Introducción
Ecuador es conocido en la literatura reciente de ciencia política por ser uno de los países de la región latinoamericana en que la izquierda logró una posición hegemónica (Levitsky y Roberts 2011a, 2). A lo largo de una década, 2007-2017, el gobernante izquierdista Rafael Correa dominó el escenario político. Contaba con poderes presidenciales amplificados, una importante mayoría parlamentaria y triunfó en sucesivas elecciones presidenciales y referendos (Basabe-Serrano 2013, 168; Moncagatta y Montero 2018). Mientras tanto, la derecha ecuatoriana permaneció fuertemente dividida y se había convertido en una reducida minoría parlamentaria con escaso influjo en la toma de decisiones nacionales. No obstante, en los años 80 y 90, la derecha ecuatoriana había sido fuerte y con el progresivo desgaste del régimen de Correa, a partir del inicio de la crisis de los commodities en 2014, ha vuelto a fortalecerse. En la contienda electoral de 2017, uno de los candidatos presidenciales de derecha, Guillermo Lasso pasó a la segunda vuelta y perdió ante el candidato oficialista, Lenin Moreno, por muy escaso margen.
Los altos y bajos de la derecha en Ecuador son relevantes no solo porque muestran cómo la derecha en un país latinoamericano experimentó la reciente marea izquierdista, sino también porque apuntan a la capacidad de supervivencia de esta fuerza política. La trayectoria de la derecha en Ecuador, en otras palabras, confirma una de las tesis de una reciente obra colectiva sobre la derecha latinoamericana: su “resiliencia” (Luna y Rovira 2014). En este artículo, identificamos los principales actores de la derecha ecuatoriana y sus discursos, ofertas electorales y estrategias; y a manera de process tracing (Bennet y Checkel 2015; Lange 2013, 146) analizamos cómo se desempeñó y organizó la derecha entre 2000 y 2018, identificando una serie de variables que moldearon su trayectoria. Adicionalmente, basándonos en un análisis estadístico regresivo de datos de encuestas, sondeamos la dimensión de la demanda electoral, incluyendo la relación entre la identificación con la derecha y variables como la región, la riqueza, el nivel de educación y la religiosidad.
El rastreo diacrónico de los altos y bajos del desempeño electoral de la derecha indica que es imposible aislar una sola variable que explique esta trayectoria. El desempeño electoral, e incluso la forma en que se ha organizado la derecha, partidista o populista, han dependido de múltiples factores, incluyendo el ciclo de los commodities, el efecto péndulo, el grado de legitimidad de los partidos y del neoliberalismo, y la hegemonía correísta; también de la división permanente del campo político en izquierda y derecha. El análisis procesual, no obstante, apunta a que el efecto péndulo sumado a la crisis de los commodities da cuenta en alguna medida del desempeño electoral de la derecha. En este sentido es pertinente la definición de Murillo, Oliveros y Vaishnav del efecto péndulo como un “giro…ideológico” que depende “de las condiciones económicas del momento” (2011, 55). La derecha en Ecuador, en otras palabras, se ha debilitado o fortalecido de acuerdo con el performance de los gobiernos de izquierda, que está ligado a los ciclos de los commodities definidos como “la alta volatilidad de los precios y sus términos de intercambio” (Kingston 2011, 23). Ello coincide con nuestro análisis estadístico que sugiere que solo una minoría de votantes ecuatorianos expresa una clara autoidentificación ideológica. Los votantes, en general, responden en función del éxito o el fracaso del gobierno de turno. En el caso del éxito del presidente en ejercicio predomina el voto a su favor, y en el caso de fracaso se engrosa el voto por el candidato del polo ideológico opuesto. Así, el efecto péndulo, que en sí mismo sugiere la debilidad de las identificaciones ideológicas, reproduce la división del campo político en términos de izquierda y derecha.
1. Actores, oferta y estrategias de la derecha ecuatoriana
Siguiendo a Norberto (Bobbio 1996), Juan Pablo (Luna y Cristóbal Rovira 2014) definieron izquierda y derecha en un intento de orientar los incipientes estudios sobre esta última postura ideológica en América Latina. Para ellos, la derecha es la fuerza política que concibe las desigualdades sociales como naturales o como el producto legítimo de las operaciones de mercado, mientras la izquierda considera las desigualdades como ilegítimas y busca aminorarlas a través de la intervención estatal. Estas definiciones de la diada izquierda/derecha encajan bastante bien con las identidades políticas que se han formulado en Ecuador desde 1945, cuando aparece la distinción izquierda/derecha en su cultura política. El nivel de intervencionismo estatal considerado aceptable y las actitudes ante las desigualdades han sido constantes en la demarcación binaria del campo político ecuatoriano (Espinosa 2018, 73). A partir de la transición a la democracia en 1979, la derecha ecuatoriana se ha identificado claramente con el proyecto neoliberal que busca minimizar la intervención estatal y validar la estratificación producto del mercado (Cannon 2016, 29; Conaghan y Malloy 1994, 129-130). El neoliberalismo podría ser definido como un “conjunto de políticas […] que pretenden resaltar el rol de los mercados en el desarrollo económico […] [incluyendo] la privatización de activos públicos, liberalización del comercio y finanzas y desregulación de la actividad empresarial […]” (Kingston 2011, 25-26). No obstante, han existido otros valores recurrentes entre la derecha desde la redemocratización. Estos incluyen la seguridad y el orden, y los valores sociales conservadores relacionados con la familia y la regulación de la sexualidad. La prominencia de los valores sociales conservadores en la identidad de las fuerzas electorales de derecha pareciera convertir al conservadurismo social en un rasgo que define a la derecha en Ecuador. Sin embargo, dado que esta característica no está presente entre algunos actores de la derecha que operan desde la sociedad civil, como los gremios empresariales y los think-tanks neoliberales, identificamos el conservadurismo social como un rasgo recurrente -pero no definitorio- de la derecha. El autoritarismo o compromiso democrático de la derecha, por otro lado, ha variado, aunque, en general, la derecha ecuatoriana ha defendido la institucionalidad democrática y reforzado su estabilidad en las últimas décadas. Así, un consistente neoliberalismo programático es el rasgo clave de la derecha ecuatoriana, aunque el conservadurismo es bastante común entre la derecha de este país y la latinoamericana(1).
