Introducción
La infección por VIH es un problema de salud pública a nivel mundial, principalmente por el importante número de casos reportados en los diferentes grupos poblacionales, presentando en la actualidad una tendencia hacia la feminización y el aumento considerable en personas jóvenes y adultos jóvenes, especialmente entre los 15 a 24 años, aspecto que puede causar afecciones en el desarrollo y progreso social[1,2].
En el contexto nacional chileno, la realidad es preocupante: en el año 2016 se emitió el Tercer boletín de vigilancia de laboratorio del Instituto de Salud Pública (ISP): resultados confirmación de infección por VIH en Chile, 2010-2015, en el cual se reportó un importante aumento en el número de personas con VIH, pasando de 2.968 casos confirmados en 2010 a 4.291 casos confirmados en 2015, siendo el grupo etario de 20 a 29 años el más afectado, grupo que en su mayoría se encuentra en la educación superior, reflejando así la baja efectividad de las acciones de promoción y prevención que se desarrollan como parte de las políticas públicas en Chile[3].
Esta situación puede atribuirse a la inadecuada distribución de recursos sanitarios en el programa de VIH, puesto que un 90% de los mismos se destinan para asistencia secundaria y terciaria, y tan solo un 10% para la promoción y prevención, siendo un factor que seguramente contribuye a la agudización de esta epidemia en la actualidad[4].
En 2017 la Organización de Naciones Unidas para el SIDA (ONUSIDA) publicó el informe: Fin del SIDA: progreso hacia los objetivos 90-90-90, el cual deja a Chile en el primer lugar en Latinoamérica respecto del incremento de nuevos casos entre los años 2010 y 2016, con un total de 34% de nuevos casos, seguido por Guatemala, Costa Rica, Honduras y Panamá con un 23%, 16%, 11% y 9% respectivamente; se destaca además que la mayoría de los países latinoamericanos, a excepción de Chile, disminuyeron considerablemente las cifras de nuevos casos en comparación con años anteriores[5].
Por su parte, el Instituto de Salud Pública en Chile mediante el boletín del año 2016: Resultados confirmación de infección por VIH en Chile 2010- 2015, ratifica el problema vivenciado para la salud pública, estableciendo que el aumento de casos es de aproximadamente un 44,6% en el año 2015 respecto al año 2010[6], panorama que también ha sido ratificado por las Instituciones de Salud Previsional (ISAPRE), quienes administran la salud privada en el ámbito nacional[4].
Esta epidemia invita a la reflexión respecto de las acciones sanitarias que se han implementado, surgiendo la necesidad de establecer diagnósticos situacionales enfocados en los grupos etarios más afectados, con la finalidad de lograr la promoción efectiva de medidas de autocuidado enfocadas en la prevención de la infección. Es de recordar que según Orem[7], el autocuidado es una actividad aprendida y que depende del grado de maduración de los individuos, es por ello que resulta importante identificar los factores que puedan incidir en el desarrollo del mismo, entre los cuales se encuentran las actitudes y las conductas, aspectos que han sido identificados como potenciadores del déficit del autocuidado con relación a las infecciones de transmisión sexual[8-13].
Se debe tener en consideración que entre el grupo etario más afectado por esta situación, se encuentran los estudiantes en formación universitaria, entre ellos, los de enfermería, quienes serán futuros agentes promotores de prácticas de autocuidado; desde este contexto se forja la motivación para la realización de la presente investigación, la cual se trazó como objetivo general analizar las actitudes y prácticas sexuales frente a VIH/SIDA en estudiantes de enfermería de una universidad pública en consideración de la teoría de déficit del autocuidado.
Metodología
Tipo de estudio: Se estableció un diseño de tipo cuantitativo, observacional, de corte transversal, con análisis correlacional. Población de estudio: Se trabajó con una muestra que incluyó a todos los estudiantes de la carrera de enfermería de una universidad pública ubicada en el sur de Chile, los cuales totalizaron 186 individuos. Tras la aplicación de los criterios de inclusión y exclusión, se obtuvo una muestra de 126 participantes, quienes constituyeron la muestra definitiva.
