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Historia Crítica
Print version ISSN 0121-1617
hist.crit. no.26 Bogotá July/Dec. 2003
LA INCIERTA VICTORIA DE LOS ESTADOS UNIDOS EN IRAK
Eric LairProfesor de Relaciones Internacionales, Universidad Externado de Colombia & Academia Diplomática de San Carlos. Correo electrónico: laireric@yahoo.fr.
RESUMEN
El derrumbe del régimen autoritario de S. Hussein, consecutivo a una intervención militar llevada a cabo de manera «relámpago» en el primer semestre de 2003 por una (incierta) coalición de países bajo el mando militar de Estados Unidos, ha suscitado un vacío de poder y una inestabilidad interna multidimensional susceptible de afectar a los países limítrofes, en particular por la cuestión trans-regional de las comunidades chutas y kurdas. Dicha inestabilidad, que se desarrolla con trasfondo una multiplicación de los ataques armados contra las fuerzas extranjeras estacionadas en Irak, cuestiona y altera la imagen de «victoria» promovida por la administración del presidente G.W Bush quien anunció de manera triunfalista y apresurada la finalización de las «principales operaciones militares» el primero de mayo de 2003.
PALABRAS CLAVES
Irak, administración Bush, guerra, destitución del régimen de s. hussein, superpotenáa militar estadounidense, kurdos, chutas.
THE UNCERTAIN VICTORY OF THE UNITED STATES IN IRAQ
ABSTRACT
The downfall of Saddam Hussein's authoritarian regime following a lightening-fast military intervention in the first half of 2003 by an (uncertain) coalition of countries under the military command of the United States has created a power vacuum and multidimensional internal instability that may well affect the neighboring countries, especially due to the transnational nature of the Kurdish and Shi'ite communities. Said instability, which is developing along with an increasing number of armed attacks against the foreign forces stationed in Iraq, both questions and alters the image of «victory» promoted by the administration of G.W. Bush who quickly and triumphantly announced the end of the «main military operations» on May lst, 2003.
KEY WORDS
Iraq, Bush administration, war, overthrow of the s. hussein regime, u.s. military superponer, kurds, shi'ites.
Contrariamente al postulado, algo determinista, de unos analistas que anuncian el declive casi irremediable de las guerras entre Estados1, la intervención militar en Irak en 2003 recordó las posibilidades de confrontaciones interestatales en el sistema internacional. Si bien es cierto que los mayores centros de investigación sobre la violencia en el mundo coinciden en subrayar un descenso en el número de conflictos2entre Estados desde hace varias décadas y un incremento paralelo de las guerras internas, sería apresurado predecir la extinción de los primeros.
Una breve mirada a la geopolítica de la "conflictualidad" invita a una mayor prudencia y circunspección. Basta mencionar al respecto la contienda olvidada entre Etiopía y Eritrea, la participación de distintos países en las hostilidades que se desarrollan en la República Democrática del Congo (antiguo Zaire), las tensiones fronterizas entre la India y Pakistán o aun las potencialidades de enfrentamiento entre Corea del Norte y del Sur. En lo que se refiere a Irak, tras una larga lucha armada con Irán (1980-1988) y luego del conflicto internacional desatado por la invasión a Kuwait (1990-1991), calificados respectivamente de "primera" y "segunda" guerra del Golfo, el régimen de Saddam Hussein fue de nuevo el epicentro de una confrontación interestatal en el primer semestre de 2003.
Además de estas líneas de fractura, la orientación ofensiva de la nueva doctrina de seguridad estadounidense hecha pública en septiembre de 20023deja entrever probables escenarios de conflicto con países "hostiles", en particular los así denominados "Estados canallas" (rogue states)4. En otras palabras, las guerras interestatales conservan cierta vigencia en la actualidad y en un futuro próximo. Son constitutivas de la incertidumbre propia a la "posguerra fría" y a otras expresiones de violencia mucho más privatizadas y descentralizadas (conflictos armados internos con dimensiones transfronterizas, red de Al Qai'da, etc.).
Es precisamente bajo el signo de la incertidumbre que queremos poner en perspectiva el reciente éxito de los países "coalicionados" contra Irak, resaltando el papel de Estados Unidos, quien planeó y encabezó la mayoría de las misiones. Anunciada el 1ro de mayo de 2003 por el presidente triunfalista George W. Bush, la finalización de las "principales operaciones militares" significó la caída del poder personalizado de S. Hussein, presidente desde julio de 1979 cuando reemplazó a su "protector", Ahmad Asan Al Bakr, quien le cedió el cargo oficialmente por razones de salud5.
Las diferentes campañas de la guerra de 2003 se llevaron a cabo de manera "relámpago" con una evidente demostración de fuerza por parte de Estados Unidos. No obstante, la derrota del régimen iraquí plantea una serie de interrogantes y preocupaciones en un momento en que se multiplican los actos de resistencia, armados o no, contra la presencia de tropas extranjeras en Irak y que el gobierno de unión nacional posconflicto, prometido por la "coalición", tarda en conformarse, agudizando el descontento de la población local confrontada a problemas "societales" cotidianos.
Para muchos analistas, más allá de su carácter expeditivo, la guerra constituyó uno de los puntos culminantes de una diplomacia estadounidense con rasgos unilateralistas y "mesiánicos"6, más ambiciosa que en la época de la "segunda guerra del Golfo". A diferencia de ésta, se planeó una campaña de ocupación del territorio iraquí con el propósito de desactivar las armas de destrucción masiva que supuestamente poseía el régimen, de neutralizar grupos "terroristas" escondidos en el país, de liberar la población de un sistema político opresivo y de generar las condiciones de una democracia moderna.
Desde el punto de vista del Derecho Internacional Público, la guerra de 1991 liderada por Estados Unidos obedeció a una lógica de "legítima defensa", consecutiva al ataque de Irak a Kuwait, razón por la cual fue concertada entre varios Estados con el aval de las Naciones Unidas. Por el contrario, consideramos que el envío de tropas a Irak en 2003 careció de legalidad. Pese a los alegatos de estadounidenses y británicos argumentando que puesto que Irak había incumplido las condiciones de desarme impuestas en 1991 confirmadas en noviembre de 2002 mediante la resolución 1441-, el uso de la fuerza tenía fundamento en la resolución 678 de 1990, la intervención de 2003 estuvo rodeada de una ilegalidad patente. En primer lugar, la ofensiva no fue sometida a un voto previo emitido por el Consejo de Seguridad, máxima instancia encargada de la seguridad internacional7. Tampoco remitió claramente a los escenarios contemplados en el capítulo VII de la Carta de las Naciones Unidos, a saber un acto de "agresión" de un Estado contra otro y/o una amenaza a la paz y la estabilidad en el sistema internacional.
