Introducción
Cartografiar ha sido, históricamente, tarea de viajeros, especialistas y burócratas. Considerada una ciencia encargada de reunir, realizar y analizar medidas y datos de diferentes regiones para representarlas gráficamente, la cartografía logró, con el paso del tiempo, "borrar" los recorridos y actividades que la hacían posible. Dispositivo de dominación, producción de conocimiento y control, es posible rastrear en la cartografía contemporánea vestigios, elementos de continuidad, de los modos en los cuales el colonialismo dibujó materialmente las fronteras de la geografía moderna -siglo XVI- "con regla y compás"1. La preocupación por "lo cartográfico" en este escrito excede a la práctica del mapeo como técnica y es concebido como una verdadera categoría de pensamiento, absolutamente singular y que introduce una relación específica con los signos, las temporalidades, los sujetos, el ser y el hacer2.
A lo largo de las últimas décadas, los desplazamientos y movilidades se han tornado una dimensión clave para pensar y comprender los modos que adopta el capitalismo contemporáneo. El lugar preponderante que ha pasado a ocupar la migración en las agendas globales da cuenta de algunos de los aspectos que allí se encuentran en juego. Sin embargo, se trata de un problema que excede el desplazamiento entre fronteras nacionales y se hace presente en la proliferación y multiplicidad de los límites y las violencias al interior de los territorios nacionales y en la creación de nuevas territorialidades. En este escrito, nos proponemos realizar un aporte a la comprensión crítica de la configuración y transformación de las políticas y prácticas de control del movimiento en el espacio urbano. Para ello nos adentraremos en una serie de prácticas concretas de movilidad, entendidas como formas de habitar los espacios, que nos permitirán aproximarnos a uno de los modos en que se estructura la movilidad y se rearticulan las formas de vida en un barrio del Gran Buenos Aires3. En el marco de este escrito, los espacios y los desplazamientos son concebidos como el resultado de una negociación, de una relación de fuerzas o de un enfrentamiento violento, nunca un producto espontáneo de la naturaleza o el espíritu4.
Este escrito está basado en una experiencia de trabajo etnográfico realizada en una escuela secundaria del Gran Buenos Aires entre los años 2018 y 2019 y adopta como punto de partida las preguntas que un grupo de jóvenes5, de entre 16 y 18 años, se planteó en el marco de un proyecto de investigación sobre la historia de su barrio: "¿Por qué nuestro barrio es peligroso? ¿Por qué no podemos caminar tranquilos? ¿Cómo es que el barrio llegó a ser lo que es?"6. En este sentido, el desplazamiento atraviesa esta investigación en diversas formas; como modo de habitar, recorrer y "hacer" la ciudad de los jóvenes que la protagonizan; como repertorio más amplio en sus experiencias de múltiples territorios vinculadas a la condición migrante de la mayoría de ellos7; y, por último, como actividad u operación sujeta al control o "gobierno" por parte del Estado, y específicamente de las fuerzas de seguridad, en el espacio urbano.
Como los mismos jóvenes señalan, sus biografías están signadas por el desplazamiento, es decir, que "vienen de muchos viajes"8. Movilidades que tienen lugar en el contexto de los proyectos migratorios familiares y que implican múltiples desplazamientos entre países -en general, Bolivia y Argentina, pero también Paraguay y Perú-, provincias, ciudades y barrios. Las características de sus trayectorias nos obligan a repensar la noción de migración y a entrar en diálogo con el campo de los estudios sobre las movilidades9, especialmente para evitar caer en distinciones artificiales de formas de movilidad delimitadas espacialmente -migración local, regional, internacional- y para poder realizar un análisis profundo de las complejas configuraciones migratorias y de sus múltiples diversificaciones10. Las múltiples experiencias de movilidad de estos jóvenes son, a su vez, experiencias de territorios diversos y múltiples cruces de fronteras, aspecto sumamente relevante al momento reconstruir y analizar su experiencia de la ciudad.
El desafío de este artículo consiste en identificar, describir y reflexionar acerca de las formas en que los jóvenes experimentan un territorio en común: el barrio en el cual su escuela está ubicada. Recorridos y desplazamientos en los cuales emergen una multiplicidad de límites11, que son vividos y narrados como violencias, en los cuales se entraman dos prácticas vinculadas a la proliferación de las fronteras: detener o forzar el movimiento y exigir la identificación12. En este contexto, los límites en la ciudad surgen en el marco de un hacer íntimamente vinculado al estar y el recorrer. Reconstruir las formas en que los jóvenes habitan la ciudad supone, por un lado, recuperar el legado de Henri Lefebvre acerca del espacio como producción social13; por otra parte, entrar en diálogo con aquellos estudios que conciben a las ciudades, no como entidades o esencias, sino como formas de relacionamiento múltiples y diversas entre quienes las habitan y sobre las cuales actúan procesos políticos, económicos, espaciales y sociales14. A diferencia de ciertas corrientes de estudios urbanos -como la Escuela de Chicago y la obra de Loïs Wacquant-, esta perspectiva postula la imposibilidad de comprender los espacios urbanos marginalizados y estigmatizados sin analizar aquello que los rodea. Por otra parte, buscamos revertir aquello que durante largo tiempo ha sucedido como producto del nacionalismo metodológico, la minimización en los discursos públicos y académicos del papel crucial que desempeñan los migrantes en el proceso de "hacer la ciudad".
