Introducción
¿El ser humano es más grande que la guerra? Svetlana Alexiévich (2015) argumenta que sí. Y Medellín, ciudad que se ha posicionado como una de las más violentas del mundo por su alta tasa de homicidios (Giraldo, 2008; Duncan y Eslava, 2015), también lo demuestra: durante y después de la guerra, las víctimas lograron restaurar, genuinamente, sus territorios, y de múltiples maneras generaron procesos de solidaridad, reconocimiento y reconstrucción del tejido social. Este escrito se centra en las acciones de ciudadanías comunicativas -concepto que definiremos más adelante- que fueron llevadas a cabo por actores de la sociedad civil como mecanismos privilegiados útiles para generar procesos de restauración social y comunicativa en contextos marcados por altos índices de violencia. El caso de estudio que aborda el presente texto es el de la vereda La Loma -ubicada en el corregimiento de San Cristóbal en Medellín, Colombia-, en donde se han generado procesos de (re)construcción de memoria colectiva; de apropiación y resignificación de espacios urbanos, y de inclusión social y reconocimiento de las diferencias, enmarcados en escenarios de conflicto armado.
Las preguntas que guían este ejercicio
académico son: ¿cuáles son los procesos de ciudadanías comunicativas que se han desarrollado en Medellín para recuperar las narrativas no oficiales de las prácticas de memoria pública urbana que se entrelazan con los procesos de conflicto y posconflicto? ¿Qué potencial político tienen estas prácticas sociales en la creación de espacios públicos que funcionan como sitios para la multiplicidad, la contestación y la participación de diversos actores sociales con miras a resignificar la ciudad en procesos de posconflicto? ¿Cómo se construyen y reconstruyen las historias de conflicto y violencia que se localizan y marcan en el espacio público urbano?
Así, el propósito central del presente estudio es demostrar que, para este contexto en particular, los diferentes modos de ciudadanías comunicativas que han sido llevados a cabo por ciertos sectores de la sociedad civil, han ido más allá de lo que es recordado o reconocido colectivamente en el espacio público (sitios, lugares, datos, hechos), y se centran más en cómo todo ello es conmemorado, apropiado y examinado (calidad y significado de estas acciones de ciudadanías comunicativas en la esfera pública, los usos de metáforas, símbolos, iconos). El argumento principal aquí es que estos modos de ciudadanías comunicativas se instrumentalizan con el fin de construir una memoria colectiva y de garantizar la participación de los grupos de la sociedad civil en torno a las ideas de conflicto y posconflicto, con el ánimo de democratizar la esfera pública en contextos de pugna y tensión. Así mismo, se pretende enfatizar en la idea de que la producción de narrativas de memorias locales por parte de grupos subalternos de la sociedad pone de relieve la importancia de la construcción de diversos modos de recordar en contextos frágiles, de conflicto y posconflicto, así como de formas ‘más fiables’ para la reconstrucción del pasado en las que la sociedad civil está en el centro de la dinámica social.
Este escrito se encuentra dividido en tres secciones. En la primera se hace una aproximación al campo de las ciudadanías comunicativas, el cual es el referente teórico y analítico utilizado para abordar el estudio del caso particular, que se organiza en torno a la relación comunicación-territorio- memoria. Además, en esa sección se discuten las nociones de historia, memoria histórica y memoria colectiva, con el ánimo de definir que en este documento no se hablará de la historia o de la memoria histórica, como relato único oficial, sino de memorias colectivas (provenientes de grupos subalternos, en este caso) que están en constante pugna por el sentido y la significación social. La segunda sección centra su mirada en indagar -desde el enfoque de las ciudadanías comunicativas- algunos ejemplos de resignificación de espacios públicos en la ciudad de Medellín; acciones llevadas a cabo por diversos actores de la sociedad civil. A partir de una aproximación descriptiva, se busca hacer visible el contexto estructural en el cual nuestro estudio de caso interactúa y se relaciona con otros referentes de la ciudad. Igualmente, esta segunda parte presenta los resultados del análisis de caso que fue ejecutado para examinar las acciones de ciudadanías comunicativas que los habitantes del barrio La Loma han venido produciendo en los últimos años para generar procesos de construcción de memoria colectiva; apropiación en espacios urbanos, e inclusión y reconocimiento de la diferencia desde sus propias subjetividades y estéticas. Finalmente, la tercera sección de este documento presenta las conclusiones alcanzadas para este ejercicio. Vale la pena anotar que este manuscrito hace visibles los resultados de un proceso de investigación-acción-participación llevado a cabo por el Laboratorio de comunicación, memoria y territorio de la Escuela de Humanidades de la Universidad EAFIT, durante los años 2015 y 2016, en el marco del informe de memoria histórica Medellín ¡Basta Ya!Memoria Histórica de violencias en el marco del conflicto armado en la ciudad de Medellín 1980-2013.
