Laura Weinstein, coautora de este texto, falleció pocos días antes de su publicación. El movimiento trans* latinoamericano debe mucho al trabajo incansable de Laura, incluyendo logros en políticas públicas e incidencia jurídica y avances en construcción de paz y memoria desde las experiencias de vida trans. Este artículo da cuenta de su producción académica. Desde su ser lleno de luz, alegría, cuidado y resiliencia, Laura también tejió redes de amor y respeto para todas las personas. Su legado continúa y prevalece en cada uno de nosotrxs. Vuela alto amada Laura.
Fernando, Ximena, Nikita
¿Usted quiere trabajar con personas trans*? Tiene que rehabilitarse de la academia.
Laura Weinstein
Introducción
La frase anterior ilustra los diálogos y las interpelaciones que motivan este texto. Presentamos una historia de conversaciones que han tomado forma en prácticas de activismo, implementación de políticas públicas y producción de conocimiento. Quienes escribimos nos hemos encontrado en diferentes momentos y desde diversas responsabilidades en torno a la pregunta por la importancia de los vínculos comunitarios en las realidades de las personas trans*1 y su relación con la construcción de memorias de los conflictos sociopolíticos, incluyendo el conflicto armado. Responder esta pregunta nos ha implicado cuestionar constantemente nuestros lugares de enunciación y sus tránsitos por la experiencia testimonial, el conocimiento activista y el académico. Este texto habla desde estos tres lugares. Al ser presentado a nombre colectivo, asumió como metodología de discusión y escritura una polifonía de voces a partir de las cuales se privilegia y celebra la circulación de la libre palabra, la diversidad de los lugares de enunciación, la multiplicidad de perspectivas y los conocimientos situados (Haraway, 1998) que amplían y problematizan un asunto común, para luego llegar a acuerdos éticos y epistemológicos. A lo largo del texto usamos la voz colectiva para dar cuenta de nuestras reflexiones en conjunto y la voz en singular para mencionar las experiencias particulares.
El artículo pone en evidencia cómo se vienen produciendo y transformando injusticias epistemológicas2 en la implementación de mecanismos de transformación de conflictos sociopolíticos en Colombia. Argumentamos que la presencia de injusticias epistemológicas, en el creciente interés por incluir a las personas trans* en procesos de justicia transicional, obstruye su adecuada reparación individual y colectiva como víctimas de conflicto y dificulta su reconocimiento como agentes constructoras de paz3. La reflexión ofrecida es de relevancia para activistas, implementadores de políticas y productores de conocimiento, y cruza discusiones técnicas, éticas y políticas.
El artículo inicia con una discusión alrededor de las dos categorías centrales del texto: injusticas epistemológicas y reparación. Luego exponemos cuatro casos que sustentan el texto: el primero discute la idea de transición, subyacente en la justicia transicional; el segundo, revisa la forma cómo las experiencias de vida de personas trans* vienen siendo incluidas en el emergente campo de experticia sobre orientaciones sexuales e identidades de género en temas de memoria y verdad; el tercero revisa los problemas y los vacíos que enfrentan la justicia transicional y la reparación integral a las víctimas trans* ante instrumentos técnicos basados en implícitos normativos y dicotómicos del género y la sexualidad; el cuarto explora cómo los efectos de las injusticias epistemológicas afectan la vida cotidiana de personas trans*. Al final, el texto propone la necesidad de una justicia epistemológica como parte de los ejercicios de reparación y de garantías de no repetición de los múltiples daños causados por injusticias sociales y conflictos sociopolíticos prolongados.
Debates: in/justicias epistemológicas y reparaciones colectivas
Variedad de colectivos subalternizados han señalado que sus luchas por justicia y dignidad anteceden a su nominación dentro de áreas de conocimiento especializadas, cuestionando las nociones que les hacen objeto de atención social y creando categorías propias para nombrarse. De tal manera, han develado los sistemas de opresión que sustentan tales nociones, evidenciando que los sujetos hegemónicos no responden a un parámetro natural sino a su capacidad de nominar y designar una variedad de otredades (Platero Méndez, 2014; Dupuis-Vargas, 2020). Sin embargo, los conocimientos de esos colectivos quedan al margen en las jerarquías hechas por epistemes hegemónicas. Esta subordinación es parte de contextos de discriminación, exclusión y violencia sistemáticos, perpetuados e instalados en todos los ámbitos sociales, resultando en la precarización de la vida de diferentes poblaciones, como lo son las personas y colectivos trans*.
Esta precarización se sostiene en un pensamiento cisexista, comprendido como el "sistema de exclusiones y privilegios simbólicos y materiales vertebrado por el prejuicio de que las personas cis son mejores, más importantes, más auténticas que las personas trans" (Radi, 2019: 43). Tal pensamiento se expresa en dispositivos de poder-saber que establecen una jerarquía simbólica y material al designar los lugares y las formas en que las personas trans* pueden movilizarse, interactuar y participar, incluso en la producción teórica.
