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Investigación y Educación en Enfermería
Print version ISSN 0120-5307On-line version ISSN 2216-0280
Invest. educ. enferm vol.25 no.2 Medellín July/Dec. 2007
El mal de ojo y su relación con el marasmo y kwashiorkor: El caso de las madres de Turbo, Antioquia, Colombiaa
Mal de ojo and its relationship with marasm and kwashiorkor: the Turbo mother’s case
Gildardo Uribe Gilb, Gloria Alcaraz Lópezc
a) Este artículo es derivado de la investigación “Estado nutricional y condiciones de vida de los niños menores de cinco años, Turbo, Antoquia, Colombia”, realizada entre enero de 2004 y diciembre de 2006 y financiado por la Universidad de Antioquia, Medellín, Colombia.
b) Nutricionista Dietista, Magíster en Salud Colectiva. Organización Internacional para las Migraciones, Medellín, Colombia. Correo electrónico: gilurge@yahoo.com
c) Nutricionista Dietista, Magíster en Salud Colectiva, PhD en salud Pública. Profesora titular, Facultad de Enfermería, Universidad de Antioquia. Correo electrónico: glory@tone.udea.edu.co
Cómo citar este artículo: Uribe Gil G, Alcaraz López G. El mal de ojo y su relación con el marasmo y kwashiorkor: El caso de las madres de Turbo, Antioquia, Colombia. Invest Educ Enferm. 2007; 25(2): 72-82
Recibido: 1 de marzo de 2007. Envío para correcciones: 12 de junio de 2007. Aprobado: 25 de julio de 2007
RESUMEN
Objetivo: Describir las percepciones y prácticas socio-culturales de las madres frente al proceso de desnutrición aguda grave de los niños: marasmo y kwashiorkor. Metodología: Etnografía descriptiva. Se realizaron 20 entrevistas semiestructuradas, 2 entrevistas grupales y observación en los hogares y en el hospital. El análisis se realizó manualmente. Resultados: Las madres perciben la desnutrición aguda grave como una consecuencia del mal de ojo, el cual afecta a los niños menores de 7 años. El mal de ojo se clasifica como “ojo secador” y “ojo de la calle”. Para las madres, el ojo secador enmagrece totalmente a los niños, lo cual podríamos asimilar al marasmo. No es claro si el ojo de la calle conlleva al kwashiorkor, pero es claro que el kwashirkor es causado por el mal de ojo. Los médicos tradicionales, como los rezanderos, ocupan un lugar importante en el tratamiento de las enfermedades de filiación cultural. Conclusiones: En el modelo biomédico no existen ni el mal de ojo ni la desnutrición como enfermedad. La desnutrición se conceptúa como estado y finalmente se objetiviza en cifras estadísticas, lo cual dificulta la atención integral de los niños. El estudio devela un mundo desconocido por el sistema biomédico, y un mundo de prácticas culturales frente al proceso de desnutrición, que adecuadamente valoradas permitirían mejorar la atención integral y evitar la muerte infantil por desnutrición aguda grave o por el mal de ojo.
Palabras clave: Marasmo, kwashiorkor, malnutrición, cultura, etnografía, etnomedicina
ABSTRACT
Objective: To describe perceptions and socio- cultural practices by the mothers facing severe malnutrition in children: Marasm and Kwashiorkor. Methodology: Descriptive ethnography. Twenty semi-structured interviews and two tribal ones were carried. Homes and hospitalized children were observed. Analysis was manually performed. Results: Mother perceives severe malnutrition like “mal de ojo” consequence afflicting children under seven. Mal de ojo is classified as “drying-eye” or as “street-eye”. Mothers think that “drying-eye” emaciates children meaning something like what we call marasm, whereas we cannot tell weather “street-eye” means kwashiorkor; but in any case kwashiorkor is deemed to be caused by mal de ojo. “Traditional” medics like rezanderos perform important tasks in the treatment of cultural linked illnesses. Conclusions: Malnourishment is considered a “state” and finally it is reduced to statistical data hindering the integral treatment of children. The study reveals a world unknown by the biomedical system and a world of cultural practices facing malnourishment that adequately assessed could improve integral treatment and prevent infant mortality by severe malnourishment or by mal de ojo.
