INTRODUCCIÓN
La familia es denominada como un “conjunto de personas que están unidas por vínculos de afectividad mutua, mediada por reglas, normas y prácticas de comportamiento” 1, que ayuda a sus miembros a insertarse con éxito a la sociedad, es decir, hacerlas personas de bien, en especial a los adolescentes.
Los adolescentes, a su vez, presentan una serie de cambios biofísicos, psíquicos, sociales y espirituales, y se vuelven más conscientes de la realidad, siendo latente durante este periodo la contradicción de querer insertarse al mundo adulto, pero sin dejar de ser niño, viviendo así momentos críticos y decisivos dentro del seno familiar 2.
Con base en lo anterior, los padres1 desempeñan un papel fundamental en el desarrollo de ellos a tal grado que se puedan formar personas independientes, con identidad propia y que a futuro tengan una familia constructiva 3.
Sin embargo, la armonía y su dinámica familiar -entendida como los “encuentros entre las subjetividades, mediados por una serie de normas, reglas, límites, jerarquías, roles, entre otros, que regulan la convivencia y permiten que la funcionalidad familiar se desarrolle armónicamente”-, pueden verse afectados por las conductas de riesgo, que van desde el uso y abuso del alcohol, tabaco y drogas hasta la promiscuidad arriesgada, hábitos alimenticios dañinos, conductas violentas y suicidas, sedentarismo, deserción escolar y bajo rendimiento, conductas que pueden quedar arraigadas hasta la edad adulta y causar graves problemas en la familia y sociedad. Por esta situación 3 mil adolescentes mueren a diario, cuando estas muertes se pudieron prevenir 1,4,5.
En el mundo, uno de cada seis habitantes es adolescente, es decir, 1.200 millones de personas tienen entre 10 y 19 años, de los que mueren a diario 180 debido a la violencia interpersonal; la depresión, autolesiones y desórdenes de ansiedad son la primera, quinta y octava causa de enfermedad y discapacidad en los adolescentes, respectivamente; el suicidio ocupa el tercero y la violencia el quinto lugar entre las causas de muerte. Un 20% de los adolescentes de 13 a 15 años fumó un cigarrillo antes de los 10 años de edad y, en algunas regiones, va en aumento; 2.5 millones de adolescentes tuvieron su primer hijo antes de los 16 años; unas 120 millones de mujeres menores de 20 años fueron víctimas de violencia sexual; cada año se presentan 3 millones de abortos peligrosos en adolescentes y un millón de mamás son menores de 15 años 5-10.
En México el 53.2% de los adolescentes ha consumido alcohol una vez en su vida, mientras que el 14.5% lo hace de manera excesiva; la droga que más se consume es la marihuana (2.4%), seguida por los inhalables (0.9%) y la cocaína (0.7%). Cada año se registran 340 mil nacimientos en mujeres menores de 19 años y el 23% de las y los adolescentes inició su vida sexual entre los 12 y 19 años, de estos el 15% de varones y 33% de mujeres no usaron ningún método anticonceptivo en la primera relación sexual; el 77% de los matrimonios adolescentes entre 12 y 17 años son niñas; el suicidio es la tercera causa de muerte en adolescentes de 15 a 19 años y por cada uno que se suicidó hubo 20 que lo intentaron 11-14.
Al respecto también se han hecho estudios como la de Koo et al. 15 donde examinaron la asociación entre el desarrollo puberal y las conductas de riesgo sexual y no sexual en adolescentes tempranos y sus padres, y así obtuvieron que los adolescentes con signos de desarrollo puberal tenían más probabilidades de participar en conductas de riesgo que los adolescentes que no reportan signos; igualmente, el desarrollo puberal no está relacionado con las conductas de los padres, sin embargo, los padres con múltiples conductas de riesgo no sexual reportaron buena comunicación con sus hijos en temas sexuales.