La marginalización ocasionada por la violencia social, administrativa y epistemológica a lo largo de las vidas individuales y colectivas de las personas trans* se vuelve experiencia común que se convierte en memorias comunitarias trans, concepto que usamos para dar cuenta de los encuentros entre las experiencias de vida de las personas trans* que, al juntarse y romper el aislamiento, encuentran comunalidades y potencializan su capacidad de incidencia para la transformación. Las memorias comunitarias trans trascienden las lógicas binarias que romantizan o precarizan a las personas trans* y adquieren relevancia en contextos de violencia prolongada. Basta recordar que en Colombia el conflicto armado está relacionado con el control territorial y social para defender proyectos excluyentes de nación que han dejado un saldo de casi de 9 millones de víctimas4 y más de 120 mil personas desaparecidas5.
En este contexto, los hechos victimizantes son cometidos de manera diferencial contra las poblaciones marginalizadas. La violencia emprendida contra las personas trans* es particular y especialmente traumática porque se ejerce de manera sistemática, mediante la puesta en marcha de un proyecto de orden del género y de un continuum de violencias (Prada et al., 2015) caracterizado por la sevicia con la que se comenten delitos de lesa humanidad, como la tortura y los homicidios. Las violencias específicas contra personas trans* en el marco del conflicto armado provienen de una variedad de estructuras de desigualdad que incluyen dimensiones sociales, políticas, económicas y epistemológicas.
Por otra parte, la implementación de mecanismos de reparación a víctimas de conflictos prolongados se puede remontar a las políticas implementadas en Alemania hacia las víctimas y los familiares de los campos de exterminio (Pizarro, 2012). De allí surge una práctica de la reparación en su dimensión económica e individual, aplicada a un número discreto de víctimas. Con el tiempo, la reparación a las víctimas ha empezado a entenderse de manera más colectiva. En Colombia, la Ley 1448 del 2011 resulta paradigmática al abordar la reparación desde una mirada integral que incluye la indemnización económica del daño sufrido, el derecho a la verdad, la reconstrucción de la memoria y la justicia y aspectos tanto individuales como colectivos.
Cuando afirmamos que la justicia epistemológica es un instrumento de reparación interpelamos a las injusticias en las formas de producción de conocimiento y recogemos el énfasis en lo colectivo, la integralidad y el poder transformador y dignificante6 en las miradas recientes a la reparación. Tales injusticias resultan del predominio de paradigmas hegemónicos de ciencias sociales, políticas y jurídicas en las categorías que estructuran la justicia transicional, como la relevancia de la experticia jurídica o histórica en el debate sobre verdad y justicia transicional o la preeminencia de los enfoques construidos desde "arriba hacia abajo" para la transformación de los conflictos. Mientras de lo primero surge una centralidad en las voces de los conocimientos expertos, de lo segundo emerge un protagonismo de aquellos en posiciones de poder en la construcción de paz. El resultado es una serie de jerarquías entre quienes protagonizan y agencian la construcción de paz y los contenidos que se dan a las categorías que la hacen posible.
Esta hegemonía de intervenciones "desde arriba" y de saberes expertos ha sido contestada desde variadas perspectivas. Desde miradas críticas se llama a una "justicia transicional desde abajo" centrada en el trabajo desde y con las experiencias de colectivos, comunidades y sujetos sociales subordinados (McEvoy y McGregor, 2008; Sánchez, 2013). Tal crítica se aplica también a la idea de transición política. Desde perspectivas feministas en el análisis de conflictos (Moser, 2001; Pankhurst, 2012), se ha cuestionado la existencia de una separación nítida entre los momentos de "guerra" y los de "paz", poniendo en evidencia más bien la permanencia, la continuidad y la transformación de violencias y señalando los problemas de una noción simple, unívoca o neutral de la transición política.
Una respuesta reciente a estas contestaciones ha sido la inclusión de enfoques para diversificar los relatos de justicia transicional y ampliar las prácticas de construcción de paz. La emergencia de dichos enfoques podría verse como una respuesta técnica a injusticias epistemológicas, al cuestionar la homogeneidad con que han funcionado algunas políticas y algunos instrumentos. Sin embargo, dicha inclusión es problemática pues pretende responder a una carencia o una demanda social dentro de una forma limitada y precisa de existencia: existir como diversidad o como diferencia. La inclusión instrumental de sujetos marginalizados y subordinados no cuestiona las categorías que sustentan tales instrumentos, los marcos en los cuales se les permite o impide emerger, ni pone en el centro del conocimiento producido sus experiencias de vida.
Proponemos abordar la justicia epistemológica como mecanismo de reparación colectiva, teniendo en cuenta las posibilidades de una política de reparación en clave de justicia social y sus problemas cuando se la reduce a mera inclusión en lógica de política de reconocimiento. Para sustentar lo anterior exponemos cuatro ejemplos que debaten el tema a partir del cisexismo, la subalternidad y la construcción colectiva de la memoria y discuten la noción de transición en la justicia transicional con base en experiencias de vida trans*. Pasamos aquí de voces colectivas a voces individuales pues los casos resultan de experiencias concretas y situadas.