Key words: Marasmus, kwashiorkor, malnutrition, culture, ethnography, ethnomedicine
INTRODUCCIÓN
Esta investigación se realizó en el municipio de Turbo, el cual forma parte de la región de Urabá y está ubicado al noroccidente del departamento de Antioquia, Colombia (figura 1). Dista 380 Km. de la ciudad de Medellín, tiene un área de 3.055 Km2, la altura oscila entre 0 y 1.600 msnm, con temperatura promedio de 28° C (1). Cuenta con 121.469 habitantes, en su mayoría afrocolombianos, seguidos por la población mestiza y un pequeño porcentaje de indígenas. De la población total, 36.7% están ubicados en la cabecera municipal y 63.3% en el área rural1.
La principal actividad económica de Turbo es la agricultura; el cultivo de plátano (Musa cavendishii) y banano (M. Paradisíaca) es la principal fuente generadora de empleo y riqueza, no sólo del municipio sino de toda la región de Urabá, constituyéndose en el primer elemento de exportación a nivel departamental y el segundo en el ámbito nacional. También produce maíz (Zea mays), yuca (Manihot esculenta), arroz (Oriza sativa), aguacate (Persea americana) y cacao (Theobroma cacao L.).
En Turbo, aproximadamente 50% de la población vive en condiciones de miseria y 64.1% de la población tiene sus Necesidades Básicas Insatisfechas (NBI)1, lo que ha sido resaltado por los turbeños como el principal problema del municipio.
Allí se ubican sedes de universidades y otras instituciones de educación técnica, existe un hospital estatal de primer nivel de atención, en el que se encuentra la Unidad Vida Infantil, donde se trabaja con la estrategia Atención Integrada de Enfermedades Presentes en la Infancia (AIEPI), propuesta por la OMS, y se tratan los niños con desnutrición aguda grave (DAG); cuenta además, con varias empresas privadas de salud.
Entre el año 2001 y el 2005, en la Unidad Vida Infantil, fueron tratados 335 niños menores de seis años, de los cuales 83% presentaban desnutrición aguda grave: marasmo y kwashiorkor y 17% desnutrición moderada con enfermedad asociada2.
Figura 1. Localización geográfica del municipio de Turbo
El marasmo es la desnutrición proteico-energética que se presenta, generalmente, durante el primer año de vida y se caracteriza por una gran pérdida de tejido adiposo y muscular. Los niños se observan muy enflaquecidos, con disminución notoria del panículo adiposo de la pared abdominal, las mejillas y la cintura escapular y pelviana3. El kwashiorkor, aunque su patogenia no está completamente aclarada, se manifiesta clínicamente por la presencia de edema. El kwashiorkor se asocia con signos físicos cutáneos, como la dermatitis descamativa, el cabello ralo, despigmentado y quebradizo; las uñas frágiles, las conjuntivas pálidas y la boca con estomatitis angular, signos que son deficiencias de vitaminas y proteínas3. Lo grave de esta situación es que, según los estudios internacionales, la mortalidad en niños hospitalizados por desnutrición aguda grave representa hasta 20% al 30%, con una variación hasta de un 50 o 60% en los niños con desnutrición tipo kwashiorkor4; significa, entonces, que los niños con marasmo y kwashiorkor están en riesgo inminente de muerte.
En la región de Urabá, la desnutrición crónica para 1996 fue 28.1%, y la global 30.6%, superando el índice departamental que fue 25.6% y 19.9% respectivamente 5.
En términos generales, las cifras de desnutrición para los niños colombianos en el año 2005 se muestran bajas; 7% para desnutrición global, 12% crónica y 1% aguda6; sin embargo, como se observa, en las regiones y localidades las variaciones son muy altas.
En el mundo, las cifras de desnutrición son alarmantes: Casi el 30 por ciento de la población mundial sufre de alguna forma de malnutrición. Más de la mitad de los 12 millones de muertes anuales de niños menores de cinco años están relacionadas con la malnutrición, a menudo debida a la nutrición deficiente de las madres durante la gestación7.
En los países en desarrollo un tercio de todos los niños menores de cinco años sufren retraso en el crecimiento8 y se estima que gran parte de los 12 millones de niños menores de 5 años que mueren anualmente, se debe a enfermedades susceptibles de prevención, sobre todo en los países en desarrollo, donde más de 6 millones de niños (55%) perecen por causas relacionadas directa o indirectamente con la desnutrición9.
