Introducción
La Contraloría General de la República con el propósito de hacer más eficaces sus servicios y con el objeto de contribuir al estudio del país ha resuelto emprender la elaboración de una obra que pudiera llamarse, Geografía Económica de Colombia, que dará al público por departamentos, y que será tan completa como lo permitan los datos de que disponga para su estudio.
Geografía Económica de Colombia. Tomo I. Antioquia, 1935.
En las páginas siguientes nos ocuparemos con cierto detalle de la forma como la Contraloría General de la República (CGR en adelante) concretó uno de los proyectos más importantes, ambiciosos y estrechamente relacionados con la perspectiva de modernización del Estado y la sociedad que esa institución había incorporado como propia. Se trata de la publicación -previa investigación- de una Geografía Económica de Colombia (en adelante GEOCOL, tanto para el plural como para el singular) constituida por una serie alfabética de “monografías geográficas” departamentales e intendenciales que comenzaron a aparecer en 1935 -la primera de ellas fue la Geografía Económica del Departamento de Antioquia- y que parecen haber desaparecido definitivamente a principios de la década de 1960.
El lector deberá pues tener en cuenta, que el texto no es una “sintética historia de la geografía en Colombia en el siglo XX”, ni una historia improvisada de las ciencias sociales en su primera mitad, sino solamente la historia de un proyecto intelectual, adelantado en el marco de una institución oficial, por un conjunto de expertos y técnicos, que se interesaban por el análisis de la sociedad, bajo el ángulo de la geografía, la economía y la estadística, saberes que se consideraban básicos para la modernización de dicha sociedad.
La manera como abordaremos nuestro objeto directo de investigación será la siguiente: primero vamos a describir el proyecto de las GEOCOL propiamente dicho, tal como inicialmente se formuló; y segundo trataremos de seguir sus evoluciones, insistiendo en la forma como la Segunda Guerra Mundial -un acontecimiento clave en la vida económica y espiritual de la mayor parte de las naciones del orbe- profundizó y modificó la perspectiva inicialmente adoptada para la investigación y redacción de las GEOCOL.
1. Las Geografías Económicas de Colombia: impulsos iniciales
A pesar de cierta ingenuidad casi que constitutiva que ronda el trabajo de ciertos historiadores, hay que repetir que no hay ningún acontecimiento social, por pequeño que sea, que tenga un origen único. En el caso de la idea de una geografía económica de Colombia, es claro que sus orígenes inmediatos -sin hablar de los mediatos- han sido múltiples desde principios del siglo XX, entre otras cosas, porque la perspectiva de análisis de la producción y la riqueza es consustancial al saber geográfico en las sociedades en las que la riqueza ya constituye o empieza a constituirse en un horizonte y en una aspiración colectiva y, por tanto, en un objeto de reflexión intelectual metódica, como resulta ser el caso de la sociedad colombiana en el siglo XX, cuando intenta dejar de ser una sociedad puramente mercantil y comercial y orientarse por los caminos de una sociedad industrial capitalista, desde el punto de vista de la producción de la riqueza, y dotarse de un Estado moderno en el que el conocimiento técnico-científico representa no solo un ideal, sino ante todo un valor económico e intelectual que se incorpora a su actividad cotidiana -sin que nos interese por el momento hacer ninguna consideración acerca del resultado de esos esfuerzos.2
Lo importante de resaltar aquí -y lo repetiremos varias veces en este texto- es que en el trabajo de la CGR la idea de una geografía económica se localiza más allá del conocido discurso sobre los “recursos naturales” en la perspectiva puramente lírica que fue corriente en los medios Ilustrados durante la segunda mitad del siglo XVIII.3 No parece haber mayores dudas de que a pesar de que la idea puede haber tenido varios focos de formación y de difusión, el empeño de investigar la geografía económica del país a través de un esfuerzo organizado de monografías departamentales, con fuerte apoyo estadístico, dirigidas a los especialistas y a la “opinión pública”, y con fines explícitos de producir conocimientos prácticos para intervenir racionalmente en la producción de riqueza, le corresponde por entero a la CGR, a principios de los años de 1930.4
Como resulta fácil imaginar, la idea básica e incluso algunos avances en esa nueva dirección de geografía económica se encontraban en el país a comienzos del siglo XX en varios lugares e instituciones. Por ejemplo entre miembros de la Sociedad Geográfica de Colombia, fundada a principios del siglo XX y que trató de reanimar sus incipientes trabajos en la década de 1930, acogiéndose al abrigo del nuevo régimen liberal; o entre algunos de los encargados de la Oficina de Longitudes del Ministerio de Relaciones Exteriores, quienes debían producir los mapas oficiales del país y que habían dado ya algunos pasos en la descripción de aspectos económicos del territorio, y habían desarrollado formas de trabajo de campo que suponían la descripción cuidadosa del medio físico, el inventario de riquezas y el uso de instrumentos técnicos de perspectiva científica y aplicación práctica. Hubo así mismo avances importantes en la enseñanza y los trabajos de grado de la Escuela Nacional de Minas, tanto en el campo de la geología, como en los de la estadística y de la naciente ciencia económica.5
Sin embargo, por razones históricas que tienen que ver con la evolución administrativa del Estado en Colombia después de 1920, fue la CGR la institución que asumió de manera práctica, visible y publicitada la elaboración de tales geografías, entre otras cosas, porque era al parecer la institución de mayor envergadura y proyección con que contaba en ese momento, el más o menos desorganizado Estado colombiano, pues se trataba de una institución que desde su propia creación hacia 1923 venía dando muestras de una organización moderna y en los primeros años de la década de 1930 había incorporado a un personal de alta formación técnica que no era el habitual en otras de las instituciones estatales; personal técnico -parte de los nuevos agentes estatales en el campo de la administración- que fue una de las condiciones más importantes en la realización del proyecto de las Geografías Económicas de Colombia.6
Favorece a nuestras afirmaciones, el hecho de que la CGR no solo promovió de manera práctica la realización de las GEOCOL, sino que habló y discutió sobre ellas, reconsideró el “proyecto” en función de sus resultados y produjo textos programáticos acerca de sus orientaciones básicas. Al respecto el texto de la CGR más antiguo que al respecto conocemos tiene como título “La Geografía Económica de Colombia y la Estadística” y es el producto de una conferencia dictada en 1933 en la CGR por uno de sus más calificados técnicos, quien tuvo una participación destacada en la elaboración de las GEOCOL.7 Hay que adelantar desde ahora dos hechos que el texto citado pone de presente. De una parte la temprana organización de la CGR como un moderno centro de estudios; y de otra la relación que el texto establece desde su título entre geografía y estadística, lo que será una constante en el trabajo de investigación de esos años, lo mismo que un motivo de aparente enojo de algunos de los que, desde dentro y fuera de la CGR, se oponían al uso sistemático de la estadística, con la idea de que ese tratamiento “exagerado y unilateral” era una especie de “desviación” respecto de las definiciones clásicas de la disciplina geográfica.8
El viraje principal y la diferencia con respecto a la tradición anterior en el campo de los estudios geográficos se encuentra en el arranque mismo de la conferencia de Julio Ricaurte Montoya, cuando definía el objeto de la geografía económica, indicando que el punto básico es la consideración del mundo como un “centro de producción”, señalando enseguida que esa disciplina estudia “todas las manifestaciones de la vida de los Estados dentro del ámbito económico”9, lo que significa, en un solo movimiento, producir dos tipos de “rupturas” significativas.
La primera respecto del contenido habitual que definía a la geografía física -la descripción de la corteza terrestre-; y la segunda respecto de las relaciones entre Estado y sociedad -el Estado que interviene y que tiene una particular esfera de intervención en la orientación de la economía-, lo que supuso que en una institución particular del Estado se generaba una concepción de la vida social y se teorizaba sobre esa forma de acción, llevando a que dicha institución se pusiera a tono con una de las mayores novedades de la actividad política de comienzos del siglo XX -1930-, no solo en Colombia, sino en buena parte de las sociedades capitalistas que buscaban enfrentar la crisis en curso a través de formas diferentes de lo que luego se llamó keynesianismo.10
Ahora bien, de acuerdo con este autor lo que la geografía económica revelaba era la existencia de una nueva ciencia, la “ciencia de los hechos económicos”11, y por tanto la emergencia de una forma original de consideración del mundo social que se apartaba de las interpretaciones líricas tradicionales sobre la riqueza -el viejo discurso sobre los recursos naturales y la “prodigalidad divina”- y se concretaba en un mundo de realidades que el romanticismo prevaleciente en el siglo XIX -por lo menos en Colombia-, aún consideraba como “manifestaciones del espíritu”, para declarar enseguida que se trataba no solo de centrar la mirada en la producción, sino “en el estudio de la distribución de los recursos naturales”12.