El campo teórico de las ciudadanías comunicativas
El concepto interdisciplinario de la ciudadanía comunicativa puede ser entendido como la capacidad de los ciudadanos de vocalizar y expresar sus demandas o reivindicaciones sociales, instrumentalizando actos y formas expresivas de comunicación, con el fin de realizar acciones colectivas que corresponden a las esferas públicas de contextos culturales marcados por el conflicto armado (Tamayo, 2012). Como resultado, se concibe un nuevo campo interpretativo que se centra, específicamente, en analizar los repertorios de significación de las acciones de ciudadanía comunicativa que realizan las víctimas de los conflictos armados en el ámbito público, e indaga por las formas como estas acciones restauran sentidos de ciudadanía y pertenencia colectiva al interior de grupos sociales particulares. El argumento principal que da forma al campo de las ciudadanías comunicativas es que, al abordar e instrumentalizar las dimensiones expresivas de la acción colectiva, las víctimas de conflictos armados pueden restablecer los lazos sociales, políticos y culturales con sus comunidades locales, transformando sus condiciones en las de ciudadanos y, en esa medida, reclaman derechos humanos a partir del diseño de estrategias de comunicación no convencionales. En este contexto, la instrumenta- lización de acciones de ciudadanías comunicativas en la esfera pública por parte de grupos de víctimas de conflictos armados demuestra la importancia de las emociones, las subjetividades y los afectos para la generación de acciones colectivas por
parte de grupos subalternos y contrapúblicos de la sociedad. En este caso en particular, la puesta en funcionamiento de emociones y afectos apuntala dimensiones significativas de la acción colectiva con el fin de movilizar y organizar nuevos tipos de acciones colectivas en sociedades marcadas por conflictos armados. Así pues, la ciudadanía comunicativa se entiende, para este contexto, como la acción política no convencional que expresan los públicos subalternos mediante libres selecciones simbólicas y afectivas que se centran en la estructuración de nuevas formas de organización social.
Como ideal normativo, las ciudadanías comunicativas incluyen la pluralidad e igualdad de representaciones y narrativas en los medios de comunicación, un libre acceso a información y datos gubernamentales, así como garantías totales para el ejercicio de la libertad de palabra y expresión en la esfera pública. Teniendo en cuenta ese ideal normativo, uno de los objetivos cruciales de este campo analítico es el de iniciar un proceso a largo plazo de emancipación comunicativa y de solidaridad civil (Alexander, 1997) en el que los ciudadanos puedan desarrollar un papel más activo en la configuración de sus regímenes comunicativos, y competir más robustamente en la esfera pública con otros actores sociales por el poder simbólico y los recursos de significación.
Es importante afirmar en este punto que el ejercicio de las ciudadanías comunicativas en contextos de violencia y conflicto armado tiene igualmente una relación directa con la conformación de identidades colectivas y con la exteriorización de traumas culturales en la esfera pública. Como afirma Alexander (2004), los traumas culturales se producen cuando los miembros de una colectividad sienten que han sido sometidos a un acontecimiento terrible que deja marcas indelebles sobre su conciencia de grupo, acuñando sus recuerdos para siempre y cambiando su identidad futura de manera fundamental e irrevocable. Es mediante la construcción de traumas culturales que los grupos sociales, las sociedades nacionales, y a veces incluso civilizaciones enteras, no solo identifican la existencia y agravio del sufrimiento humano, sino también sus responsabilidades de significación para el mismo (Alexander, 2004, p. 2).
En este contexto emerge un argumento cuya importancia es esencial para el tema de la instrumentalización de las diferentes dimensiones que componen a las ciudadanías comunicativas. Diversos grupos de la sociedad civil pueden ayudar a las víctimas a identificar y abordar las causas de sus traumas culturales en el marco de los procesos de conflicto armado y posconflicto que los componen. Por tanto, esta identificación colectiva puede ser el catalizador que desarrolla e implementa acciones de ciudadanías comunicativas en el ámbito público y el privado; de esta manera, ayuda a los colectivos sociales de víctimas a comprender situaciones traumáticas mediante la operacionalización de su agencia comunicativa.
Por otra parte, el concepto de habitus desarrollado por Bourdieu (1977; 1984; 1990) es útil para entender de qué forma la sociedad civil y los grupos sociales de víctimas pueden mejorar su posición social en la esfera pública a través de la implementación de diversas dimensiones expresivas de la acción colectiva en el marco del campo de las ciudadanías comunicativas. De acuerdo con Bourdieu (1984; 1990), el concepto de habitus coincide con un conjunto de habilidades o disposiciones duraderas que han sido condicionadas social y culturalmente para realizar ciertos tipos de acciones sociales. Este conjunto o repertorio de disposiciones es internalizado por los individuos en el curso de sus experiencias de vida en relación con su posición social. Así, las disposiciones del habitus generan selectivamente las prácticas sociales cotidianas idóneas para el entorno inmediato y, como un conjunto de prácticas y disposiciones que nos son totalmente conscientes, guían percepciones, perspectivas, puntos de referencia, metas personales e interacciones sociales fundamentales.
A partir de las ideas de Bourdieu, es posible aseverar que los actores de la sociedad civil pueden reconfigurar su habitus gracias a la implementación y el desarrollo de acciones de ciudadanías comunicativas que consciernen a la esfera pública. El concepto de habitus muestra cómo las prácticas cotidianas tienen una relación directa con las esferas socioculturales, y destaca la capacidad de los actores sociales para pasar de una posición social particular a otra gracias al ejercicio público de su agencia social.
Para finalizar esta primera parte, es importante señalar que el campo de las ciudadanías comunicativas centra su mirada en analizar cómo las acciones colectivas de la sociedad civil -y, en particular, las dimensiones expresivas de dichas acciones colectivas- son manifestaciones determinantes para la generación de procesos de defensa y respeto por los derechos humanos en contextos de conflicto armado. En suma, las dimensiones expresivas de las acciones colectivas juegan un papel clave en la movilización de la sociedad civil en tiempos de conflicto armado, induciendo la formación de fuertes identidades políticas y escenarios sociopolíticos para la resolución de conflictos.
