Introducción
Durante los aciagos momentos de la epidemia de tifo, cuando la gente enterraba a sus muertos cantaban Las mañanitas, pero eran tantos, que no faltó quien bautizara el triste acto como "las mañanitas del piojo". Se sabe, por la Memoria del Congreso Científico Mexicano, que hubo varias epidemias de tifo, la primera en tiempos de la invasión americana entre 1846 y 1847; la siguiente después de la entrada de los liberales a México en 1860; otra en los años 1876 y 1877 y la última ocurrida en el primer semestre de 1884, cuando la epidemia se presentó amenazadora en la capital. Pero entre todas las epidemias, la que más víctimas cobró fue la de tifo de 1892, pues esta se extendió hasta 1950. La enfermedad, también llamada tabardillo, estupor o tifo manchado fue reportada por los primeros cronistas y viajeros. Si bien la enfermedad existía de forma endémica en la región, el claro anuncio que causó la devastación se dio en 18791. Desde entonces se multiplicaron las rogativas y procesiones, porque es claro que, si un censo era para la gente el anuncio de nuevos impuestos, las epidemias eran sinónimo de muerte.
Así, el objetivo del presente texto es mostrar el impacto de las epidemias de tifo y viruela en el estado de Zacatecas, con un énfasis cuantitativo. Las manifestaciones sociales del impacto del tifo en la vida y mentalidad del poblador de entonces ya se ha realizado2, por tanto este resulta pertinente para tener una idea más acabada y exacta del problema. Pero, en general, aunque el tifo es la epidemia más nombrada, la viruela no estuvo ausente, sino que incluso tuvo proporciones significativas. En ambos casos -y esto como hipótesis de trabajo- no hay que olvidar que en ese tiempo el nivel de mortalidad por enfermedades comunes fue muchas veces tanto o más alto que el de las propias epidemias, con la diferencia una epidemia tiene un tiempo determinado de desarrollo y muerte3. Ahora bien, se ha decidido analizar las dos epidemias juntas porque ambas se produjeron en el mismo contexto y, casi simultáneamente, en una coyuntura aciaga para la economía y la vida zacatecana. Sin lugar a dudas, el aporte de esta investigación al tema es claro, porque es el único estudio que aborda estas epidemias a nivel estatal y regional y cuantifica de manera precisa los alcances de los fenómenos.
En términos del contexto en que se produjeron las epidemias, se observa que a partir de 1889 inició una tendencia recesiva de la minería zacatecana -su producto principal-, acentuada por la caída del precio de la plata a partir de 1893 y por la crisis que en ese mismo año afectó profundamente la economía de la entidad. Aunque con breves repuntes hacia el cambio de siglo, este declive seguramente continuó hasta 1910, hacia el final del periodo porfirista. Pero, según la historiografía, la disminución en la producción de plata en Zacatecas se debió sólo parcialmente a un proceso recesivo. El fenómeno tuvo que ver también con la notable diversificación de la actividad minera que empezó desde la década de 1890. Ya en 1892, a la explotación de los minerales de oro y plata empezaron a sumarse la de estaño, plomo y cobre, los cuales se volvieron aprovechables en virtud de la modernización tecnológica y de la disminución en los costos del transporte. Todo este proceso significó, además, una modificación sustancial en el mapa minero del estado, que implicó el desarrollo de distritos como Sombrerete, Nieves y Mazapil, en los que a las negociaciones tradicionales se sumaron algunas empresas extranjeras de grandes dimensiones 4.
La minería zacatecana en las últimas décadas del porfiriato se caracterizó por un importante proceso de concentración, que modificó no sólo las dimensiones del negocio minero, sino también su composición técnica y sus pautas organizativas. Sin embargo, ello no significó la desaparición de las pequeñas empresas ni la de los antiguos métodos de explotación que, bien o mal, sobrevivieron en proporción significativa hasta después de la caída del régimen. Las tendencias a la concentración de la industria minera en pocas manos fueron más agudas en el ámbito del beneficio de los minerales que en el de la extracción. Así, once de las doce haciendas de beneficio que se reportaron como activas en el estado en 1907 se hallaban incorporadas a complejos mineros que les garantizaba un abasto permanente de mineral para beneficiar. Como consecuencia de la modernización técnica, pero también debido a la profunda inestabilidad del sector desde 1890, el número de trabajadores empleados en las actividades mineras tendió a disminuir y experimentó fluctuaciones significativas de uno a otro año5.