El otro elemento de definición básica que Ricaurte Montoya presentó a su público tuvo que ver con la idea de potencialidad -una manera de introducir el concepto de futuro y más adelante el de planeación-; una idea que fue uno de los grandes aportes de estas GEOCOL, ya que de esa manera hizo eco de la idea económica de “reproducción ampliada”, ante lo cual este autor agregaba que la riqueza, presente o potencial, no tenía otra forma de ser comprobada que a través de la medida, de la cuantificación. Según Ricaurte Montoya, no hay cálculo (ya sea referido al presente o al futuro) de la riqueza de una sociedad, si no se tiene el recurso de los “datos numéricos” “o sea [el recurso] de las observaciones estadísticas”, única forma de calcular “la potencialidad económica de un país o región”13. El mundo moderno, mundo por excelencia complejo, no puede ser aprehendido más que a través del cálculo y la medida, es decir, indagando “con precisión los actos del hombre” y registrando “el resultado aritmético de sus actividades productoras”14 lo que supone al mismo tiempo dos movimientos de investigación y pensamiento: de un lado el recurso a la estadística
-como forma por excelencia de cuantificación-, y de otro el recurso a la geografía, pues se trata de observar la forma como esas potenciales riquezas, que van a ser medidas, se distribuyen sobre una superficie, lo que impone “el hondo conocimiento de la economía del territorio respectivo”15. Recordemos que el autor del texto define a la geografía y a la estadística como ciencias de observación.16
Según Ricaurte Montoya, para una sociedad como la colombiana, estaban pendientes dos tareas complementarias: de una parte “la necesidad de establecer una verdadera estadística”, que permitiera “algún día, conocer nuestra potencialidad económica”; y de otro parte conocer “las leyes geográfico-económicas que imponen la desigualdad en el reparto de la riqueza natural”. La estadística y la geografía económica, dos dominios complementarios de amplia extensión, se organizaban en función del conocimiento de un país -un tema que empezará a repetirse con nuevos énfasis- y eran la forma por excelencia “de caracterización de la vida nacional”17.
La conquista de un “conocimiento verdadero de la sociedad” no será ya pues el producto de una función de la memoria -como diríamos hoy en día- referida a sus formas de identidad o el reconocimiento de un destino previamente fijado, sobre la base de un carácter, sino el resultado de un conocimiento positivo, esto es, el producto de una indagación definida por el ejercicio de la observación y por la búsqueda de leyes -dos palabras recurrentes en esta fase tardía pero la más importante en términos prácticos del “positivismo nacional”-. Como lo señala el autor del texto que glosamos, la geografía económica “por procedimientos puramente científicos” se encarga del estudio de su objeto: la repartición de las riquezas presentes y potenciales que se encuentran en un territorio, lo que significa que la estadística debe seguir en detalle sus observaciones, para saber “con certeza cuáles datos son esenciales para sus deducciones científicas” en la búsqueda de dar expresiones numéricas a las riquezas del territorio.18
Si bien la estadística aspira a identificar leyes generales sobre el funcionamiento de los fenómenos que estudia, la aproximación que realiza de los hechos sociales (en este caso económicos) no deja de ser una aproximación “microscópica”, pues se trata de “indagar con precisión los actos del hombre y registrar el resultado aritmético de sus actividades productivas”19, lo que supone un conocimiento de detalle, “el hondo conocimiento de la economía del territorio respectivo”, es decir, el estudio de la geografía del país “bajo todos sus ángulos”. La dirección de conocimiento positivo de una sociedad que sigue la geografía económica es estrictamente la misma dirección seguida por el conocimiento estadístico, y la geografía que no se contenta con un relato escrito en el habitual registro lírico debía estar en condiciones de asumir y solicitar a la estadística un lenguaje nuevo: el de los gráficos y los cuadros -gráficos, diagramas y cuadros sinópticos-.20
El resultado de la indagación geográfica encuentra en el lenguaje de la estadística la forma por excelencia de su representación, la manera de hacerse visible como resultado de ciencia, aunque aún no fueran señaladas las dificultades que para el público (el sujeto lector que será continuamente invocado) pueda representar este lenguaje tan novedoso a principios de siglo, y aunque se deje por ahora de lado un elemento distintivo del lenguaje geográfico clásico: el mapa, de momento dejado al margen en función de instrumentos más recientes para hacer visible el conocimiento positivo.21
Esta relación de lenguajes y esta indicación acerca de cómo deben relacionarse de manera práctica dos disciplinas en curso de afirmación, no se hacen sin dejar de mencionar el hecho de que los datos estadísticos, que ahora entraban a formar parte central del conocimiento, no pueden ser producto de la improvisación. Ricaurte Montoya afirmaba entonces -por lo demás en términos muy modernos- que “El resultado estadístico no adviene a nosotros de manera gratuita, sino que tenemos que alcanzarlo mediante onerosa labor científica”22, para referirse a continuación a un problema que podría ser considerado como secundario en una época como la nuestra, pero que a comienzos del siglo XX constituía una verdadera novedad: el problema de la presentación gráfica de los resultados estadísticos, la forma misma de hacer visibles tales resultados, que en este caso tienen que ver con la riqueza y sus posibilidades hacia el futuro.23
Según las afirmaciones de Ricaurte Montoya, los cartogramas “que son mapas cuyas diferentes regiones naturales o círculos administrativos llevan marcados la intensidad de un determinado hecho social” y para cuya elaboración “se emplean matices, colores, rayados, punteados o signos convencionales”24 eran el nuevo lenguaje que debía asumir la presentación pública de resultados del trabajo de la ciencia en estos campos, no solo en virtud de la nueva objetividad que se quería conquistar
-la “onerosa labor científica”-, sino como una forma de hacer visible en su propia inmediatez las posibilidades de riqueza que puede alcanzar una sociedad, convirtiendo al conocimiento (que ofrecen la geografía económica y su aliado el conocimiento estadístico) en una forma de orientarse de manera práctica en el propio terreno de las decisiones que una sociedad debe adoptar en el camino del progreso, una guía “que nos sirva a todos los colombianos en nuestras actividades públicas y privadas”25, según concluía en su texto Ricaurte Montoya.26
El balance inicial que de este texto puede hacer un lector de hoy no deja de ser sorprendente. De una parte aparece la definición de dos tipos de conocimiento considerados como ciencias de observación -lo que, claro, nos resulta obvio hoy… pero no lo era a principios del siglo XX-; dos formas de saber de sello muy moderno, definidas además por sus propios vínculos y por su misión de brindar conocimiento de detalle sobre una sociedad -ante todo conocimientos relacionados con su dimensión económica y ello con fines definidos como utilitarios-. De otra parte, y esto resultaba esencial, la definición de la riqueza de una sociedad en términos de potencialidad, por fuera del “proyectismo especulativo” de los neoborbones de la primera generación de Independencia -tal como lo ha analizado Frank Safford-27, poniendo más bien de presente la relación entre conocimiento y “explotación científica” de la naturaleza, a partir de un estudio detallado de todos los “secretos que ella oculta”.
La CGR debió trabajar durante los meses siguientes, bajo el impulso de Ricaurte Montoya, en el proyecto de GEOCOL, con la idea no de hacer libros -y menos libros de tanta extensión, como al final ocurrió- sino más bien artículos de revista. Ello ocurrió al tiempo que la CGR continuaba organizándose a la manera de un centro de pensamiento, cuyos miembros se agrupaban en equipos que atendían cada uno temas particulares que cubrían un espectro muy grande investigaciones, con las que aspiraban a producir conocimientos nuevos y útiles sobre el conjunto de la sociedad.
