Dichos, refranes y locuciones en las novelas de Gabriel García Márquez es la concreción y el resultado de un trabajo lexicográfico de inmersión en las principales obras del nobel colombiano de literatura en 1982, que llena un vacío, traza un derrotero, abre espacios a futuras investigaciones y brinda material de soporte valioso, si no indispensable, a grupos y a especialistas que incursionen en los terrenos de la fraseografía. La obra, presentada en la Feria del Libro de Bogotá, en abril de 2019, no es una lista simple de hallazgos, sino una compilación detallada y ordenada de los mismos. Ella aparece además complementada con explicaciones para el iniciado y aclaraciones para el conocedor del mundo fraseológico en español.
El libro compendia, en sus 557 páginas, un trabajo de investigación de largo aliento sobre la recurrencia y la importancia fraseológicas en la producción literaria de Gabriel García Márquez, a partir de un corpus compuesto por su obra novelística global, y circunscrito a los nueve títulos más representativos del nobel colombiano (p. 10), a saber: Del amor y otros demonios, Crónica de una muerte anunciada, El amor en los tiempos del cólera, El general en su laberinto, El otoño del patriarca, La hojarasca, El coronel no tiene quien le escriba y Memoria de mis putas tristes.
Las notas introductorias son en buena medida una reivindicación de Coseriu y sus planteamientos, al igual que los de otros pioneros en el ámbito fraseológico mundial. De paso, elevan el mérito de los artículos realizados por Leonor Ruiz Gurillo (1994) y Vilma Palma (2010) sobre las locuciones adverbiales en Cien años de soledad, precedentes hallados por los autores al iniciar su proyecto.
En el desarrollo de su trabajo, Zuluaga, Díaz y Ciro se adentraron en los vericuetos de la obra de GGM; navegaron a placer por las 1 900 páginas de las nueve novelas analizadas y plasmaron en las primeras 99 páginas del volumen las definiciones básicas para delimitar las tipologías, en las que se enmarcan las diversas unidades léxicas estudiadas, las categorías y subcategorías, el ámbito de cobertura y los criterios de exclusión, lo mismo que las guías de uso y de consulta. Allí, pues, se arriesgaron a pasar por las arenas movedizas de la delimitación fraseológica, sin perecer en el propósito. De paso, aclararon que las locuciones preposicionales y conjuntivas (p. 13) no quedan incluidas en el repertorio descrito.
En aras de una labor más abordable y un producto académico menos complejo para el lector, los autores demarcaron el terreno de búsqueda y lo reducen a las combinaciones estables de palabras. No obstante, decidieron incluir algunas expresiones dudosas, clasificadas como compuestos sintagmáticos (p. 14). La justificación es que no las encontraron transparentes para el hablante, aunque también agregan al listado varias locuciones que parecen transparentes, mas no lo son completamente. De igual modo, incorporaron varias locuciones que, siendo unidades fraseológicas literales, están afectadas por la fijación, como «común y corriente» (p. 15). De otro lado, dejan a las colocaciones por fuera del repertorio de unidades fraseológicas fijas (UFF) extractadas de las novelas elegidas, para ocuparse de ellas en un proyecto posterior. Tal exclusión coincide con la adoptada en su momento por Casares (1950) y Zuluaga (1980).
Entre las páginas 13 y 28, el lector recorre desde el acercamiento a las UFF con descripciones breves de la tipología: locuciones y enunciados fraseológicos, hasta el subtipo de las fórmulas pragmáticas o rutinarias. Pese a que las UFF fungen, ante todo, con su sentido idiomático, en ocasiones el sentido literal sale a flote, aun sin alterar la estructura formal, y la obra del nobel ofrece ejemplos que no escapan a la lupa de los investigadores (p. 40), como tampoco la eluden los tipos de acto ilocucionario habitual que el escritor modificó a propósito, como «lo que por agua viene, por agua se va», que GGM plasmó modificada en Del amor y otros demonios, de la forma «la fortuna por agua venida, por agua se le iba».
Luego, de la página 29 a la 49, se encuentra un compendio sobre la desautomatización de las UFF como «recurso muy rico en aspectos, pragmáticos y estilísticos», modalidad apreciable en la novelística y la cuentística del autor cataquero, la misma desautomatización que García Page considera como una ruptura, en tanto que Mena y Zuluaga estimaron que constituye una opción consciente del hablante en procura de efectos de sentido (p. 29).