No estamos equivocadas, simplemente somos7
Hace un par de días fui invitada junto con otros panelistas LGBT a un webinar para hablar sobre las experiencias de vida trans*. Allí, cada uno hablaría de sus respectivas reflexiones desde el grupo diverso que representaba. Sin embargo, en una oportunidad, uno de los invitados no trans* tuvo la palabra y definió para el público que nos acompañaba qué significaba ser trans*. Según él, las personas trans* eran "personas que se encuentran en el cuerpo equivocado". En aquel momento, como mujer trans* sentí la necesidad de preguntarle de dónde sacaba esa afirmación, y él, con algo de incomodidad porque su intención era aclarar un concepto, me respondió que aun cuando en la práctica no funcionara así, era una manera de dar un contexto a quienes posiblemente desconocían qué era ser trans*. Sin embargo, retomé mi inquietud sobre por qué a las personas trans* se nos entendía como equivocadas, si nuestros cuerpos hablan desde la certeza que tenemos de nosotras mismas, pero ambos panelistas, incómodos, volvieron a mencionar lo del asunto de la claridad conceptual, y mi intervención terminó pareciendo una exageración.
Días después del panel, intrigada googlé la expresión "nacer en el cuerpo equivocado" y para mi sorpresa salieron muchos resultados, todos ellos relacionados con la disforia de género. Entre todas las opciones, me acerqué en particular a un ejercicio que realizó Sentiido, un portal de inclusión LGBT nacional que preguntándose por lo mismo extendió su inquietud a cuatro personas trans*, quienes respondieron:
Sin embargo, creo que no es apropiado que las personas ajenas a estos procesos se expresen hacia los cuerpos trans como cuerpos equivocados, porque finalmente, como ya lo expresé, son las propias personas dueñas de esos cuerpos quienes deben decidir sobre lo adecuado con respecto a ellos, a su modificación y a su denominación.
Yo no nací en un cuerpo equivocado (no soy una equivocación) mi cuerpo es mío, ¡mi género no tiene que ver con mi sexo! El género es una construcción sociocultural, no sexual. [...] Así que no comparto la frase "haber nacido en un cuerpo equivocado".
No es un cuerpo equivocado, es el cuerpo perfecto para construir lo mejor de nosotros. Por lo tanto, no hay errores, hay una experiencia de vida menos común que la del resto.
Pienso que la expresión es mediática nada más [...] Para vender periódicos y hacernos ver más llamativas (Sentiido, 2012).8
De tal manera, las anteriores respuestas me han motivado a escribir esta sección y reflexionar un poco sobre por qué se generaliza, incluso dentro de la comunidad LGBTI, que "nacemos en un cuerpo equivocado", para comprender lo trans, si la afirmación nos sitúa nuevamente en el error, la equivocación, el ajuste y la patologización, y, adicionalmente, ¿por qué otros nos definen?, ¿será que estamos "tan equivocadas" que "nuestra condición" nos imposibilita tener una voz y generar un conocimiento propio? Esto es vivenciar los efectos de las injusticias epistemológicas en las cotidianidades de las personas trans*.
En un primer momento, sobre las experiencias trans se ha construido una exotización y visión discapacitante hacia nuestros cuerpos y vivencias que sigue justificando las precarias condiciones de acceso a derechos como la salud, la educación, la vivienda y el trabajo, desventajas que se han agudizado en tiempos de problemas sociales e incluso epidemiológicos como los que vivimos hoy en día con la pandemia por Covid-19. Con este tema nos han puesto en lugares de competencia para decir quiénes son más vulnerables, pero no se ha cuestionado la vulnerabilidad que nos ha atravesado siempre. La relación entre diferencia y supervivencia no es un tema de pandemia. La generación de una representación paternalista, por ejemplo, de las trabajadoras sexuales, como permanentemente sin ahorros, sin pisos, toda la vida haciendo esto, no logra ir más allá de preguntas espontáneas por condiciones precarias que se romantizan y naturalizan como vulnerables. Así, se hace urgente hablar de cómo lograr que tengan condiciones dignas, mejores sistemas de ahorros, pensión, salud, seguridad social, asumiendo que no son otros y otras los que deben pensar la miseria. Seguir esperando que el Estado benefactor responda, es seguir reproduciendo la norma. Es momento de que las trabajadoras sexuales piensen en ellas y en la solidaridad hacia dentro de ellas mismas.
Las personas trans* están frecuentemente en la mirada de la miseria y de la revictimización, algo que la experiencia expone y que se documenta en libros. La vulnerabilidad de las personas trans* existe y no es invisible dentro de la realidad de la vida social, pero interesa mostrarla, no transformarla. Lo que sucede es que si no hay esa transformación, volvemos a caer en esos lugares de abuso y miedos.
En un segundo momento, se debe comprender cómo la violencia y el conflicto armado que están justificados en "nuestra equivocación" se vuelven un factor constantemente discriminador. A tal punto que generan multiconflictos que superan el conflicto armado y se extienden en las ciudades, calles y territorios que habitamos. Por eso, es necesario documentar y narrar estas experiencias para hablar a partir de conocimientos multisituados (Haraway, 1998) y así reorientar las maneras en que se comunica de nosotros y nosotras para apuntar a un cambio trascendental en la sociedad. En la cotidianidad, es la falta de reconocimiento sobre nuestras identidades, la negación a llamarnos por llamarnos y reconocernos por nuestros nombres identitarios y no por nuestros nombres jurídicos, que implica tener todos los días que asumir un conflicto y ojalá resolverlo.