En el caso particular de las GEOCOL, el Boletín de la Contraloría indicaba -ya en 1935- que el Centro de Estudios y Coordinación de la Contraloría avanzaba en esa dirección y que consideraba esa tarea como de “enorme trascendencia”, por lo que incluiría en el próximo número de su publicación “el capítulo correspondiente al Departamento de Antioquia”, agregando que la Sección de Estadística de la institución se ocupaba activamente en ese momento “en el acopio de los datos necesarios para hacer una obra digna de tenerse en cuenta por su seriedad y completísima información en todas las ramas que la conforman”. Pocos meses después Ricaurte Montoya
-que ocupaba ahora el cargo de director del Anuario de Estadística General, la principal publicación de la CGR en ese momento- volvió sobre el tema de las GEOCOL, a través de un corto artículo programático y mucho más didáctico que el anterior, en el que buscaba no ya esclarecer el vínculo entre la geografía y la estadística, sino definir las tareas básicas de la geografía económica en Colombia. Ricaurte Montoya insistía en la importancia de ese tipo de saber y de su divulgación para la sociedad y señaló los principales obstáculos que afectaban el avance del conocimiento en ese campo, al tiempo que repetía su definición de la geografía económica, aunque sin avanzar ningún elemento nuevo en este punto. Este autor defendía para su pequeño bosquejo el carácter de consideraciones puramente iniciales sobre el tema.28
En el plano general de la formación cultural, Ricaurte Montoya comenzó apuntando que el estudio de la geografía económica de un país debería ser una enseñanza obligatoria desde la propia escuela primaria y continuada hasta la educación superior y declaraba -lo que puede ser cierto o no, pero que era allí sobre todo un artificio retórico- que el presidente Enrique Olaya Herrera “ponderaba públicamente en cierta ocasión” su importancia, de la misma forma que “los más nobles pedagogos” colombianos aconsejaban que se incluyera la geografía económica “en nuestros pénsumes superiores”, recomendando en este último caso que, junto “con la economía política y demás ciencias hermanas”, no deberían faltar “en ningún programa de formación universitaria” los conocimientos de la geografía económica.29
A pesar de tales inconvenientes, pero precisamente en la vía de solucionarlos, Ricaurte Montoya anunciaba a continuación que la CGR comenzaría desde un próximo número de su Boletín “la publicación de unos apuntes a la geografía económica de Colombia”, que bajo una forma sintética aparecerían como “estudios geoeconómicos de cada uno de los departamentos, intendencias y comisarías de la República”30. Al respecto debemos tener en cuenta que se trataba de un programa de investigación, de un esfuerzo de conocimiento que Ricaurte Montoya planteaba como consustancial al trabajo de la CGR, creando una tradición que en buena medida se mantuvo en las dos décadas siguientes y que se prolongó por un cierto número de años en el Departamento Administrativo Nacional de Estadística (DANE), cuando este retomó, desde comienzos de los años 1950, algunas de las principales funciones que de una forma a veces no legislada ni autorizada, la CGR había hechos suyas.
Hay que observar así mismo que se habla de “unos apuntes” -en otras partes y en otros textos se dirá “artículos”-, ya que por el camino veremos crecer el proyecto y en parte tomar otros rumbos. Debemos recordar, finalmente, que Ricaurte Montoya hablaba de geografías departamentales, pero mencionó también a las intendencias y a las comisarías, las que a la postre, con la excepción de Chocó, por razones que habría que precisar, terminaron por fuera del proyecto, aunque evitando el uso reflejo, injustificado y muy poco documentado de las ideas habituales de “exclusión de la “periferia” por el “centro” para explicar este punto, que no siempre tiene las razones que se suponen.
La expresión “Geografía económica de Colombia” y la idea de monografías por departamentos, intendencias y comisarías deja en claro que el objeto no era la disciplina o el campo de saber en general, sino que se trataba del estudio de “la desigual repartición geográfica de la producción colombiana”, a cuyo “conocimiento total” debe conducir el proyecto que inicia la CGR: “Una extensa obra de geografía económica colombiana”, en espera de la cual, por ahora, debía iniciarse “el estudio de algunos importantes aspectos del problema contemplado”31.
La CGR parece haber sido enérgica y muy eficaz en esos años en lo que tuvo que ver con los trabajos que emprendía, y ya a principios de 1937 informaba a los lectores acerca de sus más recientes publicaciones, mencionando no solo la aparición -meses atrás- de las Geografías Económicas de Antioquia y del Atlántico, sino el hecho de que ellas se encontraban agotadas en el mercado. También se apuntó que estaban listas las Geografías Económicas de Boyacá y de Caldas, y en preparación las de Bolívar, Cauca y Cundinamarca.32 En el capítulo “El estudio de las economías regionales” del importante libro La estadística nacional, Carlos Lleras Restrepo escribió en 1938 con alguna amplitud, sobre el proyecto de publicación de las GEOCOL, y aunque en general aplaudió el trabajo realizado, dejó notar cierta insatisfacción con sus contenidos y orientaciones. Lleras Restrepo comenzó señalando los cambios en el tamaño y la amplitud de la materia considerada entre las dos primeras GEOCOL -Antioquia y Atlántico- y las dos siguientes -Boyacá y Caldas-, lo que hizo que los trabajos se demoraran en su ejecución y publicación.
No obstante, este autor reconoció que de manera fortuita esta demora permitiría a las subsiguientes GEOCOL el uso de los datos censales de 1938 y no los del cuestionado censo de 1928, al tiempo que facilitaba utilizar los datos “que nos vienen ofreciendo las nuevas investigaciones estadísticas” de la CGR, “con lo cual las geografías ganarán en exactitud y podrán ofrecer cifras más auténticas y recientes”, reafirmando de esta forma la perspectiva cuantitativa de la geografía económica y los avances que en ese campo se experimentaban en la CGR.33
En búsqueda de una mayor homogeneidad entre los textos y por lo tanto con la idea de introducir un principio de comparabilidad, la CGR intentó a través de su Centro de Estudios producir un programa general para las investigaciones departamentales emprendidas; iniciativa que parece no haberse logrado del todo, en gran medida, como dice Lleras Restrepo, porque con una definición tan amplia de geografía económica era difícil que no ocurriera esa especie de crecimiento agigantado de los textos y de los temas considerados en las GEOCOL aparecidas hasta ese momento; idea que también le sirvió a Lleras Restrepo para explicar la diferencia entre la Geografía Económica de Caldas y la Geografía Económica de Antioquia.
Por su propia cuenta, Carlos Lleras Restrepo intentó definir lo que estimaba
debería ser el programa de base para la investigación del problema y para la redacción de las GEOCOL, si bien estas siguieron en el terreno fijado por Ricaurte Montoya, con toda su problemática amplitud. No obstante Lleras Restrepo introdujo al final de su reflexión algunas consideraciones importantes sobre dos problemas que hasta ese momento parecían indiscutibles o por lo menos permanecían indiscutidos: de una parte, el problema de las relaciones entre “regiones naturales” y divisiones político administrativas (departamentos, intendencias y comisarías); y de otra parte, el problema de las relaciones entre “regiones naturales” y regiones económicas -o economías regionales, como decía Lleras Restrepo-; problemas de largo alcance en la historia de la sociedad colombiana (temas, además, de extrema complejidad bajo su forma teórica en la economía y en la geografía como disciplinas), y que no parecen haber alcanzado en esos años el suficiente nivel de discusión -y menos de elaboración- en las GEO de la CGR.34
2. Las Geografías Económicas de Colombia y el redescubrimiento de la economía política35
Entre 1938 y 1941 la publicación de las GEO estuvo suspendida -pero al parecer no las investigaciones al respecto-. Las razones de esta suspensión no las conocemos enteramente, pero sabemos que estuvieron relacionadas por lo menos con dos órdenes de factores. De un lado los avatares de la CGR después de concluidas las administraciones de los contralores Plinio Mendoza Neira y Carlos Lleras Restrepo, y la terminación del periodo de Gobierno de Alfonso López Pumarejo y el acceso al Gobierno de Eduardo Santos, lo que alteró muchos de los equilibrios que habían hecho posible el funcionamiento de la CGR; pero no en el sentido de que una consideración política hubiera echado atrás los avances técnicos en la institución, sino porque entre problemas presupuestales, ampliación de sus esferas de trabajo, la obligación de producción de cifras y el carácter mismo de los nuevos contralores se generaron condiciones políticas que tuvieron que ver con la parálisis temporal de las publicaciones. De otro lado, esa suspensión temporal de la publicación de las GEOCOL parece también estuvo relacionada con la controversia existente en la prensa y en la propia CGR, en torno al carácter de las GEOCOL, las que fueron acusadas de ser un análisis unilateral.
