1. Introducción
El establecimiento del orfelinato de Puerto Asís (1914), por parte de los misioneros capuchinos, estuvo estrechamente vinculado con la fundación de la misma colonia (1912). Ambos hechos estuvieron relacionados con un proyecto doble de ocupación del territorio por parte de colonos del interior del país y de la formación de mano de obra indígena de las comunidades que habitaban la región -sionas y cofanes, especialmente- para actividades extractivas, agrícolas y ganaderas.
De esta manera, la fundación de la colonia de Puerto Asís obedecía a un proyecto más amplio de los capuchinos de introducir población foránea en el valle de Sibundoy, Mocoa y en la ribera del Bajo Putumayo. Asimismo, como mucha literatura sobre el caucho lo ha sostenido, Puerto Asís aparecía como la solución, por parte de misioneros y del gobierno central, para contener el avance por el río Putumayo de caucheros peruanos vinculados con la Casa Arana, empresa que contaba con el respaldo financiero de capital británico.1 Sin embargo, esta contención tenía que ver más con los intereses de las elites nariñenses por tener una mayor participación en los dividendos de la extracción del caucho cuyo epicentro era el mercado de Iquitos en territorio peruano.
Esta estrategia misionera se explica por el cambio de proceder de los capuchinos que tuvo como punto de giro el Convenio de misiones de 1902 y, simultáneamente, la pérdida de Panamá.2 Al poco tiempo de la firma del Concordato (1887) -entre el gobierno conservador de Rafael Núñez y la Santa Sede-, los capuchinos, que habían regresado al país provenientes de Ecuador, en donde habían sido expulsados por el modernizador liberal Eloy Alfaro, se asentaron cerca de Pasto y en la región de Putumayo. Este regreso había sido facilitado, en parte, por el apoyo del obispo de Pasto, el beligerante fraile agustino español Ezequiel Moreno que había encaminado su labor pastoral en una lucha contra las doctrinas liberales que habían supuesto, en el caso de Ecuador, la persecución de los miembros de las órdenes religiosas y la expropiación de sus conventos.3
En un primer momento, los capuchinos se dedicaron a tradicionales formas de evangelización como las expediciones en los ríos Putumayo y Caquetá en búsqueda de los antiguos poblados indígenas fundados por los franciscanos, y la catequesis sacramental. Sin embargo, la pérdida de Panamá convino que las misiones en Putumayo fueran encargadas de labores de colonización, el agrupamiento de los grupos indígenas y la formación de mano de obra indígena. Tales estrategias tenían que ver con el control territorial las cuales en muchas ocasiones fueron denunciadas, por parte, de los mismos indígenas ante el gobierno central.4
Este artículo examina en el periodo de 1912 a 1920 las condiciones de la fundación de la colonia de Puerto Asís en conexión con un proyecto alterno que fue el del reagrupamiento de los grupos indígenas del Bajo Putumayo –sionas y cofanes- en pueblos por parte de los capuchinos. Como se analizará este doble proyecto fracasó en el corto plazo puesto que Puerto Asís fue perdiendo el impulso inicial debido a la incomunicación con Mocoa. Los pueblos indígenas se vieron mermados por las epidemias y el acoso de los caucheros. A pesar de las dificultades, el orfelinato indígena que se componía de los niños que venían de estos pueblos se logró organizar y mantener un número significativo de estudiantes.
Este artículo tiene como fuentes primarias los informes de la misión de Putumayo que fueron publicados en Bogotá durante la década de 1910 (1912, 1913, 1916, 1917, 1918 y 1919), las crónicas de viajes por los ríos Putumayo y Caquetá de los frailes y la correspondencia misionera del Archivo Diocesano Mocoa- Sibundoy (ADMS). Además, se analiza la documentación oficial de los comisionados gubernamentales del Archivo General de la Nación (AGN).
2. La Casa Arana y la soberanía colombiana en Putumayo
La irrupción de caucheros peruanos desde finales del siglo XIX en el Putumayo y Caquetá supuso un desafío a la soberanía de una gran parte del territorio colombiano.5 Bogotá tuvo noticias de esta presencia desde la década de 1890 cuando su cónsul en Belén (Brasil) informaba sobre la presencia no solo de caucheros peruanos sino de comerciantes brasileros en los ríos Napo, Putumayo y Caquetá en donde extraían gran cantidad de la goma y explicaba que esto se debía a la poca presencia colombiana que pudiera cuidar sus dominios.6
Hay que tener en cuenta que desde la independencia de Colombia la soberanía sobre estos territorios al sur del país se había ejercido bajo la doctrina de Uti possidetis iure o el principio por el cual las nacientes republicas preservaban los límites coloniales del tiempo de la independencia. Sin embargo, señala Simón Uribe, las fronteras entre las antiguas colonias eran confusas en regiones como el Amazonas, facilitando de facto la apropiación de territorios en disputa; además, las medidas de los sucesivos gobiernos colombianos para salvaguardar sus fronteras fueron negligentes a lo largo del siglo XIX y hasta bien entrado el siglo XX.7 Camila Mongua considera que si bien el gobierno central en Bogotá tuvo escasas iniciativas en la formación del Estado en la región desde mediados del siglo XIX en la región de Putumayo actores locales como comerciantes y religiosos se convirtieron en los “agentes estatales” de la región.8
La presencia peruana en territorio colombiana se tornó escandalosa con las noticias a nivel mundial de los maltratos a indígenas colombianos por la Casa Arana o Peruvian Amazon Company, como era conocida en Inglaterra en 1907. Esta casa comercial británica con sede en Iquitos monopolizó, a partir de 1906, la producción regional y la fuerza de trabajo indígena.9 Sus actividades se centraron, especialmente, en la región del Caquetá entre los ríos Igaraparaná y Caraparaná al norte del río Putumayo en donde eliminaron la competencia de caucheros colombianos (ver mapa 1).10
