Análisis histórico de la masculinidad en Paraguay
La historia paraguaya ha sido sobre todo la narración de las acciones y del pensamiento de hombres -en su mayoría políticos e intelectuales-, escrita a su vez por otros hombres. Es importante notar, sin embargo, el avance de la historia social1 -desde la década de 1950 en adelante- y de la historia de género, que se ha dado con el acometido de visibilizar a las mujeres como sujetos en la historia2. Del mismo modo, existe una creciente renovación de la historia política3 que ha dado lugar a reinterpretaciones más críticas de la historia política tradicional4 que escatimaba la metodología científica para abocarse, más bien, a objetivos puramente políticos e ideológicos.
A pesar de estos avances y del enfoque casi exclusivo en los hombres como sujetos históricos existen pocos análisis sobre el desarrollo de la masculinidad paraguaya en la historia de este país5. La investigación de género fue la que en su búsqueda por romper la discriminación sexista estuvo más encauzada a comprender y visibilizar al sujeto femenino, mientras que los trabajos que se centran en los sujetos masculinos aún normalizan, sin cuestionar o poner mucho énfasis, las construcciones concretas de masculinidad, tanto en las prácticas sociales como en los discursos simbólicos. Pero no debe olvidarse que las formas de ser y actuar como "hombre" se aprenden y cambian en la historia. Podemos entender las masculinidades como configuraciones de género que tradicionalmente se asocian a los cuerpos biológicamente masculinos pero que pueden, contextualmente, aplicarse a otros sujetos. Las masculinidades se caracterizan por ser una construcción sociohistórica a partir de las relaciones de género, las prácticas sociales y los efectos de estas en el cuerpo, la personalidad y la cultura6 de un contexto determinado. Además, no solo varían en el tiempo y en diferentes sociedades sino que dentro de una misma sociedad se pueden encontrar diferentes masculinidades jerarquizadas con base en las categorías de clase, etnicidad u orientación sexual.
En este artículo se busca rescatar algunos elementos para comprender el proceso de construcción de la masculinidad paraguaya en el siglo XX al tomar como modelo de análisis a la masculinidad militar. La masculinidad que en una sociedad y tiempo concretos goza de mayor reconocimiento social y "que encarna la respuesta corrientemente aceptada al problema de la legitimidad del patriarcado, la que garantiza (o se toma para garantizar) la posición dominante de los hombres y la subordinación de las mujeres"7 es la llamada masculinidad hegemónica. Aunque no siempre hegemónica, la masculinidad militar ha gozado históricamente de una aceptación simbólicamente preeminente por resumir en las expectativas de su práctica las características asociadas con el ejercicio del poder masculino: la propensión a la violencia, la rudeza o fuerza física, la obediencia a la autoridad masculina y la dominación del enemigo o el subalterno8.
La masculinidad militar no es más que una de las masculinidades posibles a estudiar en el periodo seleccionado pero la elección de este modelo se da por su conexión con el discurso nacionalista paraguayo, el cual ha sido clave tanto en la constitución de la identidad paraguaya como en la legitimización de regímenes políticos en el país como, por ejemplo, la dictadura cívico-militar stronista9 de treinta y cinco años de duración. Por ello, el periodo considerado en este estudio responde a la construcción de este discurso que se desarrolló paulatinamente desde inicios del siglo XX, se institucionalizó en la década de 1930 y ha sido sostenido por el Estado hasta, al menos, inicios del siglo XXI.
Para este análisis se revisan principalmente investigaciones historiográficas críticas que analizan el nacionalismo, las construcciones simbólicas alrededor de este y el autoritarismo en Paraguay en el siglo XX. En muchas de estas obras hay referencias explícitas al énfasis masculino y patriarcal del discurso nacionalista y a su uso en la legitimación política o en el establecimiento de prácticas sociales. No obstante, en este trabajo se busca poner de relieve su conexión con un tipo de masculinidad específica para hacer visible cómo estos discursos, representaciones y prácticas culturales asentaban una configuración de género concreta. El propósito general es tener una primera aproximación que señale futuras rutas de profundización sobre la masculinidad militar y otras masculinidades en la historia paraguaya.
