Vamos a partir de la premisa de que la promoción de la salud, en la medida que se limite a un saber disciplinar (saber médico), estará destinada al fracaso, o a una mera retórica del “deber ser” que es una forma académica convalidada del fracaso. Pero ¿por qué se la suele pensar desde una disciplina? Porque se la concibe como técnica y no como política, lo cual expresa los resabios de la modernidad que se mantienen vigentes en nuestros pensamientos, que siguen lejos de poder pensar en salud 1 y continúan confundiendo salud con medicina. Mientras se sigan los postulados de la filosofía idealista, seguirá vigente el pensamiento sistémico, que entiende a los sistemas de salud divididos en sectores (público, privado y seguridad social), ideas que se ubican en las antípodas de pensar el campo de la salud estructurado en un juego de agentes, intereses y capitales, donde lo simbólico juega un papel central 2,3.
El dominio de lo instrumental en la formulación de las políticas se observa al comprobar que, en general, las ideas se enuncian con base en una lógica de soluciones y no a partir de problemas. Las consecuencias son diseños que atraviesan a los gobiernos de manera independiente a sus ideologías, lo cual evidencia cómo la técnica se volvió ideología 4-6.
Para intervenir en el juego social, no se necesita aprender más cosas, sino pensarlas de otra manera. La realidad es compleja y supera ampliamente cualquier saber disciplinario. Esa complejidad no está dada por una suma de partes -tal como lo sostiene el idealismo cartesiano-, sino que está dada por relaciones de mutua dependencia entre sujetos, objetos y cuasiobjetos en lógicas procesuales que expresan el carácter diacrónico de lo social 3,7,8.
Política no es el nombre política, dirá Badiou, para quien “solo es política el proceso de la construcción colectiva de un singular con miras a la gestión o transformación de lo que es”: a ello denominará metapolítica 9. De lo contrario, la política deviene un ente, pasa a tener carácter ontológico, se le niega su capacidad de producción por parte de actores/agentes en un momento histórico y en función de ciertos intereses. ¡Es allí donde está lo singular! No pensarla de esa manera, nos ubica como espectadores y, desde la contemplación, el campo social es inmodificable 10. Solo hay posibilidades de cambiar las estructuras del campo si se deviene agente de la propia historia, pensada en sus propios contextos, territorios e historias 1,5,11.
No solo hay política en los espacios macro, hay mucho por hacer en salud en los espacios micro (lugares de trabajo, relación con los usuarios y con los compañeros de trabajo, y en cada uno de nosotros en tanto trabajadores de la salud). Los espacios de la micropolítica no pueden ser desdeñados, ofrecen sorpresas y allí se producen milagros 10,12,13.
La no inclusión del otro es contraria al concepto de nación, que es antes que nada inclusión material y simbólica en términos históricos, culturales y territoriales. En un momento histórico de primacía del yo, la construcción de hegemonía se hace a través de una trama simbólica muy sutil que funciona de manera invisible naturalizando las ideas dominantes (que excluyen al otro). Por eso acompañamos a quienes proponen producir revoluciones simbólicas que antecedan a cualquier revolución material, ya que limitar las conquistas a lo material puede llevar a la sociedad a la vorágine consumista, lo que explica -desde nuestro punto de vista- los movimientos pendulares entre gobiernos populares y neoliberalismo en América Latina 14.
Es necesario entender que no hay un método, ni una técnica para intervenir en el juego social del territorio 11. Este prólogo expresa la necesidad de salir de los modelos racionalistas que dominan las formas de trabajar y pensar lo social, debemos pasar a dinámicas marcadas por el juego, el devenir y la incertidumbre, que son propias de lo social. Desde allí nos ubicamos de una manera abierta, sin fórmulas ni recetas, y con más preguntas que respuestas. Nos acompaña la certeza de la necesidad de volver a pensar en salud1 más allá de lo biomédico, y así encontrarnos con las preguntas que conforman ese juego infinito que constituye lo social. No hay espacio para vanguardias representativas por más claras que sean. Sí es necesaria la resistencia, dado que toda resistencia es ruptura, pero la ruptura es acción en situación. No se trata de mera expresión de deseos, ni declamación. No es grito, es el hacer. No es el plan, es la acción en tanto proceso centrado en el presente. Nos sobran planes y recomendaciones, es necesario recuperar nuestra huella, de lo contrario vamos a convalidar la transformación de intereses hegemónicos en conocimientos verdaderos 7. En el devenir de esos conceptos, trazando nuevos caminos y haciendo más que diciendo, podremos transformar a la promoción de la salud en una metapolítica transversal.