INTRODUCCIÓN
Actualmente numerosos autores destacan la importancia que reviste el consumo de bienes y servicios culturales, y los beneficios derivados de este (Espinal et al., 2020). Desde un punto de vista individual, incrementa las habilidades cognitivas y comprensivas de las personas, mejora la salud y la autoestima, mejora la tolerancia y la no discriminación (Belfiore y Bennett, 2007; Peters, 2010). Desde un punto de vista social, propicia la cohesión social (Delgado, 2000) y el desarrollo económico de los países, ya que genera riqueza y trabajo (Belfiore y Bennett, 2007), entre otros. Por ello, los bienes artísticos y culturales tienen importancia por su valor cultural y económico, siendo relevantes para la política cultural.
El marco teórico de referencia de esta investigación, es el del aprendizaje basado en el consumo y de la exposición temprana propuesto por Lévy-Garboua y Montmarquette (1996, 2003). Dicha teoría supone que el gusto por el bien aumenta, y eventualmente se nivela, porque se ha adquirido un sabor adicional a través de la exposición temprana a ciertos bienes y por la experiencia repetida en el consumo. Así, el enfoque del aprendizaje a través del consumo enfatiza la influencia de las experiencias de consumo sobre la formación del gusto por las actividades artísticas. Por su parte, Bourdieu (1984), desde el campo disciplinar de la sociología, ya afirmaba que las necesidades culturales son producto de la crianza y la educación. Luego, la experiencia repetida en el consumo permite la acumulación de capital cultural. El individuo no conoce con certeza la calidad del bien cultural que va a consumir, aunque puede formarse expectativas respecto al nivel de apreciación que espera obtener. La nueva experiencia le revela una sorpresa que puede ser placentera o no, permitiéndole ajustar sus expectativas respecto al consumo futuro.
El objetivo del presente trabajo es testear la hipótesis del aprendizaje basado en el consumo (Lévy-Garboua y Montmarquette, 1996) para el caso de una ciudad intermedia de Argentina, específicamente Bahía Blanca. Para ello se estima la demanda de diferentes bienes culturales mediante modelos Probit. Como fuente de datos se utiliza información primaria obtenida a partir de la aplicación de una encuesta en dicha localidad durante el año 2019.
Bahía Blanca es una ciudad idónea para testear la mencionada hipótesis dada su impronta socioeconómica y cultural. Se trata de una ciudad intermedia, portuaria e industrial que constituye un relevante nodo de transportes y comunicaciones. Su alta conectividad, su tamaño poblacional y la oferta de servicios que posee la han consolidado como uno de los focos económicos, sociales y culturales más sólidos y dinámicos del sur del país (Diez y Pasciaroni, 2018).
Su oferta cultural es amplia y variada, compuesta por exposiciones de arte, conciertos musicales, obras de danza, teatrales, eventos literarios, entre otros, que se llevan a cabo en diferentes espacios culturales, como teatros, espacios culturales independientes, museos, espacios públicos, etc. Además, la ciudad alberga tres cuerpos artísticos dependientes del Instituto Cultural Provincial (Ballet del Sur, Orquesta Sinfónica y Coro estable de Bahía Blanca) y cinco escuelas de educación artística formal (Escuela Provincial de Artes Visuales Lino Enea Spilimbergo, Escuela Provincial de Teatro, Escuela Provincial de Danza Clásica, Conservatorio Provincial de Música y Escuela Provincial de Educación Estética). Estos espacios han posibilitado la formación de un importante número de artistas locales. Finalmente, la ciudad también posee un espléndido patrimonio arquitectónico.
El trabajo se estructura como sigue: luego de esta breve introducción, la sección uno revisa la literatura referida a la demanda de bienes culturales en el marco de la economía de la cultura y presenta el modelo teórico de aprendizaje en el consumo de Lévy-Garboua y Montmarquette (2003). La sección dos describe la metodología del trabajo. La sección tres especifica la fuente de datos primaria y caracteriza la muestra y el consumo cultural en la ciudad. La sección cuatro presenta los resultados de las estimaciones. Finalmente se discuten las principales conclusiones y limitaciones del trabajo, así como futuras líneas de investigación.