La construcción de la institución militar en el siglo XX
En el siglo XX podemos rastrear la constitución de la masculinidad militar relacionada con los Ejércitos profesionales, con la construcción de los Estados nacionales modernos y con el establecimiento del servicio militar obligatorio. En Paraguay el Ejército había sido destruido completamente luego de la Guerra de la Triple Alianza y su reconstrucción fue lenta. Con la constitución de 1870 se creó el Ministerio de Guerra y Marina10 y su respectivo Ejército regular y una Guardia Nacional11. No obstante, las tropas existentes en los primeros años luego de finalizada la guerra eran fuerzas no profesionales que respondían a caudillos12 asociados a los nuevos partidos políticos recientemente fundados13. En Paraguay, el servicio militar obligatorio fue establecido por ley del Congreso en 1908, pero solo fue puesto en vigencia en 191614 luego de la creación de la Escuela Militar en 191515.
La organización del Ejército se había acelerado a finales de los años de 1920 para hacer frente a la guerra del Chaco16, años antes de que iniciara el conflicto. Ya en 1925 se había aprobado el Plan Schenoni para la reorganización del Ejército y en 1926 una misión militar francesa hizo una amplia revisión del programa de estudios de la Escuela Militar17. Luego del asesinato del teniente Adolfo Rojas Silva en 1927 por fuerzas bolivianas, se alistaron varios hombres y se decretó el aumento del número de cadetes en la Escuela Militar "pues la cantidad exigua de Oficiales no permitía realizar ni completar la Organización de los Cuadros del Ejército"18. Sin embargo, solo posteriormente tuvo lugar el primero de los grandes procesos de reorganización de las Fuerzas Armadas, cuando se definió una nueva estructura y el antiguo Ministerio de Guerra y Marina adoptó en 1943 el nombre de Ministerio de Defensa Nacional19. Pero a pesar de la inversión en las Fuerzas Armadas y su importancia simbólica durante los años de 1930, fue a partir de 1947 -luego de la guerra civil20- que se produjo su progresiva desprofesionalización por la purga masiva de oficiales de carrera y el ingreso de oficiales sin formación profesional que formaron parte de las milicias que combatieron del lado ganador21. Así, durante la dictadura stronista (1954-1989) las Fuerzas Armadas se convirtieron en un elemento de sostén de poder del régimen y la afiliación al Partido Colorado se volvió obligatoria para poder acceder al Ejército, al mismo tiempo que la inversión en favor del sector militar aumentó por la vinculación de Paraguay con Estados Unidos y su Doctrina de Seguridad Nacional y campaña anticomunista para cuya implementación apostaron grandes cantidades de dinero en equipamiento y formación de Ejército en el país22.
El ingreso al ejército permaneció como una oportunidad de ascenso social para hombres de sectores populares sin acceso a educación o formación profesional de otro tipo. Junto a la construcción de otras masculinidades -sobre todo las rurales y las relacionadas con profesiones concretas o figuras como las de padre o sacerdote-, la masculinidad militar adquirió especial importancia en el imaginario y ejercicio de los roles masculinos en Paraguay por ser este el espacio de socialización masculina por excelencia, con acceso y confluencia de las diferentes clases sociales. Sumado a esto, como se describe a continuación, fue uno de los ejes de la construcción del discurso nacionalista y la identidad nacional del país.
La masculinidad militar como eje simbólico del discurso nacionalista
En el imaginario relacionado a la masculinidad, la figura del soldado se encuentra hasta nuestros días muy relacionada con una representación de hombre. El arquetipo de masculinidad del guerrero es antiguo y data no solo de la tradición centroeuropea sino de la misma historia precolombina donde también existió el rol del indígena guerrero. Sin embargo, con la incorporación de prácticas masculinas y jerarquías de la sociedad colonial europea23, el arquetipo se fue combinando con la cultura del honor, el nacionalismo y la glorificación de los héroes24.Como los Ejércitos se constituyeron en muchos países conectados al proceso de construcción de un Estado-nación25, existe asimismo una conexión entre la masculinidad militar y el nacionalismo local de un país26.
