las armas, existe una necesidad de estructurar un discurso que genere la sensación de que esa realidad opresiva es de hecho necesaria para el bien de la nación y de los propios oprimidos (Edelman, 1985).

Ya en la introducción se hizo referencia a la novela 1984 de Orwell, obra que marcaría un hito en las discusiones sobre lenguaje y poder. En la introducción de la edición de 1983 de la afamada novela, Cronkite apuntó "escuchamos newspeak en cada uso del lenguaje para manipular, engañar o cubrir crudas realidades con la leve nieve del eufemismo2" (p. 1). En una línea similar de razonamiento, Converse (1985) discutía la idea de que el control de la información como un mecanismo para mantener el poder en los sistemas cerrados (autocracias y regímenes totalitarios) y un desiderátum de los sistemas abiertos (democracias). Tomando como ejemplo el código de censura utilizado durante la dictadura en Polonia en los años setenta, Converse muestra, aunque ese no es su principal objetivo, cómo el control y la censura en la información, pasan necesariamente por manipular y tratar de controlar también el lenguaje.

En sus descripciones científicas del lenguaje, las diferentes escuelas de lingüística también han demostrado la relación inherente entre lenguaje y poder. En tiempos del conductismo, la escuela estructuralista norteamericana diría que el lenguaje como propiedad humana es la que diferencia al hombre de otros organismos dado que cumple una función mediadora entre los estímulos que una persona siente y la respuesta de otra. Mientras que cualquier organismo produciría una respuesta a un estímulo, los humanos producen una respuesta verbal, que puede convertirse en el estímulo para que otra persona produzca la respuesta deseada; en palabras del propio Bloomfield (1961, p. 61) "el lenguaje permite a una persona producir una reacción (R) cuando otra persona siente el estímulo (E)". En este sentido, los eventos lingüísticos estarían representados por una estructura de E→r→R, donde la "E" es el estímulo inicial, la "r" es la reacción lingüística sustituta y la "R" es la reacción práctica de otro individuo para quien "r" es a su vez un estímulo. Esta naturaleza mediadora del lenguaje subyace, según Bloomfield, a la posibilidad de influir las conductas de los demás y de establecer la cooperación social, indispensable para la sobrevivencia humana. "La división del trabajo, y con ella, todo el funcionamiento de la sociedad humana, se debe al lenguaje" (Bloomfield, 1961, p. 61). La perspectiva del lenguaje propuesta por el estructuralismo norteamericano en los sesenta se asemeja mucho a varias de las definiciones de poder existentes en la literatura en ciencias políticas y ciencias sociales en general, particularmente, aquella propuesta por Dahl (1986).

En una discusión sobre lenguaje y poder es indispensable hacer mención a los trabajos de Fairclough (1989) y Bourdieu (1991), quienes han abordado de modo explícito e intencional esta relación; el primero desde la sociolingüística y el segundo desde la filosofía del lenguaje. Ambos se suscriben a la idea del "giro lingüístico" y las corrientes constructivistas, una visión donde la realidad no es objetiva y concreta, sino una convergencia de convenciones socialmente impuestas o aceptadas, en otras palabras, una construcción social. Y la principal herramienta en la generación de esas construcciones es el lenguaje (Edelman, 1985).

En el trabajo de Fairclough, el autor propone que toda interacción lingüística está sustentada sobre convenciones y supuestos socialmente aceptados relacionados con los roles de los participantes y de su estatus. Dichas convenciones conforman una ideología3 propia de una comunidad o sociedad en particular. Fairclough (1989, p. 2) explica:

Las ideologías están estrechamente vinculadas al poder, ya que la naturaleza de los supuestos ideológicos insertados en ciertas convenciones […] depende de las relaciones de poder que subyacen dichas convenciones; y por la razón de que [las ideologías] constituyen medios para legitimar las relaciones sociales existentes y diferencias de poder, simplemente por medio de la recurrencia de modos de conducta familiares o cotidianos en los que las relaciones y el poder se dan por sentado.

En esta visión, el lenguaje posee una naturaleza ideológica inherente, y es por ello que a través del uso del lenguaje, es posible deliberadamente buscar, conseguir y mantener el poder. Ya que a través del establecimiento y repetición de ciertas convenciones lingüísticas, se pueden reforzar o incluso modificar las bases de las relaciones sociales y su funcionamiento. Uno de los ejemplos más claros de esto se ve en el idioma Japonés. Este idioma está vinculado a una rígida y elaborada estructura jerárquica donde los roles de los hablantes y sus relaciones de respeto y proximidad están plenamente definidas; por ende, la estructura jerárquica de la sociedad japonesa se ve reflejada en la variedad y complejidad de las formas de tratamiento o las unidades lingüísticas utilizadas para dirigirse a otras personas (Song, 2013). Aunque en otras lenguas estas relaciones no sean tan aparentes, la tesis de Fairclough es que la relación entre usos del lenguaje e ideologías está presente en todas las lenguas e influye en todas las relaciones humanas.

Por su parte, Bourdieu (1991) se refiere al lenguaje en función de dos aspectos fundamentales: el primero su función simbólica y el segundo la perspectiva económica de los intercambios lingüísticos. Para este filósofo y sociólogo, el lenguaje no proviene de una competencia innata o natural de la especie humana, como sugiriera Noam Chomsky (1975, 2006), o de serlo, sería solo parcialmente, pues la competencia lingüística es también sociológica, es un producto del "capital" material (real) pero también simbólico de cada persona. De allí, que todo intercambio lingüístico estaría regido y dominado por principios económicos y serían intercambios en búsqueda de una ganancia simbólica, no sólo personal sino también social.