Los niños que padecen desnutrición presentan un mayor número de episodios diarreicos graves y una mayor vulnerabilidad a algunas enfermedades infecciosas, entre ellas el paludismo, las meningitis y las neumonías10. Lo que este panorama muestra es que la desnutrición en los niños continúa siendo uno de los flagelos más grandes de la humanidad.
Para analizar este problema se dispone de una amplia información desde las cifras epidemiológicas y desde los estudios clínicos; sin embargo, es muy pobre la literatura que trascienda la mirada biológica al contexto socio-cultural de la desnutrición aguda grave en cada grupo cultural. Hoy en día toma fuerza el papel de los aspectos socio-culturales en los procesos salud, vida, enfermedad y muerte.
Brasil es uno de los países que más ha trabajado sobre los aspectos culturales relacionados con la desnutrición; allí se encontraron tres investigaciones: la de López11 analiza la percepción que tienen las madres sobre la pérdida de peso de sus hijos. El enfoque utilizado en este estudio es cualitativo y resalta los aspectos de percepción y cultura alimentaria, pero no deja claro cuáles son las percepciones de la madre frente al tema; la de Rotenberg12 trabaja las prácticas “alimentarias del cuidado de la salud: de la alimentación de los niños a la alimentación de la familia”. En este estudio, las autoras resaltan que las prácticas alimentarias son una construcción social, aprendidas por las madres en su vida, en el contacto con los otros, por la experiencia de la maternidad y por el contacto con los servicios de salud, pero no centran el estudio sobre el tipo de prácticas alimentarias y demás acciones culturales en niños con desnutrición grave y la de Carvalho13, donde se destaca que las madres perciben la desnutrición asociada con enfermedades y dolencias y con la dificultad que presentan los niños para aprender en la escuela. Expresa esta autora que las madres tienen dificultades para definir qué es la desnutrición. En Colombia, Restrepo,14 desde su trabajo cualitativo sobre una mirada a la vida cotidiana a la alimentación y nutrición del escolar, plantea como recomendación la necesidad de profundizar en este campo de la percepción de la desnutrición.
Estos autores aportan una comprensión desde la cultura a ese fenómeno social en especial, distinguiendo que la alimentación y la nutrición son construcciones sociales y que las prácticas alimentarias se forman a través del aprendizaje de la vida, de la relación con los otros y en el contacto con los sistemas de salud. En este sentido, la salud, el bienestar, la enfermedad y las formas de curar corresponden a construcciones socio-culturales15, 16.
No se encontraron estudios que apuntaran a la forma como las madres de Turbo perciben la desnutrición, la salud y la enfermedad desde la perspectiva de la cultura turbeña. Se vio, entonces que, el análisis del problema de la desnutrición carecía de la concepción cultural de quienes cuidan a los niños con la enfermedad, de quienes conviven con ella, que en la mayoría de los casos son las madres y que, por este vacío, algunas veces reciben regaños y a ellas se les atribuye la responsabilidad de la muerte de sus hijos a causa del marasmo o del kwashiorkor.
OBJETIVO
Describir las percepciones y prácticas socio-culturales de las madres frente a la desnutrición aguda grave: marasmo y kwashiorkor.
METODOLOGÍA
Valles17 expresa, que dentro del paradigma de investigación cualitativa se encuentran varios miniparadigmas o perspectivas de investigación. Si bien la fenomenología busca comprender el fenómeno tal como lo vivieron las personas, la etnometodología busca comprender cómo la gente hace lo que hace, en la cotidianidad y la teoría fundamentada se interesa por producir teorías18; la etnografía, por su parte, busca comprender el fenómeno desde lo emic, es decir desde las personas participante, y desde lo etic, es decir desde lo que el investigador ve y lo que la literatura le aporta19, para construir así un observable más válido. Para esta investigación se optó por la perspectiva etnográfica.
El otro criterio para seleccionar la etnografía fue el hecho de que esta perspectiva permite al investigador presentar los resultados en una descripción o analizarlos en profundidad para generar teorías20. En esta investigación se privilegia la descripción etnográfica en la voz de las madres, es decir lo emic.
Las participantes fueron 20 madres que tenían en esos momentos a sus hijos hospitalizados en la Unidad Vida Infantil, por marasmo o kwashiorkor, o que habían tenido un mes antes a sus hijos hospitalizados por esta enfermedad.
La investigación partió del reconocimiento y del respeto por la dignidad humana de las mujeres que participaron en el estudio, materializada en el reconocimiento de su libertad y de su autodeterminación de participar o no en el estudio. Las madres fueron informadas, de manera concreta y comprensible, de los objetivos y los alcances de la investigación, para ellas, para sus hijos y para las instituciones que los atienden21-22.