La “semántica izquierda-derecha” está presente en la autodefinición de las fuerzas políticas en Ecuador y ayuda a estructurar sus ofertas electorales (Kitschelt et ál. 2010, 55). Existe, para las élites políticas, un mapa cognitivo del campo político atravesado por el eje izquierda-derecha que se ha ido renovando a lo largo de las últimas cuatro décadas. Se fortaleció, sin duda, con la oposición binaria entre neoliberalismo/anti-neoliberalismo y ha subsistido en el contexto del resurgimiento de una izquierda antagónica entre 2007 y 2017, que postulaba como enemiga a la derecha. La división binaria del campo político, con sus múltiples matices, asegura un rol permanente para la derecha y ayuda a que resucite en función del efecto péndulo, incluso en sus momentos de menor relevancia. ¿Pero cuán importantes han sido estas definiciones ideológicas para los votantes, incluyendo los votantes de la derecha? Existe evidencia de que las definiciones ideológicas son mucho más importantes para las élites que dirigen la política que para los votantes. Como demuestra un estudio de Flavia Freidenberg sobre las actitudes de los asambleístas constituyentes de 2008 en Ecuador, las élites no dudan en posicionarse ideológicamente en la izquierda o la derecha (2008, 145). Pero como veremos en nuestro análisis estadístico, solo una minoría de votantes (menos del 50% en el mejor de los casos) se define en estos términos y apenas un 15% en promedio, como de derecha. Ello no significa que la ideología sea irrelevante en la política, ya que las élites tienden a identificar sus ofertas en términos de la división espacial del campo político, y el péndulo político precisamente gira de un polo ideológico a otro.
Al clivaje ideológico izquierda-derecha hay que sumar la variable regional que tiene un peso gravitante en la política ecuatoriana. La división costa-sierra se cruza con la fisura derecha-izquierda, coincidiendo muchas veces con ella (Bowen 2014). Desde los años 80, la costa se ha inclinado hacia la derecha y la sierra hacia la izquierda. Además, en las últimas décadas todos los proyectos políticos de derecha han estado anclados a la costa, principalmente a la ciudad de Guayaquil. La sierra, en especial la capital Quito, ha sido campo fértil para movimientos sociales y partidos izquierdistas, y ha albergado por varias generaciones una intelectualidad de izquierda (Espinosa 2010).
Las principales organizaciones políticas de la derecha en Ecuador han sido, desde 2000, el histórico Partido Social Cristiano (PSC) y el Movimiento Creando Oportunidades (CREO), movimiento que ha funcionado como vehículo electoral del liderazgo personalista del banquero Guillermo Lasso. El Partido Social Cristiano surgió en 1951 como una formación confesional católica que apoyaba una modernización capitalista, aunque siguiendo las tendencias desarrollistas de aquella época aceptaba que el Estado jugara cierto rol en el precario proceso de industrialización ecuatoriano. En los años de transición a la democracia, a partir de 1979, el Partido Social Cristiano dio un giro hacia el neoliberalismo y se colocó bajo el liderazgo fuerte, e incluso autoritario, de León Febres Cordero, quien ocupó la presidencia del país entre 1984-1988 (Conaghan y Malloy 1994, 131-133). Febres Cordero combatió con dureza un efímero brote de guerrilla izquierdista urbana, provocando graves acusaciones de violaciones de derechos humanos (Espinosa 2010, 686-687). A mediados de los 90, el PSC sufrió un proceso de regionalización o “territorialización” (Meléndez 2014) que lo obligó a resignarse a su reducto de la populosa y dinámica ciudad portuaria de Guayaquil, cuya alcaldía ha controlado desde 1992 hasta el presente. Al mismo tiempo, sublimó sus tendencias autoritarias bajo el liderazgo enérgico, pero democrático, del sucesor de Febres Cordero, Jaime Nebot. Desde 2000, Jaime Nebot ha sido el líder indiscutible del PSC y como alcalde de Guayaquil ha impulsado un modelo de administración municipal caracterizado por un liderazgo personalista, énfasis en seguridad y orden, valores sociales conservadores y alianzas público-privadas (Burbano de Lara 2014, 270-271). Otra estrategia adoptada por el socialcristianismo en el contexto de su regionalización ha sido mantener un bloque numeroso en la legislatura para ejercer poder de veto sobre la legislación a nivel nacional. Esta estrategia ha sido una constante, aunque su éxito ha variado significativamente. En 1998, el PSC llegó a controlar un 23% de los escaños en el Congreso, suficiente para vetar iniciativas legislativas en un Congreso notablemente fragmentado, mientras que con la crisis de los partidos ocurrida entre 2000 y 2006 y la posterior hegemonía correísta, el bloque legislativo socialcristiano se redujo sustancialmente. En 2013, por ejemplo, el bloque socialcristiano representaba tan solo el 6% de los asambleístas en la nueva Asamblea Nacional. Ante la crisis de los partidos en los años 90, el PSC también experimentó presentándose como movimiento, lo que lo llevó a establecer el movimiento regional Madera de Guerrero, con base en Guayaquil, como formación paralela al partido (Bowen, 2014). Esta organización acentuó el apoyo al autonomismo regionalista guayaquileño en el discurso y la oferta del PSC.
Guillermo Lasso y su movimiento derechista CREO constituyen un fenómeno político más reciente que el histórico PSC. Lasso, un prominente banquero guayaquileño, irrumpió en la escena electoral como contradictor del gobierno de Rafael Correa en el contexto de las elecciones presidenciales y legislativas de 2013. Su estrategia se enfocó claramente en llegar a la presidencia, sin invertir mayormente en lograr un bloque sólido en la legislatura. Frente a la monopolización del poder y el modelo económico fuertemente intervencionista de Correa, Lasso abanderó un retorno al mercado y al fortalecimiento de la institucionalidad democrática. Su electorado más comprometido o core constituency desde un inicio fueron los estratos altos y medio-altos en varios centros urbanos en el país, tanto en la sierra como en la costa, aunque también apeló a una masa electoral difusa de microempresarios y campesinos con un discurso que prometía la remoción de barreras regulatorias al emprendimiento. Adicionalmente, mostraba con referencias reiterativas sobre la familia su adhesión a la agenda de valores conservadores del OPUS DEI, grupo del que es miembro (Arévalo Gross, 2017). Esta oferta electoral no logró mayor éxito ante la hegemonía correísta. Correa ganó las elecciones presidenciales de 2013 en la primera vuelta con 57 frente a un 22% de Guillermo Lasso. En cambio, basándose en la misma estrategia y oferta electoral, en las elecciones de 2017 Lasso logró incrementar fuertemente su votación en el contexto del debilitamiento del correísmo. Se apoyó en su base y, aglutinando un fuerte voto anticorreísta, obtuvo en la segunda vuelta un 48 frente a 51% del heredero político de Correa, Lenin Moreno.
