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Cuadernos de Economía
Print version ISSN 0121-4772On-line version ISSN 2248-4337
Cuad. Econ. vol.24 no.43 Bogotá Dec. 2005
EL ARDUO TRÁNSITO HACIA LA MODERNIDAD
THE ARDUOUS JOURNEY, FROM VULNERABILITY TO MODERNITY
Santiago Montenegro, El arduo tránsito hacia la modernidad: historia de la industria textil colombiana durante la primera mitad del siglo XX, Medellín: Universidad Nacional de Colombia, Editorial Univer-sidad de Antioquia, CEDE Uniandes, Grupo Editorial Norma, Clío, 2002, xxvii y 368 pp. |
Eduardo Sáenz Rovner*
* Profesor titular de la Facultad de Ciencias Económicas, Universidad Nacional de Colombia.
Este libro de Santiago Montenegro analiza la historia de la industria textil colombiana durante la primera mitad del siglo XX. El autor pre-senta información valiosa sobre la fundación y desarrollo de las princi-pales fábricas durante ese periodo. Señala que los capitales iniciales en la industria provenían del comercio, lo que refuta las afirmaciones de autores que han considerado que cafeteros e industriales eran las mis-mas personas.
Un aporte del libro consiste en demostrar que cuando bajaron los pre-cios internacionales de los textiles durante la segunda mitad de los años veinte, aquellas empresas como Coltejer y Fabricato, que innovaron y ad-quirieron maquinaria norteamericana de última generación, produjeron telas de calidad superior, superaron a las demás empresas, y concentra-ron posteriormente la actividad textil nacional en el área metropolitana de Medellín.
Aún más importante, Montenegro hace una crítica al estudio de la Ce-pal sobre Colombia publicado en 1957. Con un cuidadoso análisis es-tadístico, el autor demuestra que la rápida expansión industrial de los años treinta se realizó con grandes importaciones de equipo y no sim-plemente utilizando capacidad ociosa como argumentó la Cepal y co-mo varios historiadores colombianos repitieron sin ninguna informa-ción adicional.
Montenegro critica la noción de que la crisis de los años treinta y los shocks externos sobre los precios relativos y la tasa de cambio real pro-piciaron la industrialización del país. Asimismo, señala que el Estado no tuvo una política arancelaria que buscase proteger la industria na-cional durante esa década y que esta política sólo vino a aplicarse des-pués de la segunda guerra mundial. Si bien lo último es cierto, también ha sido argumentado en literatura reciente que Montenegro ignora.
Para Montenegro, la expansión del sector industrial durante las prime-ras décadas del siglo XX “fue la consecuencia de un largo proceso de apertura de la economía hacia el exterior” basada en el sector cafetero. El autor lamenta que el sector textil no hubiese buscado mercados ex-ternos desde los años cuarenta y que “optó por la estrategia de conso-lidarse sobre el mercado interno”. Anotaríamos que esto no fue cues-tión de simple voluntad; los industriales colombianos eran conscientes de que no podían competir en el mercado internacional y se resignaron por una estrategia defensiva. De cierta forma, argumentar sobre las bondades de la economía abierta como la base de la expansión indus-trial del periodo estudiado y lamentar que los empresarios no hubiesen competido en mercados externos puede constituir un anacronismo propio de la ideología contemporánea del mercado à outrance.
El capítulo sobre la fuerza de trabajo en el sector textil tiene el mérito de refutar la afirmación de Miguel Urrutia de que la baja tasa de sindi-calización en Antioquia se debía a la dificultad de organizar a las obre-ras. Montenegro muestra que la sindicalización en Antioquia entre las mujeres era más alta que entre los hombres, y que en el nivel nacional, hombres y mujeres tenían las mismas tasas de sindicalización. Hubiera sido interesante que el autor hubiese actualizado y enriquecido esta sección con la literatura reciente sobre el tema.
Cuando menciona la industrialización de la posguerra, Montenegro la califica como un “cambio de modelo”: de una economía basada en la apertura del sector cafetero a una apoyada en el mercado interno. Esto no fue cuestión de simple “cambio de modelo” –como se señala en la jerga de muchos economistas–, fue el resultado de las acciones de los grandes industriales antioqueños, reunidos en la Asociación Nacional de Industriales (Andi), que lograron imponer sus intereses sobre los cafeteros y los comerciantes importadores, gracias a su alianza con el Partido Conservador y a sus vigorosas campañas de lobby y de prensa.
El autor señala que el hecho de que industriales y políticos antioqueños tuviesen cargos en el Estado, incluido Mariano Ospina Pérez quien fue presidente de la República (1946-1950), “creó una atmósfera de con-fianza hacia la inversión industrial”. Esta interpretación suena como una versión colombiana de la “historia del consenso”. Tendríamos que señalar que Ospina Pérez, quien inicialmente no quiso favorecer al in-terés industrial sobre otros sectores, únicamente implementó por de-creto un arancel altamente proteccionista a finales de su gobierno, en medio de la crisis de la Violencia y cuando necesitaba el apoyo de la derecha del partido conservador y de la gran burguesía industrial antio-queña (y después de haber cerrado el Congreso dominado por el parti-do liberal que durante varias legislaturas se había opuesto enérgicamen-te a la protección industrial).
La lectura de la literatura latinoamericanista podría haber ampliado los horizontes del libro reseñado. Por ejemplo, el autor menciona las bon-dades de la creación del Banco de la República en 1923, como si ésta hubiese sido el resultado de circunstancias básicamente locales. Habría que enfatizar que la creación de la banca central y de otras instituciones oficiales fue resultado de las recomendaciones de la misión encabezada por Edwin Kemmerer, profesor de Princeton. En la época, Kemmerer asesoró a otras repúblicas andinas que también siguieron, en mayor o menor grado, sus recomendaciones para modernizar su organización económica.
El libro de Montenegro se basa en una tesis de Maestría en Economía terminada en una universidad bogotana en 1982. Una versión resumida fue publicada poco después. Aunque el autor anuncia que esta nueva edición incorpora la literatura de los años 80 y 90, son escasas las refe-rencias a la producción de las últimas dos décadas. De ahí, que a pesar de haber sido una buena investigación hace veinte años y de haber hecho contribuciones como se señaló al comienzo de esta reseña, va-rias de sus afirmaciones han sido profundizadas o refutadas por una literatura que infortunadamente desconoce.