Además, para la opinión pública de muchas naciones careció de toda legitimidad ya que la administración de G. Bush no supo convencer de la necesidad de emplear la fuerza contra S. Hussein, demostrando por ejemplo que Irak sí había acumulado armas y que el ejecutivo iraquí tenía vínculos explícitos con la red de Al Qa'ida (La Base) de Osama Ben Laden, presunto organizador de los ataques del 11 de septiembre de 2001. De allí, las reticencias de numerosas naciones a la hora de apoyar una solución armada contra Irak y de conformar una alianza que, dominada por la tríada anglosajona "Estados Unidos, Gran Bretaña y Australia", agrupó
supuestamente a cerca de cincuenta países, sin que se supiera en qué consistió el respaldo ni la identidad de los participantes (la tercera parte de ellos guardó el anonimato...).
Se trató entonces de una situación lejana a la guerra de 1991, que contó con un largo consenso entre los miembros de la comunidad internacional, proclive a una acción militar para sancionar con contundencia al régimen de Bagdad.
La postura internacional de Estados Unidos puede ser aprehendida a la luz de dos parámetros complementarios. Para los partidarios (entre otros, los así llamados "neoconservadores"8) de una política exterior activa que privilegia la supremacía de la "seguridad nacional", el conflicto de 2003 fue la ocasión de afirmar la determinación deficiente, según ellos, en 1991- de erradicar un poder iraquí considerado "desafiante" y "amenazante". Por otra parte, la memoria traumática de los acontecimientos del 11 de septiembre de 2001, que golpearon sus centros vitales, llevó a Estados Unidos a entrar en un horizonte de acción bélica, el cual ha dinamizado las representaciones de tipo amigo-enemigo, como lo revela la formulación del "eje del Mal" por la propia administración Bush, y la idea de "guerra anticipada"9que abre la puerta a cualquier operación armada unilateral en el futuro.
En este contexto evolutivo, cabe preguntarse qué significado se le puede otorgar al despliegue militar estadounidense y a su corolario: el derrumbe brutal, tan "fácil" nos atreveríamos a decir, de las fuerzas de Hussein. ¿Qué tipo de victoria se ha conseguido, teniendo en cuenta que la guerra ha liberado en la sociedad una miríada de fuerzas centrífugas y que la coyuntura internacional se caracteriza, entre otras cosas, por un recrudecimiento de las manifestaciones contra Estados Unidos (más o menos estructuradas), manifestaciones asociadas a la "cruzada contra el terrorismo" que se extendió después del 11 de septiembre de 2001?
No es cuestión de prolongar la discusión, ampliamente debatida en otros espacios10, sobre los motivos políticos y económicos que llevaron a Estados Unidos a emprender una acción militar en Irak, ni de hacer el estudio de las sinuosas relaciones entre este país y las potencias occidentales11, o aun un relato minucioso de los eventos que puntuaron la guerra. Preferimos someter a consideración del lector algunas reflexiones parciales acerca de la naturaleza y las repercusiones inmediatas de un conflicto difícil de penetrar por falta de distancia histórica ante los hechos.
1. El extraño triunfo armado de una superpotencia militar
Las operaciones militares de la "tercera guerra del Golfo" se iniciaron en la noche del 19-20 de marzo de 2003, con base en un dispositivo militar regional multidimensional12. A diferencia de 1991, los bombardeos aéreos se llevaron a cabo casi simultáneamente a los ataques terrestres, pues se iniciaron apenas cinco semanas antes de éstos últimos. Partiendo del sur del país, el núcleo de los efectivos de la "coalición" remontó en dirección del norte del país por vías paralelas a los ríos Éufrates y Tigris (elementos del V° Cuerpo13y Ia Fuerza Expedicionaria de Marinos14) para llegar a la capital, Bagdad, que fue tomada, sin ser totalmente controlada ni protegida, el 9 de abril con la caída simbólica de una imponente estatua de Hussein en el centro de la ciudad. Lograda en menos de treinta días de combates (entre marzo y abril), la victoria de la "coalición", refleja una de las múltiples facetas de lo que los estrategas llaman una "guerra asimétrica"15entre una superpotencia militar y económica, y un adversario exangüe tras años de embargo decretado a raíz de la agresión contra Kuwait ("segunda guerra del Golfo").
Independientemente del carácter sofisticado de los sistemas de armas, algunas cifras16dan una idea de la vertiginosa capacidad de proyección aeroterrestre y naval de Estados Unidos para sostener un esfuerzo de guerra de esta índole. En 2003, se reunieron unos 250.000 soldados, complementados por 40.000 británicos y 4.000 australianos17, mientras que en 1991 fueron más de 500.000 hombres con una movilización internacional de mayor alcance. También se movilizaron alrededor de 1.000 aeronaves operativas y se realizaron aproximadamente 25.000 salidas aéreas con 700 misiones de ataque.
La guerra se fundamentó en campañas que combinaban las diferentes unidades de las fuerzas norteamericanas (ejército, fuerza aérea, marina y comando de las tropas especiales), las cuales invadieron muy rápidamente a Irak. Los operativos requirieron celeridad y precisión en la ejecución de las maniobras y una concentración de esfuerzos contra el enemigo. La idea consistió en desorganizarlo con el propósito de limitar, o mejor aún, aniquilar su dispositivo armado fusionando tres factores clásicos destacados por la literatura militar, a saber: la sorpresa, la aplicación de una abrumadora capacidad de fuego y hecho menos usual en la tradición militar de Estados Unidos- la flexibilidad de las unidades18.
Comentaristas entendieron la confrontación en términos de "choque y pavor" (shock and awe), al singularizar el impresionante poder de fuego del arsenal estadounidense que se hizo ostensible a partir del 21 de marzo de 2003. Retomaron de manera más o menos explícita la teoría avanzada por especialistas en asuntos militares19, sin apreciar siempre toda la significación de semejante de la Organización del Tratado Atlántico Norte desde 1952, a la cual pertenece también Estados Unidos, se rehusó, tras un voto del Parlamento, a permitir el despliegue masivo de soldados norteamericanos en su territorio para atacar a Irak. aserción. En una acepción estricta y clásica, esta teoría insiste en los efectos psicológicos "desestructurantes" para los soldados o la población civil provocados por la repetición de ataques masivos de fuerte potencial destructivo (guerra de "atrición"20directa que erosiona la malla defensiva y la moral del otro) con la intención de lograr un "dominio rápido" del enemigo.
El conflicto de 1991 encarnó esta modalidad de guerra con largos frentes de combate por su extensa y "aplastante" campaña aeroterrestre, ante todo dirigida contra los soldados y puestos de mando iraquíes (aunque los civiles se vieron afectados por las acciones bélicas).