Pero esta fue también una época de crisis para la agricultura y, en particular, para la ganadería. El administrador de una de las haciendas ganaderas más importantes, en una carta de respuesta a las acusaciones de mala administración que hiciera Miguel Rul, el propietario en su contra, argumentaba que las pérdidas de los últimas cinco años de su administración habían sido ocasionadas por "calamidades [naturales] verdaderamente desastrosas". Agregaba, además, que durante su administración le había dado ganancias, "a pesar de tantos desastres sufridos en 21 años" especialmente "los de 1875, y otros varios, antes de los últimos cinco años expresados (1889-1893), pésimos sin interrupciones"6. Pasando al tema de la población, metodológicamente se ha tratado de obtener la tasa de mortalidad ya que se conoce el número de defunciones y el de población total que el Comité de Salubridad estimó para la ocasión utilizando la fórmula usada por los demógrafos:
TM= FC/P x 1000 En donde TM= Tasa de Mortalidad, FC= Número de defunciones, P= Población.
Las fuentes primarias principales sobre la que descansa este artículo son "el estado", "el resumen" y "la noticia" de las epidemias que las autoridades de salubridad realizaron sobre los eventos. Son informes de tipo cuantitativo al parecer minuciosamente elaborados y que merecen total confianza porque, por lo menos dos de ellos, fueron firmados por el ilustre historiador Elías Amador, para entonces jefe de la Sección de Estadística del Gobierno del estado. Por lo tanto, son suficientes los registros para entender los eventos aquí tratados. Seguramente, otros trabajos pondrán atención a los registros parroquiales o a los registros del Hospital Civil, pero es claro que las cifras aquí contenidas provienen de esa institución -y seguramente del lazareto7-. Sin lugar a dudas, uno de los méritos del presente artículo es el rescate de una fuente que si bien fue publicada hace más de 100 años, nadie había puesto atención en ella. En términos de las epidemias, quizá habría sido mejor analizarlas por separado, pero el hecho de que se hayan presentado prácticamente al mismo tiempo, condujo a juntarlas como la estrategia más adecuada, en aras de comprender las vicisitudes de la época.
"Las mañanitas del piojo": el impacto del tifo
La fase de la infección y prevención: la política sanitaria
Durante el siglo XIX el cólera marcó el destino de muchas ciudades, sin embargo, no se encontró información sobre la epidemia del cólera de 1833 en Zacatecas, aunque en los archivos se menciona a julio de ese año como la fecha en que la enfermedad ingresó a la ciudad8. Pero fue a finales del siglo XIX que el tifo y la viruela azolaron particularmente a las ciudades de Zacatecas y Sombrerete. En Zacatecas se creía que acerca del tifo9 -por "una verdad generalmente admitida"- que su origen estaba en "la viciación del aire por emanaciones desprendidas de sustancias animales en descomposición y que una vez nacida la enfermedad su propagación era favorecida por la comunicación con los enfermos, la acumulación de estos, el desaseo, la ventilación insuficiente y el contacto con objetos materiales que les hayan servido". El 12 de noviembre 1892, el presidente del Consejo de Salubridad de Zacatecas escribió que la epidemia de tifo aparecía con ligeras oscilaciones, [pero que] la enfermedad se encontraba estacionaria atacando a muchas personas diariamente y "sin distinción de barrios y lugares [...] Se sabe, además, que ha aparecido y hecho sucumbir algunas víctimas en varios partidos del estado, circunstancia que hace creer que la causa generadora de la infección es más general de lo que parecía al principio"10, Y se insistía en que,
no obstante los esfuerzos desplegados para prevenir la epidemia [esta] no cede y ha resistido hasta hoy a las medidas precautorias consistentes en la desinfección, saneamiento, fumigación y demás procedimientos de purificación del aire [así como] mandando recoger a los enfermos pobres [que las autoridades] les ha proporcionado en el Hospital Civil toda clase de protección.11