Historia, memoria histórica y memorias colectivas: relatos en pugna permanente
Para comprender la relación que existe entre el campo de las ciudadanías comunicativas y la construcción de la memoria colectiva, es necesario, en primera instancia, establecer una distinción entre los conceptos de historia, memoria histórica y memoria colectiva. Para ello resultan útiles las ideas de Maurice Halbwachs (1995), al igual que las de Francesca Polletta y Beth Gharrity Gardner (2015). En primer lugar, siguiendo a Polletta y Gardner (2015) es preciso señalar que las historias constituyen un recurso crucial para los grupos sociales que reclaman públicamente los derechos sociales, políticos y culturales que les han sido negados (Polletta y Gardner, 2015; p. 534), en particular porque tienen el poder de convertir pequeños eventos aislados y discretos en un todo coherente que está en constante evolución. Estos dos académicos aseveran que las historias constituyen un recurso estratégico y poderoso para los movimientos sociales y, además, demuestran de qué forma las narrativas son parte de la producción cultural de una sociedad determinada. Las historias, por tanto, obedecen a versiones de los hechos que han sido realizadas por grupos sociales particulares, y su importancia reside en la posibilidad de vincular el pasado, el presente y el futuro, y de impregnar de significación social y carga emocional los eventos históricos (Polletta y Gardner, 2015, p. 537).
En contraste, y desde una mirada muy ortodoxa, la historia se define como “la colección de los hechos que más espacio han ocupado en la memoria de los hombres” (Halbwachs, 1995, p. 212), y la memoria histórica, por su parte, coincide con “la lista de los acontecimientos cuyo recuerdo conserva la historia nacional” (Halbwachs, 1995, p.212): aspectos que hacen referencia a un gran relato que deja por fuera los ‘eventos discretos’ que son significativos para grupos sociales específicos pero que, al parecer, no tienen un impacto relevante en ese gran relato llamado la historia. Como afirma Halbwachs (1995):
los acontecimientos pasados son elegidos, cotejados y clasificados siguiendo necesidades y reglas que no eran las de los grupos de hombres que han conservado largo tiempo su depósito vivo [...] entre el individuo y la nación hay muchos otros grupos, más restringidos que esta, que también tienen su memoria (Halbwachs, 1995, p. 212).
En este punto resulta necesario hablar de un concepto más preciso y que abarca esas historias de los pequeños eventos de grupos sociales específicos: la memoria colectiva.
De acuerdo con la propuesta teórica de Halbwachs (1995), la memoria colectiva se distingue de la historia en dos aspectos al menos. En primer lugar, por definición la memoria colectiva no excede los límites del grupo que la mantiene viva (Halbwachs, 1995, pp. 213-214), es decir: cuando un período deja de interesar al período que sigue, no es un mismo grupo el que olvida una parte de su pasado. En otras palabras: hay en realidad dos grupos sucesivos y en esa medida se puede hablar de dos memorias colectivas. Esta cualidad
plural es la segunda característica que distingue a la memoria colectiva de la historia (Halbwachs, 1995). La memoria de una sociedad se extiende hasta donde ella puede, y el hecho de que haya partes que se olviden obedece a que los grupos que conservaban vivo su recuerdo han desaparecido. Ahora bien, para distinguir a la memoria histórica de la memoria colectiva -o de las memorias colectivas- podría afirmarse con Halbwachs que, en la medida en que lo requiere la experiencia consignada en este documento, mientras que la memoria histórica mira a un grupo particular desde afuera, la memoria colectiva, por el contrario, se mira y se construye desde adentro, y además asume como esencial a un conjunto de hechos que, para la memoria histórica, quizá, no son tan relevantes. No es entonces la historia ni son sus marcos lo que representa el aspecto esencial de la memoria colectiva. Es por eso que, en primera instancia, este documento no hablará de la memoria, sino de la memoria colectiva, o las memorias colectivas, como esos relatos alternativos a la memoria oficial, que emergen de grupos sociales subalternos y que están en constante pugna por la significación social.
En el caso de estudio particular que aborda este documento, el del Laboratorio de Comunicación, Memoria y Territorio de la vereda La Loma, hay, ciertamente, dos relatos. Por un lado, el oficial: el que han contado los medios de comunicación y las instituciones gubernamentales acerca de la vereda La Loma; relato en el que se refieren con precisión datos, cifras y hechos que han marcado a la vereda por el conflicto armado que ha tenido lugar entre grupos guerrilleros y paramilitares desde el año 2000. Si bien este relato es cierto fácticamente, su contenido no corresponde a la versión de la historia que ocupa la memoria colectiva de los habitantes de la vereda que participaron en este proyecto. He aquí la primera señal de la pugna existente entre dos versiones de una misma historia. El Laboratorio de Comunicación, Memoria y Territorio se enfocó entonces en la construcción de un nuevo relato colectivo -el verdadero, según quienes participaron en el proyecto- narrado por los habitantes de La Loma para combatir el relato oficial, con el cual ellos no estaban de acuerdo. Las memorias colectivas y las acciones de ciudadanías comunicativas adquieren una mayor relevancia si se tiene en cuenta que los cambios significativos de la esfera política suelen ser culturales (Polletta y Gardner, 2015): ejemplos de ello son el reconocimiento de nuevos actores políticos y culturales, o nuevas formas de comprender el núcleo de los problemas que afectan una comunidad.