La centralidad otorgada a la experiencia de la ciudad como territorio en este escrito no es un punto de partida. Se trata de una categoría construida a la luz del trabajo etnográfico que venimos desarrollando en el distrito de Tres de Febrero -Provincia de Buenos Aires, Argentina- desde el 2016, en diálogo con aquellos estudios que señalan que la relación que los migrantes -y no migrantes- entablan con su(s) territorio(s) permite entenderlo como un elemento clave en la construcción del sentido que ellos le dan al mundo que habitan15. En este sentido, retomamos la categoría de "experiencia contemporánea de lo rural" que hemos desarrollado en investigaciones previas y la conjugamos con la noción de "experiencia metropolitana" desarrollada por Emilio Duhau y Ángela Giglia16, que comprende: tanto las prácticas como las representaciones que,
Hacen posible significar y vivir la metrópoli por parte de sujetos diferentes que residen en diferentes tipos de espacio. El concepto de experiencia alude a las muchas circunstancias de la vida cotidiana en la metrópoli y a las diversas relaciones posibles entre los sujetos y los lugares urbanos, a la variedad de usos y significados del espacio por parte de diferentes habitantes.17
Este artículo está organizado en cinco apartados: comenzamos explicitando el enfoque metodológico que nos guía y la construcción del corpus -"Enfoque metodológico"-; luego, describimos el contexto etnográfico donde desarrollamos la investigación que dio lugar a este escrito -"Ciudadela City"-; en el tercer apartado, nos adentramos en los modos en los cuales los jóvenes se apropian de la experiencia del espacio urbano partiendo del espacio escolar, poniendo la mirada en el cuerpo vivido como alteridad -"La experiencia de la ciudad en el cuerpo: cuando el otro soy yo"-; en el cuarto apartado, nos focalizamos en el análisis de las narrativas cartográficas -"Recorridos y mapas que hablan de afectos y violencias"-; y por último, compartimos una serie de reflexiones acerca de las experiencias de desplazamiento urbano de estos jóvenes desde la perspectiva de la proliferación de las fronteras y de la producción de diversas formas de violencia que sobre ellos operan -"Reflexiones acerca de las formas en que los jóvenes experimentan la ciudad y la proliferación de la violencia y las fronteras"-.
Enfoque metodológico
Este artículo está basado en una investigación de corte etnográfico que comenzamos en el 2018 y profundizamos en el 2019. El trabajo etnográfico se desarrolló en el marco de dos proyectos escolares: uno que incluyó el diseño y la realización de un corto audiovisual sobre la interculturalidad -que tuvo lugar en el 2018 en el marco de la materia "Política y Ciudadanía", que se cursa en 5.o Año de la escuela secundaria- y otro que supuso la realización de una investigación colectiva sobre la historia del barrio en el cual la escuela está ubicada -que realizamos en el 2019 junto a la docente de "Historia reciente", materia que se cursa en 6.o Año del mismo nivel-. Este trabajo recupera ambas experiencias, pero resulta necesario aclarar que la problemática de la violencia institucional en el barrio emergió con profundidad en el marco del segundo proyecto e incluyó la realización de una serie de narrativas cartográficas que hemos denominado "cartografías del peligro" -dispositivos visuales que incluyen ilustraciones y fotografías y mapas intervenidos-. A través de la producción de estas narrativas cartográficas18 y de la investigación participativa que hicieron posible este escrito, buscamos ubicar a los jóvenes junto a los cuales trabajamos en el papel clave que desempeñan como actores sociales fundamentales en la producción tanto del espacio urbano como de una perspectiva crítica acerca de las relaciones de poder que lo atraviesan y constituyen.
El trabajo etnográfico incluyó la realización de observaciones participantes (23) y no participantes (11) en contextos escolares y comunitarios, así como también la posibilidad de compartir recorridos por el barrio y otras partes de la ciudad y viajes en medios de transporte público -colectivo y subte-. También realizamos entrevistas en profundidad a la mayoría de los jóvenes (23) que nos permitieron reconstruir sus historias de vida. Las mismas fueron realizadas entre mayo y noviembre de 2019, en el ámbito escolar, en espacios que fueron cedidos por el personal adulto como, por ejemplo, la sala de preceptores, la sala de profesores, aulas que se encontraban momentáneamente desocupadas, el patio o el salón de usos múltiples. En la mayoría de los casos las entrevistas fueron realizadas en grupos de dos jóvenes según su preferencia. A lo largo de estos dos años también sostuvimos múltiples conversaciones informales que nos permitieron aproximarnos a sus modos de apropiarse de la experiencia escolar y, específicamente, barrial, así como también establecer lazos de afecto y confianza fundamentales para la investigación participativa.
La producción de las "cartografías del peligro" tuvo lugar entre junio y julio de 2019 y contó con un antecedente de trabajo con una metodología similar el año previo19. Es decir que el grupo ya tenía cierta experiencia en la materia. Aquellas que incluimos en este artículo fueron realizadas por los jóvenes, en forma individual o colectiva, en el marco del proyecto ya mencionado y como una forma de graficar aquello que había sido relatado en clase en el marco de un intercambio oral espontáneo acerca del problema que orientaba nuestra investigación. Entendemos que estas producciones articulan dos dimensiones clave: la forma en que los jóvenes representan y, por lo tanto, producen su desplazamiento a lo largo del espacio urbano; y la identificación de límites y fronteras. Esta metodología se nutre de la cartografía social o colectiva, que ha tenido un importante desarrollo durante las últimas décadas en América Latina20, y que venimos desarrollando en distintos barrios de Tres de Febrero (Provincia de Buenos Aires) desde el 2016. Así como la cartografía social supone la apropiación de la práctica de mapeo por parte de sujetos colectivos que logran subvertir el lugar de enunciación hegemónico21, la producción de narrativas cartográficas habilita la producción de relatos visuales en los cuales tiempo y espacio se entrecruzan brindando la posibilidad de narrar historias que aún no han sido contadas y que, en la mayoría de los casos, hablan de prácticas y saberes negados e invisibilizados.