Conocimiento, experiencia y cuerpo trans 9
El siguiente apartado da cuenta de una serie de reflexiones aportadas por dos lideresas trans* defensoras de Derechos Humanos, Giorgia Otero (Valle del Cauca) y Zunga La Perra Roja (Caquetá), quienes han participado de manera activa en varios procesos de construcción de paz en sus territorios y a escala nacional, entre ellos, la formulación del Plan Nacional de Búsqueda de Personas dadas por Desaparecidas y la transversalización de su enfoque diferencial LGBTI10.
Sus relatos y análisis sobrepasan la narrativa testimonial para profundizar en el significado de la justicia y la reparación para las víctimas trans* del conflicto armado, entrando en diálogo con algunas apuestas teóricas y metodológicas de los estudios trans referentes tanto a la producción de memorias, como a la justicia testimonial, epistémica y epistemológica11.
El punto de partida de esta conversación fue la reflexión desarrollada por Stryker (2014) al reconocer el conocimiento, la experiencia y el cuerpo como lugares de producción epistémica de les sujetes trans*. Así, este apartado propone y analiza el traslado de estos epicentros de saber a la producción de información y memorias sobre víctimas del conflicto armado, la recolección de testimonios y reflexiones referentes a la (s) historia (s) de Colombia, en el marco de su reparación integral12.
En un primer momento, para estas lideresas trans* la reparación relacionada con el conocimiento se centra en el reconocimiento del Estado colombiano como partícipe de la violencia sistemática que ha recaído sobre sus vidas, ya sea por perpetración, o por omisión. La "omisión de nuestras ciudadanías", señala Zunga (La Perra Roja, comunicación personal, 3 de marzo del 2020), constituyó el estado de vulnerabilidad a partir del cual sucedieron los hechos victimizantes y por ello una reparación integral requiere tanto el reconocimiento de dicha impunidad estatal como la implementación de estrategias que garanticen el ejercicio de una ciudadanía plena en condiciones de igualdad.
De tal forma, "la reparación sería el reconocimiento pero no solo simbólico, sino que sea latente, evidente; que muestre la falencia institucional. Una reparación que nos dignifique como seres humanos, como sujetes de derechos [...] eso ayudaría a sanar muchas heridas", añade Giorgia (G. Otero, comunicación personal, 3 de marzo del 2020).
Para ambas lideresas la reparación y el ejercicio de la ciudadanía no tienen ningún sentido sin la garantía de otra serie de derechos, como "el derecho a la salud, porque mejoraría nuestra calidad de vida y nos permitiría blindarnos de otra serie de violencias"13, sugiere Zunga (La Perra Roja, comunicación personal, 3 de marzo del 2020). Mientras tanto, para Giorgia una reparación integral solo será posible si se garantiza la seguridad, la no repetición de los hechos victimizantes y la no revictimización de las personas trans* por parte del Estado (G. Otero, comunicación personal, 3 de marzo del 2020). Así, ambas lideresas enfatizan la interdependencia de los derechos humanos, los fines y los medios para alcanzar una vida digna, perspectiva que debe imperar en los procesos de reparación llevados a cabo por el Estado y que demanda su articulación intersectorial.
La vida, sobre todo la vida cotidiana, no es poca cosa para personas que realizan una transgresión corpogenérica del modelo cisnormativo en medio de la guerra. Hacerse y vivirse "lo más auténtica posible a que se es", como resalta Zunga parafraseado a la Agrado14 (La Perra Roja, comunicación personal, 3 de marzo del 2020), requiere un alto grado de conocimiento del territorio donde se reside, de los actores sociales que lo habitan, las historias oficiales y subterráneas que circulan y se silencian; una abundancia de saberes que da la experiencia del día a día, pero que son minimizados por aquellos entes oficiales que construyen la memoria:
Pero nuestras vidas y nuestros cuerpos están hechos de mucho más que género y mera performance, [...] son mucho más complicados -y mucho menos glamorosos- que todo eso. Se forjan en los detalles de la vida cotidiana, marcados por cuestiones que no son discutidas por lxs académicxs o lxs investigadorxs clínicos. (Namaste, 2000: 1).
La vida cotidiana de les sujetes trans* es un saber situado desde donde se narra e interpreta el desarrollo de fenómenos sociopolíticos, como el conflicto armado, a partir de las dinámicas que adquiere en un territorio particular. De tal forma, para Zunga, hablar de la experiencia cotidiana es referir a los saberes que se construyen desde y sobre un territorio: "el territorio nos cruza [...] fueron los condicionantes de las violencias, pero también de las resiliencias y las oportunidades, así como del cuerpo y del tránsito (de género)" (La Perra Roja, comunicación personal, 3 de marzo del 2020).
Explorar y comprender el saber construido desde la experiencia de las personas trans* permite reconocer los tránsitos de género como ejercicios de resistencia "que parten del cuerpo y logran incidir en las condiciones estructurales que les imponen" (Losada Castilla, 2016: 4), aun cuando estas vigilan y castigan ideológica y materialmente el deseo, el género y el cuerpo.
