Introducción
La Amazonia es el bosque tropical más extenso del planeta y alberga la cuenca del río Amazonas con una extensión de alrededor de 7 400 000 km2, que representa el 4,9 % del área continental mundial. Esta es una de las zonas más biodiversas del planeta y abarca territorios en los países suramericanos de Brasil, Perú, Bolivia, Colombia, Venezuela, Ecuador, Guyana Francesa y Surinam (CADMA, PNUD, TCA y BID, 1987). En Colombia, se encuentra cerca del 6,5 % de la Amazonia suramericana, con una extensión de 483 119 km2. El paisaje de piedemonte amazónico tiene una altitud superior a los 300 metros y se localiza en los Departamentos de Putumayo y Caquetá, en la confluencia entre la cordillera de los Andes y la cuenca amazónica (Hernández y Naranjo, 2007).
En el piedemonte amazónico habita cerca del 75 % de la población de la Amazonia colombiana que, para el Caquetá, equivale a unos 420 337 habitantes, de los cuales 189 135 viven en la zona rural. En Caquetá, el paisaje de lomerío abarca el 68,4 % de la extensión del Departamento; el paisaje de montaña, un 11,5 %; un 8,43 % corresponde al paisaje de valle, y un 0,72 % al paisaje de piedemonte amazónico (UPRA, 2018). En materia económica, en esta zona de piedemonte amazónico se produce más del 95 % del producto interno bruto departamental (Arcila, 2011), valor que en la actualidad representa el 0,4 % del producto interno bruto (PIB) nacional (DANE, 2019).
El modelo ganadero predominante es extensivo y con baja capacidad para generar empleos permanentes, debido a las difíciles condiciones ambientales de humedad y fragilidad de los suelos, además de los conflictos de orden social. Aunado a esto, se encuentran los fenómenos sociales asociados al conflicto armado, los bajos niveles de gobernabilidad y la deteriorada infraestructura vial y tecnológica. El principal uso del suelo en el Departamento de Caquetá es la ganadería extensiva (Muñoz, 2007; Ramírez et al., 2004; Ramírez et al., 2013). Se calcula que 2 589 493 ha están dedicadas a la actividad ganadera bovina, con 2 177 962 ha en praderas tecnificadas y 399 773 ha en praderas tradicionales distribuidas en los 16 municipios que conforman el ente territorial (UPRA, 2018). Sin embargo, es significativo el aumento de áreas empleadas en pastos para corte, cultivos forrajeros y en sistemas silvopastoriles (Torrijos y Eslava, 2018).
El Departamento de Caquetá registró, desde 2017, un inventario ganadero que lo sitúa en el quinto puesto de Colombia en inventario bovino (Torrijos y Eslava, 2018; Ministerio de Agricultura e ICA, 2019). Los cultivos anuales y transitorios representativos para la economía son: el plátano (Musa paradisiaca L.), la yuca (Manihot esculenta Crantz), el maíz tradicional (Zea mays L.), el caucho (H. Brasiliensis Muell Arg.), la caña panelera (Saccharum officinarum L.), el café (Coffea arabica L.), el cacao (Theobroma cacao L.), el copoazú (Theobroma grandiflorum (Willd. ex Spreng.) K. Schum. 1886), el arroz (Oryza sativa L.), la piña (Ananas comosus (L.) Merr., 1917), el arazá (Eugenia stipitata Mc Vaugh), el chontaduro (Bactris gasipaes Kunth), el frijol (Phaseolus vulgaris L.), la sacha inchi (Plukenetia volubilis L.), cítricos varios y flores de heliconias, entre otros. La actividad agrícola ocupa el 3,1 % del PIB departamental (ICER, 2013).
Entre los principales componentes ambientales afectados por la actividad agropecuaria se encuentran los siguientes: las características físicas del suelo, por efecto de la compactación o apelmazamiento por pisoteo; la pérdida de la biodiversidad, por deforestación e impactos en la cobertura boscosa; la contaminación atmosférica, a través de la tala y quema, y la emisión de gases de efecto invernadero (GEI) por fermentación entérica de los animales y la gestión del estiércol (Álvarez et al., 2012; Peters et al., 2013). El componente económico presenta un impacto positivo al generar fuentes de empleo, pero a bajo costo. Sin embargo, el principal efecto de los sistemas agropecuarios en el paisaje amazónico ha sido la deforestación para comercialización de maderas y para la introducción de pasturas con fines ganaderos (Muñoz, 2007; Ocaña, 2011; Ramírez et al., 2004; Ramírez et al., 2013).
El Departamento de Caquetá, en su plan de desarrollo, propone la transformación del campo y la seguridad alimentaria como línea estratégica de competitividad, porque la inseguridad alimentaria alcanza al 54,4 % de la población (Pacheco, 2016; Mendoza, 2018). La inseguridad alimentaria en el Departamento es palpable, puesto que sólo produce el 12,49 % de los alimentos que consume (López, Vinasco y Heredia, 2015) y además con altos costos ambientales: deforestación del 27,5% con 60 373 hectáreas según el Instituto de Hidrología, Meteorología y Estudios Ambientales (IDEAM, 2018); en un contexto de pobreza monetaria de 32,1%, valor que supera la media nacional.de 26,9% según el DANE, (2018).
Florencia, capital del Departamento, la zona urbana y rural de mayor consolidación en la región amazónica, cuenta con 63 399 predios (Instituto Geográfico Agustín Codazzi [IGAC], 2018), 20 508 habitantes rurales y 154 331 habitantes urbanos (DANE, 2021). En su producción agropecuaria, tiene 98 084 hectáreas en ganadería extensiva, 1 000 en piscicultura, 3 662 en cultivos de pancoger, 1 187 en café, 844 en plátano, 325 en caña panelera, 312 en cacao, 30 en yuca y 25 en piña. La baja producción de alimentos genera una dependencia de mercados externos (Pulecio, 2017). En cuanto a las víctimas del conflicto armado, que representan el 67 % del total de la población, se requiere una superación integral de los daños, entre los que está el fortalecimiento de la seguridad alimentaria (Ruíz, 2020).
Florencia tiene 5 894 hectáreas en cultivos agrícolas, dentro de las cuales se encuentra la comunidad rural de Villa Hermosa, con una mínima producción de plátano y café (Pulecio, 2017). Allí se registra una zona demográfica consolidada, con potencial de seguridad alimentaria y daños ambientales (Cicery y Portilla, 2018). Por lo anterior, se planteó la siguiente pregunta: ¿cómo tipificar y caracterizar los sistemas agropecuarios a partir de sus aspectos socioeconómicos, ambientales y de seguridad alimentaria de la comunidad rural de Villa Hermosa en el piedemonte amazónico de Florencia, Caquetá? El objetivo de este artículo fue tipificar y caracterizar los sistemas agropecuarios en aspectos socioeconómicos y ambientales que involucren la seguridad alimentaria en esta zona. Como variables de la tipificación se incorporó la Propensión Marginal al Consumo (PMgC) y el puntaje de eficiencia técnica de cada finca (ET). La información resultante permite generar orientaciones para el diseño de políticas de desarrollo rural y estrategias que fortalezcan las acciones sobre la seguridad alimentaria del lugar.
