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Innovar

Print version ISSN 0121-5051

Innovar vol.15 no.26 Bogotá July/Dec. 2005

 



El conflicto de Chechenia

Carlos Taibo, Madrid: Los Libros de la Catarata, 2005, 3ª edición, 199 págs.


El conflicto de Chechenia es una invitación a conocer en profundidad las claves del conflicto en este país, que en el último decenio ha dejado un saldo de destrucción sin comparación en el planeta. A ello debe sumarse el lamentable hecho de que cuanto más al sur se produzca un conflicto, menor atención genera en los medios de comunicación y, por ende, en las sociedades del norte. Además, entre la sociedad caló la propaganda del gobierno ruso, que describe a los chechenos como atrasados meridionales impregnados de fundamentalismo y biológicamente entregados al ejercicio del terror y de las prácticas mafiosas.

Tres observaciones preliminares plantea el autor en el prólogo del texto: 1ª. No hay ningún factor que, por encima de los otros, ofrezca una explicación suficiente de lo que ocurre en Chechenia. 2ª. La información estadística de la que se dispone no es muy fiable. 3ª. El comportamiento de los agentes que operan sobre el terreno no es sencillo de explicar.

En concordancia con lo anterior, Taibo resalta que el conflicto de Chechenia refleja tres hechos importantes: el rechazo ontológico de los nacionalismos como tarea delicada. No se puede encontrar un argumento serio que permita respaldar las impresentables políticas avaladas en Chechenia por las autoridades rusas, bajo Boris Yeltsin y Vladimir Putin; el conflicto checheno revela las incongruencias de los países del norte que asumen actitudes concesivas ante los amigos, mientras aplican fatales medidas a los enemigos. Un ejemplo de ello es la actitud de la Unión Europea pues, desde el 11 de septiembre de 2001, sus responsables ya no miran hacia otro lado cuando se habla de Chechenia, por el contrario, le dan palmaditas en el hombro al presidente Putin; esta doble moral de acatamiento del todo y de silencio ostentoso ante los efectos del terror de Estado producen un miedo real, que deja más que en entredicho la credibilidad de la Unión Europea y otros organizaciones internacionales.

En el primer capítulo, titulado “El Entorno”, se plantea cómo la injerencia de Moscú en los asuntos internos de los Estados que formalmente se declaran soberanos, obedece a su lógica neoimperial, demostrada en los tres últimos lustros con sus actitudes intervensionistas.

Chechenia, uno de los más pequeños países situados al norte de la cordillera del Cáucaso, ha sido una tierra de fricción entre culturas y religiones, donde no se ha producido nunca ni una plena rustificación ni una cabal musulmanización; de hecho, la imagen de los chechenos a través de la literatura local y rusa es de gentes hospitalarias y orgullosas. A diferencia de otros pueblos del Cáucaso septentrional, no conocieron ni el feudalismo, ni la sumisión a soberanos, y desde hace mucho tiempo su organización social se asienta en unos doscientos teipi o clanes.

Chechenia era uno de los territorios menos urbanizado de la Federación Rusa, y la presencia de rusos en su territorio es significativa en centros urbanos como Grozni. La mayoría de los chechenos son musulmanes sunníes, pero hace muy poco se han externalizado signos importantes de identidad religiosa.

Secuela del proceso de fragmentación del Cáucaso septentrional en 1936, aparece una nueva constitución que dio nacimiento a la República Socialista Soviética Autónoma (RSSA) de Chechenia-Ingushetia, que en 1944 fue abolida, decretándose a la vez la deportación del grueso de su población. Finalmente, tras muchos avatares, la RSSA de Chechenia fue restablecida en 1957. Durante 1964-1982 se consolidaron instituciones propias que después sirvieron para reforzar el discurso nacionalista checheno: en este lapso, la corrupción se extendió y, gracias a la industria del petróleo, Chechenia se convirtió en un gigante industrial en la zona. En el otoño de 1990, Chechenia fue una de las repúblicas autónomas del Cáucaso septentrional que se declararon soberanas y reivindicaron una condición semejante a la que disfrutaban Armenia, Azerbaiyán y Georgia.

En cuanto a la economía, Chechenia fue víctima, como otras tantas repúblicas de la vieja URSS, de una especialización en el trabajo que generó una muy alta dependencia, y en parte por ello presenta un escaso desarrollo de las prestaciones sociales, así como altas tasas de mortalidad infantil, desempleo, contaminación, cáncer y tuberculosis.

