1. A modo de introducción
El crecimiento económico argentino basado en la exportación de productos agropecuarios de la región pampeana, entre finales del siglo XIX y las primeras décadas del siglo XX, tuvo como epifenómeno el surgimiento de diversas industrias generadoras de valor agregado a partir de materias primas producidas localmente. Algunas se desarrollaron en las grandes ciudades de la región central del país, mientras que una buena porción se conformó en diferentes puntos del interior argentino, con la producción de alimentos, bebidas y bienes de consumo no durables para abastecer la demanda de un mercado interno en expansión1. Entre ellas se destacó la agroindustria del azúcar de caña -desarrollada en el último cuarto del siglo XIX en el noroeste del país, particularmente en la provincia de Tucumán-, que, hasta las primeras décadas de la pasada centuria, figuró entre las más importantes por sus escalas de inversión y tecnología incorporada2.
Durante su etapa de expansión -conocida en la historiografía económica argentina como el 'despegue azucarero' (1876-1895)- la actividad estuvo comandada por empresarios miembros de una burguesía regional con influencia política en los centros de poder nacionales, que les permitió concretar un paquete de medidas de estímulo para potenciar el desarrollo de esta agroindustria: además de la definitiva vinculación con la región central del país por medio de las vías férreas, un elemento fundamental fue la progresiva implantación de un esquema arancelario proteccionista para frenar la competencia de azúcares extranjeros a bajo precio, a lo que se agregó la exención impositiva a la importación de maquinaria, rebajas de los fletes y el apoyo financiero oficial3. Como resultado, durante este período se erigieron en la provincia más de una treintena de ingenios equipados con tecnología de avanzada para la época, lo que permitió un aumento exponencial de la producción para proveer de azúcar a la demanda doméstica4. En este proceso, un segmento importante de empresarios tucumanos, que procedían del sector mercantil, manufacturero y de la agro-ganadería local, volcaron sus capitales para modernizar o erigir nuevos ingenios, mientras que la paulatina aplicación de las tarifas proteccionistas generó el interés de actores de la región central del país (destacados financistas, representantes de firmas extranjeras de bienes de capital, empresarios ligados a la importación/exportación y al comercio interno), quienes ingresaron a esta promisoria actividad mediante la adquisición o montaje de unidades agroindustriales5.
En consecuencia, se fue consolidando un sector de firmas azucareras de propiedad y control de empresarios y familias locales, junto con otro compuesto por capitales extrarregionales o incluso mixtos (asociados con actores tucumanos), cuyo avance se verificó en las primeras décadas de la nueva centuria. Esta ligazón de intereses entre los sectores dominantes de la región litoral pampeana y las provincias productoras en torno al azúcar fue considerada por algunos investigadores como una verdadera 'nacionalización' de la actividad, en la medida en que trascendió los límites regionales y favoreció la conformación de un nuevo y más amplio bloque empresarial6. Sin embargo, hasta mediados del siglo XX, un buen número de firmas familiares tucumanas demostró una destacada capacidad de adaptación y permanencia dentro del sector, con el sostenimiento de una porción de los ingenios de la provincia bajo su propiedad y control. Con esto no se pretende esbozar un antagonismo o una diferenciación entre capitales locales y foráneos, sino dejar sentado que, pese a la heterogeneidad de sus componentes, por lo menos hasta inicios de la década de 1940, gran parte de la producción provino de fábricas de empresarios miembros de esta burguesía local7.
La propuesta de análisis consiste en estudiar la estructura empresarial conformada en la industria azucarera tucumana, desde los primeros años del siglo XX hasta inicios de la década de 1940, con la atención puesta en las firmas de propiedad y control familiar. La opción analítica se fundamenta en que este tipo de empresa, por un amplio espacio temporal, representó el denominador común de las firmas dentro de la agroindustria provincial, y denotó una marcada flexibilidad ante las sucesivas crisis y los altibajos que caracterizaron a la actividad azucarera y la economía en general en los comienzos del siglo XX. Corresponde señalar que la historiografía tucumana cuenta con valiosos aportes sobre el origen de la élite azucarera, el papel desempeñado por sus empresarios en la esfera política local y nacional, y las estrategias de ciertas familias en la reproducción del patrimonio8. Empero, su propósito fue el análisis de los grupos parentales y los lazos intra e interélites (con una implícita concepción funcional de la familia y de sus componentes), más que un estudio sobre el desenvolvimiento interno de las firmas azucareras familiares a partir de conceptualizaciones y nociones analíticas propias de la historia de empresas.
Por lo tanto, resultará fructífero el examen de las diferentes estrategias que posibilitaron la continuidad de las familias azucareras al frente de sus firmas, con la atención puesta en las características de la gestión, las reconversiones societarias y los mecanismos implementados para mantener la propiedad y el control dentro del núcleo familiar primigenio. Esta veta analítica permite, además, una consideración de las redes parentales y amicales en su rol determinante en el desenvolvimiento de este tipo de firmas, no solo por oficiar como canales insustituibles de transferencias de valores y aptitudes empresariales; también representaron el sustento de unión y confianza necesaria para la conformación de un entrelazamiento de sociedades y emprendimientos conjuntos que aportaron a la conformación del tejido empresarial regional a partir de esta agroindustria9.
En directa relación, la sucesión generacional es un punto clave de análisis, puesto que su planificación y ejecución otorgó un margen de estabilidad y un plan de acción a las nuevas generaciones que incidieron favorablemente en la marcha de los negocios. Si bien esta temática concitó tempranamente el interés de los estudios, todavía son evidentes algunos vacíos y desbalances, como la escasa atención puesta a las economías de países en desarrollo o bien el mayor énfasis puesto en el examen de los procesos de sucesión recientes en desmedro de los del siglo XIX y principios del XX, que pueden ofrecer importantes evidencias empíricas para contrastar con las lógicas identificadas en los países desarrollados10. Sin este conocimiento, sería incomprensible la lógica reproductiva de las familias en el largo plazo, las vías de conformación de los tejidos empresariales, y las diversas razones que se encuentran detrás de las tomas de decisión en el ámbito de la empresa11.
En suma, este abordaje busca, desde una perspectiva regional, sumar evidencias a la corriente académica que reconoce la ubicuidad de las empresas familiares en economías de atraso relativo como en países desarrollados, por lo que discuten aquella concepción de la firma familiar como una institución intrínsecamente efímera e ineficiente. En efecto, desde las últimas décadas, en la historiografía internacional sobre historia de empresas se revitalizó el estudio de la firma familiar al cuestionar las interpretaciones que la consideran como un resabio anacrónico de la primera industrialización o, simplemente, como una unidad transitoria cuyo destino ineluctable es ser suplantada por la corporación moderna. Así, se jerarquizó como una organización que evidencia importantes fortalezas, sobre todo si se atiende a la permanencia del capitalismo familiar en diferentes épocas y contextos, inclusive en países avanzados12.
Una vez expuesta la perspectiva analítica, se requiere definir qué se entiende por empresa familiar. Al respecto, existen múltiples acepciones debido a la singularidad que conlleva la implicación de la familia en los negocios13. Por ese motivo, Colli y Rose advierten que su diversidad intrínseca y la dificultad de capturar su esencia a partir de sus componentes hacen inaplicable una definición genérica. En tal sentido, señalan que toda definición debe tomarse como un punto de partida y someterla a prueba de acuerdo con las particularidades de cada caso14. Por ejemplo, Barbero y Lluch, al analizar el capitalismo argentino a lo largo del siglo XX e identificar su impronta familiar, tomaron criterios flexibles y útiles para identificar a las firmas familiares. Siguiendo a diversos autores, consideraron la propiedad estratégica de por lo menos dos miembros de una familia (o de cada una de las familias participantes, en casos de negocios plurifamiliares), la participación de al menos dos miembros de la familia en el directorio y la presencia de miembros de más de una generación en la propiedad y/o la gestión dando cuenta de la voluntad de continuidad en el tiempo15. A los fines de este escrito, se tomarán algunos elementos y se adicionarán otros, de acuerdo con las características del caso bajo análisis, por lo que será preciso adoptar aquella definición que la concibe como regida y/o administrada por una 'cabeza' o 'coalición dominante' controlada por miembros del mismo grupo familiar o un pequeño número de familias, que tiene la intención de dar forma y llevar a cabo la visión de la empresa, y que es potencialmente sostenible a través de las generaciones de la familia y/o familias16. Reservándonos la ineludible dosis de arbitrariedad que contiene toda definición, nos parece adecuada para analizar las firmas familiares azucareras tucumanas de la primera mitad del siglo XX, en la medida en que incorpora elementos que las caracterizaron: el mantenimiento de la propiedad y la dirección estratégica, la resolución del relevo generacional y una visión de la firma basada en un sólido andamiaje entre familia/empresa.