Aparte del PSC y del Movimiento CREO han existido otras organizaciones políticas y entidades de la sociedad civil que han formado parte de la derecha ecuatoriana en los últimos veinte años. El líder populista y magnate bananero Álvaro Noboa, que aprovechó la crisis de los partidos desde 1998, claramente se posicionó a la derecha del espectro político con un discurso radicalmente promercado, aunque también antipolítico (Freidenberg 2007, 226-227). Noboa a la vez prometía convertir a Ecuador en una zona libre de impuestos tipo Panamá y despotricaba contra las élites políticas (Espinosa 2010, 695). Se presentaba como un empresario exitoso, afirmando que ello lo calificaba para ser presidente en contraste con los ineptos y corruptos políticos; utilizaba el clientelismo para movilizar a su electorado. Entre 1998 y 2006, Noboa aprovechó la ausencia o debilidad de los candidatos presidenciales del PSC, resultado de la territorialización de ese partido, para copar el espacio de la derecha en la papeleta presidencial. No obstante, Álvaro Noboa y su precario movimiento personalista Partido Renovador Institucional de Acción Nacional (PRIAN) pueden ser considerados fenómenos efímeros, ya que Noboa sufrió derrotas en cuatro sucesivas elecciones presidenciales en 1998, 2002, 2006, y 2009 (Consejo Nacional Electoral, 2018), para luego desaparecer del escenario durante la hegemonía correísta. El populismo de Abdalá Bucaram, que en los años 90 generó una importante literatura en la ciencia política ecuatoriana (Burbano de Lara 1998; de la Torre 1996; Freidenberg 2003), en cambio, no era claramente de derecha. Criticaba fuertemente el elitismo político y social de la derecha socialcristiana y del gobierno de Sixto Duran Ballén (1992-1996). Si bien Bucaram, una vez elegido presidente, prometió adoptar una convertibilidad monetaria al estilo de Carlos Menem, no tuvo tiempo para implementarla por su breve estadía de menos de seis meses en el poder. En todo caso, el Partido Roldosista Ecuatoriano (PRE) de Abdalá Bucaram, prácticamente colapsó con el derrocamiento de su líder de la presidencia y su exilio en febrero de 1997.
Más relevante para la derecha que el pasajero episodio de populismo derechista de Álvaro Noboa ha sido el rol permanente de cámaras y líderes empresariales en la política (Cannon 2016, 5). Con la territorialización del PSC en los años 90, el empresariado de la región sierra optó por apoyar a partidos centristas también basados en la sierra, como Democracia Popular (DP), el partido demócrata cristiano. En la primera mitad de la década del 2000, en lugar de apoyar las candidaturas populistas de Álvaro Noboa, considerado inepto e impredecible por parte de las élites empresariales, el empresariado serrano se volcó al cabildeo gremial ante los gobiernos de turno. Los gremios empresariales de Guayaquil, en cambio, siguieron bajo la égida del PSC (Burbano de Lara 2014, 260-263). Luego, con la hegemonía correísta, los empresarios serranos, ahora aliados con los costeños, profundizaron su estrategia de representación gremial ante el virtual eclipse de cualquier tipo de derecha electoral. Las cámaras asumieron un rol de oposición política inspirado en el neoliberalismo, aunque muchas empresas grandes aprovecharon el incremento de la demanda agregada para expandir sus ventas a niveles históricos. Entre las cámaras más activas en la política anticorreísta estaban el Comité Empresarial Ecuatoriano (CEE) y la Cámara de Comercio de Quito (CCQ). Los medios de comunicación también deben ser considerados un actor de la derecha, en cuanto se adhieren a la ideología neoliberal y son controlados por grandes grupos económicos. Prestigiosos medios impresos como El Comercio y El Universo, y los principales canales de televisión privados han estado claramente alineados con una agenda neoliberal y de democracia liberal. En el momento correísta, estas preferencias ideológicas los ubicaron en la oposición política (Ramos 2012, 67). No obstante, la presión ejercida por el correísmo a los medios privados a través de una punitiva ley de comunicación, e incluso mediante la nacionalización de canales de televisión claves, básicamente neutralizó este centro de poder durante casi todo el ciclo correísta. Las redes sociales, que entonces se encontraban más allá de los mecanismos regulatorios del Estado, ocuparon el espacio de los medios, aunque con campañas y mensajes difusos (Moreno 2017, 61). Como en otros países, las redes sociales han alimentado un “ciberactivismo” que permite rápidas movilizaciones en las calles, sin una clara coordinación vertical. La derecha ecuatoriana se ha mostrado capaz de utilizar esta modalidad de movilización social en los últimos años.
A los medios de comunicación, hay que sumar como actores de la derecha a los think-tanks neoliberales y a los movimientos sociales que promueven valores sociales conservadores. El más conocido entre los think-tanks de derecha es el Instituto Ecuatoriano de Economía Política (IEEP) que tiene una línea de pensamiento libertaria. Aunque este instituto y otros similares son débiles, es posible que hayan ejercido alguna influencia en el entorno de Guillermo Lasso. Los movimientos sociales de derecha que promueven valores sociales conservadores, a diferencia de los think-tanks, exhiben una fuerte capacidad de movilización social. Los movimientos conservadores “Pro-vida” y “Con Mis Hijos No Te Metas”, que forman parte de redes regionales latinoamericanas, han movilizado a decenas de miles de personas en marchas contra el aborto y los derechos GLBTI, lo último bajo la consigna de rechazo a la llamada “ideología de género” (“Grupos católicos, evangélicos y GLBTI” 2017). Estos han convocado tanto a católicos como a evangélicos, aunque en Ecuador el peso de los evangélicos en la población y en la política es menor que en otros países latinoamericanos.
2. Trayectoria histórica de la derecha ecuatoriana: 1998-2018
En Ecuador, la trayectoria histórica de la derecha en las últimas décadas se puede dividir en cuatro actos. Primero, ante la profunda crisis de los partidos ocurrida en el sistema político ecuatoriano a finales del siglo XX (Basabe-Serrano, Pachano y Mejía Acosta 2010), la derecha partidista (básicamente el PSC) experimentó un declive que, sin embargo, abrió un espacio para el populismo de derecha. Segundo, el “giro hacia la izquierda” liderado por Rafael Correa provocó un virtual eclipse de la derecha entre 2007 y 2013. Tercero, la casi ausencia de oposición organizada en torno a Correa generó el espacio para el surgimiento de una nueva fuerza de derecha, el Movimiento CREO, que cobró fuerza a partir del 2013. Cuarto, la crisis de los commodities erosionó la hegemonía correísta y produjo una polarización que dividió al electorado entre correístas y anticorreístas, tensión que fue capitalizada por CREO. Los determinantes del desempeño y de las formas organizativas de la derecha, partidista o populista, han sido múltiples, incluyendo la legitimidad de los partidos y del modelo neoliberal, el efecto péndulo, la hegemonía de la izquierda, la crisis de los commodities y la reproducción de la división binaria del espacio político. No obstante, entre este conjunto de factores, se destaca la interacción entre los ciclos de los commodities y el efecto péndulo, como hemos indicado previamente.