Los discursos nacionalistas establecen representaciones de género de una masculinidad patriótica donde "términos como honor, patriotismo, cobardía, valentía y deber son difíciles de distinguir como nacionalistas o masculinos porque parecen tan profundamente ligados tanto a la nación como a la hombría"27. El pacifismo en general se ha asociado, a veces despectivamente, con cualidades femeninas como "el deseo de criar y proteger la vida"28. Esto responde a que las características duraderas de la organización militar se basan en una división sexual del trabajo, que recluye a las mujeres en las tareas de cuidado29, al asociar simbólicamente lo femenino con lo maternal y lo masculino con lo guerrero. La base del discurso simbólico del guerrero paraguayo está construida sobre la reinterpretación del evento traumático de la Guerra de la Triple Alianza30. Este proceso tuvo lugar a través del debate mediático entre Cecilio Báez y Juan E. O'Leary31 acerca de la guerra, el cual sentó las bases del discurso nacionalista paraguayo a nivel público y habilitó con el paso de los años que la figura del mariscal Francisco Solano López -gobernante del Paraguay en tiempo de la guerra que fue calificado como tirano por los aliados y cuya mención o reivindicación fue proscrita con la derrota-, se convirtiera en modelo de heroísmo y principal eje de reivindicación de la masculinidad militar simbólica.
La aceptación y extensión de este discurso fue promovida, en primer lugar, por la élite intelectual de los partidos políticos fundados en la época, que adhirió a la tesis presentada por O'Leary y comenzó a enmarcar su producción escrita dentro de la misma línea. Dieron una reinterpretación a la derrota trágica sufrida por el país en la Guerra de la Triple Alianza, y calificaron los gobiernos anteriores a la guerra como "edad de oro", a la par que defendieron la figura del mariscal López como héroe sacrificado por la patria, lo que dio lugar a lo que luego sería conocido como "lopismo". Personas tan dispares como Enrique Solano López -hijo del fallecido mariscal-, Manuel Domínguez y Juan Natalicio González del Partido Colorado; pero también Justo Pastor Benítez, Pablo Max Ynsfrán, Facundo Recalde y Anselmo Jover Peralta del Partido liberal32 compartieron esta misma concepción.
El debate da lugar asimismo a la vinculación de la figura del héroe, ejemplificada en el mariscal López, con una representación del hombre paraguayo como un guerrero de una esencia "superior" al europeo y sus vecinos, por ser de una "raza sui géneris"33. Si bien el relato buscó la construcción de una identidad diferente a la europea, también se definió como blanca: "Existe entre nosotros una perfecta homogeneidad étnica: el pigmento negro no ensombrece nuestra piel"34. Guido Rodríguez-Alcalá añade que la figura del mariscal López no es solo un modelo heroico, sino que ha sido asimilado a la identidad paraguaya en locuciones como: "Es 'un hombre y un pueblo, un magistrado y una causa, la personificación del Paraguay en la hora suprema de su historia. Antes y después de la guerra, López fue y es el Paraguay'"35. Así también el mariscal es descrito como "encarnación de toda una raza"36. Estas expresiones señalan cómo los valores atribuidos al héroe masculino pueden extenderse a toda una población más allá de los hombres:
El Paraguay guerrero es caso único en la Historia Universal. Prototipo y personificación fascinante de las virtudes excelsas de su raza había sido el Mcal. López, héroe de la Epopeya del '70 que había hecho del "Paraguay (...) el Walhalla, Paraíso de Odín donde viven los dioses de la guerra"37.
Además del Mariscal, también fueron resaltadas otras figuras masculinas de la época en su rol militar heroico, como fue el caso de Bernardino Caballero -fundador del Partido Colorado, espacio desde el que escribían los principales intelectuales nacionalistas- y que fue bautizado como "el Centauro de Ybycuí": "Las sombras de su vida de político no impedirían que incluya su nombre en estos recuerdos dedicados a los días gloriosos de nuestra historia guerrera"38. En folletos educativos antes que la misma figura del mariscal López fuera asumida simbólicamente, ya se ubicaba como figura central también la de otro militar, la del general José Eduvigis Díaz39. No solo las figuras de militares de altos mandos fueron reivindicadas en la revisión de la guerra, sino también la del soldado, que terminó siendo sinónimo de la masculinidad guerrera paraguaya, sobre todo campesina. Luc Capdevila ubica el inicio de la reivindicación del soldado paraguayo en el Álbum del Centenario de 191140. El símbolo del soldado heroico contrasta con las experiencias reales contadas por los sobrevivientes de la guerra en sus testimonios que comenzaron a ser publicados en la década de 1890, donde narran sufrimientos, violencia y deserción41. En el discurso heroico el sufrimiento de la guerra fue omitido para envalentonar con una narración ilusoria.