1. MARCO CONCEPTUAL
1.1 La demanda de bienes culturales en el marco de la economía de la cultura
Desde una perspectiva microeconómica, varios autores de la economía de la cultura aplicaron el método tradicional de la escuela neoclásica del pensamiento económico (Stigler y Becker, 1977; Becker y Murphy, 1988; Throsby, 1994; Lévy-Garboua y Montmarquette, 1996, 2003; entre otros). Este enfoque considera que los bienes y servicios culturales son demandados por personas económicamente racionales con el objetivo de maximizar su utilidad individual, sometidos a su restricción presupuestaria.
Devesa et al. (2009) afirman que, inicialmente, los estudios de demanda pusieron el acento en tres primeras variables fundamentales: precio del bien, precio de los bienes relacionados y renta de los individuos. Así, estos primeros trabajos encuentran que las artes no están exentas de la ley de la demanda: elasticidad precio mayor que uno y negativa; elasticidad ingreso positiva y que usualmente excede la unidad, indicando que son bienes de lujo; y elasticidades cruzadas positivas, indicando que las relaciones de sustitución son significativas (Morrison y West, 1986; Cameron, 1990; entre otros). Además, Prieto-Rodríguez y Fernández-Blanco (2000) destacan que las experiencias de educación y aprendizaje son factores determinantes importantes de la demanda de artes.
Sin embargo, los supuestos implícitos en las funciones neoclásicas de demanda-precio de los productos típicos se alteran considerablemente para el caso de los bienes culturales. Por ejemplo, existe independencia en el consumo individual (Stigler y Becker, 1977; Pérez-Bustamante y Yábar, 2010). Así, la creación artificial de demanda por organizaciones ajenas a la producción artística (modas, marketing, etc.), la falta de formación previa de un segmento importante de los consumidores y los gustos por el arte, que son función de pautas y hábitos personales y familiares y del nivel cultural del país del que se trate, afectan este supuesto. A esto se le suma la interdependencia en el tiempo, lo cual influye de modo endógeno en la demanda de estos productos (Lévy-Garboua y Montmarquette, 1996, 2003; Pérez-Bustamante y Yábar, 2010; entre otros). Además, según Herrero (2002), el consumo de estos bienes posee una utilidad marginal creciente. Esto implica que el placer y las ganas de consumir los productos culturales crecen a medida que el nivel de consumo es mayor, y el gusto es, por tanto, insaciable. Por ello, puede afirmarse que el consumo de bienes culturales no cumple con ley de Gossen1 que establece que toda necesidad disminuye en intensidad a medida que se satisface.
La demanda creciente de este tipo de bienes también puede fundamentarse en la noción de consumo u ocio conspicuo introducida por Veblen (1966). Según el autor, el comportamiento de la gente se ve modificado por la riqueza. La gente que posee riqueza o está a la búsqueda de ella solo busca el estatus o eminencia que el dinero otorga. Astobiza (2017) menciona que esto provoca una lucha por el dinero, que una vez que se tiene, crea una necesidad de apariencia social: ostentar. Esta apariencia social mueve a las personas a emular o sobrepasar la riqueza de otros. Y esto se hace a través del consumo u ocio conspicuo. Así pueden identificarse dos tipos de consumidores de bienes culturales: los que demandan por efecto Veblen y aquellos cuya demanda se fundamenta en una necesidad auténtica, dado que provocan una emoción estética. Lévy-Garboua y Montmarquette (1996) consideran que las emociones estéticas pueden ser abordadas por la satisfacción reportada por un evento artístico experimental, lo cual es una variable fácilmente observable.
