Introducción
La ansiedad por la salud es un estado psicológico caracterizado por cierto tipo de creencias, emociones y actitudes hacia la posibilidad de contraer una enfermedad. Las personas con altos niveles de ansiedad por la salud, o ansiedad por la salud patológica, pasan la mayor parte de su tiempo preocupándose por su salud, son muy conscientes de las sensaciones o cambios corporales y tienden a exagerarlos cuando les causan malestar o dolor. Frecuentemente, piensan que van a enfermar y son incapaces de controlar estos pensamientos, tienen miedo de enfermar gravemente, se imaginan a ellos mismos estando enfermos, buscan información sobre la enfermedad, no sienten alivio pese a la evidencia médica y consideran que una enfermedad grave afectaría notablemente su vida1.
Las personas con ansiedad por la salud se preocupan más por la posibilidad de enfermar y por las consecuencias de la enfermedad, son más intolerantes ante la incertidumbre y soportan menos el malestar físico2. En general, tienen menor tolerancia al estrés psicológico que generan las alteraciones de la salud. Durante la pandemia se han realizado varias investigaciones sobre la ansiedad de la salud asociada con el COVID-19. Se reportó, por ejemplo, que la ansiedad por la salud se incrementó durante la pandemia del COVID-19 y que su preexistencia durante las epidemias/pandemias influye en las respuestas conductuales a los brotes de virus2. De acuerdo con los autores de este estudio, existe un grupo de riesgo potencial, con mayor ansiedad por la salud, que necesita más apoyo durante las epidemias/ pandemias.
La ansiedad por la salud ha surgido de las modificaciones y evolución conceptual de la hipocondriasis en las diferentes versiones del Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales (DSM). En la versión actual del manual, el DSM-V3, la preocupación excesiva por la salud (hipocondriasis) ha sido reemplazada por el Trastorno de Ansiedad por Enfermedad (TAE). En el mismo manual, la preocupación excesiva por la salud está incluida en los criterios diagnósticos para el Trastorno de Síntomas Somáticos (TSS), sin embargo, la diferencia con el TAE radica en que este incluye preocupaciones por la salud mental, mientras que el TSS se limita a síntomas relacionados con el cuerpo y la preocupación es menor.
Ciertos niveles de ansiedad por la salud pueden considerarse funcionales. Preocuparse por la enfermedad promueve comportamientos de autocuidado, como estar atentos a la presencia de signos o síntomas, tomar precauciones para evitar enfermar o visitar al médico para evaluar el estado objetivo de salud e intervenir si es necesario2. Además, en enfermedades como la causada por el SARS-CoV-2, el desconocimiento de las formas de contagio y su fisiopatología, la incertidumbre sobre su curso y su pronóstico, los altos índices de contagios y muertes y la no existencia de vacuna o tratamiento (durante el 2020) hacen que haya más preocupación por enfermar en comparación con enfermedades que no tienen esas características.
La ansiedad por la salud ha sido considerada un mediador de la respuesta psicológica ante la pandemia4. Ni el SARS-CoV-2 ni ningún otro virus son estresores negativos por sí mismos. Como estímulo, el COVID-19 será un estresor para aquellas personas que lo evalúen cognitivamente como estresante, y esta evaluación cognitiva dependerá de ciertos esquemas cognitivos que generan sesgos en la evaluación del estímulo y que son factores causales determinantes en la patogénesis de algunos trastornos mentales como la ansiedad o la depresión. Los esquemas cognitivos son formas de procesar la información y dependen de creencias nucleares; cuando estas creencias son disfuncionales, se produce un procesamiento maladaptativo. Se han descrito varias creencias disfuncionales en la ansiedad por la salud, por ejemplo: sobreestimación de la amenaza, sensibilidad a la ansiedad, intolerancia a la incertidumbre, creencias rígidas sobre la salud, creencias desadaptativas sobre la salud en general, desconfianza en la medicina y creencias sobre la muerte5.