Revisión literaria
Seguridad alimentaria en la zona rural
La explotación de zonas rurales ocurre debido al derecho que tienen los propietarios sobre la ocupación y disposición de sus suelos productivos. Es aquí donde se vincula el concepto de seguridad alimentaria, que trata del derecho que tienen las poblaciones, las naciones y las regiones para definir sus propias políticas agrarias y producir alimentos (Heinisch, 2013). La seguridad alimentaria existe cuando la totalidad de personas están libres de hambre en todo momento con la cantidad suficiente de nutrientes (Kaci et al., 2015; FAO et al., 2018). Las dimensiones de la seguridad alimentaria se refieren a la disponibilidad, el acceso, la utilidad y la estabilidad (FAO et al., 2020; MinSalud, 2013). El cumplimiento de las cuatro dimensiones supone la existencia de seguridad alimentaria en una población en un territorio dado. La disponibilidad se refiere a la cantidad y calidad suficiente de alimentos; el acceso se refiere a los mercados y políticas que permiten la gestión física y económica que garantiza el alcance de los alimentos. La utilidad se refiere al saneamiento, seguridad y nutrición. La estabilidad hace alusión al ambiente, resiliencia que garantiza el abastecimiento de los alimentos como servicio ecosistémico renovable (Silva et al., 2015; Torres, 2020; PMA, 2018).
La base de la seguridad alimentaria está en producir alimentos y su importancia trasciende si se articulan los actores clave: productores, fabricantes, distribuidores, comerciantes, clientes y gobierno, y se logra una producción y flujo de alimentos que responda a las necesidades de la comunidad (Anderson, 2018). Otro concepto relacionado es la soberanía alimentaria, la cual es un derecho de los pueblos para decidir sobre sus propios sistemas de producción agrícola y de alimentos para contar con una apropiada producción, salud y cultura de alimentos. Esto desde métodos ecológicamente sanos y sostenibles (Swartz et al., 2018). En Colombia, el Consejo Nacional de Política Económica y Social (CONPES) crea la Política Pública Nacional de Seguridad Alimentaria y Nutricional mediante el documento CONPES 113 (2008), con el propósito de dar garantía a la disponibilidad, acceso y consumo de alimentos de forma oportuna y permanente en variedad, cantidad, calidad e innocuidad (Niño y Mora, 2016).
La seguridad alimentaria está en alerta global debido al cambio climático, a la explotación del uso del suelo y a la disminución del agua apta para la agricultura, situación que pronostica dificultades para la producción de alimentos en el año 2050, el cual tiene un estimado poblacional de entre 9 100 (Pérez et al., 2018) y 9 700 millones de personas (Banco Mundial, 2019). Aunado a ello, es claro que, en las zonas rurales, no existe una cultura del ahorro ni de la baja productividad, debido a la ineficiencia técnica y asignativa en el uso de los recursos, que impide la transición de los sistemas de economías rurales precarias hacia economías de acumulación de capital y tecnificación. Esto se debe a factores culturales asociados a los bajos niveles educativos, altos niveles de pobreza y pésima infraestructura vial en la zona, entre otros problemas como el desplazamiento y el despojo de tierras, así como el éxodo rural como problemas aunados al conflicto armado y a los cultivos ilegales (García et al., 2019).
Consumo, ingreso y ahorro en los sistemas agropecuarios
El comportamiento del consumo o del gasto en las familias del campo es un componente importante en la economía familiar, pues de allí surge el ahorro o el endeudamiento que tiene como destino el flujo de recursos monetarios. Estos recursos serán un factor determinante en la consolidación o fortalecimiento de la actividad económica y de su nivel de producción a partir de las transferencias. Estas se dan por la adquisición de tecnologías, por la calidad de las semillas, de los fertilizantes y de los pesticidas, entre otros, de forma que el comportamiento del consumo se relaciona con el desarrollo económico de las fincas, con el pago de deudas y con las respuestas a los cambios en la agricultura o en lo agropecuario respecto de la política económica (Muhammad, Sarfraz, y Kashif, 2015).
El consumo de las familias depende de factores como el nivel educativo, el número de personas en el hogar o el nivel de ingresos; aspectos endógenos que forman parte de la cultura del contexto. No obstante, el consumo o gasto también depende de factores no controlables como los precios del mercado, los precios de los insumos, las tasas de interés, las variaciones ambientales que comprometen la productividad de los suelos o las condiciones. La seguridad alimentaria, por su parte, está relacionada con los patrones de consumo en el campo, pues la tierra es la que puede proveer nutrientes directamente a las familias dados los cultivos de pancoger o la producción de bienes y servicios del campo, materias primas o agrotransformados.
Criterios de tipificación y caracterización de sistemas agropecuarios
Los sistemas agropecuarios son un conjunto de componentes físicos y socioeconómicos que se interrelacionan para responder a una demanda de productos del sector rural (Becht, 1974). En el enfoque de la teoría general de los sistemas, es convencional emplear el término finca como sinónimo de sistema agropecuario cuando se refiere a esta unidad productiva como el flujo continuo de entradas y salidas de materiales, energía, información, recursos tecnológicos y de capital, direccionado por subsistemas socioeconómicos que incluyen la vivienda y los hogares al interior de estas (Hart, 1990; Pardo, 2005).
La tipificación se refiere a la construcción de tipos posibles de grupos sociales que se formulan observando una realidad y agregando una serie de categorías y características a esta según corresponda (Becht, 1974). Al momento de tipificar, se deben tener en cuenta variables de tipo espacial, variables de control, variables de validación, tipos de actividades productivas, orientaciones de la producción, costos de producción, destinos de la producción, fuentes de la mano de obra, el nivel tecnológico, el uso del suelo, la clase de actividad y el nivel empresarial (Instituto Amazónico de Investigaciones Científicas, SINCHI, 2015). Algunos criterios de clasificación planteados por Hart (1982) se relacionan con la cantidad y tenencia de la tierra, el tipo de mano de obra contratada (familiar u externa) y su precio, el capital del productor, los niveles de producción, los ingresos generados por la actividad agropecuaria y la optimización, así como con el número de subsistemas (cultivos, ganados, forestales, peces, especies menores y las diferentes coberturas encontradas en la finca).