El Hospital Civil fue la institución encargada de concentrar a los enfermos; pero en el mes de octubre, fue insuficiente para socorrer a los enfermos que carecían de posibilidades económicas puesto que los que contaban con ciertas comodidades en su domicilio preferían ser atendidos en él. Para aligerar la carga del Hospital Civil, el Consejo de Salubridad decidió establecer un lazareto en la Hacienda de Herrera, bajo la administración del mismo Hospital. Empezó a funcionar el 16 de noviembre de 1892 y a él se trasladó a todos los enfermos de tifo que existían en el Hospital Civil, decretándose que "a dicho lazareto se llevarán en lo sucesivo los tifoideos que necesiten de los auxilios de la ciencia y de la caridad". Sin embargo, este lazareto no fue aceptado por la población, muchos preferían morir en su casa antes que asistir a él. El Comité de Salubridad debía sufragar sus gastos con una contribución de acuerdo al valor registrado en los padrones de la administración de rentas, y que se entregaría los días 15 de cada mes, mientras duraran las funciones de dicho comité12. Pero el Hospital Civil no estaba dotado de instrumentos para atender a un número considerable de enfermos o con suficiente espacio para aislar a los epidemiados. Y es que siendo el único hospital,
mientras la epidemia revista la forma grave [...] que hasta hoy ha presentado pues ingresan los enfermos civiles de todas clases, los presos de ambos sexos, los soldados de la milicia del estado y los individuos de la gendarmería municipal y natural es suponerse que cuantas personas enfermas y debilitadas por un mal cualquiera se albergue cerca de los tifoideos [...] quedan expuestas a inminentemente ser víctimas de la epidemia o los vectores del tifo para llevar el contagio a los cuarteles o las cárceles, donde viven agrupadas por motivo de su organización y régimen penitenciario.13
Para prevenir el desarrollo de la epidemia en cárceles y cuarteles se debía evitar que los pacientes comunes entraran al hospital de tifoideos, hacer que los presos estuvieran la mayor parte del día al aire libre. Pero si la epidemia no cedía pronto, el invierno implicaría una expansión de esta porque provocaba "la aglomeración de personas en las habitaciones, obliga a cerrar puertas y ventanas" lo que evitaba la entrada de aire. La medida pensada para resolver esta situación fue la creación de un lazareto en las afueras de la ciudad donde se pudieran "secuestrar" a los infectados14. Estas ideas sirvieron de base a un conjunto de medidas destinadas a separar y aislar a los grupos o individuos y a impedir el ingreso de animales que tuvieran la probable responsabilidad en la transmisión de la enfermedad.
Así, se dispuso que en la ciudad no se podían depositar pieles de ganado mayor o menor. Se prohibían, de la misma manera las curtidurías y las fábricas de jabón; como consecuencia se dispuso la vigilancia "escrupulosa" del rastro con el fin de evitar la descomposición de los restos de los animales sacrificados y se debía lavar de manera permanente todo tipo de establecimiento que surtiera productos de origen animal como carnicerías, tocinerías y casas de matanza y se debía barrer las calles diariamente. De la misma forma se prohibieron eventos masivos como las fiestas religiosas, el teatro o las corridas de toros. El trabajo en las fábricas de tabaco o cerillos debía realizarse -en lo posible- en los domicilios. Era obligatorio dar aviso sobre cualquier persona portadora de la enfermedad y se prohibía las pompas fúnebres en individuos fallecidos con el tifo. De igual manerase debía vigilar las condiciones de caños o letrinas para desinfectarlos15. Nada más equivocado -en la causa de la epidemia- de acuerdo a investigaciones posteriores.
El Comité dividió a la ciudad en ocho inspecciones: la primera a cargo de Antonio Calderón; la segunda de Juan A. Petit; la tercera de Pedro Espejo; la cuarta del licenciado José María Echeverría; la quinta de Basilio Moreno; la sexta de Francisco de P. Zárate; la séptima, de Luis Macías y la última de Eduardo I. Aguilar. Correspondían las demarcaciones nones al sector poniente de la ciudad y las pares al oriental (figura 1)16. A pesar de esta explicación, creemos que su división estaba acorde con la dimensión demográfica de cada circunscripción, con el fin de hacer más equilibrado el peso del trabajo médico.
