La Organización Mundial de la Salud (OMS) definió en 2004 las zoonosis emergentes como aquellas recientemente descubiertas o descritas previamente pero que han evidenciado un incremento de su incidencia, expansión geográfica o variedad de huéspedes o vectores 1. El 60% de las enfermedades infecciosas que afectan al ser humano son de origen zoonótico 2 y casi un 20% de todas ellas son transmitidas por vectores. Esto refuerza la conexión entre la salud animal, humana y ambiental y la importancia del estudio de estas enfermedades en su ámbito biológico, ecológico, médico y económico para promover y garantizar la salud global.
Las zoonosis emergentes y reemergentes pueden entenderse mejor bajo la perspectiva de “Una Salud”, definida por la OMS como un “enfoque concebido para diseñar y aplicar programas, políticas, leyes e investigaciones en el que múltiples sectores se comunican y colaboran para lograr mejores resultados de salud pública”3. Asimismo, destaca que las áreas principales de “Una Salud” coinciden con los tres grandes retos actuales en salud global: i. seguridad alimentaria, ii. control de las zoonosis y iii. resistencia antimicrobiana 4.
Las zoonosis pueden ser directas, cuando el agente patógeno se transmite directamente entre animales y humanos, o indirectas cuando está involucrado un vector. Estas últimas, también denominadas “enfermedades trasmitidas por vectores” (ETV) han cobrado mayor relevancia recientemente por su fácil expansión, tal como sucedió en la región de las Américas durante 2014 y 2015 con los virus de Chikungunya y Zika, respectivamente. Las zoonosis emergentes y reemergentes han sido responsables de los grandes brotes epidémicos de las últimas décadas (Tabla 1). Esta situación ha dejado en claro una preocupación general por la falta de seguridad internacional para controlar estos patógenos, así como la necesidad ineludible de un trabajo multidisciplinar constante orientado a proteger la salud de todas las poblaciones a nivel global.
Como ejemplo incuestionable, en 1999 se produjo la introducción del virus del Oeste del Nilo en Estados Unidos, su diseminación por Norteamérica y posteriormente hacia Sur América, donde se evidenció la facilidad de los virus transmitidos por artrópodos para trasladarse entre continentes 5. Este hecho sugirió la necesidad de aunar esfuerzos internacionales para combatir enfermedades reemergentes. Sin embargo, cuando las Naciones Unidas presentaron los objetivos de desarrollo del milenio, estas enfermedades no se priorizaron. El objetivo número seis, referente a la salud, se centró en las dos grandes enfermedades infecciosas que más morbi-mortalidad causan en países subsaharianos: el HIV/SIDA y la malaria. En ese momento, no se prestó atención a las zoonosis emergentes, que desafortunadamente han causado miles de muertes en la población mundial en la última década.
El primer brote epidémico emergente del siglo XXI surgió en 2003, cuando se identificó un coronavirus causante del Síndrome Respiratorio Agudo Severo (SRAS) y cuyos reservorios eran unos pequeños mamíferos en China 6. Rápidamente, se propagó a 30 países de Asia, Europa, América del Norte y del Sur, causando un total de 8.439 episodios, de los cuales 812 fueron letales.
El siguiente virus emergente apareció en 2009, con la pandemia del virus de la gripe, influenza H1N1 con el cerdo doméstico involucrado en la pandemia. En 2012, emergió el síndrome respiratorio de Oriente Medio (MERS) causado por otro coronavirus. El virus fue descubierto en camellos en Arabia Saudita y se propagó por otros países de Oriente Medio y Asia.
Pero, indudablemente, la epidemia que mayor repercusión ha suscitado en los últimos años, ha sido el brote del virus del Ébola de África Occidental entre 2014 y 2016 en especial por su alta letalidad (aproximadamente del 50%). También se ha considerado el más extenso y complicado de manejar desde su descubrimiento en 1976. Las consecuencias fueron devastadoras: 28.000 personas infectadas, 11.300 muertes, sistemas de salud aún más debilitados, y miles de muertes adicionales de manera indirecta por otras enfermedades 22. Lamentablemente, la respuesta de la comunidad internacional para contener el Ébola llegó cinco meses tarde y descoordinada, después de múltiples avisos de alarma promulgados por la organización humanitaria Médicos Sin Fronteras. De hecho, dicha respuesta fue incentivada por el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, al considerar una amenaza para la seguridad global, tras comprobar la posibilidad de la propagación de casos a países occidentales. Pese a que se trabajó para contener las epidemias, el riesgo continúa existiendo para millones de habitantes en zonas endémicas. En 2017, surgió un pequeño brote de Ébola en la República Democrática del Congo (RDC), y uno nuevo en agosto de 2018. Actualmente, el brote de RDC ha alcanzado Uganda con una alta letalidad. Hasta el 11 de Junio de 2019 se han reportado 2.084 casos, de los cuales 1.405 han fallecido (67.4%)23, lo que demuestra un problema de salud pública aún no resuelto.