La tipificación y la caracterización son actividades relevantes para el análisis del funcionamiento de los sistemas productivos rurales. Requieren describir la relación entre variables de naturaleza social, económica, cultural, ambiental, productiva y tecnológica, lo cual deja ver la complejidad del ejercicio (Mainar et al., 1993). El término caracterización se refiere a la identificación de atributos primordiales de las variables mencionadas y sus interrelaciones en las unidades productivas (Hart, 1990).
Materiales y métodos
Área de estudio
El estudio se desarrolló en el corregimiento de Villa Hermosa, vereda Santo Domingo, ubicada en Florencia-Caquetá, Colombia, la cual se localiza entre la latitud 1°36’27,12’’N y longitud 75°43’53,65’’O (figura 1). En la vereda Santo Domingo existen 236 predios que representa cerca de 395,9 hectáreas de suelos para cultivos y 181 predios con cerca de 1 960,2 hectáreas destinadas a la producción pecuaria (Pulecio, 2017).
Tipo de investigación
El estudio se enmarca en el paradigma del positivismo y es de corte descriptivo, ya que buscó identificar los grupos o tipos de predios agropecuarios a partir de sus principales variables de naturaleza económica, social, política, ambiental y de seguridad alimentaria. Así mismo, de acuerdo con los métodos de análisis de la información, la investigación es de naturaleza cualitativa y cuantitativa (Hernández, Fernández y Baptista, 2014).
Población y muestra
Las unidades objeto de estudio fueron las fincas o sistemas productivos ubicados en la zona rural del corregimiento Villa Hermosa de la vereda Santo Domingo del municipio de Florencia, Caquetá-Colombia, ubicado en el paisaje de piedemonte amazónico (figura 1). Se aplicó un muestreo por conveniencia no probabilístico (Jany, 1994) que, aunque puede sesgar los datos, fue necesario ante la dificultad en la obtención de la información debida al temor de la comunidad asociado con factores de orden público y con limitaciones en el acceso. De una población de 226 fincas en la zona de Villa Hermosa, se logró contar con la información de 61 predios, que representan el 27 % de la población. La muestra fue conformada por 8 familias de colonos (provenientes de otras tierras), 38 familias oriundas de Villa Hermosa y 15 familias desplazadas por el conflicto armado (Chilatra, 2019).
Información primaria
La recolección de datos se hizo mediante la aplicación de una encuesta semiestructurada dirigida a propietarios y productores, en la cual se indagó sobre las variables para la caracterización y posterior tipificación. La encuesta contó con diferentes bloques de preguntas: información sociodemográfica del productor y la unidad familiar, características de la finca y aspectos técnicos de la producción, información financiera y ambiental, y la perspectiva del productor sobre seguridad alimentaria desde su finca. Se realizó un taller y una charla personalizada a manera de entrevista con cada uno de los productores encuestados, allí se les explicó sobre el concepto de seguridad alimentaria, su importancia, condiciones, repercusiones y ventajas.
Tipificación y caracterización
Las variables empleadas para la tipificación y caracterización, a partir de las variables propuestas por Escobar y Berdegué (1990), se describen en la tabla 1.
Dimensión | Variables de análisis |
---|---|
Social | Género, edad, nivel educativo, número de personas en el hogar, tenencia de tierras, extensión, uso del suelo, vías de acceso, servicios públicos. |
Económico | Actividad económica, tipo de mano de obra, número de empleos, valor de la finca o precio total y por hectárea, nivel de producción, uso del suelo, gastos, ingresos, propensión marginal al consumo. |
Ambiental | Uso del suelo en coberturas en bosque, pasturas y cultivos |
Político | Percepción sobre el orden público, el apoyo del gobierno y de los sectores. |
Seguridad alimentaria | Número de productos cultivados, percepción de la comunidad. |
Fuente: elaboración propia.
Para la tipificación de los sistemas productivos se combinó el análisis estadístico descriptivo con el análisis multivariado. Las técnicas de análisis estadístico multivariado son herramientas eficientes para la tipificación y clasificación de fincas, pues el concepto de sistema involucra múltiples variables y su interacción en un contexto espacio-temporal en relación con subsistemas económicos, políticos, sociales, tecnológicos y ambientales (Pardo et al., 2020).
Las etapas para tipificar y caracterizar fueron: revisión literaria para selección de variables, selección de la muestra de estudio, construcción del instrumento para la recolección de la información, realización del trabajo de campo mediante la técnica de encuesta, sistematización y elaboración de la base de datos, aplicación de técnicas estadísticas multivariantes y validación de la tipología. El tratamiento de los datos partió de la sistematización de la información en una hoja plana, con una matriz de orden n por m; con n fincas (filas) por m variables de tipificación (columnas). Luego, se empleó el programa InfoStat, versión académica 2020, para realizar el análisis multivariado de agrupamiento, específicamente, un análisis de conglomerados con los criterios Ward y Gower (Balzarini et al., 2008) en el análisis jerárquico de datos. Finalmente, se validó la relevancia estadística de cada variable en los tipos de fincas a partir de una prueba de medias.
Estimación de la propensión marginal al consumo
Para comprender el comportamiento de la economía familiar, se observó la relación entre los ingresos y los gastos de consumo. Se aplicó el criterio de la teoría keynesiana denominado propensión marginal al consumo (PMgC). La teoría del consumo, desarrollada por John Maynard Keynes en 1936, establece que, por ley psicológica fundamental, los individuos, en general (en promedio), están dispuestos a incrementar su consumo en la medida en que su ingreso aumenta, pero no en la misma cuantía del aumento en su ingreso; es decir, que por un aumento generado en el nivel de ingreso, el cambio en el gasto generado será menos que proporcional a éste (Vargas, 2015).
Esto permite comprender el comportamiento del gasto en la economía rural de los sistemas agropecuarios en la zona de piedemonte amazónico. Para ello, fue necesario identificar los rubros o la estructura de los gastos familiares y la dinámica del ingreso proveniente de las actividades agropecuarias; a diferencia de lo establecido en ecuaciones macroeconómicas para determinar el gasto, aquí se buscó identificar las variables socioeconómicas determinantes del consumo de naturaleza microeconómica para, posteriormente, calcular la PMgC en los hogares rurales del Villa Hermosa. Se propuso el siguiente modelo econométrico lineal simple (Gujarati y Porter, 2010; Vargas, 2011) (ecuación 1).
