En el año 2014, el Programa Nacional de Estímulos del Ministerio de Cultura de Colombia incluyó en su portafolio, por primera vez, una beca de investigación sobre el ámbito de la edición: Beca Instituto Caro y Cuervo de Investigación en Historia de la Edición en Colombia. En el año 2016, el Instituto Caro y Cuervo comenzó labores con su Maestría en Estudios Editoriales; la primera que se ha abierto en el país, relacionada con este campo profesional.1 También en 2016, Gilberto Loaiza Cano coordinó la edición del número monográfico: Libros, lecturas y lectores en Colombia y América Latina, para la revista Historia y Memoria (núm. 13, uptc). Se puede afirmar, entonces, que entre 2014 y 2016, los estudios editoriales se consolidan como una línea de investigación en Colombia.
En este marco y como uno de los compromisos del proyecto de investigación titulado: «Proyectos editoriales en Colombia (1925-1952): un nuevo mercado para el libro y nuevas prácticas lectoras», ganador de la segunda versión de la Beca Instituto Caro y Cuervo de Investigación en Historia de la Edición en Colombia (Programa Nacional de Estímulos, 2015), se convocó a los investigadores cuyos proyectos se ocupan de la cultura escrita e impresa en Colombia, para participar en el que se puede considerar como el primer evento de esta naturaleza realizado en el país, el Simposio y Ciclo de conferencias: Historia de la Edición y de la Lectura. Experiencias desde México, Argentina y Colombia.
Entre el 27 y el 28 de enero de 2016, se dieron cita conferencistas invitados de México (Laura Suárez de la Torre), Argentina (José Luis de Diego) y Colombia (Gilberto Loaiza Cano, Alfonso Rubio Hernández y Paula Andrea Marín Colorado), así como 25 ponentes de diversas ciudades e instituciones del país, reunidos en el Instituto Caro y Cuervo (Bogotá) para compartir, socializar y discutir, desde sus múltiples disciplinas académicas, sus experiencias de investigación sobre la edición y la lectura. Los artículos aquí publicados son versiones ampliadas, revisadas y evaluadas por pares de esas conferencias y ponencias. Todos ellos apuntan a presentar al lector diversas formas y enfoques a través de los cuales se puede abordar el estudio de la cultura escrita e impresa; en ellos, encontrará reflexiones teóricas y metodológicas, revisiones sobre el estado del arte de la cuestión, diferentes y originales fuentes de investigación, estudios de caso de editores y análisis sobre tipologías de impresos y de lectores.
El número abre con el artículo de la profesora Laura Suárez, investigadora de larga trayectoria que ha centrado sus estudios en la cultura impresa decimonónica en México. «Actores y papeles en busca de una historia. México, impresos siglo xix (primera mitad)» presenta una síntesis de las investigaciones que la autora ha llevado a cabo, junto con su equipo de trabajo; lo proponemos aquí como un ejemplo de investigación de largo alcance que, desde el punto de vista teórico y metodológico, puede servir de guía para las investigaciones que, sobre el tema de la cultura impresa en Colombia, están en mora de ser propuestas por los grupos de investigación del país. Sea, pues, el artículo de esta autora una invitación a trabajar en red.
El artículo de Álvaro Garzón, «Consideraciones iniciales sobre la cultura letrada en la Colombia del siglo xvi», parte del argumento -para ponerlo en cuestión- de que el libro durante la centuria del xvi no fue un elemento importante en la dinámica cultural por el alto índice de analfabetismo y por la escasa circulación de los impresos. A partir de un juicioso trabajo de archivo y de la recopilación de testimonios en diferentes medios impresos, el autor demuestra que la presencia del libro y de los impresos sí fue determinante en los procesos de sociabilidad y cotidianidad de los sujetos. A través de un análisis sesudo, Garzón transgrede relatos que han poblado la historia de la lectura y del libro en Colombia.
El artículo de Alfonso Rubio, «Los inicios de la tipografía neogranadina, 1738- 1782. Letras y cajistas hacia un lenguaje impreso», hace un recorrido por los primeros años de la imprenta en Nueva Granada, específicamente por el trabajo realizado por la Imprenta Real y por la Compañía de Jesús. Las obras editadas por ambas imprentas-editoriales demuestran los avances en el arte tipográfico de la época y el cambio a través del cual -como afirma Rubio- «la impresión fue reemplazando el predominio del oído que persistía en los textos manuscritos y los primeros textos impresos por el predominio de la vista», es decir, por el acto de leer (a solas y en silencio).
El artículo de Patricia Cardona, «La geografía patria: tres versiones y una misma tradición, 1827-1842», compara tres ediciones que diversifican el saber geográfico en Colombia; de acuerdo con la autora, dicho saber se inserta de manera definitiva en los relatos de formación nacional y obedecen a posiciones y apuestas políticas específicas. Las tres ediciones contrastadas también determinan el oficio de aquel que ordena y sistematiza los datos del territorio nacional y que debe hacerlos legibles a lectores jóvenes o extranjeros. Las geografías no constituyen solamente proyectos de organización, sino que contienen una dinámica editorial que obedece a la vida cultural decimonónica del país.