Se obtuvo de todas ellas el consentimiento informado. El Comité de Ética de la Facultad de Enfermería estuvo pendiente, durante todo el desarrollo de la investigación, de los asuntos éticos, para salvaguardar la vida e integridad de los niños, de las madres y de los investigadores.
Se realizaron 20 entrevistas semiestructuradas y dos grupales. Algunas de las entrevistas se realizaron dentro del hospital y las otras en las viviendas de las propias madres. Las grupales se realizaron dentro del hospital en días festivos. Se realizaron observaciones tanto dentro de la Unidad Vida Infantil como en las viviendas de las madres.
El análisis se realizó en forma manual siguiendo los lineamientos de la etnografía20: lectura cuidadosa de las entrevistas y diarios de campo, generación de códigos y categorías iniciales, nuevas entrevistas profundizando en los aspectos claves, para finalmente encontrar las categorías con las cuales se presentan los resultados de la investigación.
En esta investigación surgen tres categorías clave: el mal de ojo como causante principal del marasmo y kwashiorkor; el padecimiento de las madres durante el proceso de desnutrición de sus hijos, y el desencuentro entre los sistemas médicos: biomédico y tradicional. En este artículo abordaremos solamente la primera categoría.
Por tratarse de una investigación etnográfica presentamos los resultados privilegiando lo emic es decir, la voz de las madres; a continuación el punto etic, es decir la reflexión, al triangular las concepciones de las madres con la observación y la revisión documental. El punto de vista emic lo presentamos en lo que hemos denominado marcos émicos.
RESULTADOS Y DISCUSIÓN
La edad promedio de las madres fue de 28 años, fluctuando entre 17 y 54 años; 5 han convivido con un solo compañero, 13 con más de uno; el promedio de hijos vivos, cuatro; y una de ellas relató tener 9. Sólo 12 tuvieron los partos en hospitales y las 8 restantes fueron asistidas por parteras.
En el momento de la entrevista, 7 mujeres eran cabeza de familia y carecían de un trabajo estable bien remunerado; trabajan en fincas plataneras o lavando ropa en casas de vecinas, y según sus relatos, “viven gracias al apoyo de vecinos y de su familia, quienes en épocas de mayor dificultad económica suministran la comida para los niños”.
Sus esposos trabajan en su gran mayoría en campamentos plataneros en donde ganan un salario mínimo, y a veces menos. Del salario, la empresa les deduce la alimentación y el transporte a la finca platanera. El dinero sobrante puede ser llevado totalmente para alimentar la familia, o a veces se desvía parte en licor y diversión del hombre, quedando muy poco para alimentar a su prole. Les corresponde a sus mujeres hacerles frente a las dificultades económicas, para cubrir en parte sus necesidades básicas.
El promedio de tiempo de lactancia para los niños del estudio fue de 5 meses, pero hubo madres que amamantaron hasta 20 meses. Cabe resaltar que tres madres manifestaron haber amamantado exclusivamente por encima de los 6 meses, una de ellas amamantó al bebe hasta los 14 meses en forma exclusiva. Se pudo observar que la técnica para la lactancia no tiene para ellas ninguna complicación, ésta se hace en forma espontánea y natural.
En cuanto al nivel educativo, 11 de las madres son analfabetas, 3 estudiaron algún grado de primaria y 6 alguno de secundaria. Ocho (8) madres viven en el área rural y 12 en la urbana.
La difícil situación económica de estas familias se refleja en sus viviendas y en su entorno; la gran mayoría vive en casas con pisos de tierra, paredes de tabla y techos de zinc o cartón, no cuentan con los servicios públicos domiciliarios de acueducto y alcantarillado. Caños de aguas negras corren junto a muchas de las viviendas y, en algunos casos, por debajo de éstas.
La percepción de las madres sobre la Desnutrición Aguda Grave de sus hijos
Cuando a las madres del estudio se les preguntó por qué su hijo llegó a esta enfermedad (marasmo o kwashiorkor), responsabilizaron principalmente a los procesos diarreicos y a las infecciones respiratorias, pero al entrar en confianza e indagar el por qué de la diarrea y de la infección respiratoria, resulto ser el mal de ojo el causante principal, tal como se refiere en el marco émico 1.