Por ello, el cuerpo es el lugar más sensible para la reparación de las personas trans*, demanda un profundo análisis de parte de los agentes estatales, académicos y comunitarios comprometidos con la justicia transicional. "Reparar el cuerpo es evidente, porque son las cicatrices tanto físicas como internas, como mentales y sentimentales [...] cicatrices que van a mostrar nuestras luchas y las crisis que nos hacen ser resilientes", declara Giorgia (G. Otero, comunicación personal, 3 de marzo del 2020). Además es este "cuerpo el primer escenario de discriminación pero también de confrontación", agrega Zunga (La Perra Roja, comunicación personal, 3 de marzo del 2020).
De tal forma, las estrategias dirigidas a la reparación integral de las víctimas trans* y los procesos de recuperación de memoria histórica de las cuales son partícipes requieren sensibilidad, habilidad y una creatividad metodológica que no separe de manera dicotómica el cuerpo y la mente (suponiendo que la memoria se alberga en la segunda), sino que desarrolle una metodología crítica que logre abordar de manera integral la corporalidad (Pons Rabasa, 2011) y ubicar al cuerpo trans como territorio sensible por donde atravesaron las múltiples omisiones, vulneraciones y violencias antes, durante y después del conflicto armado (Losada Castilla, 2016).
Así, una reparación integral involucra crear "una experiencia vívida, sensible, que el ejercicio de los derechos se aloje en el cuerpo, se enuncie en la misma forma de asumir los desafíos de la vida, en medio de la decisión de transitar" (Losada Castilla, 2016: 67). Dichos aportes respecto a una reparación encarnada obligan a cambiar la mirada que se tiene de esta corporalidad trans, distanciándose de las concepciones médico-psiquiátricas, los esencialismos del sexo/género o la exotización de esta corporeidad, para elevar su lectura y descubrir los discursos y los significados que agrupan en un contexto particular, en este caso, el de la guerra y el aniquilamiento.
Este diálogo entre activistas y academiques trans* propone una nueva perspectiva que nutre los procesos de reparación y construcción de la memoria histórica de las víctimas trans*, perspectiva que requiere acoger los saberes que fluyen entre su conocimiento, su experiencia y su corporalidad, cuyo valor epistémico permite invertir el orden de quien ostenta la palabra, construye el concepto, la narrativa y la memoria misma (Almendra et al., citados en Dupuis-Vargas, 2020).
Injusticias epistemológicas en la producción de memorias LGBT sobre el conflicto armado15
Las siguientes líneas son resultado y momento de un proceso de mi experiencia de vida como mujer no trans*, situada de manera crítica dentro del pensamiento heterosexual (Wittig, 1992), con sus condiciones identitarias, binarias y todos los efectos que ello produce en el acceso a derechos humanos y a políticas como la educación, la salud, el empleo, la familia y las relaciones de pareja. Una experiencia que contrasta con la de las personas trans*, cuyas vidas han sido sometidas históricamente al silenciamiento, la injusticia, la negación, el ocultamiento, la discriminación y la exclusión que se manifiestan como formas de violencia, especialmente en contextos como el conflicto armado que vive el país.
Con base en una reflexión autocrítica del trabajo que hacemos personas no trans sobre lo trans, durante el 2019 y el 2020 llevé a cabo un ejercicio investigativo16 en el cual revisé, a la luz de los estudios culturales y las epistemologías trans, tres documentos textuales de memoria histórica de personas LGBT en el marco del conflicto armado: "Aniquilar la diferencia. Lesbianas, gays, bisexuales y transgeneristas en el marco del conflicto armado colombiano" (Prada et al., 2015); "Entre el miedo y la resistencia. Informe de derechos humanos de personas lesbianas, gays, bisexuales y trans*" (Colombia Diversa, Caribe Afirmativo y Santamaría Fundación, 2016); y el informe entregado a la Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, la Convivencia y la no Repetición, titulado "Nosotras resistimos. Informe sobre violencias contra personas LGBT en el marco del conflicto armado en Colombia" (Caribe Afirmativo, 2019). Estos documentos resultan interesantes por los aportes y las cercanías con las experiencias de vida trans*, sin embargo, es pertinente que sean revisados para construir nuevos puentes y caminos de construcción de memorias históricas trans sin descuidos epistemológicos.
Es importante resaltar que los documentos analizados han hecho grandes contribuciones a la visibilización de las violencias y las afectaciones que las personas LGBT han experimentado. Entre ellos, delitos de lesa humanidad como la tortura, las desapariciones y el secuestro han sido documentados con total cuidado y respeto por la integridad y la vida de las personas que participaron con sus testimonios en estas producciones de memoria. Así mismo, estos documentos cumplen un papel fundamental en el reconocimiento de los procesos de resistencia colectiva y organizativa y ponen en evidencia la irrupción de un proyecto de nación heterosexualizado y binario que ha querido imponerse incluso en la firma del acuerdo de paz.
No obstante, luego de una lectura crítica de estos discursos encontré cómo estos documentos reproducen una serie de injusticias epistemológicas que relaciono con tres elementos de los estudios culturales: la subalternidad, las políticas de la representación y la producción de conocimientos expertos.