Así, este proyecto ayudó a la comunidad a empoderarse de su territorio mediante la creación colectiva de su propio relato, es decir: de su propia versión de la memoria colectiva que da estructura simbólica a esta zona de Medellín.
Ciudadanías comunicativas, sociedad civil y resignificación de espacios públicos en la ciudad de Medellín
La finalidad del primer segmento de esta segunda parte es hacer visible, desde la perspectiva de las ciudadanías comunicativas, algunos ejemplos de resignificación de espacios públicos en la ciudad de Medellín; casos cuyos ejecutores han sido diferentes actores de la sociedad civil en los últimos años. Mediante esta aproximación descriptiva se busca evidenciar el contexto en el cual la experiencia del barrio La Loma interactúa y se relaciona con otros referentes de resignificación de espacios públicos en la ciudad. Acto seguido, en el segundo segmento de esta sección, se presentan las acciones de ciudadanías comunicativas que los habitantes del barrio La Loma han venido elaborando en los últimos años con el ánimo de generar procesos de construcción de memoria colectiva, apropiación de espacios urbanos, e inclusión y reconocimiento de la diferencia a partir de sus propias subjetividades y estéticas.
Medellín: territorio, crimen y comunidad
En primera instancia, es necesario hacer un acercamiento al escenario de Medellín en medio del conflicto armado. Es abundante la literatura académica que analiza los procesos de conflicto armado, crimen, territorio y comunidad que ha
experimentado esta ciudad en las últimas tres décadas (Giraldo, 2008; Angarita, 2008; Blair, Grisales y Muñoz, 2009; Corpovisionarios, 2013; Giraldo, Rendón y Duncan, 2014; Duncan y Eslava, 2015). Fundamentalmente, se pueden presentar tres tesis. La primera argumenta que la ciudad de Medellín ha sido un territorio en donde se han llevado a cabo todos los repertorios posibles de violencia en el marco del conflicto armado colombiano y del tráfico ilegal de estupefacientes a pequeña, mediana y grande escala (Giraldo, 2008; Giraldo, Rendón y Duncan, 2014). Por esta razón, fenómenos como el sicariato, las masacres, las amenazas, los desplazamientos forzados, el homicidio, la extorsión o la detonación de artefactos explosivos de alto y bajo poder en espacios públicos han sido factores determinantes para la configuración del territorio de la ciudad y de su orden social en los últimos treinta años.
La segunda tesis afirma que el territorio físico de Medellín se ha alterado estructuralmente gracias a las dinámicas de violencia, crimen, exclusión y pobreza que tienen lugar en la ciudad. Barrios ilegales; barrios de invasión; barrios mixtos (compuestos por comunidades pertenecientes a barrios legales y barrios de invasión con su consecuente mezcla de realidades criminales y comunitarias); tierras de nadie (espacios físicos en el centro de la ciudad donde tienen asiento pequeños criminales y personas en situación de calle que fueron expulsados de otros lugares de la ciudad y que son controlados por mafias que regulan el orden social), o plazas de distribución de drogas y micro-tráfico (barrios legales que por su historia son controlados por bandas criminales que cuidan que ningún competidor incursione en sus territorios físicos de distribución de estupefacientes) son solo algunos ejemplos de estas alteraciones físicas, territoriales y simbólicas, que han derivado en múltiples dinámicas de violencia para la ciudad, en particular relacionadas con la cultura mafiosa y el narcotráfico (Giraldo, Rendón y Duncan, 2014; Duncan y Eslava, 2015).
La tercera tesis asevera que en relación con la disposición que es útil para la acción colectiva,
por parte de la sociedad civil, esta se demuestra como poco frecuente, debido, entre otras cosas, a que en la gran mayoría de los casos los habitantes de Medellín recurren a terceros para mediar o resolver sus conflictos, manifestando un temor explícito a la reacción del otro. En otras palabras, se puede argumentar que la eficacia colectiva cuenta con bajos niveles de agenciamiento, en tanto que la resolución de los conflictos comunales ha sido apropiada por actores armados que insertan en las reglas informales de las comunidades la impartición de justicia privada inmediata y coactiva (Blair, Grisales y Muñoz, 2009; Corpovisionarios, 2013). Así, de acuerdo con esta tesis, la confianza y la solidaridad se encuentran solidificadas hacia adentro, hacia el mundo de lo privado y de las relaciones cara a cara del ámbito familiar, y se dirigen hacia lo público, abriendo una ventana de oportunidad para el ingreso de actores coercitivos -legales e ilegales- que permiten mediar y litigar conflictos sociales; impartir castigos, o administrar justicia (Duncan y Eslava, 2015).
Ciudadanías comunicativas y resignificación de espacios públicos en Medellín
Al dar una mirada comparativa a las tres tesis contemporáneas para analizar los procesos de conflicto armado, crimen, territorio y comunidad en Medellín, sobresale un elemento común: la pregunta sobre cómo el espacio público se ha ido resignificando por causa de las dinámicas de violencia y conflicto armado presentes en la ciudad. Es importante señalar que dicha resignificación pasa igualmente por los sentidos de apropiación colectiva de la ciudad que realizan diversos actores de la sociedad civil, los cuales catalizan procesos de construcción de memoria colectiva, bajo una perspectiva social, histórica y cultural del territorio, al igual que desde diferentes puntos de vista y subjetividades. Así las cosas, la categoría de memoria colectiva es crucial para entender las acciones heterogéneas de determinadas ciudadanías comunicativas que actores subalternos de la ciudad realizan con el ánimo de construir historias no oficiales sobre las dinámicas de la violencia y el conflicto armado de la ciudad para estos últimos treinta años.