Marco émico 1. Diagnóstico cultural que las madres hacen de la enfermedad de sus hijos
Estos testimonios corresponden a los momentos en que los niños presentaban pérdida de peso severa o estaban empezando a enfermarse. Tal como se aprecia, para la mayoría de las madres los niños tienen el mal de ojo; sólo una madre reconoce que la enfermedad de su hijo es la desnutrición como tal, y otras tres madres diagnostican a sus hijos con enfermedades como asfixia y diarrea. Es decir, para la mayoría de las madres la enfermedad de sus hijos es el mal de ojo, marco émico 2.
Sin embargo, no todas las madres del estudio creen en el mal de ojo, pero por estar inmersas dentro de un medio sociocultural en el que esta creencia es fundamental como explicación para un tipo de signos y síntomas caracterizados por fiebre, diarrea, infección, inapetencia, parasitosis intestinal y otras, sus hijos han recibido diagnóstico, tratamiento y prevención para el mal de ojo, marco émico 3.
En el municipio de Turbo, Antioquia, se ojean los niños hasta los siete años, y también se ojea a los animales y a las plantas. Este mal es causado por “la fuerza emanada” que produce la mirada de algunas personas y que tienen el poder de “ojear”, de forma voluntaria o involuntaria.
Según las madres del estudio, el ojo es una enfermedad que se manifiesta de dos formas:
— El mal de ojo secador o mal de ojo casero es causado por un miembro de la familia, generalmente el papá. El padre, de forma involuntaria, le pega el ojo al niño cuando le brinda mimos excesivos o cuando los toma en sus brazos al llegar de la calle sudoroso. El mal de ojo secador lo relacionan con la pérdida de peso y puede causar la muerte. Se manifiesta por enfermedades diarreicas, infecciones respiratorias leves o por “tener la cabeza caliente y los pies fríos”.
— El ojo de la calle o callejero se debe a la malquerencia o a la envidia hacia un niño por parte de un miembro de la comunidad, sea éste conocido o no de la familia. Los niños más sensibles a este mal de ojo son los niños “gorditos y simpáticos”. El ojo callejero se manifiesta con vómito, fiebre, diarrea e “hinchazón”, marco émico 4.
Las madres de este estudio relatan que los niños con mal de ojo de la casa o de la calle presentan los pies y las manos frías, llanto, inapetencia, inactividad, vómito, diarrea, lombrices, “peladuras” en las manos o la boca, pérdida de peso e hinchazón de los pies, y en el estómago cuando la enfermedad avanza.
Con análisis desde lo etic y tomando los relatos de las madres se puede observar que el marasmo correspondería a la acción del ojo secador, en tanto que el kwashiorkor no responde a una causalidad precisa con respecto al mal de ojo, es decir, no puede precisarse si se debe al ojo secador o es sólo por el ojo callejero, pero es claro que el kwashiorkor es una consecuencia del mal de ojo.
El mal de ojo ha estado presente en la historia de la humanidad desde tiempos muy antiguos, ha pasado de generación en generación y el municipio de Turbo no ha estado libre de la transmisión de este conocimiento, como una de las enfermedades de filiación cultural de la localidad.
En Colombia, según Gutiérrez23, los síntomas son muy variados y parecen acoplarse al tipo de endemias de cada región: Constituye una dolencia aguda en el sur del país, que se acelera rápidamente si no se contrarresta su acción. Según esta autora, en la zona minera antioqueña, por ejemplo, donde la alimentación es muy precaria, la desnutrición infantil con todas sus secuelas es generalizada y se encubre con lo que se denomina mal de ojo “húmedo” y mal de ojo “seco” o “secador”. En el mal de ojo húmedo, el niño se hincha, se vuelve inapetente y adinámico. En el ojo secador el niño se “esqueletiza”, secándose paulatinamente y muere. Vómitos y diarreas complementan la sintomatología de estas dos versiones.
López24 señala que básicamente en el mundo los síntomas de un niño con “mal de ojo” son llanto frecuente, intranquilidad, inapetencia, náuseas, vómitos y fiebre alta, signos que coinciden con los reportados por las madres del estudio. Continuando con López, los niños recién nacidos que son dañados tienen diarrea y les sangra el ombligo; el niño mayor sufre diarrea con pujos o sin ellos, fiebre, vómito, sobresaltos durante el sueño y una de las aberturas palpebrales es más chica que la otra. Signos de este tipo no fueron reportados por las madres de este estudio.