El gobierno colombiano primero tuvo noticias a principios de este año a través de su cónsul en Iquitos y del gobernador del Cauca sobre los atropellos a los indígenas en el río Caraparaná entre los ríos Caquetá y Putumayo.11 Las primeras denuncias internacionales vinieron meses después de los diarios La Felpa . La Sanción de Iquitos en donde se exponían los métodos crueles para conseguir caucho: el látigo, el cepo, encadenamiento y semiahogamiento frente a sus parientes, violación de mujeres, la mutilación de partes del cuerpo, la incineración con kerosene de indígenas vivos y el fusilamiento. Taussig sostiene que la crueldad de los caucheros contra el nativo del Amazonas partió de una relación ambigua con este pues era considerado poderoso por sus habilidades chamánicas –un dominio de los saberes de la selva- a la vez que salvaje y caníbal. Por lo tanto, este debía ser sometido mediante la eliminación de todo atisbo de humanidad.12
En Inglaterra, lugar en donde la casa Arana tenía sus oficinas, fueron de conocimiento de la opinión pública los informes del ingeniero norteamericano W. E. Handerburg publicados en el semanario inglés Truth (1909) y los informes del cónsul británico en Río de Janeiro Roger Casement (1911). Estos últimos informes fueron claves para que se disolviera en 1911 como empresa inglesa.13 La crisis de la Casa Arana tenía como trasfondo el descenso de los precios internacionales del caucho amazónico debido a la creciente producción de las plantaciones inglesas y holandesas del sudeste asiático.14
Sin embargo, la actividad de la Casa Arana en las regiones de Putumayo y Caquetá no se vio mermada a causa del escándalo internacional. De acuerdo con el testimonio del misionero Gaspar de Pinell que recorrió la zona de influencia de la Casa Arana hacia 1918, esta continuaba funcionando y controlaba a los nativos, aproximadamente 2.300 en el río Caraparaná y 6.200 en el río Igaraparaná.15 Cada uno de estos ríos contaba con centros de acopio a donde los indígenas debían llevar caucho y balata –un tipo especial de goma no elástica usado para la fabricación de aislantes eléctricos en teléfonos, telégrafos y válvulas, cables submarinos y partes de aparatos de aviación.16
De cara a los acontecimientos de la presencia amenazante de la Casa Arana en los territorios de Caquetá y Putumayo el presidente del momento, el antiguo comerciante de quina Rafael Reyes, primero estableció una estrategia de defensa. De esta manera, se encargó al gobernador de Cauca para que constituyera autoridades que protegieran a los indígenas del Caraparaná.17 Además, se estableció una guarnición militar en la Pedrera, el punto más occidental en la Amazonia en el que hacía presencia el Estado colombiano.
El diplomático liberal Rafael Uribe Uribe elaboró una propuesta de control de estos territorios meses antes del estallido del escándalo de la Casa Arana. Su interés no estaba tanto en detener los atropellos a los indígenas sino en usar esa mano de obra en beneficio de los intereses colombianos puesto que las ganancias en la extracción de caucho “ni directa ni indirectamente aprovecha al país”. Esta proposición se encuadraba en una memoria que llevaba por título “Reducción de salvajes” escrita por Uribe en Río de Janeiro en febrero de 1907 y que era ofrecida al presidente Reyes y a las autoridades eclesiásticas.18 El político liberal en el momento de hacer esta propuesta era ministro plenipotenciario en Argentina, Brasil y Chile por lo que tenía conocimiento vía diplomática de los movimientos de la Casa Arana en Putumayo.19
Uribe señalaba que los territorios de Caquetá y Putumayo habían sido absorbidos por la Casa Arana, “eliminando todo elemento colombiano”. El político liberal indicaba que era necesario rescatar este territorio y sus pobladores indígenas con el cuidado de la “educación religiosa, mental e industrial y los de la defensa contra el raptor forastero”.20 Los medios a través de los cuales se debía atraer al indígena consistían en la construcción de una colonia militar y la presencia de un cuerpo de intérpretes y de un misionero. En la propuesta de Uribe la colonia militar estaría conformada por voluntarios casados que fueran con sus familias. Estos soldados debían levantar las casas de la colonia y recibirían una base de ganados y lotes de tierras en propiedad para cultivarlos, además debían construir carreteras. Estarían dirigidas por oficiales con experiencia capaces practicar exploraciones con el fin de encontrar riquezas vegetales y minerales, además de elegir las mejores tierras para fijar las comunidades indígenas y la inmigración extranjera.21
Los intérpretes estarían a cargo del misionero y de maestros civiles y podrían ser miembros de la misma tropa. Aprenderían el idioma indígena por medio de la relación con niños indígenas los cuales aprenderían español. Así, se daría un aprendizaje gradual de la lengua que permitiría también salir de la “barbarie selvática”, en palabras de Uribe.22 Finalmente, el misionero dedicaría su atención a la enseñanza de la doctrina y la moral cristiana. Señalaba Uribe que poco haría el misionero sin la protección de la colonia militar y sin el manejo de la lengua que daría el intérprete.23
3. La fundación de la colonia de Puerto Asís
La propuesta de Uribe Uribe de fundar colonias en las áreas de influencia peruana fue acogida por parte del gobierno central. En los documentos del ministerio de gobierno de la época aparecen contratos para construir colonias agrícolas que debían contar con escuela, iglesia, cárcel y casa de gobierno, un puerto en el río y edificaciones para ser habitadas por los indígenas. Por ejemplo, en 1911 el Ministerio de Obras Públicas y los comerciantes José Gregorio Calderón –sobrino de Rafael Reyes- y Jorge Garcés firmaron el contrato de establecer una colonia entre las hoyas de los ríos Caquetá y Apaporis. Se ordenaba a los contratistas “localizar por todos los medios posibles las tribus indígenas en un lugar donde estén amparados por nuestro gobierno y lo más cerca posible a la capital de la República”.24 Los grupos indígenas que se refería el documento eran huitotos, andoques, boras y muinames que venían siendo acosados por la Casa Arana y caucheros colombianos.25