Natalicio González42, discípulo de O'Leary en la construcción del nacionalismo militarista, identificaba al "agricultor soldado"43 o "agricultor guerrero"44 como modelo de hombre paraguayo cuya característica cultural sería el sacrificio45. Esta figura también es referida en algunos casos como "machetero", en referencia al machete utilizado para labranza y también como arma en la guerra46. La fijación en el sacrificio junto con el énfasis de la muerte como destino y tema recurrente en el discurso nacionalista sirvieron de legitimadores de la sanción implícita e inconsciente de la violencia47 y su utilización como herramienta política48 por parte del sujeto masculino.
La relevancia del modelo de masculinidad propuesto por el discurso nacionalista se encuentra en su extensiva propagación por medio de textos escolares, canciones populares49, rituales como los desfiles militares y las excursiones a sitios relacionados con la guerra; y, sobre todo, por la institucionalización de ese modelo en un discurso histórico oficial. Luc Capdevila entiende al discurso nacionalista militar como un ejemplo de tradición inventada50, ya que ha sido creada en un momento particular con la pretensión de ser invariable en el tiempo y ha sido utilizada para crear una identidad común, generar cohesión social y legitimar instituciones51. La aceptación y popularización del discurso en la sociedad fue producto de la búsqueda por dotar de sentido al sacrificio humano ocurrido durante la Guerra de la Triple Alianza y generar una identidad que no estuviera ligada al fracaso y a la propia responsabilidad sobre su tragedia52. Otro elemento que señala el éxito de este discurso fue la adopción de una versión -en líneas generales, similar- por parte de sectores ideológicos diferentes entre sí: miembros del Partido Colorado, del Partido Liberal y del Partido Comunista Paraguayo. La "representación del pasado nacional se volvió hegemónica durante la guerra del Chaco. Formaba entonces el substrato del imaginario nacional sobre el cual se cristalizaron las identidades colectivas, desde la izquierda comunista hasta los nacionalistas fascistas del partido Colorado"53.
Como par y espejo de este modelo de masculinidad, el discurso nacionalista tomó el modelo femenino de "residenta", heroína también sacrificada por su papel de seguidora del Ejército y "mater-dolorosa"54. La identificación del discurso nacionalista con la nación misma exigió una interpretación de otros sujetos no masculinos también desde el prisma de la guerra, "de allí que la historia del Paraguay contada por el nacionalismo guerrero y heroico incluya a las mujeres, a la niñez, a la población indígena y a la afrodescendiente, solo en la medida en que participa de estos rótulos"55.
Encarnación de la masculinidad militar simbólica: el actor militar en la política y en el Estado (1936-1989)
Al participar en guerras y absorber la retórica nacionalista ligada al sacrificio por la patria, los hombres, históricamente, fortalecieron su masculinidad militar56. A partir de la guerra del Chaco, el militarismo presente en el discurso nacional creado a inicios del siglo XX ganó mayor popularidad y los militares, nuevos héroes de la guerra que terminó victoriosa a diferencia de la anterior tragedia, se convirtieron en actores clave dentro de la política. El contexto de proliferación de ideas autoritarias y fascistas y de nueva guerra permitió que el proceso de revisión e interpretación del pasado bélico, y la búsqueda de una identidad por parte de la sociedad sobreviviente a la Guerra contra la Triple Alianza se decantara hacia un nacionalismo militarista. "El relato histórico decretado por los gobiernos autoritarios pudo instalarse porque estaba en fase con la sociedad"57. Participaron de la guerra aproximadamente 140 000 hombres paraguayos58, equivalentes a más del 15 % de la población masculina, de los cuales murieron 36 00059. Una razón que facilitó al nacionalismo militar -que se venía construyendo desde inicio del siglo- el reclutamiento fue la apología del Paraguay guerrero y heroico60. La misma guerra del Chaco fue un momento de refuerzo de la masculinidad militar/guerrera no solo en discurso sino porque para muchos hombres fue la primera vez que dejaban sus pueblos y compartían espacio con hombres de otras regiones y clases sociales para conquistar un estatus como militares que no les era posible como civiles -caso de los suboficiales-61. La participación en la guerra se convirtió en la prueba para "comprobar la dignidad de la nueva generación respecto al sacrificio de los abuelos"62.