En esta sección desarrollamos un análisis de la trayectoria histórica de la derecha ecuatoriana en lo que va del siglo XXI, deteniéndonos en los cuatro períodos mencionados. La tabla 1 presenta los resultados de la derecha en elecciones presidenciales, de 1988 a 2017. Ella ilustra que los cuatro “actos” propuestos para analizar la trayectoria histórica de la derecha en Ecuador coinciden con los resultados electorales que obtuvieron los principales actores de esta corriente ideológica durante el período analizado.
Siglas de los partidos/movimientos: PRE (Partido Roldosista Ecuatoriano), PSC (Partido Social Cristiano), PCE (Partido Conservador Ecuatoriano), PUR (Partido Unidad Republicana), DP (Democracia Popular), UDC (Unión Demócrata Cristiana), APRE (Acción Popular Revolucionaria Ecuatoriana), UPL (Unión Popular Latinoamericana), PRIAN (Partido Renovador Institucional de Acción Nacional), CREO (Creando Oportunidades), SUMA (Sociedad Unida Más Acción).
Fuente: elaboración propia a partir de datos del Consejo Nacional Electoral del Ecuador (2018).
a. Acto I: el declive de la derecha partidista/episodio de derecha populista, 1998-2006
Con el retorno a la democracia en los años 80, el eje igualdad/desigualdad señalado por (Bobbio 1996) como “núcleo irreductible” de las diferencias ideológicas se formuló en términos de la oposición binaria entre el neoliberalismo abogado por la derecha y la resistencia al mismo por parte de la izquierda. Entre 1979 y 2000, Ecuador tuvo dos gobiernos de derecha que propulsaron el proyecto neoliberal: el gobierno socialcristiano de León Febres Cordero entre 1984-1988 y el de Sixto Duran Ballén entre 1992-1996, del Partido Unión Republicana, una escisión serrana del PSC que tuvo una corta vida (Espinosa 2010, 669-691). Esta fase temprana de la redemocratización fue un momento de relativo apogeo de la derecha, pero también de una fuerte conflictividad en torno a la aplicación de políticas neoliberales. Ambos gobiernos de derecha enfrentaron una oposición vehemente de “bloques progresistas” o coaliciones más amplias con participación de la centro-izquierda, que buscaban frenar las reformas neoliberales (Conaghan 1994, 168-169; Espinosa, 2010, 690). No obstante, como ha argumentado Andrés Mejía, esta resistencia no impidió la adopción de uno u otro aspecto del neoliberalismo, ya que los gobiernos de derecha recurrieron a coaliciones “informales” con la oposición basadas en una lógica clientelar, lo que explica el gradualismo ecuatoriano en la aplicación de las reformas neoliberales (Mejía 2009, 2-3). A pesar de que la derecha logró algunos cambios, hacia mediados de los años 90 mostraba claros signos de debilitamiento frente a los débiles resultados macroeconómicos del gradualismo. En 1996, el candidato del PSC, Jaime Nebot, perdió en las elecciones presidenciales ante el populista Abdalá Bucaram, quien fustigaba contra el elitismo de la derecha neoliberal (de la Torre 1996, 328-330; Espinosa 2010, 691). Luego, sintiéndose débiles a nivel nacional, en 1998 los socialcristianos decidieron respaldar al candidato centrista de la Democracia Popular, Jamil Mahuad, quien se comprometió a continuar con las incompletas reformas neoliberales iniciadas por la derecha. A esto hay que añadir que, desde finales de los noventa, el sistema político ecuatoriano experimentó una crisis de los partidos que contribuyó al declive de la derecha partidista y a un breve auge de populismo de derecha. Esta a la vez interactuó con una resistencia al modelo económico neoliberal (Conaghan 2011, 261) para provocar un giro hacia la izquierda que fue capitalizado por Rafael Correa.
En 2000, el centrista Jamil Mahuad, que había ganado las elecciones de 1998 con apoyo socialcristiano, se vio inmerso en una crisis financiera provocada por la desregulación de la banca que había propiciado el gobierno neoliberal de Sixto Duran Ballén. Mahuad mostró escaso liderazgo durante la crisis, aunque en un acto de desesperación optó en enero de 2000 por la dolarización formal de la economía, una medida recomendada por varios think-tanks de derecha (Espinosa 2010, 696-698), como el Instituto Ecuatoriano de Economía Política (IEEP). Pocos días después, Mahuad fue derrocado por una revuelta indígena-militar que criticó el proyecto neoliberal que Mahuad había heredado de la derecha, pero sobre todo satanizó a los partidos políticos. Se instaló una junta indígena-militar de gobierno el día del “golpe más corto” liderado por el oficial medio, el coronel Lucio Gutiérrez, aunque finalmente se dio paso a la sucesión prevista por el orden constitucional y ocupó la presidencia el vicepresidente centrista Gustavo Noboa (2000-2002) (Becker 2015, 72). En las elecciones presidenciales de 2002, el Partido Social Cristiano presentó un candidato de bajo potencial electoral, Xavier Neira, que obtuvo un insignificante 12% de la votación; síntoma tanto del deterioro del PSC como de un cambio de estrategia hacia la territorialización. Ya en las elecciones de 1998, el repliegue del PSC había permitido el ascenso de Álvaro Noboa como populista de derecha. Noboa perdió por estrecho margen contra Jamil Mahuad en 1998. En 2002, Álvaro Noboa nuevamente ocupó el espacio de la derecha y pasó a la segunda vuelta frente a Lucio Gutiérrez. Noboa combinó un discurso antisistema con una exaltación del mercado, fórmula que tuvo cierta acogida, especialmente en la costa. No obstante, perdió en la segunda vuelta por un amplio margen acaso porque el populismo de derecha no podía competir con un populismo de izquierda que movilizaba tanto el descontento con la modernización neoliberal como la crítica a la partidocracia. El coronel Gutiérrez, además, captó los beneficios del efecto péndulo que giraba hacia la izquierda debido al fracaso del gobierno partidista y neoliberal de Mahuad. Así, aunque la crisis de los partidos abrió espacio para un populismo de derecha, el éxito de esta opción se vio restringido por la creciente resistencia al neoliberalismo.