Estas creencias refieren a que las enfermedades son más comunes, más fáciles de transmitir y más graves de lo que realmente son; que estar sano requiere estar 100 % libre de síntomas; que las sensaciones físicas asociadas a la excitación ansiosa son peligrosas, que uno está enfermo o es especialmente susceptible de padecer dolencias médicas, entre otras. Cuando este tipo de creencias forma parte de los esquemas cognitivos, es más probable que se presenten sesgos en la evaluación del estímulo y en el procesamiento de la información6. Algunos de estos son sesgos atencionales (concentrarse exclusiva y permanentemente en alguna sensación corporal inusual), sesgos de memoria (recordar exclusivamente eventos negativos sobre enfermedades pasadas) y sesgos de interpretación (sobreestimar algún tipo de información); estos son ejemplos de fallos en el procesamiento de la información asociada con la salud que contribuyen a una respuesta psicológica disfuncional7.
La ansiedad por la salud se considera un factor de riesgo de la ansiedad por el coronavirus1, también denominada como coronafobia8, que básicamente es una ansiedad específica para el COVID-19. Esta forma particular de ansiedad ya tiene sus propios instrumentos de medición creados recientemente (la escala de ansiedad del coronavirus9,10 y la escala de estrés COVID11) y se ha demostrado que está fuertemente asociada con altos niveles de depresión, ansiedad generalizada, desesperanza, ideación suicida, deterioro funcional y ansiedad por la muerte12,13. Se ha sugerido que los profesionales de la salud y los investigadores deberían prestar especial atención a la coronafobia, ya que es una manifestación clínica del estrés relacionado con la pandemia que explica los principales indicadores de malestar psicológico13.
La elevada ansiedad por la salud en el contexto del COVID-19 tiene consecuencias también para el sistema de salud4. Por un lado, las personas pueden considerar las clínicas, hospitales y consultorios médicos como fuentes de contagio y, por tanto, los evitarán. Estos comportamientos tienen efecto sobre la información epidemiológica y dificultan las estrategias de rastreo y seguimiento a los casos confirmados o sospechosos. Contrariamente, otras personas con altos niveles de ansiedad por la salud podrían saturar las consultas y servicios médicos ante la presencia de sensaciones corporales que sobreestiman (exageran) como graves, pues consultarían ante la mínima sensación de malestar. Las personas con altos niveles de ansiedad por la salud suelen ser muy sensibles a la información que circula por los medios de comunicación e Internet14. Incluso los rumores o la información no confirmada pueden desencadenar este tipo de comportamiento15.
Un reciente metaanálisis demostró que la ansiedad por la salud ha venido aumentando, desde 1985 hasta 2017, en los estudiantes universitarios de países occidentales, especialmente estudiantes de pregrado16. Las investigaciones sobre ansiedad por la salud durante la pandemia se han interesado, principalmente, por analizar factores asociados. Se han reportado niveles moderados y altos en estudiantes peruanos de medicina, asociados con el año que cursa en la carrera y el consumo de tabaco17. Un estudio en Hungría, también con estudiantes universitarios, reportó altos niveles de ansiedad por la salud, predominantemente en mujeres, que se relacionan con ciertas estrategias de afrontamiento del estrés18. Una investigación con población general de Irak reportó una prevalencia del 49,5 % en ansiedad por la salud durante las restricciones sociales por la pandemia19; en este mismo estudio se encontró que los niveles más altos estaban asociados con el sexo (mujer) y la edad (grupo entre los 18 y los 24 años). La información epidemiológica actual sugiere que ser mujer, vivir solo y tener una enfermedad crónica son variables asociadas con la ansiedad por la salud14.