En Putumayo se definió la fundación de Puerto Asís que se constituía en la colonia más al oriente del río Putumayo, justamente en donde las economías extractivas habían contado con puerto seguro para los intercambios y era un punto estratégico para el control de la entrada de barcos peruanos que navegaban río abajo. Los capuchinos, administradores del Putumayo por el Convenio de misiones de 1902, establecieron un plan más amplio de fundar estratégicamente otras colonias. Además de Puerto Asís, los otros frentes de la ocupación eran hacia el noreste de Mocoa, en dirección al departamento del Cauca, y hacia el noroeste en el valle de Sibundoy. En el primer frente se fundó a 15 km de Mocoa la colonia de Alvernia en el año de 1915; y un año después se fundó Sucre (hoy Colón) en el valle de Sibundoy, una región que contaba con dos pueblos habitados por indígenas (Sibundoy y San Andrés) (Ver mapa 2).26
En principio, Puerto Asís y Sucre fueron pobladas por colonos del departamento de Nariño, y Alvernia por gentes reclutadas en Antioquia. Como complemento de la ocupación más colonos debían establecerse en la región, especialmente, en el trayecto de la carretera Mocoa y Puerto Asís. De esta manera, se debían entregar gratuitamente tierras cultivables al lado de la carretera a cada colono y su familia.27 Esta estrategia también posibilitaría que se fueran fundando pequeñas poblaciones de forma “escalonada”. Un efecto de esta estrategia debía ser el de establecer un contacto permanente entre colonos y los indígenas de la región para que los primeros “civilizaran” a los segundos.28 Todo esto cabía en la mentalidad de la época que tenía como referente una idea de civilización asociada a la religión católica, el uso del español y el trabajo agrícola en parcelas.29
3.1. Objetivos de la fundación
En el informe redactado por Fidel de Montclar, un año antes de la fundación de Puerto Asís, se establecían los objetivos de esta colonia. En primer lugar, debía ser el punto de llegada de la carretera que se había venido construyendo, por parte de los capuchinos, en los últimos años que procedía del valle de Sibundoy a Mocoa. La construcción de la carretera se asentaba sobre el antiguo camino indígena que desde el siglo XVI había servido de enlace entre el piedemonte y la selva, y en la que los indígenas sibundoyes (o Ingas) habían servido de cargueros (Ver mapa 3).30 Tal obra permitiría “completar la obra de civilización iniciada por los misioneros” la cual se entendía en términos de poblar con gentes venidas del área andina un territorio que estaba siendo frecuentado por comerciantes peruanos que tenían fuertes relaciones comerciales con los grupos indígenas.31
El recorrido propuesto por Montclar se diferenciaba del planteado por ingenieros enviados por el gobierno central a principios del siglo XX, el cual conectaba directamente Pasto con Mocoa, evitando el valle de Sibundoy. El ingeniero Miguel Triana, por encargo del Ministerio de Obras Públicas y Fomento durante la administración de Rafael Reyes, en el primer semestre de 1906 recorrió la región y reconoció otras opciones más económicas y eficientes que la propuesta elaborada por los capuchinos. En particular, propuso como trazado de la carretera el de otro camino indígena usado desde la Colonia para el intercambio de artículos entre Pasto y Mocoa: el camino de Santa Lucía. Este camino aprovechaba el valle del río Guamués para su trazado el cual se realizaba en algunos trayectos a través del mismo río (ver mapa 3). El primer trayecto iba de Pasto a la Laguna de la Cocha, camino común al capuchino. En el punto de la Cocha se descendía durante cuatro días a pie por la cordillera en la cuenca del río Guamués hasta llegar al pueblo a Alpichaque, pequeño puerto que permitía la navegación en canoas por el mismo río hasta llegar al río Putumayo. A diez kilómetros debajo de la bocana del Guamués se llegaba a La Sofía, caserío indígena Siona. Putumayo arriba se alcanzaba al caserío indígena Inga de El Guineo del que partía un camino a Mocoa. Este recorrido se realizaba cargado por los indígenas: “en una tablilla, pendiente de la frente y los hombros del carguero, con la cintura de éste entre las rodillas y los codos sobre su espalda, va sentado el viajero, atados los pies a la misma tablilla, como pollo de fiambre”.32 El ingeniero Triana en el informe que redactó para el Ministerio de Obras Públicas y Fomento sostenía que el camino de Santa Lucía era más viable que el de Sibundoy por costos –calculaba que el primero tendría una inversión de $160.000 y el segundo $170.000- y por un trayecto menos peligroso: es bien conocido que aún hoy causa escozor viajar el trayecto Sibundoy a Mocoa por el exceso de contrapendientes y por el abismo en el punto del Portachuelo entre Sibundoy y Mocoa en el que se desciende de una altura de 2420 mts. a 1540 mts. en 10 kms.33
Señala Simón Uribe que los intereses de la misión prevalecieron sobre la propuesta de trazados del ingeniero Triana.34 Esto no hubiera sido posible sin el apoyo de políticos pastusos que tenían intereses económicos en la región de Putumayo y que preferían el trayecto de la carretera por Sibundoy. Tan pronto fue entregado el informe de Triana al Ministerio de Obras Públicas, el gobernador de Nariño Julián Bucheli envió una carta al ministerio haciendo lobby por la ruta de Sibundoy.35 Afirmaba que, aunque las otras rutas eran más cortas, estas recorrían regiones desérticas. Tal argumento se refería a la ausencia de poblaciones indígenas en su recorrido. Sin embargo, esto era inverosímil puesto que estos caminos habían sido trazados por las comunidades indígenas en lugares en donde había muy seguramente asentamientos indígenas. El político conservador Bucheli argüía que el paso por el valle de Sibundoy ofrecía dos ventajas: primero, fomentaba la llegada de colonos de Nariño que entrarían en contacto con los habitantes “semi-salvajes” del valle; segundo, estos mismos indígenas servirían como mano de obra gratis para la construcción de la carretera.36 Al parecer la presión de Bucheli y de los mismos capuchinos llevó a que Reyes contratara nuevos ingenieros y apremiara la urgencia de la construcción del camino por la crucial importancia en términos comerciales y de seguridad nacional.37 De esta manera, en febrero de 1907 se firmó el contrato con el diseño capuchino.38