El intercambio lingüístico […] es también un intercambio económico que se establece dentro de una relación de poder simbólico particular entre un emisor, dotado de un cierto capital lingüístico, y un consumidor (o mercado) capaz de procurar una cierta ganancia material o simbólica. En otras palabras, los enunciados no son sólo […] signos para comprender o descifrar; son también signos de riqueza, destinados a ser evaluados y valorados, y signos de autoridad, destinados a ser creídos y obedecidos. […] Es raro en la vida cotidiana que el lenguaje funcione netamente como un instrumento de comunicación. (Bourdieu, 1991, p. 66).

En esta visión, los intercambios lingüísticos no son sólo intercambios de mensajes y de informaciones neutrales, sino que en estos están presentes todas las estructuras sociales que acercan o distancian a los participantes. Estructuras que van desde el género, la edad, la clase social, el capital material de cada uno y muchas otras estructuras subyacentes. Los usos del lenguaje entonces permiten perpetuar estas relaciones.

En las visiones de estos dos autores, se hace evidente una afiliación conceptual con las concepciones marxistas del lenguaje. Para Marx (Marx & Engels, 1974) el lenguaje era un producto del desarrollo histórico de los individuos y su surgimiento se debió a la imperante necesidad de negociar y de cooperar entre los hombres, la necesidad de transformar la naturaleza. También estas ideas son consistentes con los postulados del pensador alemán en la noción de ideologías como formas de "consciencia" que subyacen a las relaciones sociales y que estas ideologías se hacen manifiestas a través del lenguaje. Por último, Marx diría que el lenguaje es un producto colectivo y es dado a cada hombre por la sociedad, la transmisión del lenguaje es entonces una manera de mantener las relaciones sociales y los "modos de producción" existentes. Por otra parte, al analizar los intercambios lingüísticos en función de principios económicos, Bourdieu también recuerda los planteamientos de Weber (1986) sobre el poder, y sus ideas sobre la dominación de la voluntad y la conducta por medios económicos y por autoridad.

En esta sección se ha buscado establecer cómo desde diferentes perspectivas, dentro y fuera de la lingüística, existe una asociación estrecha entre lenguaje y poder. De dicha relación, es evidente entonces que las ciencias y disciplinas dedicadas al estudio del lenguaje tendrán también mucho que aportar al estudio del poder. En las secciones subsiguientes se presentará específicamente la lingüística aplicada.

Lingüística aplicada y poder

Por cuestiones prácticas, en la presente discusión solo se presentarán los aportes de tres áreas muy concretas de la lingüística aplicada con relación al estudio del poder. Estas son: a) la planificación y políticas lingüísticas; b) la geopolítica lingüística; c) el análisis del discurso. Otros autores e investigadores podrían argumentar que los aportes son mucho más amplios y que pudiesen incluirse muchas más áreas. Siendo válido dicho argumento, para los propósitos del presente trabajo, estas tres áreas son lo bastante representativas del área de la lingüística aplicada, y a la vez son las que han hecho aportes al estudio del poder de manera muy directa y explícita.

Planificación y políticas lingüísticas

Se entiende por políticas lingüísticas la toma de decisiones de carácter normativo con respecto al uso de las lenguas en una nación, comunidad u organización (Baldauf, 2012; Judd, 1992; Kaplan, 1992; Pereira, 2013). Cuando una nación pluri-étnica y pluri-lingue alcanza su independencia y decide tomar un idioma como lengua oficial, eso es política lingüística. Si un condado en Estados Unidos, haciendo uso de la independencia provista por el sistema federal, decide que los letreros y señales de tránsito aparecerán tanto en inglés como en español, eso es política lingüística. También es política lingüística cuando una empresa implementa un sistema de recompensas (bonos, ascensos, etc.) para los empleados bilingües, por considerar que estos pueden resultar más beneficiosos para sus intereses.

Por otra parte, la planificación lingüística se refiere al proceso sistemático para la elaboración e implementación de una política lingüística (Baldauf, 2012; Kaplan, 1992). Algunos autores (Baldauf, 2012; Kaplan, 1992; Pereira, 2013) destacan que la planificación y política lingüística es el ejemplo por excelencia de la lingüística aplicada, puesto que las situaciones que se generan de la falta de una política lingüística o de una política inadecuada son problemas reales asociados con el lenguaje, pero además tienen aristas sociales, económicas y políticas que requieren de la interdisciplinaridad para su comprensión y solución.

Con relación al poder, una determinada política lingüística puede resultar en una distribución desigual del poder entre las diferentes comunidades lingüísticas que integran una nación. De hecho, la política lingüística puede llegar a ser una forma de dominación intencional o accidental. Idealmente, la política lingüística debería ser el resultado de la planificación lingüística, la cual debería ser llevada a cabo de manera sistemática por equipos multidisciplinarios de profesionales del lenguaje y de las ciencias sociales, a partir de diferentes procesos de recolección de datos acerca de las variedades de lenguas, sus usos y otros aspectos. Dicho de otro modo, la planificación y política lingüística deberían, al menos idealmente, regirse por un modelo tecnocrático (Valencia, 1995), donde las autoridades políticas tomen las decisiones bajo la asesoría y apoyo técnico especializado de un grupo de expertos en las diferentes áreas involucradas.

Lamentablemente, en la realidad muchas políticas lingüísticas se han implementado sin que existiera una adecuada planificación lingüística previa. Como bien señala Kaplan (1992, p. 151) "el hecho es que los políticos, no muy sofisticados en asuntos lingüísticos, son quienes toman las decisiones, y las toman en gran medida de acuerdo con sus propias e individuales lealtades lingüísticas". El grupo que tiene y sostiene el poder, es el grupo que toma la decisión, y esta decisión está a menudo sesgada hacia su propia lengua nativa. Si ese grupo resulta ser una minoría en términos numéricos, la legitimidad de la decisión resulta cuestionable.