Asimismo, Amin y Trift (2007) afirman que productos y servicios derivados de los símbolos, signos y sensaciones incentivan una necesidad constante de consumo, en virtud de su subjetividad, y por ello aumentan su poder en la economía. Esta afirmación se vincula con la hipótesis de la adicción racional (Stigler y Becker, 1977; Becker y Murphy, 1988). La misma plantea que existe cierto tipo de bienes adictivos para los cuales la utilidad del consumo presente depende positivamente del consumo pasado. Tal como afirman Ramos y Espinal (2020), en el caso de los bienes y servicios culturales, los individuos obtienen satisfacción del consumo por la apreciación cultural que experimentan, lo cual depende del capital cultural acumulado por el individuo. El capital cultural forma parte del capital humano y se relaciona con las habilidades del individuo para comprender el contenido simbólico, estético e histórico que las actividades culturales incorporan (Fernández y Prieto, 2009).
Throsby (2008) establece que el consumo de bienes culturales puede interpretarse como un proceso que contribuye a la satisfacción presente como a la acumulación de conocimiento y experiencia que conduce al consumo futuro. Por este motivo, el consumidor de bienes y servicios culturales es un individuo cuyo gusto es acumulativo y depende del tiempo.
Estudios más recientes intentan cuantificar los efectos de las características socioeconómicas, del capital cultural o los factores sicológicos de los individuos en las decisiones de asistencia a actividades culturales y/o en la intensidad con que realizan las visitas a actividades culturales y centros históricos y del patrimonio cultural como museos, galerías, música grabada, etc. (Aguado y Palma, 2012; Bermúdez et al., 2016; Brida et al., 2016; Muñiz et al., 2017; Andrade, 2017; Ramos y Espinal, 2020; Espinal et al., 2020; entre otros).
De acuerdo con Espinal et al. (2020), en general estos estudios encuentran que la educación es un determinante de la participación cultural debido a que el mayor nivel de conocimientos genéricos otorga a los individuos las habilidades y la motivación necesarias para disfrutar de dichas actividades. Además, los individuos de mayor edad obtienen una utilidad más alta del consumo cultural debido a la acumulación de habilidades y conocimientos sobre los productos culturales durante la vida, lo que concuerda con el aprendizaje basado en el consumo. En particular, Ramos y Espinal (2020) analizan los determinantes de la asistencia y frecuencia de asistencia a artes escénicas en Colombia. Los autores hallan que la acumulación de capital cultural es el principal determinante del consumo cultural, validando así el cumplimiento del enfoque de la adicción racional. Asimismo, Fernández y Prieto (2009) sugieren una diferencia en el consumo cultural a favor de las mujeres.
Desde el enfoque de la exposición temprana, Morrison y West (1986), a partir de una muestra de trescientos cuarenta individuos, indicaron que la exposición temprana es la clave para la demanda futura. Otros autores confirman estadísticamente la hipótesis del aprendizaje basado en el consumo utilizando modelos Probit (Kurabayashi e Ito, 1992; Prieto-Rodríguez y Fernández-Blanco, 2000; Suominen, 2013). Por su parte, Machado et al. (2017) encuentran que los bajos niveles de consumo cultural en Brasil posiblemente estén más relacionados con la ausencia de hábito que con la falta de tiempo o recursos monetarios. Por su parte, Aguado y Palma (2015) realizan un aporte importante, destacando que:
La participación cultural está determinada en forma conjunta, tanto por las variables típicas de los modelos de expectativas racionales -adicción racional y aprendizaje a través del consumo-, como por un entramado de factores vinculados más con aspectos institucionales y tecnológicos que condicionan la valoración social y económica de la participación cultural. (p. 58)
1.2 El modelo teórico del aprendizaje basado en el consumo
Lévy-Garboua y Montmarquette (1996) presentan un modelo en el que el consumo de un bien cultural -el teatro- se produce dentro de un proceso dinámico de aprendizaje a través del consumo (learning by consuming) (aunque también tiene cabida el caso estático, sin proceso de aprendizaje). Este modelo es similar a los modelos de formación racional de hábitos, donde el individuo trata de maximizar una función de utilidad intertemporal2. Además, los autores observan que en general la demanda de bienes culturales, y del teatro en concreto, se ve caracterizada por una gran heterogeneidad de los gustos, la diferenciación y singularidad de los bienes y servicios, y la incertidumbre frente a los gustos en el proceso de elección. Por ello, para captar estas expectativas, Levy-Garboua y Montmarquette (1996) sugieren que en la formación del gusto intervienen dos elementos: la expectativa y la sorpresa. De este modo, tal como señalan Aguado y Palma (2012), la expectativa es estocástica y depende de experiencias previas agradables o desagradables; mientras que la sorpresa afecta a la expectativa futura.
