Sr. Editor,
Hemos tenido el privilegio de leer y analizar con mucho agrado el artículo publicado en la Revista que usted preside con el DOI 10.1016/j.rccar.2020.04.006 “Coronavirus-COVID 19: Más allá de la enfermedad pulmonar, qué es y qué sabemos del vínculo con el sistema cardiovascular” de junio del 2020, escrito por López-Ponce de León et al., quienes plantearon un posible vínculo entre la infección por COVID-19 y lesiones en el sistema cardiovascular durante los primeros meses de pandemia, por lo cual, permítanos felicitarlos.
Nos complace sobremanera saber que la región de Latinoamérica no ha sido un caso excepcional de las múltiples investigaciones de diferentes partes del mundo que se realizaron durante la pandemia debido a la COVID-19, tal y como es el caso de la investigación publicada en su prestigiosa revista, la cual ha sido fuente de conocimiento para gran parte de la comunidad científica.
La pandemia de la COVID-19 ha tenido un impacto de gran magnitud en la población mundial, y se han registrado altas tasas de mortalidad y morbilidad. Se ha encontrado que los resultados adversos, además de respiratorios, se presentan a diferentes niveles: renal, gastrointestinal, neurológico, inmunológico y cardiovascular1. Los países de América Latina presentan especificidades económicas y sociales que disminuyen la capacidad de respuesta sanitaria, y, por esta razón, la situación en la región fue más crítica que en otras partes del mundo.
En el escenario peruano, actualmente se registran hasta la fecha más de 4 millones de contagiados y más de 200.000 fallecidos2. La mayoría de ellos pudieron sobrellevar la enfermedad sin mayores complicaciones; sin embargo, existe otro sector de la población que presentó secuelas posinfección por COVID-19, entre las cuales las más comunes fueron las respiratorias (disfagia, disnea, etc.)3, si bien las secuelas cardiovasculares (miocarditis, falla cardiaca, etc.) son las más peligrosas, específicamente las arritmias se encargan de elevar los ritmos cardiacos, llevando al corazón a palpitar más rápido, en consecuencia, hace que el paciente se sienta agitado y con dificultad para respirar4.
En una parte del artículo mencionan el uso de azitromicina, cloroquina o hidroxicloroquina como medicamentos para el tratamiento de la COVID-19; sin embargo, estos producen un efecto proarrítmico capaz de agravar o iniciar nuevos episodios de arritmia cardiaca5. En el Perú, al inicio de la pandemia se distribuyeron los llamados “kit COVID” que contenían dichos medicamentos. Esta estrategia falló porque la población, debido a la incorrecta información u otros factores, se automedicaba y con ello agravaba su situación, hasta el extremo de ser internados en la Unidad de Cuidados Intensivos6.
Por todas estas complicaciones ya mencionadas, actualmente se prefiere el empleo de otros medicamentos antirretrovíricos, como nirmatrelvir, ritonavir y remdesivir, para tratar pacientes con formas leves y moderadas, pero para complicaciones más graves o críticas de la COVID-19 aún están en proceso de evaluación7.
Finalmente, quisiéramos manifestar nuestros más sinceros agradecimientos al aporte relevante que ha significado la información expuesta en este artículo, que, a su vez, podrá ser un pilar importante de nuestra futura investigación sobre la COVID-19 como factor de riesgo para desarrollar arritmia cardiaca, ya que en el Perú hay escasez de investigaciones sobre este tema.