En el mundo abundan ejemplos concretos de situaciones en que la carencia de una adecuada política lingüística ha llevado a tensiones entre comunidades, protestas en las calles e incluso a potenciales problemas de gobernabilidad. España, Canadá y Francia son ejemplos donde la implementación de una sola lengua como oficial, en exclusión de otras lenguas habladas en el territorio, condujo a problemas y tensiones políticas para los Estados en cuestión, algunos de los cuales están aún vigentes. En los tiempos del apartheid en Sudáfrica, el establecimiento del Afrikaans como lengua oficial, la lengua de la élite blanca en el poder, reflejaba claramente los principios excluyentes y discriminatorios que subyacían el gobierno de entonces.

En países donde la diversidad de lenguas es muy amplia, la elección de una sola lengua, y especialmente una que no sea nativa para ninguna de las etnias o comunidades involucradas, ha resultado ser la decisión más acertada. Tal fue el caso de la India y otras naciones africanas al elegir el inglés como lengua oficial tras la salida del imperio Británico (Bisong, 1995; Graddol, 2006; Kaplan, 1992; Phillipson, 1992). Aunque esto parezca contradictorio, ha resultado más beneficioso pues en estos casos se ha evitado el reavivar rivalidades entre tribus o castas nacionales por cuestiones lingüísticas, puesto que no se privilegia a ninguna sobre las demás. Otra ventaja de esta política es que frecuentemente la lengua del "ex colonizador" ya está difundida y es ampliamente hablada por la población en general. Cuando el número de lenguas no es tan grande, existe la opción de que el país asuma más de una lengua como lengua oficial. Esta decisión genera un clima de igualdad e inclusión entre las distintas comunidades lingüísticas. Recientemente, Sudáfrica reconoció como lenguas oficiales a 11 lenguas originales del país, una decisión que, en opinión de algunos expertos, contribuyó a la pacificación y democratización de esa nación (Baldauf, 2012). El caso es que la lengua nativa está tan asociada al sentido de identidad que su inclusión o exclusión como lengua oficial tiene serias y tangibles implicaciones en las percepciones de poder de los ciudadanos de un estado.

Por citar un ejemplo latinoamericano, el caso particular de Venezuela resulta interesante. En este país, a finales del siglo XX, se promulgó una nueva constitución que incluyó sustancialmente a las comunidades indígenas a través de la oficialización de sus lenguas, el reconocimiento de sus derechos y el establecimiento de un marco jurídico que favorecía la participación de estas comunidades en las actividades gubernamentales y políticas. Pese a lo anterior, la realidad es que en el presente siglo la diversidad lingüística en Venezuela ha venido mermando y que muchas de las lenguas indígenas, ahora oficiales, están en franco riesgo de extinción (Mosonyi, 2012; Villalón, 2011). Villalón (2011) explica que más allá de las buenas intenciones de la legislación, son las condiciones sociales de los hablantes de una lengua las que determinan su expansión o contracción y posible desaparición. Para la autora, las condiciones de pobreza e inequidad en que aún viven los pueblos indígenas, las percepciones de inferioridad hacia éstos que predominan en la mayoría de la población han impulsado la paulatina merma de las lenguas. La citada autora explica el fenómeno de la siguiente manera:

…como idioma nacional, se le confiere al castellano mucho más prestigio y utilidad que a cualquier idioma indígena. La estigmatización de estos últimos, reflejo de una arraigada desvalorización de las culturas indígenas, forma parte de la ideología lingüística nacional y permea toda la dinámica de contacto. El latente menosprecio que todos los actores han internalizado y naturalizado resuena por doquier, pero no se materializa siempre en una hostilidad abierta, sino más bien en la ausencia de alternativas frente al hecho de que el ejercicio del poder pasa inexorablemente por el castellano, cuyos hablantes imponen, con mayor o menor sutileza, las reglas del juego. (Villalón, 2011, p. 148)

La particular situación venezolana demuestra que no basta con el decreto y la política lingüística, por muy ideal o justa que ésta sea, si dicha política carece de una adecuada planificación, es decir, de acción, para el alcance de logros tangibles.

Las naciones más ampliamente monolingües también deben asumir políticas lingüísticas. La migración de grandes grupos poblacionales hacia países de mayor estabilidad política, económica y social ha generado álgidos debates con respecto a la política lingüística (Baldauf, 2012; Judd, 1992). Particularmente, cuando la migración genera nuevas minorías y comunidades lingüísticas en una nación principalmente monolingüe. ¿Debe exigirse el dominio de la lengua oficial a todos estos inmigrantes? ¿Quién aporta los recursos económicos para enseñar la lengua nacional a todos estos inmigrantes: el Estado o ellos mismos? ¿Los hijos de estos inmigrantes deben recibir clases en la lengua nacional o en su propia lengua, o ser excluidos completamente del sistema educativo?

La nación donde estos problemas se han manifestado más claramente es Estados Unidos. En ese país en particular, las actitudes al respecto han variado tanto con los gobiernos nacionales como regionales, y han oscilado entre actitudes de hostilidad y persecución como de tolerancia y estímulo (Judd, 1992). Nuevamente, las discusiones en torno a estos temas van más allá de lo puramente lingüístico y tocan temas propios del poder (Ibíd.). La decisión depende, para algunos políticos, de cuántos de estos inmigrantes votan. Al mismo tiempo, diferentes grupos y organizaciones no gubernamentales pueden ejercer presión a favor o en contra de una de estas posiciones a través de protestas públicas o incluso lobbying. Importará entonces el costo político de las decisiones más que los costos financieros o los derechos civiles de aquellos involucrados.