En términos teórico-metodológicos este trabajo también se nutrió de ciertos aportes del campo de la "etnografía de las calles" -ethnographies of roads-, enfoque que contribuye a descifrar las prácticas e imaginarios que funcionan a través de diferentes escalas y, por lo tanto, a través de las categorías sociológicas tradicionales: "de la materialidad a los sujetos humanos, del estado a la sociedad y de allí a los individuos; desde empresas capitalistas globales hasta comunidades locales; desde la política del desarrollo de la infraestructura hasta las condiciones culturales de la vida cotidiana, etc."22.
El procedimiento analítico que dio lugar a este escrito no ha sido lineal y ha atravesado distintas etapas: primero, la transcripción de los registros; posteriormente, la selección de la información que se convierte en dato sustantivo para la investigación identificando las categorías emergentes ligadas a la parte empírica; el regreso al proyecto inicial y a los conceptos; la lectura y relectura de los registros y producciones cartográficas y la construcción de las categorías analíticas nuevas que permitieron ajustar e integrar los hallazgos empíricos a la luz de nuevas relaciones conceptuales. El enfoque etnográfico ha sido nuestra principal orientación por el lugar central que le otorga a las perspectivas de los actores como un camino privilegiado de acceso al conocimiento de lo social. Y decimos "enfoque", ya que consideramos, junto con Elsie Rockwell, que la etnografía no es un método. Cabe señalar que en el marco de este enfoque la interpretación o el análisis de los significados locales no constituyen un momento final, sino un proceso continuo e ineludible: "La integración de ese conocimiento local es posible solo mediante una perspectiva teórica que lo reconozca y lo valore como saber válido en el proceso de investigación"23.
La decisión de abordar los desplazamientos urbanos desde un contexto etnográfico específico reside en la posibilidad de recabar información empírica y teórica acerca de ciertas experiencias de movilidad atendiendo a la complejidad de su configuración. También nos ayuda a reconstruir las interconexiones sociales, espaciales y temporales que emergen del análisis de las experiencias de movilidad, permitiendo ampliar y profundizar el estudio de modos de diferenciación social diversos y heterogéneos. En este sentido, y atendiendo a las características de aquello que deseamos analizar, la categoría de "movilidad" resulta más pertinente que la de "migración".
"Ciudadela City"24
Ciudadela es una localidad ubicada en la parte sur del partido bonaerense de Tres de Febrero, en la zona oeste del Gran Buenos Aires, Argentina. Lugar de paso, de circulación, de comercio e intercambio. Ubicado a mitad de camino entre una de las estaciones de tren y terminal de ómnibus más importantes de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y la estación de tren que lleva el nombre del barrio -ubicado en el Gran Buenos Aires-, el lugar que nos convoca se despliega ante la experiencia de los jóvenes como un espacio diverso, heterogéneo, desigual e inseguro. Un territorio que alberga muchos otros: Ciudadela Norte, Ciudadela Sur, Villa de los Paraguayos, Fuerte Apache, Villa Herminia, Villa de los Rusos y Villa Matienzo, entre otros. Lugares que llevan en el nombre marcas étnicas, de clase, raza y nacionalidad que nos remiten a formaciones de alteridad de raigambre histórica25.
En la escuela a la que asisten los jóvenes que protagonizan esta investigación suele decirse que el barrio donde está ubicada constituye "un lugar olvidado del distrito", del que "nadie se preocupa desde hace muchas décadas". También es conocido como una "Bolivia en chiquito" por su proximidad con el barrio porteño de Liniers y por el alto porcentaje de población proveniente de países cercanos que lo habita. Los jóvenes no dudan en señalar que se trata de un territorio inseguro y peligroso. A lo largo de la investigación sobre el pasado y el presente del barrio, que junto con ellos realizamos, la experiencia del peligro en relación al barrio fue cambiando. Entendemos que la indagación histórica y las categorías conceptuales que fueron apareciendo en el transcurso de la misma constituyen elementos indispensables para comprender estas transformaciones en la mirada. Territorio habitado por querandíes, la zona de Ciudadela llevó primero el nombre de "Rancho de Castro" y "Villa Liniers". La historia oficial de esta zona está íntimamente ligada a la presencia del ferrocarril y el Ejército. Su fecha de fundación se remonta a diciembre de 1910, cuando se inauguró la estación del Ferrocarril Oeste, "con un servicio diario de 18 trenes a vapor"26. Por aquel entonces, Ciudadela formaba parte del partido de General San Martín, cuyos límites habían sido reconocidos varios años antes a través de la Ley no. 423 (1864). El nombre del barrio lleva la marca ineludible de aquellos cuarteles que terminaron de construirse en 190227 y cuya presencia, según los historiadores locales, activó la vida social del pueblo. Así como el ferrocarril, y posteriormente la terminal de ómnibus, hicieron de la zona un lugar de tránsito, los cuarteles tuvieron un rol protagónico en diversos periodos de su historia. Fundamentalmente, en cada golpe militar y, de un modo mucho más complejo, durante el terrorismo de Estado, cuando sus instalaciones fueron utilizadas como centro clandestino de detención.