La creciente incidencia de enfermedades propagadas entre continentes, evidencia la necesidad de abordar la salud desde una misma perspectiva, con esfuerzos globales en todos los ámbitos. La medicina traslacional trata de generar soluciones desde la investigación básica, hasta la clínica y la toma de decisiones en política, y viceversa.
Los objetivos de desarrollo sostenible presentados por las Naciones Unidas en 2015, trataron de mostrar la complejidad e interconexión de la salud y el desarrollo. No obstante, las enfermedades zoonóticas no fueron mencionadas explícitamente dentro de las nueve metas del objetivo tres, relacionado directamente con la salud. En consecuencia, el programa de Naciones Unidas para el desarrollo, demanda acciones para actuar en prioridades emergentes en salud global no detalladas dentro de los citados objetivos. También, resalta los progresos desiguales logrados en los últimos años, y cómo el enfoque multisectorial, basado en derechos, y con perspectiva de género, es esencial para disminuir la inequidad y garantizar una buena salud para todas las personas.
Por todo ello, resulta prioritario y conveniente el manejo del enfoque de “Una Salud”, cuyos objetivos son preservar la salud de humanos, animales y ecosistemas (Figura 1). Para lograrlo, se requieren esfuerzos coordinados y colaborativos multidisciplinares. De esta necesidad surgió la asociación “One Health Global Network” que pretende recoger todas las asociaciones y bases de datos referentes a “Una Salud”. Así, ha adquirido el carácter de “movimiento” basado en colaboraciones a través de distintos sectores, desde todas las ciencias biológicas hasta las sociales. Los organismos internacionales ya están promoviendo su integración en las nuevas investigaciones. Se trata por tanto, de una oportunidad para incluir grupos de personas expertas de todas las disciplinas del saber que caminen juntos por el mismo sendero a fin de entender los factores determinantes de la salud de todos los seres vivos con el fin de preservarla.
Más de un tercio de la población humana vive en áreas en riesgo para contraer enfermedades transmitidas por mosquitos 24. Un buen ejemplo de ello son los arbovirus reemergentes como el de la Fiebre Amarilla, Dengue, Chikungunya, virus del Oeste del Nilo y Zika, que tienen una distribución casi global 25. Para combatirlas, será necesario entender la influencia de los determinantes ambientales, sociales, hábitos de vida y económicos de las poblaciones afectadas. Dentro de ellos, los determinantes socio-económicos son los que mayor impacto tienen en la salud y en específico, aspectos como el género, estrato socio-económico, trabajo, nivel de educación, riqueza, y lugar de residencia, entre otros. Esto fue constatado con la reciente epidemia de Zika 25. Las personas que sufrieron las peores consecuencias fueron aquellas que vivían en hogares y pueblos con menos recursos, menor nivel educacional, trabajos precarios y menores ingresos; perpetuándose así el conocido ciclo pobreza-enfermedad. Por tanto, es importante la conformación de un equipo multidisciplinar en investigación en salud mediante la inclusión de profesionales en medicina, veterinaria, antropología, biología, ecología, economía, psicología, entre otras ramas del conocimiento.
Desde 2015, la OMS actualiza anualmente una lista de enfermedades infecciosas prioritarias para investigación. Actualmente se compone de la fiebre hemorrágica de Crimea Congo, Ébola, Marburg, fiebre de Lassa, MERS, SARS, Nipah, fiebre del valle del Rift, y en otro nivel de severidad Chikungunya, síndrome de fiebre severa con trombocitopenia y Zika 26. Por otra parte, en Colombia ya existe una amenaza de la que podría ser el siguiente virus reemergente. Se trata del virus Mayaro, proveniente de Perú y Ecuador 27,28, que puede diseminarse en Colombia ya que existen los vectores competentes, tal como sucedió con Chikungunya y Zika.
En conclusión, las enfermedades zoonóticas reemergentes son responsables del 75% de todas las infecciones en seres humanos. Es necesario gestionar y adoptar el concepto de “Una Salud” tanto en la formación de estudiantes en los claustros universitarios, centros de investigación, grupos de investigación y entes gubernamentales para lograr una verdadera integración multidisciplinar y multisectorial para el control y manejo integral de las zoonosis. Distintos grupos de personas expertas intentarán predecir cuál será el siguiente virus reemergente en propagarse por el planeta; tarea poco exitosa dada la complejidad de factores descritos anteriormente. Lo que sí es cierto, es que la comunidad internacional debe permanecer alerta para afrontar las futuras epidemias; poniendo en práctica las lecciones aprendidas de los anteriores brotes.