Por último, la elección de una o varias lenguas extranjeras para ser parte del currículo nacional es también una dimensión de la política lingüística. Las lenguas extranjeras han sido siempre parte de los programas curriculares, pero en tiempos recientes el interés en el tema se ha visto amplificado por las nociones de globalización e internacionalización (Baldauf, 2012; Pereira, 2013). La decisión de cuáles lenguas incluir en el currículo es también a menudo política y responde a relaciones de poder (Judd, 1992). La inclusión de ciertas lenguas puede mostrar quiénes son los aliados internacionales de una nación. Tras la revolución, China decidió que el idioma ruso sería la lengua extranjera que se enseñaría en el currículo nacional. La decisión reflejaba la afiliación política e ideológica del gigante oriental con el gigante soviético. Años más tarde esa política cambiaría y el ruso sería sustituido por el inglés hacia finales de los ochenta (Kaplan, 1992). También es común que se seleccionen lenguas por su prestigio o por su funcionalidad internacional percibida. Lenguas como el francés son parte de los currículos de muchos países por su estatus de lengua culta, de las artes y de la diplomacia. El estatus es también una forma de poder. La enseñanza del inglés como lengua extranjera se ha expandido virtualmente a nivel mundial y casi a todos los niveles educativos, aunque sigue predominando en los niveles secundarios y universitarios (Graddol, 2006; Leañez, 2002).

Que una lengua extranjera se proyecte internacionalmente y permita su expansión tiene serias implicaciones no sólo para la lengua (desde un punto de vista lingüístico) sino para la comunidad lingüística nativa de dicha lengua. Este es el punto central de la siguiente sección.

La geopolítica lingüística

Desde el punto de vista científico y descriptivo de la lingüística, todas las lenguas son "iguales". El lenguaje existe para permitir a los seres humanos una función simbólica y representacional inexistente en las especies animales (Payrató, 2003). Por otra parte, el lenguaje permite a las personas cumplir una serie de funciones sociales (Halliday, 1973).

Finalmente, Chomsky (2006) diría que todas las lenguas funcionan a partir de unos principios que él ha denominado universales lingüísticos, y que éstos están presentes en todas las lenguas pero materializados en diferentes parámetros. Todas las lenguas, permiten a sus hablantes representar simbólicamente su realidad, todas les permiten cumplir las mismas funciones sociales y todas se rigen por los mismos principios gramaticales universales. Desde la lengua de una etnia aborigen aislada de la civilización occidental, hasta la lengua del país que lleve la vanguardia en la ciencia y tecnología moderna, todas las lenguas podrán considerarse iguales en estas tres condiciones.

Sin embargo, en el mundo "real", más allá del mundo académico, las lenguas pueden ser clasificadas y jerarquizadas de acuerdo con múltiples factores económicos, sociales, políticos y geográficos. De hecho, las lenguas pueden disfrutar de ciertos niveles de "estatus" con respecto a otras, lo que a menudo está ligado al poder de las naciones donde esas lenguas son consideradas lenguas nativas (Bourdieu, 1991; Hamel, 2005). Algunos lingüistas consideran que una lengua no es más que un dialecto con poder económico y un ejército que lo apoyen (Phillipson, 1992). El estudio y análisis de las lenguas no en términos lingüísticos, sino considerando su expansión, estatus y poder, es lo que se denomina geopolítica lingüística.

Existen varios indicadores para determinar el estatus internacional de una lengua (Graddol, 2006; Leañez, 2002). Entre estos destacan indicadores demográficos (número de hablantes totales y número de hablantes nativos); geográficos (cantidad de países donde la lengua tiene status oficial); literarios y culturales (producción literaria en esa lengua y lenguas a las que dicha producción es traducida; difusión en medios de comunicación masiva, etc.) y presencia en áreas especializadas (cuantos dominios especializados utilizan esa lengua) entre otros. El posicionamiento de una lengua en estos índices internacionales tiene varias implicaciones prácticas que competen al área de la lingüística aplicada. Por ejemplo, esta información puede servir de insumo en la planificación y política lingüística al momento de decidir qué lengua o lenguas extranjeras incluir en el currículo educativo como lenguas de estudio obligatorio (Kaplan, 1992; Leañez, 2002). Otra implicación es

que ciertos gobiernos pueden tomar la decisión de intentar promover su lengua para que ascienda en el índice, y de allí hacer inversiones en la difusión y enseñanza de su idioma a nivel internacional. Un claro ejemplo de esto ha sido el esfuerzo del gobierno francés por promocionar su lengua a través de programas de intercambio y proyección cultural en todo el mundo por medio de las embajadas y de la Alianza Francesa. El Consejo Británico hace una función similar por promover la cultura y el inglés británico, EEUU ha hecho lo propio a través de diversos centros binacionales (como el Centro Colombo-Americano) y recientemente España se ha sumado a la lucha a través del Instituto Cervantes (Graddol, 2006; Kaplan, 1992; Leañez, 2002).