En una investigación realizada por Petronella et al. 16 en una población de estudiantes de secundaria encuestados tres años después de un desastre natural, se encontró que los varones eran más propensos que las mujeres a participar en múltiples conductas de riesgo.
Unos investigadores realizaron en Missouri un trabajo sobre las conductas de riesgo relacionados con lesiones y muertes entre adolescentes hispanos y no hispanos, donde se obtuvo una mayor prevalencia en adolescentes hispanos que los no hispanos de raza blanca (9 de 10 conductas de riesgo) y que los no hispanos de raza negra (6 de 10 conductas de riesgo), asimismo, los adolescentes hispanos tuvieron una tasa de mortalidad menor de suicidios, homicidios y lesiones no intencionales combinadas (39.8 por cada 100000 habitantes) que los no hispanos tanto de raza blanca (54.3 por cada 100000 habitantes) como de raza negra (94.1 por cada 100000) 17.
Por otra parte, la Escuela de Medicina de la Universidad de Colorado hizo un trabajo en el que demostraron que existe una asociación entre las experiencias adversas de la infancia con las conductas de riesgo en adolescentes tempranos extremadamente vulnerables, esto debido a los cambios físicos y emocionales del adolescente por lo que se encuentra más sensible al medio que lo rodea, y si es en el núcleo familiar donde se establecen y fortalecen las conductas a seguir, es importante el estudio de la dinámica familiar en la que se desenvuelven para identificar áreas de oportunidad y evitar las conductas de riesgo que tanto dañan a los adolescentes 18,19.
Además, las conductas de riesgo son un problema de grandes consecuencias sociales y sanitarias para la población en general y, en México, no existen estudios específicos que aborden las conductas de riesgo y la dinámica familiar, por tal motivo fue de interés para la disciplina de enfermería realizar un estudio que podría ser de utilidad en el diseño de otros estudios y de intervenciones de enfermería que coadyuven a la prevención y control de esta problemática en los adolescentes.
El objetivo general de este estudio fue determinar la relación de los elementos de la dinámica familiar como comunicación y cohesión con las conductas de riesgo del adolescente y la de sus padres.
MATERIAL Y MÉTODO
En el presente estudio se utilizó un diseño no experimental, descriptivo transversal correlacional 20,21. Con base en un muestreo no probabilístico por conveniencia la muestra se conformó por 50 adolescentes y sus respectivos padres de una telesecundaria ubicada en Cosoleacaque, Veracruz, durante los meses de octubre y noviembre de 2014.
Se empleó una cédula de datos sociodemográficos para describir a los participantes del estudio. Además se usó el test “Cómo es Su Familia” 22 de la Organización Panamericana de la Salud (OPS), que evaluó la comunicación conyugal, la comunicación conexión con la madre y las conductas de riesgo (categorizados en alto riesgo (0-2), riesgo (3-5) y sin riesgo (>6); alto riesgo (0-7), riesgo (8) y sin riesgo (>9); alto riesgo (19-30), riesgo (12-18) y sin riesgo (0-11), respectivamente. Y el test “Cómo es Tu Familia” de la OPS 22 que evaluó la comunicación conexión con el padre, la comunicación conexión con la madre y las conductas de riesgo (con la misma categorización del instrumento anterior).
También se empleó el instrumento Faces III de David Olson 23 que midió la cohesión del padre y del hijo con 10 preguntas y cada pregunta tuvo los siguientes valores: Nunca =1; Casi nunca=2; Algunas veces=3; Casi siempre=4 y Siempre=5, y la suma del puntaje final fueron categorizados de acuerdo al tipo de cohesión: Desligada (<31); Separada (32 a 37); Conectada (38 a 47); Enmarañada o Aglutinada (>48). El test “Cómo es Su/Tu Familia” mostró una confiabilidad buena con un Alpha de Cronbach de .88 para comunicación y .80 para conductas de riesgo. Asimismo, el instrumento Faces III tuvo una confiabilidad buena con un Alpha de Cronbach de .83 para cohesión.