Por una parte, las GEOCOL fueron combatidas por muchos geógrafos, que las acusaron de excesos estadísticos y de desvirtuar el sentido tradicional de la geografía y sustituirlo por otros enfoques, como los de la economía. Por otra parte, los textos eran acusados de “determinismo geográfico”, sobre todo por parte de “técnicos” e intelectuales que, a principios de los años 1940, parecían muy familiarizados con el punto de vista de la sociología y del marxismo, en algunas de sus versiones más elaboradas para esa época, acusación que fue sostenida también por muchos de los autores o encargados de las propias GEOCOL, a quienes les parecía que los gráficos y los datos económicos habían desbordado el contenido habitual de la geografía física y amenazaban con convertir la obra en un manual de informaciones estadísticas para uso de los hombres de negocios. Una serie de textos publicados por la CGR fue testigo excepcional, aunque un tanto unilateral, de ese debate que aparentemente marcó buena parte de la discusión intelectual de los años de 1940 en torno a la riqueza nacional -incluso más allá del proyecto de GEOCOL de la CGR-. Tal debate ilustró tanto los logros que en términos de saber venía acumulando la sociedad colombiana en sus grupos intelectuales más innovadores, como las visiones modernas de la sociedad que se encontraban en ascenso.
Para considerar los textos a los que hacemos referencia, podemos comenzar por estudiar uno publicado en Anales de Economía y Estadística -una de las más prestigiosas revistas de que dispuso la CGR en esa época-, firmado por Jorge Villamarín, quien acompañó su nombre con la mención de sus grados académicos, posiblemente para dar prueba del carácter científico de su trabajo, titulado “¿Qué debería ser la geografía económica?” y en donde de manera directa y clara trataba de reformular el objeto que desde mediados de los años de 1930 se había dado para la GEOCOL, planteando una controversia que se extendió por un buen número de años entre los cultivadores de la geografía en el país. El título del artículo de Villamarín es claro e indica desde sus primeras líneas su afán de reconceptualización, sobre todo por el recurso al uso de los verbos en futuro y futuro condicional.36 El camino que tomó Villamarín en su corto y sintético texto fue el de atacar de raíz lo que consideraba como “determinismo geográfico”, es decir, el predominio de la geografía física (rasgo que parece encontrar en las GEO), oponiéndole el elemento social, que desde el principio y hasta el final recorre toda actividad humana, lo que exigía -según el autor- partir en toda oportunidad de considerar al país desde el punto de vista de la política o la economía, “del elemento hombre en función de la sociedad, y no del encadenamiento natural dentro del que actúa”37.
Villamarín decía enseguida, en apoyo de su argumento, que el hecho económico es “consecuencia de la actividad del hombre” y no como se ha querido plantear, que la actividad del hombre es consecuencia de la geografía física y de la economía que ella supuestamente impone, agregando que si la vida social es dinámica de principio a fin, la geografía económica debe serlo también, en la medida en que se funda en la propia dinámica de la sociedad, mientras que si se la hiciera depender de la fuerza de los “accidentes naturales” estaría condenada a ser una ciencia estática.
Villamarín no intentaba una negación radical y abstracta de los componentes físicos de la acción social, todos, según él, con un valor definido en la actividad económica, pero pensaba que no se trataba de “un determinante inflexible”, sino de un elemento subordinado al hombre “como gestor definitivo del fenómeno social y por ende del hecho económico”38. Dejando momentáneamente la polémica sobre determinismos y posibilismos, Villamarín decía que el propósito de la geografía económica no era otro que el de indicar (a la sociedad y al Estado) “las oportunidades que existen en cada región y cómo y porqué son aprovechables”. A continuación el autor pasó a señalar los temas básicos de estudio y su orden de encadenamiento en el campo de las geografías económicas, con lo que constituyó un orden de exposición que en parte parece coincidía con el de la tradicional geografía económica: división del territorio en regiones naturales (caracterizadas por el clima, el suelo y la topografía), luego el análisis de los resultados de la actividad económica y comercial y posteriormente “la enorme serie de relaciones sociales a que ello da lugar”39. Sin embargo, en el texto de Villamarín hay una distinción sutil pero esencial -incluso de gran significación en la ciencia hoy- entre las formas de causalidad de un fenómeno y las formas de investigación y de exposición de un problema. Plantear como lo hace el autor que en el punto de partida del acopio de datos se encuentra el “medio físico”, no quiere decir asumir tal “medio natural” como el determinante de los problemas de la sociedad y de la vida económica. Apenas indica una forma de proceder en el trabajo de investigación, un trabajo que previamente ha reconocido las formas específicas y el principio que gobierna “las relaciones entre el medio geográfico y la actividad humana”, única manera de establecer una apreciación general justa de la geografía económica, es decir, “un inventario del conjunto de las distribuciones físicas de la riqueza conocida y potencial, con la cual se pueden solucionar los problemas que enfrenta una sociedad.4039
Para Villamarín -y en este punto observamos un avance respecto de la idea original de las GEOCOL de los años de 1930-, la geografía económica debía organizarse a la manera de una “historia total” que incluyera todos los elementos de la estructura social, pasados desde luego por la historia y la cultura. Pero además, y tal vez sobre todo, la geografía económica debía tener aplicaciones prácticas, debía indicar de manera precisa cómo localizar y aprovechar la riqueza; su resultado final debía ser “el descubrimiento y la localización precisa” de los recursos naturales de cada zona geográfica, y así permitir a una sociedad conocer el estado actual de esos recursos y sus perspectivas futuras.41 En el mismo número de los Anales de Economía y Estadística en el que Jorge Villamarín hizo sus consideraciones sobre la sociedad como determinante de la actividad económica y la localización de la riqueza como objeto de la geografía económica apareció otro artículo más sobre el tema, también de carácter programático, que tenía como su blanco central las GEOCOL de la CGR publicadas hasta el momento. El texto era producto de la pluma de Luis Vidales -el gran poeta colombiano-, quien por esa época se desempeñaba como director de Estadística Nacional en la institución, y quien había sido un gran impulsor de las GEOCOL.42
Luis Vidales, con una escritura muy firme, desprendida de muchas de las ambigüedades presentes en el texto de Villamarín, señalaba que la idea del “medio geográfico” como determinante de la vida social, todavía era para buena parte del pensamiento del siglo XX “el alfa y omega del desarrollo de los pueblos”, un tipo de “prejuicio” que se encontraba presente siempre entre “sociólogos, publicistas y ‘técnicos’”, palabra ésta última que el autor escribe con comillas -unas comillas que pronto desaparecerán-, queriendo tal vez recordar con ello la novedad de este representante social del conocimiento moderno: el técnico, que a pesar de las propias ambigüedades de Vidales -un hombre en trance de darse una cultura moderna pero no menos humanística-, nunca dejó de ascender durante el siglo XX, hasta ser considerado uno de los representantes por excelencia de la cultura.
Vidales lanzó desde el primer párrafo de su texto un ataque frontal contra la idea de “medio físico favorable o desfavorable”, no porque pensara que “la riqueza y fecundidad del suelo” no fueran “condiciones indispensables… para el desarrollo social…”, sino más bien porque le parecía que la afirmación de que solo hay “pueblos avanzados en condiciones favorables” perdía toda pertinencia, cuando se examinaba con cuidado sobre el largo tiempo histórico la evolución de las sociedades, pues abundaban los casos en que con una naturaleza escasa en recursos, se han producido altos grados de desarrollo, lo mismo que el caso contrario.43 La idea de Vidales, en realidad una idea sensata, es la de que no existe nada que de por sí pueda ser considerado como favorable o desfavorable, y que algunas de las más problemáticas evoluciones sociales, en términos de creación de riqueza y de progreso no son comprensibles simplemente por la presencia de grandes recursos naturales, sino por la existencia de cierto tipo de instituciones sociales y por la propia adaptabilidad humana. Para Vidales “lo ‘favorable’ de un determinado medio geográfico no tiene que ir indisolublemente ligado a una situación geográfica ‘favorable en sí misma’, como piensan algunos…”, llamando así la atención sobre el carácter tautológico de lo enunciado “un medio favorable es el que favorece…”44.