En 2020, casi todas las universidades en Colombia funcionaron con enseñanza mediada por tecnologías de la información y la comunicación a través de internet para el trabajo remoto desde casa. El confinamiento social fue una de las medidas más drásticas para controlar los contagios, y obligó a los estudiantes universitarios a adaptarse a una vida académica y social sin interacciones físicas. Esa nueva normalidad del 2020 tuvo consecuencias sobre su salud mental. Varias investigaciones reportaron sintomatología de ansiedad y depresión20-22. En el presente estudio se analizó descriptivamente la ansiedad por la salud en una muestra de estudiantes universitarios colombianos en el segundo semestre de 2020, período en el que se presentó el primer pico de la pandemia en Colombia, con el objetivo de determinar su nivel, en general, conocer los aspectos más relevantes de esta problemática y determinar si existían diferencias entre grupos.
Los resultados de este estudio servirán para ampliar la literatura en el área de la psicología de la salud en el contexto de una pandemia y la psicoterapia, especialmente con adultos jóvenes universitarios, quienes son vulnerables a problemas de salud mental. Esta es una de las pocas investigaciones en Latinoamérica. Igualmente, servirá para que las dependencias encargadas del bienestar universitario elaboren programas o actividades dirigidas a atender las problemáticas asociadas con o derivadas de la ansiedad por la salud. La pandemia por el COVID-19 aún está vigente y no hay forma de conocer con certeza cuándo será su final. Como se mencionó, las personas con altos niveles de ansiedad por la salud pueden considerar las clínicas, hospitales y consultorios médicos como fuentes de contagio y, por tanto, los evitarán. Estos comportamientos podrían afectar el curso de la pandemia.
Materiales y método
Se realizó un estudio cuantitativo, no experimental, de nivel descriptivo (exploratorio) y corte transversal, con el objetivo de analizar la ansiedad por la salud en una muestra de 1004 estudiantes de pregrado de 3 instituciones de educación superior de la ciudad de Medellín. El formulario (consentimiento informado e inventario) fue enviado a 1200 estudiantes. De estos, 196 no fueron incluidos atendiendo el criterio de exclusión o porque no respondieron la solicitud o no la respondieron completamente. Los datos se recogieron a través de formularios en línea (Google Forms) enviados a los correos electrónicos de una base de datos de estudiantes de 3 facultades de psicología. Los participantes fueron seleccionados por conveniencia, es decir, aquellos a los que se tenía acceso a través de la base de datos. El único criterio de inclusión fue que estuvieran matriculados (estudiantes activos). El único criterio de exclusión fue que tuvieran un diagnóstico de trastorno mental realizado por un psicólogo clínico o psiquiatra.
El período de recolección de datos fue durante el segundo semestre de 2020. Los análisis de datos y la elaboración del informe se realizaron al inicio del 2021. Se tuvo en cuenta la Ley 1090 de 2006 (código deontológico y bioético del psicólogo) del Congreso de la República de Colombia y la Resolución 8430 de 1993 (normas científicas, técnicas y administrativas para la investigación en salud) del Ministerio de Salud. Se obtuvo el consentimiento informado de todos los participantes incluidos en el estudio. El comité de ética de una de las universidades que participaron en el estudio avaló el proyecto.