Para la realización de esta investigación se solicitó la autorización al Comité de Investigación de la Facultad de Enfermería de la Universidad Autónoma de Querétaro, posteriormente se obtuvo el permiso mediante oficio a la telesecundaria para ejecutar el proyecto de investigación, donde se dio a conocer el objetivo del trabajo. Después se acudió con los maestros y alumnos para explicarles el motivo del proyecto, también se les comunicó sobre el consentimiento informado y el llenado de los instrumentos. Se visitó a cada uno de los grupos y, posteriormente, mediante una selección intencional, se determinó el grupo de alumnos con que se trabajaría; el instrumento se aplicó durante el horario de clases y su tiempo de aplicación fue de 30 a 45 minutos por alumno. Así mismo, se visitó en su domicilio a cada uno de los padres de los adolescentes encuestados, de los cuales sólo se tomó al padre que quiso participar en el proyecto y también se les aplicó los cuestionarios. Este estudio estuvo apegado al Reglamento de la Ley General de Salud en Materia de Investigación para la Salud en México y a las normas internacionales como la Declaración Helsinki 24,25.
El análisis estadístico de los resultados de la aplicación del instrumento final se efectuó mediante el programa SPSS. Para conocer las características de los participantes en el estudio se usó estadística descriptiva, además de la estadística inferencial como la Chi-Cuadrada y el coeficiente de correlación de Spearman, debido a que las variables no mostraron una distribución normal.
RESULTADOS
La media de edad de los adolescentes fue de 13.3 ± 1.23 años. De los cuales el 50% eran adolescentes mujeres. En la Tabla 1 se observó que el 30% de los padres afirmó que no terminaron su educación básica y solo el 2% de los padres terminó su carrera profesional. Así mismo el 44% lo componen las madres que terminaron su enseñanza básica completa, y sólo el 8% refirió haber completado su educación media.
En lo que se refiere a la condición conyugal que mantienen los padres, el 56% está casado y el 22% manifestó vivir en unión libre o conviviente. En cuanto a la actividad u oficio del padre o pareja de la madre, el 28% mencionó tener un empleo estable y sólo el 4% dijo que se dedica al hogar. Los datos referentes a la madre o pareja del padre la mayoría con un 66% se dedica a las labores del hogar y el 10% tiene un trabajo estable.
En cuanto al tipo de familia, el 40% la ubica como familia completa o nuclear, el 22% como familia extensa, el 24% son familias mixtas y el 14% son familias incompletas.
En lo que respecta a las conductas de riesgo del adolescente y sus padres, el 6% de los adolescentes refirió que sí ha fumado más de una vez al mes, lo que es confirmado por el padre con un 2%. En el consumo de alcohol, un 8% de los adolescentes aseveraron que sí se han embriagado más de una vez al mes y así mismo dijeron que el 48% de los padres se embriaga más de una vez al mes. En lo referente al uso de la marihuana sólo lo consume el padre en un 8%, pero no el adolescente. En el uso de solventes el padre negó consumirlos, sin embargo, el adolescente refirió que su padre sí lo inhala en un 4%.
También el estudiante mencionó que recibió golpes y maltratos en un 14%, lo que es confirmado por el padre con el mismo porcentaje. En la Tabla 2 se observan los demás datos sobre las conductas de riesgo del adolescente y la de sus padres.
La correlación entre los elementos de la dinámica familiar y las conductas de riesgo tanto de los padres como del adolescente se presentan en la Tabla 3. Se encontró una correlación lineal estadísticamente significativa, moderada y directamente proporcional entre las conductas de riesgo del adolescente y las conductas de riesgo del padre (rs = 0.429, p< 0.05). Y una correlación significativa baja y directamente proporcional entre las conductas de riesgo del adolescente y la cohesión del padre (rs = 0.29, p< 0.05). Los demás valores se encuentran en rangos de -0.18 y 0.24 con nivel de significancia > 0.05 y correlación muy baja y baja.