El segundo objetivo de Montclar para Puerto Asís era que debía ser una colonia habitada por sujetos entrenados en las labores agrícolas dispuestos a permanecer en el poblado por varios años. En este sentido, Montclar proyectaba la colonia con un área de 2500 a 5000 hectáreas de terrenos para la agricultura que estaría dirigida al abastecimiento del mercado local, especialmente el relacionado con la industria cauchera regional, y la comercialización con Mocoa, valle de Sibundoy y Pasto, una vez se abriera la carretera para sacar los productos.39 El mercado local venía siendo abastecido por comerciantes peruanos que traían víveres y mercancías desde Iquitos.40 Informes gubernamentales señalaban que los precios de estos comestibles eran muy costosos por lo que era necesario agilizar la fundación de una colonia agrícola en el río Putumayo. Sobre este punto, el intendente del Putumayo, el antiguo cauchero Rogerio Becerra, proponía en el año de 1906 la fundación de una colonia agrícola en el sitio de la Sofía el cual era un varadero (pequeño puerto) justamente a orillas del Putumayo.41
Completaba el proyecto de Montclar la realización del trazado del pueblo en el que se pudieran construir 100 o 200 casas. De esta manera, se contemplaba la venida de 100 o 200 colonos con sus respectivas familias. No se detallaba la procedencia de estos colonos, sin embargo, en documentos posteriores se observa que debido a la apertura del camino entre Pasto y Mocoa se despertó el entusiasmo entre campesinos nariñenses por trabajar en la región. Justamente, por estas expectativas campesinos del sur de Nariño cruzaron la cordillera y habitaron la región del Guamués –hacia el occidente de Puerto Asís- como lo observó el comisario Joaquín Escandón en un recorrido por esta región a mitad del año 1912.42 Finalmente, el proyecto contemplaba que a cada colono se le entregaría una casa y 20 hectáreas de terreno limpio, herramienta y semilla. Durante medio año se le darían, asimismo, víveres. Dos años de permanencia en la parcela le permitiría al colono la propiedad sobre esta y la casa. Si en este tiempo el labrador abandonaba su parcela, perdería todo derecho, y el gobierno la daría a otro colono dispuesto a establecerse en el lugar.43
Un tercer objetivo tenía que ver con la navegación en el río Putumayo. Antonio José Uribe, un influyente político conservador y presidente de la Cámara de Representantes, respaldaba el plan de navegación sobre el Putumayo propuesto por los capuchinos puesto que tenía una doble utilidad: Puerto Asís era un puerto cercano a las regiones en disputa con Ecuador y Perú y era un paso seguro que permitiría la comunicación con Europa y Norteamérica. Uribe reiteraba que tomando como punto de partida a Puerto Asís “se llega al Aguarico, afluente del Napo, en tres días, por una trocha abierta ya, y de aquí a Iquitos se gastan ocho días en vapor. Puede Colombia tomando como base Puerto Asís, hacer fácilmente valer sus derechos en la banda izquierda del Napo”.44
Además, enfatizaba Uribe, se extendería el comercio de productos agrícolas del sur del país –Nariño, Cauca Tolima y Putumayo- hacia países vecinos como Perú, Brasil y Ecuador y permitiría que países vecinos como Perú no tuvieran “la necesidad de traer de Europa y Estados Unidos, a precios fabulosos, los artículos alimenticios para Iquitos y los habitantes de la región”.45 De esta manera, se retomaba el proyecto de la Compañía Reyes que convertía al Putumayo en la salida más rápida de los productos colombianos a Europa y Estados Unidos.
Un punto importante en el plan misionero tenía que ver también con las poblaciones ribereñas pues al establecer la navegación en el Putumayo, con Puerto Asís como punto de embarque, se permitiría “la evangelización de las tribus nómadas que viven en las orillas de este río y sus afluentes”.46
El incidente de la Pedrera, pequeño puerto colombiano en el río Caquetá en la frontera con Brasil, estimuló al Gobierno central a dar su apoyo a los misioneros en esta empresa. Los informes que llegaban sobre este incidente eran angustiosos: desde principios de 1911 se fueron dando escaramuzas entre tropas colombianas y peruanas las cuales procedían de Iquitos. A mediados de este año la pequeña base militar permanente de la Pedrera –con una milicia menor a 20 personas- fue atacada por más de 300 soldados peruanos.47
3.2. Primeros trabajos en Puerto Asís
Fray Estanislao de las Corts, de forma más protagónica, y fray Ildefonso de Tulcán fueron los encargados de la fundación de Puerto Asís.48 Los dos capuchinos venían de dirigir los trabajos de la construcción de la carretera Pasto-Mocoa. Después de recorrer la ribera del Putumayo en enero de 1912 escogieron un sitio en su margen izquierda, a 214 kilómetros de Pasto y 94 de Mocoa, justo al lado del pequeño puerto de Sofía.49 El lugar escogido estaba en un valle a 260 metros de altura sobre el nivel del mar y con una temperatura media de 25,2 grados centígrados. Este territorio tenía un clima agradable en comparación con otros lugares río abajo en donde las temperaturas eran superiores. Además, el valle tenía suficientes tierras fértiles, como lo exigía Montclar, en donde se observaban manchales de caucho, quina, algodón silvestre, cacao, chontaduro, zaparilla, pastos naturales como la grama y frutas como la piña, la naranja y la papaya.50
La colonia, llamada Puerto Asís en honor al patrono de los misioneros capuchinos, fue fundada oficialmente el 3 de mayo de 1912 con la celebración de una misa solemne con la presencia de los dos religiosos, los trabajadores contratados y algunos indígenas de la región.51 La presencia de estos dos últimos grupos se explicaba porque se había reunido un grupo significativo de peones y de indígenas para alistar los terrenos de cultivo y levantar la casa de la colonia.