La fase de la morbilidad
En diciembre de 1892 se reportó el siguiente registro de enfermos por inspecciones o unidades poblacionales que seguramente seguían el orden de los cuarteles que muestra el croquis citado:
De acuerdo con la información, fue en la segunda quincena del mes de diciembre, cuando la epidemia se recrudeció. En general hombres y mujeres resultaron igual de afectados con 250 y 252 casos, respectivamente (tabla 1 y figura 2). Las inspecciones 7 y 8 (que creemos corresponden a los cuarteles 7 y 8) resultaron, en términos espaciales de la ciudad, las más afectadas. Probablemente estas eran las zonas más pobres de la ciudad. De todas formas, en la inspección no. 1 resultaron ser los hombres los que registraron el mayor número de casos de tifo.
* Cifras estimadas.
Fuente: Pedro Espejo, "Informe que manifiesta el movimiento de los enfermos de tifo durante la segunda quincena de 1892", en Memoria administrativa del estado L. y S. de Zacatecas, Jesús Aréchiga (Zacatecas: s.e., 1897), anexo 28.
Fuente: Espejo, "Informe que manifiesta", anexo 28.
En cambio, la enfermedad pegó con más fuerza en la población de adultos (58 %) que en los niños (42 %) (tabla 2 y figura 3). Las inspecciones 1, 6 y 7 aparecen como las más afectadas para los adultos. Las demás inspecciones guardaron más bien un equilibrio.
*Cifras estimadas del total del cuadro para niños y adultos. El total de la fuente fue 522.
Fuente: Espejo, “Informe que manifiesta”, anexo 28.
La fase de la letalidad
De la letalidad no se dispone de información por inspecciones, sin embargo, los registros muestran los casos por mes (tabla 3 y figura 4), lo que presenta de manera clara la evolución, que resulta tanto o más importante, porque proporciona de manera clara la evolución anual y la estacionalidad del tifo. No hace falta mayor explicación para observar el desarrollo de la epidemia durante los meses de octubre, noviembre y diciembre de 1892.
Fuente: Pedro Ríos, "Estado que manifiesta el movimiento de los enfermos del tifo durante la segunda quincena del mes de diciembre de 1892", en Memoria administrativa del estado L. y S. de Zacatecas, Jesús Aréchiga (Zacatecas: s.e., 1897), anexo 28.
Según la fórmula para calcular la tasa de mortalidad (™)
TM= FC/P x 1000 en donde TM= Tasa de Mortalidad FC= Número de defunciones: 586 P= Población: 40 000.
Se tiene que las 586 defunciones significaron, entre 40 000 habitantes estimados para la ciudad de Zacatecas, multiplicadas por 1000 una tasa de 14.65, tasa alta comparada con la de la ciudad de México de 1915 (tabla 4), que muestra la morbilidad y mortalidad por tifo durante 1915-1917.
Es interesante observar en la figura 5 que la mortalidad por tifo representó sólo el 16 % del total de enfermedades padecidas por los zacatecanos en 1892.
La información anterior permite desglosar el lugar en donde ocurrieron los eventos (figura 6). El mayor número -casi el 50 %- se curó en sus casas; el 31 % en el Hospital Civil y solo el 22 % en el lazareto construido para el efecto. Por su parte, el comportamiento de las defunciones por semanas (tabla 5) fue el siguiente,
Fuente: Elías Amador, "Noticia que manifiesta el número de defunciones ocasionado por el tifo y la viruela en el Estado de Zacatecas en 1893", en Memoria administrativa del estado L. y S. de Zacatecas, Jesús Aréchiga (Zacatecas: s.e., 1897), anexo 29.