En contraste, la "tercera guerra del Golfo" se enmarcó en un ambiente doctrinal más profuso e indeciso. En 2003, hubo intención de "descabezar" la resistencia de Irak y romper su cohesión y voluntad de lucha mediante intensos bombardeos aterrorizantes. Pero se introdujeron elementos de flexibilidad, bien sea con las grandes unidades de combate, o las fuerzas ligeras y especiales, al igual que se hizo un uso pródigo de sistemas de alta precisión. Es decir que, en una línea menos rígida que una visión tradicional del "choque y pavor"21, los golpes precisos ("quirúrgicos") y movimientos rápidos de la "coalición" buscaron ocasionar confusión e inclusive pánico entre las filas adversas.
La presente guerra respondió, a grandes rasgos, a lo que expertos encasillan en la "doctrina Rumsfeld", del nombre del actual Secretario de Defensa de Estados Unidos. Ésta reposa en el uso de un número circunscrito de tropas dotadas de una importante movilidad y un armamento sofisticado. La convergencia hacia puntos específicos y delimitados del sistema adverso, la velocidad, la combinación entre "fuego-precisión" y un apoyo aéreo cercano para las fuerzas terrestres son algunos de los preceptos básicos de este modo de guerra, que procura golpear con efectos dislocantes (disruption), evitando exponerse a los ataques enemigos.
Esta doctrina se distancia en muchos aspectos de los diseños de 1991 que procedían, en sus grandes orientaciones, del General Colin Powell (hoy Secretario de Estado), adepto de una inmensa concentración de unidades y fuego (sobre todo aéreo) contra el adversario, con el fin de lograr una superioridad decisiva y minimizar las pérdidas humanas en los rangos estadounidenses y aliados (ideal de la guerra "cero muerto"22). De hecho, Donald Rumsfeld criticó en repetidas oportunidades, con el tono provocador que lo caracteriza, este espectro de la guerra23, exigente en términos de movilización de soldados y material, mal adaptado según él a los teatros de confrontación, donde el enemigo es descentralizado y "elusivo"24(versátil y sin posición estable). Por eso, este último quiso aliviar al máximo el tamaño de las tropas involucradas en la confrontación a pesar de las reticencias de varios oficiales de alto rango, principalmente del ejército.
Esta oposición de concepciones acerca de la guerra se evidenció cuatro días después del comienzo de los enfrentamientos, a medida que se dispersaban los focos de resistencia frente a la "coalición" y se alzaban voces que, asumiendo el legado doctrinal de C. Powell, subrayaban la relativa insuficiencia de combatientes cuyo incremento, según ellos, era necesario en la perspectiva de adelantar una ambiciosa operación de penetración y ocupación de Irak. Para superar este debate, fruto de una profunda evolución en el pensamiento militar y en "el arte de la guerra" estadounidenses25, podemos afirmar que la contienda de 2003 fue una síntesis del conflicto de 1991 (guerra eminentemente frontal) y de la campaña en Afganistán26(fuerzas especiales móviles y armas aéreas de alto fuego-precisión) posterior a los atentados del 11 de septiembre de 2001, y en el trasfondo una modernización tecnológica sin equivalente. Por otra parte, con el fin de progresar en la comprensión de la derrota de las fuerzas de Hussein, es útil volver a la trilogía "sorpresa, fuego, flexibilidad" a la que ya aludimos.
Tras semanas de fricciones diplomáticas entre los miembros de la Organización de las Naciones Unidas (ante todo entre los Estados que tienen asiento en el Consejo de Seguridad), la iniciativa militar privilegiada por Estados Unidos se aparentó a una guerra anunciada en la que la dimensión temporal de la sorpresa no pudo ser realmente explotada por Estados Unidos en una escala estratégica27(con un ataque masivo imprevisible, por ejemplo, acarreando un desplome del dispositivo enemigo).
Principio polimorfo y fluctuante en el transcurso de cualquier guerra, la sorpresa28se dio más bien en la circunstancia de índole táctica29, a la vez espacial y tecnológica. Expliquémonos: atacar los sitios desprotegidos y/o neurálgicos del enemigo empleando armas de efectos "paralizantes", prácticamente desconocidas por la cúpula político-militar y los soldados iraquíes, fue uno de los leitmotiv y retos de la "coalición".
Siguiendo los planteamientos de influyentes teóricos de la guerra aérea como John Warden30quien se ilustró por haber expuesto un esquema de "parálisis estratégica" según una selección concéntrica de blancos (ver ilustración), los estadounidenses apuntaron así en prioridad a los "centros de gravedad" pertenecientes a la cúpula nacional, a las funciones vitales y a los principales bloques de resistencia militar activos en el campo de batalla (bases, baterías antiaéreas, columnas blindadas, etc.).
El objetivo primordial fue neutralizar al adversario y asegurar la marcha de las tropas que se dirigían hacia la capital, donde se concentraba la dirección de un sistema altamente centralizado, a partir de la tenue costa marítima del país mientras se abría un segundo frente de guerra en el norte de Irak (26 de marzo) gracias a la incursión de fuerzas especiales aerotransportadas, en complemento de combatientes auxiliares autóctonos los kurdos- (conocidos como los Peshmergas, estimados en unos 60.000 hombres) unidos contra Hussein.
Ahora bien, la sorpresa en sí no es suficiente para explicar la caída del régimen iraquí. Ésta fue asociada a una asombrosa utilización de fuerzas sustentada por una compleja y sofisticada maquinaria de guerra cuya sigla en inglés se resume a "C4isr", por "control, comando, comunicación, computador, inteligencia, supervisión y reconocimiento". Todos estos elementos son inherentes a lo que unos especialistas estiman ser una "revolución militar"31que está transformando la manera de pensar y hacer la guerra.
El hecho es que el conflicto con Irak sirvió de vitrina a la superpotencia militar estadounidense para "exhibir" los resultados de años de experimentos y avances científicos. Al mismo tiempo, fue un laboratorio para "ensayar" nuevos aparatos y/o afinar el uso de armas ya comprobadas en distintas situaciones conflictivas (liberación de Kuwait en 1991, ex Yugoslavia y Afganistán después del 11 de septiembre de 2001).
Tomemos algunos ejemplos. Se calcula que alrededor del 90% de las armas tenían componentes de alta precisión contra el 10% en el "segundo conflicto del Golfo", con la difusión notoria de sistemas orientados por satélite (Global Positioning System) generalmente más eficientes que el guiado por láser. Esta guerra fue también la oportunidad para Estados Unidos de enseñar un repertorio de bombas que en su conjunto no tiene ningún equivalente en el mundo. Sin pretender a la exhaustividad, vale citar al respecto la función perturbadora de las ojivas electromagnéticas (e-bombs). Corresponden a la categoría de los explosivos microondas, que son objeto de continuas experimentaciones desde la segunda mitad de los años 1980, de fuerte potencia que alteran en primera instancia los circuitos eléctricos y electrónicos, aunque no se conocen públicamente sus secuelas sobre los seres vivos. Entre las armas dichas más "letales", cabe mencionar la presencia de aviones cargados de bombas "termobáricas" (thermobaric bombs) que son un derivado más sofisticado y poderoso que las bombas incendiarias, hoy utilizadas por los rusos en Chechenia en nombre de la "lucha antiterrorista". Concebidas para eliminar a grupos humanos replegados en lugares de difícil acceso, las armas "termobáricas" (mezcla de una enorme presión y calor) fueron probadas en situación de hostilidad en el este de Afganistán (Gardez) en 2002 contra activistas de la red de Al Qa'ida aparentemente escondidos en cuevas32. Por último, evoquemos la aparición en situación bélica de artefactos convencionales descritos como los más destructivos jamás elaborados (Massive Ordnance Air Blast)33que son susceptibles de causar sentimientos de "choque y pavor".