Criterios de inclusión y exclusión: Para ser incluidos en el estudio, los estudiantes debían ser mayores de edad (18 o más años), con matrícula vigente en el 2017, y aceptar participar en el estudio en forma voluntaria, este último aspecto se evidenció posterior al proceso de consentimiento informado. Como criterio de exclusión se consideró a aquellos que estuvieron ausentes el día de la recolección de la información y que no pudieron ser ubicados en una segunda oportunidad.
Procedimientos y métodos para la recolección de datos: Para la medición de actitudes se empleó la escala de actitudes hacia el SIDA para adolescentes (VIH-as), cuyo alfa de Cronbach es de 0,77 reportado por Espada, et al. [14]; la escala fue autoaplicada por los participantes, previas instrucciones generales. Este instrumento establece 12 preguntas en escala Likert, con cuatro opciones de respuesta: totalmente de acuerdo, de acuerdo, en desacuerdo y totalmente en desacuerdo. La actitud se interpretó como favorable, con puntaje mayor o igual a 30 puntos y desfavorable, cuando el puntaje del instrumento estaba entre los 12 a 29 puntos; dicha favorabilidad se interpreta en la potenciación para la adopción de prácticas preventivas frente al VIH y la inclusión social de las personas que conviven con esta condición. Se debe tener en consideración que para las preguntas 8 (Estaría incómodo/a si en mi clase hubiese alguien con SIDA) y 10 (si un amigo/a se infecta con el VIH, probablemente me distanciaría de él/ella), la interpretación para efectos del puntaje, se dio en concordancia con el sentido del instrumento, es decir, se asignó menor puntaje cuando la respuesta fue totalmente de acuerdo, aumentando en puntuación para los demás ítemes.
La escala se complementó con preguntas que permitieron establecer el perfil sociodemográfico y algunos antecedentes relativos a las prácticas sexuales, aspectos que eran necesarios según los objetivos de la investigación. Las preguntas de estos ítemes se formularon con opción de respuesta múltiple ó dicotómica, con posibilidad de ampliación de la misma, específicamente para las preguntas relacionadas con las prácticas sexuales. Es de mencionar que como parte del proceso de consentimiento informado, se hizo énfasis en el carácter anónimo de las respuestas, con el fin de dar seguridad a los participantes, y obtener menor probabilidad de sesgo en las respuestas. Variables: Para el análisis correlacionar se consideró como variables dependientes las actitudes y las prácticas sexuales, y como variables independientes aquellas que hacían parte del perfil sociodemográfico. Análisis de datos: Con los datos recolectados se elaboró una base de datos de Excel®, para posteriormente ser analizados con el programa SPSS® versión 20, el cual permitió realizar el análisis descriptivo y correlacional, aplicando pruebas de Chi2 y coeficientes de correlación como el C de Spearman y Pearson.
Resultados
En cuanto al perfil sociodemográfico de los participantes, se pudo establecer que la mayoría de estudiantes son de sexo femenino (77,8%), se ubican en el rango de edad de los 18 a los 23 años (81,8%), son solteros (86,5%), con alguna creencia religiosa (68,3%), pertenecientes al sistema público de salud (81,7%), y con orientación sexual clasificada como heterosexual (92,9%) (Tabla1). El resultado general de la actitud hacia el VIH, se clasificó como favorable, con un 97,6% y 2,4% desfavorable.
Al analizar la actitud general con las variables sociodemográficas, se pudo establecer asociación entre ésta y la edad de los participantes (p<0,01, Chi2 de Pearson= 0,98), (Tabla 1). Variables como el sexo, estado civil, año académico, afiliación a salud y orientación sexual no presentaron asociación estadística.