Para terminar, el estudio no buscará elaborar las historias particulares de cada una de las firmas familiares que actuaron en el Tucumán azucarero de la pasada centuria, sino identificar puntos en común que permitan brindar elementos para explicar su continuidad en el sector. De este modo, al proponer una mirada transversal de un aspecto central del empresariado azucarero tucumano a través del análisis de los tipos societarios que adoptaron a lo largo de décadas, se obliga a priorizar una perspectiva con cierta impronta narrativa, en la medida en que contribuye a arrojar luz sobre el tejido de las dinámicas relacionales generadas en las familias, las firmas y sus miembros en su compleja interconexión17.
2. Una sucinta mirada sobre la estructura empresarial azucarera tucumana hasta 1914
El final de la acelerada etapa de crecimiento de la agroindustria azucarera tucumana conocida como 'despegue azucarero' se ubica en 1895, año en que, por primera vez, la producción superó las necesidades del consumo interno, lo que generó una crisis en el sector por exceso de oferta. A partir de esta coyuntura, y con mayor nitidez en la primera década del siglo XX, fue acentuándose la participación de capitales extrarregionales en la actividad, proceso al que contribuyeron las inversiones directas de empresarios de la región central del país, las alianzas interempresariales con actores locales, y, sobre todo, la difícil situación financiera de algunas firmas que tuvieron que aceptar el ingreso de los acreedores en calidad de accionistas o bien la venta de ingenios azucareros en quiebra. Este cambio de la estructura empresarial azucarera fue interpretado, por contemporáneos y por parte de la historiografía, como una de las consecuencias más importantes de esos años de sobreproducción, en la medida en que sentó las bases para el 'desplazamiento' del segmento de empresarios tucumanos por parte del capital foráneo, lo que habría derivado, como corolario, en la definitiva 'extranjerización' de la actividad azucarera18. El argumento central de estas interpretaciones se recostó en la creciente participación en esta agroindustria de la Sociedad Anónima (S.A.) durante los años de entre siglos, por lo que se relacionó a priori la forma legal corporativa con una inexorable atomización del capital y su oferta abierta al público inversor. Inclusive, la identificación de destacados empresarios inmigrantes o nacionales con sólidos vínculos con la banca europea dentro de los directorios de las firmas y sus estrategias de financiamiento, mediante la captación de fondos en el exterior, fue interpretado como una prueba del control del capital foráneo de las empresas azucareras en la provincia19.
Fuente: Elaboración propia con base en Oficina Cartográfica Alfredo Weber. Mapa Geográfico-Comercial con la red completa de ferrocarriles de las Repúblicas Argentina - Chile - Uruguay y Paraguay, publicado con los datos más recientes por la Oficina Cartográfica de Alfredo Weber (Buenos Aires [segunda edición], 1923). Nota: FCCA (Ferrocarril Central Argentino), FCCC (Ferrocarril Central Córdoba), FCCN-S (Ferrocarril Central Norte-Sección Sur), FCCN-N (Ferrocarril Central Norte -Sección Norte).
Ingenio | Titular | Tipo societario/ propietario | Origen del capital |
---|---|---|---|
Amalia | Delfín Jijena | Individual | Local |
Azucarera Argentina | Azucarera Argentina | Sociedad Anónima | Mixto (Extranjero/Local) |
Bella Vista | Manuel García Fernández | Individual | Local |
Concepción | Guzmán y Compañía | Sociedad Colectiva | Local |
Cruz Alta | Testamentaria Fidel García | Sucesión | Local |
El Colmenar | Testamentaria Julio Dubourg | Sucesión | Extrarregional |
El Paraíso | Dr. Vicente García | Individual | Local |
Esperanza | Wenceslao Posse | Individual | Local |
Industria Argentina | Roque Pondal | Individual | Local |
La Florida | Compañía Azucarera Tucumana | Sociedad Anónima | Mixto (Extrarregional/Local) |
La Invernada | Ramón Ferreyra | Individual (en liquidación) | Local |
La Providencia | Córdoba del Tucumán | Sociedad Anónima | Extrarregional |
La Reducción | Matías Salazar y Compañía | Sociedad en Comandita | Mixto (Extrarregional/Local) |
La Trinidad | Compañía Azucarera Tucumana | Sociedad Anónima | Mixto (Extrarregional/Local) |
Lastenia | Claudio Chavanne y Compañía | Sociedad en Comandita | Mixto (Extrarregional/Local) |
Los Ralos | Avellaneda y Terán | Sociedad Colectiva | Local |
Luján | Gallo Hermanos | Sociedad Colectiva | Local |
Lules | Clodomiro Hileret | Individual | Local |
Mercedes | Padilla Hermanos | Sociedad Colectiva | Local |
Nueva Baviera | Compañía Azucarera Tucumana | Sociedad Anónima | Mixto (Extrarregional/Local) |
San Andrés | Herman Tullström | Individual | Local |
San Felipe | Ismael Sosa y Compañía | Sociedad en Comandita | Local |
San José | Justiniano Frías | Individual | Local |
San Juan | Paz y Posse | Sociedad Colectiva | Local |
San Miguel | M. Beláustegui y Compañía | Sociedad Colectiva | Extrarregional |
San Pablo | Nougués Hermanos | Sociedad Colectiva | Local |
San Vicente | Abraham Medina | Individual | Local |
Santa Ana | Hileret y Rodrigué | Sociedad Colectiva | Local |
Santa Bárbara | Jorge Vergnes y Compañía | Sociedad en Comandita | Extrarregional |
Santa Lucía | Federico Moreno | Individual | Local |
Santa Rosa | León Rougés y Compañía | Sociedad Colectiva | Local |
San Felipe de los Vegas | Felipe Bernnan | Individual | Local |
Unión | Gaspar Taboada | Individual | Local |
Fuente: Archivo General de la Nación. Censo Nacional de 1895. Cédulas del Segundo Censo de la República Argentina (1895). Boletín Ingenios Azucareros, núm. 35; Moyano, Daniel. Desde la empresa. Firmas familiares y estructura empresarial en la industria azucarera tucumana, 1895-1930 (Buenos Aires: Prometeo libros, 2015), pp. 47-48.
Efectivamente, en años posteriores a 1895, cobró impulso la reconversión de sociedades en la agroindustria tucumana, con una destacada relevancia de la S.A., en consonancia con una tendencia general desarrollada en el país antes de la Gran Guerra20. Al analizar el Segundo Censo Nacional de 1895, se puede constatar que, en un parque azucarero con 33 ingenios en actividad, solamente participaban tres S.A. -propietarias de cinco ingenios-, mientras que la mayoría correspondían a sociedades colectivas, en comandita y demás dueños individuales (Tabla 1). Esto muestra que, hasta el inicio de la primera crisis de sobreproducción, las empresas individuales y con responsabilidad solidaria eran las más difundidas y que gran parte de las fábricas permanecían en manos de la burguesía local. Este panorama se modificó en el Censo Nacional de 1914. Para ese año, de los 27 ingenios azucareros en funciones, 11 estaban controlados por S.A.; cinco correspondían a empresas colectivas; cuatro a comandita y siete a individuales.
La reconversión de firmas en S.A. ciertamente ocurrió, pero no se trató de un proceso generalizado, sino que se centró principalmente entre los ingenios con sus finanzas comprometidas, ya sea mediante el ingreso de los acreedores en la gestión luego de un arreglo con los titulares o bien con la ejecución y pase de la propiedad de fábricas y tierras a sociedades que se formaron ad hoc. En estos casos, el formato de S.A. constituía una ventaja, puesto que limitaba la responsabilidad ante una asociación creada por la fuerza de los hechos en procura de recuperar las inversiones, a lo que debe agregarse que, para varios acreedores, representó una actividad desconocida, lejos de ofrecer márgenes de ganancias en un contexto poco halagüeño. La rápida disolución de varias de estas sociedades confirma estas apreciaciones (Tabla 2). Por otra parte, si el segmento de firmas pertenecientes a empresarios tucumanos reflejó una disminución, la participación del capital local en la producción total de la provincia fue mayoritaria, sumando un elemento más para discutir el supuesto desplazamiento del empresariado local, o la insostenible 'extranjerización' de la actividad a inicios del siglo XX21.