Lucio Gutiérrez, por su parte, no logró capitalizar su liderazgo antisistema durante su presidencia y, sin un bloque relevante en la legislatura, tuvo que pactar con el Partido Social Cristiano y con el PRE del desprestigiado Abdalá Bucaram. Ello condujo a un nuevo brote de revuelta antisistema, esta vez con la clase media urbana como protagonista, que con la ayuda del alto mando militar derrocó al gobierno de Gutiérrez en 2005. La llamada “Revolución de los forajidos” profundizó la crisis de los partidos y magnificó las reivindicaciones anti-neoliberales que ya se habían presentado en el golpe indígena-militar de 2000. Si bien se trató de un fenómeno capitalino, lo que ocurrió en Quito tuvo resonancia en la sierra en general. En las elecciones de 2006, Rafael Correa capitalizó de manera contundente tanto los sentimientos antisistema como las críticas al neoliberalismo y arrasó en la segunda vuelta con 57 versus 41% de los votos que obtuvo Álvaro Noboa (Conaghan 2011, 271). En esta contienda la débil candidata socialcristiana, Cynthia Viteri, asociada a la llamada “partidocracia”, granjeó apenas 9.6% de la votación en primera vuelta (ver tabla 1).
b. Acto II: virtual eclipse de la derecha ante el correísmo, 2007-2012
El triunfo de Rafael Correa en las elecciones de 2006 marginalizó por completo cualquier tipo de derecha. Correa hábilmente utilizó su claro mandato electoral antisistema para cerrar el Congreso y convocar una Asamblea Constituyente compuesta mayormente por activistas de movimientos políticos y sociales, incluyendo su propio movimiento, Alianza País. La Asamblea Constituyente adoptó en 2008 una nueva constitución que restaba facultades a los partidos políticos y que reforzaba el poder del ejecutivo, legitimando un régimen “híper-presidencialista” (Freidenberg y Pachano 2016; Meléndez y Moncagatta 2017). Los partidos, por ejemplo, perdieron su rol en el nombramiento de las autoridades de control -el fiscal y el contralor- como también del nuevo Consejo Nacional Electoral (CNE). Adicionalmente, el auge de los commodities, en específico los históricamente altos precios del petróleo -por momentos superiores a 100 dólares por barril- permitieron a Rafael Correa legitimar un modelo económico estado-céntrico opuesto al neoliberalismo. Tal modelo implicó un incremento del gasto público, regulación de la banca privada y renegociación de los contratos petroleros con empresas transnacionales. En este contexto, la derecha partidista, encarnada en el Partido Social Cristiano, se refugió aún más en su reducto regional de Guayaquil, mientras el PRIAN de Álvaro Noboa desapareció como actor político significativo. En las elecciones generales de 2009, celebradas bajo el nuevo orden constitucional, el PSC no presentó candidato presidencial y obtuvo apenas nueve escaños en la flamante Asamblea Nacional, que contaba con 137. El Partido Social Cristiano intentó, como señalamos, adaptarse a la agudización de la crisis de los partidos estableciendo un movimiento conocido como Madera de Guerrero, que con su nombre aludía a su dimensión regional.
c. Acto III: CREO, una nueva fuerza de derecha
El PSC, entonces, fue progresivamente eliminado como partido a nivel nacional, primero por la crisis de los partidos y luego por la hegemonía correísta. El PRIAN enfrentó un destino aún peor, desapareciendo virtualmente del mapa político. En cambio, el Movimiento CREO liderado por Guillermo Lasso, se formó y llegó a ser la primera fuerza de derecha en medio de la hegemonía de Rafael Correa. Establecido por aquel como vehículo electoral en las elecciones de 2013, CREO se posicionó como un “movimiento” y no como un partido. Ello le permitió eludir el desprestigio en que habían caído los partidos. El líder indiscutible de CREO, Lasso, asumió el rol de contradictor de Correa, apelando a una minoría de menos de un tercio del electorado que rechazaba el correísmo en el momento de apogeo de la hegemonía correísta en 2013. Una buena parte de la oposición a un proyecto arrollador de izquierda correspondió a la derecha en un sistema político que operaba con un mapa cognitivo binario de lo político. Lasso, en su discurso y oferta electoral, contrapuso el modelo de mercado frente al intervencionismo estatal del correísmo e hizo un llamado a un retorno a la institucionalidad democrática ante el “autoritarismo competitivo” representado por Correa (Levitsky y Roberts 2011b). El exbanquero celebraba el emprendimiento y criticaba las trabas que la regulación económica correísta había impuesto tanto a la pequeña como a la gran empresa. Con sus referencias reiterativas a la familia, Lasso claramente se alineó con los valores sociales conservadores, rechazando el aborto y los derechos LGBTI. Obtuvo un resultado modesto en las elecciones de 2013, captando el 22% de los votos en la primera vuelta, que Correa arrolló con 57% de los votos. Como resultado de su estrategia de priorizar la presidencia, CREO granjeó solo 11 de 137 escaños en la Asamblea Nacional frente a arrolladores 100 escaños del correísmo. Así, la hegemonía correísta a la vez generó un espacio para un nuevo movimiento de derecha al hundir al Partido Social Cristiano como fuerza política nacional y simultáneamente al PRIAN, pero al mismo tiempo impuso claros límites al crecimiento de CREO.
d. Acto IV: de la hegemonía correísta al efecto péndulo, 2015-2017
La hegemonía correísta se comenzó a desmoronar en 2014, coincidiendo con la crisis de los commodities que tuvo lugar entre 2014 y 2017 (Meléndez y Moncagatta 2017, 417). Los precios del petróleo WTI, el grado que tiene el crudo ecuatoriano, bajaron de un promedio de 80 dólares por barril en 2013 a alrededor de 20 dólares a principios del 2016. Ello dio lugar al fenómeno que hemos indicado: la interacción entre el ciclo de los commodities con el efecto péndulo, que potencia al polo ideológico opuesto al del gobierno de turno. Si bien en este caso la derecha liderada por Guillermo Lasso no logró triunfar en las elecciones presidenciales de 2017, obtuvo un resultado lo suficientemente positivo para provocar un ballotage en el que fue derrotada por un margen muy estrecho. Hoy en día, cabe resaltar que, en las postrimerías de las elecciones de 2017, el PSC se ha convertido, a su vez, en el principal aliado del gobierno del presidente Lenin Moreno y ha logrado incidir significativamente en su agenda, volcándola hacia el neoliberalismo.
Uno de los síntomas tempranos del efecto péndulo que parecería estar atravesando la política ecuatoriana en la actualidad fue la derrota en 2014 del candidato oficialista a la alcaldía de Quito, Augusto Barrera, a manos de un contrincante de centro-derecha, Mauricio Rodas (Ramírez Gallegos y Coronel 2014, 1). Rodas estableció su propio movimiento nacional, pero fuertemente basado en la ciudad de Quito, llamado SUMA, como vehículo para las elecciones seccionales. Este se ubicó claramente en el campo de la derecha al criticar la excesiva regulación que Barrera había promovido en nombre de la libertad. El fuerte involucramiento de Rafael Correa en la campaña a favor de Barrera convirtió esta contienda en un plebiscito en torno al régimen correísta, que terminó por evidenciar la importante oposición al mismo en la ciudad capital.