Se utilizó el inventario breve de ansiedad por la salud, SHAI23 (validado y analizado psicométricamente en español24). Es un inventario compuesto por 18 ítems con respuesta tipo Likert en escala de 0 a 3. La prueba tiene dos factores: el miedo a la enfermedad (Omega de McDonald = 0,796), que tiene 14 ítems relacionados con la probabilidad de enfermar (preocupación por la salud y seguimiento de los cambios y sensaciones corporales); y el miedo a las consecuencias negativas de enfermar (Omega de McDonald = 0,703), que tiene 4 ítems para evaluar los pensamientos catastróficos y las consecuencias de tener una enfermedad grave. Se han reportado valores adecuados de fiabilidad y validez para la población colombiana25. Para el presente estudio se obtuvieron también coeficientes de confiabilidad adecuados. La información fue sistematizada y analizada utilizando el programa estadístico IBM SPSS v. 25, mediante técnicas univariadas y pruebas de comparación de medias. Adicionalmente, se realizaron pruebas de asociación chi-cuadrado entre las respuestas a los ítems y las variables sociodemográficas para identificar posibles relaciones estadísticamente significativas
Resultados
La muestra de estudiantes universitarios fue mayoritariamente de adultos jóvenes. La media de la edad fue de 25,05 años (DE = 7,1). La mayoría de los participantes fueron mujeres, de universidad privada, que cursaban entre séptimo y décimo semestre de la carrera (ver tabla 1). La mayoría de los participantes estaban solteros. En un porcentaje similar, los participantes estudiaban o estudiaban y trabajaban. La mayor parte de ellos no tenía ningún tipo de beca o auxilio económico para sus estudios. Casi todos los estudiantes residían en ciudad o área urbana de municipio diferente a ciudad.
Fuente: autores
La tabla 2 contiene las medidas de resumen para la muestra total, discriminadas por variable, así como las pruebas de comparación de medidas entre los grupos. Debido a que los datos tuvieron una distribución normal en las variables (prueba Kolmogorov-Smirnov), se realizó la prueba t de Student (valor t) para comparar dos grupos y la prueba ANOVA (valor F) para comparar más de dos grupos. No se encontraron diferencias estadísticamente significativas en ninguna de las comparaciones entre grupos.
Fuente: autores.
En la tabla 3 se describen los porcentajes para cada una de las opciones de respuesta de los ítems del instrumento de ansiedad por la salud. Destacan los siguientes ítems: 1. Preocupación por la salud (el 39,64 % pasa mucho tiempo o la mayor parte del tiempo preocupándose por su salud); 2. Consciencia del malestar/dolor (el 63,3 % es consciente todo el tiempo de los malestares/dolores de su cuerpo o nota más malestar/dolores que la mayoría de personas de su edad); 5. Miedo de tener una enfermedad grave (el 20,01 % siempre o frecuentemente tiene miedo de tener una enfermedad grave); 10. Interés por las sensaciones o cambios corporales (el 68,92 % siempre o frecuentemente se pregunta qué significan las sensaciones o cambios corporales); 11. Riesgo de padecer una enfermedad (el 30,33 % cree que hay un riesgo moderado de desarrollar una enfermedad grave); y 17. Enfermedad grave y consecuencias sobre la vida (el 35,75 % considera que una enfermedad grave arruinaría muchos aspectos de su vida).
Fuente: autores.
En la tabla 4 se muestran los valores de la significancia asintótica bilateral de la prueba de asociación chi-cuadrado entre las respuestas a los ítems y las variables sociodemográficas. Las respuestas a los ítemes se clasificaron en dos grupos. En el primero, se agruparon las respuestas con puntuaciones de 0 y de 1, que correspondían a un nivel bajo en el contenido del ítem. En el segundo grupo se agruparon las respuestas con puntuaciones de 2 y 3, que correspondían a un nivel alto en el contenido del ítem. Así, las respuestas a los ítems fueron reclasificadas como "0" o "1", donde "0" es ausencia del síntoma y "1", presencia del síntoma, según el contenido del ítem. Por ejemplo, las respuestas al ítem 1. Preocupación por la salud se clasificaron como "0" (ausencia de preocupación) y "1" (presencia de preocupación). Con asterístico se destacan aquellos casos donde se presentó una asociación estadísticamente significativa entre las dos variables. El semestre, el estado civil y si tenían o no beca fueron las variables socidemográficas que más asociaciones presentaron con algunos de los ítems del instrumento de ansiedad por la salud. Todas las variables sociodemográficas presentaron por lo menos una asociación con alguno de los ítems.
*p < 0,05
Fuente: autores.