Terminada la guerra, la agitación política y el descontento luego de la desmovilización se expresó en una revolución de los veteranos de guerra desempleados y decepcionados del Gobierno de turno. La guerra permitió la consolidación de una identidad política dentro de las Fuerzas Armadas, sintiéndose los militares como responsables de la nación63, por lo que llevaron al poder al coronel Rafael Franco, importante protagonista de la guerra, para que los representara. Claramente, el movimiento revolucionario llevaba como estandarte el nacionalismo64 sustentado en la idealización de los Gobiernos anteriores a la guerra de 1870 y en búsqueda de una "liberación histórica"65.
En este contexto de victoria militar y exacerbación del militarismo es que se dio una restauración de la figura del mariscal López, que había estado proscrita al final de la anterior guerra. Quedó habilitado como "Héroe Nacional sin ejemplar" y "representación del idealismo paraguayo". Su natalicio se incluyó como una celebración dentro del calendario nacional en 1936 y su muerte se estableció como "Día de los Mártires de la Patria" en 193966:
Los restos del mariscal López fueron encontrados en los campos de Cerro Corá, y traídos con solemnidad hasta Asunción, donde fueron velados y recibió todo tipo de honores, para luego ser introducido en el entonces recientemente Panteón Nacional de los Héroes67, que en palabras de Stefanich era un "templo de la patria".68
Aunque el Gobierno de la revolución no duró más de un año, la importancia militar en la política continuó presente y los partidos políticos se volvieron dependientes de figuras militares para poder mantener el poder. Así el conocido "General de la Victoria" de la guerra del Chaco, José Félix Estigarribia, fue elegido presidente en 1939. La Constitución de 1940 proclamada en ese Gobierno fortaleció la concentración de poder en la figura del presidente y dio un papel más preponderante a las Fuerzas Armadas organizadas "en carácter permanente"69.
La figura del soldado paraguayo o "soldado desconocido" se introdujo dentro del imaginario social posterior a la guerra del Chaco para conmemorar a los excombatientes. Se inmortalizó con monumentos en cada capital departamental y pueblos importantes; con un féretro representándolo dentro del Panteón Nacional de los Héroes; con la emisión de estampillas con la imagen del soldado y la promulgación en 1939 del 29 de septiembre como Día de la Victoria del Chaco en homenaje a los soldados. En 1943, bajo la dictadura de Higinio Morínigo (1940-1948), la imagen del soldado comenzó a circular en el billete de 1 guaraní70. Para hacer más clara la vinculación del soldado paraguayo con la figura del mariscal López, en 1948 la Escuela Militar cambió de este nombre al de "Colegio Militar mariscal Francisco Solano López"71.
Posteriormente, con las dictaduras militares de Higinio Morínigo (1940-1948) y Alfredo Stroessner (1954-1989) también se reforzó el modelo del "agricultor-soldado" que estuvo representado luego de la guerra civil de 1947 por los civiles colorados pynandi72 que participaron activamente como combatientes de la guerra y se convirtieron en símbolo del Partido Colorado, nuevo partido hegemónico:
El 14 de marzo de 1948, se realiza en Asunción una multitudinaria marcha del Partido Colorado en honor a los pynandí, denominada: "El día del Pynandí. Acto cívico de homenaje al agricultor soldado del Paraguay", tuvo cerca de 80 000 participantes según las fuentes oficiales, y contó con la participación activa de miembros del gabinete ministerial, así como del propio Presidente de la República: el general Higinio Morínigo.73
Durante la dictadura stronista el discurso nacionalista se convirtió en sustento ideológico de la propaganda del régimen que buscaba legitimarse a partir de ello. De esta forma, la dictadura adoptó como versión histórica oficial el revisionismo histórico74 de Juan E. O'Leary, iniciador del discurso mítico nacionalista, quien aún con vida fue condecorado con un busto de bronce como "historiador nacional"75. La investigación histórica fuera de esta línea hegemónica fue muy escasa durante la dictadura por la dificultad de hacer historia crítica76. De este modo la historia oficial fue "integrada a rituales conmemorativos, y orientó la construcción del espacio público a través de un tejido simbólico que buscó petrificar la representación del pasado"77.