Ingenio | Formación | Razón Social | Origen del Capital | Disolución |
La Trinidad, Nueva Baviera y La Florida | 1895 | Cía. Azucarera Tucumana | Mixto (Extrarregional/local) | |
San Felipe | 1897 | Cía. Azucarera Cordobesa | Extrarregional | 1912 |
Lastenia y San Andrés (*) | 1898 | Ingenios Río Salí | Mixto (Extrarregional/local) | 1902 |
Amalia | 1901 | S.A. (s/d) | Mixto (acreedores) | 1904 |
San Miguel | 1901 | Ingenio San Miguel S.A. | Extrarregional | 1915 |
Concepción | 1902 | Cía. Azucarera Concepción | Mixto (Extrarregional/local) | |
Luján (**) | 1902 | Azucarera del Norte S.A. | Mixto (acreedores) | 1907 |
El Paraíso | 1903 | Cía. Azucarera El Paraíso | Mixto (acreedores) | 1911 |
Mercedes | 1906 | Cía. Azucarera Padilla Hnos. | Local | |
Esperanza | 1907 | Cía. Azucarera Wenceslao Posse | Local | |
Santa Lucía | 1908 | Cía. Azucarera Santa Lucía | Local | |
San Antonio | 1905 | Cía. Azucarera 'El Fénix' | Extrarregional | 1906 |
1907 | Cía. Azucarera de Buenos Aires | Extrarregional | 1909 | |
Cruz Alta | 1912 | Ingenio Azucarero Germano Argentino | Extranjero | |
Santa Ana | 1912 | Ingenio y Refinería Santa Ana Hileret y Cía. Ltda. | Mixto (Extra-regional/local) |
Fuente: Elaboración propia a partir de Archivo del Poder Judicial de Tucumán (APJT), Registro Público de Comercio (RPC), Contratos Mercantiles (CM), ts. III-XII; Schleh, Emilio. El Cincuentenario del Centro Azucarero Argentino. Desarrollo de una industria en medio siglo (Buenos Aires: Centro Azucarero Argentino, 1944), pp. 57-160. Nota 1: (acreedores) indica los casos en que los propietarios negociaron con sus demandantes, formaron una S.A. e ingresaron estos últimos en proporción al monto de las deudas, manteniendo los antiguos dueños su participaron como accionistas. Nota 2: (*) La Cía. Azucarera Tucumana se fusionó con Ingenios Río Salí, incorporó a sus dos ingenios, y en adelante explotó cinco unidades fabriles. (**) El ingenio Luján fue adquirido por la Cía. Azucarera Concepción en 1912.
La creación de grandes compañías sobresalía dentro de un complejo azucarero caracterizado por unidades de mediana escala productiva -siempre hablando en términos comparativos- que se encontraban en manos de los fundadores o de sociedades familiares locales. Una vez que las familias azucareras iniciaron la reconversión al tipo social corporativo, diversos analistas sugirieron que esas transformaciones estuvieron motivadas por la necesidad de financiamiento de las firmas, al permitir a los industriales tucumanos obtener otras formas de capitalización por medio de la venta de acciones22.
Desde un punto de vista particular, se considera que la búsqueda de financiamiento no fue la razón que condujo a la adopción del formato S.A., por lo menos en el segmento de empresas azucareras tucumanas. Así entonces, se puede conceder que la limitación de la responsabilidad representaba un elemento seductor para cualquier inversor, pero no necesariamente la emisión de acciones fue la vía de capitalización. La centralidad de los lazos parentales y la identificación de la firma con el patrimonio familiar incidieron a la hora de abrir las puertas de inversores foráneos por medio de la suscripción de acciones. En ciertos casos, en el contrato social se estipuló explícitamente la prohibición de la libre transacción del paquete accionario o bien se procuró repartir títulos nominales no endosables. En otros, se impidió -de manera solapada- el ingreso de personas ajenas a la familia a través de disposiciones tales como la preferencia de los socios en la compra de acciones o bien se permitió su entrada luego de la aprobación del administrador o del directorio, es decir, de las 'cabezas' de la familia propietaria o de la 'coalición dominante'.
Las primeras empresas familiares azucareras tucumanas, que optaron por transformarse en S.A., fueron la Cía. Azucarera Padilla Hnos., formada tras la reconversión de la antigua comandita, luego de la muerte de uno de los socios primigenios, en 1906; y la Cía. Azucarera Wenceslao Posse, que fue constituida por los herederos del antiguo propietario, en 190723. En ambas, se incorporaron a la firma parientes políticos y consanguíneos (en el primer caso, se distribuyeron las acciones entre 14 miembros de la familia, mientras que, en el segundo, se repartieron entre 11 parientes). No está de más señalar que los que conformarían las 'cabezas' de las S.A. detentaban una vasta experiencia como administradores de los ingenios o de las firmas disueltas, y representaron el centro operativo de las empresas. En suma, si ambas familias optaron por formar una S.A., el manejo de estas sociedades no fue estrictamente ejercido por los órganos de gobierno estipulados por ley (presidente, directorio, asamblea de accionistas), debido a la fuerte impronta personalista de los socios administradores; ni fueron 'anónimas' o públicas (en el sentido preciso del término), puesto que el capital social estuvo dividido en acciones, pero cerradas al público con el resguardo del paquete accionario dentro de los límites familiares24.
Una última S.A. tucumana, formada durante esta etapa, fue la «Cía. Azucarera Santa Lucía», creada en 1908 para explotar el ingenio homónimo. Aunque no se trató de la reconversión de una antigua firma familiar, su constitución representó uno de los ejemplos más destacados de emprendimientos mancomunados de empresarios azucareros locales en torno a proyectos productivos durante el período estudiado25. Los 12 socios fundadores tenían una relación previa en diversos ámbitos, como el familiar, el político o el comercial, lo que confirió fuertes vínculos de confianza y reciprocidad. Además, ocho miembros participaban en otros ingenios azucareros26. Esto habría representado la base fundamental para conformar, por ejemplo, una sociedad solidaria o una comandita, como en sus propios emprendimientos familiares. Entonces ¿por qué una S.A.? Quizás la explicación radique en este último punto. Es factible que se haya tratado de la apropiación y uso de esta forma jurídica con motivos utilitarios, en la medida en que todos ellos tenían responsabilidad solidaria en su empresa azucarera, en su calidad de socios comanditados, solidarios o como únicos propietarios. Al formar una sociedad por acciones, con responsabilidad limitada al capital aportado, les permitía cierta soltura en la administración de este nuevo emprendimiento, al evitar que un mal resultado en Santa Lucía pusiera en compromiso su patrimonio personal y, como consecuencia, repercutiera en el estado financiero del ingenio familiar. Además, el número reducido de los socios y la cláusula estatutaria que dispuso la mayoría de las acciones como nominales impedían su dispersión y el ingreso de nuevos socios. De esta manera, a pesar de la estructura de una sociedad por acciones (con órganos de gobierno delimitados), en la práctica, la firma pudo manejarse con flexibilidad en la toma de decisiones y la gestión quedó controlada desde el principio por los socios de Avellaneda y Terán, quienes oficiaron como la 'coalición dominante', al poseer la mayoría de las acciones. A esto se le sumó las habilidades, pericias y el capital relacional de los socios Frías, Avellaneda, Terán y demás accionistas, todos elementos que conformaron una amplia base de activos intangibles trasladados individualmente por los socios desde sus respectivas empresas y familias, que facilitaron el ingreso de la nueva firma en una red compacta de solidaridades y contactos.
En síntesis, hasta 1914, la mayoría de los ingenios de la provincia pertenecían a empresas formadas por capitales locales, más allá de sus diferentes estructuras legales, con una participación sobre el total de la producción provincial que rondó el 50%. Los demás ingenios estuvieron controlados por capitales mixtos, extrarregionales y solo un par por el capital extranjero. En consecuencia, y pese a los cambios en la propiedad de las fábricas o el ingreso de nuevos inversores en la actividad, la agroindustria mantuvo una fuerte presencia de empresarios tucumanos en las primeras décadas del nuevo siglo.