Así también, la Tabla 4 presentó que la cohesión del padre ya sea desligada, separada, conectada o enmarañada o aglutinada, no se asocia con la conducta de riesgo del adolescente (X2 = 0.218>0.05). Esto es debido a que independientemente del tipo de cohesión del padre, se observaron casos de riesgo en el adolescente. 28 padres de 50 contestaron que el tipo de familia es conectada, sin embargo, el 3.6% de los adolescentes presentó conducta de riesgo. Los casos que se presentaron fueron los siguientes: 2 adolescentes de familia desligada, 2 de familia separada y un adolescente de familia conectada presentaron conducta de riesgo.
Tampoco hubo asociación entre la comunicación del padre y la conducta de riesgo en el adolescente (X2 = 0.981 > 0.05). Esto es debido a que 35.6% de adolescentes no tienen problemas con las conductas de riesgo a pesar de tener riesgo y alto riesgo en la comunicación con sus padres. Y 60% de casos donde a pesar de que existe comunicación sin riesgo con los padres (comunicación madre-hijo (a) y padre-hijo (a) tuvo una alta comunicación en un 60% y 64%, respectivamente), los adolescentes presentaron riesgo en la conducta.
Sin embargo, sí hay asociación entre la conducta de riesgo del padre y la conducta de riesgo del adolescente (X2 = 0.002 < 0.05), a pesar de que solo un padre observó conducta de riesgo al igual que el adolescente (20%), la correlación de Spearman (0.429) es mayor que en las variables. Por otra parte, 49 padres que no tienen conducta de riesgo, 5 adolescentes (10%) sí tienen conducta de riesgo. Aunque pareciera que no están asociadas estas dos variables, la X2 arrojó asociación porque ambas escalas son iguales (riesgo y sin riesgo) para ambas variables.
DISCUSIÓN
Las conductas de riesgo suceden cada vez más en la adolescencia temprana como constató este trabajo (13.3 años), dato preocupante debido a que las conductas de riesgo, como lo demuestran otros estudios, se están iniciando a corta edad, lo que vuelve a los adolescentes más vulnerables a diversas enfermedades y peligros, lo que representa un reto para los profesionales de la salud 26-31.
Las familias en estudio mencionaron ser nuclear (40%), aunque la mixta también va en aumento, esto ayuda al adolescente a sobrellevar las conductas de riesgo, ya que la familia nuclear permite actuar como un factor de protección contra las conductas de riesgo, aunque otros estudios muestran que es cada vez más frecuente encontrar familias mixtas -producto de la reconstrucción de la familia en respuesta a casos de viudez, madres solteras o situaciones económicos que los lleva a la reorganización aún sin sufrir la separación conyugal-, y monoparental, donde los adolescentes suelen presentar mayores riesgos 32-34.
En un estudio que se realizó a adolescentes tempranos de la comunidad de Valparaíso, Chile 35 se encontró que los adolescentes tienen una alta comunicación con sus padres (80.3% con la madre y 63.9% con el padre), dato similar se halló en este trabajo, pero en este caso fue mayor en el padre y menor en la madre, aunque independientemente de quien es con el que se comunica más el adolescentes, este elemento de puede actuar como factor protector, según mencionan otras investigaciones 36,37.
Al relacionar la comunicación de los padres con la conducta de riesgo de los adolescentes, se halló una comunicación sin riesgo y conductas sin riesgo (64.4%), lo que indicó que la interacción entre padres e hijos es de apertura, de confianza y de satisfacción, esto evita que el adolescente se inmiscuya en conductas de riesgo 22,38. Y el 60% donde hubo una comunicación sin riesgo y presentaron conducta de riesgo es posible que sea por influencia de sus amigos o novios (as) como lo demuestran otras investigaciones 33,39.
