Muchos mundos
A finales de noviembre y principios de diciembre del año 2-acatl (1507), los mexica se prepararon para realizar la Ceremonia de Toxiuhmolpilia, o la Ceremonia del Fuego Nuevo, en el monte Uixachtlan, cerca de Tenochtitlán.(1) Cinco días antes de que terminara el ciclo de 52 años, los sacerdotes y la gente del valle de México apagaron los fuegos en los templos y casas; los limpiaron y barrieron; y tiraron al agua a los dioses de los altares, las tres piedras sagradas del fogón de sus casas, ropa, petates y morteros, sus posesiones más importantes. Toda esta actividad era parte de lo que los humanos tenían que hacer para que la naturaleza y el cosmos volvieran a comenzar un nuevo ciclo de 52 años; podía suceder que eso no fuera así, y el mundo entero se destruyera.
En la noche de la Ceremonia, al final de los cinco días de preparación, o se acababa el mundo, o el mundo resurgía. Los sacerdotes que habían subido a Uixachtlan tenían todo preparado para hacer un nuevo fuego: la tabla y los taladros de madera para hacer fuego por fricción; y la víctima que iba a hacer sacrificada. Esperaron a que la constelación tianquiztli, o los cabrillos, llegara al cenit, y en ese momento los sacerdotes hicieron sus funciones: sujetaron a la víctima y le sacaron el corazón, fuente y fuerza de vida, su tonalli; otro friccionó la madera para hacer fuego y tratar de prender la leña preparada para esto. La leña se prendió con un fuego nuevo. Ofrecieron al fuego el corazón y el cuerpo de la víctima sacrificada. Cuando el nuevo fuego se volvió visible para los que estaban esperando en los techos de sus casas, los que lo presenciaban respiraron con alivio y celebraron el inicio de un nuevo ciclo de 52 años. Mensajeros, ligeros de pies y corriendo “como el viento”, llevaron antorchas encendidas con el fuego nuevo a los templos y casas del valle de México.(2)
No lejos de Tenochtitlán, bandas de hombres que se llamaban a sí mismos cristianos, y quienes también tenían sus ceremonias para apaciguar a sus dioses, habían empezado a invadir y destruir, en nombre de sus dioses, islas y tierras en la región. En menos de catorce años, esas bandas de cristianos llegarían a México con sus gérmenes, dioses, animales, armas, plantas y artefactos, y se aliarían con los enemigos de los mexica, e invadirían a Tenochtitlán (1521), y la destruirían para volver a reconstruirla bajo su dominio. De esa invasión, de la invasión de toda América, resultó un mundo híbrido, donde las prácticas e ideas de los mexica, por ejemplo, y las de los cristianos se recombinaron para crear nuevos mundos en ambos lados del Atlántico.(3) De este mundo híbrido surgieron, por ejemplo, la ciudad de México (y su modelo sirvió para legislar las trazas de las ciudades americanas), la centralización del Estado en los territorios coloniales, la homogeneización del trabajo con las encomiendas a través de toda la América española. Pero también el uso de la cochinilla, para producir un tinte rojo intenso en los textiles; el uso de las hamacas en los barcos o las canoas, para la navegación fluvial; el consumo del tabaco o del chocolate como una bebida cotidiana. Todas estas prácticas, y más, aparecieron primero en América y después en una Europa que se transformó al adoptarlas.(4)