Donde G representa la variable dependiente, el gasto o consumo familiar anual en pesos colombianos de 2022. Como variables explicativas se tienen: I, que es una variable continua que representa el ingreso familiar anual en pesos colombianos después de impuestos (al tratarse de economías familiares rurales se tuvo en cuenta el impuesto predial de la finca). La variable estocástica εί es el término de error del modelo con εί ~ N(0, σ2). Los parámetros e¡ son los cambios marginales del modelo; βo representa el consumo autónomo, que no depende de ninguna variable y el β1 será la PMgC, donde se espera, en coherencia con la teoría, que este sea un valor positivo entre 0 y 1. Se empleó el método de estimación de máxima verosimilitud (MLE por sus siglas en inglés) para calcular los parámetros
(los coeficientes, desviación y error estándar respectivamente). Para analizar la validez estadística de los datos y de los resultados obtenidos, se realizaron pruebas de razón de verosimilitud (RV) y una prueba de hipótesis de significancia de t student (t c ). Se empleó el programa econométrico Limdep versión 11.0 (2022).Determinación del puntaje de eficiencia técnica de las fincas
Para saber cuáles son las fincas más eficientes en la generación de ingresos, se empleó el método de análisis de envolvente de datos (DEA por sus siglas en inglés), un método de programación lineal que parte del problema de maximización del ingreso de la finca, para este caso, restringido al uso de la tierra productiva en las hectáreas de cultivos y pasturas para ganadería. El modelo matemático empleó N fincas, que utilizaron una cantidad determinada de insumos (hectáreas de pasturas y cultivos) para producir productos (ingresos mensuales de las actividades agropecuarias) en un periodo de tiempo determinado (t). Se tomó, para la i-ésima finca, la matriz X de insumos de orden (I X 1) y una matriz Y de productos de orden (P X 1), ambas conformadas por los datos observados de las fincas agropecuarias, asumiendo rendimientos constantes a escala.
Los índices se calcularon de acuerdo con la metodología de Coll y Blasco (2006) mediante el programa Banxia Frontier Analyst, versión 4.4, que arrojó índices de eficiencia entre 0 y 1 para cada finca. En esta investigación, se consideraron eficientes aquellas fincas con puntaje igual a 1 y con potencial de mejora aquellas con puntaje inferior a 1 (fincas ineficientes). También, se obtienen las mejoras potenciales de las fincas para observar, a través de un benchmarking, cómo pueden llegar a ser eficientes (Pardo, 2020). Se utilizó el programa Infostat, versión académica, 2020.
Resultados
Caracterización de los sistemas agropecuarios del piedemonte amazónico
Se presentan los usos del suelo, los aspectos sociodemográficos de los productores, las actividades productivas y aspectos relativos a la percepción de la seguridad alimentaria.
I. Usos del suelo
En la muestra predominan, en este orden, fincas medianas, fincas pequeñas, minifundios y microfundios (tabla 2).
Clasificación | Rango (ha) | Frecuencia | Área promedio (ha) | % Relativo |
---|---|---|---|---|
Microfundio | Menor a 3 | 11 | 1,45 | 18 |
Minifundio | 3 - 10 | 12 | 6,80 | 20 |
Finca pequeña | 11- 20 | 14 | 14,74 | 23 |
Finca mediana | 21 - 100 | 24 | 38,37 | 39 |
Finca grande | Mayor a 101 | 0 | 0 | 0,0 |
Total | 61 | 100,0 |
Fuente: elaboración propia.
Las fincas objeto de estudio están a una distancia promedio de 18 km en el trayecto entre Florencia y Villa Hermosa. Estos predios suman cerca de 1 225 hectáreas, cuyos usos del suelo se distribuyen así: el 77,4 % son pasturas, el 12,13 % son bosques, el 6,4 % son cultivos y el 4,07 % tienen otros usos. El promedio de la extensión de las fincas es de 20,1 hectáreas, con mínimo de 0,4 y un máximo de 80. El 100 % de las fincas tienen cobertura boscosa y pasturas, un 90 % tienen cultivos, mientras que un 88,5 % tienen otros usos del suelo como rastrojos. Solo un 8,2 % tienen pastos mejorados. Los cambios que ha sufrido el uso del suelo en los últimos 20 años se muestra en la tabla 3.
Año | Frecuencia | % Relativo | ||
---|---|---|---|---|
2000 | 2010 | 2020 | ||
Agrícola | Agrícola | Ganadero | 2 | 3,3 |
Agrícola | Agrícola Forestal | Ganadero | 14 | 24,0 |
Agrícola | Ganadero | Ganadero | 19 | 31,0 |
Agrícola | Ganadero | Agropecuario | 2 | 3,2 |
Agrícola | Agroforestal | Agropecuario | 1 | 1,6 |
Agrícola | Agropecuario | Ganadero | 5 | 8,2 |
Forestal | Agrícola | Agrícola | 1 | 1,6 |
Forestal | Agroforestal | Ganadería | 1 | 1,6 |
Forestal | Ganadería | Ganadería | 1 | 1,6 |
Ganadería | Ganadería | Ganadería | 15 | 24,6 |
Total | 61 | 100,0 |
Fuente: elaboración propia.
El 70 % iniciaron como parcelas agrícolas, el 5,4 % tenían plantaciones forestales y un 24,6 % eran sistemas ganaderos. El 98,4 %, en la actualidad, se convirtieron en sistemas ganaderos.
II. Aspectos socioeconómicos de los productores de Villa Hermosa
El 29 % de los productores son mujeres cabeza de hogar y el 71 % son hombres. La edad promedio es de 51 años, tanto para hombres como para mujeres, con un mínimo de 25 y un máximo de 80. Adicionalmente, los hogares de la muestra suman 256 personas, con un promedio de 4 por núcleo familiar, con un máximo 10 y un mínimo de 2. Con respecto al ámbito educativo, el 8,2 % no tienen formación educativa alguna, el 51 % tienen educación básica primaria, el 34,4 % son bachilleres y el 6,4 % restante tienen formación profesional. Además, el 99 % saben leer y escribir. Frente al tipo de construcción, se encontró que el 93,5 % de las viviendas de los hogares de la zona están construidas en madera y el 6,5 % están construidas en cemento. Finalmente, 8,2 % de los productores participan en acciones ambientales como la reforestación.
Con respecto a asuntos laborales, en las 61 fincas se generan cerca de 134 empleos, el 100 % de ellos son mano de obra familiar, con un 64 % retribuidos. Los ingresos mensuales de los productores arrojaron un promedio de $1 078 852, con un máximo de $3 000 000 y un mínimo de $250 000. Los productores pagan el impuesto predial anual, donde se registra un valor mínimo de $200 000, un máximo de $1 500 000 y un promedio de $380 000. En materia de gastos mensuales, el promedio fue $1 181 967, de donde se observa que éstos superan los ingresos. Para solventar estas diferencias, el 83,6 % de los productores realizan trabajos extra, venden animales o comercializan otro tipo de productos. En materia de salud, el 4,9 % tienen EPS porque tienen trabajo formal, mientras que el 95,1 % son de régimen subsidiado.