Los trabajos de adecuación de la colonia habían empezado en el mes de febrero del mismo año con la construcción de la casa principal –con capacidad de albergar a más de cien individuos- la cual servía de residencia para los primeros trabajadores y los dos misioneros, y de depósito de herramientas y semillas.52 Por esta razón, contrató, inicialmente, veinte trabajadores procedentes del departamento Nariño, algunos de los cuales arribaron a la nueva colonia con sus familias y con la promesa de quedarse en algún lote de tierra.53 Sin embargo, conseguir trabajadores para el Putumayo no era tarea fácil. El informe de 1913 observaba que “obtener jornaleros para los primeros trabajos de la colonia fue una empresa tan difícil, que rayaba casi en imposibilidad, pues se tenía una prevención invencible al Putumayo, y solo algún aventurero se resolvía a trasladarse a aquellos lugares que juzgaba infectos de fiebres y poblados de fieras y reptiles venenosos”.54 Por tal razón, refiere el informe, de Las Corts se vio obligado a remunerar con jornales extraordinarios los servicios de los peones y pagar los gastos de viaje a los primeros peones que se resolvieran a trabajar en Puerto Asís.
El plan original de fray Estanislao era tener en el poblado una granja agrícola con doscientas hectáreas sembradas de plátano, caña, maíz, yuca y arroz.55 Como se ha explicado, la comida producida debía de servir de sustento para los colonos que habitaran Puerto Asís y en un futuro producir suficiente comida para ser comercializada en Mocoa, los poblados indígenas y caucheros de la ribera del Putumayo y con el departamento de Nariño. Esta era una de las razones para terminar la carretera a Puerto Asís. Un argumento que sostiene esta afirmación, por una parte, fue la consecución de una máquina centrífuga que tenía la capacidad de producir ochenta arrobas (1000 kg) diarias de azúcar (ver imagen 1). Con este proyecto se quería aumentar la producción que en ese momento (1916) era de ocho arrobas (100 kg). Muy posiblemente los pobladores de Puerto Asís no consumían toda esta cantidad de azúcar. Por esta razón, entre los planes estaba la producción de aguardiante para aprovechar el excedente de azúcar. Para ello se necesitaba el permiso de la gobernación de Nariño para su fabricación y comercialización.56
Sin embargo, el desarrollo de la colonia se vio frenada porque el gobierno colombiano disminuyó los dineros que la estaban impulsando. En 1913 se había conformado una Junta de inmigración –integrada por el prefecto Montclar, el gobernador Bucheli y un representante del ministerio de gobierno- con un presupuesto de $20.000 para la colonización del Putumayo. Dos años después los dineros fueron reducidos a la mitad lo cual supuso un fuerte golpe para el desarrollo de la colonia de Puerto Asís.57
3.3. Los trabajos indígenas en Puerto Asís y la fundación de poblados indígenas
Los indígenas que habitaban alrededor de la nueva población también participaron de los primeros trabajos de la colonia. Su enganche fue en un principio amistoso, sin embargo, la baja de peones traídos de Nariño por la dureza del ambiente hizo que se obligara al trabajo a otros grupos indígenas. La organización del trabajo indígena también significó que los capuchinos agruparan los grupos indígenas en antiguos o nuevos poblados. Sobre el trato amistoso con los indígenas, fray Ildefonso, uno de los misioneros a cargo, afirmaba que:
Hay indescriptible entusiasmo por parte de todos. El interés que toman los indios habitantes en los contornos de este puerto causa admiración y asombro. Los mismos caucheros no vacilan en afirmar que jamás los habían visto tan joviales y complacientes. Los indígenas habitantes de San José han trabajado en la Colonia dos semanas enteras, tomando parte de dicho trabajo hombres, mujeres y niños.58
Los habitantes de San José, del grupo siona, fueron los primeros indígenas en trabajar en Puerto Asís (Ver mapa 4). Su asentamiento era muy cerca a Puerto Asís en la desembocadura del río Guamués en el Putumayo.59 Muy posiblemente el entusiasmo de los indígenas en los trabajos de Puerto Asís tenía que ver con intereses económicos pues durante la bonanza quinera muchas familias sionas se habían beneficiado al realizar actividades de acopio y transporte de quina o cortando y alistando leña para los vapores.60 Además, estos indígenas estaban familiarizados con las misiones católicas. Según Jean Langdon las misiones franciscanas de los siglos XVII y XVIII establecieron, por encargo de la Corona Española, puestos misioneros entre los grupos tukano occidentales a lo largo del río Putumayo. Tukano occidentales eran los siona, coreguaje, encabellados y oyo, tal como se indicaba en los testimonios de este tiempo. En esa época se fundaron los poblados de San Diego, La Concepción y Agustinillo (ver mapa 4). San Diego sobrevivió hasta mediados del siglo XX, sin embargo, desapareció por el acoso de la industria petrolera.61
Precisamente, San Diego fue reacio a la colaboración en los trabajos de Puerto Asís. En el mismo año de la fundación de la colonia y ante la escasez de trabajadores provenientes del departamento de Nariño el director de la fundación fray Estanislao obligó a los pueblos que estaban hacia el río Guamués -San Antonio de Guamués, San Diego y Ocano- a sembrar cinco hectáreas de sembrados cada uno.