La flexibilidad es el último parámetro de la trilogía destacada para leer la guerra. Incumbió en gran parte a los contingentes ligeros y especiales que se consagraron a la identificación de blancos, la infiltración para obtener información en un entorno hostil, la creación de cordones de seguridad en zonas delimitadas, la preparación de ataques de gran magnitud y la vigilancia de ciertos puntos de la infraestructura vial y petrolera. Las tropas especiales británicas de la "Primera División Blindada" se ilustraron en este sentido al tomarse y "pacificar" la ciudad petrolífera de Basora, ubicada en una región de población chiita en el sur del país. En la otra extremidad del territorio, el lanzamiento en paracaídas de unos 1.000 hombres de la "Brigada Aerotransportada n° 173", la cual participó con los kurdos en las confrontaciones contra las tropas leales a Hussein y el grupo Anzar-al-Islam, cercano a Al Qa'ida, quedará en los anales de la historia militar como una de las operaciones aéreas más arriesgadas y exitosas.
Dentro de los planes de Estados Unidos, las unidades especiales y ligeras estaban ante todo alistadas para actuar en medio urbano, creyendo que las tropas iraquíes iban a atraerlas hacia las grandes ciudades donde ni los estadounidenses ni los británicos están acostumbrados a librar combates. Se esperaba una guerra por barrios, calles y casas en Bagdad, donde se iba a desarrollar la "madre de todas las batallas urbanas", aunque los aliados querían evitar este tipo de escenario y habían pensado incursionar en las ciudades con pequeños destacamentos móviles34hostigando en permanencia al enemigo, en vez de tratar de ocupar posiciones, como había sido el caso en Mogadiscio (Somalia), una década atrás.
Sin embargo, por razones que no resultan muy claras por el momento (probablemente defecciones en las filas castrenses, falta de disponibilidad operativa y pavor ante la proximidad de los enfrentamientos), no se dio la guerra de las ciudades, ya que el grueso de las fuerzas y de los partidarios del régimen iraquí se desvaneció ante la inminencia de las confrontaciones, a excepción por ejemplo de Basora y Bagdad, ésta última defendida con ardor en su periferia sur entre el 4 y el 8 de marzo antes de caer en el poder de la "coalición".
Por supuesto, la superioridad tecnológico-militar de la "coalición" explica la "evaporación" de los beligerantes iraquíes. No obstante, ésta se retroalimentó de motivos de política interna que no se pueden menospreciar. La debilidad y la falta de fidelidad de las fuerzas armadas del régimen de Hussein se entienden por la opresión ejercida durante años contra la población, las sucesivas purgas organizadas en el interior de la institución militar por el propio presidente que no tenía una excesiva confianza en ella, la formación defensiva del dispositivo militar, el no uso (no explicado si se confirma que el régimen tenía semejante arsenal) de armas de destrucción masiva o aún las dos "guerras del Golfo" y luego los años de embargo ordenado por las Naciones Unidas contra el país. Por lo tanto, al estallar el conflicto en 2003, el mandatario iraquí sólo puede contar con el apoyo reducido de facciones de la Guardia Republicana, la Guardia Republicana Especial, los fedayines (milicias de combatientes) y simpatizantes del partido Baaz (partido del "Renacimiento"), los cuales reunían en el papel más de 80.000 hombres en armas35.
De allí la sensación de una guerra en la que los combates más virulentos se realizaron por fuera de los centros urbanos contra una amenaza iraquí -¿voluntariamente?- sobrevaluada. La impresión de un conflicto "relámpago" con mínimos focos de resistencia fue acentuada por una cobertura mediática restringida por los integrantes de la "coalición". Surge entonces la premisa de saber cuántos iraquíes desaparecieron a lo largo del conflicto y hasta qué punto éste destruyó el tejido social del país, que, por lo demás, la administración Bush se ha propuesto reconstruir con la cooperación, por ahora precaria, de otros agentes de la comunidad internacional.
2. estados unidos desafiado por una geopolítica interna inestable
Si aún es prematuro para establecer un balance detallado de los costos humanos y materiales de la guerra, está claro en cambio que la contienda armada ha generado y/o exacerbado rivalidades de orden político, socioeconómico e identitario no sólo en Irak sino también en los países limítrofes. Para sintetizar, el presente estudio se limitará a esbozar un panorama de las cuestiones kurda y chiita, excluyendo el tema de las luchas intestinas que atraviesan una sociedad iraquí, dividida en varios clanes, árabe y mayoritariamente de confesión sunita, enfrentada a un vacío de poder tras la destitución de Hussein.
Empecemos por los espacios septentrionales del país donde se agrupan los pueblos kurdos, estimados en unos cinco millones de habitantes. Las reivindicaciones kurdas deben ser contextualizadas en una trama translocal, la cual permite resaltar el peso de una historia serpentina a lo largo del siglo XX. Esta historia es la de una nación sin Estado, distribuida entre Turquía, Siria, Irak, Irán y Armenia36(más de treinta millones de personas en total). Después de la Primera Guerra Mundial y la caída del Imperio otomano que había contenido, no sin sobresaltos, las veleidades identitarias de sus numerosas poblaciones, la "problemática" kurda irrumpió con vigor en el escenario internacional, en especial en Turquía.
La formación de Turquía a principios de la década 1920 bajo el impulso de Mustafa Kemal Atatürk, tras una contienda armada con Grecia respaldada por las fuerzas británicas, vino a contrariar las aspiraciones de constitución de un Estado kurdo, evocado años antes (tratado de Sèvres de 1920) por los países vencedores del segundo conflicto mundial. El tratado de Lausana de 1923, que trazó los límites de la Turquía moderna, marcó jurídicamente la inclusión de los kurdos dentro de una nación turca que se pretendía unitaria. En la época, ante las presiones diplomáticas de las grandes potencias europeas presentes en la región, la joven Turquía tuvo que renunciar en 1926 a sus pretensiones territoriales sobre la petrolífera wayilia de Mosul, en la zona del actual Kurdistán de Irak. Hasta entonces, Irak había estado bajo mandato de los británicos (acuerdos Sykes-Picot de 1916), y sólo lograría su independencia en 1932. Como contrapartida, Atatürk, con el apoyo tácito de estas mismas potencias, logró edificar las bases de un Estado laico en apariencia no fragmentado en detrimento del nacionalismo kurdo y de corrientes islámicas que intentaban entrometerse en las esferas públicas (islamismo).