Vidales acudió a una fórmula, en parte retórica, que consiste en invocar el carácter “dialéctico” de la relación entre el hombre y su medio, una fórmula que puede que nada solucione en el plano del análisis, pero que en la discusión de la época neutralizaba a los partidarios del determinismo geográfico, frente a los cuales el autor señalaba que esa relación dialéctica lejos de servir como excusa para achacar al medio la causa de toda evolución social mostraba las limitaciones de esa manera de plantear los asuntos, cuando se la empleaba para “darle la supremacía… al medio geográfico” como condición determinante de la evolución social.45
Luis Vidales parecía mostrarse (tal vez por evitar un tono demasiado polémico) partidario de afirmaciones no muy concluyentes en el campo de los determinismos y dirá entonces que “si fuese estrictamente indispensable señalar el elemento que ejerce primordial influencia en el desarrollo de los pueblos” sería mejor buscar del lado “de la organización del trabajo”, pues la base del progreso de las sociedades no se encontraba en el “medio geográfico sino en la transformación de la naturaleza que se realiza por el trabajo del hombre social”, en una clara alusión a Marx, a sus discípulos o a alguno de los manuales difundidos ampliamente en ese entonces por la Unión Soviética.46
Para este autor el centro de reflexión de la geografía económica y, por tanto, de las GEOCOL como proyecto de la CGR, no podía ser otro que la organización social
-aún no se decía con tanto énfasis la “estructura social”, como ocurrirá a partir de la década de1960-, pues lo importante “no es el medio geográfico ni la técnica”, sino la “organización del trabajo”. Vidales cerró su texto declarando que sus afirmaciones eran “nociones sencillas e irrefutables”, que a menudo eran rechazadas porque contradecían al sentido común dominante “y aun la manera de pensar de la mayoría de nuestros sociólogos, publicistas y ‘técnicos’”, pero que se trataba de “nociones que deben ser tenidas en cuenta en la elaboración de las geografías económicas e históricas de los departamentos” en las cuales se hallaba empeñada la CGR.47
A mediados de 1943, Luis Vidales volvió a tomar la palabra para discutir sobre el problema de la geografía económica. El Ministerio de Educación Nacional a través de la Sección de Extensión Cultural había organizado en el Teatro Colón un ciclo de conferencias sobre el tema de la importancia del conocimiento de la geografía económica, y Vidales fue el encargado de inaugurar el evento, a través de una conferencia (muy concurrida según las noticias de prensa) que tituló, de una manera más bien elíptica, “Valor del dominio geoeconómico en la práctica y en la cultura”48; exposición con la que buscaba dar forma a uno de los temas esenciales de la discusión intelectual de principios de los años de 1940 en Colombia: las consecuencias de la Segunda Guerra Mundial sobre la economía y la vida social del país, un problema que parece haber sido poco percibido por los historiadores colombianos, quienes de manera más o menos unánime participan del mito de Colombia como “sociedad aislada”.
En este caso, la afirmación de la que partió Luis Vidales (premisa de otras proposiciones sobre la cultura nacional y sobre la geografía económica -un dominio en el cual no era especialista-) fue la siguiente: “Colombia ha entrado en una inusitada etapa de desarrollo. Los factores de la economía son en la actualidad más complejos”. El motor propulsor del cambio había sido la Segunda Guerra Mundial; acontecimiento en la cual Vidales, como muchos otros intelectuales colombianos de esos años, encontró una extraordinaria oportunidad que el país no debería desperdiciar y que exigía un “régimen de disciplina” que permitiera superar la tradicional “curva de transformación espontánea, sometida al libre juego de fuerzas…”49. La observación era precisa y estaba inserta en el espíritu intervencionista de la época, anunciando además las ideas de planificación y de ampliación de la esfera del Estado que venían avanzando en la sociedad y que encontrarán su mejor expresión en los cambios estatales de los años de 1950.
Se trataba de comprender que mientras el país se encontraba asfixiado y paralizado, sin saber qué caminos tomar en la posguerra que iniciaba, ante él se abría una inmensa oportunidad de desarrollo mirada por él desde lejos, mientras que Estados vecinos salían victoriosos en ese empeño, ignorando que “el país ha llegado a un punto en que necesita conocerse”, una idea que debería constituirse en una guía práctica para la acción, como de hecho parece haber ocurrido en parte del mundo de los técnicos y expertos, por lo menos hasta 1948, cuando muchas de las circunstancias de la vida política del país se vieron radicalmente transformadas.
La proposición de Luis Vidales: “El país debe conocerse” -un enunciado formulado por primera vez en nuestra historia en el último tercio del siglo XVIII- era un nuevo llamado a la simplificación del lenguaje -la vieja retórica colombiana brillante pero inútil- y una invitación a “esclarecer con suficiente sencillez el conocimiento esencial de su estructura [social], de su tensión, de sus posibilidades…”. Lo que el país necesitaba, decía Vidales, era incorporar al caudal de sus estudios científicos elementos nuevos, y entre ellos los que brindaba la geografía económica, un saber que ya nadie debía ignorar, pues “se ha tornado indispensable”50. De acuerdo con Vidales, “al dorso” de la conflagración que se libraba en el mundo -la Segunda Guerra Mundial- se había producido una modificación del orden económico internacional, y “se han abierto nuevos campos a la prosperidad de las empresas nacionales y a la fundación de nuevas [empresas] de la más variada índole”. Sin embargo para este autor, el país permanecía paralizado frente a la perspectiva de esas nuevas posibilidades -en ese contexto la palabra país significa sus círculos dirigentes-.
Según Vidales, la CGR intentaba orientar su trabajo en esa dirección y como parte de ello adelantaba su programa de las GEOCOL, obras que simplemente buscaban plantear “el problema del progreso del hombre sobre el medio exterior”. Una ciencia “esencialmente práctica”, que se interesa por el “medio vital”, pero solamente en tanto medio vital, es decir, en tanto medio de reproducción de la sociedad.51 Este autor ponía en relación las transformaciones producidas por la Segunda Guerra Mundial en la economía, la necesidad de crear una industria nacional y el desarrollo de una ciencia de la sociedad que se ocupara principalmente del problema de la riqueza (es decir, en ese momento una ciencia que tuviera como núcleo la geografía económica). A las dos tareas Vidales intentó dotarlas de una base nacionalista (no se trataba simplemente de un nacionalismo provinciano) y entonces escribió que era necesario “colombianizar a nuestra industria, dotándola de la masa de materias primas nacionales”, lo que sería una primera etapa en el proyecto industrial, ya que en una segunda habría que “pensar seriamente en la fabricación de maquinaria indispensable” para la gran industria.52 Y era en función de ese sueño industrial, como pensaba e imaginaba la utilidad práctica de la geografía económica.
Por eso Vidales decía que había una diferencia entre la geografía tradicional, simplemente descriptiva, y una geografía económica moderna que aspira a una función de “utilidad orgánica para la sociedad: la de conseguir una mayor adaptación al medio geográfico, señalando la manera metódica, científica y técnica de extraer” de ese medio todas sus potencialidades, mención que el autor aprovecha para arremeter de nuevo contra la idea de “medio geográfico”, del que dirá una vez más que no se puede considerar como “factor decisivo en el progreso de los pueblos, sino en condiciones de retraso de la técnica”, y con una fórmula de clara adscripción ideológica en el marxismo, terminará diciendo que “el medio geográfico y el hombre constituyen lo que en [la] dialéctica moderna se denomina una unidad de contrarios”53. Las menciones que en el texto de Vidales clamaban por una industria nacional deben ser puestas en relación con un hecho que a primera vista aparecería como su contrario: la integración económica internacional y el avance en la formación de un mercado mundial, tanto de materias primas como de bienes de consumo, y ello bajo una forma de división del trabajo que en principio Vidales no cuestionaba.
Para esta autor la historia de la sociedad era una muestra del avance de las naciones hacia la interdependencia -pues como escribía con un optimismo ingenuo- ya no había “en la faz del planeta un solo pueblo que sostenga la vieja teoría de bastarse así mismo”54. Para Vidales el nacionalismo del siglo XIX, dependiente del proceso político de formación de los Estados nación, ha perdido toda su fuerza frente a las necesidades “de la organización económica mundial”; proceso en el que la economía es el motor de la política y la que asigna la cuota de participación de los países en la escena mundial, lo que hace que “en cierta manera, los grandes problemas que se debaten en la escena contemporánea” sean “problemas que conciernen a la geografía económica”55. En ese mundo nuevo en el que domina ante todo la economía es imposible participar si las sociedades se encuentran por fuera de las formas modernas de conocimiento de la sociedad y de la naturaleza; y ocurre que en este punto Colombia se encontraba como se encontró en la época de la Expedición Botánica, en los años inmediatamente anteriores a la Independencia. En el país hubo un inicial auge de la ciencia, de las empresas de conocimiento -movimiento del que formaba parte la naciente geografía económica, pensaba Vidales-, de crecimiento de la estadística técnicamente procesada, científicamente construida.