Con San Antonio de Guamués y Ocano se hacía referencia a dos grupos de indios cofanes que moraban en la frontera con Ecuador los cuales permanentemente cruzaban la frontera. San Antonio Guamués surgió en el mismo año de Puerto Asís como un pueblo a cargo de los capuchinos que intentaba retener indígenas cofanes que venían siendo enganchados por caucheros ecuatorianos. La rectificación de límites con el Ecuador apresuró la organización de la fundación del pueblo debido a que algunos nativos cofanes quedaron hacia el lado ecuatoriano. Con el acuerdo de límites de 1916 entre Ecuador y Colombia se movió la frontera entre los dos países hacia el río Putumayo, antes estaba en el río Napo, espacio permanente de movimiento de indios cofanes.62
Como ya se explicó San Diego tenía cierta resistencia a los trabajos en Puerto Asís por discrepancias con el grupo de sionas del poblado de San José. Si bien los poblados de San José, San Diego, Yocorupuí y Montepa –todos vecinos en el Putumayo- eran liderados por un mismo cacicazgo había enemistades entre ellos. Esto se revela con la muerte del cacique Tayta Mauricio en esta misma época. Con su muerte se dio un proceso de elección, el cual significó la reconciliación de los cuatro pueblos y la reunión de todos los siona en San José. Fue elegido Casimiro Castillo que hacía de gobernador de este poblado. Afirmaba fray Estanislao, “[…] que con él va a comenzar una nueva era para los indios sionas que, según acuerdo y notificación oficial, hecha por el nuevo cacique, a instancias mías, van a reunirse todos en el pueblo de San José, donde estuvieron ya con santa amistad, (cosa nunca vista hasta hoy) el domingo pasado”. Al parecer el gobernador recibía “baratijas” que eran enviadas por el gobierno central a cambio de sus servicios.63 Sin embargo, la estrategia de Castillo tenía que ver con el fortalecimiento de las relaciones comerciales con los misioneros y los mismos caucheros de la región.
Tal plan también significaba que con ayuda de los siona se trabajaría inmediatamente para “traer y agregar a los macaguajes que viven entre el Putumayo y Caquetá poco más o menos frente la desembocadura del río San Miguel y después los Tetes que viven entre el San Miguel y el Aguarico”.64 Macaguajes y tetes (o tetetes como también son llamados en los manuscritos de la época) eran familiares de los Siona pues pertenecían al mismo grupo lingüístico de los tukano occidental.65 Para esta época los Tetes era un grupo que se había adentrado en la selva por temor a la persecución cauchera.
Asimismo, fray Estanislao afirmaba la necesidad de hacer un poblado de huitotos –directamente afectados por los trabajos de la Casa Arana- cerca de Puerto Asís. Al parecer el capitán Fuynosiray, jefe supremo de los huitotos del Igaraparaná para arriba, había comunicado a los capuchinos el interés de desplazarse a ese punto con su grupo. Esta cuestión se veía como urgente ante dos situaciones: la muerte de su patrón cauchero Antonio Díaz y la llegada de uno nuevo, Artemio Muñoz, ya conocido por sus prácticas mortales pues había mandado a torturar y asesinar a una india. La otra cuestión era que caucheros peruanos querían apoderarse de ese grupo de huitotos de un día para otro y llevarlos más al sur hacia territorio peruano. En particular, Artemio Muñoz ya los había ofrecido a los peruanos como forma de pago de deudas contraídas por el grupo de huitotos con este cauchero colombiano.66 Los caucheros peruanos tenían un sistema de trabajo que se basaba en el endeude o peonaje que esclavizaba a los indígenas: los patrones caucheros daban bienes a crédito a los indígenas y luego los obligaban a recoger caucho para pagar la deuda. Esta deuda era imposible de pagar pues nunca se cumplían las cuotas de esta por lo que el indígena se veía convertido en esclavo.67
Como se puede concluir el uso de la mano de obra indígena y el agrupamiento de los grupos indígenas se convirtió en un desafío para los misioneros. El orfelinato apareció como una estrategia que atraía a los más jóvenes y, en consecuencia, permitía una relación con sus comunidades y familias.
4. El orfelinato de Puerto Asís y estrategias de control
Uno de los planes de fray Estanislao era el establecimiento del orfelinato en Puerto Asís que se dio dos años después de la fundación del poblado. De esta manera, el orfelinato tenía el doble propósito de “sembrar la civilización para la generación indígena que se levanta” y de ser un centro atrayente para las familias de los niños.68
Este último punto era el más difícil debido a la dispersión de las comunidades indígenas a lo largo de la cuenca del río Putumayo.