En Turbo, las casas son de puertas abiertas y el lugar de recreación de los niños son los antejardines y la calle. La elevada temperatura ambiente hace que los adultos formen sus lugares de socialización en las aceras y antejardines. Esta cultura de puertas abiertas facilita la intercomunicación en salud entre vecinos, familias y sociedad, en la cual miembros de la familia o de la colectividad hacen el diagnóstico del mal de ojo en relación con sus signos y síntomas, pero también pueden causar involuntariamente el ojo a los niños.
El mal de ojo se expresa, como diría Tausing25, en el signo de las relaciones socio-culturales; es un hecho social, tanto físico como biológico, latente en la cultura turbeña. Al ser la DAG una consecuencia del mal de ojo, operaría también como un signo de relaciones socio-culturales, en las que la familia del niño juega un papel fundamental. Por tratarse el mal de ojo como resultado de una fuerza que emana voluntaria o involuntaria de un miembro de la familia, o un miembro de la colectividad, el tratamiento se encamina a eliminar dichas fuerzas, tal como lo analizaremos a continuación.
Tratamiento al mal de ojo
En Turbo, sólo una madre relató realizar prácticas preventivas contra el mal de ojo, pero en la observación de la población general se pudo constatar el uso frecuente de manillas y objetos de fabricación indígena como “contras o ligas” para prevenirlo, pues-tas en las muñecas de las manos de los niños, tal como aparece en el marco émico 3, el testimonio de MNDOG.Los amuletos, en este contexto social, como diría Geertz26 , se convierten en un símbolo de lo que se podría llamar “energía positiva” o “energía vital”. En ellos, la comunidad turbeña pone en relación lo visible con lo invisible y lo real con lo sobrenatural, ponen de manifiesto una construcción social de la enfermedad, pero también del tratamiento. Estos amuletos encierran en sí mismos una clara connotación simbólica que encarna la concreción de ideas, actitudes, juicios, deseos y creencias.
En cuanto a lo preventivo, Montes plantea que “de uso universal y constante ha sido en otro tiempo la liga, que se usaba como colgante en collares, pulseras, leontinas y hasta sortijas y clavillos”. El autor describe la liga en esta forma: “una higa de caucho, así llamada una figurita en forma de mano cerrada, con el pulgar entre el índice y el dedo medio en forma de cruz”27. En cambio, la liga es interpretada hoy por los investigadores en sentido fálico, se dice que la usaban los romanos, como figura apotropaica, y con cierta especialidad contra el mal de ojo, para lo cual los pueblos clásicos empleaban un falo de metal u otra materia colgado al cuello. Según Montes, se utilizan corales, azabaches; cuentecitas en las muñecas; copé (aceite endurecido de la caraña o el chimú); dientes de ajo; higa (bolitas que se sacan de los árboles de limón u olivo); matecito; piezas de hierro; pulsera con piedritas; secretos. Si la persona que puede ojear no quiere hacerle daño al niño, tiene que pegarle hasta que llore24 .
Esta práctica de amuletos para evitar el mal de ojo se observa con mucha frecuencia en el municipio de Turbo, especialmente en el área rural, y en los niños de algunas familias entrevistadas en el hogar, se notó que los niños tenían pulseras de cuentas, como dispositivo de prevención del mal de ojo.
El santiguador. En el contexto de la cultura turbeña, el santiguador es una persona, hombre o mujer, con un alto reconocimiento popular, que desarrolla sus oraciones haciéndole al niño la señal de la cruz en la frente, en el pecho y del hombro izquierdo al derecho. Las oraciones se hacen en silencio y son desconocidas por las madres. Según una participante “no se trata de curanderos sino de «sabios» o «entendidas», éstas recitan una oración, que a su vez aprendieron por tradición oral de otra mujer – hombre”.
Estos médicos tradicionales, una vez consultados por las madres (o su círculo cercano de amigos y familiares) y realizado el diagnóstico, inician el tratamiento, que puede ser con rezos, baños, ungüentos y tomas, lo que coincide con Gutiérrez y Montes.
Los santiguadores o rezanderos como se denominan en Turbo, utilizan una gama de prácticas mágico-religiosas para tratar el mal de ojo, que se pueden clasificar como prácticas curativas y algunas preventivas, coincidiendo con los hallazgos bibliográficos.