La otra marca identitaria del barrio la constituye la inmigración. Italiana y española, primero, paraguaya, boliviana y peruana, después. También china, coreana, senegalesa y venezolana. La proximidad de esta zona con el barrio porteño de Liniers28 ha hecho que, desde la década de 1980, aquello que predomine en el imaginario popular sea la presencia de las familias bolivianas, las cuales conforman más del 80 % de la matrícula de la escuela en la cual realizamos la investigación29. Los historiadores locales, sin embargo, se han empeñado en focalizar la mirada en la migración europea, silenciando la notable presencia de personas de otras latitudes y reproduciendo los discursos hegemónicos acerca de la existencia de una "migración positiva" y otra "negativa"30. Este gesto, aparentemente menor, constituye un síntoma de un conjunto de procesos más complejos que atraviesan los modos en que los jóvenes experimentan la ciudad. Si el Gran Buenos Aires es sinónimo de desigualdades urbanas, Ciudadela es uno de esos barrios en los cuales esas diferencias se agudizan hasta tornarse dramáticamente palpables en la vida cotidiana31. Desde hace algunas décadas, diversos trabajos han contribuido a complejizar el análisis socioespacial de esta región de Argentina que suele ocupar las tapas de los diarios y el horario central de los noticieros32. Basta recorrer algunos titulares para observar rápidamente aquello que los medios de comunicación suelen dar a conocer sobre la zona: "Desarticularon un taller textil de Ciudadela por trata de personas"33; "Secuestraron motocicletas robadas en un taller en barrio Ciudadela"34; "Ciudadela: matan a mecánico tras querer robar un auto de su taller"35; "Ciudadela: la Policía maltrató y se burló de un joven por ser gay"36; "La Policía allanó tres talleres clandestinos en Ciudadela"37; "Conurbano caliente. Cae banda que gestionaba taller clandestino en Ciudadela: Más de 5 mil autopartes incautadas"38.
Titulares que hablan de aquello que los jóvenes asocian con el "peligro" y la "inseguridad". Dos sensaciones que vincularon, en un comienzo, a la posibilidad de "ser robados" en la calle. También a la presencia de prostíbulos, desarmaderos, talleres de comercio ilegal, venta de drogas, "lugares clandestinos" y bandas de distinto tipo. La apelación de los jóvenes al término "peligro" no es azarosa, como tampoco lo es el lugar central que le asignamos en este escrito. El peligro es una sensación que se entrama con el miedo y el temor, que ubica a la persona que recorre la calle en una situación permanente de posible víctima. La contracara del peligro-temor es el control. La sensación de control es fundamental para comprender esta trama de sensaciones-construcciones, pues supone, a su vez, la introducción de un "otro" peligroso que debe ser sometido, eliminado o, más recientemente, controlado39. La sensación de "peligro", en tanto denominador común de las experiencias de la ciudad de estos jóvenes, constituye el punto de partida de una serie de narraciones y ejercicios de producción de dispositivos cartográficos que analizaremos a continuación.
La experiencia de la ciudad en el cuerpo: cuando el otro soy yo
P: Afuera es otro mundo
E: ¿Por qué?
P: No, porque acá no es lo mismo, porque acá prácticamente tenemos gente de casi todos los colores. (... ) Acá nos sentimos más cómodos, podemos hablar. Uno en sí, yo acá vengo, me siento tranquilo, jodo con los profesores, uno se puede expresar tranquilamente, pero en la calle no podés (...).40
Esta indagación parte de un lugar singular: la escuela. Institución moderna por excelencia, amurallada desde sus orígenes y, en el caso argentino, fuertemente vinculada a un proyecto homogeneizador en torno a la tríada un país-una-nación-un-territorio, cuyos vestigios siguen presentes, no de forma inmutable, en la actualidad. Numerosos estudios han dado cuenta de las importantes consecuencias que el mismo ha tenido sobre los procesos de identificación y escolaridad de niños y jóvenes migrantes41. Sin embargo, en el marco de la geometría del adentro y el afuera que caracteriza a la experiencia de la escuela y el barrio de estos jóvenes, el adentro-escuela aparece asociado a la comodidad, la seguridad, la integración y la interculturalidad42. Esta dialéctica espacial, que por momentos tiene la claridad afilada de la dialéctica del sí y del no43, se ve reforzada, a su vez, en el marco de sus trayectorias de movilidad y, particularmente, por la experiencia previa de haber transitado por escuelas en las cuales experimentaron múltiples situaciones de discriminación, marcación, estigmatización y violencia. El afuera-calle, lugar signado por el peligro, se erige en la contracara de un adentro que contiene. Los muros de la escuela, esos que la separan y, aparentemente, aíslan y protegen de la calle, emergen como los primeros límites espaciales de la experiencia de la ciudad pensada desde la escuela.