3. La estructura empresarial azucarera tucumana entre 1914 y 1940
Durante la década de 1920, se fundaron nuevos ingenios en la provincia, como La Fronterita, en 1923, explotada por una S.A. de capitales extrarregionales comandada por la familia Minetti, de la ciudad de Córdoba. Además, se conformó un tipo novedoso de asociación con fines industriales: los ingenios 'mixtos', también denominados 'cooperativos', administrados por productores cañeros (la Sociedad Cooperativa Cañera Ingenio Monteros Ltda., en 1923; y la Sociedad Cooperativa Villa Alberdi Ltda., en 1925, que inauguraron los ingenios Ñuñorco y Marapa en 1927 y 1929 respectivamente)27. El último establecimiento azucarero fundado en la provincia fue el ingenio Leales, erigido en 1935. Dicha fábrica surgió de la confluencia de intereses de cultivadores cañeros junto con factores comerciales y empresariales y, si bien contó con la participación de capital extrarregional, la amplia mayoría accionaria estuvo controlada por inversores tucumanos, por lo que es factible considerarlo como un emprendimiento local28.
Retomando el análisis sobre la estructura empresarial azucarera, hasta el final del período analizado subsistió la tendencia a reconvertir las firmas a la forma jurídica corporativa. En el caso específico de las empresas familiares, se conformaron nueve S.A., con ciertos mecanismos que permitieron preservar la propiedad y el control dentro del núcleo primigenio.
De acuerdo con los datos recabados, la reconversión de Nougués Hnos. en S.A. fue parte de una estrategia empresarial para una mejor administración del patrimonio familiar. Se optó por desdoblar la antigua comandita en la Cía. San Pablo de Fabricación de Azúcar, por una parte, y en la Comercial, Financiera y Ganadera Nougués Hnos. Ltda., por otra, cuyos paquetes accionarios quedaron íntegramente suscriptos dentro del núcleo familiar y fueron administradas por miembros de la tercera generación de empresarios azucareros de esta tradicional familia29.
Un caso similar representó la S.A. propietaria del ingenio Bella Vista, que anteriormente giraba como un emprendimiento individual de Manuel García Fernández30. Esta firma tuvo su sede en Buenos Aires, ciudad donde residió en sus últimos años el propietario Manuel García Fernández (padre), mientras que su hijo, junto a un amplio personal, dirigía el ingenio en Tucumán. Aquí también se cuenta con elementos que sugieren una estrategia para acogerse a las ventajas que otorgaba esta forma societaria más que al objetivo de incorporar nuevos capitales. De acuerdo con su constitución, se formó con solo 10 socios (el mínimo legal para constituir una S.A.), y el 85% del paquete accionario perteneció al 'fundador', quien incorporó a su hijo, antiguos administradores y personas con una estrecha relación en calidad de socios, pero con un bajo porcentaje accionario. Además, por disposición estatutaria, las acciones fueron nominales y solo transferibles con autorización del directorio -salvo herencia- como sucedió a fines de 1923 luego de la muerte del fundador31.
Ingenio | Origen del capital previo a la reconversión | Año de formación | Razón Social | Origen del capital |
---|---|---|---|---|
San Pablo | Local | 1920 | Cía. San Pablo de Fabricación de Azúcar | Local |
Bella Vista | Local | 1923 | Cía. Azucarera Bella Vista, Manuel García Fernández | Local |
La Fronterita | Extrarregional | 1923 | José Minetti y Cía. Ltda. S.A. Comercial e Industrial | Extrarregional |
Santa Bárbara | Local | 1926 | Cía. Azucarera Juan Manuel Terán | Local |
San Juan | Local | 1926 | Paz y Posse Ltda. Ing. San Juan | Local |
El Manantial | Local | 1927 | Sucesión Guillermo Hill | Local |
Cía. Azucarera Guillermo Hill | ||||
Juan Fara | Local | 1930 | Unitas Cía. Financiera Argentina | Extrarregional |
Cía. Azucarera Villa Quinteros | ||||
Amalia | Extrarregional | 1931 | Cía. Azucarera Ingenio Amalia | Local |
San José | Local | 1934 | Azucarera Justiniano Frías S.A. | Local |
Leales | Local | 1936 | Cía. Azucarera del Norte S. A. | Local |
San Antonio | Local | 1938 | Cía. Azucarera Ing. San Antonio S.A. | Local |
Santa Rosa | Local | 1939 | Cía. Azucarera Santa Rosa S.A. | Extrarregional |
Fuente: elaboración propia a partir de APJT, RPC, CM, t. XXX-XL (años correspondientes); Schleh, Emilio. El Cincuentenario..., pp. 57-160; Revista Azucarera-La Industria Azucarera, Buenos Aires (1917-1940). Nota: No fueron incluidos los denominados ingenios 'cooperativos' o 'mixtos'.
Una estrategia similar puede ubicarse en la familia de Guillermo Hill (un inglés radicado en Tucumán y único propietario del ingenio El Manantial), que, tras su deceso en 1919, continuó su explotación bajo la Sucesión Guillermo Hill, y finalmente, en 1930, los herederos la transformaron en S.A. Bajo ciertas similitudes con los casos anteriores, se formó solamente con 10 socios (todos familiares directos e incluso se apeló a la cesión de acciones para alcanzar el número indispensable de miembros), su directorio fue conformado por parientes y también se dispuso que las acciones fueran nominales y endosables con previa aprobación de los socios32.
Ejemplos adicionales representan, por un lado, la sociedad en comandita Paz y Posse. En 1926, sus socios optaron por formar la S.A. mediante la distribución de las acciones entre 10 socios. En este caso, se puede observar la participación en la gestión de familiares y personas ligadas a través del parentesco en segundo grado, mientras se mantuvo la mayor parte de la propiedad en manos de los familiares directos de los fundadores de la firma. Como dato adicional, en el contrato se nombró administrador a Ramón Paz Posse, el hijo del fundador Leocadio Paz, quien fue gerente del ingenio desde 1895 y socio capitalista desde 1904 de la comandita Paz y Posse33. Solamente en este caso se mantuvieron las acciones libres y enajenables, aunque, de hecho, permanecieron en poder de la familia. Por otro lado, también en el año 1926, se formó una S.A para explotar el ingenio Santa Bárbara luego del fallecimiento de su único propietario, Juan M. Terán. En este caso, una vez más se apeló a la estrategia de conformar la firma con el mínimo de miembros requerido -inclusive mediante la incorporación de nuevos socios a falta de herederos-, los sucesores del fundador se encargaron de la gestión, y se mantuvo un férreo control del paquete accionario en el seno familiar34.
Sin duda, algunas de estas reconversiones pudieron estar motivadas por la inestabilidad del sector. Efectivamente, desde 1925 se abrió un nuevo período de sobreproducción en un mercado con menor tasa de crecimiento que en años anteriores. La saturación de la demanda presionó a la baja a las cotizaciones del dulce, a lo que se sumó la depresión de los precios internacionales, situación que hizo imposible descomprimir el mercado. A la par, tuvo lugar una conflictiva puja por la distribución del ingreso azucarero en Tucumán entre el sector industrial y los cañeros independientes. Este trance fue superado mediante el Laudo del presidente de la nación Marcelo T. de Alvear, en 1928, que estableció un sistema de coparticipación en la agroindustria, con un mecanismo de control de los precios de la caña, la limitación de la producción en la provincia y la asignación de cupos a cada fábrica para mantener la oferta al nivel del consumo35. Como corolario, se sumaron los efectos de la crisis económica de 1930, todos factores que pesaron sobre el desempeño de las empresas del sector, cobrándose la existencia de una firma azucarera en Jujuy y dos en Tucumán, mientras que otras acusaron un impacto considerable en sus pasivos36. En consecuencia, la década posterior traería consigo un nuevo ciclo de mudanzas en la estructura empresarial azucarera, aunque un segmento de las firmas familiares locales instrumentó estrategias para no resultar desplazadas.
En el período que transcurre entre la década de 1930 e inicios de la siguiente, se detectan cambios en la propiedad de los ingenios y, en cinco oportunidades, la reconversión por parte de firmas de propiedad y administración familiar. Curiosamente, las empresas reconvertidas al tipo corporativo pertenecieron al espectro de ingenios de menores escalas de producción en términos comparativos (con la excepción del ingenio San Antonio), y en todos los casos estuvieron gestionadas por las mismas familias propietarias.