Discusión
En este estudio se logró analizar la ansiedad por la salud en una amplia muestra de estudiantes universitarios durante el período de aislamiento social en el segundo semestre de 2020 cuando aún no se había desarrollado la vacuna. El primer objetivo fue determinar el nivel de ansiedad por la salud en la muestra, y se pudo establecer que el valor de la media está por encima del valor reportado por unos estudios24,26-28, pero similar a otros18,19. Como se mencionó, el SHAI tiene dos dimensiones y el alto valor de la media sugiere que, en general, los estudiantes tienen temor a la enfermedad y temor a sus consecuencias negativas. Además, como lo mostraron los análisis de comparación de grupos, estos valores fueron independientes de las características sociodemográficas de los participantes.
El temor a una enfermedad es una emoción normal y pude ser adaptativa porque promueve comportamientos de cuidado. Sin embargo, el temor excesivo a una enfermedad no es normal, y frecuentemente genera consecuencias negativas, tanto a nivel individual (p. ej., evitar los servicios de salud por temer un contagio) como a nivel social (p. ej., desabastecimiento debido a comprar por pánico). De hecho, estudios anteriores han demostrado que el miedo se asocia positivamente con la depresión, la ansiedad, la percepción sobre el potencial infeccioso y la aversión a los gérmenes29. La preocupación por la salud y la ansiedad asociadas a las epidemias/pandemias pueden tener un impacto psicológico importante (por ejemplo, aparición de estrés, pensamientos intrusivos negativos y uso de un afrontamiento evitativo), además, pueden estar relacionadas con un comportamiento preventivo ineficaz o desfavorable y tener consecuencias adversas en el largo plazo, como un pesimismo persistente30.
En relación con los procesos de interpretación y atribución de las sensaciones corporales, el 68,92 % manifestó que siempre o frecuentemente se preguntaba qué significaban las sensaciones o cambios corporales; es probable que en tiempos de un brote de virus estas sean interpretadas en función del contexto. Estudios previos realizados en pandemias descubrieron que la sobreestimación de la amenaza se asocia con un aumento de la ansiedad por la salud31. Se ha reportado que una mayor ansiedad por la salud predice más síntomas similares a los de COVID-19 y media en la asociación de la certeza de estar infectado y la declaración de síntomas similares a los de la enfermedad32. Sobre este asunto, cabe resaltar la posibilidad de que las emociones negativas como la ansiedad desencadenen la atención y la sensibilidad de los individuos sobre sus experiencias corporales y, en consecuencia, den lugar a mayor percepción de experiencias fisiológicas como síntomas de una enfermedad; el 63,3 % manifestó ser consciente todo el tiempo de los malestares/ dolores de su cuerpo o que notaba más malestar/ dolores que la mayoría de personas de su edad. Un aspecto llamativo de los resultados de este estudio es que ser más joven estaba relacionado con más angustia psicológica durante la pandemia, a causa de que la mayor exposición a los medios como las redes sociales generaba mayor preocupación por las sensaciones corporales33.
Sobre la afirmación anterior, cabe destacar que el uso de los medios de comunicación puede representar en sí mismo una conducta de búsqueda de seguridad (por ejemplo, revisar si los síntomas son un signo de una infección por virus), y la posible información perturbadora que se puede hallar en estos medios puede desencadenar o reforzar otras conductas de búsqueda de seguridad (por ejemplo, búsquedas excesivas en internet sobre síntomas o visitas al médico)34. La búsqueda excesiva en internet relacionada con la salud y asociada con la ansiedad es un comportamiento común que puede influir en el inicio y mantenimiento de las preocupaciones y, sobre todo, de la ansiedad por la salud35. Un estudio examinó el sesgo atencional para estímulos relacionados con los virus en personas que varían en su grado de ansiedad por la salud, y los resultados pusieron de manifiesto que este tipo de ansiedad predice directamente el sesgo atencional hacia los estímulos relacionados con el virus36. Se destacó que la creencia de contagio no parece tener un impacto directo en el sesgo atencional, sino a través de la influencia percibida de las consecuencias del contagio.