La subalternidad pone en debate cómo las poblaciones más oprimidas no han podido hablar por sí mismas, no porque no tengan voz, sino porque no hay un lugar de autoridad en ella. Esta discusión es relevante para considerar la producción de conocimiento sobre lo trans. En estos documentos analizados hay una pasividad en la voz de las personas trans*, como una especie de apagón que se da de manera intermitente en los textos. Muchos de los análisis elaborados se tejen a partir de la extracción de frases emblemáticas o representativas para explicar categorías como la violencia por prejuicio. Como consecuencia de ello, se construyen memorias oficiales que dejan de lado las trayectorias biográficas y una serie de memorias sueltas de lo trans.
Ahora bien, la práctica histórica de la representación de lo trans ha definido relaciones de dominación funcionales a los discursos del binarismo de género en donde hay un sistema de construcciones sociales provenientes de las relaciones entre la identidad, el orden social y la herencia judeocristiana que deja de lado las posibilidades de existencia trans o de cualquier identidad, ser o experiencia de vida que se aparte de las convencionales formas de la heterosexualidad.
De acuerdo con el análisis de estos elementos, los tres textos identifican en quién recaen las mayores opresiones de la guerra en el país y describen casos de violencias exacerbadas, vulneración de los derechos humanos y brechas de acceso a los derechos fundamentales de las personas trans*. Sin embargo, los documentos recurren a nociones categóricas y homogenizantes de lo trans que restan valor a sus trayectorias de vida. Una tendencia presente en otras publicaciones sobre diversidad sexual en el país que mediante glosarios buscan explicar y fijar las categorías de lesbiana, gay, bisexuales y trans, como una práctica taxonómica, y que borra las experiencias heterogéneas de personas trans*.
Una segunda expresión de esa homogeneización es la reducción de su situación vital a un relato binario de violencia versus resistencias, que produce generalizaciones hermenéuticas, al interpretar sus historias solo a un lado de la oposición, sin permitirse complejidades, yuxtaposiciones o contradicciones. El relato testimonial se usa para hacer tal ubicación en los extremos de solo dolor, visto solo como marginalización, y de solo resistencia como permanente reacción.
Una tercera expresión hace que las voces de las personas trans* no se desprendan de sus experiencias de vida, de sus corporalidades y de sus producciones de sentido17, sino de la lógica con que se arma el relato de violencia en los mencionados textos. Desde la subalternidad, esta relación entre cuerpo y producción de conocimiento se comprende como la voz viva que, a partir de las propuestas de las epistemologías trans, está estrechamente ligada a la corporalidad y a la memoria. Por ello, pensar en documentar, visibilizar o representar esas voces desde lugares netamente testimoniales es otra injusticia epistemológica.
Si bien los documentos analizados no tienen el objetivo de construir una memoria tran18, tampoco pueden obviar o desconocer a las personas trans* como productoras de conocimiento. De hecho, en dichos documentos la mayoría de los testimonios más dramáticos son de mujeres trans*, pero no como agentes de saber. Así, el testimonio resulta hecho argumentativo de la imbricación entre las violencias por conflicto armado y las identidades de género, pero sin las personas como sujetes de conocimiento. Esto configura el testimonio trans como la representación emblemática de las violencias emprendidas contra personas LGBT, lo cual puede ser conflictivo y homogeneizante si no logra reconocer la lógica cisgénero que influye tanto la vida concreta de las personas trans*, al establecer el sexo igual al género y condenarlas como enfermas o anormales, como la producción de su representación misma.
Recordar y hacer memoria
El 6 de septiembre del 2019 se llevó a cabo en la Universidad de los Andes el panel "Tránsitos vitales, tránsitos sociales, (in)justicias cotidianas", como parte del III Encuentro de Estudios Críticos de las Transiciones Políticas "La paz en pequeña escala: visiones de nación, transiciones inacabadas y vida cotidiana"19. El panel revisaba la idea de transición subyacente a las transiciones políticas, a partir de las experiencias y los conocimientos de quienes viven procesos de tránsito vitales en términos de género y sexualidad. Siguiendo a autoras como Namaste (2011) y Connell (2015), se buscaba argumentar que la experiencia de tránsito genérico y sexual es a la vez social y global y por ende es relevante en una discusión sobre las transiciones políticas y la construcción de paz.
Un tema central del panel fue la conexión entre el tránsito vital y el tránsito social. Como lo señalaron Laura Weinstein y Nikita Dupuis-Vargas, "les trans demostramos que todo puede cambiar", haciendo alusión a la idea de paz y de transición como una transformación y "utopía posible"20. Una apuesta por la posibilidad del cambio que incomoda a aquellos sectores a los cuales les conviene el statu quo y que implica ir más allá de la asociación unívoca entre un conflicto-una violencia-un activismo-una paz. Así como la guerra es apenas uno de los conflictos que enfrentar, también lo es la "violencia administrativa" (Spade, 2015), esa violencia ejercida y legitimada por las instituciones y que las convierte en espacios permanentes y cotidianos de vulneraciones para las personas trans*.