Un modelo propuesto para entender el orden mundial de las lenguas es el modelo gravitacional basado en las ideas de Clavet y de Swaan (citados en Hamel, 2005 y Leañez, 2002). En este modelo, las lenguas, como si fuesen estrellas, se agrupan en constelaciones. Las lenguas con mayor estatus, se ubicarán al centro de la constelación, alrededor de ellas, "gravitarán" lenguas con menos hablantes y menos alcance, alrededor de las cuales "gravitarán" otras lenguas menores y así sucesivamente. La constelación entonces estará conformada por cuatro capas o esferas de relaciones entre las lenguas. La región hipercentral estará dominada por una lengua que permita la comunicación internacional entre mayor número total de hablantes y que ocupe un lugar privilegiado en la mayor variedad de áreas de especialización. Esta posición está dominada actualmente por el inglés como lingua franca mundial (Graddol, 2006; Phillipson, 1997). La segunda capa será la zona de las lenguas supercentrales, en donde gravitan lenguas nacionales de gran influencia como el español, el mandarín, el alemán, el francés, el ruso, el italiano, etc., lenguas que tienen alcance a nivel de continente o nación. Una tercera esfera estará ocupada por lenguas centrales, cuyo alcance es más bien regional dentro de naciones específicas y por último, una zona periférica donde se localiza un mayor número de lenguas tribales y tradicionales, confinadas a la comunicación comunal y familiar.

El mayor porcentaje de la población mundial habla las lenguas de la zona hipercentral y supercentral. Para comienzos del siglo XXI se estimaba que un 94% de la población mundial hablaba apenas un 2% de las lenguas existentes, es decir, diez o doce lenguas ubicadas en los núcleos hiper y supercentrales (Leañez, 2002). Las lenguas en la periferia están en peligro de desaparecer, o de convertirse en lenguas muertas antes de que termine el presente siglo (Leañez, 2002.) debido a la poca utilidad que representa para sus hablantes nativos, quienes, de querer formar parte de un mundo globalizado, no sólo migran geográficamente de sus pequeñas comunidades sino que deciden aprender otra lengua y transmitirle la nueva lengua a sus descendientes, olvidando su lengua nativa (Phillipson, 1992).

En cuanto a la relación con el poder, está claro que al difundir su lengua internacionalmente, los Estados están ejerciendo lo que Ghotme (2011) denomina "poder blando", pues la lengua no viaja aislada sino encapsulada en productos culturales (música, cine, televisión, literatura, libros de texto, etc.) y lleva consigo la cultura y los valores de las comunidades nativas de esa lengua (Phillipson, 1992, 1997). Al mismo tiempo, el dominio de una lengua hipercentral hace a los miembros de una comunidad más competitivos en un mercado cada vez más global, resultando en el abandono de las lenguas comunales y nacionales por la adopción de la lengua global.

La supremacía del inglés internacionalmente ha reavivado y re-enmarcado el debate acerca del fenómeno denominado imperialismo lingüístico (Bisong, 1995; Hamel, 2005; Phillipson, 1992, 1997). El término imperialismo lingüístico puede verse desde dos perspectivas: una histórica y una geopolítica. En la perspectiva histórica, imperialismo lingüístico se refiere a la expansión de una lengua a la par de la expansión de una civilización considerada imperial (Hamel, 2005). En el pasado, los estados con un mayor poder militar decidían expandir sus territorios por medio de la conquista y la invasión, y con ellos llevaban su lengua. Sin embargo, Hamel destaca que el enfoque de estos estados era centralista y ellos no tenían un mayor interés en que los nuevos súbditos aprendieran su lengua, bastaba con algunos que pudiesen servir de intérpretes la aprendieran. Este fue el caso del Imperio Romano, pese a su expansión por casi toda Europa, parte de África y parte del Medio Oriente, el latín no se convirtió en la lengua más hablada en todos esos países ni pasó a ser lengua nativa para los pobladores de los pueblos sometidos. Lo que sí se produjo fue un fenómeno de latinización de las lenguas vernáculas de los pueblos dominados. Debido a ello, una gran variedad de lenguas, que no son de raíz latina, poseen en sus léxicos palabras de esta raíz. Tras la caída del Imperio Romano, el latín fue desapareciendo quedando su uso reservado a la liturgia, el academicismo y las élites cultas. El enfoque de la corona española fue similar, con la diferencia de que los españoles y sus descendientes poblaron masivamente las tierras americanas llevando la lengua con ellos. Que las poblaciones aborígenes aprendieran el castellano fue más una labor de la iglesia que de la corona propiamente. Por el contrario, el Imperio Británico sí tuvo como política la expansión no sólo territorial, sino lingüística y cultural, uno de los factores que contribuyeron sustancialmente a la expansión de este idioma en África, Asia y América (Graddol, 2006).

Considerando la perspectiva histórica, el imperialismo lingüístico abarca principalmente estos procesos históricos y los fenómenos sociales asociados a la lengua cuando los pueblos dominados alcanzan su independencia y entran en una era post colonialista en donde la lengua del imperio deja efectos marcados en las relaciones sociales de la nueva nación y sigue conservando prestigio y estatus, o incluso representa un vehículo para mejores condiciones socioeconómicas (Bisong, 1995). Por otro lado, suele darse el caso de que los nuevos Estados consideren la erradicación absoluta de la lengua del conquistador como forma de fortalecer su identidad y rechazar el pasado colonial por completo, aunque en muchos casos, sin mayor éxito.