III. Aspectos relacionados con la infraestructura, servicios públicos, apoyos del Gobierno y la banca
En cuanto a las condiciones de las vías de acceso a la finca, el 42,5 % indican que el trayecto tiene un revestimiento en asfalto; un 27,8 % mencionan que estas vías de acceso son caminos de herradura, el 26,2 % indicaron que se encuentran pavimentadas y el 19,6 % mencionan que las vías están sin pavimentar. El 78,6 % reciben ayudas del Gobierno de la siguiente manera: el 75,4 % en aportes en salud, el 9,8 % en educación, el 8,2 % en ayudas alimentarias, el 3,3 % en ayudas en producción y el 1,6 % en vivienda.
Adicionalmente, el 46 % se encuentran en el programa de Familias en Acción, el 24,6 % en programas de adulto mayor, el 18 % hace parte de jóvenes en acción y el 52,4 % está en el programa de alimentación escolar. Por último, el 24,6 % tienen créditos de inversión para las fincas.
Con respecto a asociaciones, el 9,8 % pertenecen a la Junta de Acción Comunal. En cuanto a servicios públicos, el 100 % de la población carece de servicio de acueducto, de internet y de celular; mientras que el 75,4 % cuenta con servicios de energía. Sobre la tenencia, el 100 % de los encuestados son propietarios de las tierras. El promedio de años de la tenencia es de 18,5 años, con un máximo de 50 años y un mínimo de 2. El valor por hectárea de tierra en la zona es de $5 114 000, con valor mínimo de $3 000 000 y un máximo de $7 500 000. El 34 % cuenta con medio de transporte privado y el 66 % se desplazan en medio público.
IV. Actividades agropecuarias y sistemas productivos de Villa Hermosa
La principal actividad del 82 % de las fincas es la ganadería bovina; del 14,8 %, la agricultura; del 1,6 %, la actividad porcícola, y otro 1,6 % restante, avicultura. Como actividad económica complementaria está la agrícola (29,5 %) y especies menores (aves, cerdos y actividad piscícola). El 4,9 % producen café; un 3,3 %, caña; un 1,6 %, naranjas, y un 1,6 %, guayabas. En infraestructura, el 62,3 % cuentan con establos; el 21,3 % cuentan con corrales de aves, el 5 % con moliendas, el 8,2 % con estanques de peces y el 33 % con infraestructura para café. En cuanto a semovientes, la zona registra 546 cabezas de ganado, 59 porcinos, 2 500 aves de corral, 21 000 peces y 50 equinos. El 6,5 % de las fincas producen leche, y el 34,4 %, queso. El 38 % generan agrotransformados así: el 28 % queso y el 72 % pollo por libras. La producción mensual de productos agrícola es la siguiente: 69,4 kg de plátano, 10,4 kg de yuca, 22,3 kg de caña, 40 kg de café, 9,8 kg de cacao y 2,2 kg de frutos. Sobre el alimento e insumos para la producción agropecuaria, la cantidad mensual que se usa en la finca es de 3 169 kg de concentrado, 298 kg de sales minerales, 209 kg de melaza y 16,5 litros de fungicidas. El 98,3 % de las fincas generan ingresos de las actividades agropecuarias y un 63,8 % generan productos para el autoconsumo o cultivos de pancoger.
V. Percepción de la comunidad rural sobre la seguridad alimentaria
El 88 % de la comunidad se aproxima al concepto de seguridad alimentaria, mientras que el 22 % tiene una idea sobre el concepto. Se encontró además que el 100 % de la comunidad no sabe qué es la soberanía alimentaria. Los alimentos de mayor y menor consumo se presentan en la tabla 4, junto con el porcentaje de las fincas que los producen.
Alimentos de mayor consumo | Alimentos de menor consumo | ||
---|---|---|---|
Agrícolas | % de fincas que producen | Pecuarios y procesados | % de fincas que lo producen |
Plátano | 62,3 | Carne res | 40,0 |
Yuca | 55,7 | Pescado | 16,4 |
Arroz | No producen | Pollo | 77,1 |
Papa | No producen | Carne monte | 15,0 |
Frijol | 1,6 % | Harina | No se produce |
Lenteja | No producen | Chocolate | No se produce |
Maíz | No producen | Hamburguesa | No se produce |
Tomate | 14,7 | Empacados | No se produce |
Verduras | No producen | Cereal | No se produce |
Frutas | No producen | Queso | 27,8 |
Huevos | 88,5 | Leche | 54,1 |
Cebolla | 16,4 | Coles | 8,2 |
Fuente: elaboración propia.
El 90,2 % de las familias consideran que se alimentan muy bien. El 59 % sostienen que el campo les ofrece lo necesario y con productos de calidad; el 24,6 % afirman que éstos alimentos son frescos y saludables, y el porcentaje restante consideran que deberían cosechar más para tener abundancia. El 16,4 % restante opina que se no alimentan bien porque tienen poca variedad y cantidad o porque no se cosecha lo suficiente, lo cual tiene los siguientes orígenes según los habitantes: el 41,4 % indica que los precios de venta son muy bajos, los costos muy altos y productos importados económicos; el 34,4 % menciona que falta eficacia en las políticas de gobierno sobre desarrollo rural; el 6,5 % lo atribuye a la pobreza, al desconocimiento y a la desmotivación; el 6,5 % cree que las nuevas generaciones y algunos apoyos del Gobierno hacen que las personas quieran más dinero con menos esfuerzo; el 4 % lo adjudica al mal estado de las vías y otro 4 % a los cultivos ilícitos, que son más rentables. De otro lado, el 3,2 % menciona que existe una concentración de las tierras más productivas. Por otra parte, los alimentos potenciales que podrían cultivarse se resumen en la tabla 5.
Agrícolas | % de fincas que podrían producirlo | Agrícolas | % de fincas que podrían producirlo |
---|---|---|---|
Plátano | 100 | Uva | 16 |
Yuca | 100 | Cocona | 100 |
Caña | 100 | Aguacate | 16 |
Café | 85 | Remolacha | 6 |
Cacao | 100 | Brócoli | 15 |
Arracacha | 44 | Frijol | 100 |
Naranja | 83 | Arroz | 69 |
Mandarina | 74 | Arveja | 83 |
Arazá | 100 | Lenteja | 56 |
Limón | 100 | Soya | 6 |
Piña | 100 | Garbanzo | 5 |
Cebolla | 23 | Granadilla | 8 |
Tomate | 18 | Lulo | 90 |
Ajo | 4 | Papaya | 100 |
Acelga | 22 | Maracuyá | 57 |
Zanahoria | 16 | Apio | 24 |
Coliflor | 18 | Cilantro | 4 |
Fuente: elaboración propia.