El artículo de Juliana Vasco, «Mujeres y obreros: los nuevos lectores de las dos últimas décadas del siglo xix colombiano», expone un análisis del crecimiento del público lector en el país, representado en estos dos grupos sociales: las mujeres y los obreros, gracias al aumento en el acceso a la educación formal, por parte de las mujeres, y a las formas de educación popular, por la de los obreros. Al mismo tiempo, la autora nos ofrece una interpretación alterna a la relación entre lectura y uso del tiempo libre entre estos grupos sociales; según Vasco, «el ejercicio de la lectura se presentó como una actividad complementaria al trabajo» y no independiente de este. Por otro lado, la autora demuestra cómo mujeres y obreros fueron presionados por la Iglesia católica y por los hombres de letras para ejercer control-censura sobre sus lecturas y, en mayor medida, sobre las novelas que leían (especialmente, las que provenían de Europa y, sobre todo, de Francia).
El artículo de Miguel Pineda, «Jorge Roa y la Librería Nueva: antecedentes y aspectos esenciales sobre el editor colombiano a finales del siglo xix», se enfoca en el estudio del proyecto editorial de este editor vallecaucano: la Biblioteca Popular, compuesta por 25 tomos y cerca de 250 títulos publicados semanalmente desde 1893 hasta 1910. Resulta interesante, para una historia de la función del editor en Colombia, el análisis presentado por Pineda acerca de la figura del editor-librero como una separación entre el impresor y el editor, funciones cuya intersección marcó la vida de los impresos en Colombia durante el siglo xix. Finalmente, el autor enfatiza en la calidad de «popular» de la colección de Roa, presentando para ello los casos de la traducción de la obra de E. A. Poe, las noticias biográficas y literarias que acom pañaban las ediciones, así como también las adaptaciones, reducciones y divisiones que se hicieron para adecuar las obras.
El artículo de Paula Marín, «Las empresas editoriales de Arturo Zapata (1926- 1954)», es producto de una juiciosa investigación alrededor de la vida de uno de los proyectos editoriales más populares en Colombia. A través de la recopilación de archivos personales y de una larga búsqueda en librerías y espacios de circulación, Paula Andrea Marín construye la biografía de la empresa de Zapata y reconoce la importancia de su proyecto en la vida editorial colombiana. El método de Marín puede ser un ejemplo para el rastreo y la constitución de un mapa que evidencia la vida editorial en Colombia.
Cierra este número monográfico el artículo de Sergio Pérez, «Estudios sobre el libro en Colombia. Una revisión». El autor realiza un necesario recorrido acerca de los enfoques que han orientado el estudio de la cultura impresa en el país, comenzando por los listados de libros y bibliografías y desembocando en estudios de mayor alcance (desde la década de 1970) que eligen el soporte impreso como objeto de investigación y no solo como fuente. El artículo de Pérez nos permite observar que, si bien hace falta un largo camino por recorrer en los estudios sobre el libro y la cultura impresa en Colombia, hay una considerable tradición de estudios que han abordado el tema desde diferentes perspectivas y que se remontan a finales del siglo xviii. Sirva el artículo de este autor como una conclusión de este número monográfico, en donde figuran las no pocas tareas planteadas a los investigadores interesados en estos temas.
Por último, presentamos al lector tres reseñas sobre libros de reciente publicación en Colombia. La primera de ellas dedicada a Minúscula y plural. Cultura escrita en Colombia, editado por Alfonso Rubio Hernández; la segunda sobre Prensa, literatura y cultura. Aproximaciones desde Argentina, Colombia, Chile y México, editado por Ana María Agudelo y Gustavo A. Bedoya S.; y la tercera acerca de Posturas literarias. Puestas en escena modernas del autor, de Jérôme Meizoz, traducido por primera vez al español por Juan Zapata. Estas reseñas nos acercan a publicaciones que también contribuyen sobremanera a la investigación sobre la cultura escrita e impresa, desde tres enfoques: un panorama amplio y riguroso acerca de las diferentes tendencias investigativas sobre este tipo de estudios en el país, la atención sobre un tipo de impresos: la prensa, y el énfasis sobre el autor como una figura clave en el circuito de comunicación de lo impreso.
No nos queda más que agradecer inmensamente a los autores de los artículos y
de las reseñas que aceptaron la invitación a participar de este número monográfico, a los evaluadores que con sus dictámenes contribuyeron a presentar los artículos de calidad que ahora publicamos y, por supuesto, a la revista Lingüística y Literatura, que acogió generosamente la propuesta de publicación de este monográfico. Estamos seguras de que las páginas que siguen aportarán a la consolidación de los estudios editoriales y sobre la lectura en Colombia, así como a la diversificación y el enriquecimiento de las perspectivas teóricas y críticas en el estudio del lenguaje y de la literatura.