Asimismo, en su análisis, dichos autores sugieren que el gusto por las artes se adquiere o se descubre con el tiempo de exposición a estos bienes, al igual que ocurre con el resto de los bienes típicos. El gusto por el bien aumenta y eventualmente se nivela, porque se ha adquirido un sabor adicional a través de la exposición temprana a ciertos bienes y la experiencia repetida en el consumo. Dado que la mayoría de la población tiene muy baja exposición temprana a los bienes culturales (esto ocurre en mayor medida con relación a las artes clásicas, ballet, ópera, conciertos de orquestas), el gusto permanece constante o no se desarrolla y, por lo tanto, no crece su consumo.
El modelo supone que los consumidores desconocen sus verdaderos gustos y lo descubren a través de experiencias repetidas en un proceso secuencial de aprendizaje no sistemático al consumir. Los gustos son dados pero desconocidos. Cada nueva experiencia de consumir una determinada forma de arte revela al consumidor un inesperado efecto positivo o negativo, incrementando o disminuyendo su gusto por él.
A continuación, se resume la presentación de Fernández y Prieto (1997) del modelo de Lévy-Garboua y Montmarquette (1996).
Sea un individuo que puede consumir n bienes distintos. Su función de utilidad dependerá de las cantidades consumidas de cada uno de ellos (qi) y de la valoración subjetiva previa que hace del bien (si), para i = 1,..., n bienes [1].
s¡ se forma a través de un proceso de aprendizaje. Dicha valoración depende de las experiencias previas de consumo, de un factor "expectativa" que se produce antes de que se realice la elección del bien en el período, y de un factor sorpresa experimentado por el consumo. De modo que será distinta para cada persona. Sin embargo, cabe suponer que puede ser aproximada por características personales propias como, por ejemplo, el sexo, la edad o el nivel de estudios. La clave del proceso de formación del gusto a través del consumo está en actualizar s;, a partir del comportamiento pasado.
Es preciso definir cuál es la condición necesaria para consumir un bien "i'', suponiendo que todos los demás se consumen en sus cantidades óptimas (qj*, ∀ j≠i) Para ello, la cantidad y el precio del bien i (qi y Πi respectivamente) se sustituyen por sus valores personalizados, luego de corregirlos aplicando la valoración subjetiva del individuo, tanto a cantidades como a precios, y son respectivamente: si, qi y Πi/si. Luego, un individuo consumirá una unidad adicional del bien i, si, y solo si, la utilidad que le reporta su consumo es mayor que la utilidad que pierde con su adquisición [2]:
Donde λ es el valor de la utilidad marginal de la renta.
Así, la probabilidad de consumir un determinado bien aumenta con la valoración subjetiva del mismo (s) y con la utilidad marginal (Um) de su consumo y disminuye con el precio (Πi) y con la utilidad marginal de la riqueza. Además de estos factores, el consumo del bien i también tiene un componente aleatorio que puede reflejar condiciones psicológicas u otros componentes no controlables.
2. METODOLOGÍA
De acuerdo con Prieto-Rodríguez y Fernández-Blanco (2000), en el caso general del modelo de Lévy-Garboua y Montmarquette (1996), el individuo elige entre consumir (qi = 1) y no consumir (qi = 0) determinado bien de consumo. Entonces, la probabilidad de consumo del bien puede estimarse mediante un modelo Probit de la forma [3]:
Donde β es el vector de parámetros a estimar, X es la columna de variables explicativas y v el error estocástico de una distribución normal.