De acuerdo con los resultados del presente estudio, casi un 40 % de los estudiantes pasa mucho tiempo o la mayor parte del tiempo preocupándose por su salud. Esta preocupación puede propiciar la búsqueda excesiva en internet. Como se dijo, las personas con altos niveles de ansiedad por la salud tienden a presentar sesgos de interpretación que pueden llevarlos a sobreestimar algún tipo de información asociada con la enfermedad. Los sesgos atencionales y de interpretación producen fallos en el procesamiento de la información asociada con la salud y contribuyen a una respuesta psicológica disfuncional que genera estrés y depresión.
En la misma línea de estos hallazgos, se reportó que la ansiedad generada por la consciencia de los cambios corporales durante el período de COVID-19 propició la instauración de creencias disfuncionales sobre la salud y la enfermedad, además del empleo de estrategias de afrontamiento disfuncionales4. A pesar de que el uso de conductas de cuidado personal como acudir al centro médico en caso de sospecha de síntomas, lavarse las manos con frecuencia y abstenerse de estar en espacios de alta concurrencia fueron el resultado de las recomendaciones dadas por organizaciones de la salud, las personas que experimentaban altos niveles de ansiedad por la salud llevaron muchas de estas conductas al extremo, incrementando con ello el inicio y mantenimiento de trastornos psicológicos como el pánico37.
Se ha encontrado que, para los casos sospechosos de COVID-19, el desarrollo de síntomas obsesivo-compulsivos fue una consecuencia de la ansiedad relacionada con su estado de salud38. Además, los pacientes con ansiedad generalizada presentaron mayor ansiedad por la salud. En consecuencia, fueron más propensos a confundir los sentimientos normales con los síntomas del COVID, generando aún más ansiedad y angustia. Si bien las anticipaciones ansiógenas soportadas por sistemas de creencias negativas sobre la salud evidentemente tienen consecuencias negativas para el sujeto, un bajo nivel de ansiedad por la salud también podría ser muy perjudicial, en tanto que impide una valoración realista de la gravedad que representa el no cumplimiento de las recomendaciones de salubridad pública y de distanciamiento social. Utilizando la escala de estrés COVID, desarrollada por los mismos autores para valorar síntomas de estrés y ansiedad, detectaron cinco factores: peligro y contaminación, temores sobre las consecuencias económicas, xenofobia relacionada con el coronavirus, comprobación compulsiva y búsqueda de seguridad y síntomas de estrés traumático11.
Sin duda, una de las principales preocupaciones que generaba ansiedad ante el coronavirus era la posibilidad del contagio y el peligro que este representaba; el 39,64 % de los estudiantes pasaba mucho tiempo o la mayor parte del tiempo preocupándose por su salud. En el segundo semestre de 2020 aún no había vacuna ni tratamiento y no se conocía cuál era su fisiopatología ni qué personas eran más vulnerables a la enfermedad grave y a la muerte tras el contagio; el 20,01 % siempre o frecuentemente tuvo miedo de tener una enfermedad grave. Las víctimas mortales de la enfermedad incluían tanto a bebés, niños, adolescentes, adultos y ancianos, y no siempre había una preexistencia médica que explicara los decesos. Muchas personas se sentían ansiosas y estresadas ante la posibilidad de contagiarse, pues esto podría derivar en hospitalización en una unidad de cuidados intensivos o en la muerte; el 30,33 % creía que había un riesgo moderado de desarrollar una enfermedad grave.