En forma complementaria al perfil sociodemográfico, se estableció el perfil de prácticas sexuales de los estudiantes, evidenciándose que el 88,1% de los participantes refirió haber tenido relaciones sexuales, cuyo inicio tuvo lugar en la etapa de adolescencia media (42,9%) y tardía (39,7%), es decir entre los 14 a 19 años (82,6%), y presentando parejas múltiples en su historial (48,4%).
Al preguntar si desde el inicio de sus relaciones sexuales habían empleado preservativo en el 100% de sus relaciones sexuales, el 80,2% manifestó que no, con lo cual se puede apreciar el predominio de prácticas sexuales de riesgo (Tabla 2). Es de destacar que al realizar el análisis estadístico correlacional entre los elementos del perfil de prácticas sexuales y la actitud, no se obtuvo datos significativos.
Al analizar la actitud general hacia el VIH en relación con cada uno de sus componentes, se encontró significancia estadística con aspectos como: la disposición para usar el preservativo (p<0,01, Spearman: 0,50), esperar a contar con un preservativo para tener relaciones sexuales (p= 0,01, Spearman: 0,22), llevar preservativo consigo (p<0,01, Spearman: 0,69), comentar en público respecto del uso de preservativo (p<0,01, Spearman: 0,32), defender en público el uso de preservativo (p<0,01, Spearman: 0,26), besar en la mejilla a alguien con VIH (p= 0,01, Spearman: 0,28), el no distanciarse de un amigo si tuviera diagnóstico de VIH (p<0,01, Spearman: 0,45), realizarse la prueba de VIH (p<0,01, Spearman: 0,31) y recomendarle la prueba de VIH a un amigo (p<0,01, Spearman: 0,65); mientras que aspectos como el convencer a la pareja de usar preservativo (81%), negarse a tener relaciones sexuales sin tener preservativo disponible (53,2%), incomodidad al tener compañeros/as de clase con VIH (87,3%), muestran un porcentaje que se clasifica como actitud favorable, no obstante, se evidenció nula asociación y correlación estadística (Tabla 3).
Cabe destacar que a pesar de la actitud favorable general, ante la pregunta ¿se negaría a tener relaciones sexuales sin preservativo? existe un 46,8% de los estudiantes que refieren una actitud desfavorable.
Discusión
El perfil sociodemográfico de los participantes coincide con el perfil descrito para estudiantes de enfermería y otras poblaciones de características similares, aspectos han sido descritos en otras investigaciones[15-18]; al igual que la relación estadística en cuanto a la actitud frente al VIH y la edad[19-21], variable que según dichas evidencias logran demostrar el cambio actitudinal con relación al año académico, siendo este aspecto coincidente con los conceptos establecidos por Orem al mencionar que la aplicación de medidas de autocuidado al ser acciones intencionadas, dependen de la madurez de los individuos[7].
En estudios como el realizado en España por Morales, et al, se pudo apreciar que el sexo estaba relacionado con la actitud frente al VIH, demostrando que en el sexo femenino predomina una actitud favorable frente al VIH/SIDA, sin embargo, este aspecto no coincide con los hallazgos de la presente investigación, ya que entre dichas variables no se evidenció asociación estadística.
El hallazgo respecto del inicio de relaciones sexuales en la adolescencia, se preguntó como parte de los antecedentes de práctica sexual en la presente investigación, también ha sido reportado en estudios como el realizado por Jiménez Ruiz, et al. [23]
En la investigación realizada en México en el 2016, titulada Autocuidado presente en estudiantes de enfermería de la Universidad de Sonora[24], al preguntar a los encuestados acerca de tener una vida sexual activa, el 48% dijo abstenerse y el 52% que sí la tenían, refirió emplear el preservativo en un 47%, aspecto que dista de los resultados del presente estudio, ya que tanto el porcentaje de abstinencia sexual y de uso del preservativo durante sus relaciones sexuales eran mucho menores.