En 1570, Felipe II mandó al médico Francisco Hernández (c. 1517-1587) a México, Perú y las Filipinas a buscar y recoger información sobre plantas medicinales y muestras de estas. El decreto real que nombraba al doctor Hernández le ordenó que “os aveis de ynformar dondequiera que llegaredes de todos los medicos, cirujanos, erbolarios e indios y otras personas curiosas en esta facultad y que os paresciere”, “y tomar relación generalmente de ellos de todas las yerbas, arboles, y plantas medicinales que obiere en la provincia donde os allaredes”.(5) El doctor Hernández presentó sus credenciales en el Cabildo de México en marzo de 1571 y comenzó a trabajar en su gran proyecto. Al final de su expedición, en 1577, Hernández tenía escrita una historia natural, que comprendía dieciséis libros, alrededor de 893 páginas y 2.071 pinturas de plantas y hierbas. En total, envió y llevó a España alrededor de 38 tomos de libros y gran cantidad de semillas y plantas.(6) Hernández identificó más de 3.000 plantas nuevas para los europeos.(7) Además, utilizó términos en náhuatl como “un principio de la nomenclatura de su trabajo”.(8) Hernández murió sin ver la publicación de esta obra. Sólo algunas selecciones fueron publicadas, en primer lugar, en México en 1615 (en español), y, más tarde, en Roma en 1651 (en latín). Estos libros ejercieron una gran influencia en los tratados de historia natural en toda la Europa del siglo XVII.(9)
Los libros de Hernández fueron un referente para los grandes proyectos de exploración botánica del siglo XVIII, que bajo la dirección del Real Jardín Botánico de Madrid, y en el marco de las políticas mercantiles de Carlos III, continuaron la obra de Hernández, o, desde una perspectiva menos euroindividualista, extendieron la obra de los indios médicos, cuyo conocimiento informa estos libros, los cuales traen referencias a los Indis medicis o “médicos indios” que le enseñaron, explicaron y dieron reportes sobre el uso de plantas medicinales, y con los que también trabajó en los hospitales de México experimentando estas medicinas.(10)
1. Las plataformas de los mundos
Los médicos indios y los pintores, como también lo reconoció Hernández, fueron el centro de su expedición. La primera expedición científica de la época moderna fue, entonces, una excursión de médicos, pintores y ayudantes indígenas mexicanos. Esta plataforma de conocimientos locales fue fundamental en el proceso de colonización, estudio y comprensión, para usar la expresión de Nieto, del mundo americano.(11) La obra de los naturalistas ibéricos que visitaron la naturaleza americana o escribieron sobre esta, Gonzalo Fernández de Oviedo (1478-1557), Bernardino de Sahagún (1499-1590), José de Acosta (1540-1600), Nicolás Monardes (1508-1588), así como los trabajos de los nativos mexicanos Juan Badiano y Martín de la Cruz, son algunos de los ejemplos de textos que circularon en Europa, y cuyo conocimiento se fundó en saberes nativos sobre animales y usos medicinales de plantas del Nuevo Mundo. Estos y muchos otros testimonios de viajeros europeos en América desde el siglo XV hasta el XIX hacen evidente que los cristianos en América no estaban -ni están- solos y que su supervivencia y sus conocimientos dependieron, y dependen en muchas regiones, de los conocimientos y la experiencia de los habitantes locales.
Los conocimientos y prácticas de los indígenas de México fueron una plataforma sobre la que operó Hernández -él y todos los europeos que llegaron a América-, pero no fue la única. La otra plataforma, en el caso de los españoles, estuvo constituida por las prácticas y los conocimientos de los pilotos, cosmógrafos y navegantes organizados alrededor de la Casa de la Contratación (establecida en enero de 1503). Estas prácticas hicieron posibles los viajes interoceánicos de la época y fueron las plataformas sobre las que surgieron las modernidades de este período, cuya importancia no escapó a los europeos de la época.
En estas zonas de encuentro surgió una tradición empírica antes que en las academias científicas o universidades europeas de los siglos XVI y XVII. Es decir que las calles de Tenochtitlán y de Sevilla, las plazas de América y las cámaras de la Casa de la Contratación, más que los confines de la Real Sociedad de Londres, fueron la cuna del empirismo moderno, que se suele relacionar con las figuras de Francis Bacon o Robert Boyle.