En este contexto, la categoría de memoria colectiva hace manifiesto el papel que ciudadanos y organizaciones de la sociedad civil han asumido para construir otras significaciones de espacios, relatos y valores que aborden la relación existente entre el poder simbólico, la configuración- apropiación del territorio, y la construcción de regímenes de memoria-visibilidad para la ciudad. Como resultado, este proceso social de construcción de memoria colectiva se convierte -gracias a la resignificación de espacios públicos de esta ciudad de Colombia- en un interesante ejemplo de la lucha por el poder simbólico y cultural, así como del ejercicio de este poder en la esfera pública, que permite dar forma a representaciones colectivas y significados del pasado, las cuales crean importantes conexiones con la creación de subjetividades, narrativas y valores para el presente. La importancia de conocer y entender estas acciones de ciudadanías comunicativas, para este contexto, consiste en que pueden ser una clave interesante para la comprensión en términos holís- ticos de cómo se resignifican lugares en el espacio público; espacios que exteriorizan los procesos de identificación, negación, aceptación, contestación o remembranza de las dinámicas e impactos del conflicto armado y la violencia para Medellín desde narrativas no oficiales.
Las particulares acciones de ciudadanías comunicativas que se han podido identificar en los últimos quince años, que buscan resignificar los espacios públicos de la ciudad de Medellín en clave de conflicto y posconflicto, son los murales participativos, las esculturas, los altares en espacios públicos y los plantones colectivos. Estas acciones ponen de relieve, principalmente, las relaciones existentes entre las construcciones de memoria colectiva, que son vistas desde una perspectiva sociocultural y de acuerdo con los procesos de edificación de la identidad, la pertenencia social y la política en contextos de conflicto armado y violencia.
Fuente: Laboratorio de Comunicación, Memoria y Territorio de la Escuela de Humanidades. Universidad EAFIT
Los murales participativos toman parte en un doble proceso de resignificación de espacios públicos en la ciudad de Medellín. Por una parte, estas construcciones pictográficas hacen visibles hechos criminales ocurridos en el pasado, con el ánimo de dignificar y reconocer a las víctimas de tales actos violentos, en el espacio público donde ocurrieron dichos sucesos delictivos. Por otro lado, estas expresiones estéticas permiten el surgimiento de una relación entre los valores de la memoria colectiva y los de la vida democrática pues, debido a los sentimientos de remembranza que generan estos pictogramas, las víctimas logran obtener una voz en el espacio público, ampliando la construcción de pluralidades de recuerdos en expansión en la esfera pública de la ciudad. Estos murales toman el nombre de participativos, debido a que en su elaboración siempre participan diferentes grupos representativos de la sociedad, especialmente víctimas, y además se utilizan diversos recursos expresivos para evocar las subjetividades de las víctimas.
Las esculturas son recursos expresivos que se han venido utilizando en la ciudad de Medellín desde la década de los noventa, con el ánimo de realizar diferentes apropiaciones simbólicas de los espacios públicos en donde han ocurrido hechos de violencia; sucesos que han dejado un número muy alto de víctimas. Un ejemplo muy representativo para la ciudad es la escultura El Pájaro, representación que se encuentra ubicada en el parque San Antonio, en el centro de la ciudad. Esta escultura muestra dos pájaros elaborados en bronce por Fernando Botero. El pájaro que se encuentra ubicado a la izquierda fue utilizado para activar una bomba en junio de 1995. En el momento de presentarse la detonación de los 15 kilos de dinamita que instalaron al interior de esta escultura, gran cantidad de tornillos y tuercas volaron en todas las direcciones del parque, provocando la muerte a veinte personas y dejando heridas a más de 120. El pájaro que se encuentra a la derecha es la escultura que Fernando Botero donó a la ciudad meses después de ocurrida la explosión. Los habitantes del sector decidieron dejar las dos esculturas en el mismo espacio público para hacer visibles los hechos ocurridos y crear comunidades de memoria (Whitehead, 2009; Arnold de Simine y Radstone, 2013) alrededor de las víctimas de este suceso.
Fuente: Laboratorio de Comunicación, Memoria y Territorio de la Escuela de Humanidades. Universidad EAFIT
Fuente: Laboratorio de Comunicación, Memoria y Territorio de la Escuela de Humanidades. Universidad EAFIT
Los altares que han sido elaborados en espacios públicos de la ciudad, son ejemplos de apropiaciones expresivas, individuales y colectivas, de espacios públicos de interacción social, fundados desde las subjetividades que provocan la religión y la fe católica para este contexto en particular. Principalmente, estos altares tienen como objetivo generar procesos de recordación, conmemoración y remembranza en público, que aluden a víctimas de hechos violentos mediante objetos que instrumentaliza la religión católica para honrar a las personas fallecidas. Los altares buscan que los lugares públicos en donde ocurrieron hechos violentos se resignifiquen y transformen espacios de adoración o peregrinación, apelando con ello a la figura del mártir que ha sido construida por la iglesia católica para revalorar positivamente las acciones de un individuo que ha muerto por sus creencias.