Ahora bien, la enfermedad grave o la muerte no eran las únicas consecuencias negativas de la enfermedad; el 35,75 % consideraba que una enfermedad grave arruinaría muchos aspectos de su vida. Las consecuencias económicas, derivadas de la desestabilización laboral, o las académicas, derivadas de los ajustes a las metodologías de enseñanza y aprendizaje, también fueron estresores que generaron ansiedad por la salud en los estudiantes universitarios. Se ha sugerido que una de las variables psicológicas que predice el temor a la enfermedad y a sus consecuencias es la intolerancia ante la incertidumbre2,29. Esta se define como la incapacidad de un individuo para tolerar una respuesta aversiva que se produce por la percepción de ausencia de información clave o suficiente. El clima de inseguridad laboral y variabilidad académica durante la pandemia seguramente generó preocupación por el futuro y ansiedad por la salud, particularmente en aquellos estudiantes con intolerancia a la incertidumbre39.
Respecto a los análisis de asociación entre las respuestas a los ítems y las variables sociodemográficas, se encontró una relación entre el sexo y el ítem 2 (consciencia del malestar/dolor). Los resultados mostraron que ser consciente del malestar/ dolor estaba asociado con el sexo femenino. Las investigaciones demuestran sistemáticamente que la prevalencia del dolor es mayor entre las mujeres que entre los hombres en el dolor clínico y también en la respuesta al dolor inducido experimentalmente40. Se ha sugerido que las diferencias en la distribución de las hormonas sexuales y sus receptores en áreas del sistema nervioso periférico y central, asociadas a la transmisión nociceptiva, podrían explicar la mayor sensibilidad en las mujeres41. Igualmente, se ha afirmado que las estrategias de afrontamiento ante el dolor y los roles de género pueden explicar esta diferencia, ya que las mujeres catastrofizan más los eventos (ampliación y rumiación de la información relacionada con el dolor)42.
Aunque se encontraron otras asociaciones entre el tipo de institución (pública o privada), el semestre (inicial, intermedio, final), el estado civil (soltero, casado, otro), la condición económica (solo estudiante o estudiante que trabaja), el tener o no beca, el lugar de residencia (urbano o rural) y las respuestas a algunos de los ítems del instrumento, resulta difícil explicar estas relaciones una por una. Quizás lo más importante sea destacar que algunos aspectos de la ansiedad por la salud no son completamente independientes de ciertas variables sociodemográficas. Varios estudios durante la pandemia han corroborado que algunas de estas variables, como la edad, el sexo y el estado civil, se asocian con alteraciones emocionales43.
Se deben considerar como limitaciones el tipo de muestreo y la población. Los muestreos por conveniencia pueden sesgarse por la disponibilidad de los participantes. Al ser estudiantes de psicología, es probable que los hallazgos no se puedan generalizar. Sin embargo, una muestra de más de mil personas es muy relevante y, como estudio exploratorio, resulta significativa. Además, es uno de los primeros aportes a la literatura en español en el área de la psicología de la salud en el contexto de una pandemia. Futuras investigaciones deberán realizar un muestreo estratificado por semestres e incluir estudiantes de diferentes áreas del conocimiento.
Conclusiones
Este es uno los pocos estudios que ha analizado la ansiedad por la salud durante el aislamiento social generado por la pandemia del COVID-19, y debe considerarse como un análisis exploratorio. Se encontró que los niveles de esta variable estaban por encima de los reportados en otros estudios, lo que implica que, en general, los estudiantes tienen temor a la enfermedad y temor a sus consecuencias negativas. Además, los análisis de comparación de medias entre los grupos revelaron que estos valores fueron independientes de las características sociodemográficas de los participantes. Sin embargo, las pruebas de asociación entre las respuestas a los ítems y las variables sociodemográficas mostraron que sí existen algunas relaciones. Se pudo constatar que los participantes pasan mucho tiempo preocupándose por su salud, son conscientes todo el tiempo de los malestares/dolores de su cuerpo, frecuentemente tienen miedo de tener una enfermedad grave, frecuentemente se preguntan que significan las sensaciones o cambios corporales, creen que hay un riesgo moderado de desarrollar una enfermedad grave y consideran que una enfermedad grave arruinaría muchos aspectos de su vida.