Desde entonces, las autoridades centrales de Turquía han seguido una política errática frente a los kurdos, la cual ha oscilado según las épocas entre negación, exterminación, deportación, exclusión y recientemente un tímido acercamiento conciliador con el reconocimiento de algunos derechos culturales y políticos37.
En el transcurso de la primera mitad del siglo XX, los kurdos, incorporados violentamente a la nación turca, se caracterizaron por una fuerte propensión a orquestar rebeliones puntuales que fueron aplastadas por las fuerzas regulares. Además de las olas de represión esporádicas en su contra, la evolución de la comunidad se caracterizó por la constitución estable de partidos nacionalistas que inscribieron la acción de los kurdos en la larga duración, a pesar de intempestivas pugnas. Allí cabe mencionar sucintamente el rol transregional del Partido Democrático del Kurdistán de Turquía (PDKT) creado en 1965, igualmente activo en Irak, Irán y Siria, el cual se debilitó por varias divisiones que provocaron en particular la eclosión del grupo de los "Partidarios de la Liberación Nacional de Kurdistán" (KUK), no marxista, a diferencia de muchas facciones. Este último se lanzó a finales de la década 1980 en una confrontación con otra organización de tipo separatista en auge, el "Partido de los Trabajadores de Kurdistán" (PKK) oficialmente fundado en 1978 por Abdullah Oçalan (conocido con el apodo de "Apo": tío), decidido a luchar por la vía armada contra los colaboradores del Estado turco y sus fuerzas armadas.
Indudablemente, por sus acciones violentas mediatizadas, el PKK contribuyó a llamar la atención internacional sobre el porvenir de los kurdos. Sin embargo, fue también un factor de divisiones intracomunitarias y de la militarización en las regiones orientales de Turquía limítrofes con países de población kurda, ya que en muchas ocasiones el grupo armado incursionó en el territorio iraquí (hasta hace poco) perseguido por las tropas turcas. Encerrado en una lógica de violencia tous azimuts, y privado de una base social lo suficientemente arraigada, el PKK se fragilizó en la década 1990. La detención de su líder carismático, Oçalan, en 1999 en Kenia, acarreó la fragmentación del movimiento, que presenta hoy menos veleidades independistas que en el pasado. La atomización del PKK, denominado "Congreso para la Libertad y la Democracia en Kurdistán" (KADEK) desde 2002, traduce un cambio de línea política y la relativa apatía de la contestación (armada sobre todo) kurda en Turquía, después de años de convulsiones, así como el alejamiento (¿provisional?) de las posibilidades de independencia.
Se trata de una coyuntura bastante disimilar a la de los kurdos de Irak, revigorizados por la "zona de protección" establecida por las Naciones Unidas en el norte del país a raíz de la "segunda guerra del Golfo" con el propósito de proteger a la población. En los hechos, esta zona se ha revelado ser un elemento de autonomía para los kurdos, beneficiados en este aspecto gracias a dicha guerra, contrariamente a los chiitas del sur de Irak, como lo veremos a continuación.
En este contexto, la destitución del régimen Baaz en 2003 ha intensificado las expectativas kurdas en cuanto a la viabilidad de una independencia, que no es apoyada por todos los clanes (existe por ejemplo un proyecto alternativo de autonomía en una federación iraquí) y a la cual se opone Turquía, preocupada por una reactivación repentina del nacionalismo kurdo en la confluencia del activismo en Irak38.
El aparente fortalecimiento actual de los kurdos en el escenario político interno de Irak no debe ocultar una historia de violencias periódicas. A medida que se fortificó el Estado poscolonial, la cuestión kurda se volvió una herida abierta para los sucesivos mandatarios. Desunida por luchas políticas y personales a lo largo de las décadas 1980-1990 entre el "Partido Democrático de Kurdistán", de Masud Barzani (PDK), y la "Unión Patriótica de Kurdistán" (UPK), de Jalal Talabani, hoy menos antagónicos, la comunidad kurda iraquí fue sometida a las vicisitudes de una opaca estrategia de alianzas de oportunidad y represión por parte del partido Baaz entre 1968 y 2003.
Bajo la presidencia de Hussein (1979-2003), Bagdad se aprovechó de la enemistad entre la UPK y el PDK de inspiración marxista-leninista a partir de la segunda mitad de la década 1970, acercándose al primer citado. Por su parte, el PDK mantuvo contactos con el gran rival histórico de Irak, a saber Irán, e incluso con Washington cuando las relaciones con Irak no eran muy cordiales (antes de la revolución chiita en Irán entre 1979-1980).
La reconciliación entre los kurdos se esbozó con el incremento de la coerción ejercida por Hussein, en corolario de la guerra con Irán (1980-1988). Sospechosos de colusión con el enemigo iraní chiita, los kurdos fueron víctimas del régimen de Hussein, quien se aprovechó de la situación bélica con el país vecino para lanzar varias ofensivas que culminaron con la operación Anfal en 1988. En la época, las fuerzas militares iraquíes, dirigidas entre otros por un primo de Hussein, Alí Hassan Al Majid (cuyo mote es "Alí el químico"39), recurrieron a armas de destrucción masiva para eliminar a poblaciones kurdas circunvecinas con Irán (ante todo en la localidad de Halabja).
Durante la rivalidad "este-oeste" (1945-1991) y la guerra Irak-Irán, los kurdos fueron globalmente abandonados por las cancillerías occidentales, al igual que los chiitas del sur del país, al poder de Hussein. Éste se benefició en su contienda contra el régimen revolucionario iraní, acusado de patrocinar el terrorismo internacional, de una heterogénea asistencia militar que incluía desde Estados Unidos y Francia, hasta países árabes, pasando por la Unión Soviética.
Acumulando autoridad e influencia bajo la sombra del ejecutivo, Hussein supo convertirse en un protagonista central de la diplomacia iraquí en los años anteriores a su llegada a la magistratura suprema40. Entre otras cosas, participó en la firma de un acuerdo militar celebrado en 1972 entre Irak y la Unión Soviética41, pese a las campañas anticomunistas adelantadas en el país, poco antes de la nacionalización del petróleo iraquí, que se hizo en detrimento de compañías e intereses occidentales. Si dicha nacionalización perjudicó temporalmente las relaciones con varios países como Estados Unidos, por otra parte cimentó, los vínculos bilaterales con Francia, que se convirtió en un importante proveedor militar adicional para Irak: esto se tradujo en un programa de adquisición de armas de destrucción masiva (inclusive nucleares), el cual representaba una valiosa fuente de abastecimiento en crudo en tiempo de crisis petrolera.