La vinculación entre la experiencia del barrio y el peligro comenzó a hacerse visible en el 2018, en el marco de un proyecto de articulación de la escuela con una universidad local para la realización de un corto audiovisual sobre la inclusión y la interculturalidad. En medio de los debates para la elaboración del guion, comenzaron a surgir en el aula relatos acerca de situaciones de discriminación, señalamiento y estigmatización vividas en la calle, que luego fueron profundizados en instancias de entrevista:
En la calle siento que (...) te ven de una manera extraña, de forma rara (...) y así es como te empiezan a joder en la calle, te dicen cosas y tenés que actuar de otra manera. Por ejemplo, yo cuando estoy en la calle actúo de otra manera o pongo cara de molesto. Si alguien me dice algo ya reacciono mal.44
Podríamos parafrasear a De Certeau y afirmar que la experiencia de la ciudad de estos jóvenes comienza "al ras del suelo, con los pasos"45. Ellos se desplazan a través de la ciudad, la habitan, la recorren y la experimentan con el cuerpo. La experiencia de la ciudad emerge también como una experiencia de "extrañamiento"46, de sentirse otro, marcado, señalado, estigmatizado. En palabras de los jóvenes de "sentirse fuera de lugar"47. De las múltiples formas en que los jóvenes recorren y habitan la ciudad, aquello que prima en sus relatos sobre el barrio donde está emplazada la escuela es la sensación de peligro. Peligro que en un comienzo apareció fuertemente vinculado a la idea de inseguridad pero que, como podemos ver, fue desplegando una complejidad mucho mayor, siempre presente pero no necesariamente visible ante la mirada de los propios jóvenes. Se trata de una complejidad que excede las enunciaciones iniciales acerca del peligro como posibilidad de "ser robado" y que transmuta en mecanismos sutiles de marcación. Mecanismos que emergen de la práctica espacial y, al mismo tiempo, producen espacio, en los cuales es posible advertir el entrecruzamiento de atributos tales como la clase, la etnia y la "raza" que nos recuerdan que la ciudad no es experimentada de igual forma por todos sus habitantes.
E: ¿Por qué en Ciudadela y en otros lados algunos no podemos caminar seguros?
J: He visto desde que vivo acá que a los bolivianos, los argentinos los tratan de sucios o lo usan como insulto al término boliviano. Ej: Esa boliviana de mxxxx.48
La mirada de los otros es una de los primeros límites que los jóvenes identifican en su desplazamiento urbano. Una de las formas en las cuales experimentan la violencia. Violencia que los obliga a verse "a través de los ojos de otro"49 y que puede pensarse a partir de la noción de "llevar el territorio a cuestas"50. Son las marcas "en la piel" de culturas negadas. y de una experiencia del cuerpo como "una manera de presencia en el mundo, en el mundo físico, y en el mundo social y en sí mismo"51, es decir, de una experiencia del cuerpo como territorio que se enlaza con la experiencia de sus múltiples viajes, de esos territorios habitados, narrados, olvidados, heredados y, a veces, también vividos como extraños, peligrosos y ajenos, que a fin de cuentas hablan de ellos mismos, y de su ser joven en el mundo: de sus "maneras de habitar" el espacio en y desde la movilidad. Movilidad que, a su vez, pone en evidencia desigualdades espaciales, formas de marcación e incubación de diferencias que pueden ser leídas en una trama histórica y social más compleja de regímenes de visibilidad de la etnicidad en Argentina.
La presencia predominante de la población de origen boliviano en la zona de Ciudadela-Liniers comenzó a hacerse visible en la década de 1990, lo cual coincide con el pasaje de una situación de relativa invisibilización de la "diversidad" a una creciente hipervisibilización de las diferencias52. En los años recientes (2015-2019), las políticas migratorias han sido objeto de disputa ante los diversos intentos gubernamentales de retroceder en el reconocimiento de los derechos de los migrantes, habilitando y promoviendo prácticas discriminatorias y xenófobas que resuenan a los discursos y prácticas de los años de 1990. Si bien coincidimos con Eduardo Domenech53 en que las políticas migratorias -incluso la Ley de Migraciones actual que data de 2004- nunca dejaron completamente de lado el enfoque de "seguridad y control" sino que reemplazaron este paradigma por uno de "control con rostro humano", consideramos que la experiencia contemporánea de la ciudad de estos jóvenes puede pensarse en el marco de una proliferación de mecanismos sutiles, y no tan sutiles, de control y vigilancia que deben ser analizados en el marco de una heterogeneización y reforzamiento de las fronteras en la ciudad54 en sintonía con las transformaciones de los últimos años. Esto implica situar la proliferación de técnicas y tecnologías de control en el marco de lógicas más amplias de gubernamentalidad y gerenciamiento de la migración y la movilidad, algunas de las cuales analizaremos en el próximo apartado a partir de la noción de "violencia institucional".
En este sentido, la experiencia de la "mirada de los otros" en la calle que estos jóvenes narran puede pensarse como una de las múltiples formas en que los jóvenes experimentan fronteras que se multiplican y proliferan haciéndose presentes en el espacio urbano. Es el "nativo" señalándole al "extranjero" que no pertenece. Señalamiento que parte de un reconocimiento de los propios jóvenes como "otros", que se basa en los rasgos y en el color de piel: "Siempre se escucha negro de m."55. La experiencia de la ciudad en el cuerpo, ese "ser en el mundo"56, cuerpo-propio que tiene el poder de dotar de sentido a las cosas, cuerpo "tendido" a un mundo que lo señala como ajeno, extranjero, inferior. La calle-territorio, en tanto intersección de cuerpos en movimiento y campo de tensión, emerge para estos jóvenes como una experiencia de la frontera. Fronteras que se multiplican dando forma a modos específicos de domesticación y movilización del espacio57. Pues la "mirada de los otros" solo se percibe desde el encuentro con otros, desde el movimiento, desde el recorrido, desde la experiencia del "espacio vivido".