De este modo la especificación general del modelo será [4]:
Donde Y¡* representa a las preferencias no observadas respecto de los diferentes bienes culturales i, Xi es el vector de variables independientes, Ф es una constante y µi sigue una distribución normal con media cero y varianza 1.
De este modo, para abordar el objetivo del trabajo, se estiman diferentes modelos probit que consideran distintas variables dependientes (Yi * ) e independientes (Xi).
En cuanto a las variables dependientes, es decir, como Proxi del bien cultural cuya probabilidad de consumo se busca estimar, se consideran catorce variables dependientes diferentes. Tres que intentan medir el consumo cultural en general y once el consumo de ciertos bienes culturales específicos. Entre las primeras consideran: (i) La forma binaria del Índice de Acceso al Consumo Cultural (IACC), cuya construcción se detalla en la próxima sección, que captura el consumo general de bienes culturales. (ii) El consumo binario de espectáculos de música. (iii) El consumo binario de espectáculos de danza. Finalmente, para estudiar la probabilidad de demanda de ciertos bienes culturales específicos, se contempla el consumo binario de cada tipo de espectáculo de música y danza. Entre los tipos de música se consideran: jazz, música clásica, música folklórica, música latina, rock y tango. Entre los tipos de danza: ballet, danza contemporánea, danza folklórica, tango y otras danzas.
De este modo quedan conformados catorce modelos de variables dependientes binarias, donde 1 indica consumo del bien cultual en cuestión y 0 indica ausencia de consumo. Excepto para el caso de la variable IACC, donde 1 denota un consumo cultural general alto y 0, un consumo cultural general bajo o nulo.
En todos los casos se utiliza el mismo vector de variables explicativas. El mismo se compone de dos tipos de variables: (i) socioeconómicas, que son las variables de control (ii) variables que intentan captar el aprendizaje basado en el consumo. A continuación, se detalla la composición del vector de variables explicativas.
(i) Entre las variables socioeconómicas, se consideran cuatro características, donde cada categoría conforma una variable binaria que adopta valores 1 si cumple con la misma y 0 de lo contrario.
Variables de sexo: hombre y mujer.
Variables de edad: menores de veinte años, entre veintiuno y veinticinco años, entre veintiséis y treinta años, entre treinta y uno y cuarenta años, entre cuarenta y uno y cincuenta años, entre cincuenta y uno y sesenta años y más de sesenta años.
Variables de nivel educativo: secundario o menos, terciario y universitario.
Variables de condición laboral: profesional, docente, trabajo manual o servicios, jubilado o rentista y otros.
(ii) Entre variables que intentan captar el aprendizaje basado en el consumo, se consideran: dos variables ordinales que intentan medir el nivel de satisfacción por el consumo de bienes culturales, que toma valores del 1 al 5, donde 1 indica la máxima satisfacción y 5 la mínima y dos variables binarias como Proxi a la exposición temprana al consumo de bienes artísticos y culturales.
Satisfacción derivada del consumo de espectáculos musicales, para los modelos que consideran como variables independientes aquellas relacionadas con la música. Se espera un signo negativo, tal que menores valores de la variable, que indican mayor satisfacción, afecten positivamente al consumo presente.
Satisfacción derivada del consumo de espectáculos de danza, para los modelos que consideran como variables independientes aquellas relacionadas con la danza. Nuevamente, se espera un signo negativo, tal que menores valores de la variable, que indican mayor satisfacción, afecten positivamente al consumo presente.
La edad a la cual los individuos tuvieron contacto con alguna actividad artístico-cultural específica como talleres artísticos, visitas a museos, etc. Esta variable toma valor 1 si el individuo se expuso a dichas prácticas a una edad temprana (menor o igual a seis años) y valor 0, si lo hizo a una edad tardía (mayor a seis años). Se espera un signo negativo de la variable que refleja la exposición tardía a la cultura, indicando que si el individuo no tuvo contacto de niño con la cultura, tendrá un consumo cultural menor en su adultez.