4. Ejemplos de reconversiones exitosas
La sociedad Griet Hnos. (ingenio Amalia) operó en plaza desde 1905 hasta 1922, año en que falleció Miguel Griet. Al quedar Guillermo Griet como único socio, se decidió la formación de Guillermo Griet y Cía., con el ingreso de la viuda del difunto y sus familiares como socios comanditarios. Luego de su deceso, en 1931, sus herederos decidieron conformar una S.A.37. Este caso reviste un interés particular puesto que, en el contrato social, quedaron asentados los motivos por los que se decidió esta reconversión. La socia mayoritaria (María Adela Griet de Herrmann) residía en París y actuaba como su apoderado legal el ingeniero Andrés Estrade. Al no tener una injerencia directa en el devenir de la firma, la limitación de la responsabilidad representaba una buena opción en un contexto productivo desfavorable. Empero, la nota más destacada fue la decisión de formar una S.A. puesto que «la operación es de conveniencia evidente para los herederos menores, cuya porción hereditaria queda asegurada en esta nueva forma de colocación del capital social»38. De esta manera, se puede ubicar una vez más, entre las familias azucareras, la decisión de incorporar a sus miembros en la firma y la utilización de este tipo societario con fines pragmáticos. El ingreso de los herederos menores les aseguraba una renta fija de acuerdo con la marcha de los negocios, mientras se facilitaba los trámites de liquidación y repartición de los bienes del difunto Guillermo Griet. El primer directorio de esta firma con asiento en Tucumán estuvo conformado por Juan B. Terán como presidente, el heredero mayor de edad Juan B. Griet como vocal y gerente del establecimiento, y el ing. Andrés Estrade como vocal, en representación de la socia mayoritaria39. Como dato adicional, la extinta firma no se encontraba inhibida o embargada, y solo reconocía una hipoteca a favor de privados y otra a una institución bancaria40. El estado financiero de la firma permite comprobar el buen desempeño de la gestión en momentos críticos de la industria.
Por su parte, los miembros de la familia Frías (ingenio San José y copropietarios del Santa Lucía) decidieron formar una S.A. en 1934, mediante la disolución de la comandita Justiniano Frías y Cía. Desde 1903, mantuvieron dicha sociedad dentro de los marcos familiares, pero se dividió a los socios entre solidarios y comanditarios, y fue administrada por las 'cabezas de la familia', representadas por los hermanos Ricardo M. Frías y José Frías Silva. Una actitud similar se decidió en 1924, tras la muerte de la socia comanditaria María Flora Frías de Ruisiñol, con la decisión de incorporar a sus herederos a la empresa, lo que amplió el número de socios a más de una quincena41. Luego del deceso del administrador José Frías Silva, se decidió conformar la S.A. Por tanto, las herederas Frías cedieron, a sus respectivos esposos, 10 acciones para cada uno, en aras de poder ingresar como socios y representar sus intereses en la firma. El capital social se repartió entre 27 familiares y los herederos directos del 'fundador' mantuvieron la mayoría del paquete accionario. Además, por disposición estatutaria, las acciones fueron nominales y no endosables. Su primer directorio quedó formado por Ricardo M. Frías como presidente; como vice, José Frías Silva (hijo) -desde 1922 al frente del establecimiento azucarero como administrador-; y como vocales, los esposos de las socias herederas Frías42. Además, a partir de los datos asentados en la escritura de constitución, se analizó el aceptable estado patrimonial de la extinta comandita43. Inclusive, se pudo ubicar la práctica de financiar la empresa por los mismos socios a través de depósitos de sus dividendos o con aportes en efectivo a cambio de un interés similar al ofrecido en plaza. Así, se evitaba el retiro de utilidades y le otorgaba a la empresa un margen de maniobra más amplio, sin el peso de los vencimientos con las entidades bancarias. Esta actitud fue seguida por diversas empresas tucumanas de propiedad y control familiar44.
Por un camino alternativo, incursionó la familia Simón Padrós, propietaria del ingenio Aguilares. Desde su ingreso a la actividad, en 1903, operó como sociedad colectiva hasta que se conformó en comandita, en 192845. Una vez vencido el contrato, en 1934, los socios decidieron mantener la explotación del ingenio, renovar la comandita y adquirir, además, el ingenio Villa Quinteros (luego nombrado San Ramón), para explotarlo mediante la formación de una Sociedad de Responsabilidad Limitada (SRL)46. Esta estrategia se asemeja bastante a la efectuada por la familia Nougués, que aplicó una partición de las actividades con el fin de organizar los objetivos sociales y no arriesgar la totalidad del patrimonio en una sola firma. De este modo, Ramón Simón, Enrique y José Simón Padrós estuvieron a cargo del ingenio San Ramón y participaron como socios solidarios en el ingenio Aguilares. Es importante destacar que los Simón Padrós fueron una de las últimas familias del espectro empresarial azucarero que mantuvieron la explotación de la firma dentro del núcleo familiar de manera solidaria. Inclusive, Ramón Simón se desempeñó como socio solidario y gerente en el Aguilares, y llevó la administración en conjunto con los demás socios en el establecimiento San Ramón47.
En esta etapa, no faltaron ejemplos de reconversión en S.A. con el solo objeto de limitar la responsabilidad de los socios e incluir a las nuevas generaciones como partícipes de la empresa. En este sentido, Vicente C. Gallo y Solano Peña, que en 1923 formaron la firma solidaria Gallo y Peña para explotar el ingenio San Antonio, finalmente decidieron su transformación en S.A. en 193848. En este caso, también es posible ubicar ciertos dispositivos utilizados en otras firmas para mantener la propiedad y el control: el capital social se encontraba completamente suscripto y realizado; ingresaron a la firma los descendientes de los fundadores junto a tres personas ligadas a las familias por vínculos parentales y amicales con el objeto de completar el número de socios necesarios y, por último, se mantuvieron al frente de la firma como presidente y vicepresidente los socios Peña y Gallo, mientras que pasaron a administrar el ingenio sus descendientes, el ingeniero Solano Peña Guzmán, apoyado por el ingeniero José Peña.
5. Ejemplos de algunos fracasos empresariales
Lógicamente, no todas las empresas azucareras de propiedad y control familiar mostraron resultados favorables durante este período cargado de contingencias. Una firma que no soportó los efectos de la crisis fue la Cía. Azucarera Padilla Hnos. Ante el voluminoso pasivo que gravitaba sobre sus balances, sumado a las deudas contraídas principalmente con el Banco Español del Río de la Plata (que fueron negociadas por acciones de la firma azucarera), sus propietarios no tuvieron más alternativa que aceptar la injerencia de los acreedores en la administración del ingenio, para luego ceder definitivamente el control de la empresa al Banco, que optó por liquidar la sociedad y formar la Cía. Azucarera Mercedes. A partir de entonces, los miembros de la familia Padilla tuvieron un lugar en la firma, pero relegados a meros accionistas ordinarios, sin influencia en las decisiones49.
En el caso de la Cía. Azucarera Wenceslao Posse, en 1919, luego del deceso de Pedro Alurralde (su administrador), se registró el ingreso de parientes y miembros de diferentes familias tucumanas, además de comerciantes de la plaza local. En 1925, se acentuó la entrada de inversores ajenos a la familia, como consignatarios e instituciones bancarias (el Banco de Londres del Río de la Plata y el Banco Español del Río de la Plata). En relación con estos últimos, resulta plausible que integraran la firma como socios a través de la toma de acciones en caución de algún préstamo. De todos modos, no se avanzó en su control, como en el ingenio Mercedes, pues aún el 69% de las acciones correspondía a la familia Posse. Según apunta Girbal-Blacha, la situación de la empresa era próspera hasta 1932. Sin embargo, tres años después, su estado se modificó cuando emitió títulos de deuda «para evitar mediante un amplio crédito y préstamos, males mayores»50. Esta liberación de debentures se puede corroborar en dos oportunidades a comienzos de 193751, una práctica infrecuente entre las empresas tucumanas, pese a que todas las sociedades en comandita por acciones y S.A. estaban autorizadas a realizarla. Hasta entonces, salvo la Azucarera Argentina y la Compañía Azucarera Tucumana -que no representaban firmas netamente tucumanas puesto que estaban controladas por grandes grupos económicos con base en la región central del país, como el grupo Tornquist y el grupo Roberts-, solo se pudo ubicar esta estrategia de financiamiento en la Cía. Azucarera ing. Bella Vista, Manuel García Fernández Ltda., con emisiones desde 1930, y en la Cía. Azucarera ingenio San Antonio, en 1938, un año después de su constitución52. De todos modos, se desconocen los motivos por los que, en tan pocos años, la suerte de la Cía. Azucarera Wenceslao Posse cambió de signo.