Es interesante anotar que en los años 1980, ya como presidente, Hussein amplió el abanico de sus aliados, fundamentalmente a raíz de la llegada al poder de los clérigos chiitas en Irán (destitución de la monarquía pro-occidental del Shah Pahlavi), que se caracterizaron entonces por una doble orientación anti-iraquí y anti-ocidental42, lo que provocó su aislamiento internacional. De tal forma que Estados Unidos, obsesionado por la "amenaza" chiita43, multiplicó los contactos con Irak, por ejemplo, Donald Rumsfeld, entonces emisario del gobierno de Ronald Reagan en Medio Oriente, visita Bagdad en 198344.
Este encuentro, que podría sorprender retrospectivamente, demostró en sustancia la versatilidad de los lazos entre Irak y otras naciones, lazos que han venido modificándose con el tiempo, en particular a partir del final de la guerra con Irán (1988) y la invasión a Kuwait (1990-1991). Al mismo tiempo, marcó la cooperación creciente en materia de asuntos militares (entrega de armas, instalación de aparatos de vigilancia, etc.) entre Estados Unidos y el régimen iraquí, "instrumentalizado" contra Irán. En un plano interno, Hussein explotó esta situación favorable para acentuar su política de exclusión y sujeción no sólo de los kurdos sino también de los chiitas45de Irak, mayoritarios en el país (alrededor de 60% de la población).
En las décadas precedentes, se habían registrado tensiones crónicas entre el régimen laico implantado por el partido Baaz y la comunidad musulmana chiita del centro-sur de Irak. Hay que recordar en este orden de ideas las discrepancias entre el poder iraquí y los seguidores del ayatollah46Ruhollah Jomeini (de origen iraní), futuro guía espiritual de la revolución chiita de 1979-1980 que instauró la República de Irán. Deportado de Irán por la dinastía Pahlavi en 1964 por activismo islámico, éste se radicó en Irak (Najaf) durante diez años antes de ser expulsado en 197847, lo cual suscitó un profundo malestar entre las autoridades religiosas chiitas iraquíes.
Fue realmente bajo el mandato presidencial de Hussein que se agudizaron las exacciones perpetradas contra los chiitas, en un momento en que la efervescencia político-religiosa y la retórica anti-iraquí (poder catalogado de"opresivo" e "impío") en el Irán vecino hacían temer una insurrección susceptible de quebrantar las instituciones y el orden laico del país48.
Desafiado por las reiteradas tomas de posición públicas a favor de R. Jomeini, quien había regresado a Irán, Hussein trató inicialmente de no caer en una espiral violenta contra los representantes superiores de los círculos chiitas iraquíes, cuya audiencia era peligrosa para la supervivencia del poder, cuando una serie de atentados apuntando a los altos dignatarios de la congregación Baaz y el inicio de las hostilidades con Irán en 1980, condujo a Hussein a actuar de una manera violenta contra los chiitas.
Símbolo de la represión del momento, el prestigioso líder iraquí del partido religioso Al-Da'wa, el ayatollah Sayied Mohamed Baqir al-Sadr, hoy adulado por gran parte de la constelación chiita, fue asesinado por directivas de Hussein en abril de ese año49, justo cuando centenares de fieles chiitas nacionales "indeseables" eran expulsados hacia Irán poco antes de la guerra50.
Esta guerra de ocho años51generó sentimientos ambiguos, por no decir contradictorios, entre los árabes chiitas de Irak involucrados en una contienda que no habían fomentado: muchos fueron obligados a combatir al lado de los más fervientes defensores del régimen autoritario baazista contra el pueblo persa iraní, pese a que compartía la misma confesión; por otro lado, en ciertas ocasiones, se sintieron cohesionados en un resurgimiento de ardor nacional, que entretuvo Hussein con referencias a un lejano pasado antagónico entre árabes y persas, por un enemigo externo que cristalizó la movilización de amplios sectores de la sociedad. Una vez finalizada la guerra (1988), ambos países terminaron agotados sin que se pudiera hablar de vencedor ni de derrotado. También se debilitó el efecto precario de solidaridad nacional ocasionado por el conflicto.
Desgastado económica y militarmente, Irak buscó entonces una salida a la crisis con la invasión del petrolífero Kuwait. Esta nueva contienda fue la oportunidad para los chiitas de Irak de manifestar su descontento ante la política de Hussein, mientras se desarrollaba una intervención armada para liberar al emirato árabe fronterizo (1991). Este intento de revuelta popular fue repelido ferozmente por el movimiento Baaz, ya que los Estados de la "coalición" no planificaron una operación de ocupación de Irak con derrocamiento del poder central, que tuvo entonces problema alguno para castigar a los chiitas, abandonados por la comunidad internacional. Los chiitas iraquíes han cultivado y conservado una memoria de dolor, resentimiento y desconfianza heredada de estos acontecimientos, y generalmente de la represión ejercida en su contra desde hace décadas. Por lo tanto, no es de extrañar que no hayan acogido con euforia, aunque sí con cierto alivio, la entrada a Irak de las tropas de la "coalición" en 2003. Tampoco participaron de manera contundente en la lucha contra el régimen de Hussein, a diferencia de los kurdos del norte del país. Hasta ahora, los jefes comunitarios han adoptado una actitud de espera, aunque no del todo pasiva, frente a la lenta y caótica evolución sociopolítica del Irak posbélico. Se han dedicado a atribuir un papel central a la religión en la definición de lo cotidiano y a avivar la fe de una población frustrada tras largos años durante los cuales se prohibieron la celebración de cultos y los homenajes a los "mártires", tan importantes en la tradición chiita52.
Por eso, algunos comentaristas han evocado la idea de una "revancha" de los chiitas de Irak, los cuales se presentan hoy como una fuerza mayor en curso de estructuración en el tablero político interno con el regreso de exilio de reconocidas figuras teológicas como el difunto Muhamad Baqer al-Hakim53, antiguo presidente de la "Asamblea Superior de la Revolución Islámica en Irak" (hermano de Abd al-Aziz al-Hakim, jefe de las Brigadas Badr en lucha contra el Baaz), rival del partido Al-Da'wa señalado anteriormente, o con el auge de personalidades más jóvenes de menor trayectoria religiosa.
Ciertos analistas algo alarmistas hablan incluso de que Irak siga los pasos de Irán después de la revolución de 1979, con la conformación de un Estado islámico hostil a los valores occidentales. Ofrecen una lectura cíclica de la coyuntura, como si la Historia fuese condenada a reproducirse y los chiitas iraquíes constituyesen un bloque monolítico dispuesto a importar el modelo religioso de Irán, donde un buen número de la población, confrontada a una multitud de problemas políticos y socioeconómicos, ya no se identifica plenamente con los preceptos transmitidos por el difunto guía de la revolución, el ayatollah R. Jomeini54.