Nombres de calles, monumentos, patrimonialización y excursión78 a sitios históricos, discursos públicos, conmemoraciones, sistemas de circulación de imágenes, ritualización de desfiles militares y referencias sistemáticas a la guerra79, todo sirvió como forma de realizar culto a los héroes del pasado y de esta forma profundizar el discurso nacionalista que resaltaba la masculinidad militar. Al observar el "nacionalismo banal"80 Céspedes demuestra que en las presentaciones de monedas y billetes producidas durante la dictadura stronista como también en las heredadas de la dictadura moriniguista priman las representaciones de héroes militares y las alusiones a las guerras y los gobiernos patriarcales reivindicados en el discurso nacionalista81. La novedad durante el stronismo fue la vinculación directa del discurso patriótico con la figura del dictador82, que se convertía de este modo en el vivo ejemplo de masculinidad militar heredera de los modelos masculinos instituidos por el nacionalismo. El culto al dictador fue construido a partir de una mitificación donde se establecía una continuidad entre los primeros gobernantes del Paraguay antes de la Guerra contra la Triple Alianza -José Gaspar Rodríguez de Francia, Carlos Antonio López y el mariscal Francisco Solano López-, el Gobierno de la reconstrucción del fundador del Partido Colorado, general Bernardino Caballero -partido de Gobierno durante la dictadura- y el dictador, también militar, Alfredo Stroessner.
Además de las canciones, retratos y nombres de sitios, edificios y colegios vinculados a su figura, la fecha de su cumpleaños también se convirtió en una celebración nacional donde se convirtió en ritual la visita al dictador para mostrar pleitesía83. En 1982 se inauguró un monumento -construido por el mismo escultor que realizó el monumento del valle de los Caídos para el dictador español Francisco Franco- con estatuas de bronce de "los cinco principales héroes del Paraguay" que incluía al propio dictador. Llamativamente terminada la dictadura este monumento fue intervenido, pero solo se derribó la pieza que correspondía al dictador mientras que los demás "héroes" permanecieron intactos84. Un monumento del modelo femenino de "Residenta" fue erigido en 1970, en conmemoración del centenario del fin de la Guerra contra la Triple Alianza. Este representó a la mujer madre sobreviviente, heroica y sacrificada que en una mano sostenía una bandera, en la otra un niño y a sus pies un soldado muerto. En consonancia con el resto del discurso nacional militarista, la residenta significa "figura patriótica de mujeres leales al mariscal López"85, es decir, aquella que se mantiene en un lugar subordinado a la autoridad masculina. Este modelo fue elegido en contraposición al proyecto alternativo de la "reconstructora"86, el cual resaltaba el protagonismo de las mujeres sobrevivientes en la recuperación del país87.
Prácticas militares fuera del campo de batalla: reproducción de la masculinidad militar en la educación
La esfera educativa, como espacio de formación, es un lugar clave para la construcción de masculinidades. Durante todo el siglo XX existieron elementos autoritarios en las escuelas que replicaron la jerarquía, el uso de la fuerza y la exigencia de disciplina presentes en la organización militar. El más claro fue la relación vertical entre docentes y alumnos -"carentes de luz"- fundada en la obediencia incuestionada. Para quienes rompían las reglas existían castigos y penas inapelables88, además de castigos físicos que iban en contra de la matriz liberal de inicios del sistema educativo. "Las variantes del castigo corporal eran muchas: uso de la palmeta, golpes, bofetadas y cuando estos fueron proscritos se utilizó la expulsión o la retención del alumno para que no saliera al recreo"89. Aunque no fue un proceso lineal, la educación de inicios del siglo XX configuró la separación de las esferas masculinas y las femeninas, para educar a ambos en roles estereotipados de género con materias como Economía Doméstica e impulsar la construcción de la masculinidad como opuesto a lo femenino. La incorporación de mujeres a la tarea docente fue en sus inicios vista como una amenaza por la posible "feminización de los niños". Sin embargo, la imagen de la "maestra-madre" se instaló conservando las representaciones sexistas de género90. Aún con una intención "moderniza-dora" del rol femenino a través de la educación se mantuvieron materias e instituciones que buscaban formar a las mujeres para el hogar91. Esto reforzaba la asimilación de lo maternal con lo femenino y lo masculino con lo heroico y militar. La confluencia entre educación vertical, autoritaria y patriarcal era una matriz afín a la ideología militar nacionalista posterior.