En 1582, el geógrafo inglés Richard Hakluyt (1553-1616), uno de los promotores más importantes del establecimiento de un imperio inglés, ya recomendaba -a los que leían sus libros, a sus amigos y contactos influyentes en la Corte de Elizabeth I (1533-1603), que se imitara en Inglaterra la Casa de la Contratación de Sevilla- “in imitation of Spaine”. Hakluyt le pidió a ayuda económica al pirata Francis Drake (1540-1596) para hacerlo, quien se la otorgó, pero no fue suficiente. En 1600, Hakluyt seguía elogiando la Casa de la Contratación, esta vez de modo directo ante el secretario de Estado Robert Cecil (1563-1612) y las autoridades del almirantazgo, argumentando que para establecer un imperio inglés había que “abrazar e imitar” a “la casa de la Contratación de Sevilla en España, en referencia al gobierno de las cosas del mar”,(12) donde los pilotos, como ya Hakluyt lo había dicho en otra ocasión, eran expertos en “las cosas tocantes a la experiencia”.(13)
La Casa de la Contratación, que tanta admiración le causó a Richard Hakluyt, junto con las actividades del Consejo de Indias, fueron centrales en el establecimiento de las nuevas prácticas científicas de este período. En el mundo iberoamericano, estas prácticas ya estaban surgiendo hacia 1530. Desde principios de la década de 1530, las prácticas de recolección de información y de producción de conocimiento relacionadas con el mundo natural de las Indias entraron en un momento de desarrollo rápido. Por ejemplo, el explorador e historiador Gonzalo Fernández de Oviedo (1478-1557), quien escribió De la natural hystoria de las Indias (1526),(14) fue nombrado cronista del Consejo de Indias para recopilar información geográfica y de historia natural sobre América. Además, se enviaron decretos reales a América en los que se solicitaba información sobre la historia natural y sobre los recursos naturales, con lo que se complementaban las actividades para recoger y organizar información que se llevaban a cabo en la Casa de la Contratación.
Entre 1550 y finales de la década de 1560 apareció una nueva fase en la institucionalización de las prácticas de recolección de información en el Imperio español, con la creación de cuestionarios. Esta fase comenzó con el Memorial de Alonso de Santa Cruz, a mediados de la década de 1550, y terminó a finales de la década de 1560, durante el mandato de Juan de Ovando (1515-1575) como presidente del Consejo de Indias. El memorial del cosmógrafo Alonso de Santa Cruz (c. 1500-1572) al rey, escrito alrededor de 1557, tal vez sólo un año después de la ascensión de Felipe II al trono español, en 1556, contenía las preguntas que se les darían a los exploradores del Nuevo Mundo.(15) Los primeros cuestionarios eran, de alguna manera, ineficientes para la recopilación de información: eran muy largos (doscientas preguntas) y les fueron entregados a las personas que llegaban a la ciudad de Sevilla provenientes del Nuevo Mundo. Para 1577, el Consejo de Indias elaboró un cuestionario de cincuenta preguntas que circuló, impreso, en toda América, con instrucciones para responderlas.(16)
2. Encuentro de saberes
Estos tres eventos referidos arriba -la Ceremonia del Nuevo Fuego de 2-Acatl (1507), la expedición de plantas medicinales de 1570 y el llamado a imitar la Casa de la Contratación (como una institución de la cultura empírica iberoamericana) en Inglaterra desde 1582- abren una ventana a una realidad histórica, en la que las prácticas indígenas y las actividades del mundo híbrido iberoatlántico fueron constituyentes del mundo político, comercial y científico que surgió en el siglo XVI. No obstante, en las narrativas actuales y predominantes sobre el período, esto no es así. El conocimiento indígena desapareció rápidamente de las narrativas europeas. Por ejemplo, la expedición científica de 1570 mencionada arriba tiende a estudiarse como una expedición española a cargo del doctor Hernández, y como si el que hubiera producido el conocimiento medicinal hubiera sido Hernández, cuando en realidad esta expedición fue una observación y asimilación de prácticas y conocimientos indígenas sobre plantas medicinales.