Por otro lado, Iraurgi et al 40 hallaron que las conductas de riesgos como el uso de drogas se asoció a una peor comunicación entre padre e hijo, pero en esta investigación no fue de relevancia debido a que la comunicación en cualquiera de sus niveles no se asoció con la conducta de riesgo del adolescente.
Una conducta de riesgo que puede desencadenar otras conductas de riesgo es el consumo de alcohol, siendo que el 8% de los adolescentes de este estudio se ha embriagado más de una vez al mes, contrario a lo que encontró Huitrón Bravo et al 41 donde más del 50% presentó dicha conducta de riesgo. Y aunque los adolescentes no presentaron conductas de riesgo (90%), el porcentaje que sí las tuvo fue el de los padres que a su vez mostraron conductas de riesgo tal como también halló Mosqueda y Carvalho 36 en un 1.6%. Lo anterior se debe a que la sociedad ve normal que los hijos consuman bebidas alcohólicas a temprana edad, en ocasiones fomentado y permitido por los padres, fortaleciendo esta conducta de riesgo en la familia que trae como consecuencia riesgos negativos en la salud del adolescente 42-44.
El hecho también de que los adolescentes no presentaron conductas de riesgo es que el 66% de las madres se dedican a las labores del hogar, lo que funciona como un factor protector, como lo señalaron otros investigadores donde asocian las conductas de riesgo con la falta de los padres, y cuando está presente por lo menos uno de los padres no hubo conductas de riesgo 33,43,45.
En esta investigación las conductas de riesgo del padre se asociaron con la del adolescente, lo que se puede convertirse en un ciclo vicioso por la influencia y ejemplo que ejercen los padres sobre los hijos, así lo demostraron también otras investigaciones 46-50.
Así mismo, autores como Jiménez 51 encontraron que el clima familiar en términos de cohesión se asocia con las conductas de riesgo, este trabajo discrepa en eso debido a que no se halló asociación entre la cohesión y las conductas de riesgo del adolescente, esto independiente del tipo de cohesión.
En este estudio las limitaciones están relacionadas con los datos relativos a los componentes de la dinámica familiar y las conductas de riesgo, en vista del sesgo de percepción que puede haber, por el hecho de ser autoadministrado. Así también una de las limitaciones fue que se aplicó a una población menos citadina, lo que pudo haber influido en los resultados. Lo anterior da paso a realizar una investigación en la que tanto los padres como los adolescentes estén más expuestos a la vida de la ciudad.
CONCLUSIÓN
Este trabajo permitió observar que, independientemente del tipo de familia, la cohesión del padre con los miembros no tiene relación con la conducta de riesgo del adolescente. La relación entre la aparición de las conductas de riesgo y la comunicación con el padre es muy baja, sin embargo, destaca el hecho de que existe una correlación estadística significativa, moderada y directamente proporcional entre las conductas de riesgo del adolescente y las conductas de riesgo del padre. Es importante recalcar que durante la adolescencia la comunicación y la cohesión adquieren una relevancia especial en la dinámica familiar y, aunque no estén relacionadas directamente con las conductas de riesgo del adolescente, pueden conceptualizarse como uno de los principales recursos al momento de enfrentar conflictos al interior de la familia. Por otro lado, la conducta del padre o madre sí es un factor predisponente para el desarrollo de conductas de riesgo en el adolescente.
Es así como la dinámica familiar con base en los resultados obtenidos en este estudio juega un papel importante en el funcionamiento de la familia, en especial, cuando hay adolescentes que viven una etapa de transición y vulnerabilidad que los coloca en situaciones de riesgo, por lo que la conducta del padre tiene que ser ejemplar para el desarrollo óptimo del hijo. Es así como el profesional de enfermería tiene la responsabilidad de diseñar acciones de prevención, promoción y educación para la salud que permitan realizar intervenciones que coadyuven a la familia con el propósito de prevenir el desarrollo de daños a la salud en cualquiera de sus miembros.