En la perspectiva geopolítica, el imperialismo lingüístico se desasocia de esos procesos históricos de expansión territorial y se vincula con procesos de hegemonía lingüística internacional y de dominación económica. Desde esta perspectiva, Phillipson (1997) ofrece la definición del término aún vigente:

…el imperialismo lingüístico es un constructo teórico, ideado para explicar la jerarquización lingüística, para abordar las cuestiones de por qué algunas lenguas vienen a ser más usadas que otras, qué estructuras e ideologías facilitan tales procesos, y el papel de los profesionales de la lengua. (Phillipson, 1997, p. 238)

Según el punto de vista del citado autor, EEUU e Inglaterra han impuesto la lengua inglesa a nivel internacional y esta lengua ha pasado a ser un mecanismo de exclusión y discriminación tal como lo es la raza, la posición política o el nivel socioeconómico. Phillipson (1992) tomó como claros ejemplos los países independizados del dominio Británico en África, donde no sólo el inglés era la lengua oficial sino además una lengua de prestigio y de acceso a la mejor educación y a la mejor calidad de vida. La actitud tomada por estos gobiernos empujó a la marginalización de las lenguas originarias e impulsó una nueva relación de poder entre aquellos que hablaban la lengua del opresor y los que hablaban las lenguas dominadas.4

Además, el inglés no sólo se ha impuesto en los países dominados anteriormente por el Imperio Británico. Las principales revistas internacionales en ciencia y tecnología se publican en inglés, incluso cuando son editadas en países no angloparlantes. Los índices de clasificación de las universidades contabilizan la cantidad de publicaciones en inglés producidas por una universidad para su inclusión. Gran parte de los contenidos disponibles en Internet están en inglés. Es el inglés la lengua oficial de gran parte de las organizaciones internacionales como la ONU, OMC, OMS, OTAN y muchas otras. La expansión del inglés como lengua internacional ha desestabilizado el orden gravitacional de las lenguas según Leañez (2002), pues el creciente dominio de este idioma apuntala a la desaparición de la esfera supercentral, por el riesgo de migración masiva hacia la zona hipercentral. En las palabras del citado autor:

Las lenguas supercentrales […] siguen perdiendo posiciones en ciencia, tecnología, comercio, diplomacia, etc., con lo cual, en lo que resta de siglo, dejarán de existir como lenguas supercentrales. Entonces, la multitud de lenguas incapaces de aprehender la complejidad del mundo contemporáneo y de facilitar la comunicación internacional, o sencillamente interlingüística, se volcará hacia el inglés. (Leañez, 2002, p. 131).

Sin embargo, otros autores consideran que el concepto de imperialismo lingüístico peca de pesimista y extremo (Bisong, 1995; Davies, 1996; Graddol, 2006). La visión más optimista reza que la expansión del inglés no es la obra de una conspiración de agentes imperiales, sino un fenómeno enmarcado en la globalización. De hecho, según Graddol (2006) se ha venido dando un proceso de "desculturalización" del idioma inglés, donde éste ha perdido su vinculación con la norma nativa estadounidense y británica para convertirse en una lengua global, en una lengua del mundo. También en esta vertiente, variedades de inglés de otros países han sido reconocidas (McKay, 2003; Yano, 2001). La predicción es la de un inglés que ya no será propiedad exclusiva de sus nativos originales y que el bilingüismo y multiculturalismo se expandirán a lo largo del mundo (Graddol, 2006; McKay, 2003; Yano, 2001). Esto se debe al surgimiento de nuevos actores económicos y políticos en el plano internacional y a la paulatina decadencia de la hegemonía norteamericana en la política mundial (Ghotme, 2011; Yano, 2001).

En cualquier caso, el hecho es que el inglés se ha expandido por el mundo y este fenómeno arroja luces a las relaciones de poder a nivel internacional. La dominancia del inglés ha sido sintomática de la evolución del papel de los países "imperialistas" en el plano internacional. La geopolítica lingüística ha permitido comprender relaciones de poder y dominancia entre los países en una escala global.

El análisis del discurso y poder

En años recientes ha habido un creciente interés en el análisis del discurso y de hecho se ha vuelto bastante común. Paradójicamente, se observa cómo el concepto de "análisis del discurso" a menudo se utiliza de manera inapropiada y sin una plena comprensión de dicho concepto. Durante la campaña electoral en Venezuela de 2012, presentadores de televisión de

los canales del Estado hacían "análisis del discurso" de los discursos y "meetings" del candidato de oposición, cuando en realidad lo que hacían era comentar livianamente y de manera sesgada tales alocuciones, sin la sistematicidad y rigor teórico-metodológico que implicaría un verdadero análisis del discurso. Otra fuente de confusión en torno al concepto es que éste no es propiamente una disciplina, y ciertamente no es una subdisciplina de la lingüística aplicada. La disciplina propiamente dicha sería estudios del discurso (van Dijk, 2007) y es un campo que en sí mismo se define como interdisciplinario, muy vinculado a la lingüística, pero también con ramificaciones de otras áreas como la antropología, la etnografía de la comunicación, el análisis literario, la psicología cognitiva y la psicología social entre otros (Bolívar, 2007; Pardo Abril, 2012; van Dijk, 2007). Diferentes investigadores de diferentes áreas recurren al análisis del discurso como un medio para abordar la realidad a través del estudio textual. Y muchas veces, los investigadores utilizan el mismo término para significar diferentes niveles de análisis.

El análisis del discurso puede definirse entonces como un abanico de métodos de los estudios del discurso donde se estudia el lenguaje: a) natural, como es utilizado por sus usuarios reales; b) más allá de la frase o la oración; c) en relación con la situación y contexto sociales y específicos (Bolívar, 2007; McCarthy, 2001; van Dijk, 1997, 2007). El análisis del discurso puede servir diferentes propósitos, algunos más académicos (conocer el funcionamiento del lenguaje en una determinada área de especialización) y otros más pragmáticos (conocer las realidades de ciertas comunidades a partir de sus descripciones de dicha realidad). Siempre que de estos métodos puedan derivarse implicaciones y aplicaciones que afecten directamente la vida real de grupos sociales nos encontraremos frente a una instancia de lingüística aplicada.