Lo anterior pone en duda la idea de paz como una construcción sostenida de y en la vida cotidiana, común a las discusiones sobre construcción de paz (Cockell, 2000; Moser y Clark, 2001; Richmond, 2010), y también la suficiencia de categorías con que se explica tal construcción con base en estas experiencias de vida. Al respecto, Dupuis-Vargas cuestionaba la idea del hecho de guerra como el evento traumático principal por resolver, pues desde experiencias trans, la violencia familiar previa o posterior a tal hecho puede ser tanto o más traumática. Se cuestiona así la idea de vida cotidiana como una necesidad de retorno o promesa de estabilidad. "Si las garantías de no repetición no se llevan a otros actores sociales, más allá de las instituciones no servirá de mucho su mención", señaló.
Un segundo aspecto discutido en el panel fue cómo desde los mecanismos de paz, la respuesta a las demandas y propuestas de colectivos trans mantiene políticas del no saber que aniquilan otras existencias al impedirles merecer alguna forma de documentación. Por ello, la importancia de la documentación de violencias y la necesidad de saber demandada por los activismos. Sin embargo, un ejercicio de documentación en sí mismo es limitado cuando se hace sin protagonismo de las personas trans* y sus organizaciones. En palabras de Laura Weinstein, "hay quienes cuentan de nuestras muertas sin nosotras, nos visibilizan con la pérdida de la vida de alguien". Una forma de visibilidad que invisibiliza y que llama la atención sobre las políticas de la visibilidad como imperativo de activismos hechos principalmente a partir de políticas de la identidad y no con base en políticas de justicia social.
El tercer aspecto abordado fue una discusión sobre el énfasis puesto en lo testimonial, en la consideración de las experiencias de vida trans, en los instrumentos de justicia transicional. Al respecto, quienes integraban el panel enfatizaron que su participación en estos temas no era nueva. La ilusión de novedad en los temas de justicia transicional de la discusión de asuntos de identidad de género y orientación sexual, contrasta con una larga historia de activismo e incidencia. Así, la injusticia epistemológica no estaría tanto en una falta de inclusión o en invisibilidad sino, como señaló Nikita Dupuis-Vargas, en una "traducción de las experiencias trans desde una mirada cisgénero", ejemplificada en el manejo de testimonio en tales instrumentos. Una traducción que usa las experiencias de vida trans como ejemplos paradigmáticos de hechos dramáticos y traumáticos relevantes para un relato del conflicto centrado en la intolerancia social o un prejuicio permanente, sin historia, contexto ni relación con injusticias sociales y políticas. Así, el relato de justicia transicional que intenta reparar unas injusticias corre el riesgo de continuar otras, como las injusticias epistemológicas.
Hacia una reparación epistemológica
Con base en los debates expuestos en los cuatro casos, proponemos tres estrategias mediante las cuales la justicia epistemológica puede contribuir a la reparación colectiva: 1) subvertir las políticas de verdad; 2) proliferar los lenguajes y las comprensiones de los conflictos; 3) crear un conocimiento propio y utilizable.
Subvertir las políticas de verdad
La instalación de una política de verdad injusta epistemológicamente resulta de regímenes de representación, formas de visibilidad y ejercicios de memoria que mantienen una subordinación en la imagen que se produce de unos sujetos particulares, como se ilustró en los casos anteriores. Ejemplo de ello es la producción y circulación de los documentos que en el imaginario colectivo dan cuenta de ciertas poblaciones mediante historias que no les son propias. De hecho, cuando hay producciones de este tipo en los territorios guardan cierta conexión con las impresiones de los colectivos y las muestran como parte de sus producciones, pero muchas veces estos documentos ni siquiera han sido leídos por las personas trans* porque no se sienten parte de ellos.
Lo anterior interpela directamente a la producción oficial de memorias que hace relevante ciertos eventos sin lograr contenerlos completamente. En contraste con ello, siguiendo la propuesta de Stern (2000), llamamos memorias sueltas trans a este sinnúmero de experiencias corporales, orales, colectivas, subjetivas, familiares, conversacionales, gráficas, vivenciales, textuales, entre otras, que se constituyen como centrales en la producción de conocimiento sobre las memorias trans y que permiten entablar diálogos mucho más cercanos con la representación del pasado y la imaginación del futuro. Así, estas memorias sueltas se resisten a la intención de contener y representar por parte de las memorias oficiales y proponen modos de relacionamiento no extractivistas, dignificantes y validados en colectivo. La propuesta entonces no es un nuevo ejercicio de memoria que pretenda contener esas memorias sueltas, sino que les permita su libertad y capacidad de diálogo.
Proliferar los lenguajes y las comprensiones de los conflictos
Como una acción para propender por la justicia epistemológica, los estudios trans proponen el desarrollo de un entramado categorial nuevo que facilite situar el saber de personas trans*, ofrezca nuevas herramientas interpretativas a sus experiencias y ponga en evidencia el "contrato abyecto de género" cisexista que impera en la producción de conocimiento y de memoria (Cabral, 2011; Serano, 2007). Un elemento transversal en los cuatro casos anteriores, es el llamado a considerar los relatos de personas trans* con respecto al conflicto, la paz o la justicia como un saber en sí mismo y no solo como simple dato ilustrativo. En términos de estrategia, la reparación epistemológica implica considerar un nuevo lenguaje analítico para comprender de manera más acertada la experiencia de violencia y conflicto que acontece en las vidas trans. Así, como ejemplo de formas de construcción colectiva de conocimiento, presentamos algunas de estas categorías y formas de lenguaje y comprensión que han resultado de los diálogos entre personas que asisten al Grupo de Acción y Apoyo a personas Trans-GAAT:
Multiconflicto: a la pregunta ¿qué pensamos las personas trans* del conflicto?, con frecuencia respondemos que este nunca se reduce al conflicto armado. Todo es un conflicto para las personas trans* pues habitamos en medio de un multiconflicto en el cual todas las vivencias trans están atravesadas por un conflicto: ir al médico, salir a la calle, disfrutar espacios que otros comparten, ir a un supermercado, entre otros.