Ahora bien, no sólo la experiencia político-religiosa iraní ha perdido su capacidad de atracción dentro del país, en comparación con la década 1980, sino que los clérigos actuales, a imagen del ayatollah supremo Alí Jamenei55, no tienen la proyección intelectual que logró en su época R. Jomeini en la mayoría de los territorios del islam chiita (Irán, Irak, Bahrein, Yemen, Líbano, etc.). Además, los chiitas de Irak están aprendiendo a reivindicar sus propias aspiraciones nacionales56, promoviendo por ejemplo un islam que opera una separación entre las esferas políticas y religiosas, a diferencia de los discípulos (radicales) de una visión más "totalizante" del islam57, análoga o no a la vía iraní, y alimentando un diálogo con los sunitas en la perspectiva de una coexistencia respetuosa de la diversidad cultural del país.
Para no concluir ...
Esta guerra de "coalición" dominada por Estados Unidos, que analizamos bajo el prisma de sus dinámicas armadas y políticas, ha abierto un período de gran inestabilidad e incertidumbre tras décadas de libertades restringidas y de mutismo popular en Irak. El conflicto ha demostrado la enorme capacidad de acción de la superpotencia militar estadounidense. Pero, en términos políticos y socioeconómicos, ha puesto a prueba a esta nación en su propensión a organizar, bajo la supervisión del "administrador" civil Paul Bremer58, la reconstrucción del país y conciliar los intereses de distintos clanes y partidos iraquíes en competencia por el poder.
En las últimas semanas, a esta difícil etapa posbélica, se han agregado crecientes problemas asociados a la inseguridad y a los ataques dirigidos contra las unidades de la "coalición". Desde el 1ro de mayo, fecha del fin oficial de las "principales operaciones militares", hasta el mes de julio de 2003, no menos de 50 soldados procedentes de Estados Unidos perdieron la vida por acciones armadas que traducen en filigrana la conformación de una resistencia armada iraquí de tipo guerrilla. La degradación de la situación militar ha sido tan pronunciada que algunos analistas se preguntan si el país no ha entrado en una nueva fase de guerra, más prolongada que la anterior, haciendo precaria la posición de Estados Unidos en un entorno fragilizado además por la futura política de un gran protagonista regional, Irán (incluido en el "eje del Mal" definido por Bush), vulnerado por disturbios internos y la presencia en sus fronteras de tropas norteamericanas (Irak, Afganistán, Turquía y antiguas Repúblicas soviéticas).
Comentarios
1MANDELBAUM, Michael, "Is major war obsolete?", en Survival, Vol. 40, No. 4, invierno de 1998-1999, pp. 20-38.2Por razones de estilo, emplearemos sin distinción semántica las palabras "guerra" y "conflicto (armado)".
3Ver el documento National Security Strategy of the United States of America, Washington D.C., Department of State, septiembre de 2002, en http://usinfo.state.gov (consultado en mayo de 2003).
4Sobre este tema, remitimos a LITWAK, Robert, Rogue states and U.S foreign policy: containment after the cold war, Baltimore, Johns Hopkins University Press, 2000.
5Muchos especialistas consideran que éste fue obligado por los partidarios de Hussein a entregar "pacíficamente" el poder aludiendo a sus problemas de salud, so pena de un golpe de Estado sangriento que hubiera hundido el país en un nuevo ciclo de violencia. Sobre este episodio y la historia política agitada del país desde la caída de la Monarquía en 1958 hasta la posesión de Hussein en 1979, ver COUGHLIN, Con, La vida secreta de Saddam Hussein, Bogotá, Editorial Planeta, 2003, pp. 59-239.
6En el plano internacional, Estados Unidos suele atribuirse una misión que reviste claros tintes religiosos: la defensa de algunos principios y valores como la lucha por la democracia. GUÉTIN, Nicole, "Le messianisme américain", en Esprit, París, mayo de 2003, pp. 25-32.
7Según los términos del artículo 24 de la Carta de la ONU.
8Sobre este tema, remitimos a VAÍSSE, Justin, HASSNER, Pierre, Washington et le monde : ceux qui pensent la stratégie américaine, París, Autrement-CERI, 2003.
9Idea de "preemptive war" adelantada ante la inminencia de una iniciativa enemiga o de un hecho hostil ya comprobado, y no de "preventive war", que remite a amenazas o riesgos más aleatorios y lejanos en el tiempo.
10Ver, por ejemplo, las distintas contribuciones reunidas en la revista Politique Etrangère, París, n° 1, primavera de 2003.
11Ver las reflexiones de BOSEMBERG, Luis Eduardo, en la presente publicación.
12Estados Unidos pudo contar en la zona con el apoyo de Arabia Saudita, Qatar, Kuwait, Jordania y ex repúblicas de la Unión Soviética, donde permanecen hoy algunas de sus tropas. Aliado particularmente versátil, Turquía, miembro de la Organización del Tratado Atlántico Norte desde 1952, a la cual pertenece también Estados Unidos, se rehusó, tras un voto del Parlamento, a permitir el despliegue masivo de soldados norteamericanos en su territorio para atacar a Irak.
13Allí se destacó el protagonismo de la División de Infantería n° 3 y de la División Aerotransportada n° 101, las cuales contribuyeron ampliamente a abrir el camino hacia Bagdad.
14Conformada ante todo por las Divisiones de Marinos n° 1 y 2.
15COURMONT, Barthélémy, RIBNIKAR, Darko, Les guerres asymétriques, París, PUF, 2002.
16Datos disponibles en el sitio internet del centro de investigación "Center for Strategic and International Sudies", s.f., en http://www.csis.org (consultado en julio de 2003).
17Sin embargo, conviene precisar que todos estos efectivos no estaban disponibles para pelear, pues por cada combatiente se requieren entre 2 y 6 hombres dedicados a funciones de logística y vigilancia.
18Para un análisis reciente del estilo de guerra estadounidense, remitimos a COLSON, Bruno, La culture stratégique américaine, París, Economica, p. 199.
19ULLMAN, Harlan, WADE, James, Shock and awe: achieving rapid dominance, Washington D.C., National Defense University Press, 1996.
20Anglicismo derivado de la palabra "attrition", recurrente en la literatura militar contemporánea. Según los casos, la noción remite a las capacidades de desgaste y/o "aplastamiento" de un beligerante frente a otro.
21ULLMAN, Harlan, WADE, James, op. cit., capítulo II, ofrecen una imagen multidimensional y modular de esta teoría.
22Para una lectura crítica de esta visión de la guerra, ver JOXE, Alain, L'Amérique mercenaire, París, Payot, 1995.
23Ver el documento redactado por CORDESMAN, Anthony, Iraq war note: non-pause, the true logistic story and blaming Rumsfeld, Washington D.C., Center for Strategic and International Studies, 29 de marzo de 2003, p. 2, en http://www.csis.org (consultado en agosto de 2003).