La exploración ibérica del Nuevo Mundo fue un proceso continuo desde el primer encuentro hasta el siglo XIX. En este proceso de exploración no sólo hubo médicos, como Hernández, sino también comerciantes, navegantes y religiosos. Las comunidades religiosas, por ejemplo, además de su principal cometido de la conversión de los nativos, produjeron importantes textos sobre la geografía, los pueblos y la naturaleza americanos. Ya para el siglo XVIII, España había invertido más recursos que ninguna otra nación en la investigación de las plantas americanas.(17)
Los españoles entendieron que había un potencial económico y medicinal en estos conocimientos y establecieron un sistema para apropiarse de ellos, y la expedición de Hernández es un ejemplo de esto. En el proceso de apropiación e investigación surgió una práctica de experimentación sistemática de plantas medicinales. El conocimiento indígena no experimental asociado a las plantas, por ejemplo, y el conocimiento asociado con los poderes de los dioses y de los ancestros quedaron relegados a un margen sin valor. Fue precisamente el proceso de experimentación sistemático el que volvió invisibles a los “médicos indios” y a los pintores que fueron el centro de la investigación de Hernández: él fue el encargado de organizar y decidir qué saber médico entraba a sus libros. Es precisamente este proceso el que nos da al final la imagen del europeo, el individuo que sabe lo que es relevante y racional, y que produce conocimiento científico, como si los saberes locales hubieran sido irrelevantes. Incidentalmente, la preocupación por entender los saberes locales y sus relaciones con la ciencia europea no es nueva y ha sido de interés entre historiadores y antropólogos en América Latina.(18) Nos enfrentamos entonces con complejos procesos de apropiación y traducción, en los cuales los europeos se hicieron portavoces de los saberes de otros, y cuyo resultado fue el silenciamiento del conocimiento de los nativos, muchas veces concebido como meras creencias y supersticiones.(19)
De la imagen del individuo europeo que explora el mundo surge una de las tramas de la modernidad -el individuo racional productor de conocimiento-, en la que todavía estamos enredados.(20) La desaparición del mundo híbrido iberoatlántico de las narrativas predominantes está conectada con dinámicas similares a las que acabamos de describir. En el contexto de la competencia europea por recursos económicos y religiosos, la Europa protestante comenzó su proceso de dominación en el continente propio y en el Atlántico a finales del siglo XVII y lo consolidó en los siglos XVIII y XIX. Esto le dio a la Europa protestante de los siglos XVIII y XIX ciertas ventajas en la difusión de sus narrativas históricas. Una de estas narrativas conectó intrínsecamente la religión protestante con la ciencia moderna, el capitalismo y el Estado burocrático moderno (esta es la tesis de Max Weber y Robert Merton). La expansión territorial de la Europa protestante entre los siglos XVII y XIX (en América, Asia y África), así como el control del comercio, permitieron gozar de los beneficios económicos de estas actividades imperiales, y convertirse así en un modelo a seguir. De ahí que la narrativa de la modernidad que conecta protestantismo, ciencia, capitalismo y Estado burocrático tuviera un enorme poder de persuasión. El mundo híbrido iberoatlántico quedó relegado a un lugar de menor rango en esta narrativa de modernidad, que paradójicamente fue el mundo que sirvió de modelo al Imperio inglés.(21)
3. El mundo atlántico y la historia de la ciencia moderna
Más de doscientos años más tarde subsiste una percepción poco favorable sobre el papel del mundo católico en la historia de la ciencia. Las relaciones entre la modernidad y el pasado ibérico resultan extrañas; no sólo las nociones de ciencia y religión suelen ser vistas como antagónicas e irreconciliables, sino que el mundo católico en particular se identifica con oscurantismo y resistencia a la ciencia moderna y a la Ilustración.(22)
No obstante, el debate sobre la ciencia ibérica y su papel en la modernidad es legítimo, y resulta difícil justificar la poca atención que ha tenido la península ibérica de la temprana modernidad para la historiografía de la ciencia moderna por fuera de España y Portugal. Hoy, es un campo que con razón cuenta con un desarrollo notable, y no hay duda de que enfrenta a los historiadores de la ciencia con retos interesantes.
Tanto el control imperial como el comercio interoceánico requirieron la solución de problemas de comunicación a distancia, la movilización de bienes y de información precisa y confiable desde lugares remotos. La Casa de la Contratación, así como el Consejo de Indias, crearon prácticas y sistemas para resolver estos problemas de comunicación a distancia. Algunos historiadores se refieren al siglo XVI como la “era de los descubrimientos”, y no hay duda de que la expansión cristiana implicó la conjunción de múltiples saberes y desarrollos tecnológicos: manufactura de barcos de vela veloces y resistentes, fabricación y calibración de instrumentos de navegación, entrenamiento de marinos disciplinados en múltiples oficios, cartógrafos, cosmógrafos, cronistas y naturalistas; una red de saberes que podemos sin recelo reconocer como una colosal empresa política y tecnológica. Esta confluencia de saberes y prácticas técnicos tuvo resultados nada triviales en la historia mundial: la apropiación europea de buena parte del planeta. Las prácticas científicas relacionadas con la expansión europea, como la náutica y la cartografía, permitieron la emergencia de nuevas narrativas de Europa -de la Europa protestante- como centro global, cuando el mundo ibérico sentó las bases de estas prácticas y técnicas de control y apropiación a distancia. La cuestión de si estos proyectos científicos y tecnológicos constituyen las bases de una “revolución científica” es una pregunta menos interesante que la de mostrar la relación duradera entre ciencia e imperio, entre la exploración del Atlántico y la consolidación de un orden global en el que la cultura europea en expansión se convierte en el marco de referencia dominante.(23)
Por supuesto, esta narrativa dejó por fuera la violencia de esta expansión comercial y territorial, los sistemas de esclavitud y los genocidios que fueron parte del proceso de consolidación del poder económico, político y epistemológico de Europa (protestante y católica). La invisibilidad de la violencia en la narrativa eurocéntrica de la modernidad le otorga un gran poder de expansión.