Con el Reglamento General de Instrucción Primaria de 189892 se incorporaron las materias de gimnasia y educación física. Estas introdujeron prácticas alusivas a lo militar para disciplinar a los estudiantes y formarlos como soldados93. Se dividía a los estudiantes en batallones, pelotones y compañías para realizar ejercicios típicamente militares y aprender la utilización de armas. Este tipo de entrenamiento estaba solo pensado para hombres, ya que "... ellas no deben mirar la gimnasia bajo el punto de vista militar o de la fuerza. Para el sexo débil, sería un absurdo, sino se buscara su dilatación paulatina, conforme a lo que indica la fisiología"94.
La gimnasia, no obstante, no fue implementada en todas las escuelas, pero sí en colegios secundarios. Por ejemplo, el Colegio Nacional de la Capital (CNC) -mayoritariamente masculino-, adoptó la cultura militar como parte de su identidad institucional95. Antes de la entrada en vigencia del servicio militar obligatorio, en el CNC se desarrollaron clases de esgrima y tiro de armas por la influencia en el currículo del modelo cultural francés96. Ya con el servicio militar establecido, la institución estuvo conectada con la Escuela de Aspirantes a Oficiales de Reserva 1924, donde sus estudiantes entrenaban para ser soldados. El uniforme oficial escolar fue un atuendo militar que se conserva hasta el día de hoy.
La conexión entre educación y nacionalismo inició con el normalismo97 y luego se acentuó con los Gobiernos autoritarios nacionalistas. En todas las instituciones se volvieron rutina los desfiles escolares, la conmemoración sistemática de las efemérides patrióticas, el juramento escolar a la bandera, las canciones y poemas patrióticos98. En las escuelas agrícolas de inicios del siglo XX se tuvo asimismo una disciplina militar, desde la concepción de las sociedades industriales donde el disciplinamiento de los obreros se lograba con la incorporación de hábitos militares99. En el contexto nacionalista militar, la visión militar de la sociedad y sus configuraciones de género correspondientes se consolidaron. Por Decreto 2118 del 18 de junio de 1936 se establecieron las "normas para la enseñanza nacionalista en los institutos educacionales" que establecía "la realización de 'conferencias en las que se interprete el verdadero nacionalismo y se exalte el sentimiento nacionalista paraguayo'"100. Así también por Decreto 1371 se declaraba "obligatoria la enseñanza del himno nacional y del nacionalismo en todas las escuelas primarias de la República"101.
Las conferencias patrióticas debían ser realizadas en las escuelas mensualmente por los inspectores departamentales de escuelas, en ellas parte del contenido pautado desde el Ministerio de Instrucción Pública, Justicia y Culto debía hacer alusión al "sacrificio o tributo del pueblo paraguayo en las guerras" y "deberes para con la patria/servicio militar obligatorio"102. La carta nacionalista de 1938 de Justo P. Benítez para uso escolar hizo una síntesis histórica nacionalista para ser enseñada en las escuelas con las correspondientes referencias al mariscal López y al soldado del Chaco como modelos guerreros de masculinidad, la guerra como "gloria colectiva", y la figura de la residenta como modelo maternal y de acompañamiento al guerrero103.
Como nuevo símbolo bélico es importante destacar la creación de la presentación de la niñez desde una perspectiva heroica con "el niño soldado mártir" de la batalla de Acosta Ñu, combatida por niños dada la ausencia de suficientes hombres adultos y que fueron en su gran mayoría asesinados en la batalla. Aunque el símbolo se encontraba presente en la memoria colectiva desde antes, en 1943 se hizo un monumento a los Niños Soldados Mártires de Acosta Ñu en Barrero Grande y en 1948 se designó a la fecha de la batalla, 16 de agosto, como el "Día del Niño". La justificación explicaba que "es necesario fomentar por todos los medios la intensificación del sentimiento nacionalista por los grandes recuerdos del pasado; que la Niñez debe educarse en el culto del más acendrado patriotismo"104.