El capítulo 2, “la Chechenia de Dudáyev (1991-1994)”, presenta la reacción de las autoridades rusas ante la independencia de Chechenia, que fue, en el inicio, bastante pasiva. El visible apoyo popular recibido por el presidente Dudáyev (85%) le permitió consolidar una dirección autoritaria y personal, en cuyo trasfondo estaba un pacto con muchos dirigentes de los clanes locales, una activa militarización de todas las relaciones y un visible crecimiento del poder de redes mafiosas que operaban tanto dentro como fuera de territorio. La Chechenia de Dudáyev logró proveerse de un arsenal que, aunque poco sofisticado e insuficiente, era significativo para sus planes.

Taibo explica cómo se dio una clara y abierta confrontación entre el Presidente y el Parlamento, que fue disuelto por éste. Entretanto, Moscú instrumentalizó la oposición generada en Chechenia, donde la situación era dramática en lo social, lo político y lo económico, punto último que se agravó con el embargo declarado por la Federación Rusa, pero que se sobrellevó gracias a las actividades de las redes mafiosas. Así, Dudáyev se negó a firmar el tratado de la Federación propuesto por Yeltsin en marzo de 1992, y logró boicotear el referendo constitucional y las elecciones de rusas de diciembre de 1993.

La política nacional de la Federación Rusa apuntaba cada vez de forma más directa a una centralización sin concesiones, que sin embargo no producía en la realidad los efectos deseados.

El tercer capítulo, “La primera guerra ruso-chechena postsoviética (1994-1996)”, describe cómo a pesar se que se percibía un eventual reconocimiento de facto por parte de la Federación Rusa ante Chechenia, en diciembre de 1994 se produjo una inesperada intervención del ejército ruso con el fin de culminar con el proceso independentista originado en 1991. Para el autor, esta intervención obedeció entre otras razones a: el hecho de que la independencia chechena contradecía el discurso imperial ruso; el truco de buscar enemigos externos para distraer la mirada de la población que sufre problemas económicos y sociales; el carácter geoestratégico de Chechenia y sus reservas de petróleo, y la presencia de oleoductos y gasoductos; poner freno a la extensión del ejemplo chechenio: “cerrar la puerta con energía para que vibren los cristales de los vecinos”.

La intensidad de la intervención rusa fue brutal, pero la resistencia logró soportar el ataque. Sin embargo, el autor esboza la tesis de que en realidad no fueron los leales a Dudáyev quienes dieron forma a la guerrilla, sino un genuino fenómeno de revuelta popular, donde la participación de muchos no se sustentaba en ideales o convicciones, sino en la defensa de sus hogares y familias. Entretanto, la crisis política en Rusia fue aguda y la figura e imagen de Yeltsin empeoraron: la población se volcó contra él, pues deseaban deshacerse de los chechenos, por un innegable desprecio y xenofobia, que asociaba al checheno con mafia y terrorismo.

En mayo de 1996, tras la muerte de Dudáyev, su sucesor Yandarbíev y Yeltsin firmaron un documento que implicaba la orden de alto el fuego y la organización de un referéndum sobre el estatus de Chechenia. Esto favorecía la imagen de Yeltsin de cara a las próximas elecciones. Sin embargo, 14 días después de celebradas las elecciones y ratificado Yeltsin como presidente, el ejército ruso asestó un nuevo ataque en julio, pero el espectacular fracaso hizo que en cuestión de horas la resistencia chechena se hiciera con el pleno control de Grozni.

Un nuevo acuerdo llegaría en agosto, bajo el nombre de Jasaviurt, y, en cumplimiento a lo acordado en él, Yeltsin ordenó la retirada de los contingentes rusos presentes en Chechenia; así, las relaciones entre Rusia y Chechenia pasaron a ser de derecho internacional. En adelante, Chechenia vivió como un Estado independiente, y Masjádov logró el 65% de los votos en las elecciones de enero de 1997. Sin embargo, los problemas estuvieron al orden del día y las tensiones con el Parlamento hicieron que éste fuera disuelto, con los clanes y con sectores sometidos al islamismo más radicalizado. Esta es la temática del capítulo cuarto, “El acuerdo de Jasaviurt y el interregno de paz y caos (1996-1999)”.

El caos se extendió a una economía que padecía los efectos de la destrucción de muchas infraestructuras, y que sobrevivía de las remisas, los secuestros, el narcotráfico y demás actividades mafiosas. La destrucción generada durante la guerra en Chechenia canceló toda posibilidad de recuperación industrial, agrícola y ganadera.