En los últimos veinte años ha habido un proceso crítico de esta narrativa desde varias y diversas posiciones. La narrativa de la revolución científica, por ejemplo, como un evento que surgió primordialmente en la Europa del norte, a mediados del siglo XVII, ha sido desarticulada por investigadores de la historia de la ciencia, de estudios postcoloniales y de estudios feministas que han mostrado cómo estas prácticas surgieron en distintos contextos, en algunos casos conectados y en otros no.(24) Hoy, los historiadores de la ciencia parecen reconocer que no es posible identificar un momento único, como tampoco un lugar en particular para el nacimiento de una forma específica de conocimiento que podríamos llamar “ciencia moderna”. La idea de que los orígenes de la modernidad científica se hallan en experimentos cruciales o en las ideas de algunas mentes extraordinarias de Europa occidental es cada vez más complicada y menos convincente.(25)
El intento mismo de buscar un momento, un lugar, unos padres fundadores y una serie de nuevas ideas que le dieron forma a la “ciencia moderna” resulta un camino demasiado enmarañado, lleno de contradicciones y sentenciado al fracaso. Bosques enteros de árboles para fabricar papel y mucha tinta se han invertido para tratar de explicar la espontánea emergencia de la ciencia moderna en Europa. El estudio de procesos culturales más mundanos, como el desarrollo de la imprenta moderna;(26) la conformación de grandes imperios y de grandes empresas comerciales en la Europa moderna;(27) nuevas perspectivas acerca de las relaciones entre religión, magia, arte y ciencia;(28) al igual que análisis más cuidadosos sobre los intercambios culturales entre Europa y el resto del mundo, ofrecen explicaciones históricas más ricas sobre el surgimiento de un sujeto europeo que proclamó la posesión de una forma de conocimiento universal.(29)
La tradicional narrativa de modernidad ya no tiene el mismo poder de persuasión que tuvo en su momento: el genocidio europeo terminó por mostrar la paradoja de esta narrativa de liberación individual, que a la vez ejercía una violencia eficaz (como había ocurrido en las colonias antes de que ocurriera en Europa). Esto ha permitido entender con mejor claridad la maraña de prácticas e ideas que constituye los mundos modernos, y los procesos de hibridación de los que surgieron estos mundos. Este volumen de Historia Crítica es un intento por mostrar lo que se está haciendo en este campo de investigación.
Los artículos en este número
Con este número temático buscamos propiciar la reflexión y el debate sobre nuevas perspectivas frente a las problematizadas pero, de algún modo, todavía predominantes narraciones de una historia de la ciencia basada en Occidente. Invitamos trabajos que investigan la emergencia de la ciencia moderna en el contexto del mundo híbrido iberoatlántico y que exploran el rol que desempeñaron grupos subalternos en este evento. Convocamos de este modo trabajos que cuestionan las nociones de modernidad y globalidad europeas, en la medida que estas nociones siguen informando el trabajo académico sobre la ciencia en el mundo atlántico. El atlántico de los siglos XVI al XIX fue un mundo donde los encuentros inesperados, por ejemplo, entre médicos indígenas o africanos y pacientes europeos crearon nuevas asociaciones que transformaron a los individuos y grupos inmersos en esos encuentros. En estos procesos de asociación y de transformación emergieron, entre otras cosas, ciencias y tecnologías nuevas. La idea de este dossier es mostrar algunos de los desafíos y líneas de investigación para una renovada explicación de la emergencia de un Occidente híbrido y de una ciencia híbrida de alcance global y local. Las contribuciones de este dossier se centran en la producción local de conocimiento en el mundo iberoatlántico y en las interacciones que los actores históricos de este mundo tuvieron con el mundo natural, la tecnología y los sistemas de conocimiento que surgieron en esta época.