El mayor porcentaje de defunciones se produjo en la primera y segunda semana de diciembre (figura 7), aunque era más factible pensar que la que la mayor incidencia se debía haber producido en las dos semanas siguientes por ser una época de frío más intenso. Por otro lado, también tenemos información de cómo se comportó la epidemia en relación con los partidos. Es claro que el partido de la capital fue el más afectado al reunir el 39 % de casos, aunque no fueron pocos los casos de Pinos, Nochistlán y Sombrerete. Nieves con Jerez, en cambio, fueron los que presentaron menor incidencia (figura 8).
Es posible que las dimensiones de la población y su aglomeración en casas y habitaciones más estrechas hayan sido las causas para tal comportamiento, mientras que las poblaciones y lugares más abiertos y ventilados, contribuyeron para detener el contagio. ¿Qué sucedió en el siguiente año, en 1893? La totalidad de las defunciones en la capital del partido, la ciudad de Zacatecas, pasó de 586 registradas en 1892 a 978 en 1893 (tabla 7 y figura 9).
*Hay diferencias con los cómputos del documento. Fuente: Pedro Ríos, "Estado que manifiesta". Anexo 28.
De acuerdo con la evolución del año anterior, los tres primeros meses del año concentraron el mayor número de casos, para luego seguir una tendencia a la baja como lo muestran la tabla 8 y la figura 10,
*Las cifras no coinciden con los cómputos por distritos.
Fuente: Amador, “Noticia que manifiesta”, anexo 29.
Para tener una idea más clara sobre las dimensiones de la mortalidad por tifo, se han comparado las respectivas tasas con las registradas para la ciudad de México en el año de mayor incidencia del tifo (tabla 9).
Fuente: tasas calculadas con base en las cifras Daniel Herrera-Rangel, "Las pintas de la sirvienta. El tifo y el temor a los pobres en la ciudad de México, 1874-1877", Estudios de Historia Moderna y Contemporánea, no. 41 (enero 2011), http://www.historicas.unam.mx/publicaciones/revistas/moderna/fichas/f457.html
Se calcula que entre 1874 y 1877, la epidemia cobró la vida de 3458 personas y posiblemente su morbilidad sobrepasó las 17 000 personas. Por las cifras disponibles, evidentemente el año más difícil fue el de 1876. En 1916 la tasa bruta de mortalidad fue similar a la observada en el siglo XIX17. Ahora, en relación con la epidemia de la ciudad de Zacatecas de 1892, la tasa de 14.65 resulta mucho más alta que las mencionadas para México, lo que da una idea sobre la gravedad del problema18.
Fuente: Dorothy Tanck de Estrada, coord., Atlas ilustrado de los pueblos de indios. Nueva España, 1800 (Ciudad de México: El Colegio de México - El Colegio Mexiquense - Comisión Nacional para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas - Fomento Cultural Banamex, 2005), 210-211. Google imágenes, https://www.google.com.mx/search?q=Zacatecas+mapas&tbm.Aguascalientes
Sin duda, la cantidad de muertes debe haber alterado la vida de la ciudad. Los testimonios dejan ver que, ante tanta muerte, los cadáveres eran conservados en los propios domicilios antes de poder trasladarlos al lugar en que debían ser inhumados: "Conseguir al carretero encargado de transportarlos podía ser una verdadera catástrofe ya que no se contaba con suficientes personas que pudieran desempeñar este menester. Aún más, ni siquiera se contaba con burros para tirar de las carretas"20.
La presencia de la viruela21
Durante 1893, además del tifo, la viruela sacudió el espacio zacatecano con fuerza. La tabla 10 y la figura 12 muestran que no sólo la capital del estado fue el espacio preferido de las enfermedades, sino también Sombrerete, aunque por causas que aún se desconocen.
Fuente: Amador, “Noticia que manifiesta”, anexo 29.
Fuente: gráfica construida con base en cifras de Amador, "Noticia que manifiesta", anexo 29.
La evolución anual muestra una concentración en los primeros meses del año, para empezar su descenso de manera marcada a partir de abril (tabla 11 y figura 13).
Resulta claro que los partidos de Zacatecas y Sombrerete son los que mostraron mayor incidencia de las enfermedades, tal vez porque Fresnillo fue un partido con una presencia del mundo agrario más amplio, lo que para fines de estas enfermedades era importante, porque no propiciaba el hacinamiento propio de las ciudades.