El ambiente familiar en el que creció el individuo. Nuevamente se trata de una variable binaria que toma valor 1 si el individuo considera que en su círculo familiar primario existía un ambiente propicio para el desarrollo de actividades culturales y 0 de lo contrario. Se espera un signo negativo de la variable que refleja que el ambiente familiar no fue propicio para el desarrollo cultural de la persona, indicando que, si el individuo no se desarrolló en un ambiente familiar de este tipo, manifestará un consumo cultural menor en su adultez.
Para realizar las estimaciones se consideró como categoría base aquellas categorías de mayor frecuencia: ser mujer, de entre treinta y uno y cuarenta años, cuya fuente principal de ingresos del hogar proviene del trabajado manual/ servicios, con nivel educativo universitario, con exposición temprana al consumo de actividades artísticas y culturales y con un ambiente familiar favorable a la cultura.
Para evaluar la bondad de ajuste se utilizan los estimadores chi2 y pseudo R2 tradicionales. El primero da cuenta la significatividad conjunta de las variables regresoras para explicar la probabilidad estimada y el segundo se asemeja a la proporción de la variabilidad de la probabilidad estimada explicada por la variabilidad de las variables independientes.
3. DATOS
Como técnica de recolección de datos primarios se utilizó la encuesta (ver formato de la encuesta utilizada en el anexo). La misma se realizó mediante un cuestionario de Google Form de manera virtual entre el 1 de marzo y el 1 de diciembre del año 2019. Este fue diseñado teniendo en cuenta las preguntas formulas por la Encuesta Nacional de Consumos Culturales que elabora y realiza el Sistema de Información Cultural de la Argentina (Sistema de Información Cultural de la Argentina [SInCA], 2017).
El público objetivo fueron los residentes de la ciudad de Bahía Blanca, Argentina, mayores de dieciséis años. En la aplicación de la encuesta se obtuvieron trescientos treinta y seis respuestas. Considerando que el tamaño de la población bahiense es de 319.365 habitantes3, esto implica un error de muestreo de aproximadamente 6 %. Dicho valor es aceptable de acuerdo a los estándares estadísticos tradicionales que consideran errores entre 1 % y 10 %.
Para medir el consumo cultural general, siguiendo a Güel et al. (2012), se construye el IACC [5].
Donde IACCj representa el valor del IACC para el individuo j; bci, representa el consumo (no consumo) del bien cultural i. bcji, toma valor 1 si el individuo j consume el bien i y valor 0 si no lo consume.
Para el caso de estudio se consideraron veinte bienes culturales, que se pueden agrupar en cinco categorías diferentes, a saber: talleres artísticos y culturales -danza, literatura, pintura, música, acrobacia y circo, teatro, artesanías y manualidades, bailes populares-, espectáculos en vivo -bailes, peñas y milongas; espectáculos musicales; espectáculos de danza; obras de teatro; ópera; espectáculos infantiles-, exposiciones -ferias y artesanías; exposiciones de pintura, fotografía, etc.-, bienes patrimoniales -fiestas populares; museos y monumentos- y audiovisuales -cine; televisión-. Entonces, el rango del IACC varía en el intervalo [0; 20].
En cuanto a la forma binaria del indicador referida en la sección anterior, se considera que valores menores o iguales a 10 denotan un consumo cultural bajo o nulo. En este caso, como ya se mencionará, la variable binaria IACC toma valor 0. Mientras que valores mayores a 10 del IACC indican un alto consumo cultural, en cuyo caso, la variable binaria IACC toma valor 1.
A continuación, se caracteriza la muestra obtenida a partir de la aplicación de la encuesta de acuerdo a las variables de interés. La tabla 1 presenta las características socioeconómicas y la tabla 2 la distribución de las variables que intentan captar el aprendizaje basado en el consumo.