Fuente: Laboratorio de Comunicación, Memoria y Territorio de la Escuela de Humanidades. Universidad EAFIT
Los plantones son acciones colectivas expresivas que asociaciones de la sociedad civil y de víctimas de la ciudad -como las Madres de la Candelaria- realizan cada semana para apropiarse del espacio público y exigir la obediencia a diferentes causas civilistas en el marco de las dinámicas del conflicto armado colombiano. Desde el regreso de las personas que se encuentran secuestradas o desaparecidas por algún grupo armado, tanto legal como ilegal, o la exigencia de respeto a los derechos humanos de la sociedad civil en medio de la confrontación armada, hasta el apoyo a una salida negociada al conflicto armado, en donde la verdad, la justicia y la reparación están en el centro de las negociaciones políticas.
En el marco de estos cuatro ejemplos de acciones de ciudadanías comunicativas que resignifican los espacios públicos de la ciudad de Medellín, sobresalen tres elementos: i) cómo estas dimensiones expresivas de la acción colectiva hacen posible la construcción de diversos puntos de vista en la esfera pública, creando comunidades de memoria (Whitehead, 2009; Arnold de Simine y Radstone, 2013) alrededor de hechos de violencia ocurridos en el territorio, y promoviendo narrativas civilistas para luchar por el reconocimiento simbólico de las víctimas en el ámbito público; ii) estas manifestaciones de ciudadanías comunicativas denotan procesos de construcción de memoria colectiva, sucesiones en las que la sociedad civil construye activamente las relaciones culturales traumáticas directas e indirectas que le corresponden a su pasado y su presente; iii) las interacciones que se establecen entre la resignificación de espacios públicos y las acciones de ciudadanías comunicativas moldean tres tipos de memorias que, para este contexto, se desarrollan en clave de conflicto y posconflicto: las memorias comunicativas, recuerdos de las personas que solo se comparten con un entorno inmediato, como por ejemplo los altares; las memorias políticas, que son actos organizados colectivamente para hacer ritos públicos de conmemoración, como por ejemplo los plantones colectivos, y las memorias culturales, que coinciden con articulaciones y representaciones de la memoria que, alineadas en diferentes espacios físicos de la ciudad, son idóneas para archivar, redescubrir o reinterpretar hechos del pasado y del presente, de manera que se manifiestan en representaciones como esculturas y murales.
Comunicación, territorio y memoria en el barrio La Loma de Medellín
La Loma es una de las 17 veredas del corregimiento de San Cristóbal, comuna 60, de Mede- llín. Es un territorio heterogéneo, especialmente por la diversidad de actores sociales y culturales que habitan el lugar, que se ha caracterizado en los últimos 15 años por la presencia de grupos armados ilegales que han ejercido un control social del territorio para cometer acciones ilegales (Coordinación Colombia Europa Estados Unidos, 2014, pp. 19-20). Por esta razón puede decirse que existe una pugna física en tanto que ha habido un conflicto armado evidente, pero también se nota una disputa simbólica, en especial en cuanto se la considera como una lucha por la significación social y la apropiación del territorio que ha sido ejecutada por las personas que han estado al margen del conflicto: aquellos que se llaman a sí mismos, como lo demostró este proyecto, los verdaderos habitantes.
La vereda está constituida por ocho sectores: San Gabriel, San José, San Pedro, Loma Hermosa, Bellavista, Primavera, Barrio Nuevo y La Gabriela; áreas cuyos límites no son solamente geográficos sino también sociales, económicos y administrativos. En esos sectores cohabita una infraestructura paralela -ajena a un marco legal del municipio de Medellín- de organizaciones armadas ilegales que se han dividido el control del territorio para llevar adelante sus empresas criminales. Homicidios, desplazamientos forzados, amenazas, extorsiones al transporte, reclutamiento forzado de niños, niñas y adolescentes, tráfico y distribución de sicotrópicos y violencias sexuales han sido solo algunos de los impactos negativos que han atentado contra la sociedad civil como consecuencia de las intensas disputas territoriales que se han establecido entre las organizaciones delincuenciales -o combos- que buscan ejercer poderes de facto en la zona. Además de la división de La Loma en estos ocho territorios, se hace notar en este lugar un fenómeno llamado eufemística- mente el de las fronteras invisibles; circunstancia en donde el control territorial lo asumen actores no institucionales mediante el uso de la fuerza y ciertos métodos violentos.
En los últimos diez años, el fenómeno del desplazamiento intraurbano se ha incrementado en la ciudad de Medellín, en gran medida por la agudización del enfrentamiento por el control del territorio que se da entre las estructuras ilegales que emergieron tras la reorganización de Los Urabeños (hoy Clan Úsuga) y La Oficina de Envigado. Según datos de la Defensoría del Pueblo (2013) y el IPC (2015), las comunas 13 (San Javier), 8 (Villa Hermosa), 60 (corregimiento de San Cristóbal, donde se encuentra ubicada La Loma) y 1 (Popular) presentaron las cifras más altas de desplazamiento intraurbano de los años 2011 a 2014 para la ciudad -cinco en total-. La mayoría de los desplazados intraurbanos corresponden a familias ajenas al conflicto, que huyen acosadas por el miedo y las amenazas.