Las prácticas curativas se subdividen en tres: Santiguar (rezos), toma de bebidas y baños y ungüentos.
Santiguar: Se reza al enfermo tres veces y se le hace la señal de la santa cruz en el pecho, en la frente y en la espalda. Algunos santiagüeros cobraban por los tres rezos, $10.000 (US $4.5), otros no cobraban y otros sólo pidieron pastillas para el dolor de cabeza, marco émico 5.
El rezo puede ser efectivo o no; por lo tanto las madres, pasados unos días del tratamiento sin notar cambios significativos en el estado de salud de sus hijos, buscan otro médico que puede ser tradicional u occidental.
Se encontró una gama amplia de bebidas, que se relacionan con la sintomatología del mal de ojo, las cuales son en su gran mayoría, plantas vegetales solas, y en algunas, al parecer, mezcladas con un aguardiente (licor), petróleo, ajo (Allium sativum), cebolla (Allium cepa), u otras sustancias no conocidas por las madres. Dentro de las plantas se mencionaron el guandú (Cajanus cajan), mata ratón (Equisetum bogotense) para la fiebre, mata de dormidera (Amarantus dubius) para el sueño, hoja de guanábano (Annona muricata), hoja de guayabo (Psidium guajava) para la diarrea, así como el yuyo (Mentha piperita) y el saúco (Sambucus nigra) para la tos y las lombrices, marco émico 6.
Tal como se observa, el tratamiento tradicional va en dos direcciones, la primera, intentar eliminar las fuerzas que ha recibido el niño, la segunda tratar los síntomas del mal de ojo, como las lombrices (parásito intestinal), la diarrea, las enfermedades respiratorias y la fiebre.
Según Gutiérrez y Montes, en Colombia existen múltiples prácticas terapéuticas para aliviar y/o prevenir el mal de ojo. Las acciones curativas, según estos autores, están relacionadas con la ingestión de bebidas de plantas disponibles en la flora local. Algunas de ellas son: concha de cachicamo molida; chocolate con espiga de albahaca; azabache fino.
Señalan estos autores que otra práctica común son los baños que, al igual que las bebidas, se preparan de plantas disponibles en la flora de cada localidad. Si bien las prácticas descritas por Gutiérrez y Montes no son iguales a las del municipio de Turbo, en cuanto a materia médica sí siguen este patrón curativo.
Percepción que tienen las madres sobre el peso de sus niños
Como se ha visto, el mal de ojo está relacionado con la pérdida de peso en los niños. Cuando se les pregunta a las madres sobre cómo estaba en ese aspecto el niño antes de pegarle el mal de ojo, inicialmente no aparecen el bajo peso, la apatía, la irritabilidad y la inapetencia, signos de que peligra la vida de los niños; sin embargo, al profundizar con las madres sobre el estado de su hijo antes de presentarse el mal de ojo o ya establecido éste, estos signos aparecen, como se observa en el marco émico 7.
La palabra desnutrición, muy propia de la cultura médica occidental, difícilmente es conceptualizada por las madres del estudio. La extrema delgadez de los niños no implica, según ellas, un riesgo para la salud, pues mientras el niño consuma los alimentos su estado de salud no está en peligro. Cuando el bajo peso es tan común en una comunidad, se corre el riego de ser considerado como “normal” y no se identifica como problema. Al respecto, Rotenberg deduce de su investigación que “ (...) cuando el bajo peso y la desnutrición figuran como elementos comunes en el medio social o grupo familiar en el cual está inmerso, el crecimiento inadecuado puede ser considerado como normal, no siendo identificado como un problema o, por el contrario, si el síntoma no es tan frecuente, puede ser percibido a partir de la comparación del peso y la estatura entre los niños (...)”12.
Marco émico 7. Percepción de las madres sobre el peso de sus hijos
Algunas madres escucharon la palabra desnutrición del personal de salud o de líderes de la comunidad, con la connotación de enfermedad peligrosa para la vida del niño. Pero la mayoría de ellas no comprendían el significado de la palabra desnutrido, lo que concuerda con los hallazgos de Carvalho13 , en cuyo estudio las madres tampoco sabían definir la desnutrición. El padre de un niño del estudio, durante una entrevista grupal, responde sobre el significado de la palabra desnutrición.