En agosto de 1999, el panorama se ensombreció aún más pues una guerrilla wahabí que se desplegó a Daguestán, bajo la dirección de Basáyev, pretendía acelerar la configuración de una república islámica. Sus acciones incluyeron colocación de bombas y atentados que se saldaron con más de tres centenares de muertos; la respuesta fue un cambio en la opinión pública y de los partidos políticos rusos que ahora aprobaban y respaldaban mayoritariamente la permanencia y las acciones del ejército ruso en Chechenia.

“La segunda guerra ruso-chechena postsoviética (1999-2004)”, iniciada el 1° de octubre de 1999, con Putin como primer ministro y con la invasión de más de 140.000 soldados rusos a una Chechenia de poco más de 500.000 habitantes, demostró el objetivo de cancelar el acuerdo de 1996 y dar por terminado el proceso de secesión iniciado en 1991. La novedad que el autor plantea en esta segunda guerra es el exhaustivo y eficiente control del Kremlin sobre los medios de comunicación; por ello, la información que se transmitía era la que el Gobierno deseaba, y desea, en general sobre la heroica vida de combate de las unidades federales, crónicas sobre la maldad de los chechenos y sobre quién debe dirigirlos.

Para Taibo, la principal diferencia entre Yeltsin y Putin es que mientras el primero tenía una baja popularidad, poseía una gran autoridad, y el segundo disfruta de gran popularidad, pero carecía de autoridad. Así mismo, para él, la apuesta recentralizadora propuesta por Putin no plantea la solución para un país inmenso que muestra diferencias significativas entre quienes lo integran, mientras, además, crecen la burocratización, la ineficacia y la corrupción del Estado federal ruso.

Para finalizar, en el quinto capítulo se concluye que gran parte de la financiación y el armamento de la guerrilla procedía de Rusia, y no de redes como Al Qaeda, lo cual debilita el argumento del islamismo radical internacionalmente organizado como clave del conflicto checheno.

Son muchas las organizaciones y los analistas internacionales de derechos humanos que han denunciado la tétrica situación que las acciones del ejército y la policía rusa han generado en Chechenia, convirtiéndolo en un conflicto enquistado: torturas, ejecuciones sumarias, muertes, incomunicación durante periodos prolongados y negativa a aceptar la asistencia de abogados son entre otras las formas que ha tomado el terrorismo de Estado que ahora rivaliza y hasta supera en crueldad a la resistencia. Sin embargo, la resistencia no ha sido menos cruel en violación a los derechos humanos; los acontecimientos del metro de Moscú en febrero y la escuela de Beslán en septiembre de 2004 son prueba de ello, a pesar de que en el segundo caso se rehusó a utilizar el adjetivo de checheno para los miembros del comando, a quienes se calificó como terrositas internacionales, tal vez debido a que parte de la opinión pública rusa empezaba a dudar de los proyectos de Putin y de la eficacia de los servicios de inteligencia y seguridad.

Con Putin en la presidencia se ha adelantado un programa de normalización para Chechenia, sin respeto por la democracia y con el designio de forjar unas instituciones supeditadas a las instrucciones de Moscú. Sin embargo, este programa ha fracasado, como lo muestra la realidad, en lo político, lo económico y lo social. Por ello y ante la evidencia de que ninguna de las partes puede imponerse militarmente a la otra, el autor explica que es innegable que antes o después tiene que abrirse un proceso de negociación político, en el cual no debe olvidarse que Chechenia es una república, donde más del 90% son chechenos autóctonos, hecho que para muchos es razón suficiente para su independencia.

En el capítulo 7, “La trama internacional”, se expone la política exterior rusa de la segunda mitad de la década de los noventa, marcada por la contradicción de que, por un lado, mostraba sus presunciones de independencia de las potencias occidentales, pero, por el otro, cedía notablemente a cambio de las ayudas que llegaban del FMI o del BM. La situación cambió tenazmente en 1999 gracias a la subida de los precios internacionales del petróleo, que reavivaron la decadente economía rusa.

Tras los atentados del 11S, Rusia se mostró colaboradora y solidaria con los EE.UU., con el fin de promover su integración en la Organización Mundial del Comercio y además aprovechar los beneficios de la integración en las redes del mundo occidental. Por su parte, EE.UU. recibía de buen grado los coqueteos rusos pues con ello conseguía su propósito de mantenerla alejada de la Unión Europea, y garantizar sus intereses económicos y geoestratégicos en la cuenca del Caspio. Entretanto, Rusia, a pesar del discurso oficial, no lograba alejarse de la dependencia y la tercermundización.