La tabla 12 y la figura 14 muestran la preeminencia de Zacatecas y Sombrerete en la epidemia. Por otro lado, no se haencontrado una razón para la baja en Fresnillo, localidad que se mantuvo al nivel de Jerez y Mazapil. En términos del sexo, Zacatecas, Sombrerete y Pinos fueron los partidos en donde las mujeres resultaron más afectadas. En cambio, en Fresnillo, Jerez y Villanueva tal impacto fue menor. En lo que se refiere a las jurisdicciones Zacatecas. Juchipila, Nochistlán y Tlaltenango fueron partidos de menor incidencia, es decir, el sur de Zacatecas (figura 11); mientras Fresnillo, Tlaltenango yNieves fueron los de mayor presencia de la viruela. Posiblemente la vacuna incidió para detener la multiplicación de casos. El Código Sanitario de 1891 aconsejaba vacunar a los niños desde los cuatro meses de edad, y en 1903 se hizo obligatoria esta práctica para todo el país22.
El tifo y la viruela de 1893: una comparación
Por lo general pareciera que la epidemia de tifo gozó de mayor mención en la historiografía, pero la viruela alcanzó el alto porcentaje de 40.61 % de casos en 1893, aunque sin duda en la capital del estado fue menor con 31.35 % (tabla 13). La viruela pegó fuerte en Fresnillo, Sombrerete y Jerez, con porcentajes que iban desde el 63.42 % al 78 %. De todos los casos comparados.
La tabla 13 y la figura 15 muestran la distribución espacial de las enfermedades. Se observa que en términos del tifo la ciudad de Zacatecas tuvo casi el 70 % de casos registrados, seguida por Sombrerete. No fue Fresnillo un caso representativo, incluso frente a Pinos y Mazapil. De todas formas, si bien las dos epidemias tuvieron expresiones diferentes, ambas fueron letales. En términos del sexo (tabla 14), el comportamiento de las enfermedades, no tuvo grandes diferencias, prácticamente en el caso de 1893, ambas mantuvieron una expresión similar.
Los informes están de acuerdo en que prácticamente el 50 % de los enfermos se cuidaban -¿y morían?- en sus casas, lo cual permite a calcular el número de defunciones fuera del Hospital y el lazareto. Para este ejercicio se parte de que en 1893 en el estado de Zacatecas murieron 4088 personas y que el total de las defunciones fue de 25 088. A continuación, se compara con 1895, un año normal, en donde el total de defunciones fue de 15 187 y, por tanto, el excedente de defunciones fue de 9901 casos. Si de esta cantidad se restan s las cifras oficiales registradas, 4088, se tiene que 5813 personas murieron en sus domicilios, es decir, el 58.71 %, cifra que estaría de acuerdo con las estimaciones del 50 % que mencionaron las autoridades. Es claro que estamos mezclando enfermedad con defunción. Con base en 500 000 habitantes, el cálculo demográfico de la época, hecho por Elias Amador para todo el estado, muestra que el 3.3 % de los datos correspondían a nacimientos, el 5.91 % a defunciones y el 0.54 % a matrimonios24.
El comportamiento demográfico: la relación nacimientos-defunciones, 1893-1895
Con el in de mostrar el significado de las epidemias, se tomó el registro elaborado por Elías Amador, el cual ayuda a dimensionar los fenómenos si combinamos el impacto de la mortalidad de 1893 con la de un año normal, 1895 (tabla 15).
Tlaltenango, Nieves y Mazapil resultan los partidos que tuvieron cifras positivas frente a las epidemias. La única explicación posible es que fueron partidos con mejor ambiente, baja concentración de la población y mejores condiciones sanitarias. Y ¿qué pasó en un año normal como 1895? el número de defunciones bajó notablemente (figura 16):
*Estimado multiplicando los nacidos en el primer semestre, 11 072 x 2 = 22144.
Fuente: Amador, “Noticia que manifiesta”, anexo 11: 38.