Recorridos y mapas que hablan de afectos y violencias
La noción de espacio vivido, que retomamos de Lefebvre, resulta clave para explicitar la concepción del espacio como producción social que atraviesa nuestro análisis. Los jóvenes recorren y se desplazan a través del barrio de múltiples formas: de la parada del colectivo hasta llegar a la escuela, de la casa a la escuela, de la escuela al comercio donde trabajan, de la casa a la cancha de fútbol, de la tienda a la sociedad de fomento, etc. Las temporalidades de ese habitar también son diversas: hay quienes la recorren de día, de tarde, de noche, están quienes no pueden salir de noche y quienes se levantan al alba para trabajar, quienes permanecen largos ratos en la calle y quienes la transitan rápidamente. Están los que trabajan en la calle, en comercios que dan a la calle, en kioscos, verdulerías o haciendo repartos. También están quienes dicen no conocer el barrio, dando cuenta de lo efímero de su transitar. En esos recorridos los límites formales del barrio, esos dibujados con regla y compás (figura 1), se tornan difusos.
Fuente: imagen fotográfica tomada del mapa del Partido de Tres de Febrero que se comercializa como "mapa oficial". Intervenido digitalmente por la autora para señalizar la zona abordada en este artículo (Ciudadela Sur).
Como hemos señalado previamente, desde sus orígenes, la historia de Ciudadela estuvo ligada a la del actual barrio porteño de Liniers58. Lazos que perduran en los modos de habitar la zona, aun cuando el Estado y la "historia oficial" persistan en separarlos. Para los jóvenes con los cuales investigamos, Ciudadela y Liniers se erigen en un continuo territorial de límites indefinidos. En diversos intercambios han dado cuenta, por un lado, de cierto "desconocimiento" de los límites oficiales o formales del barrio; por otra parte, de que sus actividades y afectos se despliegan a ambos lados de la Avenida General Paz59:
Mi mamá trabaja en el mercado de Liniers (...) Yo trabajo en un local en Liniers que abrió en noviembre. Trabajo todos los días pero medio día, después de la escuela, y los sábados todo el día. Venden legumbres peruanas y bolivianas, y también venden arroz y fideos, aceites, esas cosas.60
Mientras las grandes narrativas tienden a presentar las ciudades como "divididas" o "duales", sus habitantes las recorren, experimentan y se apropian de ellas a través de prácticas y discursos que emergen del "espacio vivido"61 y que no necesariamente responden a las metáforas que nos brindan el Estado y la academia. Este postulado no pretende minimizar la incidencia de aquello que dichas instituciones, los medios de comunicación y las redes sociales proponen a los jóvenes, sino que intentamos ubicar en el centro de este análisis aquello que los jóvenes hacen, es decir, las formas en las cuales se apropian y producen la ciudad. Sin embargo, la avenida General Paz es más que una autopista, un puente, un límite formal y un lugar de tránsito. Para comprender esta afirmación es necesario traer a escena las cartografías narrativas y los mapas que los mismos jóvenes han realizado en forma individual y colectiva en la escuela, entendiendo este ejercicio como un gesto disruptivo que permite producir y visibilizar saberes y experiencias que suelen quedar por fuera de los debates públicos. Cartografiar, o, mejor dicho, contra-cartografiar constituye un modo de subvertir el lugar de enunciación, de resituar las lógicas de las fronteras en términos de barreras a la "libertad de movimiento" para intentar crear nuevos imaginarios espaciales de las subjetividades, prácticas y experiencias espaciales migrantes.
La producción de los dispositivos visuales y cartográficos tuvo lugar en el marco de un viraje en la investigación colectiva que provino de la introducción, por parte de una de las jóvenes, de la categoría de "violencia institucional" en el marco de un intercambio áulico. Si bien el significado del mismo era desconocido para la mayoría, su aclaración en tanto acto arbitrario o ilegítimo de la fuerza, ejercido o permitido por las reparticiones del Estado62 abrió las puertas a un diálogo sobre otro tipo de experiencias de límites y fronteras al desplazamiento urbano que hasta ahora no habían compartido: la violencia ejercida hacia ellos en la calle por las fuerzas de seguridad. El concepto de violencia institucional nos brindó otra lente de análisis y permitió a los jóvenes identificar e historizar diferentes violencias estatales que se despliegan en el espacio urbano, así como reflexionar sobre sus efectos, modos de operar y responsables. Fue en el marco de este ejercicio cartográfico que la Avenida General Paz apareció representada y visualizada como límite o frontera, lugar de presencia de las fuerzas de seguridad por excelencia, corporizado en un accionar de vigilancia y control.
Partiendo de la premisa de que hay tantos espacios como experiencias espaciales distintas63, entendemos que las cartografías de estos jóvenes expresan algunas de sus experiencias de la ciudad vinculadas a la violencia y el peligro. En estas primeras producciones observamos que aquello que prima es la configuración del mapa tradicional, aquel que se visualiza "desde arriba" y tiende a ser trazado con lápiz y regla. En ambos casos, con la presencia de la Avenida General Paz ubicada como límite/frontera a la derecha de la cartografía, focalizan la mirada en el "triángulo" que da forma al barrio de Ciudadela Sur, y localizan o identifican con círculos y cruces hechos de "violencia por parte de un policía", "hecho violento de robo", "intento de robo que acaba en disparos" y "robo con violencia a compañero", entre otros.
Fuente: proyecto de investigación colectivo realizado con estudiantes de 6.o Año de una escuela secundaria pública de Ciudadela. El dibujo presentado ilustra "un hecho de violencia por parte de un policía", "un hecho violento de robo" y "Nuestra escuela".