Luego, con la crisis de los commodities, la hegemonía correísta fue reemplazada por una fuerte polarización del electorado a favor y en contra de Correa. Ello se tradujo en un repunte de la derecha porque la oposición a Correa se definía mayormente como derechista, aunque existiera también un anticorreísmo de izquierda. Este último criticaba el autoritarismo de Correa, pero también su conservadurismo en cuanto a valores sociales y su desarrollismo extractivista. El régimen de Correa, por ejemplo, había bloqueado en 2014 un intento de recolección de firmas a favor de un referendo destinado a prohibir la explotación de las reservas petroleras de la zona biodiversa del Yasuní, en la Amazonía ecuatoriana. No obstante, el anticorreísmo de izquierda tenía un apoyo mínimo en comparación con el creciente anticorreísmo identificado con la derecha.
En 2015, Correa continuó agresivamente buscando fuentes de financiamiento para sostener el elevado gasto público que requería su modelo de intervención estatal y reducción de desigualdades. Entre las medidas que intentó implementar estuvieron la elevación del impuesto a la herencia y del impuesto sobre la plusvalía generada por inversiones en bienes raíces. Estas propuestas legislativas provocaron fuertes oposiciones entre las clases medias y altas, especialmente de Quito (Vera Rojas y Llanos Escobar 2016). Las protestas en las calles constituyeron una nueva estrategia de las fuerzas de derecha, siendo un fenómeno asociado al ciberactivismo más que a movilizaciones convocadas por líderes partidistas. Si bien Correa se retractó de estas reformas para impedir que las protestas empañaran la visita del papa Francisco, a quien Correa percibía como un aliado internacional, la polarización se mantuvo. Otro tema que intensificó la oposición a Correa fue la propuesta de enmienda constitucional que permitía la reelección indefinida para todos los cargos de elección popular. Correa la había promovido con la intención de perpetuarse en el poder, pero la fuerte oposición que enfrentó hizo que finalmente se aprobara con una cláusula que excluía la participación de Correa en las elecciones de 2017.
La creciente polarización del electorado se reflejó en la caída de la intención de voto por Correa cuando aún era considerado un posible candidato para las elecciones de 2017 (Meléndez y Moncagatta 2017, 427). A meses de la primera vuelta de esos comisios presidenciales, la intención de voto a favor de Rafael Correa en la primera vuelta oscilaba alrededor de 30%, cuando en 2013 había ganado en primera vuelta con 57%. De hecho, fue la baja en la intención de voto por Correa lo que hizo que este decidiera no postularse como candidato presidencial, seleccionando al popular Lenin Moreno, quien fuera vicepresidente en su primer mandato, como candidato oficialista. Moreno logró presentarse -paradójicamente- al mismo tiempo como una continuación del proyecto correísta y como el polo opuesto al caudillismo de Rafael Correa, lo que le permitió superar de cierto modo la polarización que se había generado en los meses anteriores a las elecciones y evitar un efecto péndulo contundente. Lenin Moreno ganó en la segunda vuelta con escaso margen frente a Guillermo Lasso quien, como ya hemos dicho, enarbolaba una agenda neoliberal y de redemocratización. No obstante, en su intento de romper con Rafael Correa y deshacer la herencia correísta de autoritarismo político e intervencionismo estatal en la economía, en su gobierno Lenin Moreno se ha apoyado en una alianza con el Partido Social Cristiano.
3. ¿Quiénes son los “derechistas” en el Ecuador? Un vistazo desde la demanda
¿Son compatibles las ofertas programáticas que han venido haciendo los distintos actores de la derecha ecuatoriana con las demandas que hacen los ciudadanos que se autoidentifican con ese polo del espectro ideológico? En esta sección, examinamos la derecha en Ecuador desde una perspectiva de la demanda. Para esto, tratamos de identificar quiénes son los ciudadanos que se identifican con la derecha en el país y qué características demográficas, valores, y actitudes políticas son comunes entre ellos.
Con ese objetivo, recurrimos a analizar datos de la encuesta “El Barómetro de las Américas”, llevada a cabo por el Proyecto de Opinión Pública de América Latina (LAPOP, por sus siglas en inglés) de la Universidad de Vanderbilt(2). La pregunta que ha venido utilizando dicho programa de encuestas desde hace más de una década para examinar la autoidentificación ideológica de los ciudadanos es la siguiente:
[…] en esta tarjeta tenemos una escala del 1 a 10 que va de izquierda a derecha, en la que el 1 significa izquierda y el 10 significa derecha. Hoy en día cuando se habla de tendencias políticas, mucha gente habla de aquellos que simpatizan más con la izquierda o con la derecha. Según el sentido que tengan para usted los términos “izquierda” y “derecha” cuando piensa sobre su punto de vista político, ¿dónde se encontraría usted en esta escala? Dígame el número. (LAPOP 2017)(3)
El gráfico 1 presenta la evolución de los porcentajes de las muestras que se identificaron con la izquierda, centro, derecha, y quienes no contestaron a esta pregunta, comenzando en 2004 y hasta 2016.(4)
Fuente: elaboración propia a partir de datos de El Barómetro de las Américas. © Barómetro de las Américas por LAPOP, 2004-2016; v.ECU17ts_1.0.
Como se puede ver en el gráfico 1, los porcentajes de ciudadanos que se identifican con la derecha en Ecuador se han mantenido relativamente estables en niveles de entre el 12 y el 15% de la población. La excepción a estos números se encuentra en 2016, a pocos meses de que Rafael Correa abandonara el poder.(5) El cambio visto en 2016 es el más significativo de todos, y probablemente sea el más fácil de explicar, ya que coincide con la crisis del correísmo -movimiento abanderado del “socialismo del siglo XXI” ecuatoriano- que había iniciado en 2014 con la crisis mundial de los commodities, y que se había agudizado en 2015 y 2016 cuando varios escándalos de corrupción que involucraban a altos cargos del régimen de Correa empezaron a ventilarse (Meléndez y Moncagatta 2017). El incremento en la identificación con la derecha, en este sentido, podría ser tomado como síntoma de una reacción anticorreísta que estaba ocurriendo en la sociedad ecuatoriana en aquellos años.
Quienes se ubican en el “centro” de la escala ideológica son siempre el grupo mayoritario. Más del 40% de la población ecuatoriana(6) adopta posiciones centristas año tras año. Es verdad que se puede ver una caída de los niveles de gente que expresaba esta identificación en 2008, pero los números rápidamente se recuperan y se mantienen estables: en 2016 se encuentra exactamente el mismo porcentaje de gente que se identificaba con el centro que en 2004: 45,7%.