Las instituciones de formación castrense se multiplicaron: "En 1941 se creó el Instituto Geográfico Militar, en 1944 se equiparó el grado obtenido de oficial en el Colegio Militar al Bachillerato; en 1949 se creó el Liceo Militar Acosta Ñu, para la formación militar en la adolescencia"105. A las prácticas militares ya encontradas en periodos anteriores se sumó un acento en actividades patrióticas como desfiles de estilo militar y excursiones más frecuentes a sitios bélicos, dirigidas sobre todo a adolescentes varones. Aunque en el discurso de los Gobiernos dictatoriales de Morínigo y Stroessner se buscó una "democratización" de la educación -lo cual se pudo ver progresivamente en el aumento de la matrícula escolar- el rechazo del disenso fortaleció relaciones verticales de estilo militar -autoritarias- que imponían obediencia. Esto también afectó las instituciones educativas, donde tanto estudiantes como docentes interpretados como una amenaza fueron perseguidos. Luego de la guerra civil de 1947, los docentes que estuvieren del lado perdedor fueron destituidos de sus cargos y perseguidos. La "coloradización" de los cargos docentes inició y se extendió hasta la dictadura stronista donde las supervisiones educativas sirvieron como agentes de control de los docentes y estudiantes106. Decretos y reglamentos sirvieron para establecer sanciones y prohibir la disidencia en las instituciones educativas107. Los partidarios al gobierno fueron instalados en todas las organizaciones estudiantiles y docentes para garantizar una obediencia al régimen.
Conclusiones
Las investigaciones sobre el autoritarismo y el discurso nacionalista militar en Paraguay son variadas pero no problematizan suficientemente las construcciones históricas de las configuraciones de género. Una dimensión del análisis que aún no ha sido examinada directamente, aunque se manifiesta como resultado de las investigaciones, es la construcción de una masculinidad específica a través de este discurso y de su práctica. La masculinidad militar, al estar profundamente vinculada al discurso nacional, que tiene como ejes centrales la guerra y el heroísmo condensados en la figura del mariscal López, es una masculinidad que debe comprenderse como históricamente construida y propulsada desde el Estado. La extensión y hegemonía del discurso militar hacen de esta masculinidad uno de los modelos hegemónicos que definen la masculinidad en el Paraguay, de forma irónicamente democrática por su extensión a todas las clases sociales.
El discurso nacionalista vincula autoridad con figuras masculinas autoritarias. Cuando el sujeto militar se estableció como principal actor político, quedó en manifiesto que dicha vinculación deriva en formas arbitrarias de ejercer el poder. A través de este modelo se ha justificado el ejercicio de la violencia como herramienta política contra el considerado oponente antinacional no solo por parte de hombres militares, sino también hombres civiles que comparten esta forma de ejercer la masculinidad y el poder. Asimismo, la extensión del discurso nacionalista ha determinado la representación de otros sujetos no masculinos desde la misma óptica de guerra -mujeres, niños, población indígena y afrodescendien-te-. La glorificación de los héroes y su consiguiente valorización del sacrificio ha servido para encubrir la explotación y postergar derechos para toda la población sin distinción de género. La comprensión de la masculinidad militar debería profundizarse con el análisis histórico de prácticas concretas y vivencias en la esfera militar que permitan desmitificar el arquetipo del guerrero paraguayo con el fin de mostrar empíricamente sus contradicciones y efectos en hombres específicos. Así también es importarte historizar la militarización de la vida y su relación con la construcción de relaciones de género para entender el fenómeno más allá de la esfera propiamente castrense, en diversos espacios sociales, además del educativo señalado en el artículo. Las conexiones entre el discurso militarista, el ejercicio del poder autoritario y el establecimiento de relaciones jerárquicas y violentas son razones suficientes para el análisis de esta masculinidad en la búsqueda de nuevos modelos para una sociedad democrática.