En un plano de Puerto Asís del año 1917 (imagen 2) se puede observar la ubicación estratégica y el tamaño del nuevo orfelinato (2). Su edificación estaba en la esquina suroeste de la colonia y hacía parte del complejo de edificaciones más grande del lugar que se sumaba al convento de las religiosas y al hospital (1), la iglesia y la escuela alterna (3), todos dirigidos por la Iglesia. Este complejo tenía una posición privilegiada pues en su extremo sur estaba el río – donde muy seguramente había un pequeño puerto para uso privado- y en el oriente estaba la plaza y los edificios públicos: el cuartel del ejército (4), la agencia de transporte y puerto sobre el río Putumayo (5), la aduana (6), la licorera y el correo (7), el matadero (8) y las caballerizas (10).69
El orfelinato tenía capacidad para alojar entre 60 y 90 niños.70 Este número exigía una fuerte carga diaria de alimentos, particularmente plátano y yuca, que era comprada a particulares de la región. Por esta razón, el encargado de los trabajos de colonización en Puerto Asís, el ingeniero alemán Rodolfo Evers, propuso a los capuchinos cultivar 6 hectáreas de plátano para el consumo del orfelinato, el convento y los peones de la colonia que en ese momento eran 57.71
Si bien el orfelinato contó rápidamente con alumnos, era un reto convencer a las familias indígenas para que dejaran sus niños en el orfelinato. En este sentido, el mismo fray Estanislao afirmaba un plan de acción en una visita al pueblo indígena de San José poco tiempo después de fundar el orfelinato:
Se acordó casar a todos los solteros que han pasado de veinte años, y resulta que están iniciados catorce matrimonios de indios, con la particularidad, que logré conseguir que se enlazasen las familias de diferentes pueblos (…) Con este paso resuelta la dificultad de obtener alumnos para la escuela de las M. M. [¿madres misioneras?], de modo que con suma facilidad tendrán por lo menos unos sesenta, entre niños y niñas, todos indios de un mismo idioma.72
Esta forma de enganchar niños se apoyaba en la exigencia del matrimonio católico. Sin embargo, debían esperarse cinco o más años para recibir los primeros alumnos nacidos en estos matrimonios. Los testimonios de la época muestran que el orfelinato creció con rapidez en número, probablemente por el uso de otras estrategias. Como se constata en una fotografía tomada antes de 1917 (ver imagen 3) de quienes conformaban el orfelinato –alumnos y maestras franciscanas- este contaba con más de 90 niños, entre mujeres y hombres. Se nota además las diferencias de edades de los niños, las cuales iban de 5 a 10 años o más. La gran mayoría de estudiantes eran niños indígenas, también había algunos estudiantes hijos de “blancos pobres” como se afirma en los testimonios de la época, pues el orfelinato tenía la única escuela de Puerto Asís.73
Fuente: Informes sobre las misiones del Caquetá, Putumayo, Goajira, Casanare, Meta, Vichada, Vaupés y Arauca 64.
Una estrategia de enganche de niños indígenas tenía ver con las visitas a las comunidades indígenas que vivían río abajo del Putumayo y hacia los ríos Napo, San Miguel y Aguarico. En particular, los misioneros capuchinos venían realizando estas actividades desde finales del siglo XIX, antes de la firma del Convenio de misiones, cuando era una misión dependiente del obispo de Pasto. Estos viajes se realizaban en tiempo de verano entre los meses de octubre y enero por parte de los misioneros a cargo del orfelinato que se adentraban entre los poblados indígenas de los ríos Putumayo, Napo, San Miguel y Aguarico.74 Los misioneros justificaban estas visitas bajo dos premisas: por “la necesidad urgente de atender a estos pobres infelices indios”, además de ser visitas solicitadas por los mismos indígenas.75 Sin embargo, estas visitas estaban mediadas por los intereses de los mismos indígenas, pues estos reclamaban regalos de parte de los misioneros como herramientas y semillas.76 A cambio los misioneros se llevaban los niños a Puerto Asís, los cuales según los misioneros podían ser visitados por sus padres.77 De esta manera, se cumplía uno de los propósitos del orfelinato: atraer a sus padres a Puerto Asís.
Otra estrategia de enganche del orfelinato se daba a través de los jefes caucheros, los cuales en negociación con los misioneros llevaban un elevado número de indígenas entre adultos y niños. Los niños eran dejados en el orfelinato y sus padres eran llevados por el jefe cauchero a extraer la goma selva adentro. Esto se observa en un testimonio de fray Gaspar de Pinell acerca de indios macaguajes que arribaron a Puerto Asís:
Llegué a Puerto Asís y me encontré con la grata sorpresa que me dio Arsenio Figueroa, trayendo cuarenta individuos de la tribu de los macaguajes. Se les agasajó cuanto fue posible, a fin de que quedasen bien impresionados. Después de varios ardides logré dejasen sus hijos en el orfelinato: seis niños y cinco niñas. Bauticé algunos de los mayores, y se fueron otra vez para su tribu, pero con la formal promesa de que regresarían antes de dos meses a visitar a sus hijos, y que entonces traerían a sus mujeres para que pudieran instruirse en la religión.78
Este grupo macaguaje, muy seguramente, venía del interior de la selva entre los ríos Putumayo y Caquetá. Desde principios del siglo XX había información de que los macaguajes –antiguos pobladores de Concepción- se habían dispersado en más de 40 grupos.79 Una de las estrategias para reunirlos de nuevo se dio a través de su uso como mano de obra para la construcción de una trocha entre el Putumayo y Caquetá al poco tiempo de la fundación de Puerto Asís, además de reunirlos en un punto cercano a Florencia.80
Sin embargo, los caucheros también se convirtieron en serios enemigos del orfelinato, pues atacaban directamente los poblados constituidos de indígenas. En particular se tiene el testimonio del pueblo de San José –que había concentrado indígenas macaguajes y curiguajes, todos de la familia siona, dispersos en San Diego, Yorocupui, Lorenzo-Playa y Montepa- que desapareció antes de 1930 a causa de la oposición de caucheros colombianos que obligaban a familias enteras a realizar correrías en búsqueda de caucho.81 Otro factor decisivo que despobló estos pueblos y que afectó la vida del orfelinato fueron las epidemias. En particular, el sarampión hacia 1923 se diseminó en los poblados indígenas de San José, San Diego, Yorocupui y Montepa. Este último poblado habitado por los oyo desapareció a causa de esta enfermedad. Los pocos sobrevivientes se juntaron con los siona que vivían río arriba.82