Las cosas ocurrían como a finales del siglo XVIII, cuando los jóvenes Ilustrados descorrían de manera simultánea “el velo del trópico a la ciencia coleccionadora de su siglo” y se abrían a los tiempos nuevos de la política. Sin embargo entre los dos procesos mediaba una diferencia mayor pues “ahora la ciencia exige algo más que la mera actividad de coleccionista”, de inventario, localizando con gran precisión una de las limitaciones históricas que hoy reconocemos en la Expedición Botánica dirigida por José Celestino de Mutis.56 En ese redescubrimiento de la nación, exigido por el nuevo curso político y económico de la historia mundial, la geografía económica debía ser un elemento básico de orientación para los “sectores florecientes de la economía nacional”, pero a nadie se podía ocultar que “hasta el presente es muy reducido el material de investigaciones de esta índole” y que no se disponía de una “obra completa destinada a avaluar los elementos fundamentales de la economía nacional en relación con la geografía”, lo que justificaba la pertinencia del programa de la CGR “al estudiar la naturaleza como factor de producción”, en un amplio esquema que incluía la población, la propiedad, el trabajo, las riquezas explotadas, las inexploradas, el mercado, el transporte…”, es decir, todo lo que le parecía que constituía el temario de una geografía económica asentada sobre un conocimiento positivo de la sociedad.57
Para la elaboración de estas nuevas GEO, que se distinguían en puntos muy precisos de las que anteriormente había publicado la CGR -no rechazadas pero sí cuestionadas- era necesario, decía Vidales, partir de un plan de conjunto, prestando atención a las regiones - ¡No dice departamentos!- de una manera que dejara a salvo “la comparabilidad de las zonas geográficas de la república, en el tiempo y en el espacio”. Según este autor, desde el punto de vista del método se trataba de hacer uso de la idea de totalidad, pues “el método que consiste en considerar aisladamente los objetos… fuera de su conjunto y su totalidad, para nada servirá en esta ocasión”. Si se querían superar las perspectivas aisladas y separadas, y si se querían garantizar las posibilidades comparativas en el análisis, hay que acudir necesariamente al método dialéctico, a la dialéctica marxista, que no solo ofrecía una perspectiva de enfoque integral y a posteriori comparativo, sino que albergaba la más adecuada definición de la geografía económica, con lo cual al introducir la dinámica y el movimiento en el análisis -es decir la dialéctica- se empezaría a desterrar uno de los rasgos dominantes de la mentalidad nacional: la “concepción estática de los fenómenos, que cala a todo colombiano hasta los huesos…”.
La geografía económica se aparecía a Vidales no solo en su importante función práctica, como conocimiento sobre la vida económica de la sociedad, sobre sus riquezas actuales y posibles, sino como una verdadera escuela de reforma del pensamiento y de las actitudes colectivas, pues se trataba de un tipo de conocimiento práctico, con fundamentación teórica, que vinculaba el mundo del conocimiento con el de la práctica, lo que permitía atacar uno de los más grandes males nacionales, que consistía “en el divorcio… de estos dos términos dialécticos… la teoría y la práctica”58. El conocimiento de la sociedad, la investigación de la riqueza, el estudio de su estructura social, el análisis sistemático de un país en el “que a los 124 años de su independencia está todo por hacer” era un compromiso generacional.
Para Vidales las generaciones colombianas actuales se encontraban obligadas a participar en esa tarea “por el imperativo de la temperatura universal”, por las nuevas condiciones de la posguerra. Era impostergable, según este autor, quien acudía alternativamente al lenguaje del técnico y del lírico, la tarea de “crear las transformaciones indispensables que se ajusten a la necesidad… del progreso íntimo, universal, goethiano, de la nación”; una tarea en la que la geografía económica tenía un lugar central, un tipo de saber que debería ser implantado en el conjunto de la educación nacional, pues se trataba de la base misma del crecimiento económico futuro, por la vía del conocimiento positivo de la sociedad.59
El texto de Luis Vidales -poeta reconocido, intelectual y funcionario de la CGR- que acabamos de presentar, no fue el último gran texto programático que sobre las GEOCOL publicó la institución. Sabemos además que la conferencia, que dio origen al texto, fue elogiada por la prensa, y en general aprobada por la opinión pública que se comprometía en este tipo de debates, obteniendo una doble publica- ción, una en los Anales de Economía y Estadística y otra en la importante revista de información económica El Mes Financiero y Económico.
3. La Geografía Económica de Caldas de Antonio García
En las páginas anteriores hemos citado la Geografía Económica de Caldas y hemos mencionado a su autor. Parece necesario ahora volver a ese texto con algún detalle, para recordar la novedad de su enfoque y la riqueza de sus análisis pioneros, y llamar la atención sobre un hecho cuya explicación desconocemos: el silencio que los críticos de las GEOCOL de la CGR hicieron respecto del texto de Antonio García; un escrito en el que se encontraban no solo los elementos que ellos reclamaban como parte de la reconceptualización del enfoque puesto en marcha en las anteriores GEOCOL, sino muchas de las proposiciones más radicales sobre las que hemos pasado revista páginas atrás; proposiciones que se inspiraban de manera directa en la obra de Marx, o por lo menos en una geografía con una fuerte carga económica y social heredada del llamado materialismo histórico, y que fue uno de los aspectos más visibles y renovadores de la Geografía Económica de Caldas de Antonio García.60
Recordemos así mismo que la Geografía Económica de Caldas de Antonio Gar-
cía es la única de las geografías publicadas por la CGR que fue reeditada muchísimos años después, habiendo encontrado un segundo aliento en la lectura que de ella hicieron algunos de los estudiosos que a principios de la década de 1970 renovaron las ciencias sociales en el país, y por esta vía restablecieron una conexión importante con uno los puntos de arranque del análisis marxista en Colombia, tal como ocurrió de manera similar en esos años con la obra de Luis Eduardo Nieto Arteta, otra de las fuentes del pensamiento moderno en Colombia. En esa segunda edición Antonio García hizo algunas observaciones importantes sobre la historia de su libro, observaciones que debemos traer a cuento, pues son útiles en la discusión del enfoque de las GEO, sin dejar de advertir al lector algo que a veces olvidan los historiadores y es que la “Introducción” a la segunda edición es un texto de reconsideración de una obra escrita cuarenta años antes, con todas las deformaciones y racionalizaciones que el tiempo introduce en la memoria -¿No había dicho acaso con toda exactitud Roland Barthes que toda confesión a posteriori es un acto de mala fe, en la acepción sartriana de esta última expresión?-.