El artículo de Antonio Sánchez Martínez, “Artesanos, cartografía e imperio. La producción social de un instrumento náutico en el mundo ibérico, 1500-1650”, amplía argumentos conocidos sobre la ciencia iberoatlántica pero ofrece un enfoque específico que nos ayuda a entender en detalle el surgimiento de las prácticas empíricas en el contexto iberoatlántico.(30) El trabajo de Sánchez propone entender tanto el trabajo de los pilotos de la Casa como los mapas que crearon esos pilotos como intermediarios entre distintos grupos de expertos. Tal vez esta es una de las marcas constitutivas del mundo iberoatlántico: los encuentros entre los distintos grupos de expertos. Conocimiento que, en ese proceso de mediación, transformó a los grupos mediados.(31) Sánchez muestra este proceso de mediación y transformación mediante los pilotos y los mapas de navegación, en el caso de la Casa de la Contratación.
Edith Guadalupe Llamas y Tania Ariza Calderón, en “Piedras bezoares entre dos mundos: de talismán a remedio en el septentrión novohispano, siglos XVI-XVIII”, tratan las piedras bezoares como un objeto polisémico, an entangled object, como llamó a este tipo de objetos el antropólogo Nicholas Thomas.(32) De un modo similar a como Sánchez entiende los mapas de navegación, las piedras bezoares, que tenían poderes especiales, son objetos mediadores no sólo entre el mundo visible e invisible de poderes naturales, sino también entre los mundos de distintos grupos humanos. En este sentido, son objetos polisémicos, y con significados enmarañados de los distintos grupos interesados en estos objetos: para unos era un talismán, para otros, una medicina. Tanto el trabajo de Sánchez como el de Llamas y Ariza nos proponen maneras de estudiar las prácticas de la época a través de objetos mediadores, y con significados enmarañados, que conectan grupos de distintas procedencias -académicos y navegantes, médicos indígenas y españoles, religiosos y cazadores- en zonas de contacto.
El trabajo de Roberto Chauca Tapia, “El ‘imperio fluvial’ franciscano en la Amazonia occidental entre los siglos XVII y XVIII”, centrado en otra zona de contacto como lo fue/es el Amazonas entre franciscanos e indígenas, busca criticar la narrativa de la Ilustración como fundacional de la modernidad. Chauca argumenta que las prácticas científicas de la Ilustración, basadas en la experiencia y la publicación de reportes, tienen sus antecedentes en las prácticas de la comunidad franciscana del Amazonas del siglo XVII. Estas prácticas ligan los intereses evangelizadores de los franciscanos con tensiones jurisdiccionales con otras comunidades evangelizadoras y con oficiales de la Corona española. En este contexto, los franciscanos desarrollaron una actividad de producción de reportes y mapas basados en testimonios de personas con experiencia en la región, de un modo muy similar a las prácticas desarrolladas en la Casa de la Contratación en el siglo XVI y en las cortes virreinales de América, o las prácticas reporteras de los jesuitas. El trabajo de los franciscanos circuló de forma manuscrita en el Virreinato del Perú, y anticipando las prácticas de la Ilustración.
En “Degenerate Heirs of the Empire. Climatic Determinism and Effeminacy in the Mercurio Peruano”, Magally Alegre Henderson conecta temas sobre masculinidad, prensa ilustrada y ciencia colonial. En su análisis de los debates en Mercurio Peruano sobre el clima y su incidencia en la naturaleza, incluidos los humanos, Alegre Henderson, cuenta cómo los criollos peruanos trataron de argumentar que la masculinidad de los hombres del Perú fue el resultado de prácticas domésticas: de la cultura doméstica y no del determinismo climático, como argumentaban las élites intelectuales europeas. A través de periódicos como el Mercurio Peruano se generó una narrativa sobre la realidad de la masculinidad peruana que sirvió de base para los programas políticos de los criollos peruanos. Lo cual nos ayuda a entender dos procesos simultáneos y similares pero con distintos poderes de articulación históricos. Las narrativas europeas generaron, como las peruanas del Mercurio, realidades sobre los hombres y la masculinidad, y sobre jerarquías de razas. Las narrativas europeas terminarán por generar una realidad sobre la superioridad de la raza blanca/europea; la narrativa peruana generó una realidad sobre la superioridad de los criollos en el Perú pero no logró esquivar el poder de la narrativa moderna europea.