Resulta sugerente que en ambas cartografías se identifique a diferentes instituciones y se realcen distintos "recortes" espaciales en función de las mismas. En un caso, la escuela y el cementerio israelita; en el otro, la comisaría. Convocados a narrar sus mapeos, los jóvenes dieron cuenta de que "la parte trasera" del cementerio constituye un lugar de control policial permanente en el cual, especialmente por las noches, los policías "se zarpan", "te prepotean"64, "te pegan". Emerge así, en el acto de contra-cartografiar, una presencia espacial de las fuerzas de seguridad que, cual frontera móvil, interrumpe el itinerario, el desplazamiento de estos jóvenes en sus recorridos. Presencia que tiene mayor preponderancia en la avenida General Paz, debajo de sus puentes, y que debe analizarse en el marco de la proliferación de puestos policiales de control y monitoreo en la zona a lo largo de los últimos cuatro años: puestos de control permanentes en Carlos Morel y Avenida General.
Paz (PFA y Policía de la Ciudad), Avenida Rivadavia y General Paz, Centro de Monitoreo en la Terminal de Ómnibus de Liniers (julio 2019), aumento de la presencia policial en las calles e intensificación del control sobre comerciantes, en su mayoría de origen boliviano, por "invasión del espacio público". A estos hechos debemos sumar aquello que entendemos como un hito en el control y vigilancia de la movilidad/inmovilidad en la zona: el violento desalojo de la feria de Liniers en enero de 201865.
Los controles policiales "debajo" de la Avenida General Paz suponen la presencia permanente de las fuerzas de la Policía de la Ciudad y la Policía Federal a partir de la instalación de "puestos" -containers-. El accionar incluye el control vehicular y peatonal, especialmente de los autos que ingresan a la Provincia, por parte de efectivos que suelen portar armas largas y ocupar tanto la calle como la vereda. Controlar supone obligar "al otro" a identificarse, es decir, a demostrar quién es. Práctica que implica dar cuenta de la nacionalidad, el lugar de residencia y la posibilidad de "quedar detenido" ante la ausencia de documentación, situación relativamente frecuente entre la población migrante que reside en la zona. La reciente implementación de la aplicación móvil denominada Sistema de Identificación de Migrantes en Línea (SIMEL), en septiembre de 2018, con el objetivo de detectar "inmigrantes en situación irregular"66 reviste a estos puestos de control y presencia policial de una capacidad de acción de características singulares, ya que supone la posibilidad de acceder en cualquier momento y en cualquier lugar a las bases de Migraciones, Interpol, Reincidencia y Estadística Criminal, el Registro Nacional de Personas (RENAPER) y las bases de datos del Ministerio de Seguridad para poder "identificar" si la persona está residiendo en el país en forma "regular o irregular".
Volviendo a las cartografías, en la figura 3 la identificación de los "robos" o "intentos de robo" cobra sentido espacial ante la presencia cercana de la comisaría. Es esa trama de presencias/ausencias la que permite comprender la connivencia de la policía con el delito que el mapa nos quiere "hacer ver". Estas cartografías también nos hablan de lugares de socialización y pertenencia: la escuela y el gimnasio. Las narraciones de los robos cercanos a la escuela nos permiten pensar en espacialidades en tensión, como si una cosa no pudiera o no debiera suceder cerca de la otra: "Hasta nos roban en la esquina de la escuela"67. Las fuerzas de seguridad, actúan reforzando la vigilancia y el control, promoviendo la movilidad/inmovilidad y, también, "dejando actuar". Si entre los siglos XV y XVII los mapas fueron perdiendo las huellas de aquellos recorridos que los hicieron posibles, la producción de cartografías narrativas en la actualidad nos permite poner en acto, narrar, las actividades y desplazamientos que constituyen su condición de posibilidad68. Las cartografías, en este sentido, articulan prácticas espacializantes, ponen en acto ciertas experiencias de la ciudad que, de otro modo, permanecen ocultas, invisibles a la mirada de otros sectores de la sociedad y del Estado.
Fuente: proyecto de investigación colectivo realizado con estudiantes de 6.o Año de una escuela secundaria pública de Ciudadela. La ilustración presentada señala: "1-Intento de robo que acaba en disparos", "2-Intento de robo a local vino la policía y escapó", "3-Intento fallido de robo a la salida del gimnasio (2017)", "4-Robo con violencia a compañero (2018)", "5-Segundo robo a compañero (2017)", "6-Robo a compañero (2016)".
En las figuras 4 y 5 podemos decir que hay "un hacer que permite un ver"69, una experiencia de los jóvenes en la ciudad que da cuenta de modos de recorrerla y de conocimientos asociados a ese itinerario, a esa actividad, que se despliega cual una cadena de operaciones espacializantes. Estas cartografías narran los itinerarios de dos jóvenes que se ven interrumpidos o promovidos por las fuerzas de seguridad. Mientras que en las figuras 2 y 3 se privilegia la acción de "ver desde arriba", es decir, el conocimiento de un orden de los lugares, en estas predomina el "recorrer", es decir, las acciones espacializantes u operaciones. Aquello que nos interesa profundizar aquí es precisamente la relación entre ese "hacer" y ese "ver", entre el itinerario y el mapa. Dirá De Certeau: "entre dos lenguajes simbólicos y antropológicos del espacio. Dos polos de la experiencia"70.
Fuente: proyecto de investigación colectivo realizado con estudiantes de 6.° Año de una escuela secundaria pública de Ciudadela.
Fuente: proyecto de investigación colectivo realizado con estudiantes de 6.° Año de una escuela secundaria pública de Ciudadela.