Es particularmente interesante analizar la evolución de las personas que no emiten una respuesta a la pregunta de “ideología” (los “NS/NR”). La norespuesta a esta pregunta ha sido regularmente alta en la región latinoamericana (Zechmeister 2015, 201-202)(7), y los números que muestra Ecuador a lo largo de los años no son la excepción, salvo en el 2016, cuando se encuentra un número significativamente inferior a los encontrados en otros años, y en comparación con los números regionales. Si bien la caída en la no respuesta a esta pregunta empieza a evidenciarse en el 2010, es el cambio del 21.5% de personas que no responden en el 2014 al 8.7% en el 2016 el más llamativo, porque aparte de ser importante en magnitud, coincide con un incremento de casi 9 puntos porcentuales en la identificación con la derecha durante el mismo período. El aparente proceso de polarización ideológica entre los ciudadanos ecuatorianos ya venía gestándose: desde el 2010 la izquierda había ido ganando adherentes paulatinamente hasta llegar a un 22.5% -su punto más alto- en el 2016. La derecha también llega a su punto más alto en el 2016, con 23.2% de la muestra identificándose con esa posición. Pero lo más interesante de la evolución del fenómeno de la polarización del electorado ecuatoriano durante el correísmo es que posiblemente esta se dio a costo de la no respuesta: no eran ciudadanos del “centro” ideológico quienes poco a poco iban haciendo más extremas sus posiciones. Al parecer, eran las personas que antes preferían “no saber” o “no contestar” la pregunta, quienes ahora habían decidido decantarse por uno de los dos extremos.
a. Análisis bivariados
A continuación, hacemos una revisión de la relación de la identificación con la derecha en Ecuador con distintos factores que podrían tener relevancia para explicarla. Para esto hacemos análisis bivariados de la identificación con la derecha a partir de tres variables que hemos mencionado y que podrían estar asociadas al posicionamiento ideológico de las personas en el Ecuador: la región (costa vs. sierra), la clase social (operacionalizada en términos de niveles de educación y quintiles de riqueza) y el grado de religiosidad.
El gráfico 2 confirma lo dicho acerca de la fuerza de la derecha en la región de la costa ecuatoriana. Hay una diferencia estadísticamente significativa e importante en términos de magnitud entre las probabilidades de identificarse con la derecha entre quienes viven en la costa y la sierra (la región amazónica, también llamada “oriente” es la región menos poblada del Ecuador, lo que hace que su análisis no sea particularmente relevante). La diferencia encontrada entre la costa y la sierra probablemente esté relacionada con algunas de las mencionadas estrategias de la derecha, como la territorialización de varios de sus actores principales y su concentración en cooptar puestos de poder a nivel local en esa región. Cabe recordar que la alcaldía de Guayaquil -la ciudad más poblada del país- ha sido ocupada por el Partido Social Cristiano desde el 1992 hasta la actualidad, primero por León Febres Cordero, y posteriormente por Jaime Nebot. Además, como hemos dicho, los actores más importantes de la derecha ecuatoriana en las últimas dos décadas han surgido de Guayaquil: Álvaro Noboa del partido PRIAN, Jaime Nebot del Partido Social Cristiano, y Guillermo Lasso del Movimiento CREO.
Una de las hipótesis recurrentes en la literatura sobre ideología es que la izquierda, por su concentración en la reducción de desigualdades sociales, encontraría más adeptos entre los sectores más pobres de la sociedad (Bobbio 1996; Luna y Rovira 2014). Al examinar la relación entre niveles de riqueza e identificación ideológica de los ecuatorianos, encontramos resultados interesantes. El gráfico 3 presenta las probabilidades de identificarse con las distintas opciones ideológicas por quintiles de riqueza.(8)
Al revisar el gráfico 3 (esquina inferior izquierda), podemos notar una aparente diferencia entre las personas con niveles de riqueza más bajos (quintiles 1-3) que tienden a identificarse con la derecha en niveles significativamente mayores a las personas con niveles de riqueza más altos (quintiles 4-5). Este hallazgo contraría la hipótesis planteada antes sobre la relación positiva entre riqueza e identificación con la derecha. En Ecuador, por lo menos a primera vista, los pobres tienden a identificarse más con la derecha que los ricos.
El gráfico 3 arroja otros resultados significativos para el análisis. Por ejemplo, se puede distinguir que hay una relación positiva, aunque no demasiado fuerte en términos sustantivos, entre nivel de riqueza y probabilidad de identificarse con la izquierda. La izquierda ecuatoriana ha sido tradicionalmente ilustrada, proviniendo un componente importante de sus adherentes de estratos sociales medios y medios-altos (Espinosa 2010, 701). En cuanto al “centro”, se ve una relación positiva entre probabilidad de identificarse con el centro y nivel de riqueza. Pero la relación que realmente resalta es la que existe entre nivel de riqueza y las probabilidades de “no responder” la pregunta (esquina inferior derecha). Hay una fuerte relación negativa entre riqueza y no contestar la pregunta sobre ideología en el Ecuador: las personas más ricas tienen una importante diferencia menor en las probabilidades de no contestar la pregunta que las personas más pobres. La riqueza pareciera hacer una diferencia a la hora de decidir emitir una respuesta en cuanto al posicionamiento ideológico.
Si además de la riqueza tomamos el nivel de educación como un componente de clase social, encontramos que los hallazgos del gráfico 3 no se confirman en el gráfico 4. En Ecuador no se ve una clara relación entre la identificación con la derecha y el nivel de educación. Si bien hay una tendencia negativa en los coeficientes, las diferencias entre los tres niveles de educación no son estadísticamente significativas: los ecuatorianos más educados tienden a identificarse en probabilidades similares con la derecha como los menos educados.
Pasando a las relaciones de la identificación con la derecha con valores sociales, examinamos un concepto al que se le ha otorgado importancia central como “valor tradicional” en varias teorías de modernización: la “religiosidad” de las personas (Inglehart y Welzel 2005). En este caso, la religiosidad es operacionalizada mediante la pregunta: “¿podría decirme, qué tan importante es la religión en su vida?” que incluye como posibles respuestas una escala de cuatro puntos: “muy importante”, “algo importante”, “poco importante”, y “nada importante”. Se argumenta que las ideologías de derecha tienden a estar vinculadas a posturas más conservadoras y tradicionales, en las que la religión juega un papel central. El gráfico 5 muestra las probabilidades de identificarse con la derecha por niveles de religiosidad.
El gráfico 5 permite ver que hay un grupo que se despega significativamente del resto: aquel que califica a la religión como “muy importante” en su vida. Ese grupo, que agrupa a un nada despreciable 60% de los ecuatorianos, muestra una probabilidad de expresar identificación con la derecha mayor a la de los otros tres. A primera vista, pareciera existir una relación positiva entre nivel de religiosidad y probabilidad de identificación con la derecha.
b. Modelos de regresión logística para identificación con la derecha
Para indagar con mayor profundidad la naturaleza de la identificación con la derecha en Ecuador, especificamos cuatro modelos de regresión logística en los que incluimos como variables explicativas distintas características sociodemográficas, valores, y actitudes políticas. Como variable dependiente utilizamos un indicador binario de “identificación”(9). Utilizamos los datos agregados de los Barómetros de las Américas desde el 2008 hasta el 2016, época en la que Rafael Correa se encontraba en el ejercicio del poder(10) en Ecuador. La tabla 2 muestra los resultados de los modelos para “identificación con la derecha”, expresados en los odds ratios arrojados por la estimación.