“ (…) yo sé que él (niño) cayó en eso (desnutrición) porque lo médicos me explicaron, ya, pero yo no sabría decirle por qué... Yo para mi... lo que había pensado es, como dice por allá el campesino, que desnutrido es malparido (risas), que no tenía todavía el aliento para salir... eso vendría a ser un desnutrido, tenerlo sin tiempo... parir sin tiempo. Eso es lo que yo entendía por desnutrido (…)”.
Y es que generalmente se habla de estado nutricional, pero hablar de “estado” no significa alteración en la salud, así pues, la gravidez es un estado y no una enfermedad; pero cuando en la evaluación antropométrica los niños presentan un déficit en la estatura o en el peso ¿de qué hablamos? ¿de “estado” o de “alteración”?. ¿Cómo podemos decir que la desnutrición es un estado cuando el riesgo de muerte en estos niños es alto? ¿Cómo podemos hablar de estado, a sabiendas de que un niño pasa por procesos de daños fisiológicos, físicos y psicológicos durante todo el tiempo en el que se desarrolla la desnutrición? ¿No será que debemos pensar la desnutrición no como un estado, sino como una patología multicausal? No para seguir en la línea exclusivamente biologista de explicación de la enfermedad, sino para iniciar un proceso de visibilización del problema en salud, tanto por parte de los profesionales de la salud, como de las familia y médicos tradicionales
Sin embargo, lo importante sería que ningún niño o niña llegará a la desnutrición tipo marasmo o kwashiorkor, y una forma de prevenirlo es indagar los aspectos culturales del colectivo en torno al estado nutricional y las percepciones de las madres frente a la desnutrición de sus hijos, de tal manera que los profesionales de la salud puedan comprender el ámbito socio-cultural en el que se construye la enfermedad, y desde esa comprensión construir puentes que permitan realizar prácticas preventivas y curativas incluyentes, interculturales y más humanas.
El estudio de Hernández28 señala que el saber sobre un fenómeno es construido a través de la socialización, al aceptar valores y normas de conducta. Los conocimientos sobre los fenómenos son dependientes de las situaciones socio-culturales y constantemente son renegociados. Concluye este autor que las diferentes interacciones sociales determinan la forma como se construye el qué y el cómo del cuidado de la salud de la familia y/o del sujeto. Esto significa que cada cultura construye sus propias formas de explicar, sentir y comportarse frente a la vida, la salud, la enfermedad y la muerte; igualmente significa que un tratamiento integral o cuidado integral requiere conjugar el conocimiento del sistema biomédico con el conocimiento del los sistemas tradicionales
CONCLUSIONES
El mal de ojo pervive en la cultura turbeña como una enfermedad de filiación cultural que permea la forma de vivir de las madres y la forma de ver los procesos de salud - enfermedad de sus hijos.
Las experiencias que relatan las madres del estudio son complejas y en este proceso se observa que ellas reciben la información de sus hijos, tanto por su aspecto físico y psicológico, como por su estado anímico; reciben la información de su cultural del grupo familiar y social. Dicha información la articulan a sus recuerdos y experiencia para llegar a la toma de conciencia de que su hijo tiene o no una enfermedad y qué acciones debe emprender.
Los niños menores de 7 años, según las madres del estudio, son susceptibles al mal de ojo casero o de la calle. El mal de ojo es el causante final de la desnutrición aguda grave.
Muchas veces los profesionales de la salud desconocen los elementos culturales relacionados con la desnutrición y demás enfermedades prevalentes en la infancia, creando un abismo entre el modelo biomédico y el tradicional, lo cual repercute en la atención oportuna de los niños enfermos. Conocer las prácticas culturales en torno a la desnutrición facilitaría a los profesionales del área de la salud un manejo integral de la desnutrición y un acercamiento humano a quienes la padecen.
En el modelo biomédico, el mal de ojo no existe como enfermedad, pero tampoco existe la desnutrición como enfermedad, pues esta última es considerada un estado, lo que implica una invisibilización de la enfermedad. Si el Estado colombiano reconoce la desnutrición como enfermedad, obtendríamos el derecho de recibir estos niños para su tratamiento y evitaríamos el devolverlos a casa sin solucionar la situación.
Sin embargo, lo que observamos es que la desnutrición se objetiviza a cifras estadísticas y a procesos bioquímicos, desconociendo los procesos culturales, sociales y del sistema médico tradicional, el padecimiento de los niños y de sus madres, igualmente desconociendo el padecimiento de los profesionales del sistema biomédico cuando en sus manos se apaga la vida de un niño.
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