La Loma: ciudadanías comunicativas y las dimensiones expresivas de las acciones colectivas
En este contexto, desde el año 2013 los habitantes de La Loma empezaron a conformar espacios que -desde la perspectiva de la sociedad civil- fueron aptos para resignificar su territorio en clave de memoria y resistencia, con el propósito de apropiarse de espacios urbanos del barrio que han sido afectados por la violencia. Asimismo han sido capaces de generar procesos de inclu sión y reconocimiento de la diferencia a partir de sus propias subjetividades y estéticas. Este espacio de articulación social de orden civilista, que es denominado por sus habitantes la mesa de trabajo del barrio La Loma busca principalmente generar procesos de solidaridad, reconocimiento y reconstrucción del tejido social en un contexto de violencia y conflicto armado.
Gracias a una invitación que la Unidad de Víctimas de la Alcaldía de Medellín adelantó en la mesa de trabajo del barrio La Loma durante el año 2014, este proceso social se articuló con los laboratorios de comunicación que desarrolló la Universidad EAFIT -con el apoyo de la Corporación Región y el informe de memoria histórica Medellín ¡Basta Ya! Memoria Histórica de violencias en el marco del conflicto armado en la ciudad de Medellín 1980-2013- en la ciudad, con el fin de realizar ejercicios comunicativos con poblaciones particulares. De tal modo, favoreció la construcción de procesos de recuperación de la memoria colectiva que, desde una perspectiva de la sociedad civil, ayudan a dar cuenta de lo que ha pasado en la ciudad a lo largo de los últimos 25 años.
Así las cosas, durante los años 2015 y 2016 se llevó a cabo el Laboratorio de Comunicación, Memoria y Territorio en la vereda La Loma: un proceso que tuvo en el corazón de su razón de ser la implementación de acciones de ciudadanías comunicativas que involucraban a los habitantes. El propósito inicial del proyecto era empoderar a la comunidad para que narrara, desde su perspectiva, la historia de la guerra que había marcado su territorio. Sin embargo, la comunidad no estuvo de acuerdo con esa propuesta una vez le fue presentada. La historia de La Loma ha sido contada por la prensa a partir de las acciones de diversos grupos armados. En consecuencia, la historia de La Loma ha sido contada por agentes externos al territorio, quienes la han caracterizado como un escenario en el que reina la violencia. Los habitantes de la vereda que participaron en el laboratorio de comunicación sostienen que los actores armados que han generado el conflicto en su territorio son foráneos. En esa medida, la principal ambición de los lomenses que participaron en el proyecto consistió en construir una versión propia, ajena y opuesta a lo que otros han contado, pues, en palabras de muchos de los habitantes, este fenómeno es ajeno y ha eclipsado lo que ellos consideran la esencia de su territorio: su cultura y sus tradiciones.
Particularmente, se adelantó un proceso con cuatro componentes. El primero, un componente académico/comunicativo, fue diseñado como el espacio para que los habitantes de La Loma pudieran aprender habilidades comunicativas que les permitieran pensar en las formas expresivas de acción colectiva que se acomodaban mejor a sus propias narrativas, subjetividades y estéticas. El segundo fue un componente de producción, mediante el cual los habitantes elaboraron piezas y productos comunicativos que dieron cuenta de las estéticas locales, y que facilitaran la apropiación/ resignificación del espacio público y la construcción de la memoria colectiva que se origina desde el punto de vista de esta comunidad. El tercer componente fue el del reconocimiento, el cual generó acciones colectivas en la esfera pública, que hizo visibles los procesos, hechos, personajes, narrativas y sectores sociales que han construido el territorio de la vereda La Loma. Por último, el cuarto componente, la difusión, fue el aspecto estratégico que dio a conocer las narrativas de memoria colectiva al público en general; un aspecto que involucró acciones colectivas e instrumentalizaciones particulares de actuaciones cuyas ciudadanías comunicativas tomaron parte en la esfera pública.
Este laboratorio de comunicación catalizó las siguientes seis acciones de ciudadanías comunicativas: en primer lugar, la elaboración de cartografías físicas y sonoras que buscaron identificar lugares físicos particulares de la vereda con el ánimo de iniciar procesos de resignificación de espacios públicos desde el punto de vista de la sociedad civil. En segunda medida, se trata la manufacturación de una línea de tiempo colaborativa que operaba como instrumento para la comprensión de sucesos traumáticos al interior de la comunidad, con miras a la generación de procesos de memoria colectiva a partir de las especificidades culturales de los habitantes de La Loma. En tercer lugar, se estudia la elaboración de museos de la memoria que permiten dignificar a través de fotografías a las víctimas de la violencia y el conflicto armado, mediante diferentes exposiciones que tienen lugar en diversos espacios públicos de la vereda. En cuarta medida, se alude a la realización de animaciones y videos, cuyo propósito fue resaltar las tradiciones del lugar antes que las de la guerra, con el ánimo de hacer énfasis en que el conflicto armado no hace parte de la esencia de este territorio, sino que es un agente externo. El diseño del videojuego “Calle arriba”, en el cual se recorren las principales calles de la vereda, las muestra como escenarios de arte urbano (grafitis), no como espacios de violencia. Esta acción de ciudadanía comunicativa adquiere un valor importante, puesto que, por un lado, los grafitis de La Loma narran la historia del barrio antes de la llegada de la violencia, y, además, porque los grafiteros de este lugar han resignificado el territorio a partir de la consignación de expresiones artísticas urbanas en espacios que en algún momento constituyeron marcos de amenaza para ciertos actores del conflicto. Finalmente, se creó un proyecto de comunicación transmedia para la movilización social: un esquema denominado ‘#Noescomolapintan’, en el cual se articulan todas las producciones de video, fotografía, ilustración, audio y multimedia que los habitantes de La Loma han elaborado en los últimos años, con el fin de interactuar en esferas públicas virtuales y concebir procesos de movilización y acción colectiva, mediante el uso y la apropiación de nuevas tecnologías de la información.