Fuente: elaboración propia.
Fuente: elaboración propia.
En relación con el consumo de bienes culturales, la tabla 3 presenta la distribución del IACC. En términos acumulados, el 85 % presenta un consumo cultural bajo o nulo y el 15 %, uno alto. Por su parte, la tabla 4 presenta el porcentaje de personas que consumen los bienes culturales considerados en la construcción de dicho indicador.
Cantidad de bienes culturales consumidos | % |
---|---|
0 | 1 |
Entre 1 y 5 | 42 |
Entre 5 y 10 | 41 |
Entre 11 y 15 | 12 |
Entre 16 y 20 | 3 |
Fuente: elaboración propia.
Fuente: elaboración propia.
Finalmente, la tabla 5 presenta el porcentaje de encuestados que consume los bienes culturales específicos considerados en las estimaciones.
4. RESULTADOS
La tabla 6 presenta los resultados de las estimaciones que consideran como variables dependientes al IACC en su forma binaria, al consumo de espectáculos de música y de danza, respectivamente.
Nota: * p<0.1; ** p<0.05; *** p<0.001
Fuente: elaboración propia.
Las variables regresoras son conjuntamente significativas para predecir la probabilidad de ocurrencia de cada variable dependiente; no obstante, la bondad de ajuste de los modelos es baja. Las variables que intentan captar el aprendizaje basado en el consumo son significativas y con el signo esperado solo en algunos casos.
Para el caso del consumo general de bienes culturales, tanto la exposición tardía a la cultura como el ambiente cultural no favorable para el desarrollo cultural del niño, tienen un impacto significativo y con el signo esperado. Se estima que si el individuo tuvo su primer contacto con los bienes culturales luego de los seis años, disminuye la probabilidad de que en el presente consuma bienes culturales. Lo mismo sucede si no creció en un entorno familiar propicio al desarrollo cultural.
En el caso del consumo de espectáculos de música, ni la exposición temprana ni el ambiente familiar son significativas. Pero sí lo es la variable que da cuenta del nivel de satisfacción, que además tiene el signo esperado. Esto podría explicarse porque los espectáculos de música en general son tan variados que presentan un consumo altamente generalizado. Como se menciona previamente, el 65 % de los encuestados consume este tipo de bienes.
Para el caso de la danza solo el ambiente familiar y la variable que denota satisfacción por el consumo de este tipo de bienes resultan significativas y con el signo esperado.
Con esto, podría decirse que se verifica la hipótesis de aprendizaje basado en el consumo para el caso de la demanda general de bienes culturales y solo parcialmente para la danza.
Por su parte, las variables socioeconómicas en su mayoría no son significativas. Únicamente se observa que tener más de sesenta años podría afectar negativamente a la probabilidad de manifestar un alto consumo general de bienes culturales y haber alcanzado un nivel educativo terciario podría tener un efecto positivo sobre dicha probabilidad, con respecto a la categoría base. En el caso de la música, haber alcanzado solamente estudios secundarios podría incidir negativamente sobre el consumo de este bien, frente a quienes tienen estudios universitarios, para los cuales disfrutar de la música tiene un efecto positivo. Finalmente, en el caso de la danza, parece que los hombres tienen menos probabilidades de consumir este tipo de actividades con respecto a las mujeres.
La tabla 7 resume los efectos marginales de las variables independientes sobre estos bienes culturales. Se observa que el individuo promedio tiene una probabilidad de 17 %, 75 % y 42 % de manifestar un consumo cultural general alto, un alto consumo de espectáculos musicales y de danza, respectivamente. Asimismo, el hecho de haberse relacionado con los bienes culturales a una edad tardía reduce en un 12 % la probabilidad de tener un consumo alto de bienes culturales en general, respecto de haberse iniciado a una edad temprana y considerando los valores medios de las variables socioeconómicas. Este valor asciende al 17 % en el caso no haber contado con un ambiente familiar favorable para el consumo cultural. En cuanto al consumo de espectáculos de danza, esta última variable disminuye la probabilidad de presentar un consumo alto en un 13 %.