1 | 2 | 3 | 4 | |
Región (costa) | 1.597*** | 1.596*** | ||
(0.102) | (0.121) | |||
Edad (cohortes) | 1.091 | 1.077 | ||
(0.118) | (0.137) | |||
Educación (años) | 0.681* | 0.624** | ||
(0.104) | (0.108) | |||
Quintiles de riqueza | 1.002 | 0.917 | ||
(0.096) | (0.105) | |||
Religiosidad | 1.097 | 1.214 | ||
(0.128) | (0.150) | |||
Orgullo de nacionalidad | 1.639* | 1.519* | ||
(0.322) | (0.319) | |||
Tolerancia a la homosexualidad | 0.969 | 0.985 | ||
(0.099) | (0.108) | |||
Confianza interpersonal | 0.861 | 0.832 | ||
(0.099) | (0.100) | |||
Eficacia política interna | 1.736*** | 1.919*** | ||
(0.220) | (0.278) | |||
Aprobación presidencial | 0.539*** | 0.485*** | ||
(0.082) | (0.082) | |||
Apoyo a la democracia | 0.881 | 0.886 | ||
(0.110) | (0.128) | |||
Orgullo por el sistema político | 2.234*** | 2.286*** | ||
(0.285) | (0.323) | |||
Observaciones | 10383 | 8303 | 9585 | 7563 |
Pseudo R 2 | 0.010 | 0.002 | 0.011 | 0.027 |
Odds ratios. Errores estándar entre paréntesis * p<0.05, ** p<0.01, *** p<0.001
Fuente: elaboración propia a partir de datos de El Barómetro de las Américas. © Barómetro de las Américas por LAPOP, 2008-2016; v.ECU17ts_1.0.
Los modelos especificados para explicar la identificación con la derecha de los ecuatorianos son débiles, con R²s de 2.7% o menos. Aunque se distinguen algunas variables con coeficientes significativos, la debilidad en términos de poder explicativo de los modelos habla de la ausencia de correlatos fuertes con la identificación ideológica en el país. La ideología pareciera ser un concepto difuso, sin significado claro entre la ciudadanía: pareciera no tener un componente de valores (dados los coeficientes no significativos de religiosidad y de tolerancia a la homosexualidad). Un fenómeno parecido ya había sido reportado por Zechmeister cuando discutía de la debilidad de la semántica “izquierda-derecha” a nivel latinoamericano en general y ecuatoriano en particular (2015).
Entre las variables que muestran un coeficiente significativo en los modelos se encuentra la región (costa), confirmando lo previamente visto en los análisis bivariados. Ser de la costa tiene un efecto positivo -por sí mismo- en la probabilidad de identificarse con la derecha en el Ecuador. Como hemos sugerido antes, esto está probablemente relacionado con las estrategias de territorialización y con los fuertes líderes de la derecha que han surgido de la región en las últimas tres décadas. Entre las variables sociodemográficas, se distingue además un efecto negativo significativo(11) de la educación: a mayor nivel de educación, menor probabilidad de identificarse con la derecha. Esto sorprende, primero porque dicha relación no había aparecido anteriormente en los análisis bivariados, pero además porque va contra la teoría de que las clases más bajas de la sociedad tenderían a identificarse más con la derecha. Otras variables que tienen coeficientes significativos son la eficacia política, el orgullo por la nacionalidad y el orgullo por el sistema político, que demuestran relaciones positivas.
Una variable que muestra un coeficiente negativo y estadísticamente significativo es la “aprobación presidencial”: a mejor evaluación del trabajo del presidente, menor probabilidad de identificarse con la derecha. Teniendo en cuenta que los modelos fueron especificados usando datos agregados del 2008, 2010, 2012 y 2016, el hallazgo hace sentido: quienes mejor evaluaban a Correa -quien se presentaba a sí mismo como de “izquierda”- tendían a tener menores probabilidades de autoidentificarse como “de derecha”. Podrían tomarse estos coeficientes como un ejemplo de “identidades políticas negativas” (Meléndez y Rovira 2017), en los que, más que una posición ideológica, se distingue una reacción negativa ante el involucrado a la hora de tomar la decisión electoral. Ahora, pareciera ser que el “efecto péndulo” en las actitudes hacia los presidentes de los ecuatorianos, si bien podría tener un significado ideológico difuso a nivel de las personas, se ancla en la clara oferta que hacen en términos de la semántica “izquierda-derecha” las élites y actores políticos varios.
Conclusiones
Como hemos demostrado mediante un análisis tipo process tracing, la derecha ecuatoriana en las últimas décadas ha logrado sobrevivir condicionamientos estructurales adversos como el desgaste de los partidos y el desprestigio del neoliberalismo. A pesar de que múltiples variables han incidido en el éxito o fracaso de la derecha a lo largo de las últimas dos décadas, el efecto péndulo ligado al ciclo de los commodities es un factor explicativo relativamente fuerte. La izquierda correísta ganó sucesivas elecciones y consultas populares cuando había una economía en crecimiento debido a los altos precios de los commodities, pero una vez que los precios de estos iniciaron su declive, aumentó el descontento y la derecha pudo hasta cierto punto capitalizarlo. Ello es consistente con el análisis estadístico realizado, que indica que la identificación ideológica es débil entre los votantes ecuatorianos y que solo un porcentaje bajo del electorado -concentrado mayoritariamente en la costa- se define como de derecha.
Como la derecha tiene momentos electorales en que se aproxima a obtener una votación mayoritaria, habría que concluir que es por un efecto péndulo asociado a los ciclos de los commodities. Si no, sería imposible cuadrar el círculo que implica la existencia de giros hacia la derecha o hacia la izquierda sin votantes ideológicos. La división conceptual del campo político en torno a un eje izquierda-derecha asegura no solo la pervivencia de la derecha, sino su capacidad para capitalizar el fracaso de la izquierda, ya que el efecto péndulo gira de un polo ideológico al otro.
Con el agotamiento actual del giro hacia la izquierda, existe un alto potencial de un efecto péndulo contundente. El correísmo sigue siendo el blanco de críticas permanentes no solo de la derecha, sino del gobierno de Lenin Moreno. La deslegitimización del correísmo y la progresiva adopción de políticas promercado tienden a reforzar el giro hacia la derecha. Como indica el relativamente buen desempeño de Guillermo Lasso en las elecciones de 2017 y la dependencia que tiene el gobierno de Lenin Moreno de sus aliados socialcristianos, el efecto péndulo podría culminar en un gobierno claramente de derecha en las elecciones generales de Ecuador en 2021.