Desplazamiento forzado, multiconflicto y soledad: todos los grupos armados han desplazado a miles de personas y para algunas estos trayectos se hacen en familia o en colectivo. Para nosotres, las personas trans*, son un proceso solitario que cuenta con la mirada cómplice y justificatoria de nuestros parientes quienes nos perciben como un riesgo. Así, mientras para los discursos expertos, las palabras que dan cuenta del conflicto describen hechos, eventos o fenómenos, para las personas trans* son palabras cuya sola pronunciación, cuando eso es posible, vuelve a hacer reales emociones y dolores que no cuentan con un colectivo que ayude a procesar este sufrimiento constante, solitario y con complicidad social.
Movimientos y migraciones permanentes21: no hay un estudio del fenómeno de la migración de personas trans* que se da luego del desplazamiento. Las mujeres trans* no llegan a ningún lado, siempre buscan un lugar para refugiarse y huir de nuevo, no se sabe a dónde se va.
Autoprofecias cumplidas, segregación urbana y estructural: las personas trans* son constantemente interpeladas sobre su lugar social para reiterar su subordinación. Cuando a una mujer trans* le dicen que se vaya para ciertas zonas de la ciudad, como el barrio Santa Fe22, es condicionarla a que habite solo unos espacios, a que ejerza ciertos oficios, es una forma de violencia que atraviesa el cuerpo y los procesos de construcción identitaria. No es necesario ser activista para tener claro y hacer evidente que la segregación atraviesa nuestras vidas. Así, las personas trans* y sus vidas son administradas por las instituciones y la sociedad mediante un llamado que pretende proteger y un mandato que restringe la posibilidad de ser.
Crear un conocimiento propio y utilizable
Un asunto que se puede rastrear en la variedad de conocimientos que interpelan el conocimiento hegemónico y normalizante -del Norte, patriarcal, cisexista-, es la búsqueda de un saber que no solo repare los vacíos, las omisiones, las estereotipaciones hecho sobre "les otres", sino que también les permita su posibilidad de existencia como agentes de saber. Al respecto, la historiadora feminista y monja budista Rita Gross (2005) llama a la necesidad de crear un relato y memoria del pasado que reoriente las interpretaciones establecidas y sea utilizable por quienes han enfrentado las consecuencias de esas injusticias epistemológicas23.
Este llamado a un conocimiento propio y utilizable en los contextos de transición política y justicia transicional conlleva crear escenarios dotados de representación y sistemas de sentidos en los cuales las personas expertas en sus experiencias de vida construyan marcos interpretativos capaces de reparar de manera integral y dignificante. Como hemos visto en el caso de las personas trans*, sus voces son silenciadas y sus posturas, análisis y pensamientos se excluyen de la producción del saber. Urge la vinculación del saber trans, no como lugar de visita para obtener un testimonio, sino como fuente de conocimiento endógeno y en sí mismo. Lo anterior representa un cambio significativo en la construcción de un saber que retrate la propia experiencia, así como la posibilidad de transformar esa condición, a partir del agenciamiento de la memoria como mecanismo emancipador, en el que la realidad social y la construcción de conocimiento enaltezcan de forma legítima la verdad de los sucesos.
Cierre
Implementar teórica, ética y metodológicamente acciones de justicia epistemológica transversales a los procesos de reparación colectiva, ofrece las bases para el reconocimiento de las identidades y las experiencias de vida trans* desde su autodeterminación, dignidad y potencial analítico y las ubica en el epicentro de la producción de memorias y de construcción de paz. De igual forma, el carácter de colectividad de esta perspectiva ofrece una reflexión sobre las personas trans* como grupo subalternizado, debido a estructuras de orden cisexista que operan en múltiples estamentos relacionados con la justicia transicional y cuyos efectos se ponen en evidencia en la invisibilización teórica y la distorsión de las representaciones y narrativas trans en los registros, los archivos y los procesos de reparación y memoria histórica.
Lo que se propone aquí, tanto a la comunidad académica como a instituciones estatales y financiadoras involucradas en dichos procesos de reparación y justicia, es una transvaloración epistémica y epistemológica que permita un cambio en los instrumentos, así como en las formas de relacionamiento con los colectivos sociales trans, tomando distancia de su revictimización y objetivación para asumir el compromiso de potenciar y fortalecer su empoderamiento y su aporte a la reconstrucción del tejido social, la paz y la vida misma. Fundamentalmente, que "eleve las voces trans*", como concluye Zunga La Perra Roja.