Desde la perspectiva de los productores, existe disponibilidad en los alimentos para el 91,8 % y acceso para el 100 %. Sin embargo, después de los talleres con la comunidad, donde se clarifica el concepto de seguridad alimentaria, la valoración general arrojó los siguientes resultados (ver tabla 6).
Valoración (0 - 10) | Frecuencia | % relativo |
---|---|---|
6,0 (medio) | 3 | 5 |
5,0 (bajo) | 14 | 23 |
4,0 (bajo) | 22 | 36 |
3,0 (bajo) | 15 | 25 |
2,0 (bajo) | 7 | 11 |
Total | 61 | 100 |
Fuente: elaboración propia.
En una evaluación de 0 a 10, donde 0 es la valoración más baja, y 10 la más alta, el 36 % evaluó la seguridad alimentaria en la finca en una escala de 4; el 25 % la evaluó en 3; el 23 %, en 5; el 11 %, en 2, y el 5 % restante, en 6. Es decir, no se considera que exista una seguridad alimentaria en la zona.
VI. Estimación de la Propensión Marginal al Consumo
La tabla 7 presenta los resultados según el modelo de regresión lineal mediante máxima verosimilitud.
Coeficientes | Error típico | Estadístico t | Probabilidad | |
---|---|---|---|---|
Intercepción | 4.668,29 | 1319,7930 | 3,54 | 0,0008 |
Ingreso | 0,7538 | 0,09543 | 7,9 | 0,0001 |
Fuente: elaboración propia.
La razón de verosimilitud indicó que el modelo lineal por MV fue significativa (xc 2 = 44,012 > 5,99). Con un nivel de significancia del 1 %, los parámetros obtenidos fueron estadísticamente relevantes. La PMgC en el promedio es el coeficiente de la variable ingreso, es decir, 0,7538. Esto significa que, por cada $1 000 de ingreso familiar, se disponen de $216,2 pesos para el ahorro. Con ello, se corrobora el planteamiento de la teoría keynesiana. De esta manera, los ingresos de los 61 hogares suman $789 720 000 anuales, lo que supone un gasto de $595 290 936 según la PMgC hallada, que en un año alcanza un ahorro potencial de $194 429 064. Por hogar, esto corresponde a un ahorro anual de $3 187 361,7 en promedio. El consumo autónomo promedio fue de $4 668 290 anuales.
Tipificación de las fincas a partir del análisis multivariado. Una vez caracterizadas las fincas en sus aspectos estructurales, sociales, políticos, económicos y ambientales, se procedió a hacer un análisis de conglomerados a partir de las variables analizadas. Se encontró que los agrupamientos fueron estadísticamente válidos para las variables: precio por hectárea, extensión del predio, usos del suelo (hectáreas en bosque, en cultivos y en pasturas), ingresos, gastos, la actividad económica ganadera y agrícola, el nivel educativo del productor, la edad y el número de personas en el hogar. El dendrograma muestra que la tipificación dada por los conglomerados conformados, hasta el 50 % de la distancia (1,40), permite definir claramente dos agrupaciones (ver figura 2 y tabla 8).
Variable | Grupo 1 | Grupo 2 | Unidad |
---|---|---|---|
Número de fincas | 26 | 35 | Número de fincas |
Personas hogar | 4,00 | 5,00 | Personas |
Nivel educativo | 1,00 | 2,00 | 1: Primaria, 2: Bachiller |
Edad | 55,00 | 50,00 | Años del productor |
Experiencia | 42,00 | 35,00 | Años |
Mano de obra | 2,00 | 2,00 | Personas |
Bosques | 4,11 | 1,26 | Hectáreas |
Cultivos | 2,10 | 0,67 | Hectáreas |
Pasturas | 26,12 | 7,70 | Hectáreas |
Plátano | 1,92 | 0,55 | Kilogramos mes |
Yuca | 0,33 | 0,05 | Kilogramos mes |
Caña azúcar | 0,73 | 0,09 | Kilogramos mes |
Café | 0,67 | 0,64 | Kilogramos mes |
Cacao | 0,06 | 0,24 | Kilogramos mes |
Frutales | 0,05 | 0,03 | Kilogramos mes |
Vacas | 13,00 | 6,00 | Kilogramos mes |
Ingreso | 1.192.692,31 | 994.285,71 | Pesos colombianos 2022 |
PMgC | 300.173,08 | 248.571,43 | Pesos colombianos 2022 |
Extensión | 33,73 | 9,94 | Hectáreas |
Precio hectárea | 5.153.846,15 | 5.457.142,86 | Pesos colombianos 2022 |
Seguridad alimentaria | 2,0 | 4,00 | Percepción (escala entre 0 a 10) |
Fuente: elaboración propia.
Los dos grupos fueron significativos al realizar el análisis de varianza. A continuación, se presenta la estadística descriptiva de cada uno de los grupos (ver tabla 8).
I. Grupo 1 Sistemas agropecuarios de acumulación simple
Este grupo lo conforman el 43 % de las fincas de la muestra de estudio. La actividad principal de estas familias es la producción y comercialización de cultivos tradicionales (plátano, yuca, caña y café) y, en la parte pecuaria, realizan ganadería de leche con transformados en queso. El nivel educativo predominante en los productores es la primaria. La extensión de las fincas se clasifica, en su mayoría, en la categoría de fincas medianas (según UPRA, ver tabla 1). El número de vacas es superior en un 100 % respecto del grupo 2. Las hectáreas en pasturas, cultivos y bosques triplica a las del grupo 2. De igual forma, el ingreso y la PMgC fueron superiores. En contraste, el valor dado por hectárea de la finca y la valoración de la seguridad alimentaria fue inferior al que se registró en el grupo 2. La experiencia y la edad de los propietarios son superiores.
II. Grupo 2 Sistemas rurales de subsistencia
Este grupo de sistemas familiares está conformado por el 57 % de las fincas de la muestra. Los predios presentan, en promedio, una extensión más baja que las ubica en la categoría de minifundios. Los cultivos tradicionales son de pancoger y cuentan con más ayudas monetarias por parte del Gobierno; motivo por el cual valoran mucho más la seguridad alimentaria y el precio por hectárea respecto del grupo 1. Sin embargo, la puntuación igual indica la insuficiencia que experimentan respecto del sistema alimentario de la zona. Pese a que predomina un nivel educativo mayor (bachilleres), los ingresos y la propensión marginal al consumo son menores. Los principales cultivos que comercializan de forma precaria son el café y el cacao. La propensión marginal al consumo en este grupo es de $50 000 pesos mensuales menos que en el grupo 1. No existen diferencias en la mano de obra y el núcleo familiar es de 5 integrantes.