Un último ejemplo de la pérdida de la propiedad del ingenio en manos de los acreedores fue el caso de la familia Rougés. Tras la muerte, en 1939, de la viuda de uno de los 'fundadores' y madre de los socios Marcos, Alberto y León, de la firma Rougés y Rougés, se decidió formar una S.A.53. A primera vista, su constitución siguió los cauces ya reseñados: se repartieron las acciones entre 10 miembros de la familia; el capital social estaba suscripto en gran parte y fue integrado al primer directorio con familiares. Sin embargo, la formación de esta S.A., más que en ninguna otra, pareció realizarse con el objeto de limitar la responsabilidad de los socios y resguardarlos de posibles liquidaciones. Si bien la sociedad anterior no se encontraba vedada o inhibida para disponer de sus bienes, de las 13 propiedades rurales, dos estaban comprometidas con un embargo producto de una demanda iniciada por Erwin Pallavicini (importante consignatario y su principal acreedor), y ocho estaban hipotecadas al mismo prestador. Además, algunos de estos inmuebles reconocían segundas hipotecas a favor de casas bancarias y otros particulares54.
Todo indica que los resultados de este establecimiento no fueron satisfactorios desde la última crisis de sobreproducción de fines de la década de 1920 e inicios de la siguiente. Ya en 1935, la firma había logrado sortear un pedido de remate por parte de los acreedores. Empero, durante los siguientes años no pudo remontar la crítica situación. El balance general del ejercicio de 1937 informa sobre su delicado estado financiero en momentos previos a su reconversión en S.A., a saber: las deudas de la firma superaban ampliamente el límite financiero aceptable para el desenvolvimiento de una empresa rentable, mientras que el mayor porcentaje de la deuda correspondía a acreedores privados (en este caso, a Pallavicini), con cerca del 45% del pasivo55. De este modo, Pallavicini, amparándose en su derecho como acreedor mayoritario, obtuvo la injerencia en la administración de la firma e incluso en el manejo de la planta fabril, a través de delegados nombrados ad hoc. Finalmente, en 1944, el establecimiento Santa Rosa fue llevado a remate y adquirido por Erwin Pallavicini y Cía. S.A.C.56.
Pese a los fracasos señalados, es posible concluir que el tipo societario S.A. mantuvo la adhesión de parte de los industriales tucumanos. No solo representó una manera de incorporar a la familia al emprendimiento agroindustrial, sino una buena forma de resguardarse de posibles ejecuciones de su patrimonio personal en un contexto inestable para la actividad. Esta estrategia de reconversión, sin embargo, no fue seguida por todas las familias azucareras, como se verá en el siguiente apartado. De todas maneras, más allá de la estructura jurídica, tras la crisis de la actividad, las firmas familiares mantuvieron una porción importante de los ingenios de la provincia, controlando 14 de las 28 fábricas a inicios de los años 1940, lo que representó poco más del 40% de la producción total de azúcar de la provincia. Si a esto se le agregan los ingenios no-familiares, pero controlados por capitales locales (Ñuñorco, Marapa y Leales), la participación en la producción del empresariado industrial tucumano alcanzó la mitad del total elaborado -sin contar los ingenios controlados por capitales mixtos, con presencia tucumana en los paquetes accionarios como también en el directorio-57.
6. Balance sobre la estructura societaria de las firmas familiares tucumanas en el período
Este apartado permite ahondar en los motivos por los que diversas familias optaron por el formato de S.A., a pesar de que existían otras formas jurídicas para proseguir con las operaciones. Tras la muerte o separación de un socio, las firmas podían disolverse parcialmente y continuar con los socios sobrevivientes o bien incorporar nuevos (los herederos), sin la necesidad de cambiar su figura legal. Entonces, ¿qué motivó a continuar las operaciones bajo una figura jurídica diferente?
Resulta complejo establecer, en todos los casos, los elementos sopesados por las familias para la conversión de una sociedad colectiva o comandita en S.A. Además, no es frecuente que se asienten por escrito las consideraciones previas a esta determinación. En ocasiones, se argumentó la necesidad de otorgarle a la firma un marco legal que le permitiera una mayor continuidad y que garantizase una mejor administración. En otros, las ventajas organizativas o impositivas fueron utilizadas como fundamentos para la reconversión. También se informó que la limitación de la responsabilidad era un elemento central para resguardar el patrimonio de los socios menores de edad58. Los escasos datos sobre ofrecimientos de acciones a personas ajenas al núcleo familiar y la nula oferta en la Bolsa de Comercio permiten inferir que la constitución en S.A. obedeció a una fórmula atractiva para limitar los riesgos y mantener la propiedad y el control dentro del núcleo familiar. Esto se pudo concretar a través de la conformación de las denominadas 'sociedades anónimas de familia' o las S.A. 'cerradas', en oposición a las S.A. 'abiertas', que operaban con oferta pública59. Pero si esto permite comprender la conversión de S.A. familiares, todavía resta explicar por qué un segmento de familias azucareras mantuvo sus empresas dentro de estructuras organizativas con responsabilidad solidaria.
Sobre este punto, conviene sopesar otro tipo de explicaciones que trascienden los límites netamente económicos o utilitarios. En la literatura especializada, las empresas familiares han sido interpretadas, en contextos de incertidumbre e inestabilidad, como instituciones que aglutinaron redes de confianza y valores compartidos. Cuando los objetivos de la familia y la empresa estuvieron unidos, las redes de confianza tuvieron la ventaja de garantizar a todos sus miembros una combinación de incentivos, un control eficaz y la protección contra el peligro de irregularidades en la gestión60. Esto podría aplicarse a las empresas tucumanas de propiedad individual o a las integradas por socios solidarios e ilimitadamente responsables. Para el o los administradores, la suerte en los negocios era vista esencialmente como una extensión de sí mismos. De ahí el compromiso de buscar el mejor resultado posible para favorecer la buena marcha de la firma que, en definitiva, redundaba en el bienestar familiar61.
Además, cuando se produjo la incorporación de parientes políticos en la gestión de la empresa (en representación de las mujeres con posesión de acciones), se estipuló que su responsabilidad fuera solidaria e ilimitada, para comprometerlos con sus patrimonios personales y así alejar el peligro de posibles desmanejos o apetencias que perjudicaran a la empresa y, por lo tanto, a la familia. El carácter notoriamente patrimonial que desarrollaron algunas empresas familiares azucareras, la autoridad de la 'cabezas' de las firmas y la fuerte identidad de grupo, que generaron sus miembros como para mantener la responsabilidad solidaria de los socios involucrados en la gestión, permiten suponer que los factores culturales y de su propia idiosincrasia jugaron un rol determinante en el devenir de estas empresas, en tanto la familia, más que cualquier elemento, maximizó la confianza y la reciprocidad entre los socios62.
En algunas sociedades familiares advertimos, sin embargo, su transformación de colectivas a comandita por acciones antes de constituirse en S.A. Ejemplos en esta dirección fueron las familias Avellaneda y Terán (ingenios Los Ralos y con participación en el Santa Lucía), Rougés (ingenio Santa Rosa), Frías y Silva (ingenios San José y con participación en el Santa Lucía), Paz y Posse (ingenio San Juan), Griet (ingenio Amalia) y Simón Padrós (ingenio Aguilares), que optaron por esta forma 'híbrida' de asociación, que dividía a los socios por la responsabilidad ante el capital y el derecho a la gestión de la firma. Por lo demás, esta elección no representó una anomalía, puesto que en casos análogos de burguesías regionales también se dio un cruce de tendencias, donde algunas familias conformaron sociedades corporativas, mientras que otras se resistieron a tal reconversión. Este proceso no solo lo encontramos entre el empresariado argentino de la época, sino también en España, Italia o Inglaterra63. Aunque resulte difícil identificar motivaciones explícitas sobre esta opción, es posible ubicar algunas regularidades.