Es preciso resaltar que, además de emplear estas acciones de ciudadanías comunicativas para exteriorizar e instrumentalizar traumas culturales, los habitantes de la vereda plantearon el propósito de mostrar su cultura original, sus tradiciones, sus relatos y sus historias, con el ánimo de apropiarse de su territorio para desestigmatizarlo y resignificarlo. Así, lugares que habían sido dominados por actores ilegales del conflicto armado, fueron apropiados por los habitantes de La Loma para convertirse en objetos de representación.
Fuente: Laboratorio de Comunicación, Memoria y Territorio de la Escuela de Humanidades. Universidad EAFIT
Estas implementaciones de singulares dimensiones expresivas de la acción colectiva, ponen de relieve la importancia del perfeccionamiento de acciones sociales y cívicas solidarias como principal estrategia para la potenciación de las luchas de las víctimas por la significación y la justicia en la esfera pública. Asimismo, involucran la integración de la interdependencia social de los habitantes, que es vista como una herramienta ideal para forjar procesos de cohesión social y reconciliación.
Conclusiones
Las conclusiones alcanzadas en esta investigación son tres esencialmente. La primera es que, para este contexto en particular, las diferentes expresiones de ciudadanías comunicativas que han sido implementadas por la sociedad civil van más allá de lo que es recordado o reconocido colectivamente en el espacio público (sitios, lugares, datos, hechos), y se centran más en cómo todo ello es recordado, apropiado y reconocido (calidad y significado de estas acciones de ciudadanías comunicativas en la esfera pública, los usos de metáforas, símbolos e íconos). Lo anterior es manifiesto una vez que se analizan las actuaciones expresivas correspondientes a determinadas acciones de ciudadanías comunicativas: obras tales como los murales participativos, los altares en espacios públicos, las líneas de tiempo colaborativas o los museos de la memoria, apuntan a construcciones de memoria que enfatizan dimensiones políticas y culturales para este territorio. En el caso particular de Medellín, es claro que no se puede formular una separación tajante entre las construcciones individuales y colectivas de memoria que tienen lugar en el espacio público. Esos ejemplos muestran que las construcciones públicas de la memoria son prácticas socioculturales yuxtapuestas desarrolladas y fomentadas en espacios sociales significativos que se fundan al interior de la ciudad, lo que trae a un primer plano la idea de que los procesos de construcción de la memoria -para contextos de violencia y conflicto armado- corresponden principalmente a construcciones sociales heterogéneas particulares que buscan resignificar espacios públicos desde la perspectiva de la sociedad civil.
La segunda conclusión que fue alcanzada en el estudio es que las diversas instrumentalizaciones de las ciudadanías comunicativas corresponden, para este contexto, al fin de reconstruir la memoria pública y la participación de los grupos de la sociedad civil -particularmente de grupos de víctimas- en torno a las ideas del conflicto y el posconflicto. Esta producción de narrativas de memorias locales pone de relieve la importancia de la construcción de diversos modos de recordar en contextos frágiles, de conflicto o posconflicto, así como la importancia de edificar formas más fiables para la reconstrucción del pasado, en contextos en los que la sociedad civil está en el centro de la dinámica social. A su vez, estas dinámicas comunicativas sustentan las formas culturales de la memoria en tanto que corresponden con contextos de conflicto y posconflicto particulares, y examinan además el doble papel de los espacios públicos como exteriorizaciones comunicativas de la memoria que hacen hincapié en el reconocimiento público urbano: formulan la aparición de una práctica conmemorativa. Es posible argumentar entonces que la iniciativa de los habitantes del barrio La Loma ha correspondido a la construcción de la memoria cultural como una institución pública, social y generacional. El desarrollo de procesos mnemotécnicos en espacios públicos proporciona a esta comunidad un sentido colectivo que incluye a las generaciones que carecen de una memoria formalizada por su falta de enlaces fijos con el pasado. Por tanto, es posible concluir, para este particular estudio de caso, que la acción colectiva y el recuerdo son realizaciones socioculturales de pertenencia, afecto, solidaridad y asimilación, que dan forma a las dinámicas de asociación y disociación en contextos urbanos de conflicto y posconflicto.
Finalmente, resulta evidente que la construcción de narrativas de la memoria en espacios públicos urbanos que corresponden a contextos de conflicto armado atañe a un escenario en el que los diferentes actores sociales, las víctimas en particular, luchan por acercar y resignificar narrativas del presente, impugnando ante todo versiones del pasado y relaciones de poder alrededor de la construcción de la memoria colectiva. La tensión que se fija entre las narrativas oficiales y las no oficiales pone en evidencia de qué forma las construcciones colectivas de la memoria se fijan en lugares donde los actores sociales e instituciones luchan por establecer sus propias agendas políticas, sociales y culturales.
En definitiva, la resignificación de espacios públicos en clave de memoria, conflicto y posconflicto conforma un campo de lucha por el sentido y la significación; área en la cual diversos actores sociales promueven y establecen, al interior de la memoria colectiva, un conjunto singular de puntos de vista que aluden a lo que ha significado, demarcado y construido la guerra, la violencia y el conflicto armado para un contexto tan especial como el que se fija en la ciudad de Medellín.