Eficiencia técnica de los sistemas agropecuarios y sus potenciales de mejora
Bajo un modelo orientado a producto, con rendimientos constantes a escala, se encontraron 3 (6 %) fincas eficientes (con puntajes igual a 1) y 58 fincas ineficientes (94 %) con potencial de mejora relacionados con la subutilización del suelo en cultivos. El 81% de las fincas tuvieron puntajes de ineficiencia entre 0 y 0,1, y el 13 %, puntajes entre 0,1 y 0,2. Las fincas eficientes pertenecen al grupo 1: sistemas agropecuarios familiares de acumulación simple. El promedio de las características de estas tres fincas eficientes se comparó con la finca 25 (que pertenece al grupo 2) con el puntaje de ineficiencia más alto (0,6) para observar el significado del potencial de mejora (ver tabla 9).
Variable | Eficientes | Ineficiente | Potencial de mejora |
---|---|---|---|
Personas hogar | 3 | 10 | No aplica |
Mano de obra | 2 | 3 | Reducir |
Bosques | 1 | 9 | No aplica |
Cultivos | 2 | 6 | Subutilización 4 ha |
Pasturas | 15 | 42 | Subutilización suelo |
PMgC | 358.333,3 | 212.500 | Aumentar el ahorro |
Valor ha finca | 8.000.000 | 5.000.000 | No aplica |
Seguridad A. | 5 | 4 | No aplica |
Ingreso | 1.433.333,3 | 850.000 | Aumentar ingreso |
Vacas | 15 | 28 | No aplica |
Nivel educativo | 2 | 1 | No aplica |
Fuente: elaboración propia.
Se observa cómo las fincas eficientes pueden producir más ingresos con menos hectáreas en pasturas y cultivos, lo cual corrobora la tipificación hallada a partir del análisis multivariado. Sin embargo, en la generalidad, las fincas con mayores ingresos tenían mayor extensión, más cobertura en pasturas y en bosques y combinan actividad ganadera de leche y cultivos tradicionales. Por otro lado, las fincas menos rentables tenían menos extensión (minifundios y microfundios) con una menor inversión en infraestructura y en tierras en pastos y cultivos.
Discusión
Los sistemas rurales familiares en el piedemonte amazónico se caracterizan por la baja productividad, algo que se refleja en los bajos ingresos provenientes del campo y que, a su vez, generan bajos niveles de ahorro, algo necesario para trascender hacia una economía formal o empresarial. Lo anterior evidencia la lentitud y rezago del desarrollo rural, pues estos resultados, en la cronología de estudios en la zona, no difieren de los hallazgos encontrados por Ramírez et al., (2002) y 2004), Pardo (2005), Muñoz (2011), Ramírez et al. (2012), Pardo et al., (2020) y Alemán et al. (2020) donde, adicionalmente, se identificaron otras tipologías que abordan sistemas empresariales en fincas que superan las 150 hectáreas. En estos estudios del piedemonte amazónico, también se destaca el uso intensivo de la tierra en pasturas de baja productividad y de alto impacto ecológico, pero con potencial en el desarrollo de modelos sostenibles a través de manejos agroecológicos en ganadería semi-intensiva y prácticas agrosilvopastoriles (Álvarez et al., 2020).
La tipificación de los sistemas productivos rurales en el piedemonte amazónico obedece, primordialmente, al tamaño de la finca, a su productividad, a su actividad económica, a la tipología (semiempresarial o familiar) y a otros factores sociodemográficos, como el nivel educativo (Pardo et al., 2020). Las variables que se tuvieron en cuenta para la tipificación siguieron los criterios de autores clásicos como Hart (1990) y Becht (1974). Los resultados obtenidos fueron acordes con los hallazgos de Velásquez et al. (2012) en municipios del Caquetá, con los de Rivera (2017) en la zona central del Tolima, con los de Álvarez et al. (2020) en Florencia, Caquetá, y con los de Suárez (2021) en el Huila. Lo anterior a partir de variables como el área, las hectáreas en bosques y pasturas, la ocupación para especies menores, los niveles educativos, las cabezas de ganado y el nivel de producción de leche. Estos autores también emplearon análisis multivariado, técnicas de componentes principales, análisis de conglomerados y el análisis discriminante canónico, donde el número de hectáreas es primordial como variable delimitante entre los grupos.
En cuanto a los precios de la tierra, los valores por hectárea en Villa Hermosa son superiores a los registrados en otras zonas del piedemonte amazónico; esto puede atribuirse a la cercanía a la capital del Departamento. No obstante, estos precios son posibles y coherentes con los de los predios rurales mencionados por la UPRA (2018), donde los precios de los minifundios oscilan entre dos y diez millones, de conformidad con la clasificación de las zonas geoeconómicas que establece el IGAC a partir de variables relativas a la calidad de suelos, pendiente, aptitud de uso, existencia o paso de cuerpos hídricos, extensión, entre otras. Los productores y propietarios de tierra, en lo concerniente al apoyo del Gobierno y a la eficacia de la gestión de la administración local en lo tecnológico, productivo y financiero, indican que estas políticas no han logrado impactos positivos. Esta percepción también se halló en los estudios de Pardo et al. (2020) en la región amazónica.
Respecto de la propensión marginal en el consumo, los datos fueron superiores (0,75) a los registrados en Pardo et al. (2019), que fueron de 0,59, lo cual deja un potencial de ahorro mayor en este último. También es un valor cercano al registrado en Casas y Gil (2011) para el periodo comprendido entre 2000 y 2011 para Colombia, donde la PMgC fue de 0,61, es decir, que se supone un ahorro de 0,39. Sin embargo, Vargas (2015) confronta el comportamiento del consumo total de los hogares y el producto interno bruto (PIB) colombiano entre el periodo de 2006 a 2012 y obtiene una PMgC que indica cómo el consumo de Colombia es sensible a los cambios en el ingreso, donde el 85 % de este se destina a gastos y el 15 % al ahorro, lo cual evidencia una disminución en el potencial de este último. La PMgC demuestra que hay posibilidades de ahorro y de capitalización, pero para ello es necesario que el Gobierno apoye la transferencia tecnológica y existan políticas flexibles para financiar las iniciativas del campo con bajas tasas de interés, pues el productor tiene capacidad de pago (Pardo et al., 2019).