En primer lugar, los antiguos socios encargados de la administración mantuvieron sus puestos y participaron en la nueva razón social en calidad de socios solidarios. Los que ingresaron como comanditarios fueron las herederas mujeres o los herederos varones menores de edad. De esta manera, se decidía integrarlos a la sociedad e incorporar en la firma su parte del capital correspondiente por derecho hereditario, a la vez que se resguardaban por medio de la limitación de su responsabilidad. En segundo lugar, se apartó mayoritariamente a las mujeres de las esferas de la gestión e ingresaron sus esposos, aunque estas poseyeran una alta proporción del paquete accionario. Empero, no se debe suponer que las mujeres cumplieron un rol irrelevante en el esquema familia-empresa; directa e indirectamente, se desempeñaron como fuentes primordiales de contactos a través del matrimonio, como una forma eficaz de reducir los costos de transacción mediante la ampliación de la red familiar de confianza y consulta. Del mismo modo, y ante el marco legislativo que imponía la herencia divisible en lugar de la primogenitura, los matrimonios entre familiares cercanos eran un instrumento para contrarrestar la dilución de la riqueza familiar, como también para fortalecer y ampliar las redes sociales64. Por último, y lejos de un razonamiento utilitario, no se puede perder de vista que las mujeres, más allá de encontrarse apartadas de la gestión, tuvieron una influencia determinante en las decisiones de la familia dentro del andamiaje 'informal' de relaciones generado en el seno de los grupos parentales65.
En definitiva, si en algunas familias azucareras se optó por la S.A. como una forma de resguardarse de los posibles inconvenientes financieros mediante la limitación de la responsabilidad; en otros casos, se conservaron las estructuras tradicionales de organización y se mantuvo el compromiso solidario de sus miembros. Este esquema no pareció representar un escollo en el funcionamiento de las firmas, pues como ya se señaló, hasta inicios de la década de 1940, los ingenios tucumanos que operaban bajo propiedad y control familiar participaron con un alto porcentaje de la producción azucarera de la provincia. Esta permanencia y adaptabilidad en momentos de crisis contribuye a relativizar, por lo menos desde esta perspectiva regional, la concepción de la firma familiar como ineficiente. En efecto, destacados especialistas demostraron que la familia proveyó el marco organizacional idóneo para la industrialización temprana, manteniéndose en economías desarrolladas y, sobre todo, en sociedades de industrialización tardía66. En definitiva, los estudios más actualizados de la actividad empresarial aportan suficientes argumentos como para objetar la calificación de 'tradicional' a ese tipo de organizaciones, sobre todo cuando esta denominación lleva a considerarlas menos eficaces que las de conducción exclusivamente profesionalizada67.
Por lo demás, un aspecto directamente relacionado con el mantenimiento de las firmas en las familias, más allá del tipo societario elegido, lo representa el proceso de sucesión generacional en el comando de la empresa. Sobre este punto se indagará a continuación.
7. Un elemento clave para la continuidad: la sucesión generacional
A esta altura del escrito, se examinaron las estrategias instrumentadas para preservar la propiedad y el control de las firmas dentro de las respectivas familias mediante diferentes tipos societarios y se expusieron -de manera sintética- las líneas de sucesión que atravesaron algunas firmas del sector. De este modo, para ciertos casos, es posible señalar una imbricación entre elementos parentales y empresariales que definieron las características de estas firmas familiares. Sobre la base de este postulado, conviene ajustar el lente de observación en lo siguiente: ¿es posible reflexionar sobre el desenvolvimiento de las empresas partiendo del ámbito donde se heredan y/o desarrollan el 'saber hacer', o sea, las aptitudes empresariales? ¿se puede indagar la capacidad competitiva de las firmas al tomarlas como un ámbito de reproducción de saberes empíricos sobre el manejo de los negocios?
Desde esta perspectiva, el relevo intergeneracional bien sucedido es un mecanismo primordial para transmitir el 'capital inmaterial' (la reputación, la red de relaciones, los recursos, las competencias, la identidad), todos activos intangibles fundamentales para la supervivencia de la firma y para mantener la 'visión' de la empresa, entendida como un conjunto de principios no sistematizados impresos por los fundadores o la coalición dominante, donde se perfilan unas rutinas, memorias, y donde la familia y la empresa se confunden de manera inexorable68. Dichos activos son tan importantes como los contactos financieros y comerciales que aseguran la continuidad de la firma. Este punto es central, puesto que, en ocasiones, suele manifestarse la resistencia de los 'viejos hombres de empresa' para delegar la gestión, lo que se combina con la falta de experiencia de los herederos, una vez que deben hacerse cargo de la firma69. En tal sentido, Rose acertadamente consideró como un ejemplo más de innovación y buen rendimiento empresarial la sucesión pacífica y ordenada de una generación a otra en los puestos directivos70.
En los últimos años se realizaron importantes estudios en diversas partes de América Latina y España sobre la problemática de la sucesión y la perdurabilidad de las empresas de propiedad y control familiar71. En el caso de la economía regional bajo estudio, si se realiza una mirada general sobre el desenvolvimiento de las empresas azucareras tucumanas durante las décadas de 1910 y 1940, es posible constatar que, en varias firmas locales, tarde o temprano se asistió a la incorporación de algunos parientes directos antes del traspaso generacional. De acuerdo con los casos que se analizarán, aunque limitados, es posible advertir que, de un modo u otro, la sucesión implícitamente estuvo planteada.
Existieron ejemplos, los menos, en que el ingreso de las nuevas generaciones se estipuló por contrato, lo que obligaba a los socios a involucrar a su descendencia para colaborar en la administración. Este fue el caso de la firma Paz y Posse72. Otra tendencia se dio de un modo más espontáneo, como en Rougés y Rougés, puesto que, en 1907, ya se desempeñaban como administradores el primigenio socio Carlos junto a sus sobrinos Alberto, León y el ingeniero Marcos Rougés. Este último, estuvo implicado posteriormente en la dirección técnica del ingenio familiar, además de vincularse al ingenio Santa Bárbara por lazos maritales73. Un caso similar lo representó la Cía. Azucarera Padilla Hnos., que estaba comandada por Isaías Padilla (h), socio descendiente del fundador74.
Respecto a la firma Simón, Padrós y Cía., también se puede ubicar la voluntad explícita de los dueños para incorporar a las nuevas generaciones. En 1917, los sobrinos José, Enrique y Juan Simón Padrós (todos argentinos nativos) ingresaron como socios menores en la empresa, reservándose las principales decisiones para los dueños originarios75. Ya en la década de 1920, los socios menores estaban directamente vinculados a la administración, con José Simón Padrós trabajando al lado de su tío José Padrós en el Escritorio de la firma en la ciudad de Buenos Aires, mientras que, en Tucumán, colaboraron con Ramón Simón en la dirección técnica de la fábrica los ingenieros industriales Enrique y Juan Simón Padrós76.
Un caso similar lo representa la familia de Manuel García Fernández. Como se señaló anteriormente, el ingeniero Manuel García Fernández (h) ingresó bajo el cargo de director técnico de la fábrica, y en 1923, como socio administrador, cuando se reconvirtió este emprendimiento individual en S.A., meses antes de la muerte de su padre. Lo mismo se puede decir respecto a Justiniano Frías y Cía. y la Cía. Azucarera Ingenio San Antonio, donde el Dr. José Frías Silva (h) y el ingeniero Solano Peña Guzmán -ambos primogénitos de uno de los socios administradores- fueron incorporados tempranamente en la gestión y dirección técnica del establecimiento, respectivamente. No se puede dejar de mencionar a Nougués Hnos., en la que es reconocida la labor del ingeniero Luis F. Nougués y sus hermanos Juan Carlos y Ambrosio, el primero de los cuales no solo se desempeñó al frente del establecimiento fabril, sino que fue cofundador de la Estación Experimental Agrícola de Tucumán, primera entidad científica al servicio de la agroindustria azucarera en el país.