Nota: * p<0.1
Fuente: elaboración propia.
Las tablas 8 y 9 muestran los coeficientes de las estimaciones de los modelos de consumo de los bienes culturales específicos y el efecto marginal de las variables explicativas sobre la probabilidad de consumo de dichos bienes, respectivamente. Se observa que las variables explicativas en su conjunto, solo explican significativamente la probabilidad de consumo de música clásica, folklórica y rock, y de danza folklórica. Asimismo, las variables que capturan el efecto del aprendizaje basado en el consumo solo son significativas y con el signo esperado en el caso de la música jazz, clásica y latina, y de la danza folklórica.
Nota: * p<0.1; ** p<0.05; *** p<0.001
Fuente: elaboración propia.
Nota: * p<0.1
Fuente: elaboración propia.
En particular, el análisis de los efectos marginales muestra que la ausencia de un ambiente familiar favorable para el desarrollo de actividades culturales reduce la probabilidad de que el consumo presente de música jazz sea positivo en un 21 %, de música clásica en un 17 % y de danza folklórica en un 25 %. Además, la iniciación tardía en el consumo de bienes culturales reduce la probabilidad de consumo presente de música clásica en un 22 %, folklórica en un 5 % y latina en un 16 %. En línea con los modelos generales, las variables socioeconómicas solo son significativas en algunos casos particulares.
5. REFLEXIONES FINALES
En este trabajo se testea la hipótesis de aprendizaje basado en el consumo de Lévy-Garboua y Montmarquette (1996) sobre el consumo de distintos bienes culturales en la ciudad de Bahía Blanca en el año 2019. Con este objetivo, siguiendo a Fernández y Prieto (1997), se estimaron modelos Probit para estudiar si la probabilidad de consumo de los diferentes bienes culturales depende de variables relacionadas con la exposición temprana a la cultura y con la presencia de un ambiente familiar propicio para el desarrollo cultural de las personas durante su niñez.
Con la información obtenida en la encuesta, se encuentra que la hipótesis de Lévy-Garboua y Montmarquette (1996) se verifica en el caso del consumo cultural en el general de la ciudad de Bahía Blanca en el año 2019. De esta forma, se deduce que tanto la exposición a una edad temprana a la cultura como un ambiente familiar propicio para el desarrollo de actividades culturales, tienen un efecto positivo sobre la probabilidad de que los bahienses manifiesten un alto consumo de bienes culturales en el presente y sobre el consumo de espectáculos de danza. Específicamente, se corrobora esta hipótesis para el caso del consumo de espectáculos de danza en general y de danza folklórica y de música jazz, clásica y latina. Vale destacar que la investigación concluye que estas variables son los principales determinantes del consumo de los bienes culturales mencionados, pues, salvo casos particulares, las características socioeconómicas de los bahienses no son significativas para estimar la demanda de los mismos.
La principal limitación del trabajo se vincula a la posibilidad de extrapolar las conclusiones al general de la población bahiense. Esto se debe a que si bien la muestra es representativa en términos de tamaño, podría sobrerepresentar a las mujeres y a las personas con nivel educativo universitario. Asimismo, esta consideración podría determinar que las audiencias de los distintos tipos de bienes culturales sean las mismas. Esto implicaría que los modelos no serían independientes entre sí, y, por lo tanto, correspondería considerar un Probit bivariado o multivariado. Quedará para futuras investigaciones corroborar esta hipótesis.
No obstante, consideramos que, con base en estos resultados, es recomendable la coordinación de esfuerzos entre los distintos actores (organismos municipales, organizaciones no gubernamentales, universidades, instituciones privadas, expertos, actores, integrantes de la comunidad) para planear estrategias que fomenten el acceso a los bienes culturales orientadas a los niños y a las familias en general.