24Sobre este tema, ROSENAU, William, Special operations forces and elusive enemy targets: lessons from Vietnam and the Persian Gulf war, Rand Corporation, 2001, en http://www.rand.org (consultado en abril de 2003).
25Nos alejamos en este sentido de la interpretación propuesta por BOOT, Max, "The new American way of war", en Foreign Affairs, julio-agosto de 2003, quien se inclina a pensar, de manera apresurada y categórica, que asistimos a una nueva forma dominante de pensar y hacer la guerra. Artículo disponible en: www.foreignaffairs.org (consultado en agosto de 2003).
26Para un análisis detallado de esta guerra, ver CORDESMAN, Anthony, The lessons of Afghanistan, Washington D.C., Center for Strategic and International Studies, 12 de agosto de 2002, en http://www.csis.org (consultado en agosto de 2003).
27Enfoque más genérico y amplio de la guerra susceptible de modificar en cualquier momento la configuración y el curso de ésta. Para una diferenciación sintética de los niveles estratégico, operativo y táctico de la guerra, ver UNITED STATES MARINE CORPS, Warfighting, Nueva York, Doubleday, 1995.
28Para algunas consideraciones teóricas sobre la noción de "sorpresa", ver LEONHARD, Robert, The principles of war for the information age, Novato, Presidio, 2000, pp. 182-193.
29Escala de la guerra que contempla la preparación y la conducción de los combates en el campo de batalla.
30FADOK, David, La paralysie stratégique par la puissance aérienne: John Boyd et John Warden, París, Economica, 1999, pp. 43-57.
31Ver en este sentido KNOX, McGregor, MURRAY, Williamson (editores), The dynamics of military revolution, Cambridge, Cambridge University Press, 2001.
32Sobre los antecedentes de la guerra actual en Afganistán y los vínculos entre el grupo talibán y los miembros de Al Qa'ida, ver LAIR, Eric, "Afganistán y las redes islamistas armadas", en Análisis Político, Bogotá, N. 44, septiembre-diciembre de 2001, pp. 77-87.
33Clase de bomba que recibió el apodo de "madre de todas las bombas" por su sigla M.O.A.B. (Mother Of All Bombs) en inglés.
34Al estilo de las abejas, lo que traduce el inglés por la palabra "swarming".
35Total de hombres que nunca fue operacional en su conjunto, contrariamente a lo que dejan suponer algunos analistas como BOOT, Max, The new American way of war, op. cit.
36Éstos son los principales pero no los únicos países con población kurda.
37Ver CHALIAND, Gérard, Le malheur kurde, París, Editions du Seuil, 1992, pp. 61-101.
38Sobre este tema, remitimos a BOZARSLAN, Hamit, "La Turquie: puissance régionale et forteresse assiégée?", en Politique Etrangère, París, primavera de 2003, pp. 93-102.
39Fue detenido por los miembros de la "coalición" en agosto de 2003.
40Ahmad Asan Al Bakr fue el máximo mandatario de Irak entre 1968 y 1979, año en el que Hussein asumió el cargo de presidente.
41COUGHLIN, Con, La vida secreta de Saddam Hussein, op. cit., p. 157.
42Recordemos en esta perspectiva la toma de rehenes, en violación a las disposiciones del Derecho Diplomático, de ciudadanos oriundos de Estados Unidos en la Embajada del país en Teherán.
43De allí, la sensación errónea y simplista que se tiene a veces en las Américas y Europa, según la cual el islam chiita sería más radical y violento que su vertiente sunita.
44COUGHLIN, Con, La vida secreta de Saddam Hussein, pp. 288-290.
45El islam se distribuye en distintas vertientes. Las dos principales son las corrientes sunitas y chiitas. La división entre ambas se produjo siglos atrás, después de la muerte del último y más importante profeta del islam, Mahoma, en 632 D.C. Su desaparición provocó un vacío de autoridad en el mundo musulmán, el cual dio lugar a una pelea entre varias dinastías y familias. El chiísmo se estructuró a partir del año 656 D.C, cuando el sobrino y yerno de Mahoma, Alí Bin Aub Taleb, se opuso a la sucesión de los omeyas apoyada por la aristocracia mercantil de La Meca. Los partidarios de Alí, asesinado en 661 D.C, se agruparon en un movimiento minoritario y no oficial llamado "Chi'a" (de allí la palabra chiísmo). Éstos sostenían la idea según la cual los descendientes de la familia de Mahoma debían asumir el liderazgo religioso. Posteriormente, en 680 D.C, Al-Hussein, segundo hijo y heredero de Alí, murió defendiendo la línea chiita del islam con pocos hombres en una batalla épica, hoy recordada con heroísmo por los chiitas, que elevaron a Al-Hussein al rango de gran "mártir". Para mayores desarrollos, ver RICHARD, Yann, L'islam chi'ite, París, Fayard, 1991.
46Jefe religioso.
47FRATTINI, Eric, El estado incierto, Bogotá, Editorial Planeta, 2003, p. 85.
48El partido Baaz iraquí no hacía de la religión un elemento fundamental de su plataforma política, aunque Hussein intentó, en tiempo de crisis, recurrir a la religión para cohesionar a su población y/o a otros pueblos musulmanes detrás de él.
49Ibid., p. 114.
50COUGHLIN, Con, La vida secreta de Saddam Hussein, op. cit., pp. 253-254.
51Guerra motivada por un litigio de alcance geopolítico que tiene que ver con la definición de la frontera a lo largo del río Shat-el-Arab y por la rivalidad personal entre Hussein y R. Jomenei. Rivalidad que se torna aún más compleja por las tensiones entre los mundos sunita y chiita, y el pasado conflictivo entre las dos naciones.
52Caso emblemático del tercer imán chiita, Al-Hussein, hijo de Alí, enterrado en la ciudad de Kerbala tras una batalla librada contra los sunitas en 680 D.C.
53Esta gran autoridad religiosa chiita fue asesinada en la ciudad santa de Najaf a finales del mes de agosto de 2003.
54Éste falleció en 1989 en Irán. Sobre la crisis de sociedad por la que atraviesa actualmente Irán, ver SAGHAFI, Morad, "Un régime autoritaire en transition", en Esprit, París, julio de 2003, pp. 145-158.
55Éste sucedió a R. Jomenei en 1989, tras su muerte, en el cargo de guía supremo de la revolución.
56Sobre el tema del nacionalismo entre los chiitas de Irak, ver la mesa redonda organizada por LOUËR, Laurence, MERVIN, Sabrina y ROY, Olivier, "Les chiites d'Irak: renaissance à Najaf", en Esprit, París, julio de 2003, pp. 82-97.
57Aquí, la religión tiende a permear y regir los principales aspectos de la vida política y social.
58Nombrado el 12 de mayo de 2003, en reemplazo de un "administrador" retirado de las fuerzas militares, el General Jay Garner.