Respecto de la ocupación del suelo en la muestra de estudio (ver tabla 1), el comportamiento hallado fue acorde con lo establecido en la aptitud de uso de los suelos del Departamento de Caquetá, en el que existe un 5 % disponible para las actividades productivas rurales (454 241 ha), donde el 3,6 % debería tener uso agroforestal, el 1 % uso agrícola, el 0,1 % uso en ganadería y el 0,003 % uso forestal (UPRA, 2018). Sin embargo, los márgenes de rentabilidad no son los esperados para la proyección de las actividades primarias. Como lo presentó el modelo de eficiencia técnica, existe una subutilización de las coberturas en pasturas y cultivos.
En cuanto al análisis de eficiencia técnica de las fincas para observar la relación optima entre insumos versus productos (para este caso, ingreso versus usos de la tierra en pasturas y cultivos), los resultados fueron consistentes con los hallados en Zúñiga et al. (2012), quienes midieron la productividad mediante análisis DEA en sistemas agropecuarios de doble propósito en diecisiete países de América Latina, entre ellos, países de la cuenca amazónica tales como: Brasil, Perú, Ecuador, Colombia y Bolivia. Allí también se encontró que las fincas ganaderas presentan administraciones de recursos mucho más eficientes, y ello corrobora la importancia de dicha actividad en la contribución al producto interno de los países. En el ámbito sectorial colombiano, se encuentra el estudio de Gamarra (2004), donde se evaluó la eficiencia técnica en la ganadería colombiana, allí el promedio del puntaje de eficiencia técnica fue de 0,60 en el modelo orientado a productos para las fincas ganaderas, valor superior a los hallados en el presente estudio (0,4), puesto que se trabajaron fincas empresariales con ganadería de doble propósito y algunas especializadas en leche.
El contraste entre estos estudios permite vislumbrar que los sistemas agropecuarios empresariales son, en esencia, más eficientes, razón por la cual se requieren políticas para generar una transición de sistemas familiares hacia estos sistemas de amplia capitalización en el menor tiempo posible. El análisis de eficiencia de las fincas permite evidenciar que la optimización depende de las decisiones y no de la abundancia de tierras o recursos. Para este caso, dicho fortalecimiento no radica en la ganadería extensiva, sino del aprovechamiento de los recursos naturales y económicos. La comparación entre economías familiares tradicionales y la adopción de modelos con prácticas ambientales agropecuarias sostenibles, tal como proponen Fajardo y Facundo (2014), permite que el ingreso aumente conforme se instauran correctamente sistemas sostenibles de producción, así sea en minifundios o en pequeñas y medianas fincas, como las estudiadas en la muestra de estudio.
Ante este panorama, existen posibilidades mínimas de una transición de los sistemas familiares hacia una clase empresarial, más aún en escenarios de apoyo ineficaz del Gobierno al sector, que disminuyen la probabilidad de arraigar una política hacia el desarrollo rural sostenible, pese a las ventajas comparativas que posee la zona del piedemonte amazónico en materia de recursos naturales y aumento potencial de la seguridad alimentaria. Se observan experiencias fallidas, como en 2012, en la instauración de proyectos de huertos caseros liderado por CorpoManigua, el cual funcionó durante los primeros años de implementación pero, una vez se suspendió el seguimiento del proyecto, las familias abandonaron el huerto al obtener dinero de pequeñas ayudas económicas del Gobierno, algo que empezaron a recibir sin esfuerzo y que desincentivó el cultivo (Mina, 2021). Estas situaciones deben ser atendidas para evitar procesos de descomposición campesina, donde se comienza a perder o a desfigurar la característica de relación exclusiva con la tierra, que la distingue como fuente de trabajo y de obtención de sustento familiar (SINCHI, 2015).
Al respecto, Gutiérrez et al. (2013) consideran que los sistemas integrados de producción rural pueden tener un alto potencial si se generan apuestas productivas según la capacidad ambiental y socio-cultural de cada lugar. Los actuales promotores socioeconómicos sugieren un cambio en el uso de la tierra para introducir modelos productivos eficientes y ambientalmente sostenibles para mejorar la calidad de vida de las familias y mejorar su seguridad alimentaria (Jurado, 2010; Pardo et al., 2021).
Conclusiones
Se caracterizaron y tipificación sistemas productivos rurales del piedemonte amazónico en Villa Hermosa, Florencia, donde se involucraron variables sociales, económicas, políticas, ambientales y la percepción de la seguridad alimentaria. Los sistemas productivos rurales se caracterizaron por su baja generación de ingresos, gastos altos, reducidos niveles educativos y bajos niveles de ahorro y de eficiencia técnica. Esto permitió identificar tipologías a partir del análisis integrado de dichas variables. Estas economías familiares permitieron tipificarse en dos grupos denominados sistemas agropecuarios de acumulación simple y sistemas rurales de subsistencia. Los sistemas rurales de subsistencia son economías familiares simples, que presentaron condiciones precarias de infraestructura y tecnología, bajos niveles educativos y altos grados de pobreza e ineficiencia técnica, factores que impiden una transición hacia arriba de los sistemas familiares para alcanzar clases empresariales.
Esta tipificación estadísticamente significativa marcó diferencias dadas por variables como la extensión, la actividad ganadera, el nivel de ingresos, la propensión marginal al consumo, la eficiencia técnica, las coberturas en pasturas, bosques y cultivos. Otro factor de diferenciación fue generado por el destino de la producción (venta, venta y pancoger o pancoger). La actividad ganadera se enmarca en pequeños productores de leche que, en su mayoría, realizan agrotransformados en queso y manejo avícola al menudeo.
No existe seguridad alimentaria en la zona pese a que la comunidad indica que las tierras son ricas en agua y en suelos fértiles. La percepción frente a la eficiencia de las políticas de desarrollo rural fue baja. Los habitantes manifestaron que, aunque reciben pocas ayudas económicas del Gobierno, su efecto en el mediano plazo ha sido la reducción de la producción en las fincas, pues esperan recibir el dinero con menor esfuerzo y las nuevas generaciones esperan abandonar el campo. Las implicaciones de esta situación evidenciada es que continuará el rezago y aprovechamiento no sostenible del suelo en materia ambiental y económica. El piedemonte amazónico, que ya cuenta con una población demográficamente consolidada, es un escenario improductivo y se está desconociendo el potencial de estas tierras, así como sus ventajas comparativas que proporciona este paisaje único desde la perspectiva de la seguridad alimentaria, generación de empleo, aprovechamiento de otros servicios ecosistémicos y los impactos en la calidad de vida en los habitantes.
Futuros estudios deben buscar la identificación del costo de oportunidad del uso del suelo frente a otras opciones de aplicación de política pública en el marco del decreto 1007 de 2016, que trata de la compensación a propietarios de tierras en zonas de bosque para conservar los servicios ecosistémicos relativos a la captura de carbono, protección de fuentes hídricas y podría extenderse hacia la seguridad alimentaria como un servicio ambiental de aprovisionamiento para los seres humanos.