Según Fairclough (1989) todo análisis del discurso es un análisis de una relación de poder, ya que entre los participantes hay más que un simple intercambio lingüístico, porque dicho intercambio está enmarcado en las relaciones sociales entre los participantes. Es así como el autor sugiere que incluso en el análisis de conversaciones entre médico-paciente, el análisis del discurso hará evidente unas relaciones de autoridad y control dados los roles sociales de los participantes en la situación y contexto en qué se da. Pero para los fines del presente trabajo, se hará referencia a dos modalidades del análisis del discurso que recientemente se han visto muy vinculadas al estudio del poder desde la perspectiva de la política: el análisis del discurso político y el análisis crítico del discurso5.

El primero puede entenderse, aunque esta interpretación puede ser simplista, como análisis del discurso que ocurre en la política o "discurso político" en oposición a otros discursos "no políticos" como el discurso académico, el discurso jurídico o el discurso religioso (van Dijk, 1997). Este tipo de análisis puede ser sumamente descriptivo y busca establecer qué convenciones textuales y retóricas definen las prácticas discursivas de los agentes políticos, en un contexto y situación política.

Por su parte, el análisis crítico del discurso puede definirse como…

…un tipo de investigación analítica del discurso que estudia principalmente la manera en que el abuso del poder social, la dominación y la desigualdad son representados, reproducidos y resistidos en textos orales y escritos en el contexto social y político. Con este tipo de investigación disidente, los analistas críticos del discurso toman posición explícita, y por lo tanto pretenden comprender, exponer, y en última instancia resistir la desigualdad social. (van Dijk, 2001, p. 352).

Por su parte, Bolívar (2007, p. 28) ofrece la siguiente definición del análisis crítico del discurso:

Se puede considerar que todo análisis científico social que cuestiona la pura descripción de los eventos como objetos, y que se concentra más en la forma en que se construyen los significados en la interacción social, es crítico en el sentido de que toma en cuenta la dinámica social y las luchas por el poder "económico", "político", "coercitivo" (militar), o simbólico" (Thompson, 1998: 35)"

La diferencia entre el análisis del discurso político y el análisis crítico del discurso yace en la diferencia entre lo ítico y lo ímico (Bolívar, 2007), donde el primero pretende ver la realidad como objetiva e independiente de las percepciones de los investigadores y el segundo asume que la realidad es subjetiva y que los investigadores no pueden separarse de sus percepciones y valores. Otra diferencia es que el segundo revelará implicaciones políticas en un texto que es supuestamente apolítico, es decir, que ha sido producido en un contexto o situación distinta al de un escenario expresamente relacionado con la política (un meeting electoral, un debate del congreso) mientras que el primero se limitará a estas situaciones específicas (van Dijk 1997, 2001). Sin embargo, el mismo van Dijk reconoce que el análisis del discurso político también puede asumir una postura crítica, y que de hecho, al hacerlo resulta más pertinente y de mayor valor tanto teórico como práctico.

Por razones de espacio, en el presente trabajo no se ahondará en los niveles de análisis y otros aspectos técnicos y procedimentales del análisis crítico del discurso, bastará con señalar que los estudios del discurso dentro de este enfoque han revelado las desigualdades entre participantes de las interacciones discursivas en función de diferencias de género, etnia, clase social y orientación política (Fairclough, 1989; van Dijk, 2001, 2005, 2007). En cuanto al análisis del discurso político, sus aportes han ido más orientados a las estrategias discursivas empleadas por distintos agentes políticos, pero especialmente en procesos electorales. Entre estos se han identificado los recursos lingüísticos y cognitivos empleados para la construcción de cohesión de las masas con la propuesta del candidato y la construcción (o más bien la de-construcción) del adversario, así como revelar posturas ideológicas y agendas políticas a partir de discursos, alocuciones y proclamas orales y escritas (Bolívar, 2007; Molero, 2002; van Dijk, 1997, 2007). En pocas palabras, el análisis del discurso ha hecho contribuciones sustanciales al estudio del poder tanto como fenómeno social y como fenómeno político. En el terreno práctico, dichas contribuciones han servido, por una parte, para el desarrollo de políticas (o propuestas) de emancipación, es decir, desarrollo de estrategias para igualar el existente desequilibrio de poder en la sociedad. Por otra parte, las contribuciones han servido de insumo para analistas y consultores políticos en la elaboración de campañas electorales y la estructuración de la comunicación política (Winocur, 2000).

A modo de ejemplo concreto de lo anterior, se pueden citar la variedad de trabajos de investigación realizados en Venezuela con respecto al discurso político en ese país desde el inicio del llamado gobierno revolucionario o gobierno bolivariano6. Por citar sólo algunos A pesar de que la lista de trabajos citados puede parecer extensa, es modesta comparada con la gran cantidad de publicaciones existentes. Aunque desde diferentes perspectivas y con distintos propósitos, estos estudios identificaron las siguientes características en el discurso del fallecido presidente Hugo Chávez Frías: a) una marcada tendencia al personalismo y el populismo; b) una orientación anti-imperialista; c) un encuadramiento grupo-céntrico en el tratamiento de los debates y dilemas socioeconómicos; d) la constante descalificación de y agresión hacia los adversarios políticos; e) la ruptura con convenciones comunicacionales y discursivas propias de los intercambios públicos y políticos; f) la construcción de la realidad previa a su gobierno como un estado de decadencia; g) el ideal de su persona como el salvador o regenerador de la patria; h) uso de coloquialismos; i) construcción de la democracia fundamentada en los procesos electorales y la legitimidad carismática.