Dos estrategias muy importantes en el control a los niños indígenas aparecen en la cotidianidad de los orfelinatos: las evaluaciones del año escolar y la instauración de una simbología patria. Uno de los datos que arroja el análisis de los exámenes a los niños del orfelinato durante 1916 se refiere al énfasis de la patria. Justamente, estos exámenes se realizaron un día antes la celebración del 20 de julio. Para el examen del fin de curso de 1916 se tuvieron testigos de los exámenes: las maestras -religiosas franciscanas-, un fraile, el corregidor y otros tres testigos –habitantes de Puerto Asís, probablemente-. Curiosamente, no había ningún miembro de las comunidades indígenas. Se puede suponer que al ser exámenes públicos los adultos de estas comunidades podían observar a los niños. Además, se muestra la organización del orfelinato el cual estaba constituido de la siguiente manera: 1. Un curso preparatorio de niño y de niñas formado por los más jóvenes y que recibían nociones elementales de religión, historia sagrada, higiene, lectura y escritura, aritmética y canto; 2. Segundo año elemental en el que niños y niñas eran separados. Para las niñas a la formación que se daba en el curso preparatorio se añadía la de historia patria e historia natural, además urbanidad, dibujo y obras de mano. El curso de los niños compartía las materias de la sección de niñas, pero sin obras de mano.83
El día siguiente, 20 de julio, en horas de la mañana se iniciaba la celebración patria en donde se involucraban el cuerpo de soldados acantonados en el puerto. Se izaba el pabellón nacional en la torre de la iglesia con el himno nacional y otros cantos patrióticos. Inmediatamente después se cantó la misa con sermón referido a la independencia del país. Más tarde se dieron ejercicios miliares en la plaza del pueblo. La celebración patria se cerraba con un acto cultural en el convento de las religiosas cuyas presentaciones eran protagonizadas por los niños del orfelinato.84
Meses después con las festividades del 1 de enero se aprovechó para realizar nuevos exámenes a los niños. Esta vez había una nueva sección tanto de niños como de niñas: tercer año elemental. Tanto las festividades como los exámenes tenían la misma estructura: jurado de exámenes, actos patrióticos y religiosos y un acto cultural a cargo de los niños.85
De alguna manera, el esquema de las evaluaciones escolares se repetía en los poblados indígenas. Esta vez el énfasis estaba puesto en insistencia de que estos poblados hacían parte de Colombia, en disputa con la influencia peruana. Se debe insistir que la naturaleza de la economía cauchera que hacía que los indígenas fueran llevados por caucheros tanto colombianos como peruanos hacía que los indígenas no formaran poblados. Además, las epidemias –en particular, la de 1923- llevó a que muchos indígenas que poblaban los pueblos fundados por los misioneros se desintegraran y huyeran hacia territorio peruano.
5. Conclusiones
Si bien el periodo analizado es corto, entre 1912 y 1920, permite comprender las condiciones de la fundación y desarrollo de Puerto Asís y de su orfelinato indígena. El proyecto de colonización en Puerto Asís tenía que ver con los intereses de tres actores distintos que veían desde su perspectiva la posibilidad de establecer un dominio sobre la región y sus gentes. Tales actores eran la misión capuchina, las élites nariñenses y el gobierno central representado por sus delegados.
En particular, lo que se ha escrito sobre la fundación de Puerto Asís ha enfatizado el protagonismo del gobierno central y de los capuchinos que con la llegada de fray Fidel de Montclar a la prefectura apostólica de Putumayo (1904) consolidaron una estrategia de ocupación en el Putumayo con la fundación de Alvernia, Sucre y Puerto Asís y la construcción de la carretera que unía estos puntos con Pasto. Sin embargo, el papel de las élites nariñenses y de la Iglesia local de Pasto es fundamental para entender que el proyecto de colonización del Putumayo tenía como referente lograr la hegemonía sobre el comercio en el Bajo Putumayo que venía siendo monopolizado por agentes peruanos.
Ahora bien, como se explicó, el desarrollo de la colonia tuvo un primer momento de auge que fue sostenido por los dineros entregados por el gobierno central a la colonización del Putumayo que posibilitó la llegada de colonos de Nariño. Sin embargo, la colonia rápidamente entró en declive por la disminución de los aportes de Bogotá y las dificultades que se desprendían de la incomunicación con Mocoa y Pasto debido a una carretera en mal estado y con trayectos que no habían sido construidos.
Si bien el desaliento en la colonia se hizo palpable por la merma de dineros y de que muchos colonos con sus familias se devolvieron a su lugar de origen, hay que tener en cuenta que Puerto Asís no desapareció gracias a la actividad indígena muy vinculada a la presencia de caucheros que seguían extrayendo goma en la región. Como se ha expuesto, Puerto Asís era paso continuo de indígenas llevados por caucheros; además, los pueblos sionas y cofanes tenían una larga tradición de intercambio comercial con los misioneros, comerciantes y caucheros. No obstante, no se puede soslayar el hecho de que la invasión de colonos y caucheros en la región impactó en la vida de los indígenas pues estos se vieron afectados con enfermedades como el sarampión que redujeron su población.
La formación de nuevos poblados indígenas a partir del reagrupamiento de antiguos pueblos fue una estrategia importante de los misioneros. Si bien esta estrategia hacía parte del elenco de actividades que habían realizado los misioneros desde la Colonia, esta vez el objetivo se estableció en términos de tener mano de obra capaz de impulsar el desarrollo de la colonia en las tareas agrícolas, ganaderas y de navegación por el río Putumayo.
En el análisis de las evaluaciones del orfelinato no se constata una formación en estas actividades pues el énfasis estaba en aprendizajes básicos como lectura, escritura y ejercicios matemáticos. Sin embargo, hay que tener en cuenta que el análisis se hizo a partir de los dos primeros años del orfelinato. Muy posiblemente en los siguientes años se organizó un pensum acorde con actividades productivas. Lo que si fue claro desde el principio del orfelinato fue la formación en términos patrióticos como se ve en los exámenes. Indudablemente, la presencia peruana en Putumayo impulsó al Estado y a los misioneros a “conquistar” al indígena a través de los símbolos patrios. No obstante, tal conquista tenía que ver más con un juego de intereses en la que los grupos indígenas recibían a cambio objetos útiles para su economía y, por supuesto, la posibilidad del comercio entre colonos, comerciantes y nativos.