Como parte de este juego de intereses, EE.UU. respaldó durante toda la década de los noventa las acciones rusas sobre Chechenia, más si se tiene presente que se trata de un Estado independiente con ínfulas islamistas, y que, según declaraciones rusas, más de 2.600 chechenos habían sido entrenados por Al Qaeda. A lo anterior debe agregarse que hoy la pérdida de notoriedad del conflicto obedece también a que su importancia económica ha disminuido, y su territorio ha sido esquivado en la construcción de oleoductos.

Para Taibo, el discurso de la Unión Europea ha sido más severo que el estadounidense, pero las consecuencias han sido muy débiles, en especial cuando se trata de debatir sobre la política de tierra quemada y de violación de derechos humanos que Putin ha postulado y aplicado para Chechenia. Por su parte, la ONU ha preferido lavarse las manos, declarando que la cuestión de Chechenia era un asunto interno de Rusia, pero conviene resaltar que Kofi Annan debía contar con el apoyo ruso para lograr la renovación de su mandato.

En el octavo y último capítulo, el autor plasma cuatro conclusiones, que más bien son cuestiones que, como él mismo señala, existen en el núcleo del conflicto checheno. Como primera medida, está el hecho de que son muchos los chechenos que están hartos de la situación, y las secuelas emocionales del conflicto se trasforman en un rechazo mayor al invasor ruso, que se traduciría, en caso de formalizarse un referendo de autodeterminación, en un amplio respaldo a favor de la secesión. Los chechenos, además, y pese a la información transmitida a la opinión pública mundial, han recibido con poco eco el discurso wahabí, en gran medida porque, en ausencia de los varones, las mujeres han asumido un papel protagónico que dificulta sustancialmente el asentamiento del riguroso régimen wahabí. Sin embargo, no puede despreciarse el papel que pueden desempeñar por su incuestionable habilidad militar.

Como segundo punto está el debate sobre la autodeterminación, pues lo que queda claro es que Rusia ha apostado por el uso de la fuerza para lograr sus intereses, nada edificantes, en contra de la demanda del pueblo checheno, y todo ello con la funesta complacencia del mundo occidental tras un supuesto carácter interno del conflicto.

El tercer asunto es la gravedad que ha generado, tras el 11S, la atribución radical adjudicada ahora al terror islamista internacional pues, por un lado, se genera un desinterés por las claves reales y singulares de los conflictos, y, por otro, otorga carta blanca a los gobiernos impresentables e inescrupulosos; además, refuerza la doble moral del todo vale, al tratar diferenciadamente a amigos y a enemigos; igualmente se abandona la búsqueda de solución a los problemas de fondo que generan comportamientos desmesurados y desbocados a causa de la injusticia y las desigualdades; por último, la situación está llevando a argumentos xenófobos para justificar acciones y responsabilizar a los otros de las miserias del planeta.

En la última conclusión, titulada ¿El zar listo?, se presentan los argumentos que a juicio del autor demuestran el fracaso de la política democrática e imperial de Putin, quien ha utilizado el conflicto checheno para catapultarse a la presidencia y distraer las miradas de la crisis económica y social que atraviesa Rusia, y que la sume hoy en una incapacidad competitiva internacional en medio de una profunda y severa desigualdad interna, en virtud de la cual la mayoría de la población vive en situación de penuria, mientras una minoría disfruta a caudales del consumo y la opulencia. En palabras del autor, a Moscú le va razonablemente bien en Chechenia, gracias al poder autoritario que Putin impone a costa del sufrimiento checheno y ruso.

A través de estas 199 páginas de rápida e interesante lectura, incluso para quienes nos acercamos por primera vez a la temática, se logra entender las claves fundamentales que explican el conflicto checheno, de una manera real y secularizada, alejada de los medios de comunicación estatalmente manejados, y cercana a la rigurosidad y meticulosidad propias del mundo académico. Es con esta óptica que ahora es imprescindible prestar atención al rumbo que tomarán los acontecimientos tras el asesinato del ex presidente de Chechenia y líder de los separatistas Aslán Masjádov, el pasado mes de marzo, pues todo parece indicar que la guerrilla chechena puede ampliar sus ataques contra Rusia.


XIMENA ÁLVAREZ BERMÚDEZ

Administradora de empresas, Universidad Nacional de Colombia, estudiante de la Universidad Complutense de Madrid.

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