En las figuras 3 y 4, las fuerzas de seguridad también están presentes con un accionar que los jóvenes identifican con el ejercicio de la violencia institucional. En un caso (figura 5) deteniendo el movimiento del joven que va a buscar a sus hermanos a la escuela, en el otro (figura 4), negando su ayuda ante un incendio y forzando el desplazamiento de la joven hacia la comisaría ubicada "del lado" de la provincia de Buenos Aires. En estas cartografías, la perspectiva cambia y se acerca a la mirada de quien transita por la ciudad, incluso se pueden ver sujetos y lugares dibujados al detalle. La Avenida General Paz vuelve a estar fuertemente presente en la figura 4, nuevamente como límite/frontera/excusa para no intervenir, incluso ante un intento de suicidio y un incendio. Los espacios de socialización marcados en estos casos son diferentes, aparece "mi casa", "la casa donde vivo yo", "el kiosco", "la casa de un amigo", "la casa del insidente [sic]" y la "terminal de colectivos". Además, ambas cartografías narran recorridos en los cuales priman acciones o actividades: "caminar", "correr", "buscar", "pedir ayuda". Actividades que, tanto en su hacer como en el narrarse, crean espacialidades, es decir, pueden ser concebidas como "fabricaciones de espacios"72 que abren nuevos senderos para pensar las formas en que estos jóvenes "hacen" la ciudad y los límites y fronteras que promueven o cercenan sus desplazamientos.
Reflexiones acerca de las formas en que los jóvenes experimentan la ciudad y la proliferación de las violencias y las fronteras
Los desplazamientos a lo largo de las calles de la ciudad han constituido el faro de este escrito en un intento por analizar las formas que adopta la experiencia contemporánea de la ciudad para un grupo de jóvenes que, en su mayoría, forman parte de familias migrantes. Con la sensación de peligro como punto de partida, y la producción de narrativas cartográficas como modalidades visuales de representación y comunicación de diferentes formas de concebir y habitar el espacio, reconstruimos los modos en los cuales los jóvenes se desplazan por las calles del barrio en el que su escuela está ubicada. Es desde el prisma del desplazamiento, o la movilidad, que comienzan a hacerse visibles tanto formas de hacer la ciudad como la existencia, y el accionar, de límites y fronteras que operan deteniendo o forzando el movimiento y exigiendo la identificación a través de la exposición de documentación. Límites y fronteras que dan cuenta de algunos aspectos de la configuración actual y transformación reciente de las políticas y prácticas de control del movimiento en un barrio del conurbano bonaerense.
En este recorrido, asumimos el desafío de reconstruir "el hacer que habilita el ver" que se plasma en las cartografías narrativas. En este ejercicio analítico identificamos que los jóvenes recorren el barrio de múltiples formas, fabricando diversas espacialidades y temporalidades urbanas que tienen un denominador común: la experiencia del barrio como un lugar peligroso. Experiencia que emerge del espacio vivido, de sus formas de apropiarse de la ciudad y de las actividades que allí desarrollan, las cuales constituyen, al mismo tiempo, fuente de saberes y conocimientos espaciales. En el marco de la investigación que con ellos realizamos, la categoría de violencia institucional ha permitido modificar la lente del análisis y pasar de pensar el peligro como inseguridad, o amenaza de un "otro", a comenzar a identificar críticamente el accionar de ciertos regímenes de visibilidad de la etnicidad que se entraman con regímenes de gobierno de las movilidades.
Las cartografías de la violencia institucional nos permitieron visualizar estos regímenes en su espacialidad y accionar, dimensiones que solo pueden ser pensadas en profundidad a partir de una serie de acontecimientos recientes y otros de más larga data. Por un lado, el intento del Gobierno argentino de modificar, en el 2017, a través de un decreto de necesidad y urgencia, la Ley de Migraciones 25.871 y el desarrollo de una aplicación móvil en 2018 que permite la identificación de migrantes "ilegales", por mencionar dos de los hechos más relevantes de los últimos años en relación al retroceso de las políticas migratorias. Por otra parte, el desalojo en 2018 de la feria de Liniers llevó a un aumento notable de la presencia policial en la zona, la localización de puestos de control y monitoreo permanentes y un aumento del control sobre los comerciantes. El resultado de estos procesos de distinta escala ha sido el desarrollo de una política de selectividad, que pone a las personas en permanente sospecha y que, junto con el accionar de los medios de comunicación, produce efectos concretos sobre imaginarios y subjetividades.
En este sentido, podemos pensar que las diferentes formas que adopta la movilidad migrante en la ciudad da lugar a la producción de diversos modos de gobernanza, que son integrales a la lógica liberal y que, a su vez, producen e inciden sobre esas mismas figuras que constituyen su punto de partida. La posibilidad de pensar ciertos modos de accionar de las fuerzas de seguridad y de la sociedad sobre los migrantes como una proliferación de los mecanismos sutiles de control y vigilancia, abre las puertas a pensar las fronteras en el marco de lógicas más amplias de gubernamentalidad. La ciudad emerge, así como un lugar en el cual ciertas políticas estatales de vigilancia y ciertas prácticas de identificación y control de la población actúan de modos que guardan semejanzas con la función de policía que se ejerce en las fronteras territoriales. En este contexto, la producción de otras cartografías narrativas y mapas habilitó la creación de espacios de diálogo y producción de conocimiento colectivo sobre la experiencia de la ciudad y potenció la elaboración de relatos críticos en donde la reflexión a partir de un dispositivo visual permitió articular procesos de territorialización y narraciones que disputan e impugnan aquellos sentidos instalados desde diversas instancias hegemónicas de producción de conocimiento sobre la ciudad.