Agreguemos, que en gran medida y pese a la perspectiva crítica que Antonio García sostiene en esta obra -y que por lo demás mantuvo a lo largo de todo su trabajo intelectual-, su Geografía es la más cumplida realización de la nueva visión del mundo que designamos como el “ascenso de la categoría económica fundamental de la sociedad moderna” -la economía-, por cuanto la inspiración marxista de García le permitió intentar una explicación simplificada de las relaciones étnicas y patriarcales, desde el momento en que impuso sobre los procesos sociales una consideración estrictamente económica de los vínculos sociales, lo que representó al mismo tiempo un avance hacia una concepción más objetiva y menos lírica de las relaciones sociales, pero una amenaza de su reducción a lo que puede ser una “anatomía simplificada” y engañosa de la vida social, una ambigüedad típica de la teoría de Marx.61
Pensando en la Geografía Económica de Caldas de Antonio García se podría decir que, por comparación con la ciencia social de la posmodernidad, con su recurso a la idea de “minorías separadas”, con su exaltación extrema de las diferencias, con su retórica escolástica de la “alteridad” y con su afán de “racializar” a toda costa todas las relaciones sociales, el autor emprendió un camino opuesto: el de reducir los intercambios sociales que analizaba a su “núcleo económico y clasista”, mostrando una tendencia a la homogeneización de las relaciones sociales; tendencia impuesta por el desarrollo de la nueva sociedad capitalista, la cual por esta vía avanzaba en el camino iniciado por el mestizaje de los siglos XVII y XVIII, que puso fin a los aspectos más visibles de la “sociedad de órdenes” diseñada por la Corona española, una sociedad de órdenes separados, que había empezado su propia liquidación al otro día del descubrimiento.62
A pesar del uso de esquemas binarios en gran parte de su interpretación de las oposiciones de clase, el autor de la Geografía Económica de Caldas muestra una extrema sensibilidad por las diferencias históricas y por el trabajo del tiempo, un cuidado y una sensibilidad que uno desearía ver en muchos de los analistas actuales de los procesos sociales que han querido hacer -con más buena voluntad que sentido histórico incorporado- de la “retórica de la diferencia”, el apoyo de sus análisis. Así por ejemplo, refiriéndose a los grupos de población negra de las regiones del país contempladas en su análisis, decía que:
Acaso una mínima población negra desciende de los grupos de [esclavos] que trabajaron minas en Caldas; la mayor parte proviene de emigraciones de mazamorreros libres de Antioquia, Cauca y el Chocó, siguiendo la línea de los ríos […] Dondequiera que el negro se presenta como agricultor estable se ha requerido un largo proceso de adaptación, sin que esto sea una característica racial.63
En su “Introducción” de 1978, Antonio García decía que el texto le fue solicitado en 1935 por Plinio Mendoza Neira, el contralor general de la república en ese momento y uno de los principales impulsores de un saber moderno sobre la sociedad, y quien desde joven, en Tunja, había sido influenciado por la obra de Marx o de sus comentaristas tempranos; influencia que llevó al liberalismo de izquierda de finales de los años de 1920. Frente a la propuesta, García dijo que la única condición que puso en ese entonces fue la de poder “apartarse del método de la simple recopilación de documentos, informes y estadísticas oficiales, empleado en la elaboración de las geografías económicas de Antioquia, Atlántico, Boyacá y Bolívar…”64. Antonio García afirmaba en los años de 1970, que su deseo al momento de redactar su obra había sido el de construir una historia total de una región del país -la expresión historia total es nuestra-, analizando el medio físico, la estructura social, la economía del café, la minería, el poblamiento, la urbanización y las formas de organización municipal en las que se desarrolló la colonización antioqueña.65
El empeño no dejaba de ser un reto, pues las tradiciones investigativas en este campo eran casi inexistentes. Aunque Alejandro López y el propio Luis López de Mesa habían tratado de analizar el fenómeno de la colonización antiqueña -el gran objeto del libro de García-, los avances no habían sido los esperados,66 a pesar de que la época de la República Liberal, según García, fue efectivamente la época de los primeros “diagnósticos científico-sociales sobre la sociedad colombiana” y los años en que se creó “un nuevo instrumental de análisis y un moderno y vertebrado aparato institucional de investigación, medición y registro de los fenómenos económicos y sociales”67. A continuación, el autor de la Geografía Económica de Caldas pasó a caracterizar su propio trabajo, con el fin de destacar su diferencia frente a la tradición del siglo XIX, en un intento de ruptura y fundación de nuevos enfoques en la ciencia social; enfoques que le parecían característicos de los años de la República Liberal.
Decía entonces que el propósito y el objeto de su obra-escribir una geografía económica- determinaron “la naturaleza del método de conocimiento”, un método en el que debían combinarse “el análisis histórico… con la investigación espacial” y con “la observación específica de cada una de sus partes”, integradas tales partes en “una visión global y totalista de la región…”6867, en una de las formulaciones más modernas de la investigación social que se puedan suponer y que parecía avanzar en la misma dirección que poco tiempo después planteó Luis Vidales como el modelo de trabajo empírico y de construcción intelectual que deberían ser exigencias básicas de las GEOCOL.69
Antonio García mencionaba las que pueden ser vistas, a la luz de sus ideas en los primeros años de 1970, con “las innegables “limitaciones metodológicas” y de “perspectiva conceptual” de su obra, como la primera de una cadena de obras mayores de la ciencia social en América latina, e indicaba con justa razón que se trató de la “primera investigación directa sobre la colonización antioqueña y sobre la “intrincada conformación de una región cafetera”, sin dejar de recordar que fueron intelectuales antioqueños -“las más lúcidas inteligencias de Antioquia”, entre las que citó a Rafael Uribe Uribe, Baldomero Sanín Cano, Alejandro López y Luis López de Mesa-, quienes “crearon las motivaciones necesarias para investigar la fascinante experiencia de la colonización antioqueña y de la inserción del café en la economía y la cultura de la sociedad colombiana”70, en gran medida adelantando lo que muy poco tiempo después fue el objeto reflexión por excelencia de Luis Eduardo Nieto Arteta, tanto en El café en la sociedad colombiana como en Economía y cultura en la historia de Colombia; dos obras que desde luego tenían un propósito distinto que el de esclarecer el fenómeno circunscrito y limitado de la colonización antioqueña.
A mediados de los años de 1970 Antonio García creía que el enfoque de la Geografía Económica de Caldas mantenía en general su vigencia, y por eso en el momento de la segunda edición de la obra no creyó necesario introducir ninguna modificación en el texto de 1937, valorando de manera muy especial todo lo que allí había de “testimonio directo”, de investigación sobre un fenómeno que en parte transcurría mientras se le investigaba. En su visión se trataba de una obra que conservaba “en sus logros y en sus defectos el valor imponderable del testimonio vivo y directo sobre el antiguo Caldas…”71; una declaración que pone de presente la forma cálida y entusiasta como García recordaba este viejo trabajo de juventud, que hoy sigue manteniendo toda su frescura y actualidad.
Es posible que muchas de las anteriores consideraciones estén pasadas por el filtro del tiempo que todo lo transforma en la memoria. Pero la Geografía Económica de Caldas tiene unas páginas introductorias en las que, en el propio lenguaje de los años de 1930, Antonio García presentaba su obra, es decir, dejaba constancia de la manera como se la representaba. Es bueno tener en cuenta esas páginas, pues muestran que su enfoque coincidía con las inquietudes de quienes hacia 1942 pensaban que el proyecto de las GEOCOL debería ser reconducido, aunque estos últimos nunca mencionaron la Geografía de Antonio García como un trabajo pionero que desde muchos puntos de vista había ido más allá de lo que Luis Vidales y el círculo de técnicos de la CGR podían imaginar.
Según la idea de García -en 1937- la geografía no debería limitarse a la descripción de la superficie terrestre -lo que mal o bien parecía ser el propósito principal de las llamadas geografías físicas-. Según Antonio García ese tipo de acercamiento no solo se limitaba a la consideración de la “corteza terrestre”, sino que por esa razón hacía desaparecer de su perspectiva al “factor humano”, lo que llevaba a que los estudios geográficos se concentraran en las condiciones físicas, vistas de manera puramente estática, dejando por fuera el desarrollo de la sociedad. Como lo indicaba García, abriéndose paso hacia el llamado “posibilismo geográfico” -que no sabemos si conocía como doctrina geográfica, o más bien era un derivado de su inserción en la interpretación marxista de la historia-, “un río, una montaña, un mar, podrán ser hostiles al hombre, si este no cuenta con los instrumentos para dominarlos y ponerlos a trabajar en su provecho. Pero en sí, ni el río ni la montaña son naturalmente hostiles”72.