Respecto a Avellaneda y Terán, tanto en 1891 como en 1907, existió una decisión explícita por parte del socio administrador Brígido Terán para integrar a los miembros de la familia en la empresa, primero con la incorporación de los herederos menores como socios, y, luego, con el ingreso de parientes políticos y consanguíneos. Durante toda su existencia, la sociedad tuvo como cabezas visibles a dos miembros de las familias fundadoras: Brígido Terán, entre 1891 y 1922, y en adelante Eudoro Avellaneda (h) -que, desde 1903, se desempeñó como subgerente de facto de la firma-, inclusive luego de que la empresa se reconvirtió en S.A., en 194977. Poco antes de la muerte de Brígido, ocurrida en 1922, se introdujeron algunas modificaciones de importancia en los estatutos sociales: se creó el cargo de subadministrador, se estableció la periodicidad de los puestos directivos y, por último (y quizás lo más importante), se conformó el Consejo de Administración, constituido por Eudoro Avellaneda (h) como administrador, Lauro N. Fagalde como subadministrador, y como vocales Evaristo Etchecopar, Julio J. Cainzo y Juan Manuel Terán Vega (hijo de Brígido)78. Este Consejo se mantuvo de manera invariable durante toda la existencia de sociedad, con el socio Avellaneda a la cabeza.
Esta conducta no solo se dio en Avellaneda y Terán. Brígido también estaba a la cabeza de la Cía. Azucarera Santa Lucía desde su creación, en 1908, en la que actuó invariablemente como vicepresidente Evaristo Etchecopar. En este caso, también se tomó la misma actitud: se retiró del cargo de presidente de la firma y resultó, como su lógico relevo, el socio Etchecopar.
Por último, en el establecimiento Santa Bárbara, de Juan M. Terán, el traspaso generacional se efectuó de forma similar. Su yerno, Domingo Colombres, ingresó de manera directa en la empresa a comienzos de los años 1920, inclusive antes que el primogénito Juan B. Terán. Posteriormente, luego del fallecimiento del 'fundador', sus familiares conformaron la S.A. A partir de entonces, Juan B. Terán se desempeñó como presidente del directorio, junto a sus cuñados Domingo Colombres y el ingeniero Marcos Rougés. Posteriormente, ingresaron familiares como socios, pero se mantuvieron los administradores a cargo de la firma mediante la rotación en los puestos directivos79.
En síntesis, lo ejemplos ofrecidos no solo traslucen el interés por preparar a las nuevas generaciones en el manejo de los negocios con su incorporación en tareas administrativas. En ciertos casos, se dio la especialización de los sucesores en la supervisión directa del proceso de fabricación, en carácter de ingenieros industriales o como administradores con amplios conocimientos en el manejo de la fábrica. Lógicamente, todos ellos estaban acompañados por un staff de colaboradores residentes en los ingenios, integrado por empleados administrativos y personal jerárquico de fábrica y plantación ubicados en puntos claves de la cadena productiva. Estos elementos permiten especular que la búsqueda de la reproducción de aptitudes empresariales habría estado presente en algunas familias del sector. Por lo demás, la permanencia en el rubro hasta la década de 1940 representa un fuerte indicio sobre la eficiencia de la dirección de buena parte de las empresas azucareras de este tipo.
8. Reflexiones finales
La agroindustria azucarera en Tucumán en la primera mitad del siglo XX representa un caso relevante para los estudios empresariales de índole regional, puesto que se trató de una actividad en donde las estrategias implementadas por diversas firmas familiares para su fortalecimiento y perdurabilidad le permitieron mantener la continuidad en el sector. Sumado a la presencia de capacidades empresariales, por lo menos en el período abordado, la permanencia de estas empresas obedeció a su adaptabilidad manifiesta en el fortalecimiento de la unidad familiar mediante la reconversión a formatos legales convenientes -como la comandita, la SRL y, sobre todo, la S.A.-, con el fin de mantener la cohesión interna, resguardar el patrimonio y limitar la responsabilidad. De esta manera, el análisis de la estructura y gestión de las empresas de propiedad y control familiar permitió examinar, con mayor sustento empírico, las diferentes maniobras implementadas por los empresarios al frente de sus firmas, la racionalidad detrás de las decisiones de las familias, o los movimientos dentro de la agroindustria.
Resulta indiscutible que durante los años de la expansión azucarera en Tucumán -a fines del siglo XIX- se evidenció una marcada heterogeneidad en la composición empresarial, no solamente por el temprano ingreso de empresarios extrarregionales, sino por el tipo de estructuración de las firmas. En un primer momento, la mayor parte de los ingenios estuvo controlada por empresarios particulares o sociedades colectivas de origen local, pero con el tiempo adquirieron mayor presencia firmas de diferentes estructuras legales -sobre todo, luego de la primera crisis de sobreproducción- en la que adquirió mayor presencia la S.A. Mientras algunas firmas se liquidaron y pasaron a propiedad de sus acreedores, otras abrieron tempranamente el ingreso de nuevos socios, ya sea por acuerdo con los prestadores ante deudas impagas o bien por inversión directa de capitales foráneos.
En tal sentido, esta alta movilidad generada en las primeras décadas del siglo XX, si no admite el establecimiento de un patrón unívoco de estructuración empresarial, tampoco permite validar el supuesto desplazamiento de los empresarios locales, más allá de la fuerte impronta del capital de otras regiones. Por el contrario, de acuerdo con las evidencias aportadas, y a pesar de su diversidad en términos de escalas y estructuras, es posible afirmar que, en este complejo azucarero, la firma familiar se mantuvo como la unidad empresarial predominante, encabezada por miembros de la burguesía azucarera de raigambre local.
La flexibilidad y capacidad de adaptación que mostraron las empresas de este tipo explicarían, más allá de los resultados económicos, las razones que permitieron mantenerse en el sector hasta inicios de los años 1940 -cuando se produjo un cambio en el orden político-económico nacional, al iniciarse una nueva etapa de más directo intervencionismo por parte del Estado, con importantes consecuencias para el sector-. En este sentido, se llevó a cabo, por una parte, el relevo generacional durante los años 1920 y 1930, con el ingreso de una nueva camada de empresarios de segunda o tercera generación en los puestos de mando, en reemplazo de los hombres de la 'vieja guardia' que inauguraron la moderna fabricación de azúcar a fines del siglo XIX. En algunos casos, los 'fundadores' incorporaron tempranamente a su progenie en la gestión para asegurar su posterior relevo, una vez llegada la hora de retirarse, mientras que otros terminaron sus días aún al frente de las firmas, pero con una sucesión demarcada de antemano. Así, la propiedad y el control lograron permanecer en manos de los núcleos familiares primigenios al sortear favorablemente el escollo de la sucesión en los puestos gerenciales y otorgar estabilidad a la empresa. Por otra parte, durante estos años se pudo observar la acentuada tendencia a la reconversión corporativa. Empero, aquí también se identifican diferentes estrategias para mantener la propiedad y el control en manos de las familias, lo que indicaría una utilización de las ventajas que esta forma legal concedía, como la limitación de la responsabilidad.
Esta pervivencia de las firmas familiares dependió, además, de la presencia de capacidades empresariales dentro del seno parental. Aquí, la unidad familiar fortaleció su función de soporte cultural para articular y desarrollar un entramado de solidaridades que permitieron transferir activos inmateriales heredados a la generación de relevo o que desarrollaron mediante un entrenamiento tácito. De esta manera, quedó comprobado el peso cualitativo que tuvieron las redes intra e interfamilias, en la medida que aportaron la base de confianza necesaria para la formación de emprendimientos empresariales y oficiaron también como canales por donde se reforzaron los vínculos de solidaridad y reciprocidad dentro del grupo de empresarios locales. Del mismo modo, y ante el marco legislativo que imponía la herencia divisible en lugar de la primogenitura, los matrimonios entre familiares cercanos a menudo fueron un instrumento para contrarrestar la dilución de la riqueza familiar, así como fortalecer y ampliar las redes sociales.
En este sentido, aun cuando no fueron exitosos todos los casos de reconversión y sucesión, las familias empresariales tucumanas lograron formar, desde una matriz denominada 'tradicional', una serie de cuadros empresariales que evidenciaron un buen desempeño en la gestión de sus firmas. Al igual que otras burguesías regionales, el mantenimiento de la firma familiar como unidad vigente permite relativizar, desde una perspectiva regional, la concepción de la propiedad y gestión familiar de la empresa como intrínsecamente retardataria o no competitiva que se ha discutido en la literatura.
Aunque restan elementos para efectuar generalizaciones, queda demostrado que existieron alternativas válidas de desarrollo para empresas de este tipo. De este modo, la continuidad histórica de las antiguas familias propietarias al frente de sus unidades productivas puede explicarse no solo por resultados económicos favorables, sino por el nivel de adaptación que mostraron sus directivos como responsables al frente de sus firmas, características compartidas -como se pudo evidenciar- con otros segmentos empresariales latinoamericanos de raigambre regional.