Estas narrativas tuvieron un papel importante en el trabajo de Anderson Pereira Antunes, Luisa Medeiros Massarani e Ideu de Castro Moreira, “‘Practical Botanists and Zoologists:’ Contributions of Amazonian Natives to Natural History Expeditions (1846-1865)”, ya que los botánicos y zoólogos que visitaron el Amazonas en el siglo XIX llegaron con ideas claras sobre esas jerarquías raciales. No obstante, y como ocurrió desde el comienzo de la invasión de las regiones americanas, el conocimiento local de los indígenas fue, y lo sigue siendo, central para el entendimiento de la naturaleza americana. Este fue el caso de los botánicos y zoólogos que llegaron al Amazonas en el siglo XIX: el conocimiento y las prácticas de los indígenas hicieron posible el trabajo de estos botánicos y zoólogos. El trabajo de Chauca proporciona un contexto importante para entender las expediciones del siglo XIX: estas tuvieron sus antecedentes en el siglo XVIII y fueron el resultado, en gran medida, de prácticas y conocimientos indígenas. Es posible argumentar que los antecedentes de estas exploraciones se extienden al siglo XVI, con las primeras excursiones que se organizaron en el mundo iberoatlántico, o con el trabajo de investigación realizado por los franciscanos, por ejemplo, en los siglos XVI y XVII. Se puede entender que hubo conexiones entre las expediciones del siglo XVI y las del siglo XIX, o que surgieron de modos independientes y no hubo conexiones. En ambos casos, la narrativa de un evento que explica el surgimiento de la ciencia moderna en la Europa occidental queda cuestionada y se plantean preguntas sobre continuidad y paralelismo que estos artículos ayudan a poner en perspectiva.
Las élites europeas, por supuesto, tenían mucho conocimiento y experiencia sobre la realidad americana. El trabajo de Adolfo Polo y La Borda, “La experiencia del imperio. Méritos y saber de los oficiales imperiales españoles”, explora cómo la experiencia de los burócratas en la administración colonial se convirtió en un factor central para su promoción dentro de la administración. Esta experiencia, al igual que la de los pilotos y la de los médicos indígenas, se volvió indispensable para el gobierno de la monarquía española. Esto sirve como punto de apoyo para argumentar que dicha monarquía resolvió el problema de la distancia con las colonias a través de una cultura empírica que involucró todas las actividades imperiales y coloniales: desde la ciencia hasta el gobierno. Este es un argumento que se puede extender a los otros imperios europeos: la distancia entre las colonias y las administraciones imperiales dio lugar a una cultura empírica, donde la experiencia de los distintos grupos en zonas de contacto se convirtió en el mediador del conocimiento y el gobierno. En este proceso también surgió un lenguaje estandarizado que permitía la movilización organizada de información y, así, el control a larga distancia.
La experiencia de participar en este dossier nos ha permitido ver que el trabajo de investigación académica que se está creando sobre las modernidades iberoatlánticas, la ciencia moderna y la participación de grupos subalternos en estos eventos ha dejado atrás la narrativa de una modernidad europea y su ciencia. Queda mucho por hacer, y hay todavía mucho por investigar en los archivos. Los mexica que vivieron la Ceremonia del Fuego de 2-Acatl (1507), y que luego reconstruyeron la gran ciudad de Tenochtitlán-México; los médicos y pintores indígenas que proporcionaron sus saberes al médico español Hernández, y las actividades de la Casa de la Contratación admirada y usada como modelo para el Imperio inglés, son ventanas a narrativas complejas sobre imperios, colonias, ciencia y modernidad. Los textos de este dossier nos dan pistas sobre esta complejidad. Esperamos que este sirva para mostrar la promesa de estas nuevas líneas de investigación.