Es de mencionar respecto al uso del preservativo que la pregunta formulada en esta investigación fue si éste había sido usado en el 100% de las relaciones sexuales desde que comenzaron su vida sexual activa, mientras que en el estudio de Sonora la pregunta estuvo enfocada en si usaban el preservativo, aspecto que podría incidir en los resultados; pese a ello, es importante mencionar que ésta es una realidad no generalizable, ya que existen evidencias en poblaciones similares, en las cuales los participantes declaran emplear preservativo en un 95% durante sus relaciones sexuales[25].
Al igual que en otros estudios[18,22], en la población participante se logró evidenciar que la falta de uso de preservativo en el total de sus relaciones, representa un déficit de autocuidado en cuanto a la prevención de infecciones de transmisión sexual (ITS), entre ellas el VIH, aspecto que explicaría el aumento de casos reportados de ITS en población de adolescentes[26,27], y que a su vez indicaría en forma indirecta el desarrollo de prácticas sexuales de riesgo[28].
Cabe señalar que el inicio de relaciones sexuales en la adolescencia, sumado a las prácticas sexuales de riesgo, se deben considerar como factores condicionantes básicos de tipo negativo, y que favorecen la tendencia mundial del contagio del VIH en esta población[23,27,29].
Sumado a lo anterior, en los resultados del presente estudio se puede apreciar una discrepancia entre la actitud hacia el VIH referida por los participantes y las prácticas de riesgo evidenciadas en el poco uso del preservativo, podría estar relacionado con la sensación de invulnerabilidad que caracteriza a esta etapa del ciclo vital, favoreciendo la adopción de prácticas sexuales de riesgo, coincidiendo así con lo reportado en otras investigaciones[30-34].
Respecto de la actitud favorable hacia la inclusión de personas que viven con VIH reportada por los participantes, se puede mencionar que dista de estudios como el realizado en Colombia en el 2014 por Mazo-Vélez, et al[21], en el cual el total de los estudiantes participantes refirieron que no compartirían el aula o espacios cerrados con un seropositivo, sin embargo, es de destacar que dicho estudio contó con la participación de 201 adolescentes universitarios entre los 15 a 20 años, a diferencia de la presente investigación, en la cual se excluyeron menores de edad y la población en su mayoría estuvo ubicada en el rango de los 18 a 23 años.
Se reconoce que los resultados de la presente investigación presentaron como limitación el no contar con el total de los estudiantes como participantes del estudio, lo cual tuvo cabida al aplicar los criterios de inclusión y exclusión, además de haberse enfocado sólo en estudiantes de una sola carrera de las ofrecidas por la Universidad.
Conclusiones
En consideración de la teoría de Orem[7], el hallazgo de una actitud favorable para la prevención del VIH e inclusión de las personas que viven con el virus, es un aspecto esperado en los estudiantes de enfermería como futura agencia de enfermería, no obstante, el que el inicio de relaciones sexuales tenga lugar en etapas tempranas de su adolescencia, y se halla evidenciado prácticas sexuales de riesgo, centradas principalmente en el no uso del preservativo, los ubica en un déficit de autocuidado, que fomenta la tendencia al aumento de la infección por VIH en población joven.
Resulta llamativa la contradicción existente entre la actitud favorable que refieren los estudiantes hacia la prevención del VIH, y el desarrollo de prácticas sexuales de riesgo, lo que demuestra la divergencia entre la percepción de prácticas de autocuidado y la vivencia de las mismas.
En consideración con los hallazgos, y teniendo presente la teoría de sistemas de Orem, se puede establecer la necesidad de desarrollar desde el sistema de apoyo - educación[7], intervenciones de tipo educativo, no solo en universidades sino también en centros educacionales de enseñanza básica, media y otras instituciones de educación superior, además de facilitar el acceso a los preservativos; con ello se lograría contribuir a la disminución de la epidemia del VIH/SIDA, convirtiéndose en un aporte disciplinar a la salud pública.