Sin embargo, más allá de las teorías, en la interpretación que ofrece Antonio García hay que darle un peso real a la experiencia histórica: recordemos que el autor estaba estudiando una de las más significativas experiencias épicas de los colombianos de Antioquia entre finales del siglo XIX y principios del XX -esa que fue descrita por Alejandro López como la victoria del hacha sobre el papel sellado-; una experiencia que demostraba de manera práctica la forma en que una civilización moderna se hizo sobre la base del trabajo, en este caso el trabajo familiar.73
La idea de estas páginas iniciales que introducen a la Geografía Económica de Caldas resulta ser la de que “El hombre, estudiado por fuera del medio exterior es algo abstracto”74. Si bien “el medio físico influye en la vida social [de] diferentes maneras e intensidades”, lo contrario también es cierto, y cuando se pierde ese cuadro de “acciones y reacciones”, toda perspectiva de análisis realista se extravía y se impone una mirada metafísica “que deforma al hombre”, que lo “presenta de manera fantástica”, eludiendo lo que debe ser su “localización concreta en el tiempo y en espacio”; frases que recuerdan muchas de las afirmaciones más radicales y poéticas de un joven llamado Marx, aunque no sepamos aquí exactamente de cuáles textos se trata.75
En el campo estricto de la investigación geográfica, García decía que lo designado como “el medio geográfico” no era ya una realidad natural inalterable, un elemento estático inmodificable, sino una posibilidad, un conjunto de bienes sociales dominables “en proporción al desarrollo de la sociedad moderna”76, lo que significaba que la geografía no podía ser estudiada más que a través “de las relaciones económicas de los hombres”, en sus diversas configuraciones a través del tiempo. No existe ningún tipo de determinante absoluto que condicione la vida de la sociedad -esa sería visión de lo que García llamó como “determinismo ingenuo de sociólogos y economistas metafísicos”-; lo que hay son diferentes situaciones históricas en las que los elementos del llamado “medio geográfico” tienen formas diversas de actuar sobre la sociedad, lo que en últimas les da su lugar y su función.77 Es extraño que la novedad de la Geografía Económica de Caldas de Antonio García no hubiera encontrado en un crítico de orientación marxista como Luis Vidales una consideración detallada como modelo de geografía económica en las discusiones de 1942-1943, o por lo menos extraña que no se hubiera hecho ninguna mención que la destacara dentro del conjunto de obras publicadas hasta ese momento, y que fueron objeto de la crítica de Vidales.78 La obra tampoco llamó mucho la atención de los geógrafos y de quienes buscaban definir la geografía económica más allá del concepto de “región natural” o de “medio natural”, pues en el texto de García se encontraban suficientes elementos para realizar un acercamiento crítico y detallado a esas nociones. De hecho es una obra que puede ser considerada, aún hoy, como un logrado ejercicio de análisis económico y sociológico regional, inspirado en algunos de los enfoques que Marx y sus discípulos pusieron a circular desde mediados del siglo XIX.
Lo que aparece como un rasgo virtuoso en la Geografía Económica de Caldas es la combinación de la perspectiva de totalidad, con la idea de análisis concreto por la vía de lo particular, pues como escribió García, la región “gana en volumen cuando se la observa concretamente”, lo que recuerda la idea de que ninguna consideración puramente general y abstracta puede suplir el acercamiento en detalle a los procesos singulares.79 De acuerdo con García, a primera vista -una expresión que tal vez le hubiera encantado-, los sistemas se imponían al observador como “estandarizados”, pero una observación más cuidadosa los revelaba enseguida como “conformaciones particulares”, siempre que se les considerara en el nivel local.80 Para este autor existía una realidad estructurada -un objeto de conocimiento- que se podía designar como “economía colombiana” y no simplemente un conjunto separado de partes sin ligazón entre sí. En el departamento de Caldas, por ejemplo, convivían varios tipos de economía -los mismos que existían en Colombia-, que se encontraban en diferentes estados de desarrollo, lo que significaba que comprender la economía de esa localidad, las características que conformaban cada una de sus “micro-regiones”; y comprender a Caldas como una región socioeconómica particular, era una posibilidad real de conocimiento; consideración que García extendía a todo el país, cuando señalaba que “solo mediante el estudio diferenciado de las regiones colombianas, podemos entender la realidad colombiana”81.
Esta observación final que argumentaba a favor de la existencia de algo que podía designarse como “la realidad colombiana”, no chocaba con otra idea de esta autor, según la cual no había nada en Colombia, en esos años, que pudiera considerarse como “nacional típico”, porque la realidad colombiana era una realidad fragmentada. Como García aclaraba a continuación, la realidad económica mostraba formas precisas de integración económica social, y el problema de la fragmentación entre “regiones” debía entenderse sobre todo en lo que tenía que ver con la relación entre regiones económicas y marcos administrativos: “Se trata de una realidad sui generis… que no encaja en el marco administrativo y político de los límites departamentales”; aunque el autor también admitía que la fragmentación se relacionaba con el hecho de que se trataba de una “realidad en formación”82.
Una breve conclusión provisional
En general, en las GEOCOL de la CGR aparece de manera clara la idea de que en el caso colombiano se presentaban sociedades y economías de transición, aunque en grado desigual; y que la dirección de ese cambio parecía ir hacia lo que la Geografía Económica de Bolívar designó como “los tiempos modernos”83. Ese cambio, que se inscribía ante todo en un horizonte potencial, venía desde el comienzo del siglo XX, y por el camino había recibido grandes impulsos, el último de los cuales, la Segunda Guerra Mundial, se había convertido al tiempo en una oportunidad, un estímulo y un desafío. En la óptica de las GEOCOL de la CGR, y de buena parte de la antropología y la sociología incipientes de la época, el cambio económico hacia los tiempos modernos se inscribía en el horizonte del surgimiento de un tipo social nuevo: “el hombre colombiano”, del que no desaparecían sus variantes “departamentales”, pero las cuales no chocaban con el “tipo general promedio”, sino que más bien encontraban en esa forma general un apoyo que le servía de base a la marcha colectiva de toda la sociedad, una sociedad a la que sus habitantes, al parecer, se encontraban “felizmente integrados”84.
Incluso departamentos que se consideraban tradicionalmente como atravesados por fuertes corrientes regionalistas, como el conocido caso de Antioquia, parecían dispuestos a abrirse a mayores contactos con el resto de colombianos, sobre la base de una idea más igualitaria y menos “montañera” del país y de su propia historia, lo que indica que la sociedad colombiana recorría en la primera mitad del siglo XX un proceso acelerado de conversión en una “sociedad nacional”; proceso en el cual no había que ver ningún anacronismo, ni mucho menos un retraso con respecto de procesos similares en Europa, por lo menos si se tiene en cuenta la historia de algunas de esas sociedades.85
Claro, el aislamiento regional -con todas sus consecuencias en términos de desigualdad social y económica- continuó, si bien en gran medida la política y las formas de representación política avanzaron en la dirección de su nacionalización. Pero el aislamiento fue una característica a la que muchas de las GEOCOL se refirieron, aunque no siempre fue tan extrema como en el Chocó, en cuya Geografía se recordó que permanentemente había ausencia de monedas y billetes, y que los pobladores debían acudir al uso de “signos” aceptados por los pobladores y a los que daban valores específicos. Así, por ejemplo, cuando recurrían a las tapas de las botellas de gaseosa, un producto que, paradójicamente, provenía de la industria moderna y cuyo consumo era esencialmente urbano, por lo menos en aquella época.86
Con todas las limitaciones visibles del proyecto y de sus realizaciones, lo que sí parece ser cierto es que la idea, definida desde el principio en la propuesta general de la CGR, de acumular nuevos conocimientos de ciencia -positivos, cuantificables, construidos sobre la base de la observación-, en gran medida se realizaron, a pesar de que desde el punto de vista de los conocimientos actuales sobre Colombia constituyan ante todo un saber perimido, y aunque por muchas otras vías sepamos que la pretensión de integrar ese tipo de conocimientos a las decisiones de política nacional y sectorial se materializó muy poco. Aun así, un sector de la administración pública demostró que era capaz de adelantar una idea coordinada y trabajar con ella, con el apoyo de un grupo de técnicos y de expertos, portadores de un saber nuevo, que se orientaba por el “ideal de la exactitud”, y que intentaba poner en marcha los enunciados de ciencias sociales importantes como la geografía y de saberes técnicos como la estadística.
Por lo demás el proyecto inicial de la CGR mostró que podía ser discutido a la luz de sus comprobadas limitaciones iniciales (las cuales intentó corregir); y, sobre todo, a la luz de las realidades originales que dejó el fin de la Segunda Guerra Mundial, especialmente en el campo de la internacionalización de las economías y de las parciales modificaciones que introdujo en la división internacional del trabajo; pese a que esto último -en el sentido de una situación de mayor equidad para los países tradicionalmente productores de materias primas- no haya resultado más que una ilusión, y estos tuvieran que contentarse con una industrialización limitada a la sustitución de importaciones, según una historia que es ya bien conocida. Finalmente, no debemos menospreciar la propia extensión, más allá de la CGR, del proyecto de las GECOL, pues si se miran bien las fechas de edición del conjunto de obras publicadas bajo este título y al amparo de iniciativas oficiales -obras que sus promotores departamentales siempre se encargaron de relacionar de manera explícita con la CGR, aunque el proyecto ya no existiera- comprobamos que la idea había tomado su propia fuerza, y en su propia autonomía regional seguía siendo una idea inspiradora.