La tendencia se ha invertido. Pero la mortalidad por la epidemia tifo en realidad era comparable con la mortalidad por enfermedades comunes. La tabla 17 ilustra la situación para 1895 que se ha escogido para el efecto:
Basta ver el impacto de la neumonía y la tosferina para concluir que la epidemia de tifo no era más letal que las otras enfermedades. ¿Qué sucedió entonces? El pánico por la aparición de una epidemia sólo se puede explicar por la velocidad de los eventos (tiempo determinado entre número de casos), es decir, si durante todo el año de 1892 ocurrieron 586 muerte a causa del tifo, el promedio es de 48.83 muertes mensuales. Pero si se mira hacia el final del año, cuando se recrudeció la enfermedad, tenemos que se registraron 522 caso y 59 defunciones tan sólo en la segunda quincena de diciembre. En nueve meses se registraron 178 defunciones, pero en los tres siguientes la mortalidad subió a 408 pacientes. Sin duda, las condiciones higiénicas contribuyeron para la expansión del mal y, en general, se sumaron a las malas condiciones de vida propias de la época de en aquella localidad y de la mayoría del mundo entero.
Conclusiones
Parece que la crisis en Zacatecas durante este tiempo fue total, pues no sólo la minería y la agricultura acusaban grandes pérdidas, sino que a esta situación se sumó una crisis demográfica de proporciones significativas. El Consejo de Salubridad del estado estimó que el número de defunciones por tifo ocurridas en 1892 alcanzó las 586, mientras que para el siguiente año registró un incremento con una cifra de 2440 defunciones, es decir, un total de 3026 en todo el estado, mientras que el partido de Zacatecas reunió 970 de esas defunciones. Por su parte, la viruela cobró la vida de 433 personas en Zacatecas sobre un total de 1648 muertes. Lo que resulta importante señalar es que la intervención del Consejo de Salubridad representó un cambio trascendental en la política sanitaria, porque significó la presencia directa del Estado. A pesar de ello, y en términos de los métodos curativos, la vacuna, que venía de tiempo atrás, permitió combatir la viruela, mientras que el tifo sólo logró erradicarse a mediados del siglo XX.
Por otra parte, es necesario repensar el hecho de que la epidemia, además de acabar con un número importante de población, no era la única. Si se toma como referencia cualquier año entre 1882 y 1892, se observa que las cifras de mortalidad no fueron inferiores a las del año de la epidemia, como se evidencia en los registros de mortalidad de1884 y1890, los cuales fueron muy parecidos a los de 1892, aunque también es cierto que esta similitud corresponda a un problema en las cifras. Así, fue la velocidad de la epidemia, la velocidad de los eventos, el fenómeno que provocó un pánico indecible. Si se observan nuevamente las cifras de defunciones por causa de enfermedades "normales" -particularmente tosferina, neumonía o disentería-, se ve que estas fueron tan letales -por ejemplo, en un año- como las de una epidemia en particular, y esto, ya se sabe, debido a las pésimas s condiciones higiénicas de ese siglo, tanto en México como en casi todo el mundo.
De acuerdo con las manifestaciones regionales de la epidemia, el sur del estado -Tlaltenango, Nochistlán- fue el menos afectado mientras el centro, por la ruta Zacatecas-Sombrerete -la ruta del mineral- fue la más castigada. Pero si el tifo se ensañó con la ciudad de Zacatecas, la viruela lo hizo con Sombrerete. Y en términos urbanos, en la capital, al parecer fue el nororiente la zona más afectada. Lamentablemente no hay manera de medir "la desigualdad ante la muerte", pero un indicio de que los pobres no fueron los que más padecieron, es que casi el 50 % de las muertes y los enfermos se cuidaban en sus casas y pocos en el Hospital Civil y el lazareto. ¿Cuál fue su proporción? Es casi imposible saberlo.
Por último, en términos de la estructura de la mortalidad por sexo, las defunciones tuvieron una expresión cuantitativa muy similar, pero en el caso del tifo la mortalidad de hombres (51.18 %) fue superior a la de mujeres (48.82 %) y, por el contrario, en el caso de la viruela la distribución se invirtió: 48.60 % de las muertes correspondieron hombres y el 51.39 % a mujeres.