Independientemente de las posiciones ideológicas de los lectores, el hecho es que este discurso, parcialmente atípico en la política, produjo resultados efectivos para el mencionado ex presidente, quien se mantuvo en el poder por 14 años hasta el fin de sus días. El efecto más significativo fue el de lograr un alto grado de identificación entre las masas de algunos sectores de las sociedad y su propia imagen creada y proyectada nacional e internacionalmente. Por otra parte, este discurso, y en esto coinciden prácticamente todos los trabajos consultados, tuvo adicionalmente el efecto de generar y profundizar una acentuada polarización en la población venezolana, un estado de la cuestión que sigue prevaleciendo en el presente aún después del deceso del referido personaje. Esta división también puede verse como una fuente de poder, pues si en la unión está la fuerza en la división está la debilidad.

Conclusión

En el presente trabajo se ha pretendido resaltar algunos de los aportes de la lingüística aplicada al estudio del poder, con especial énfasis el poder político. Estos aportes fueron considerados desde tres áreas de la lingüística aplicada (con la clara salvedad de que éstas no son las únicas relacionadas con el tema): la planificación y política lingüística, la geopolítica lingüística y el análisis del discurso (y particularmente, el análisis crítico del discurso). Los aportes de estas tres áreas son diversos, aunque es notable la existencia de solapamiento entre las dos primeras. En este empeño, este artículo ha buscado poner de manifiesto la relación dual entre lenguaje y poder. El lenguaje es una herramienta para obtener el poder, y al mismo tiempo es poder en sí mismo. De allí, que el estudio de fenómenos lingüísticos, cuando estos se consideran en su contexto más amplio, social, cultural y político, revela las operaciones y relaciones existentes entre grupos con desigual acceso al poder. Desde los aborígenes excluidos por no hablar la lengua nacional, más prestigiosa, de los grupos dominantes; pasando por los científicos chinos con la necesidad de publicar sus investigaciones en inglés, asumiendo no sólo las convenciones lingüísticas sino también discursivas y culturales de la ciencia occidental; hasta el discurso de los políticos que puede llevar a la más profunda desunión de una población; todos estos escenarios son áreas de acción de lingüistas aplicados en donde se evidencian las operaciones y acciones de grupos para imponerse sobre otros.

De allí que las discusiones académicas sobre el poder no deben, ni pueden, estar de espaldas a la lingüística aplicada, una disciplina que tiene mucho que decir sobre su objeto de estudio y, como hemos visto, no sólo en la esfera del análisis de cómo se construye un discurso electoral. Así mismo, los lingüistas aplicados deben hacerse conscientes de cómo ellos pueden participar en una actividad académica y práctica que puede ir más allá de los campos de acción con los que están más frecuentemente relacionados. En otras palabras, un congreso de ciencia política estará incompleto si en éste no se presentan trabajos de lingüistas o trabajos interdisciplinarios en los que otros académicos colaboren con lingüistas (aplicados o no). Del mismo modo, conferencias y congresos sobre estudios del discurso o estudios del lenguaje estarán incompletos si no incluyen reflexiones sobre estos temas que le son aparentemente ajenos.

El cambio ya ha comenzado. En el reciente XII Simposio Venezolano de Ciencia Política varios de los trabajos aceptados se ubicaron conceptual y disciplinariamente en la lingüística aplicada. También es común encontrar a expertos en gobernabilidad, ciencia política y otras áreas inherentes al estudio del poder, familiarizados con los trabajos de Bolívar (por dar un ejemplo). Por otra parte, en conferencias como IATEFL y TESOL International se ha podido observar la presencia de trabajos que abordan la desigualdad, la equidad y las políticas de Estado en relación a la enseñanza de las lenguas extranjeras. En la impresión personal del autor, este tipo de trabajos aún son poco frecuentes en los escenarios latinoamericanos (con la salvedad de eventos específicamente concentrados en estudios del discurso). A pesar de estos cambios, un artículo como éste aún se ve justificado; es de esperar que en algunos años más, no lo sea.

Citas de pie de página

1. Este artículo de reflexión es derivado del trabajo en el Seminario: Poder desde una perspectiva interdisciplinaria, como parte de la oferta académica del Doctorado de Ciencias Sociales y Humanidades de la Universidad Simón Bolívar. El autor agradece la colaboración y edición de una primera versión del manuscrito al profesor Herbert Koeneke.

2. Todas las citas de textos originales en inglés han sido traducidas al castellano por el autor.

3. El concepto de ideología es sumamente importante en el estudio del poder desde que Marx y Engels publicaron el libro La ideología alemana (1974). El espacio y propósito del presente artículo no nos permite extendernos en el concepto. El lector interesado en profundizar debe referirse a los trabajos originales de Fairclough (1989). Para reseñas más recientes se sugieren los trabajos de Fairclough (2003) y van Dijk (2005).

4. Más recientemente, Phillipson ha mantenido su postura con respecto a la expansión del inglés, fenómeno al que ahora se refiere como "americanización". De hecho, este autor sostiene que el llamado movimiento "internacionalización de la educación" es un eufemismo para "educación a través del inglés" otro componente de la americanización. Los interesados en este tema pueden referirse al trabajo de Phillipson (2011).

5. Otra definición que se recomienda al lector es la propuesta por Pardo Abril (2012). Esta autora además ahonda en aspectos conceptuales y metodológicos que escapan del alcance del presente trabajo.

6. Como venezolano, estoy más familiarizado con los trabajos y autores del país. Además, la situación política de Venezuela en los últimos años ha sido un tema recurrente en varios medios internacionales. No obstante, esto no quiere decir que en otros países latinoamericanos no haya un importante número de publicaciones de Estudios del Discurso que aborden también la relación en entre lenguaje y poder. Bolívar (2007) presenta una reseña de autores y trabajos por países. En Colombia, se puede destacar los trabajos de Pardo Abril (2005, 2007, 2012).


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