Un lector acucioso podría decir que en el texto hay repetición de conceptos, hecho muy comprensible si se tiene en cuenta que el libro es, en el más puro sentido, un diccionario de expresiones fijas y otras unidades fraseológicas, y como tal, objeto de lecturas y búsquedas, tanto extensas como parciales, por parte de estudiosos e interesados en el léxico garciamarquiano. Vale agregar, que tales iteraciones refuerzan el provecho obtenido por quienes se apliquen a la lectura completa de este volumen y a su consulta frecuente.
Valores agregados: este trabajo, propiciado por el Grupo de Estudios Lingüísticos Regionales (GELIR), adscrito a la Facultad de Comunicaciones de la Universidad de Antioquia, fue más allá de la meta propuesta en torno de las unidades fraseológicas fijas (UFF) y las unidades fraseológicas desautomatizadas (UFD) en la novelística de García Márquez. De estas últimas, se establecieron algunas posibles variables formales (alteración morfológica, inversión del orden, inserción de elementos, duplicación diferente, fusión, elisión, conmutación y cita interrumpida).
Como complemento, los autores ofrecieron una síntesis ilustrativa para legos y personas de otras disciplinas sobre temas concretos, como los actos de habla y la clasificación categorial de las expresiones, lo que puede sugerir a los lectores del texto a profundizar en dichos asuntos. Lo básico, en todo caso, es que les sirve a todos de aprestamiento para entender las muestras recopiladas y los motivos o la intencionalidad que pudo tener el nobel de literatura colombiano al incluirlas en sus novelas.
El libro de Zuluaga, Ciro y Díaz, menciona, por ejemplo, que los refranes, como enunciados fraseológicos, gozan de autonomía textual y pueden ser objeto de clasificación. De este modo, los investigadores los agruparon en cuatro categorías: axiológicos, doxásticos, descriptivos y epistémicos (p. 18). Uno de los soportes de la propuesta taxonómica es la de van Dijk, con sus planteamientos sobre el saber social y el conocimiento compartido (p. 19).
En cuanto al acercamiento a las fórmulas rutinarias (p. 25) en la línea de Searle, el libro resalta que algunas de ellas «realizan por sí solas actos de habla asertivos, actos exhortativos, comisivos, expresivos e, incluso, declarativos»; y va más allá, al plantear como razonable una clasificación en subcategorías a partir de la fuerza ilocucionaria de esas fórmulas rutinarias, y postular que en los actos exhortativos hay fórmulas de recomendación, advertencia, petición, súplica y ruego. Para la categoría de los comisivos se dan las fórmulas de ofrecimiento, promesa y amenaza, en tanto que para los actos asertivos aparecen fórmulas de aseveración y asertivas enfáticas o categóricas, al igual que de asentimiento. En los actos de habla expresivos caben las fórmulas de disculpa, agradecimiento, desiderativas y de pésame.
Los actos de habla simples a partir de fórmulas rutinarias, aparecen como formas de saludo y despedida, tanto unimembres como bimembres, y en ocasiones el novelista los desautomatizó, reduciéndolos a un solo miembro. Los compuestos -bien sean bipartitos o tripartitos (p. 27) - actúan como macroactos de habla -propuestos o postulados por van Dijk desde 1988-, con núcleo y periferia, ejemplificados con la fórmula exhortativa «por el amor de Dios», en boca de Amaranta Buendía (p. 27).
Dentro de toda la gama posible de categorización, los autores sugieren la de «actos de habla por pares adyacentes» (p. 28), resultado de la interacción verbal en una relación dialógica. En esta, el intercambio es la unidad más pequeña, compuesta por dos intervenciones, con las formas de pregunta-respuesta y propuesta-rechazo, por ejemplo.
Los analistas también agruparon ejemplos de fórmulas expletivas (vacías de significado), ubicadas al final de algunas frases y que desempeñan unas veces un papel de «simple relleno con que se remata el enunciado» (p. 27) y en otras ocasiones el rol de «refuerzo enfático de una negación o un rechazo». Y, en segundo término, interjecciones o exclamaciones con un «valor expresivo muy marcado y con frecuencia carentes de significado referencial», pero que enfatizan la fuerza asertiva del acto de habla (p. 28).
En buena hora apareció este libro multipropósito, como un acierto del Instituto Caro y Cuervo, ya que sirve de referencia tanto a los estudiosos de diversas disciplinas como al público lector en general. Sin duda, el texto abona eficazmente el terreno lexicológico colombiano y lo afianza en el contexto iberoamericano.